santos – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Mon, 28 Oct 2024 12:56:00 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 Santos Judas Tadeo y Simón https://www.reinadelcielo.org/santos-judas-tadeo-y-simon/ Fri, 25 Oct 2024 06:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=10491

Oración a San Judas Tadeo, abogado de los casos desesperados

Apóstol gloriosísimo de Nuestro Señor Jesucristo,
aclamado por los fieles
con el dulce título de ABOGADO DE LOS CASOS DESESPERADOS,
hazme sentir tu poderosa intercesión
aliviando la gravísima necesidad en que me encuentro.
Por el estrecho parentesco
que te hace primo hermano de Nuestro Señor Jesucristo,
por la privaciones y fatigas que por El sufriste,
por el heroico martirio que aceptaste gustoso por su amor,
por la promesa que el divino Salvador hizo a Santa Brígida
de consolar a los fieles que acudiesen a tu poderosa intercesión,
obtenme del Dios de las misericordias
y de su Madre Santísima
la gracia que con ilimitada confianza te pido a Ti,
Padre mío bondadosímo,
seguro que me la obtendrás
siempre que convenga a la gloria de Dios
y bien de mi alma. Así sea.

Glorioso Apóstol San Judas Tadeo, ruega por nosotros. (Repetir 3 veces)

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Simón el Cananeo y Judas Tadeo

Los consideramos juntos, no sólo porque en las listas de los doce siempre están juntos (Cf. Mateo 10,4; Marcos 3,18; Lucas 6,15; Hechos 1,13), sino también porque las noticias que les afectan no son muchas, con la excepción de que el canon del Nuevo Testamento conserva una carta atribuida a Judas Tadeo.

San Judas Tadeo y Simón

Simón recibe un epíteto que cambia en las cuatro listas: mientras Mateo y Marcos le llaman «cananeo», Lucas le define «Zelotes». En realidad, los dos calificativos son equivalentes, pues significan lo mismo: en hebreo, el verbo «qanà’» significa «ser celoso, apasionado» y se puede aplicar tanto a Dios, en cuanto que es celoso del pueblo al que ha elegido (Cf. Éxodo 20, 5), como a los hombres, que arden de celo en el servicio al Dios único con plena entrega, como Elías (Cf. 1 Reyes 19,10).

Por tanto, es muy posible que este Simón, si no pertenecía propiamente al movimiento nacionalista de los zelotes, quizá se caracterizaba al menos por un celo ardiente por la identidad judía, es decir, por Dios, por su pueblo y por su Ley divina. Si esto es así, Simón es todo lo opuesto de Mateo, que por el contrario, como publicano, procedía de una actividad considerada totalmente impura. Es un signo evidente de que Jesús llama a sus discípulos y colaboradores de los más diversos estratos sociales, sin exclusión alguna. ¡A Él le interesan las personas, no las categorías sociales o las etiquetas! Y lo mejor es que en el grupo de sus seguidores, todos, a pesar de que son diferentes, convivían juntos, superando las imaginables dificultades: de hecho, Jesús mismo es el motivo de cohesión, en el que todos se encuentran unidos. Es una lección para nosotros, que con frecuencia tendemos a subrayar las diferencias y quizá las contraposiciones, olvidando que Jesucristo nos da la fuerza para superar nuestros conflictos. Hay que recordar que el grupo de los doce es la prefiguración de la Iglesia, en la tienen que encontrar espacio todos los carismas, pueblos, razas, todas las cualidades, que encuentran su unidad en la comunión con Jesús.

Por lo que se refiere a Judas Tadeo, recibe este nombre de la tradición, uniendo dos nombres diferentes: mientras Mateo y Marcos le llaman simplemente «Tadeo» (Mateo 10,3; Marcos 3,18), Lucas lo llama «Judas de Santiago» (Lucas 6,16; Hechos 1,13). El apodo Tadeo tiene una derivación incierta y se explica como proveniente del arameo «taddà’», que quiere decir «pecho», es decir, significaría que es «magnánimo», o como una abreviación de un nombre griego como «Teodoro, Teodoto». De él se sabe poco. Sólo Juan presenta una petición que planteó a Jesús durante la Última Cena. Tadeo le dice al Señor: « Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?». Es una pregunta de gran actualidad, que también nosotros le preguntamos al Señor: ¿por qué no se ha manifestado el Resucitado en toda su gloria a los adversarios para mostrar que el vencedor es Dios? ¿Por qué sólo se ha manifestado a sus discípulos? La respuesta de Jesús es misteriosa y profunda. El Señor dice: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él» (Juan 14, 22-23). Esto quiere decir que el Resucitado tiene que ser visto y percibido con el corazón, de manera que Dios pueda hacer su morada en nosotros. El Señor no se presenta como una cosa. Él quiere entrar en nuestra vida y por ello su manifestación implica y presupone un corazón abierto. Sólo así vemos al Resucitado.

A Judas Tadeo se le ha atribuido la paternidad de una de las cartas del Nuevo Testamento que son llamadas «católicas», pues no están dirigidas a una determinada Iglesia local, sino a un círculo mucho más amplio de destinatarios. Se dirige «a los que han sido llamados, amados de Dios Padre y guardados para Jesucristo» (versículo 1). La preocupación central de este escrito consiste en alertar a los cristianos ante todos los que toman como excusa la gracia de Dios para disculpar sus costumbres depravadas y para desviar a los demás hermanos con enseñanzas inaceptables, introduciendo divisiones dentro de la Iglesia «alucinados en sus delirios» (versículo 8), así define Judas a sus doctrinas e ideas particulares. Los compara incluso con los ángeles caídos, y con términos fuertes dice que «se han ido por el camino de Caín» (versículo 11). Además les tacha sin reticencias de «nubes sin agua zarandeadas por el viento, árboles de otoño sin frutos, dos veces muertos, arrancados de raíz; son olas salvajes del mar, que echan la espuma de su propia vergüenza, estrellas errantes a quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas para siempre» (versículos 12-13).

Hoy quizá no estamos acostumbrados a utilizar un lenguaje tan polémico, que sin embargo nos dice algo importante. En medio de todas las tentaciones, de todas las corrientes de la vida moderna, tenemos que conservar la identidad de nuestra fe. Ciertamente, el camino de la indulgencia y del diálogo, que emprendió con acierto el Concilio Vaticano II, tiene que continuarse con firme constancia. Pero este camino del diálogo, tan necesario, no tiene que hacer olvidar el deber de recodar y subrayar siempre las líneas fundamentales irrenunciables de nuestra identidad cristiana.

Por otra parte, es necesario tener muy presente que nuestra identidad exige fuerza, claridad y valentía, ante las contradicciones del mundo en que vivismo. Por ello, el texto de la carta sigue diciendo así: «Pero vosotros, queridos, edificándoos sobre vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo, manteneos en la caridad de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A unos, a los que vacilan, tratad de convencerlos…» (versículos 20-22). La carta se concluye con estas bellísimas palabras: «Al que es capaz de guardaros inmunes de caída y de presentaros sin tacha ante su gloria con alegría, al Dios único, nuestro Salvador, por medio de Jesucristo, nuestro Señor, gloria, majestad, fuerza y poder antes de todo tiempo, ahora y por todos los siglos. Amén» (versículos 24-25).

Se ve con claridad que el autor de estas líneas vive en plenitud la propia fe, a la que pertenecen realidades grandes, como la integridad moral y la alegría, la confianza y por último la alabanza, quedando todo motivado por la bondad de nuestro único Dios y por la misericordia de nuestro Señor Jesucristo. Por este motivo, tanto Simón el Cananeo, como Judas Tadeo nos ayudan a redescubrir siempre de nuevo y a vivir incansablemente la belleza de la fe cristiana, sabiendo dar testimonio fuerte y al mismo tiempo sereno.

