vida interior – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Fri, 25 Aug 2023 06:42:04 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 Encuéntrate con Dios – Pensamientos de San Agustín que te ayudarán https://www.reinadelcielo.org/encuentrate-con-dios-pensamientos-de-san-agustin-que-te-ayudaran/ Fri, 25 Aug 2023 06:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=9949

Las Confesiones” es uno de los libros de san Agustín qué, además de ayudarnos a conocer la vida del santo y cómo fue encontrando a Dios, nos ayudará a encontrarnos a nosotros mismo y en nosotros a Dios. Tal vez sea el momento de encontrarnos con Él y dar un vuelco a nuestras vidas…

1. Los tiempos de conversión son los tiempos de Dios

Cuántos de nosotros, habiendo nacido en hogares católicos, hemos conocido a Dios ya siendo adultos. Para volver a Él nunca es tarde, Dios está siempre con nosotros. Éramos nosotros los que no estábamos con Él.

“¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo; me retenían lejos de ti cosas que no existirían si no existieran en ti. Pero tú me llamaste y clamaste hasta romper finalmente mi sordera. Con tu fulgor espléndido pusiste en fuga mi ceguera. Tu fragancia penetró en mi respiración y ahora suspiro por ti. Gusté tu sabor y por eso ahora tengo más hambre y más sed de ese gusto. Me tocaste y con tu tacto me encendiste en tu paz”.

2. Dios es quien siempre llama, quien siempre busca y quien se encarga personalmente de cada uno de nosotros

Cuántas veces no entendemos lo que nos sucede en la vida. Cuántas caídas, cuántos dolores. Aunque pareciera que estuviésemos solos en medio de la incertidumbre, Dios estaba siempre ahí. Dios habla, consuela y forma cuidadosamente, incluso en medio del dolor.

“Entonces tú, [mi Dios], tratándome con mano suavísima y llena de misericordia, fuiste modelando poco a poco mi corazón”.

3. Pedir a Dios significa también estar dispuestos a escuchar y recibir lo que Él nos da. Dios nunca se equivoca

oración a solas con Dios 2

Cuántas veces hemos elevado los ojos al cielo pidiéndole algo a Dios. Le hemos confiado nuestros deseos, nuestros sueños. Le hemos pedido que aligere nuestra carga. A veces parece que no nos escucha. Pero Él siempre lo hace y otorga lo que sabe es mejor para cada uno.

“[Dios mío], los hombres te consultan sobre lo que quieren oír, pero no siempre quieren oír lo que tú les respondes. Y el buen siervo tuyo es aquel que no se empeña en oírte decir lo que a él le gustaría, sino que está sinceramente dispuesto a oír lo que tú le digas”.

4. Dios conoce lo más profundo de nuestro ser, es Él quién lo ha modelado con sus propias manos

Cuesta creer que verdaderamente somos hijos de Dios, todos y cada uno de nosotros. Incluso los que no creen en Él. Dios conoce cada rincón de nuestro ser, cada pensamiento, cada sueño, cada anhelo, cada caída, cada lucha. Él está ahí porque fueron sus propias manos las que modelaron nuestra existencia.

“[Señor Dios mío], tú eres interior a mi más honda interioridad”.

“[Tú, oh Dios,] estás presente también en aquellos que huyen de ti”.

“¡Oh Señor omnipotente y bueno, que cuidas de cada uno de tus hijos como si fuera el único, y que de todos cuidas como si fueran uno solo!”

“Tú eres, [oh Dios mío], inaccesible y próximo, secretísimo y presentísimo”.

5. Dios nos forma a través de otros. La responsabilidad del amor incondicional

Las que somos mamás sabemos cuánto cuesta criar un hijo. Es necesaria nuestra confianza en Dios para formarlos en la libertad y la verdad. Santa Mónica, madre de San Agustín, nos enseña que todos los dolores y los miedos en la crianza de nuestros hijos, cuando son entregados a Dios, dan fruto. Todos estamos llamados a ser santos y todas las madres están llamadas a criar hijos santos para Dios.

