Creemos que la Bienaventurada María, que permaneció siempre Virgen, fue la Madre del Verbo encarnado, Dios y salvador nuestro.
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Los Reyes Magos, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. (ver artículo)
Luisa Picarreta, la mística italiana a quien el Señor reveló los secretos de la Divina Voluntad, frecuentemente nombra a la Virgen Santísima como la Reina del Cielo. (ver artículo)