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Fuente: Corazones.org


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Oraciones a la Virgen María, compuesta por los Santos https://www.reinadelcielo.org/oraciones-a-la-virgen-maria-compuesta-por-los-santos/ Fri, 18 Oct 2024 06:57:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=17199 ORACIÓN DE
SAN ALFONSO MARIA LIGORIO
Doctor de la Iglesia. 1696 – 1787
1 de agosto

Virgen Santísima Inmaculada y Madre mía María, a Vos, que sois la Madre de mi Señor, la Reina del mundo, la abogada, la esperanza, el refugio de los pecadores, acudo en este día yo, que soy el más miserable de todos. Os venero, ¡oh gran Reina!, y os doy las gracias por todos los favores que hasta ahora me habéis hecho, especialmente por haberme librado del infierno, que tantas veces he merecido. Os amo, Señora amabilísima, y por el amor que os tengo prometo serviros siempre y hacer cuanto pueda para que también seáis amada de los demás. Pongo en vuestras manos toda mi esperanza, toda mi salvación; admitidme por siervo vuestro, y acogedme bajo vuestro manto, Vos, ¡oh Madre de misericordia! Y ya que sois tan poderosa ante Dios, libradme de todas las tentaciones o bien alcanzadme fuerzas para vencerlas hasta la muerte. Os pido un verdadero amor a Jesucristo. Espero de vos tener una buena muerte; Madre mía, por el amor que tenéis a Dios os ruego que siempre me ayudéis, pero más en el último instante de mi vida. No me dejéis hasta que me veáis salvo en el cielo para bendeciros y cantar vuestras misericordias por toda la eternidad. Así lo espero. Amén.

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ORACIÓN DE SAN BERNARDO
Doctor de la Iglesia. 1090 – 1153
20 de agosto

Icono Virgen María (ft img)

Salve Reina de misericordia, Señora del mundo, Reina del cielo, Virgen de las vírgenes, Sancta Sánctorum, luz de los ciegos, gloria de los justos, perdón de los pecadores, reparación de los desesperados, fortaleza de los lánguidos, salud del orbe, espejo de toda pureza. Haga tu piedad que el mundo conozca y experimente aquella gracia que tú hallaste ante el Señor, obteniendo con tus santos ruegos perdón para los pecadores, medicina para los enfermos, fortaleza para los pusilánimes, consuelo para los afligidos, auxilio para los que peligran.

Por ti tengamos acceso fácil a tu Hijo, oh bendita y llena de gracia, madre de la vida y de nuestra salud, para que por ti nos reciba el que por ti se nos dio. Excuse ante tus ojos tu pureza las culpas de nuestra naturaleza corrompida: obténganos tu humildad tan grata a Dios el perdón de nuestra vanidad. Encubra tu inagotable caridad la muchedumbre de nuestros pecados: y tu gloriosa fecundidad nos conceda abundancia de merecimientos.

Oh Señora nuestra, Mediadora nuestra, y Abogada nuestra: reconcílianos con tu Hijo, recomiéndanos a tu Hijo, preséntanos á tu Hijo.

Haz, oh Bienaventurada, por la gracia que hallaste ante el Señor, por las prerrogativas que mereciste y por la misericordia que engendraste, que Jesucristo tu Hijo y Señor nuestro, bendito por siempre y sobre todas las cosas, así como por tu medio se dignó hacerse participante de nuestra debilidad y miserias, así nos haga participantes también por tu intercesión de su gloria y felicidad.

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ORACIÓN DE SAN ANSELMO
Doctor de la Iglesia. 1033-1109
21 de abril

¡Oh bendita entre todas las mujeres, que vences en pureza a los ángeles, que superas a los santos en piedad! Mi espíritu moribundo aspira a una mirada de tu gran benignidad, pero se avergüenza al espectro de tan hermoso brillo. ¡Oh Señora mía!, yo quisiera suplicarte que, por una mirada de tu misericordia, curases las llagas y úlceras de mis pecados; pero estoy confuso ante ti a causa de su infección y suciedad. Tengo vergüenza, ¡oh Señora mía!, de mostrarme a ti en mis impurezas tan horribles, por temor de que tú a tu vez tengas horror de mí a causa de ellas, y sin embargo, yo no puedo, desgraciado de mí, ser visto sin ellas.

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ORACIÓN DE SAN LUIS GONZAGA [1]
1568 – 1591
21 de junio

Oh Señora mía, Santa María: hoy y todos los días y en la hora de mi muerte, me encomiendo a tu bendita fidelidad y singular custodia, y pongo en el seno de tu misericordia mi alma y mi cuerpo; te recomiendo toda mi esperanza y mi consuelo, todas mis angustias y miserias, mi vida y el fin de ella: para que por tu santísima intercesión, y por tus méritos, todas mis obras vayan dirigidas y dispuestas conforme a tu voluntad y a la de tu Hijo. Amén.

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ORACIÓN DE SAN EFRÉN DE SIRIA
Doctor de la Iglesia. 306-373
18 de junio

María Madre de Dios (ft img)

Mi santísima Señora, Madre de Dios, llena de gracia, tú eres la gloria de nuestra naturaleza, el canal de todos los bienes, la reina de todas las cosas después de la Trinidad…, la mediadora del mundo después del Mediador; tú eres el puente misterioso que une la tierra con el cielo, la llave que nos abre las puertas del paraíso, nuestra abogada, nuestra mediadora. Mira mi fe, mira mis piadosos anhelos y acuérdate de tu misericordia y de tu poder. Madre de Aquel que es el único misericordioso y bueno, acoge mi alma en mi miseria y, por tu mediación, hazla digna de estar un día a la diestra de tu único Hijo.

ORACIÓN DE SAN GERMÁN
Obispo de París. 496-576
28 de mayo

¿Quién no se llenará la admiración ante ti? Tú eres firme protección, refugio seguro, intercesión vigilante, salvación perenne, auxilio eficaz, socorro inmutable, sólida muralla, tesoro de delicias, paraíso irreprensible, fortaleza inexpugnable, trinchera protegida, fuerte torre de defensa, puerto de refugio en la tempestad, sosiego para los que están agitados, garantía de perdón para los pecadores, confianza de los desesperados, acogida de los exiliados, retorno de los desterrados, reconciliación de los enemistados, ayuda para los que han sido condenados, bendición de quienes han sufrido una maldición, rocío para la aridez del alma, gota de agua para la hierba marchita, pues, según está escrito, por medio de ti nuestros huesos florecerán como un prado.

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ORACIÓN DE SANTO TOMÁS DE AQUINO
Doctor de la Iglesia. 1225-1274
7 de marzo

Oh bienaventurada y dulcísima Virgen María, Madre de Dios, toda llena de misericordia, hija del Rey supremo, Señora de los Angeles, Madre de todos los creyentes: hoy y todos los días de mi vida, deposito en el seno de tu misericordia mi cuerpo y mi alma, todas mis acciones, pensamientos, intenciones, deseos, palabras, obras; en una palabra, mi vida entera y el fin de mi vida; para que por tu intercesión todo vaya enderezado a mi bien, según la voluntad de tu amado Hijo y Señor nuestro Jesucristo, y tú seas para mi, oh Santísima Señora mía, consuelo y ayuda contra las asechanzas y lazos del dragón y de todos mis enemigos.

Dígnate alcanzarme de tu amable Hijo y Señor nuestro Jesucristo, gracias para resistir con vigor a las tentaciones del mundo, demonio y carne, y mantener el firme propósito de nunca más pecar, y de perseverar constante en tu servicio y en el de tu Hijo. También te ruego, oh Santísima Señora mía, que me alcances verdadera obediencia y verdadera humildad de corazón, para que me reconozca sinceramente por miserable y frágil pecador, impotente no sólo para practicar una obra buena, sino aun para rechazar los continuos ataques del enemigo, sin la gracia y auxilio de mi Creador y sin el socorro de tus santas preces. Consígueme también, oh dulcísima Señora mía, castidad perpetua de alma y cuerpo, para que con puro corazón y cuerpo casto, pueda servirte a ti y a tu Hijo en tu Religión. Concédeme pobreza voluntaria, unida a la paciencia y tranquilidad de espíritu para sobrellevar los trabajos de mi Religión y ocuparme en la salvación propia y de mis prójimos. Alcánzame, oh dulcísima Señora, caridad verdadera con la cual ame de todo corazón a tu Hijo Sacratísimo y Señor nuestro Jesucristo, y después de él a ti sobre todas las cosas, y al prójimo en Dios y para Dios: para que así me alegre con su bien y me contriste con su mal, a ninguno desprecie ni juzgue temerariamente, ni me anteponga a nadie en mi estima propia. Haz, oh Reina del cielo, que junte en mi corazón el temor y el amor de tu Hijo dulcísimo, que le dé continuas gracias por los grandes beneficios que me ha concedido no por mis méritos, sino movido por su propia voluntad, y que haga pura y sincera confesión y verdadera penitencia por mis pecados, hasta alcanzar perdón y misericordia.