“Ella lloraba por mi muerte espiritual, [Dios mío], con la fe que tú le habías dado, y tú escuchaste su clamor. La oíste cuando ella con sus lágrimas regaba la tierra ante tus ojos; ella oraba por mí en todas partes, y tú oíste su plegaria… Sus preces llegaban a tu presencia, pero tú me dejabas todavía volverme y revolverme en la oscuridad”.

“¿Cómo podía ser que tú desoyeras y rechazaras las lágrimas de la que [Mónica, mi madre] no te pedía oro ni plata ni bien alguno pasajero sino la salud espiritual de su hijo, que era suyo porque tú se lo habías dado?”.

6. Dios es nuestro único consuelo ante la muerte

oración de sanación (ft img)

Perder a alguien a quien amamos profundamente es tan doloroso que incluso se desea la propia muerte. Sin Dios quedamos perdidos, solos. Pero Él entiende este dolor y nos promete un encuentro futuro y sin separaciones en la vida eterna. Esa promesa es la que nos debe llenar de esperanza y restaurar la alegría perdida por la ausencia física de los que ya han partido.

“El único que no pierde a sus seres queridos es el que los quiere y los tiene en Aquel que no se pierde. ¿Y quién es este sino tú, nuestro Dios, el que hizo el cielo y la tierra y los llena, pues llenándolos los hizo?”.

7. La misericordia de Dios es infinita. Nunca nos cansemos de pedir perdón

Existen días en los que queremos darnos por vencidos. Es una lucha que parece vamos perdiendo una y otra vez, cansados de caer y de pedir perdón siempre por lo mismo. Dios no se cansa de perdonarnos, somos nosotros los que pensamos que no somos más dignos de perdón. Su misericordia es infinita.

“A ti la alabanza y la gloria, ¡oh Dios, fuente de las misericordias! Yo me hacía cada vez más miserable y tú te me hacías más cercano. Tu mano estaba pronta a sacarme del cieno y lavarme, pero yo no lo sabía”.

8. La generosidad en la comunidad cristiana es un verdadero camino de conversión

Sobre todo en este tiempo, qué importante es volver la mirada a nuestros hermanos necesitados de nuestra generosidad y amor. ¡Tanta gente que muere de hambre, mientras que algunos están llenos de riquezas!

“Habíamos pensado contribuir con lo que cada uno tuviera para formar con lo de todos un patrimonio común, de modo que por nuestra sincera amistad no hubiera entre nosotros tuyo y mío, sino que todo fuera de todos y de cada uno”.

9. A Dios solo lo encuentran los humildes, los más pequeños

orar con osadía (ft img)

En un mundo en el que el valor está puesto en la imagen y en lo que se tiene, san Agustín nos recuerda que es a los humildes a los que Dios mira con agrado.

“No te acercas, [oh Dios], sino a los de corazón contrito, ni te dejas encontrar por los soberbios por más que en su curiosidad y pericia sean capaces de contar las estrellas y conocer y medir los caminos de los astros por las regiones siderales”.

10. La muerte no es el final. La verdadera vida está junto a Dios

Deseoso de ser inmortal, el ser humano lucha por evitar la muerte, por prolongar la juventud, y desprecia todo lo que le recuerda que la vida es pasajera, que el cuerpo se deteriora y que tendrá un final. San Agustín nos recuerda que nuestro verdadero hogar es el Cielo.

“Nuestra casa no se derrumba por nuestra ausencia, pues nuestra casa es tu eternidad”.

11. El descanso y el sentido de nuestra existencia solo se verá saciado en Dios

Ese deseo de infinito que tiene el ser humano no es sino una expresión de esa nostalgia de Dios, de ese llamado a ser eterno. Solo lograremos saciar ese anhelo, esa hambre, alimentándonos de Dios.

