Sor Faustina, desde pequeña, sentía la voz de Dios en su alma y supo que era llamada a una vida de perfección.
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Oh Virgen Santísima, Vos os aparecisteis repetidas veces a los niños; yo también quisiera veros, oír vuestra voz y deciros: Madre mía, llevadme al Cielo.. ¡Roguemos a la Virgen! (ver artículo)