Finalmente te ruego que en el último momento de mi vida, tú, única madre mía, puerta del cielo y abogada de los pecadores, no consientas que yo, indigno siervo tuyo, me desvíe de la santa fe católica, antes usando de tu gran piedad y misericordia me socorras y me defiendas de los malos espíritus, para que, lleno de esperanza en la bendita y gloriosa pasión de tu Hijo y en el valimiento de tu intercesión, consiga de él por tu medio el perdón de mis pecados, y al morir en tu amor y en el amor de tu Hijo, me encamines por el sendero de la salvación y salud eterna. Amén.

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ORACIÓN DE SAN ATANASIO DE ALEJANDRÍA
Doctor de la Iglesia. 295 – 373
2 de mayo

La virgen María 5 (ft img)

Oh Virgen, tu gloria supera todas las cosas creadas. ¿Qué hay que se pueda semejar a tu nobleza, madre del Verbo Dios? ¿A quién te compararé, oh Virgen, de entre toda la creación? Excelsos son los ángeles de Dios y los arcángeles, pero ¡cuánto los superas tú, María! Los ángeles y los arcángeles sirven con temor a aquel que habita en tu seno, y no se atreven a hablarle; tú, sin embargo, hablas con él libremente. Decimos que los querubines son excelsos, pero tú eres mucho más excelsa que ellos: los querubines sostienen el trono de Dios; tú, sin embargo, sostienes a Dios mismo entre tus brazos. Los serafines están delante de Dios, pero tú estás más presente que ellos; los serafines cubren su cara con las alas no pudiendo contemplar la gloria perfecta; tú, en cambio, no sólo contemplas su cara, sino que la acaricias y llenas de leche su boca santa.

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ORACIÓN DE SAN ILDEFONSO DE TOLEDO
Arzobispo de Toledo. +667
23 de enero

Señora mía, dueña y poderosa sobre mí, madre de mi Señor, sierva de tu Hijo, engendradora del que creó el mundo, a ti te ruego, te oro y te pido que tenga el espíritu de tu Señor, que tenga el espíritu de tu Hijo, que tenga el espíritu de mi Redentor, para que yo conozca lo verdadero y digno de ti, para que yo hable lo que es verdadero y digno de ti y para que ame todo lo que sea verdadero y digno de ti. Tú eres la elegida por Dios, recibida por Dios en el cielo, llamada por Dios, próxima a Dios e íntimamente unida a Dios. Tú, visitada por el ángel, saludada por el ángel, bendita y glorificada por el ángel, atónita en tu pensamiento, estupefacta por la salutación y admirada por la anunciación de las promesas.

He aquí que tú eres dichosa entre las mujeres, íntegra entre las recién paridas, señora entre las doncellas, reina entre las hermanas. He aquí que desde ese momento te dicen feliz todas las gentes, te conocieron feliz las celestes virtudes, te adivinaron feliz los profetas todos y celebran tu felicidad todas las naciones. Dichosa tú para mi fe, dichosa tú para mi alma, dichosa tú para mi amor, dichosa tú para mis predicciones y predicaciones. Te predicaré cuanto debes ser predicada, te amaré cuanto debes ser amada, te alabaré cuanto debes ser alabada, te serviré cuanto hay que servir a tu gloria. Tú, al recibir sólo a Dios, eres posterior al Hijo de Dios; tú, al engendrar a un tiempo a Dios y al hombre, eres antes que el hombre hijo, al cual, al recibirle solamente al venir, recibiste a Dios por huésped, y al concebirle tuviste por morador, al mismo tiempo, al hombre y a Dios. En el pasado eres limpia para Dios, en el presente tuviste en ti al hombre y a Dios, en el futuro serías madre del hombre y de Dios; alegre por tu concepción y tu virginidad, contenta por tu descendencia y por tu pureza y fiel a tu Hijo y a tu esposo. Conservas la fidelidad a tu Hijo, de modo que ni El mismo tenga quien le engendre; y de tal modo conservas fidelidad a tu esposo, que él mismo te conozca como madre sin concurso de varón. Tanto eres digna de gloria en tu Hijo cuanto desconoces todo concurso de varón, habiendo sabido lo que debías conocer, docta en lo que debías creer, cierta en lo que debías esperar y confirmada en lo que tendrías sin pérdida alguna.

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ORACIÓN DE SAN VENANCIO FORTUNATO
Obispo de Poitiers. 535-605
14 de diciembre

Tu nombre es digno de honor, oh María, bendecida en todo tiempo y obra de arte que rinde alabanza a su experto artífice. Oh amable doncella que has recibido el egregio mensaje angélico, tú posees unos dones de belleza que sobrepasan los de cualquier otra persona. Eres la más hermosa de las rosas y tu candor es muy superior al de los lirios. Tú eres la nueva flor de la tierra que el cielo cultiva desde lo alto. Cristal, ámbar, oro, púrpura, esmeralda, cándida perla, allí adonde llega el resplandor de tu hermosura quedan envilecidos los más preciosos metales. La nieve es vencida por tu blancura inmaculada, el sol sobrepujado por la hermosura de tu cabellera; sus rayos, oh Virgen, palidecen frente a tu belleza; el brillo del rubí se apaga y el resplandor del lucero del alba queda oscurecido ante ti que en todo momento aventajas a los astros del firmamento.

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Fuente; Devocionario Católico


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103 mártires de Corea https://www.reinadelcielo.org/103-martires-de-corea/ Fri, 20 Sep 2024 06:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=23176 Memoria de los santos Andrés Kim Taegön, presbítero, Pablo Chöng Hasang y compañeros, mártires en Corea. Se veneran este día en común celebración todos los ciento tres mártires que en aquel país testificaron intrépidamente la fe cristiana, introducida fervientemente por algunos laicos y después alimentada y reafirmada por la predicación y celebración de los sacramentos por medio de los misioneros. Todos estos atletas de Cristo —tres obispos, ocho presbíteros, y los restantes laicos, casados o no, ancianos, jóvenes y niños—, unidos en el suplicio, consagraron con su sangre preciosa las primicias de la Iglesia en Corea (1839-1867).

Fecha de canonización: Los 103 mártires fueron canonizados por S.S. Juan Pablo II el 6 de mayo de 1984, en Seúl, Corea.

¿Quiénes fueron los mártires?