“[Señor Dios], nos creaste para ti y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en ti”.

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Fuente: Religión en Libertad


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La hora Santa https://www.reinadelcielo.org/la-hora-santa/ Fri, 01 Apr 2022 10:17:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=199 ]]> HORA SANTA
ORACIÓN

¡Oh Señor nuestro Sacramentado! Míranos aquí en Tu adorable Presencia. Venimos a bendecirte y alabarte en unión de los ángeles que invisiblemente rodean esa Hostia Divina.

Venimos a consagrarte esta Hora Santa, gozándonos de estar aquí, en Tu acatamiento, a gustar de Tu compañía y a conversar contigo, que tienes palabras de vida eterna.

Sí, Dios nuestro. Quisiéramos contemplarte a través de esa Hostia Santa con el tiernísimo afecto con que os miraba tu Madre: con aquella devoción con que os seguían tus discípulos, y muy singularmente el Discípulo Amado, cuando la noche de la Cena reclinó su cabeza sobre tu ardiente Corazón.

Nos sentimos felices de hallarnos junto a Ti, y queremos aprovechar todos los momentos de esta Hora Santa para hacerte compañía, que tu presencia nos hace tan agradable. Concédenos, oh Jesús, no dormirnos, como se durmieron tus apóstoles la noche tristísima de tu agonía en el Huerto de los Olivos.

Míranos, Señor; somos tus hijos, a quienes tantas veces habéis alimentado con tu mismo Cuerpo y Sangre.

¡Señor! Vuelve hacia nosotros tus ojos misericordiosos; pon en nuestros pensamientos una ráfaga de la luz de tu Rostro, y en nuestros corazones una centellita siquiera del fuego que abrasa tu dulcísimo Corazón.

Concédenos, oh Jesús, sentir hondamente la verdad de aquellas palabras del Real Profeta: “es mejor una hora en tu Casa, que mil años en compañía de los pecadores”.

ACTO DE REPARACIÓN

consgración a Dios (ft img)

Divino Salvador de las almas: cubiertos de confusión nuestros rostros nos arrodillamos en tu presencia soberana, dirigiendo una mirada al solitario Tabernáculo, donde permaneces cautivo de amor, nuestros corazones se conmueven al contemplar la soledad y olvido en que os tienen tus criaturas. ¿Habréis derramado en balde vuestra Sangre bendita? ¿Será inútil tanto amor? Pero ya que nos has permitido esta noche unir nuestras reparaciones a las tuyas, y acompañarte en tu Sacramento, donde Tu, que sois el Sol del mundo, irradias silenciosamente sobre nosotros a todas las horas la luz de la verdad, el calor del amor divino, la belleza de lo sobrenatural y la fecundidad generosa de todo bien; ya que te has dignado escogernos de entre todos los hombres para gozar de tu compañía y amistad, permítenos por los que no os bendicen o blasfeman de Ti, oh pacientísimo Señor Jesús, adorarte por todos aquellos que os tienen olvidado, e implorar para ellos de la infinita misericordia de tu Corazón indulgencia para sus olvidos y para sus crímenes.

· Oh Jesús! Por nuestros pecados, los de nuestros padres, hermanos y amigos, y por los del mundo entero: Perdón, Señor, perdón.

· Por las infidelidades y sacrilegios, por los odios y rencores: Perdón, Señor, perdón.

· Por las blasfemias; por la profanación de los días santos: Perdón, Señor, perdón.

· Por las impurezas y escándalos: Perdón, Señor, perdón.

· Por los hurtos e injusticias, por las debilidades y respetos humanos: Perdón, Señor, perdón.

· Por las desobediencias a la Santa Iglesia: Perdón, Señor, perdón.

· Por los crímenes de los esposos, las negligencias de los padres y las faltas de los hijos: Perdón, Señor, perdón.

· Por los atentados contra el Romano Pontífice: Perdón, Señor, perdón.

