En Medjugorje hay una casa de retiros llamada “Nuestra Señora del Sagrado Corazón”, con aspecto de castillo de parque temático. Es la morada de un matrimonio que fue transformado por el poder de Dios, el de Nancy y Patrick Latta. Allí acogen continuamente peregrinos y, sobre todo, sacerdotes. Y cuentan su testimonio de conversión, porque hasta 1990 ellos estaban muy alejados de Dios. Nosotros hemos podido entrevistarles para saber más de su historia.
Patrick: de monaguillo a descreído vendedor divorciado
Patrick Latta, canadiense de Vancouver, fue monaguillo de niño y su madre siempre rezó por él. De pequeño, fue a una escuela católica, pero era cara y a los 16 años dejó la escuela y se dedicó a lavar coches. Con lo que ganó, compró su primero coche por 200 dólares. Lo arregló un poco, le puso un cartel de “se vende” y lo vendió por 800. “En 1 minuto aprendí a vender coches”, dice con humor. Se olvidó de cualquier cosa relacionada con Dios y se dedicó a vender.
A los 32 años vendía coches en 7 empresas, era dueño de dos, tenía 28 personas trabajando para él… “En un buen día, vendíamos 50 coches”, recuerda. Tenía mucho dinero y lo usaba para irse de fiesta. Se casó dos veces, adulteró en ambos casos, se divorció las dos. “Nunca estaba en casa, sólo vivía para el dinero y las fiestas”. Tuvo varios hijos. Uno le dijo: “papá, me bauticé en la escuela, ahora soy anglicano”. “¿Cómo? Se supone que somos católicos”, respondió Patrick algo confuso. “Tú nunca me has dicho nada sobre la iglesia, ni siquiera me bautizaste”, dijo el chico.
Nancy: entre el New Age y la vida fácil
Nancy nació en Croacia, y de los 3 a los 12 años se crió en un pueblecito cerca de la capital. Aunque era la época comunista, en su pueblo había bastante libertad religiosa. Su casa estaba llena de imágenes de la Virgen. Su familia, como otros vecinos, iban a misa con tibieza, por cumplir. “Hice la primera comunión y mi madre intentó transmitirnos la fe. Pero yo veía en en misa todos adoptábamos posturas piadosas, para que nos vieran, al sentarnos, levantarnos… pero fuera del templo, nada. Me parecía mera apariencia”.
A los 12 años la familia emigró a Vancouver y Nancy buscó a Dios en todo tipo de filosofías orientales, budismos, taoísmos, new age… No dudaba de que Dios existía y era bueno, pero necesitaba encontrarlo. Terminó sus estudios de derecho y conoció a Patrick. “Era el hombre más adorable y amable, le miré a los ojos y me enamoré”, recuerda. Y además tenía dinero.
Patrick tenía muchos años más, ya se había divorciado 2 veces y ya tenia 4 hijos. Los padres de Nacy se espantaron pero ella respondió “yo vivo mi vida a mi manera”. Y se fueron a vivir juntos. Ella alguna vez fue a misa para Navidad, pero más allá de eso Dios estaba completamente lejos de su vida.
“O nos casamos o me voy”
Después de 6 años de convivencia, en 1990, Patrick se fue a navegar con unos amigos en velero, de Nueva Zelanda a Canadá, un viajecito de 3 meses. Cuando llegó, Nancy se enfadó: “o nos casamos, o me voy”.
A toda velocidad, Patrick alquiló un helicóptero, se vistieron de blanco, “yo me veía como James Bond” y con un notario se casaron en el helicóptero, con certificado civil y todo. Pero unos días después Nancy lloraba:
– ¡No me siento casada! – sollozaba ella.
– Pero ¿sabes cuánto me costó el helicóptero? -se quejó él
– ¿Por qué no nos casamos en la Iglesia? – propuso ella.
– ¡Tengo dos divorcios! ¿Cómo quieres que nos casemos por la Iglesia?
