¿Van al cielo los niños que mueren sin ser bautizados?

Es común que en las experiencias pastorales y hasta en las conversaciones cotidianas, se presente la inquietud por el destino de aquellos que mueren sin haber recibido el bautismo. Tema que se torna tan apremiante para aquellos padres que han perdido a sus pequeños por distintos motivos.

Este tema ha angustiado a los cristianos de todos los tiempos. Muchos han dado diversas respuestas a esta situación, algunas llenas de esperanza y otras no tan esperanzadoras.

Nos basamos en el Concilio Vaticano II, la Declaración Dominus Iesus. El artículo «Una speranza di salvezza» de Guiseppe di Rosa de la revista Civiltá Cattolica  y el documento «La esperanza de salvación para los niños que mueren sin bautismo», de la Comisión teológica internacional. Empezaremos por aclarar algunas dudas:

¿Existe el limbo?

En el desarrollo del pensamiento teológico, nos encontramos con algunos pensadores que han dado respuesta al destino de los no bautizados, con la existencia de un lugar que se establece «al borde» del infierno. Siendo así una condición media entre el cielo y el infierno, al que se le ha atribuido el nombre de «el limbo».

San Agustín por ejemplo fue uno de los promotores de esta teoría (solo inicialmente). Veremos más adelante cuál fue su posterior posición. Esta respuesta carece de un valor cristocéntrico, por lo que el pensamiento cristiano no la tiene como verdad dogmática, sino como un pensamiento teológico que se ha dado en la historia de la humanidad.

Pero este pensamiento está en desacuerdo con el deseo infinito que nos ha revelado Dios de querer la salvación de todos los hombres, motivo por el cual Cristo muere en la Cruz. Dado esto, esta teoría carece de fundamento en la revelación divina.

¿Qué dijo san Agustín sobre el infierno bondadoso?

Esta es la posición final de san Agustín como respuesta a Pelagio que afirmaba que los niños sin bautizar, ingresaban a la vida eterna pero no al Reino de Dios. Agustín afirmó que ellos eran destinados al infierno pero que allí habían de pasar por una pena mitissima. Es decir, la pena más ligera de todas.

Abelardo y Lombardo, teólogos del siglo XI y XII, van a explicar que esta pena mitissima, no es más que la privación de la visión beatifica, también conocida como la visión plena de Dios. A lo que personajes como Duns Escoto y santo Tomás, van a responder que estos niños no bautizados no sufren por la privación de la visión de Dios, ya que esta visión es conocida por la fe y la fe es recibida por el bautismo. Por tanto, no pueden sufrir por la ausencia de aquello que no han conocido.

Esta respuesta ha sido una opinión teológica, que tampoco ha sido dogmática.

¿El Concilio Vaticano II habla sobre este tema?

El Concilio no habla directamente del tema, pero sí nos da luces ante este interrogante que preocupa y hasta angustia a tantos cristianos diariamente.

La doctrina de la Iglesia en el Concilio nos recuerda la universalidad de la voluntad salvífica de Dios para todos los hombres, motivo por lo cual Cristo se ha encarnado, muerto y resucitado. Lo que da una luz de esperanza, ya que podríamos hablar de salvación y visión plena de Dios para aquellos niños que han fallecido sin recibir el bautismo.

Respuesta que a diferencia de las anteriores, es absolutamente cristocéntrica. Por tanto, la fe cristiana, basada en el magisterio del Concilio Vaticano II puede esperanzarse en la salvación de aquellos niños que sin cometer pecado personal alguno, pueden ser admitidos en la plena visión de Dios.

¿Cuales son los motivos de esperanza que tenemos?

Empecemos por recordar que la esperanza cristiana es una esperanza contra toda esperanza, es decir, es una esperanza que supera toda imposibilidad. Por otro lado debemos tener claro que si bien la Iglesia como madre y maestra nos ha enseñado que por medio del bautismo, obtenemos la fe y la salvación, debemos tener presente que la acción misericordiosa de Dios no encuentra ningún límite.