· Por las persecuciones levantadas contra los obispos, sacerdotes, religiosos y sagradas vírgenes: Perdón, Señor, perdón.

· Por los insultos a vuestras imágenes, profanación de los templos, abuso de los Sacramentos y ultrajes al Augusto Tabernáculo: Perdón, Señor, perdón.

· Por los crímenes de la prensa impía y blasfema, y por las horrendas maquinaciones de las sectas tenebrosas: Perdón, Señor, perdón.

· Por los justos que vacilan, por los pecadores que resisten a la gracia, y por todos los que sufren: ¡Piedad, Señor, piedad!

¡Perdón, Señor, y piedad por el más necesitado de vuestra gracia; que la luz de tus divinos ojos no se aparte jamás de nosotros; encadena a la puerta del Tabernáculo nuestros inconstantes corazones; danos a sentir algo del calor divino de tu Pecho, y que nuestras almas se derritan de amor y arrepentimiento. Amén

MEDITACIONES

I. Tu me llamas, ¡oh Jesús!, para ser testigo de tu agonía; yo lo deseo con ardor. Tu me mandas que vele y ore contigo durante esta hora: yo lo deseo de todo corazón pero, ¡ay!, conocida os es mi debilidad. Sosténme. Sin Ti seria más débil aún de lo que fueron tus Apóstoles. ¡Oh alma mía, no pierdas un momento de hora tan preciosa y santa! Con el Corazón de Jesús, adora al Eterno Padre. Yo vengo, ¡Dios eterno e infinitamente Santo!, a postrarme en compañía de tu querido Hijo delante de vuestra suprema Majestad, y anonadarme en presencia de tu grandeza; os ofrezco su agonía, y los intensos dolores de su Corazón para satisfacer a tu justicia y llorar mis pecados y los de todos los hombres, y, a fin de que te sea mi oración más agradable, la uno a la que hizo Jesús en el huerto.

II. Para comprender el dolor que sintió Jesucristo en el huerto de Getsemaní, sería necesario penetrar la grandeza de su amor. Amaba infinitamente a su Eterno Padre, y le veía ultrajado cruelmente por los hombres. Amaba profundamente a los hombres y los veía criminales y destinados a suplicios eternos. ¡Qué desconsolador para el más sensible de los corazones! ¿Qué le sugirió su infinito amor? Reparar los ultrajes hechos a su Padre, redimir y librar a los hombres de los castigos merecidos, poniéndose en lugar de ellos para sobrellevar el rigor de los suplicios que merecían. «Todos los hombres juntos no son capaces, ¡oh Padre mío!, de satisfacer a vuestra justicia, e indignas son de Ti las víctimas que podrán ofreceros; aquí me tienes, pues, dice Jesús: «Tu no rechazarás este holocausto. Herid, omnipotente Dios; tu justicia ultrajada sea satisfecha y el pecado del hombre expiado.» El Padre acepta la ofrenda de su Hijo; le carga con todas las iniquidades de los hombres, y desde entonces ya no le mira como el objeto de sus complacencias, sino como víctima cargada con todos los pecados del mundo. En ese mismo instante se siente Jesucristo como oprimido por el peso formidable de nuestras iniquidades. ¡Qué horrible y qué amargo cáliz para el Santo de los Santos! ¿Lo beberá? En cuanto le acerca a sus labios, su alma siente dolor, cae en mortal tristeza, le abruman la angustia y el tedio, y de él se apodera el terror. «Padre mío, exclama, desviad de mí este cáliz»; sin embargo de ello, Jesús bebe el cáliz de la amargura. Crece el dolor y quiere compartirlo con tres de sus Apóstoles: «Mi alma, les dice, está mortalmente triste; velad, pues, y orad conmigo.»