Santos Simeón Berneux, Antonio Daveluy, Lorenzo Imbert, obispos; Justo Ranfer de Bretenières, Luis Beaulieu, Pedro Enrique Dorie, Padro Maubant, Jacobo Chastan, Pedro Aumaître, Martín Lucas Huin, presbíteros; Juan Yi Yun-il, Andrés Chong Hwa-gyong, Esteban Min Kuk-ka, Pablo Ho Hyob, Agustín Pak Chong-won, Pedro Hong Pyong-ju, Pablo Hong Yong-ju, José Chang Chu-gi, Tomás Son Cha-son, Lucas Hwang Sok-tu, Damián Nam Myong-hyog, Francisco Ch’oe Kyong-hwan, Carlos Hyon Song-mun, Lorenzo Han I-hyong, Pedro Nam Kyong-mun, Agustín Yu Chin-gil, Pedro Yi Ho-yong, Pedro Son Son-ji, Benedicta Hyon Kyongnyon, Pedro Ch’oe Ch’ang-hub, catequistas; Agueda Yi, María Yi In-dog, Bárbara Yi, María Won Kwi-im, Teresa Kim Im-i, Columba Kim Hyo-im, Magdalena Cho, Isabel Chong Chong-hye, vírgenes; Teresa Kim, Bárbara Kim, Susana U Sur-im, Agueda Yi Kan-nan, Magdalena Pak Pong-son, Perpetua Hong Kum-ju, Catalina Yi, Cecilia Yu Sosa, Bárbara Cho Chung-i, Magdalena Han Yong-i, viudas; Magdalena Son So-byog, Agueda Yi Kyong-i, Agueda Kwon Chin-i, Juan Yi Mun-u, Bárbara Ch’oe Yong-i, Pedro Yu Chong-nyul, Juan Bautista Nam Chong-sam, Juan Bautista Chon Chang-un, Pedro Ch’oe Hyong, Marcos Chong Ui-bae, Alejo U Se-yong, Antonio Kim Song-u, Protasio Chong Kuk-bo, Agustín Yi Kwang-hon, Agueda Kim A-gi, Magdalena Kim O-bi, Bárbara Han Agi, Ana Pak Ag-i, Agueda Yi So-sa, Lucía Pak Hui-sun, Pedro Kwon Tu-gin, José Chang Song-jib, Magdalena Yi Yong-hui, Teresa Yi Mae-im, Marta Kim Song-im, Lucía Kim, Rosa Kim, Ana Kim Chang-gum, Juan Bautista Yi Kwang-nyol, Juan Pak Hu-jae, María Pak Kuna- gi Hui-sun, Bárbara Kwon-hui, Bárbara Yi Chong-hui, María Yi Yon-hui, Inés Kim Hyo-ju, Catalina Chong Ch’or-yom, José Im Ch’i-baeg, Sebastián Nam I-gwan, Ignacio Kim Che-jun, Carlos Cho Shin-ch’ol, Julita Kim, Águeda Chong Kyong-hyob, Magdalena Ho Kye-im, Lucía Kim, Pedro Yu Taech’ol, Pedro Cho Hwa-so, Pedro Yi Myong-so, Bartolomé Chong Mun-ho, José Pedro Han Chae-kwon, Pedro Chong Won-ji, José Cho Yun-ho, Bárbara Ko Sun-i y Magdalena Yi Yong-dog.

Breve biografía

París, rue du Bac. La calle está hoy compartida. Una de sus aceras la ocupan casi íntegramente los inmensos almacenes “Au bon marché”. La otra acera conserva todavía un cierto aire del primitivo París. Una puerta humilde, que da a un estrecho callejón, conduce a una iglesia objeto de la veneración de todos los católicos del mundo: la capilla de las apariciones de la Virgen Milagrosa. Siguiendo por la misma acera encontramos otro edificio, también humilde en apariencia, pero de enorme significación en la historia de la Iglesia: el seminario de misiones extranjeras. Allí se forjó un nuevo estilo en la manera de concebir la tarea misional y allí, por vez primera, en forma orgánica, el clero secular forjó sus armas para salir a luchar las rudas batallas contra el paganismo.

El seminario llevaba ya muchos años funcionando cuando en 1831 se confiaba a sus alumnos un nuevo territorio de misión: la península de Corea. Territorio muy vasto, su extensión equivale prácticamente a la de Italia, y cuya evangelización habría de resultar muy penosa. Pese a estar a la misma latitud que España o Italia, el clima es duro, continental, extremado. Por otra parte, el país es pobre, y no podría resultar fácil la vida de los misioneros. En cambio iban a tener éstos una ventaja: les esperaban unas cristiandades que habían sufrido ya su bautismo de sangre y la terrible prueba de la persecución.

Corea es uno de los pocos países del mundo en donde el cristianismo no fue introducido por los misioneros. Durante el siglo dieciocho se difundieron por el país algunos libros cristianos escritos en chino, y uno de los hombres que los leyeron, se las arregló para ingresar al servicio diplomático del gobierno coreano ante el de Pekín, buscó en la capital de China al obispo Mons. de Gouvea y de sus manos recibió el bautismo y algunas instrucciones. Este intelectual coreano, bautizado en Pekín, fue quien consiguió -a partir de su retorno en 1784- introducir el cristianismo en Corea. 

Pero aquella naciente cristiandad sufrió una dura persecución y estuvo a punto de ser aniquilada. Sin embargo, cuando diez años más tarde, en 1794, un sacerdote chino vino de Pekín encontró todavía cuatro mil cristianos, tan fervorosos que en poco tiempo su número se duplicó. Siete años más tarde, en 1801, se produce una nueva represión, y el sacerdote fue ejecutado con unos trescientos cristianos, entre quienes destacaba la noble figura de Juan Niou y su mujer Lutgarda, que habían contraído matrimonio sin usar nunca del mismo.

Existe una carta escrita por los coreanos para implorar al Papa Pío VII que enviase sacerdotes a aquella pequeña grey que, sin embargo, ya había dado mártires a la Iglesia.

Treinta años después, la Sagrada Congregación de Propaganda erigía un vicariato apostólico en Corea y lo confiaba, según hemos dicho, al Seminario de Misiones Extranjeras, de París. Pese a que en 1815 y en 1827 había habido nuevas oleadas de persecución, el número de cristianos sobrepujaba ya los seis millares. Al frente del nuevo vicariato iba a ser colocado un fervoroso misionero de China: Lorenzo José Mario Imbert.

Su nombre es el primero y el más destacado de la larga relación de mártires cuya fiesta se celebra hoy. Había nacido en la diócesis de Aix-en-Provence. Su familia residía en Calas, y era harto pobre. Es conmovedor saber cómo aprendió a leer: un día encontró un centimillo en la calle, con el compró un alfabeto y rogó a una vecina que le enseñara las letras. Así, a fuerza de perseverancia, consiguió la preparación suficiente para poder ingresar, en 1818, en el seminario de Misiones Extranjeras. Después de dos años de estudios se embarca en Burdeos y marcha a trabajar a China.

En plena tarea apostólica le sorprende el nombramiento de vicario apostólico de Corea y su elevación al episcopado. En mayo de 1837 es consagrado en Seu-Tchouen, y al terminar el año llega a Corea.

No era el primero en llegar. Le habían precedido ya otros dos misioneros, llamados a compartir el martirio con él. Los dos franceses: Pedro Filiberto Maubant, nacido en la diócesis de Bayeux, y Santiago Honorato Castán, nacido en la diócesis de Digne. El primero había venido directamente de Francia. El segundo había trabajado anteriormente en Siam.

Inmediatamente pusieron manos a la obra. Ante todo fue necesario aprender la lengua coreana, tributaria del chino, pero con muchas analogías con los dialectos siberianos. Después pudieron ya ponerse de lleno al trabajo apostólico.

Escuchemos a monseñor Imbert lo que era su vida

No permanezco más que dos días en cada casa que reúno los cristianos, y antes de que amanezca el tercer día paso a otra casa. Me toca sufrir mucha hambre, porque después de haberme levantado a las dos y media de la madrugada, esperar hasta el mediodía y recibir entonces una comida mala y floja, bajo un clima bajo y seco, no es cosa fácil. Después de comer reposo un poco, y a continuación doy clase de teología a mis seminaristas; después oigo confesiones hasta la noche. Me acuesto a las nueve sobre la tierra cubierta de una lona y un tapiz de lana de Tartaria, porque en Corea no hay ni camas ni mantas. He tenido, siempre un cuerpo débil y enfermizo, y a pesar de todo he llevado adelante una vida laboriosa y bien ocupada; pero aquí pienso haber llegado a lo superlativo y al nec plus ultra de trabajo. Ya os imaginaréis que con una vida tan penosa no tengamos miedo al golpe de sable que debe terminarla.”

Todo esto había que hacerlo con el mayor secreto. Las quince o veinte personas a las que había atendido cada día: confesiones, bautismos, confirmaciones, matrimonios, etcétera, tenían que retirarse antes de la aurora. Aun así, aquella vida no pudo prolongarse mucho tiempo. Dos años después de su llegada, el 11 de agosto de 1839, monseñor Imbert era detenido por los perseguidores.

