testimonio de amor – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Wed, 15 Mar 2017 21:10:16 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 Nick Vujicic, nada es imposible https://www.reinadelcielo.org/nick-vujicic-nada-es-imposible/ Fri, 24 Feb 2017 12:40:29 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=8869

Nick Vujicic, quien nació sin brazos y sin piernas, en Australia, nos trae una mensaje que nos deja casi sin palabras. Él viaja visitando numerosos países para explicar que el Amor que Dios ha derramado sobre él al hacerle así, suple toda carencia física. Su testimonio eleva la autoestima del que se sabe amado por Dios hasta hacerle volar al que le escucha.

“Mi nombre es Nick Vujicic y doy Gloria a Dios, porque Él ha utilizado mi testimonio para tocar miles de corazones alrededor del mundo. Nací sin extremidades y los médicos no tienen una explicación científica para este ‘defecto’ de nacimiento. Como te imaginarás, he vui.jpgtenido que encarar muchos problemas en vida”.

Así comienza su testimonio este joven australiano que, sin brazos y sin piernas, está dando la vuelta al mundo llevando un mensaje de esperanza a todo aquel que se siente incapaz de seguir adelante con su vida.

Nick no tiene manos ni pies, pero su corazón es un incendio de amor que no radica en lo natural, si no en la fe en Cristo y el sentido que el Evangelio y la Cruz dan al dolor. “Consideren con alegría, mis Hermanos, todos aquellos problemas de diferentes tipos que tengan que enfrentar”. Este versículo de la Biblia parecía hecho a medida para los padres de Nick, aunque la mañana del 4 de diciembre de 1982, cuando vieron que su hijo había nacido sin brazos y sin piernas, “las últimas palabras en la mente de mis padres eran gracias a Dios”.

“Obviamente mis padres estaban consternados y tenían mucho miedo del tipo de vida que yo tendría que enfrentar. Pero Dios les dio fortaleza, sabiduría y coraje”. Llegó el momento para Nick de comenzar a ir a la escuela, donde “tuve que enfrentar momentos de rechazo y burlas debido a mi diferencia física”. No fueron tiempos fáciles para un niño que no podía jugar al fútbol, ni hacer gimnasia como los demás niños. “Sabía que yo era diferente por fuera pero en mi interior era exactamente igual a los demás. Hubo muchas ocasiones en que me sentía decaído y no quería ir a la escuela, pero con la ayuda de mis padres empecé a desarrollar aptitudes y valores que me ayudaron a sobrellevar esa época de cambio”.

Comenzaron a aparecer las primeras dudas sobre su propia existencia cuando asomaban los primeros años de adolescencia. “Gracias a mis padres, aprendí que Dios nos ama a todos y cuida de cada uno de nosotros, pero no podía entender por qué me había hecho así si realmente me amaba. Pensé que era porque había hecho algo malo y llegué a pensar en terminar con mi vida. Pero doy gracias a Dios por mis padres y mi familia, que estuvieron siempre ahí para consolarme y darme fuerza”.

Nick comenzó a sentir que era algo más que un pedazo de carne sin piernas que no podía andar o correr, y comenzó a volar sobre sus dificultades creando con ellas auténticas alas con las que enseñar a volar a otros. “Para contrarrestar mis problemas de autoestima y soledad, Dios me obsequió con la pasión de compartir mi historia y experiencias para ayudar a otros a enfrentar los cambios en sus vidas y permitir a Dios que los convirtiera en bendiciones, fortalecer e inspirar a otros a vivir usando su potencial al máximo y no permitir que nadie les impidiera continuar en el camino para alcanzar sus esperanzas y sueños”.

Nick Vujicic 3Nick dice haberle entregado su vida completamente a Dios a los 15 años, tras leer el capítulo 9 del Evangelio de San Juan, aquel en el que el Señor le cura de su ceguera untándole barro en los ojos a un hombre que pide limosna en los alrededores del Templo. “Jesús dijo que el hombre nació ciego ‘para que las maravillas que Dios hace fueran reveladas a través de él’. Creí entonces que Dios me había creado así porque yo podía dar un gran testimonio de Su inmenso poder. Después recibí la sabiduría para entender que si oramos por algo, si es lo que Dios desea, sucederá en Su tiempo”. ¿Y si no sucede? le preguntan con frecuencia a Nicky. “Entonces sabremos que Él tiene algo mejor para nosotros”. Para Nicky, nuestro futuro pasa por ponernos en manos de Dios, en el abandono: “Creo que si tienes la decisión y la pasión para hacer algo, y Dios lo quiere, lograrás hacerlo en el tiempo correcto. Pero como humanos, continuamente nos ponemos limitaciones sin ninguna razón. Y lo peor es ponerle límites a Dios, que puede hacer todas las cosas. Con frecuencia metemos a Dios en una ‘caja’, como si no pudiese salir de ahí”.