III. ¡Oh, qué horrores se le presentan a los ojos! Ve todos los poderes del infierno desencadenados contra él, y a todos los pecadores armados contra su sagrada persona. Ve acercarse las iniquidades del mundo; vendido por uno de sus discípulos, negado por otro y abandonado de todos. Ve las cadenas, los azotes, los clavos, las espinas y la cruz que le preparan y cargan sobre sus débiles hombros, y camina por el calvario hasta el monte, donde, clavado en el madero, exclama: «Perdónalos, porque no saben lo que hacen.» «Padre mío, Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu.»

¡Oh Jesús mío, crucificado por mis culpas en ese madero de ignominia! Perdóname, porque, arrepentido, me postro a tus plantas llorando mis pecados. Cuando contemplo tu Corazón derramando sangre divina, tiembla mi alma pecadora; cuando veo tus pies y tus manos clavados y tu sagrada cabeza cubierta de espinas, me confundo y anonado, porque yo fui la causa de tu dolor.

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IV. Considera, alma mía, que un Dios adorado en el cielo por los Angeles es ultrajado en la tierra por los pecadores; un Dios de infinita grandeza, es clavado en una cruz; en el cielo, delicias; aquí, sudor de sangre. ¡Oh Jesús, tanto como habéis amado a los hombres, y los hombres no se compadecen de Ti! Tu amor a nosotros fue tanto, que quisiste quedarte en la Sagrada Eucaristía para consolarnos y fortalecernos. Haz, Señor, que todos te amemos con amor puro y santo para que tu Corazón reine en el nuestro y seamos tu digna morada.

Bendito sea vuestro santo nombre en todo el universo; sea tu Sagrado Corazón amado y adorado de todos los hombres; sea tu Iglesia honrada, respetada y salga siempre victoriosa de tus enemigos; no se extinga jamás entre nosotros la antorcha de la fe, antes resplandezca con nuevo brillo; todos nuestros hermanos permanezcan unidos a la Iglesia Católica Romana; los separados de ella se conviertan a la verdad, todos los hombres respeten vuestro Evangelio, tus misterios, tus altares; y que nos sea, en fin, provechosa la sangre derramada en el Huerto y en el Calvario.

¡Oh, Salvador y Redentor mío! Haced que florezca vuestra Santa Religión y renazca la fe en las almas. No cese vuestra luz de iluminar los pueblos donde vuestra Ley ha brillado con tanto esplendor. Envíanos el ángel que vuestro discípulo amado vio atravesando el cielo con el Evangelio en la mano para evangelizar a los habitantes de la tierra y decirles: «Temed al Señor y tributadle los homenajes que le son debidos.» Danos Santos y haced que nuestro corazón sea semejante al vuestro.

¡Oh María! Hijos tuyos somos: muestra que eres nuestra Madre, reconciliándonos con tu Hijo Jesús. Angeles tutelares de esta nación, Santos protectores de nuestra amada Patria: venid en nuestro socorro, preservados del naufragio, sed nuestros intercesores para con Dios y suplicadle nos conceda sus misericordias y su amor. Sea el Corazón de Jesús conocido, amado y adorado en todo el universo. Amén.


ORIGEN DE LA HORA SANTA

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La hora santa es una practica de origen divino. En una de sus apariciones a Santa Margarita María de Alacoque Jesús le dijo; “Todas las noches del jueves al viernes te haré participar de la mortal tristeza que quise padecer en el Huerto de los Olivos; tristeza que te reducirá a una especie de agonía más difícil de soportar que la muerte. Y para acompañarme en aquella humilde plegaria, que entonces presenté a mi Padre, te postrarás con la faz en tierra, deseosa de aplacar la cólera divina y en demanda de perdón por los pecadores”.