– Pues yo me voy a ver al obispo -respondió Nancy.
Resultó que el obispo conocía perfectamente el caso de Patrick porque durante 17 años trabajó estudiando la petición de nulidad de su primera esposa. Y, efectivamente, había sido un matrimonio nulo. En cuanto al segundo matrimonio, era sólo civil, no tenía ninguna validez eclesial. Por lo que podían casarse. Nancy encontró una parroquia de franciscanos croatas para casarles.
– Patrick, ¿por qué quiere usted casarse por la Iglesia, con dos divorcios, hijos sin bautizar, ni reza ni va usted a misa…? -dijo el cura.
– Es que ella se dedica a llorar…
– Os caso porque tenéis permiso del obispo, pero, Nancy, es el peor error de tu vida. Él nunca cambiará. Y, Patrick, piensa que en el matrimonio haces promesas…
“Claro, promesas… ¡yo soy vendedor de coches!”, pensó él, divertido, dispuesto a romper las promesas que hiciera falta.
Un libro de Medjugorje
Pasado poco tiempo, un hermano de Nancy les dio un libro de mensajes de Medjugorje. Hoy Patrick conserva ese libro y lo lleva a todas partes. Nancy lo hojeó, vio que hablaba de convertirse y pensó “yo estoy bien, que se convierta mi marido. Se lo daré, y si lo rechaza, ah, será culpa suya”. Nancy no pensaba que Patrick pudiera leer nada de ese libro.
– Toma este libro, marido pagano. Si quieres tirarlo, tíralo tú, que caerá sobre tu conciencia…
– ¿Mi conciencia? Bueno, Nancy, sólo por ti, ¡leeré un mensaje! -dijo él. Y buscó el texto más pequeño y lo leyó.
“Por última vez, te llamo a la conversión“, decía el mensaje.
“No sé lo que pasó, pero mi corazón empezó a latir y empecé a llorar“, recuerda Patrick. “Supe que eso era completamente cierto, que era un mensaje de la Virgen. Yo llevaba 30 años sin ir a la iglesia, pero dije: ‘Nancy, esto es verdad’. Y lloré porque llevaba toda mi vida en pecado mortal y sabía que yo era católico”. Fue fulminante, instantáneo. Todo lo que había aprendido de niño, como monaguillo, todo aquello era cierto e indudable.
“Consagra tus hijos al Inmaculado Corazón”
¿Dónde ir? ¿Qué hacer a continuación? En un encuentro, un sacerdote les orientó. “Quiero que consagréis a vuestros hijos al Inmaculado Corazón de María“, les dijo.
Al hijo “anglicano” lo habían expulsado del colegio por drogas. Otro bebía tanto que no podía encontrar en un párking su coche amarillo. Su hija se casó a los 17, tuvo un bebé con 18, se divorció a los 19… y Patrick le había dicho: “toma mi coche y tarjetas de crédito y busca otro tipo en California”. Su segundo divorcio 18 fue meses después… Y el cuarto hijo le dijo: “soy gay… quizá es porque mi padre nunca estaba en casa”.
Y así Patrick hizo su primera oración a Dios desde que era niño:
– Santa Madre de Dios, toma a mis hijos. Sé tú el padre que yo nunca he sido, porque yo soy un fracaso.
Y con los años las cosas cambiarían: el hijo expulsado llegó a ser un buen profesor de colegio católico, el otro dejó el alcohol, la niña ordenó su vida… Patrick y Nancy lo atribuyen al rezo del rosario y a la oración con ayuno.
Las cinco piedrecitas de Medjugorje
En ese encuentro de oración aprendieron lo que llaman “las cinco piedrecitas” de Medjugorje, con las que se construye la vida cristiana:
– la oración
– la eucaristía
– la confesión
– la Biblia
– el ayuno
“Lo que más me impresionó de la vida cristiana fue la confesión“, explica Patrick. Leyó en el el libro de mensajes de Medjugorje: “No podrás empezar la conversión sin la confesión”. Y fue a confesarse, a contar su larga lista de adulterios, divorcios, mentiras y adicciones. Cuando el sacerdote le dijo “yo te absuelvo”, Patrick rompió a llorar y abrazó al cura. “Sentí amor instantáneo por los sacerdotes. Y me impresiona el milagro de poder descargar 30 años de pecado en un sacerdote. El verdadero milagro de Medjugorje se da ahí, en los sacerdotes que confiesan y perdonan pecados“, insiste.
