siglo XVIII – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Wed, 04 Sep 2024 14:43:52 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 Nuestra Señora de la Consolación https://www.reinadelcielo.org/nuestra-senora-de-la-consolacion/ Wed, 04 Sep 2024 06:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=28118 Nuestra Señora de Consolación o Virgen de Consolación es una advocación mariana, cuya fecha de celebración es el 4 de septiembre.

Se llama Virgen de Consolación a la imagen que representa a la madre de Dios en la tradición cristiana, y que alude a ésta como defensora del Apocalipsis como libro fundamental para el consuelo de los cristianos.

Historia

De esta tradición agustiniana en torno a María se ocupará el presente artículo, gracias a la información que sobre esa devoción ofreció en su día, a finales del siglo XVIII, el responsable de la biblioteca de los Agustinos Descalzos de Madrid, P. Miguel Zorita de Jesús María.

En una de sus llamadas “cartas útiles”, Fr. Miguel Zorita reconoce a la Virgen de la Consolación como “patrona de los cinturados”, laicos llamados así por ceñir la correa de san Agustín, considerada como el principal distintivo de la Orden, pero se pregunta sobre cómo llegó a serlo, a consultas de otro religioso agustino, estableciendo una secuencia histórica en relación con la devoción a Ntra. Sra. de la Consolación, pues, en origen, Correa y Consolación, conformaron dos asociaciones distintas.

Leyenda mariana

Como tantas otras devociones, la de Nuestra Señora de la Consolación hunde sus raíces también en la leyenda. Históricamente la advocación no aparece ligada a la Orden Agustina hasta el siglo XV, mas el fervor de sus devotos hizo remontar esa relación hasta los mismos tiempos de san Agustín.

En este caso, el carácter consolador de María se manifestó hacia santa Mónica. Y es que en María encontraba el consuelo en sus continuas oraciones para que Agustín volviese al seno de la Iglesia. A esta preocupación se sumó la muerte de su esposo Patricio y meditó en la desolación de María después de la muerte de su hijo Jesús. María se aparece a Mónica vestida de negro y ceñida con una correa del mismo color, diciéndole: “Mónica, hija mía, éste es el traje que vestí cuando estaba con los hombres después de la muerte de mi hijo. El mismo vestido llevaras tú en señal de tu devoción hacía mí”. La alegría de Mónica fue grande al escuchar aquellas palabras. Alegría que llegaría a su culmen con la conversión de su hijo Agustín.

El hábito se convirtió así en un signo de amor de María, y lo adoptaría la santa permanentemente en su viudedad. San Ambrosio y san Simpliciano fueron los primeros en utilizarlo, por indicación de santa Mónica, así como su hija Perpetua y sus sobrinas.

La devoción mariana se había acentuado de forma especial en el mismo corazón de Italia: “en nuestro agustiniano convento de Santiago en Bolonia, nuestro V. P. Fr. Martín Vercellense [o de Bercelis], predicando en el mismo convento la Quaresma del año 1495, y aviendo hecho pintar y colocar cerca de la puerta mayor de la iglesia una hermosa imagen de Ntra. Señora con la invocación o título de la Consolación, inflamó de tal suerte con sus sermones al pueblo en su devoción y culto, que de los muchísimos devotos que se asociaron y unieron para venerarla, se formó una numerosa cofradía”.

Sagrada correa

La iniciativa para laicos más antigua dentro de la Orden de San Agustín es la Archicofradía de la Correa, que agrupaba a los llamados “corrigiatos” o cinturados. La imagen de la orden agustiniana se acrecentaba en Italia en aquellos años, en los que se dilucidaba la causa de santidad de un célebre fraile, por su piedad y sus milagros, fray Nicolás de Tolentino. Fue canonizado precisamente por Eugenio IV en el año 1446.