Pío XI, al comienzo del año Santo, exhortó al ejercicio de la Hora Santa como un “obligado y amoroso recuerdo de las amargas penas que el Corazón de Jesús quiso soportar para la salvación de los hombres”. Ya antes, en su carta encíclica sobre la expiación que todos deben al Sagrado Corazón de Jesús “Miserentissimus Redemptor” (8-V-1928) señaló: el Corazón de Jesús “para reparar las culpas recomendó esto, especialmente grato para El: que usasen las súplicas y preces durante una hora (que con verdad se llama Hora Santa), ejercicio de piedad no sólo aprobado, sino enriquecido con abundantes gracias espirituales”. En otra ocasión explicó que “su fin principalísimo es recordar a los fieles la pasión y muerte de Jesucristo, e impulsarles a la meditación y veneración del ardiente amor por el cual instituyó la Eucaristía (memorial de su pasión), para que purifiquen y expíen sus pecados y los de todos los hombres”. (21-III-1933).

Se trata por tanto de dedicar una hora a meditar los misterios cuando Cristo se sintió sólo y débil, como nosotros, y pide al Padre aparte el cáliz. Una hora para acompañarle, como el Ángel del huerto, en cuanto podemos, místicamente, junto al sagrario. Es una hora para volcar en su Sagrado Corazón todos nuestros afanes y sufrimientos, y recibir su gracia para sobrellevarlos. Una hora en definitiva, para agradecer su sacrificio y aprender de El.

PRÁCTICA DE LA HORA SANTA

Muchas personas no practican esta devoción porque envuelve un gran sacrificio. Esta devoción no es obligatoria. Pío XI facilitó el tiempo para la Hora Santa al fijarlo desde la puesta del sol hasta su salida, aunque la hora más indicada es la de once a doce en la noche del jueves a viernes. Cualquier lugar es válido aunque es preferible la Iglesia y ante el sagrario a ser posible.

En cuanto a las oraciones, no hay nada fijo establecido, pero a juzgar por las palabras de Nuestro Señor a santa Margarita, lo más propio parece ser la meditación de su amarga Pasión y Agonía, su grandísima humillación, su infinito amor no correspondido, y los ultrajes hechos a su divina Majestad.

La Hora Santa se puede llenar por tanto, con varias devociones, como por ejemplo: leer por espacio de quince minutos la agonía de Nuestro Señor y luego meditar otros tantos minutos lo leído; o hacer el devoto ejercicio del Vía Crucis o del Rosario doloroso. Sea cual sea la devoción elegida lo importante es que debe ofrecerse todo ello por la conversión de los pecadores, tal y como Jesús mismo manifestó a santa Margarita.


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¿Qué hacer con nuestra vida? https://www.reinadelcielo.org/que-hacer-con-nuestra-vida/ Fri, 30 Jun 2017 12:11:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=463 Una pregunta que quizás nunca nos haremos, aún luego de haber transitado toda una vida en este mundo vertiginoso que no nos invita en modo particular a la reflexión, a la mirada interior. Sin embargo, nos preguntamos y discutimos apasionadamente qué hacer con nuestros hijos, con nuestras mascotas, con nuestro equipo de fútbol o con esas arrugas que insistentemente se atreven a mostrarse en el espejo.

Tener un plan de vida es tan importante como el aire que respiramos, como la comida que nos sostiene día a día. No tenerlo es una aventura tan osada como la de manejar a toda velocidad un automóvil que tiene el parabrisas y los vidrios laterales pintados de color negro, guiándose simplemente por lo que se ve por el espejo retrovisor. ¿Quién sería tan imprudente para hacerlo? Sin embargo circulamos por esta vida sin haber reflexionado sobre cual es nuestra misión en este mundo, por qué estamos aquí, qué se supone que tenemos que lograr a lo largo del recorrido.