Comprendió bien que había llegado el final de su vida. Y creyó un deber, para evitar apostasías a los fieles seguidores, invitar a sus dos compañeros a entregarse. La tarjeta enviada por el obispo, que era una invitación al martirio, llegó primero al padre Maubant, quien la transmitió a su compañero el padre Castán. Ambos obedecieron sin vacilar. Cada uno redactó una instrucción para uso de sus fieles y luego en común unas líneas dirigidas a toda la cristiandad coreana. Escribieron una breve memoria para el Cardenal Prefecto de Propaganda Fide y una carta a sus hermanos de las Misiones Extranjeras para encomendarles a sus neófitos. En esta carta es donde alegremente, como si quisieran aliviarles la pena, dicen que “el primer ministro Ni, actualmente gran perseguidor, ha hecho fabricar tres grandes sables para cortar cabezas”.

Todo esto llevaba la fecha del 6 de septiembre. Y una vez terminados los preparativos, los dos misioneros se unieron a su obispo. Los tres europeos comparecieron ante el prefecto y confesaron noblemente su fe: “Por salvar las almas de muchos, no hemos vacilado ante una distancia de diez millares de lys. Denunciar a nuestras gentes, y hacerles daño, olvidando los diez mandamientos, no lo haremos jamás, preferimos morir.” Aquel mismo día 15 de septiembre recibieron la primera paliza, con bastones. Otra nueva les esperaba, después de un interrogatorio similar, el día 16. Por fin, el día 21 tuvo lugar el suplicio final.

Les desnudaron hasta la cintura, y les asaetearon cruelmente, de arriba a abajo, a través de las orejas, les colmaron de heridas y, por fin, los rociaron de cal viva. Después de obligarles a dar por tres veces la vuelta a la plaza, mostrándose al público que se burlaba de ellos, se les hizo arrodillarse. Los soldados empezaron a correr en su derredor y al pasar les golpeaban con su sable. El padre Castán se puso instintivamente de pie al recibir el primer golpe. Después se arrodilló junto a sus dos compañeros, que estaban inmóviles. Al poco tiempo, los tres habían muerto.

Pero no eran ellos solos. Antes y después iban a perecer en aquella misma persecución otros muchos cristianos.

El primer lugar, un sacerdote nativo: el padre Andrés Kim. De acuerdo con las mejores tradiciones del seminario de Misiones Extranjeras, los misioneros se habían preocupado de ir preparando, en lo posible, un clero nativo. Cuando ellos murieron, el padre Kim se esforzó por conseguir que vinieran nuevos misioneros. En estos afanes le sorprendieron los perseguidores. Después de larga estancia en la cárcel, fue decapitado en 1846.

En la misma persecución murieron también diez catequistas y una muchedumbre de fieles. De entre ellos se escogieron unos cuantos, a quienes hoy veneramos en los altares: setenta y cinco héroes “nobles y plebeyos, jóvenes y viejos, mujeres ya maduras y jóvenes en la más florida edad, que prefirieron las cárceles, los tormentos, el fuego, el hierro, las cosas más extremas a trueque de no apartarse de la religión santísima. Para tentar su fe, los bárbaros verdugos recurrieron a los tormentos más refinados. Unos fueron ahorcados, a otros les rompieron las piernas, otros fueron azotados hasta la muerte, otros quemados con planchas ardientes, otros enterrados vivos en nichos para que murieran de hambre, y así todos cambiaron esta vida por otra inmortal y feliz. Tantos y tan crueles suplicios los sufrieron todos con invicta fortaleza”. Tales son las palabras del Decreto de beatificación expedido por el papa Pío XI. Porque, como ya anteriormente se había escrito en el Decreto de tuto, aquella muchedumbre, en la que había incluso niños de quince y trece años, “mostró tanta constancia en profesar la fe, que en manera alguna pudo la rabia de los perseguidores llegar a vencerla. Ni las cárceles largas y horribles, ni los tormentos crudelísimos, ni el hambre y la sed, con la que ellos eran probados, ni otros horrendos suplicios, ni el terror y los halagos de los jueces impíos, ni la edad juvenil o provecta, ni el amor materno, ni la piedad filial, ni el dulce yugo del matrimonio, fueron capaces de superar la fortaleza y firmeza de aquellos mártires”.

No es extraño que muy pronto se extendiera por todo el mundo la fama de su admirable ejemplo. Por eso, el papa Pío XI, superando las dificultades de tipo jurídico que se oponían a su beatificación, pues resultaba muy difícil recoger las pruebas exigidas con todo el rigor canónico, teniendo en cuenta que había certeza absoluta de la realidad del martirio, los beatificó solemnemente en 1925.  A esa lista se sumarían luego aquellos mártires que beatificó el papa Pablo VI el 6 de octubre de 1968.  Finalmente, el papa Juan Pablo II rindió homenaje a todos los mártires de Corea, canonizando a estos confesores de la fe en la ciudad de Seúl el 6 de mayo de 1984,

Su sangre, como siempre ha ocurrido, fue semilla de nuevos cristianos, y hoy Corea, al menos en su parte Sur, libre del comunismo, es una de las cristiandades más florecientes y esperanzadoras de todo el Extremo Oriente.
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Fuente: Catholic.net
Bibliografía:AÑO CRISTIANO Edición 2003
Autores: Lamberto de Echeverría (?), Bernardino Llorca (?) y José Luis Repetto Betes
Editorial: Biblioteca de Autores Católicos (BAC)
Tomo III Marzo ISBN 84-7914-663-X
VIDAS DE LOS SANTOS Edición 1965
Autor: Alban Butler (?)
Traductor: Wilfredo Guinea, S.J.
Editorial: COLLIER´S INTERNATIONAL – JOHN W. CLUTE, S. A.


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Héroes anónimos https://www.reinadelcielo.org/heroes-anonimos/ Fri, 09 Feb 2024 09:02:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=563 A lo largo de los siglos, antes y después de los tiempos de la Redención, Dios le ha hablado a los hombres y ha derramado visiblemente Sus Gracias, de modos diversos.

Este hecho resulta evidente cuando se estudia la vida de los santos: ellos no vivieron ni murieron siendo considerados santos (salvo honrosísimas excepciones) sino que fueron elevados a los altares años, décadas o aún siglos después de su muerte. Y en el periodo intermedio, siempre existió algún grado de oposición de consagrados y laicos al reconocimiento de su santidad, de su conversión profunda y verdadera, de los milagros generados por su intercesión, de las revelaciones Celestiales por ellos recibidas, del contacto con el mundo sobrenatural que Dios les concedió a varios de ellos.

Muchos son los ejemplos de tribulaciones, demoras prolongadas y sufrimientos previos a la elevación a los altares: baste mencionar a Sor Faustina Kowalska, o a San Juan Diego, a San Luis Grignon de Montfort, o al Santo Cura de Ars, entre muchos otros. Se puede decir que las obras suscitadas por éstas almas santas debieron superar una purificación, una prueba de fuego, antes de ser ellos reconocidos y elevados a la santidad por la Iglesia, para nuestro gozo. ¡Recordemos la alegría que vivimos cuando fuera Canonizado el Padre Pío, o la Madre Maravillas, o la Madre Teresa de Calcuta, o tantos otros que nos ha regalado nuestro amado Juan Pablo II, el que sin dudas merecerá ser elevado a los altares algún día!.

Niño orando 2

Y algo similar ha ocurrido con el origen de los santuarios testigos de las apariciones Marianas: mucho se ha debido esperar en varios casos, muchas objeciones debieron ser superadas, mucha oposición y negación debió ser pacientemente enfrentada con amor y tolerancia. Basten recordar los sufrimientos de los pastorcitos de Fátima, de Bernardita en Lourdes, de Melanie y Maximin en La Salette, de Santa Catalina Labouré en la Rue de Bac, origen de la Medalla Milagrosa.