Nicky no sabe qué le deparará el futuro, aunque tiene muchos planes tras haberse licenciado en Ciencias Económicas y Comerciales. Pero solo tiene una cosa segura y es de quién seguirá fiándose: “Lo único verdadero es que, si queremos hacer algo, en vez de enfocarnos en nuestra capacidad, concentrarnos en nuestras habilidades, debemos saber que es Dios quien a través de nosotros hará las cosas y que no podemos hacer nada sin Él. Una vez que nos declaremos disponibles para el trabajo de Dios, ¿sabes de cuantas cosas seremos capaces?”.

Vivir sin extremidades

Nicky Vujicic ha creado una página web en la que se puede contactar con él y ver videos y fotografías de su vida diaria. Cómo se levanta por la mañana, se cepilla los dientes, se viste sin ayuda de nadie e incluso se da un chapuzón en la piscina tirándose a bomba. Diferentes instantáneas demuestran las multitudinarias conferencias que está dando por Estados Unidos, y el impacto que su testimonio y su confianza en Dios supone en la vida de los que le escuchan asombrados. Se ha convertido en un ejemplo que, a la luz de del Evangelio, ilumina la vida de miles de personas.

Conoce más de su vida en el siguiente video

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Fuente: Camino Católico


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Acompañar a un hijo al Cielo https://www.reinadelcielo.org/acompanar-a-un-hijo-al-cielo/ Fri, 23 Dec 2016 13:19:42 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=8445 ]]> Compartir esta historia y testimonio de vida que, Robert y María Victoria, nos dejan después de la experiencia de dolor, amor y presencia de Dios infinita, nos llena el alma de esperanza y valor, para vivir sin miedo.
Originalmente publicado en “Mi mundo entre líneas


Secreto sencillo a la vez que asombroso: la muerte tiene un antagonista, y no se trata simplemente de la vida. Tampoco se trata del coraje, ni de la ciencia, ni de la medicina, ni de la voluntad humana… sino de lo contrario a la muerte: el Amor. Y no el amor físico, que solo atrae, sino un amor verdadero, de esos sin condiciones, de esos de para siempre. ¿Cómo había podido pasarlo por alto? ¿Cómo podía alguien obviarlo? El amor es nuestra única arma. Solo el amor puede convertir una simple vida en un milagro y a la vez, extraer un valioso significado del sufrimiento, del miedo y de las contradicciones.

¿Quieres libertad? Ama
¿Quieres felicidad? Ama
¿Quieres algo? Ama
¿Quieres todo? Ama
¿Qué quieres? Primero, ama

Y es que no nacimos por casualidad: por Amor vinimos, por Amor nos vamos.

Busca el Amor. Cuando lo encuentres no te separarás, te lo prometo.

¿Y por qué digo esto? Pues porque hace unos días me enteré de la historia de Mª Victoria, una niña que ha vivido 30 minutos. ¿30 minutos? Si, y no os imagináis lo que puede pasar y lo que somos capaces de hacer en 30 minutos. Y si, 30 minutos son suficientes para amar y ser amado. Quería contaros esto primero antes de dejaros con la carta de los padres, carta que dice así…

Imagen Maria VictoriaOs escribo estas líneas llena de vergüenza y rodeada de respetos humanos, sé que es políticamente incorrecto lo que estoy haciendo y que hoy en día no está bien visto demostrar los sentimientos. Sin embargo, siento la necesidad de contaros lo que hemos vivido estos días, pues en aquella habitación del hospital, no estábamos Robert y yo solos. Estabais todos allí con nosotros acompañándoos. Mi ejército de oración.
No os podéis imaginar la cantidad de mensajes y cariño que hemos recibido en estas horas. Noche y día. En plena madrugada, sonaba el móvil y miraba el mensaje: “No te creas que nos hemos dormido, seguimos a tu lado”. Tantas otras que no han mandado mensajes pero que sé han estado acompañándonos con su oración constante. Gente a la que ni siquiera conocemos a la que se les ha dicho tengo una amiga en esta situación, encomiéndala.