El auge de la devoción por la Correa se inserta cronológicamente entre la aparición de las congregaciones de “mantelatas” y de “mantelatos”, respectivamente, de la orden agustiniana, verdaderos terceros que, sin dedicarse a la vida consagrada, vestían en el siglo, a diario, el hábito propio (incluyendo la correa) de los frailes agustinos. En concreto, las mujeres “mantelatas” (generalmente matronas o viudas, llamadas en Italia “pinzocheras”) habían aparecido en la Orden por concesión del papa Bonifacio IX en 1399 y los varones “mantelatos” surgieron con la autorización de Paulo II en 1470.

La imagen de María

La imagen de la Virgen ciñe el negro cinturón agustino; por eso se le llama también de la Sagrada Correa. Es decir, es la Imagen Titular de la Orden Tercera de San Agustín. Esa Orden Tercera que, lógicamente, aunaba ya a los terciarios de la Correa y a los cofrades de Ntra. Sra. de la Consolación, está hoy perdida, pero no su devoción ni su memoria.

En todo el mundo, aún hoy le tributan culto las fraternidades agustinas recoletas para laicos, casi un centenar, que veneran la Consolación de María. De ordinario, la iconografía representa a la Virgen y al Niño en el acto de entregar sendas correas, respectivamente, a santa Mónica y a san Agustín.

El nombre de Consuelo o Consolación hace pensar en cercanía con el afligido, fortaleza para compartir el dolor ajeno, compañía para ahuyentar la tristeza de la soledad. María, elevada al cielo, “brilla ante el pueblo peregrino de Dios como signo de segura esperanza y consolación” (LG, 69).

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Fuente: Catholic.net


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“Mama Antula”, Santa argentina https://www.reinadelcielo.org/mama-antula-beata-argentina/ Sun, 11 Feb 2024 07:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=7826

¿Quién es aquella mujer alta que vestida con el hábito negro de los jesuitas y apoyada en una cruz a manera de báculo, viene caminando descalza los mil cuatrocientos kilómetros que separan a Santiago del Estero de Buenos Aires, atrae multitudes para ejercicios espirituales y hasta hace cambiar de opinión a obispos y virreyes?

Canonizada el día 11 de febrero de 2024, por el Papa Francisco.

Es María Antonia de Paz y Figueroa, descendiente de una familia de conquistadores y gobernantes, hija del alcalde de Santiago del Estero. Es María Antonia del Señor San José para sus hermanas en religión; la “Amita Santa” para el esclavo; la “Señora Beata” para las lavanderas; Mama Antula, para los indígenas —como llaman en Quichua a las Antonias—. Es una de las principales protagonistas del siglo XVIII que transforma la sociedad de su tiempo. Tal vez, en el momento que vivió María Antonia, no había en toda la Iglesia una mujer tan extraordinaria. La admiraban en todas partes y le pedían que fuese a Roma y también a Francia para predicar ejercicios espirituales. Le llegaban miles de cartas pidiéndole todo tipo de consejos espirituales. Eran muchos los que habían descubierto en ella algo nuevo, una personalidad fuera de lo común. Se trata de la “mujer criolla”, una figura nueva en la historia, que empieza justamente a realizarse en las colonias de América. Es una mujer de temperamento criollo, extraordinaria por sus obras y escritos.

Consagrada a Dios

Nace en 1730 en Santiago del Estero, capital entonces de la intendencia de San Miguel de Tucumán, en el virreinato del Río de la Plata. Su niñez transcurrió jugando con sus hermanas y con los hijos de los nativos que integraban la encomienda indígena de su padre. Recibió una esmerada educación, poco frecuente por entonces. Siendo adolescente, su familia se estableció en la ciudad y allí la joven comenzó a visitar la iglesia de los jesuitas, con quienes colaboró en la preparación de los ejercicios espirituales que ellos impartían.

María Antonia no se queda lamentando el derrumbe de la obra jesuítica, sino que inicia una segunda evangelización, organizando los ejercicios espirituales al modo de San Ignacio.