Hoy quiero invitar a agradecer a todos esos héroes anónimos que supieron luchar y trabajar silenciosamente por la difusión de esas obras de Dios, durante años y años. ¿Acaso creemos que las canonizaciones y los reconocimientos formales de la Iglesia a las advocaciones Marianas fueron obra directa y automática realizada por la Mano de Dios?. Como siempre, El se sirve de hombres y mujeres de buen corazón que están dispuestos a luchar valientemente por Sus causas, que entregan a Dios su propia voluntad. Hablamos de gente que creyó cuando todo decía que había que claudicar. En todas estas obras de Dios hubo almas valerosas que en algún momento enfrentaron la oposición formal de hombres de la iglesia, de consagrados o laicos. Ellos debieron en muchos casos luchar contra la incomprensión y el rechazo hacia quienes defendían. ¡Que coraje y amor por Dios hay que tener en el momento en que algunos dicen que no, que lo que defiendes no es obra de Dios, que es un error, que no debes seguir adelante!. Pareciera que para alguna gente resulta difícil aceptar que una persona, de carne y hueso, con virtudes y también defectos, pueda ser santa. Y también resulta difícil de aceptar por otros que Dios siga hablando a los hombres, como fue durante siglos y siglos.

Y sin embargo, éstas almas valientes creyeron, siguieron adelante, respetuosa pero consistentemente. No bajaron los brazos, continuaron argumentando y defendiendo lo que consideraron digno de su sacrificio personal, en muchos casos donando sus propias vidas. Humillaciones, acusaciones, ser segregados de algunos ámbitos, sufrir presiones familiares, muchas son las cruces que llevaron éstas almas anónimas, pero valientes. ¿De donde salió su convicción, su fortaleza?. No cabe duda que éstas fueron almas iluminadas por el Espíritu Santo, que supieron escuchar a su corazón y actuar a conciencia, con amor y perseverancia. Algunas de ellas pudieron ver el final de la obra en vida, otras sin dudas lo festejaron en el Cielo, en compañía de la verdadera Familia.

Hoy, como entonces, hay almas valientes que luchan por la causa de Dios, aquí y allá. Las causas por las que luchan son diversas, ya que Dios ha suscitado una cantidad creciente de Viñas en las últimas décadas. A ellas va el homenaje y el agradecimiento. Dios premiará sin dudas su valentía y coraje, ya que el amor que impulsa sus corazones lavará muchos de sus pecados y errores.

¡Qué buena causa para ser abrazada, qué buen destino para nuestra vida, qué lindo es poder luchar a favor de la Voluntad de Dios!
¿Qué esperas para hacerlo?

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Imagen destacada, perteneciente a @fheroesanonimos, Héroes Anónimos


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El mundo sobrenatural https://www.reinadelcielo.org/el-mundo-sobrenatural/ Fri, 08 Sep 2023 10:19:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=375 Hace un tiempo leía un libro de Chesterton sobre la vida de San Francisco de Asís. Allí el autor trataba de manifestar la dificultad, o casi la imposibilidad, de narrar la vida de un santo de modo justo y completo. Chesterton decía que ?para escribir la vida de un santo se necesita otro santo?. La sinceridad de este hombre me pareció fresca y auténtica. Un sentimiento en lo más hondo de su corazón le indicaba que las cosas que ocurren en el alma de un santo son muy difíciles de comprender desde los ojos de una persona mas o menos normal.

Todos los Santos

Los santos viven una vida opuesta a la que el mundo nos propone. Ellos buscan dominar su cuerpo, el amigo asno (como decía Francisco de Asís), porque saben que el alma es algo mucho más sublime y delicado que nuestra carne. Tenemos un alma que busca a su Dios, pero se encuentra envuelta en un cuerpo que la trata de doblegar con sus llamados y necesidades. Disciplinas, ayunos, ofrendas, insistentes apelaciones a la humildad de aspecto y palabra, sencillez y pobreza, son formas a las que los santos apelan para doblegar el llamado carnal que invita a vanidades y orgullos vanos.

¿Acaso son estas actitudes comprendidas por el hombre de mundo? ¿Son vistas como manifestaciones de una persona sana, o quizás como las de un ser conflictuado? ¡Que diría al respecto un psicólogo no abierto a las cuestiones del espíritu! No, el hombre no comprende. Por eso Chesterton decía que sólo un santo puede comprender lo que le ocurre a otro santo, y describirlo con justicia y precisión.

Pero más allá de esta dificultad básica, hay algo que me sigue sorprendiendo en los libros sobre la vida de nuestros queridos santos, y es la insistencia de muchos autores a eliminar o reducir a su mínima expresión la vida sobrenatural que ellos viven. Es como si se esforzaran en mostrar la faceta estrictamente humana y mundana, dejando lo sobrenatural de lado o incluso relativizándolo. Frases como “se dicen muchas cosas sobre milagros alrededor de la vida de esta alma, pero no sabemos si eso era verdad o no”. O también “los milagros que se relatan son leyenda y no son importantes para comprender la santidad de esta alma”.

¡Si que son importantes! Jesús, en el testimonio de los Evangelios, realiza una abrumadora cantidad de milagros, los que son expresiones de Su Poder Sobrenatural. Los milagros ocupan un lugar mucho más prominente que cualquier otro elemento presente en las Escrituras. Y si el Señor ha actuado de este modo en Su paso por la tierra, ¿por qué pensar que esta no es la forma correcta de evangelizar? Dios nunca ha dejado a Sus santos solos, siempre los ha engalanado con Gracias de todo tipo. Diálogos interiores que estas almas sostienen con Su Divinidad, y milagros que se derraman ante el mundo como testimonio del Poder de Dios actuando a través de un ser que decide amarlo sin límites.

Tocar el cielo con la manos

¿Por qué se oculta o reniega de la vida sobrenatural de los santos? Quizás por vergüenza, o por vanidad intelectual. Es como que ser parte del mundo moderno implica no ser ?anticuado? al aceptar abiertamente las verdades espirituales. Mejor ser racionalista, inteligente y materialista, antes que exponerse al ridículo ante una sociedad que se desenvuelve entre computadores, cables y conexiones inalámbricas. ¡Que poco lugar se deja a las cosas de Dios en esta maraña de ideas y dispositivos intrascendentes y pasajeros! Admiro, en cambio, a aquellos autores que con valor y una fe limpia y franca, relatan y aceptan la vida espiritual que adorna y engalana la vida de las almas santas. Almas que por Gracia de Dios podemos disfrutar, almas que viven un balance perfecto entre este mundo y el Cielo tan añorado.

Este es el aspecto que Chesterton sentía era imposible de describir, ese estado permanente que tienen los santos de vivir con un pie en la tierra, y otro en el Reino. Una vida en lo natural, pero conectados a lo sobrenatural. Ellos ven en cada cosa que los rodea, o que sucede, la Mano de Dios. Dios Creador, pero también Dios Presente y actuando ante cada mínimo detalle de nuestra vida.

Esta aceptación abierta del mundo sobrenatural es una consecuencia básica del crecimiento espiritual. No se puede amar a Dios, mientras lo condenamos en nuestra mente a una Presencia distante e indiferente, allá arriba en Su Trono. ¡No! El Señor nunca nos ha dejado, se ha quedado en cada Eucaristía que se celebra en el mundo, en cada Hostia Consagrada, y en nuestro corazón que recibe Su Espíritu cuando lo llamamos y amamos con sinceridad.

Claro que no se puede comprender a un santo, o las cosas que ellos hacen, si no entendemos que estar unidos a Dios es estar en este mundo, sin ser del mundo. Somos como unos vagabundos en este desierto, que buscan la entrada a la Ciudad maravillosa de Dios, que nos espera. Pero si no creemos en esa Ciudad, la Jerusalén Celestial, ¿cómo podremos ingresar en ella?