Pues bien, la gracia que Dios nos ha hecho vivir estos días también debe ser compartida, pues no es solo nuestra, es también vuestra y ese es el motivo por el que al final me atrevo a escribir.

Cuando nos dijeron que Mª Victoria venía malita, puse en mi perfil. “No tengáis miedo”. No penséis que porque soy una heroína, más bien lo contrario, porque estaba aterrorizada ante lo que se nos venía encima y era una manera de recordarme a mí misma que no hay que tener miedo ante la gracia de Dios. Él nos pedía mucho, pero como me recordaba una amiga constantemente: “Dios no se deja ganar en generosidad, y te devolverá mucho más de lo que te pide.”

Una monjita, íntima amiga de la familia, me decía, “Totoya, ¿te das cuenta de que has dado a luz a cuatro hijos a este mundo, pero que esta vez vas a dar a luz a un hijo al Cielo? Estas palabras las he guardado en mi corazón todos estos meses. Mi pequeña Mª Victoria estaba llamada a nacer directamente a la Vida Eterna. ¿Cómo no íbamos a acompañarla con inmenso amor a la Felicidad Eterna? Esa es mi misión de madre con los que ya tengo, que sean felices y que lleguen al Cielo. Esta vez, era distinto porque sabía que ella alcanzaría el premio eterno en pocos minutos, sin luchas, ni sufrimientos.

Durante las 42 horas de parto mi gran ilusión era que naciera viva, que la pudiéramos bautizar y darle mil besos y achuchones, y poderle decir despacito cuanto la queremos y que la queremos como es, con sus orejitas bajas, sus puñitos cerrados y su corazoncito enfermo. Aunque nos dieran a elegir mil veces, ella sería la elegida, malita como nos llegaba, así ha sido amada desde su concepción.

Esas largas horas, fueron inmensamente duras, no tanto por los dolores físicos, que se llevan mejor, sino por los dolores morales. Desde el principio los médicos nos dejaron claro que como ella no podría sobrevivir en mi parto sólo les importaba una persona, y esa era yo. No pondrían mi vida en riesgo pues nuestra gordita no tenía ninguna opción de supervivencia. “¿No ves que las demás tienen dos monitores, el de la madre y el hijo y tú solo tienes uno? Eso es porque en los demás partos estamos preocupados por dos personas. En el tuyo, al ser un caso especial, solo nos preocupas tú” Era un dolor tan intenso en el alma oír aquellas palabras cuando cada fibra de mi ser me decía que ella era mi prioridad absoluta. Como madre yo pensaba en ella primero y después en mí.

ángel de la guarda (ft img)Entonces ahí estáis todos vosotros, mi ejercito de oración, yo cerraba los ojos y pensaba donde no llega la medicina, llega la gracia de Dios. No temas Totoya, tienes un ejército rezando para que nazca viva, y ahí me confiaba y la fe me daba fuerzas. Sabía que aunque teníamos que desafiar a la medicina que decía que un parto tan largo es casi imposible que lo supere un niño normal, cuanto menos lo iba a superar nuestra Totoyita con un corazón tan enfermo. Además venía de nalgas y tuvieron que girarla para ponerla en cefálica, maniobra difícil en la que podía haber dejado de latir su corazón. Sin embargo, cuando pedíamos oír el monitor para saber si seguía con nosotros, la respuesta era siempre la misma, ese sonido tan hermoso de su corazoncito galopando, el canto de la vida. Esa era mi niña, mi campeona. Tan pequeña, tan débil y tan fuerte que nos demostraba que también quería nacer, para recibir todo nuestro cariño antes de irse a los brazos del Padre.
Y así llegó el momento del parto. Ya habíamos avisado para que el sacerdote bajara a partitorio a bautizarla. Y allí estábamos todos. Robert de mi mano, al que hoy quiero más que nunca, no me dejó sola ni un segundo, sin comer, sin beber, sin dormir. Los médicos, las matronas, las enfermeras, los celadores y por supuesto, el sacerdote que iba a convertir en hija de Dios a nuestra gordita. Dos empujones y allí estaba nuestra princesa, tan pequeña, tan bonita, tan frágil. Todo había merecido la pena.

