Muchas veces nos encontramos en dificultades para explicar los misterios de Dios, dada nuestra pobre inteligencia. Personalmente, siempre me ha resultado difícil transmitir el misterio de la Santísima Trinidad a aquellos que por su religión o por su falta de formación religiosa no lo comprenden. Por supuesto que como todos los Misterios de Dios, no se los puede comprender con la razón, sino con los ojos de la fe, con el corazón.
Sin embargo, hace poco un sacerdote amigo me dio un dato que me sorprendió, aunque nada debiera sorprendernos realmente, cuando de las cosas del Señor se trata. El me comentó que a las religiones que se basaban en el Antiguo Testamento, y que debido a ello desconocían a la Santísima Trinidad, les producía un severo cortocircuito un tramo del Libro del Génesis:
Dios se refiere allí a la Creación del mundo con frases muy claras respecto de su Omnipotencia Creadora:
“En el principio, cuando Dios creó los cielos y la tierra…” (Génesis 1).
“ Dijo Dios: Haya luz…” (Génesis 3).
“ Dijo Dios: produzca la tierra animales…”
(Génesis 24).
Y así Dios Padre fue creando el mundo. Sin embargo, al llegar a Génesis 26 se produce un cambio en el relato que resulta clave para entender el Misterio del Dios Trino:
“Dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que tenga autoridad sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo, sobre los animales del campo, las fieras salvajes y los reptiles que se arrastran por el suelo. Y creó Dios al hombre a su imagen” (Génesis 26-27).
En vano tratan muchos de encontrar errores de traducción en este tramo de las Sagradas Escrituras. Sin embargo, la traducción es correcta, no hay error. ¿Por qué Dios se refiere al plural, cuando dice “hagamos” y también cuando se refiere “a nuestra imagen”?. ¿Quién estaba con Dios entonces, si El creó absolutamente todo?. ¿A quienes se refiere el párrafo cuando dice “a nuestra imagen”?.
En este tramo del Génesis podemos ver claramente a la Santísima Trinidad revelada cuando aún el pueblo judío no tenía la menor chance de conocer el Misterio de Cristo, nuestro Mesías y Salvador. Sin embargo, en la Torá hebrea (nuestro Antiguo Testamento) la Santísima Trinidad ya estaba siendo anunciada a los hombres como anticipo de lo que vendría mucho después. Y justamente éste es el punto que confunde a los que aún no reconocieron al Salvador, Cristo, unido al Espíritu Santo y formando con nuestro Padre Eterno, a nuestro Unico y Amado Dios. Tres Personas, una Unica Divinidad. Ellos no pueden negar que Dios se presentó allí con alguien más: ¿Quién más puede ser, sino el mismo Dios expresado en las Tres Personas de la Santísima Trinidad?.
Está claro que Padre, Hijo y Espíritu Santo existieron siempre, nuestro Dios es Eterno. De tal modo, el Verbo de Dios, encarnado miles de años después a través de la Santísima Virgen, existió siempre, ya que es el mismo Dios. Y el Espíritu Santo, por supuesto, también es el mismo Dios. Cómo siempre, Dios nos deja lo necesario para que podamos fundamentar nuestra fe, gruesas columnas sobre las que está apoyada la iglesia de Cristo. Las Escrituras contienen nuestra esencia Cristiana surgida de la herencia del pueblo elegido, allí siempre encontraremos el Pan que nos da la Vida.
Cuando Dios dijo “Hagamos al hombre a Nuestra imagen” se refería al Dios Creador, al Dios Redentor y al Dios Santificador. Las Tres Personas de la Santísima Trinidad, Dios Unico y Trino, culminaban así la obra de la Creación con lo más perfecto que regalaron al mundo: el hombre.