Hoy Patrick anima a no dejar “para más adelante” la confesión: “si alguien me dijera que piensa confesarse sólo cuando sea ya anciano, o enfermo, yo le contaría mi testimonio, le diría que a mí me cambió la vida. Dios es compasivo, sí, y por esa compasión te da los sacramentos, la confesión, sólo has de acogerlo. No te va a lanzar rayos de luz. Cuando recibes la absolución es cuando se abren las puertas del cielo”.
En su casa de retiros en Medjugorje reciben a muchos sacerdotes “porque les quiero de verdad, me gusta acogerlos. Ahora la mayoría son de Ucrania, de Oriente… una vez juntamos 150 clérigos y seminaristas, grecocatolicos, latinos y ortodoxos, todos juntos”.
Amar a María, como niños pequeños a su Madre
Después de tantos años, ¿qué han aprendido de María?
“Hay que amarla como los niños pequeños a una madre”, dice Nancy. “Si ‘crecemos’ demasiado, nos salimos de su abrazo. Ella siempre dice ‘hijos míos’ y también ‘hijitos’. Por eso, podemos ser como un pequeño Niño Jesús en sus brazos, sin crecer más allá de su abrazo”.
¿Consejos para los novios? “Que se amen lo suficiente para vivir en pureza, sin poner en riesgo la vida eterna del otro”, dice Nancy
¿Y consejos para matrimonios? “Rezar el rosario juntos“, dice Patrick. ¿No vale rezarlo por separado? “No, la Virgen pide rezar el Rosario cada día juntos. Eso es lo que nos ha unido a nosotros, que somos tan distintos. Disfrutamos en esa oración conjunta, y vamos a misa juntos, y ayunamos juntos. Rezar juntos protege a las familias”.
¿Y la importancia del ayuno? Patrick responde: “La Virgen dice que solo la oración y el ayuno frenan desastres naturales, guerras y cambian el mundo. ¡Yo tenía una guerra en mi propia casa, con mi familia caótica! Alguien enfermo no necesita ayunar, pero para alguien sano, la Virgen ni siquiera da restricciones de edad. Ayunar es muy difícil, pero puedes empezar como nosotros, rechazando primero una comida, luego limitando el té, el café, etc…. Pero la Virgen dice: “Hijitos, pedidme ayuda, no podéis hacerlo solos“. Hay que hacerlo rezando, pidiendo la paz para tu corazón, luego para tu familia, luego ya para el mundo”.
Otros acompañantes espirituales
Patrick también es devoto de Santa Catalina de Siena y Santa Faustina Kowalska. “El diario de Santa Faustina es impresionante por su enseñanza de la misericordia, creo que llegará a doctora de la Iglesia. Y me asombra que Dios Padre mismo haya hablado directamente a Santa Catalina, es el único caso que conozco”.
Patrick y Nancy tienen por director espiritual a Slavko Barbaric, uno de los franciscanos de Medjugorje, y hablan de todos ellos como maestros de enseñanza sólida, llenos amor a Dios, a la Virgen y a la Iglesia.
Por último, les preguntamos qué es lo peor que podría pasarle a Medjurgorje. “¿Lo peor?”, plantea Nancy. “Sin duda, sería que yo no viva lo que la Virgen pide. Porque lo que pase en el mundo, depende de ti, de cada uno. Lo peor es no cumplir lo que Ella pide, que es lo mismo que la Madre Iglesia ha pedido durante siglos: los sacramentos, la oración…”
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Fuente; Cari Filii