Nuestra fe se cimenta en una aceptación abierta de Dios, y Sus cosas. Santos, Ángeles, almas del Purgatorio, todo es parte del mundo de Dios. Aquí en la tierra vivimos un destierro, aislados en gran medida de ese mundo sobrenatural que es nuestro verdadero origen, y destino. Seamos como niños que con un corazón sincero y simple, aceptan las palabras de sus padres, porque es a través de ellos que conocen y descubren el mundo. Nuestro Dios, enamorado perdidamente de nosotros, nos llevará de la mano si es que lo dejamos hacerlo.


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Santos que dieron la vida perseguidos por su fe. ¿Los conoces? https://www.reinadelcielo.org/santos-que-dieron-la-vida-perseguidos-por-su-fe-los-conoces/ Mon, 27 Mar 2023 07:41:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=25888

Sus vidas nos ayudan a comprender diariamente la necesidad de la oración, para acrecentar la fe por medio del diálogo con el Creador, pero también a permanecer fieles y firmes aun cuando la corriente arrecia.

Maximiliano Kolbe

San Maximiliano Kolbe, fue un sacerdote franciscano, voluntariamente dio su vida en Auschwitz a cambio de la vida de otro prisionero que iba a ser ejecutado. En su vida luchó por la difusión de la devoción al Corazón Inmaculado de María.

Entendía claramente que el corazón de María era un camino seguro y directo hacia el mismo Cristo. Era un hijo devoto y fuerte. Llevaba la alegría de sentirse seguro en el amor de su Padre y Nuestra Santa Madre.

Su ejemplo de donación absoluta por otro, se asemeja a Cristo. Su muerte en santidad es un llamado para que diariamente seamos capaces de darlo todo por y en el amor.

Edith Stein

Santa Teresa Benedicta De la Cruz (Edith Stein), como cristiana fue incitada a renegar contra la fe, pero como dice el Papa Juan Pablo II, «una hija de Israel, que durante la persecución de los nazis ha permanecido, como católica, unida con fe y amor al Señor Crucificado, Jesucristo, y, como judía, a su pueblo».

Como Maximiliano Kolbe, ella parte a la casa del Padre como fruto de las cámaras de gas en Auschwitz. Su testimonio nos invita a permanecer firmes en la fe, fieles a la verdad, aún cuando la tentación de claudicar es enorme, aun frente a la persecución. Esto es vivir en unión con la Cruz de Cristo.

Cardenal Van Thuan

El cardenal Van Thuan, fue un vietnamita lleno de fe, una persona de oración que confiando en el llamado y la misión que le fue encomendada, fue capaz de sobrellevar, con el más alto testimonio, alrededor de 13 años de prisión y tortura, como persecución a la fe, la Iglesia y sus ministros. Nos enseña con su vida, la importancia de la oración para permanecer firmes en el testimonio y vocación, comprendiendo la magnitud de la entrega diaria en el amor.

P. José Kowalski

Este sacerdote beato también estuvo presente en Auswitchz, allí fue instado a pisotear el rosario y renegar de su fe. Este hombre polaco perteneció a una familia seriamente católica, donde recibió el bautismo el día de San José. Él nos enseña que a ser hoy como san José, hombres de fe y entrega que en el silencio prudente de la oración, sepamos dar testimonio de adhesión a Cristo en absoluta libertad.

Sierva de Dios Stanislawa Leszczynska

Mujer polaca, madre de dos hijos varones y una hija. Cuando Alemania tomó a Polonia, ella y su hija, fueron separadas de los varones y llevadas al campo Nazi, Auschwitz, allí fue conocida como «Mutti» que significa Madre.

Ella ayudó a nacer y cuidar a más de 3000 bebés en el campo de concentración. Era sabido que toda mujer que estuviera en embarazo era asesinada para que no generara retrasos en las labores del campo, los bebés eran considerados cargas «inútiles». Una mujer ferviente defensora de la vida.

Mutti, improvisa una sala de maternidad dentro de las barracas, donde luego del nacimiento, bautizaba con la señal de la cruz a los infantes, asegurando así su nacimiento a la vida de fe. Esta sierva de Dios nos enseña a hacer siempre el bien y sembrar esperanza, aun cuando todo el panorama es desesperanzador.

Sierva de Dios María Cecilia Autsch

Esta religiosa alemana fue bautizada como Ángela del Sagrado Corazón, ingreso al postulantado el mismo año en que Hitler tomó el poder.

Fue detenida por la policía Nazi, Getsapo y llevada a Ravensbrück, luego a Auschwitz, por haber comentado en el mercado que «Hitler es un azote para Europa».

Allí se le encargó del dispensario médico donde buscó la manera de ayudar a las mujeres enfermas dándoles raciones de comida y elementos de aseo.

Murió protegiendo a los enfermos durante un bombardeo al campo, María nos enseña a cultivar el don de la entrega abnegada, la donación de sí mismo, para convertir las tinieblas más oscuras, en momentos de luz caritativa.

San Pedro Nolasco

Español que quedó huérfano de padre a los 15 años. Se dedica junto con su madre a repartir bienes entre los pobres. Ante la situación de los cristianos esclavizados por los musulmanes, decidió dedicar su fortuna a la liberación de estos presos y esclavos.

Alcanzó a liberar alrededor de 300 cautivos. Funda la orden de la Merced para continuar con esta labor, esto le acarreo persecuciones y aunque no estuvo recluido, su labor siempre estuvo en contacto con esta realidad.

Su ejemplo nos invita a reconocer en todos los hombres, sin importar su condición, la imagen de Cristo que sufre y a quien estamos llamados a auxiliar.

Cristianos perseguidos en oriente

Los fieles cristianos que desde tiempos antiguos han sido foco de persecución, torturas, amenazas y martirio, Cristo ya nos había anunciado este destino. Ellos, mártires de nuestros tiempos, mantienen la fe, como lámparas encendidas en las más hondas oscuridades.

Ellos nos enseñan no solo sobre fidelidad, sino también la importancia de la oración, una oración de intercesión. Con sus vidas siembran la fe en los hombres de nuestros tiempos, demostrando hasta qué punto debe llegar el amor que predicamos y anunciamos. No solo se anuncia con palabras, sino con la vida.

Que, a imagen de estos hombres de fe, seamos capaces de superar las dificultades de los tiempos rompiendo las fronteras del mal con la revolución de la caridad evangélica.

Que podamos llevar la Buena Nueva con nuestras acciones y palabras a todos los rincones del mundo, aun a los más inhóspitos. No olvidemos que aún en la noche oscura, si sobre una roca oscura hay una hormiga negra, Dios la ve y la ama.

Santos mártires, rueguen por nosotros.

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Fuente: Catholic-net


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Todos tenemos dones que debemos reconocer https://www.reinadelcielo.org/todos-tenemos-dones-que-debemos-reconocer/ Fri, 26 Nov 2021 13:37:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=288 En la primer carta a los Corintios, versículo 12, San Pablo nos revela un importante misterio sobre nuestra misión en la vida. Los dones que Dios nos da, son para beneficio común, para ser usados al servicio de la comunidad. Amaos los unos a los otros, como Dios los ama: las virtudes que naturalmente Dios da a cada uno de nosotros, deben ser el pilar de nuestra entrega a los demás.

¿Tiene esto relación con nuestra forma de ser? ¡Claro que la tiene!.

De algún modo cada uno de nosotros tiene un don de Dios más desarrollado que otros:

Algunos somos callados y observadores, pensantes y analíticos en la meditación. Otros somos sensibles e independientes, y también creativos y expresivos. Hay quienes son simpáticos y comunicativos, y también enérgicos realizadores. Los hay considerados y misericordiosos, bondadosos y siempre atentos a los demás. Algunos son maestros, juiciosos y ordenados, emprendedores y trabajadores. Hay gente que coopera siempre, humilde y obediente en la entrega y ayuda al grupo. Y gente alegre y jovial, optimista y siempre activa en el gozo de vivir. Hay otros que son lideres y fuertes, luchadores por las causas justas y la verdad. Y también gente tranquila y conciliadora, que une y elimina motivos de división.