A los 15 años decide consagrarse a Dios, bajo la forma de lo que entonces se llamaban “beatas” —hoy conocidas como “laicas consagradas”—. Las beatas vivían en comunidad, sin votos de clausura, colaborando con las tareas de los jesuitas. A partir de entonces, su función fue enseñar el catecismo a los niños, coser, bordar, repartir limosnas y cuidar a los enfermos. Prácticas benéficas que le permitían desarrollar nuevos roles, que la ponían en contacto con otros sujetos sociales, incluidos los provenientes de sectores populares, y salir de la esfera doméstica a la que estaban relegadas las mujeres por entonces. En el ejercicio del apostolado que ella había elegido por vocación primaba el amor, la paciencia y la entrega.

Continúa la tarea de los jesuitas

Mama Antula 2

En 1767, ante la polémica decisión de Carlos III de expulsar a los jesuitas de todos los reinos españoles —también de América—, y la siguiente supresión de la Compañía de Jesús por parte del papa Clemente XIV, María Antonia, que por entonces tenía 37 años, no se queda lamentando el derrumbe de una obra tan colosal como eran las reducciones, sino que pone manos a la obra. Inicia la segunda evangelización de nuestro territorio mediante una catequesis que va más allá de la “instrucción” religiosa, y está orientada a la conversión de los corazones, de donde procederá la conversión de la sociedad. Así decide continuar con la obra de los jesuitas, organiza los ejercicios espirituales al modo de San Ignacio, primero en su ciudad natal y, poco a poco, empieza a caminar los polvorientos caminos del campo santiagueño. Luego, con el permiso del obispo de Tucumán, decidió extenderlos por los pueblos del noroeste argentino. Así recorrió las provincias de Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca y La Rioja. En 1777 pasó a Córdoba, donde continuó con los ejercicios en la antigua iglesia jesuita.

Recorrió a pie y a veces en un carretón gran parte del territorio argentino, integrando en Cristo a los pueblos originarios, los gauchos, los negros y los sectores más humildes de la sociedad.

Dos años más tarde recorre a pie con las beatas más de mil cuatrocientos kilómetros, llenos de todos los peligros imaginables, para llegar a Buenos Aires. Allí, tanto el obispo como el virrey se mostraron en un principio recelosos de estas mujeres, calificadas por algunos como locas o brujas. Sin embargo tras nueve meses de espera, el obispo terminó aceptando su petición, y en agosto de 1780 se abrieron los ejercicios ignacianos en Buenos Aires. De allí los lleva a Colonia y Montevideo, al otro lado del Río de la Plata. Al retornar a Buenos Aires, tres años después, se empeña en la construcción del que hoy es uno de los edificios más antiguos de la ciudad, la Santa Casa de Ejercicios Espirituales, ubicada en la esquina de Independencia y 9 de Julio.

Recorre el país predicando

Recorrió a pie, y a veces en un carretón, gran parte del territorio argentino, integrando en Cristo a los pueblos originarios —hablaba el quichua—, los gauchos, los negros y los sectores más humildes de la sociedad. A los ejercicios que ella organizaba concurrían tanto hombres como mujeres, sin distinción de clases sociales, participando unos y otras con sus criados y sirvientas. Se estima en más de setenta mil las personas que se beneficiaron de los retiros que impartía, cuando la población cristiana no llegaría al medio millón de personas; entre ellas, figuras tan destacadas como Liniers, Saavedra, Belgrano, Castelli, Moreno, Rivadavia, Rosas, Alberdi, Mitre y muchos más.

María Antonia consiguió dignificar el papel de la mujer, ya que supo relacionarse con el poder político y religioso, papel que hasta entonces sólo desempeñaban los hombres.

Conocedores de la obra de María Antonia por el epistolario, que mantenía con los sacerdotes expulsados, los jesuitas hicieron traducir sus cartas a diversos idiomas. Y en 1791 difundieron su labor a través del librito biográfico anónimo titulado Estandarte de la mujer fuerte en nuestros días. Su fama trascendió el virreinato para expandirse por Europa y Asia.