Por lo que Dios puede conferir la gracia del bautismo aún sin haber sido administrado sacramentalmente, y así ingresar en la salvación que Dios otorga al hombre. Como bien dice Lumen Gentium n.16, «el designio de salvación abarca a todo el género humano sin distinción».

¿Qué es el bautismo de sangre y el bautismo de deseo?

La Iglesia también reconoce el bautismo de sangre y el bautismo de deseo, que son conferidos a quienes mueren por martirio o por enfermedad repentina. Pensemos en aquellos inocentes que mueren en el vientre materno, ellos como mártires por predicar la vida en medio de la sociedad actual que se ve inundada por la cultura de la muerte, reciben el bautismo de sangre por el cual se unen a los sufrimientos de Cristo y por Él, reciben la adopción filial.

Y para aquellos que han muerto repentinamente o que por algún motivo no han tenido la oportunidad de que se les administre el sacramento, pero sí han gozado del deseo de ser bautizados, de sus padres y/o familiares, reciben el bautismo por deseo que les hace miembros de la Iglesia, herederos del Reino de los Cielos.

¿Por qué tener esperanza cuando han partido sin ser bautizados?

Por último, quiero compartirte una especie de lista de razones para tener esperanza en la salvación de aquellos bebés que han muerto sin el bautismo:

— Recordemos que la gracia de la salvación es para todos, sin distinción.
— Cristo ha muerto por todos los hombres, de toda época y lugar.
— Para Dios no es imposible conferir la gracia bautismal a quien no ha recibido la administración del sacramento.
— Dios ofrece la salvación en todo momento y circunstancia.
— Los bebés que sufren se unen a los padecimientos de Cristo en la Cruz, y así se hacen uno con Él en el Reino.
— Todas las víctimas de violencia, en especial por motivos de persecución, reciben el bautismo de sangre.
— La Iglesia, en todas la Eucaristías del mundo, ora por los fieles difuntos, por los que sufren, por los necesitados, y por la salvación de todo el género humano.

Una pequeña reflexión

Quisiera rescatar una parte muy importante del documento «La esperanza de salvación para los niños que mueren sin bautismo» que mencionamos al principio:

«Al reflexionar teológicamente sobre la salvación de los niños que mueren sin Bautismo, la Iglesia respeta la jerarquía de las verdades y por tanto empieza por reafirmar claramente el primado de Cristo y de su gracia, que tiene prioridad sobre Adán y el pecado.

Cristo, en su existencia por nosotros y en el poder redentor de su sacrificio, ha muerto y resucitado por todos. Con toda su vida y su enseñanza ha revelado la paternidad de Dios y su amor universal. Si la necesidad del bautismo es de fide, la tradición y los documentos del Magisterio que han reafirmado esta necesidad tienen que ser interpretados.

Es verdad que la voluntad salvífica universal de Dios no se opone a la necesidad del bautismo, pero también es verdad que los niños no oponen ningún obstáculo personal a la acción de la gracia redentora. Por otra parte el bautismo se administra a los niños, que están libres de pecados personales, no solo para liberarlos del pecado original, sino también para insertarlos en la comunión de salvación que es la Iglesia, por medio de la comunión en la muerte y resurrección de Cristo (cf. Rom 6,1-7).

La gracia es totalmente gratuita en cuanto es siempre puro don de Dios.La condenación, por el contrario, es merecida, porque es la consecuencia de la libre elección humana. El niño que muere después de haber sido bautizado es salvado por la gracia de Cristo mediante la intercesión de la Iglesia, incluso sin su cooperación. Nos podemos preguntar si el niño que muere sin Bautismo, pero por el cual la Iglesia expresa en su oración el deseo de salvación, puede ser privado de la visión de Dios sin su cooperación».

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Fuente: Catholic-link