Nos atrevemos a mirar en nuestro interior, y admirados comprendemos que cada uno de nosotros es una experiencia única e irrepetible en la historia de la humanidad, un chispazo en medio de la creación, enclavado en un punto del tiempo y del espacio. Así de maravilloso es el papel protagónico que Dios nos ha preparado en Su Guión de la historia del hombre. Nada ha escatimado El a la hora de tener sueños extraordinarios sobre nuestro potencial, a la hora de hacernos maravillosamente a Su imagen y semejanza, moldeados de polvo de estrellas, fragmentos de Cielo.

pensarPor eso es que nuestra misión de vida es la de construir la mejor versión posible, de nosotros mismos. Auténticos y fieles a nuestra esencia, como Dios nos creó. Cada fragmento de nuestra humanidad es materia prima que debemos moldear y pulir, hasta que el plan maestro que representamos emerja y brille frente al mundo como el sol de la mañana. Esa autenticidad es una clave a la que debemos prestar suma atención, porque de ningún modo debemos intentar ser lo que no somos, apartarnos de nuestra auténtica esencia, dejar de ser nosotros mismos.
Pero, ¿cómo es que elaboro el plan de vida que me permita construir la mejor versión posible de mi mismo? Lo diré con calma, no te asustes: nuestra vida es, de principio a fin, un llamado a la santidad. Lo dicho, no te conmuevas ni consideres que de modo alguno esas cuestiones están alejadas de tus posibilidades. La búsqueda de la santidad no es algo que se aleje demasiado de tu vida actual, porque es un camino que se debe recorrer en tu tiempo y en tu lugar, con tus palabras y tus pensamientos. Ese ser único e irrepetible que eres se puede aproximar poco a poco a la sonrisa de Dios, a la Mirada satisfecha del que ha puesto todo de si, en ti.

Dije que la vida es un llamado a la santidad, porque es ese el sueño que Dios tiene de cada uno de nosotros, esa es la aspiración que el Papá Bueno tiene para nuestra alma. Un llamado a recorrer un camino lleno de espinas, y de preguntas sin respuestas aparentes, pero pleno de esperanza si se recorre con la mirada puesta en el lugar correcto, en mantener férreamente el deseo de estar unidos en amistad con Jesús.

La elaboración del plan de ruta será un trabajo silencioso, que surgirá al compartir horas y horas con nuestra querida amiga, la oración. Ella será nuestra compañera y consejera, porque de sus sutiles susurros nacerán las piezas que irán componiendo nuestro mapa de vida, nuestro plan de vuelo. Viviremos horas de oscuridad, y también momentos de sentirse abrazados por el Amor de Dios hasta el extremo de las lágrimas. Nos templaremos como el metal que pasa del frío al calor bajo la sabia mirada del artesano.

Y un día nos miraremos y veremos en nosotros el mismo toque maestro que el Creador nos dio, pero moldeado en la humildad, la sencillez, los silencios y las sonrisas. Sabremos que falta mucho camino por recorrer, pero con alegría comprenderemos cuan importante fue aquel día en que, empujados por el amor que todo lo puede, nos echamos a caminar. ¿Acaso hay otra cosa mejor que podamos hacer con nuestra vida?


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Orar – Papa Francisco https://www.reinadelcielo.org/orar-papa-francisco/ Tue, 20 Jun 2017 22:28:17 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=9654 ]]>

Si tienes el alma reseca y necesitas palabras que te refresquen, zambúllete de lleno en este pequeño libro de pensamientos del Papa Francisco, que te llevarán a acercarte sin temor a Cristo.

Francisco nos ayuda a orar con breves meditaciones que nos descubren el inmenso amor que Dios tiene por nosotros, independientemente de nuestros pecados y pobrezas humanas.

Si necesitas tener un diálogo profundo con el Señor y sentir su misericordia, estoy seguro que estas palabras de Francisco te servirán de cauce.

Francisco dice que lo más difícil en la vida de un cristiano es “dejarse amar por Él”. “¡Más difícil que amar a Dios es dejarse amar por Él! La manera de devolver tanto amor es abrir el corazón y dejarse amar. Dejar que Él esté cerca de nosotros y sentirlo cerca. Permitirle que sea tierno, que nos acaricie”.

De eso va este librito… Confío que te ayude.

Axel Rosal

Aquí puedes descargarte el libro

Portada Libro Orar Papa Francisco

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Fuente: Religión en Libertad


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