Me la pusieron encima sin cortar aun el cordón y allí desnudita sobre mi pecho cubierta con una toalla caliente, rodeada de las caricias y besos de Robert y míos la bautizó el sacerdote. Lo que vivimos en aquellos momentos es imposible de explicar con palabras. Para mí es como si no hubiese techo y el cielo y la tierra estuviesen unidos por unos breves momentos. Había 18 o 20 personas en el paritorio y un silencio absoluto, caras de respeto, de asombro, de admiración, y una presencia muy especial, era un ambiente completamente sobrenatural. Nunca he vivido nada igual y no creo que lo vuelva hacer. El amor lo envolvía todo. Mi niña ya era hija de Dios y su fragilidad humana se había vuelto fortaleza divina. Ahora sí era de verdad una princesa, hija del Rey y la Reina del universo. Nuestra Madre que al igual que hizo con su Hijo al pie de la Cruz, allí estuvo a nuestro lado en todo momento. Cuando terminó el bautizo el sacerdote nos dijo: “En 20 años de sacerdocio no he vivido nada tan bonito como lo que he vivido esta noche”.
Nos pasaron a la sala de dilatación donde dejaron pasar a nuestros hijos cuya máxima ilusión era conocer y dar un beso a su hermanita. Nunca sabrán en el hospital lo agradecidos que estamos. Y allí, rodeada del amor de todos los que desde el primer momento la acompañamos en su corta existencia, su abuelo, sus tíos, prima, padres y hermanos, nos dejó para partir al Cielo. Paso de mis brazos a los de la Virgen, a recibir los más bellos besos y abrazos que cualquier ser humano pueda desear.

Todo el sufrimiento y dolor que puede sentir el corazón de unos padres cuando pierden a su hija, se veía dulcificado. No era un dolor que deja un vacío, una desesperación, la devastación y la nada. Sino que era un dolor inmenso, el mayor que hemos pasado en nuestras vidas, pero era sereno, lleno de paz, de aceptación, de amor, de esperanza, de alegría (aunque esto pueda escandalizar). Teníamos una hija en el Cielo, y el Señor nos dejó acompañarla de la mano hasta el final. Una santa en la familia. Nuestra Santa. Santa Mª Victoria y para nuestra familia Santa Totoyita.

Antes de irse en ese ratito de intimidad que tuvimos no podía olvidarme de vosotros que estuvisteis ahí noche y día acompañándonos. Le dimos una misión para el Cielo. “Preciosa mía, has tenido un ejército rezando para que nacieras, nos han acompañado hasta aquí, y ahora tú cuando llegues a los brazos del Padre tienes que hablar bien de ellos, pedirles a Jesús y a la Virgen por todos y cada uno de ellos y sus familias. Como decía Santa Teresita del Niño Jesús, tienes que pasar tu eternidad haciendo bien sobre la tierra y mandándonos una lluvia de pétalos, de gracias. Pide por tus padres y hermanos. Por tus tíos y primos, por tus padrinos, por tus abuelos, que te hemos querido con locura, como eres, desde el momento de tu concepción. Te encomiendo muy especialmente a nuestros colegios, y a todas sus familias. Cuánto hemos recibido de ellos gratuitamente!!!! A todas las comunidades religiosas que nos han acompañado, y a todos aquellos que nos han tenido presentes en sus oraciones. Dale el beso más grande y lleno de ternura a nuestra querida Lelelita, (mi madre), que fue la que nos formó y nos enseñó que esta vida es un camino hacia el Cielo. Le debemos todo!!!!! Qué orgullo ser su hija!!!!

Tengo que decir, que el trato en el hospital, fue exquisito. Con que delicadeza y medida nos dieron la medicación para evitar que se nos fuera antes de tiempo, tantas guardias, médicos, matronas y enfermeras que conocimos todas aportando su cariño y profesionalidad. Respetando en todo momento nuestras decisiones y sabiendo entender cuánto amor había en el nacimiento de nuestra gordita. A todas les estaré eternamente agradecida y estarán en nuestras oraciones y las de Mª Victoria para siempre. Pero especialmente a las ginecólogas que nos ayudaron a que naciera, y a la matrona Laura, que fue como un ángel de la guarda durante las últimas horas.

Esta carta no es para hacer llorar, ni para llevar a sensiblerías humanas, que las detesto. Sino un testimonio de cómo la gracia de Dios transforma nuestras vidas y nos llena de amor y fortaleza en aquellos momentos más duros de nuestras vidas. (“No tengáis miedo”. San Juan Pablo II)

Un fuerte abrazo y gracias por acompañarnos en todo momento.

Robert y Mª Victoria.

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Fuente: Mi mundo entre líneas


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