Se atribuyen a María Antonia muchos hechos prodigiosos realizados en vida, como la multiplicación de la comida o la transformación del pan en fruta. Ella introduce en el país la devoción al Niño Jesús y a San Cayetano. Por su acción queda restablecida la fiesta de San Ignacio, que había sido suprimida en cumplimiento de las ordenanzas reales. Y también dejó sentadas las bases de lo que fue, más adelante, la congregación de Hijas del Divino Salvador. Es la madre espiritual del “cura Brochero”.

El 7 marzo 1799, a los 69 años, muere María Antonia, precisamente en la casa de ejercicios espirituales. Sus restos descansan en la Basílica de Nuestra Señora de la Piedad, en Buenos Aires.

Mama Antula me dejó pensando…

Mama Antula 3

1. El papel de las mujeres argentinas en el siglo XVIII, inmersas en una sociedad patriarcal, era sin dudas de un rol subordinado. No podían tomar decisiones por sí mismas, ya que eran los hombres —padres, esposos o hermanos mayores— los que lo hacían por ellas. Los espacios de sociabilidad de las mujeres eran reducidos: el hogar, las reuniones familiares, la concurrencia a la Iglesia. La educación estaba restringida a unas pocas de ellas. María Antonia, sin embargo, consiguió dignificar el papel de la mujer, ya que supo relacionarse con el poder político y religioso, papel que hasta entonces sólo desempeñaban los hombres, sin dejar de lado los rasgos femeninos que la sociedad de la época le asignaba a las mujeres. Los roles que las beatas desempeñaron fueron una prolongación de los tradicionales pero, además, tuvieron que aprender otros, nuevos para las mujeres de entonces, como aquellos relacionados con aspectos legales y contables. Sin lugar a dudas, desde una perspectiva histórica, María Antonia contribuyó a consolidar el papel de la mujer como sujeto social.

2. A la tierra que nos vio nacer o elegimos venir, y cobijó desde entonces nuestros pasos, usualmente la llamamos patria, vocablo que viene del latín patris (padre). La patria, tierra de los antepasados, “tierra de nuestros padres”. Cabe tomarse en serio el lenguaje, porque no se trata solamente de una herramienta de intercomunicación. Desde ahí la propuesta de utilizar la palabra “matria”. Es un concepto utilizado con frecuencia por pueblos indígenas de América, como los mapuches, aymaras o quechuas, aunque también ha sido utilizado por escritoras como Virginia Woolf, Isabel Allende y Julia Kristeva, y por escritores como Miguel de Unamuno, Edgar Morin y Jorge Luis Borges. En la Antigüedad clásica, “matria” hacía referencia a la propia tierra del nacimiento y del sentimiento. En ocasión de celebrar este año el Bicentenario de la Declaración de la Independencia argentina, podemos ampliar el concepto de patria sumándole el de “matria”, es decir, “tierra de nuestras madres”; tierra sagrada, de ternura y valentía, que fecundó la sangre y que engrandeció el dolor igual que la alegría. “Matria” es una restitución de lo femenino en el concepto de patria para recuperar la relación de la Nación como ese “lugar materno” que acoge a sus hijos. Y en una larga enumeración de madres que nos parieron como Nación, la vemos que descalza llega caminando a María Antonia de Paz y Figueroa, conocida por todos como Mama Antula.

3. Para nosotros, recibir esta bendita casa construida con los gozos y las angustias de nuestros padres y madres es un don y una tarea: es herencia que nos compromete a transformar este país en una “fratria”, es decir, “tierra de hermanos”, donde la identidad compartida sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Mama Antula, virgen consagrada a Dios y mujer del pueblo que has parido la Argentina, a partir del 27 de agosto beata de la Iglesia católica, ruega por nosotros. Amén.

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Fuente: Boletín Salesiano
Autor: Marcos Aguirre, sdb


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