Pescador de hombres (2)

Si estudiamos la vida de los Santos (¡debemos hacerlo, son los modelos a imitar!) veremos que hay distintos modelos de santidad: hay santos que llevaron la virtud de la humildad a la perfección (Santa Teresita, por ejemplo), mientras otros han sido soldados que llevaron la fortaleza y la lucha por la verdad a la santidad (San Pedro y San Pablo, entre otros). Hubo muchos que encontraron en la bondad y la caridad el camino a los altares (como San Vicente de Paul), mientras otros han hecho de la educación y formación en las cosas de Dios su camino al Reino (San Juan Bosco). Otros, en silencio, meditación y oración han descubierto el camino a la santidad (San Benito, Santa Teresa de Avila).

Cada santo es un modelo de cómo llegar a la perfección en la obra suprema de nuestra vida: agradar a Dios haciendo Su Voluntad. Y para ello Dios nos ha dado dones que deben ser usados. Si estudiamos y descubrimos al santo que más se asemeja a nuestra propia forma de ser, encontraremos una ayuda enorme a nuestro propio camino de santificación. Y así podremos descubrir en alguno de ellos un ejemplo de virtud que nos hagasentir identificados.

Dios espera que usemos nuestros dones y talentos para Su obra. Para ello debemos reconocerlos y trazar un plan de vida.

¿Tienes un plan de vida? ¿Sabes que espera Dios de ti? ¿Has comprendido cuales son tus talentos naturales? ¿Respetas los talentos naturales de los demás?

Estas son preguntas que debemos hacernos: Dios nos da dones para que rindamos cuenta de ellos. No podemos pasar por la vida sin utilizar, en beneficio del Plan Celestial, aquellos dones que Dios dispuso sobre nosotros.

Como dijo San Pablo:
“Dios ha dispuesto los diversos miembros colocando cada uno en el cuerpo como ha querido. Si todos fueran el mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?. El ojo no puede decir a la mano, no te necesito. Ni tampoco la cabeza decir a los pies, no los necesito. Aún más, las partes del cuerpo que parecen ser más débiles son las más necesarias…“


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Las obras de Dios https://www.reinadelcielo.org/las-obras-de-dios/ Fri, 02 Oct 2020 11:21:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=434 ]]> Por siglos y siglos las obras de Dios se han esparcido por el mundo en medio de una vasta mayoría de gente que no las considera ni apoya, o ni siquiera les presta la más mínima atención. Sin embargo, en forma consistente se van imponiendo y creciendo hasta ser reconocidas y apoyadas por multitudes de almas devotas y seguidoras.

¿Cuál es la regla que las guía, el secreto o misterio que las sostiene? En realidad, ninguna obra de Dios ha crecido sin soportar enorme cantidad de adversidades. Muchas veces se producen crisis que amenazan destruirlas, o situaciones que parecen terminales e imposibles de superar. E incluso se generan naufragios que las reducen en tamaño, hasta casi extinguirlas. Sin embargo, pasadas las décadas o hasta los siglos, la brasa encendida se sostiene y sostiene, hasta arder nuevamente en el momento oportuno para que la llama renovada surja en la oscuridad circundante.

Las obras de Dios tienen dos columnas de sostén: un plano humano y un costado espiritual. El lado humano se construye desde personas, almas que luchan contra toda adversidad, con la perseverancia y la fortaleza necesarias para no dejarse derrotar. Almas que no preguntan, que no quieren saber el por qué de las cosas de Dios, simplemente se sostienen y buscan hacer su parte en el Plan de Dios. Sin estas almas las obras de Dios no podrían avanzar ni sostenerse. Son personas pequeñas, o grandes, almas consagradas o laicos, hombres o mujeres, adultos o jóvenes, nada especial los distingue salvo esa fe y capacidad de concentrarse en lo que consideran su misión de vida.

Espíritu Santo (2)

En el legado de toda orden religiosa o movimiento laico se encuentran relatos de estas almas, gentes de todos los continentes y culturas. Sus nombres son a veces conocidos, o en muchas otras oportunidades se esconden en la noche del recuerdo, sin que nadie sepa de su heroísmo. Almas que casi siempre son perseguidas o negadas por el mundo, incomprendidas y calificadas de extrañas, equivocadas, o hasta alteradas en su razón. ¿Acaso fueron comprendidas Sor Faustina, o Santa Catalina Laboure, o el pobre Cura de Ars? Y estos son sólo algunos ejemplos de los más conocidos, sin tratar de nombrar a aquellos que lucharon por defender una obra sin que sepamos de ellos. ¿Quiénes fueron los que, a través de los siglos, lucharon por la causa de reconocimiento a San Juan Diego, o quienes trabajaron para defender la proclamación de los Dogmas que la Iglesia incorpora como pilar de nuestra fe? ¿Quiénes lucharon por el Dogma de la Inmaculada Concepción, o de la Asunción? No lo sabemos, simplemente, pero allí estuvieron.

Pero también existe otro aspecto de las obras de Dios, columna vertebral que las sostiene, y es el costado espiritual sin el que ninguna obra se mantiene. Y éste es, simplemente, Dios. Cuando una obra titubea, aparece Dios sosteniéndola, ya sea iluminando a las almas, o haciendo los milagros necesarios para confirmar que El sí está presente. En muchas oportunidades el hombre no comprende o niega la esencia de una obra, pero la Presencia del milagro es tan evidente que, ¿cómo negarlo? Sin embargo, la presencia del Espíritu de Dios se manifiesta de otro modo también tangible, e innegable. Son las conversiones, la vuelta a los Sacramentos, las vocaciones religiosas y la santidad. Esta es la prueba más irrefutable de la Presencia de Dios en una iniciativa humana.

Una forma confiable de ver si una obra es realmente de Dios es dejar que el tiempo la someta a prueba: si algo es de Dios, se sostendrá. Se mantendrá pese a innumerables adversidades y ataques del mundo, titubeando por momentos, firme en otros. Pero siempre adelante y dejando frutos de conversión en el camino. Si una obra no es de Dios, caerá. Caerá porque las almas no tendrán la perseverancia ni la fortaleza, porque no es sincero el sentimiento que las impulsa. Y caerá porque Dios no las estará apoyando con Sus inspiraciones y ayudas. Será, simplemente, algo pasajero.

Cuando la oscuridad o los contratiempos amenazan una obra de Dios, es momento de no desfallecer, de no perder la esperanza. La fortaleza en la fe nos hará seguir, seguros de que Dios limpiará nuestros caminos para seguir obrando. Siempre debemos recordar que una obra de Dios no es un concurso de popularidad. Jesús no participó en un concurso de popularidad dos mil años atrás en Palestina, de hecho no terminó en la Cruz por culpa de una falta de popularidad. La Resurrección fue la prueba de que lo que El nos trajo es Eterno, regalo para toda la eternidad. Del mismo modo, las obras verdaderas sufrirán su cruz, y sobrevivirán, gloriosas, una vez más.


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Seamos Luz https://www.reinadelcielo.org/seamos-luz/ Fri, 20 Mar 2020 11:21:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=461 ]]> Mirando a nuestro alrededor rápidamente comprendemos que el mundo es oscuridad, de tal modo que o bien alumbramos el mundo, o nos sumimos en su misma oscuridad. En cada instante de nuestra vida, sea un segundo, un minuto o una década, solo podemos dar dos cosas: luz u oscuridad. En la pequeña gruta de Belén ocurría igual, solo había oscuridad, como en el mundo de hoy. Pero allí, en medio de la oscuridad, ¡vino la Luz al mundo!

Mi primer pensamiento cuando trato de comprender como se manifiesta esa Luz en el mundo, evoca esas reuniones de la iglesia primitiva, en los primeros siglos después de la Resurrección. Unidos en una fe espiritual, plena de confianza en la Presencia del Resucitado, ellos se dejaban alumbrar a pesar de la persecución y la pobreza. Compartían el mayor alimento que persona alguna pueda pretender: la Hostia Consagrada. En esas uniones consagradas a Dios, ellos se dejaban alumbrar por la Luz de Jesús, y como espejos perfectos devolvían esa Luz al mundo. Ellos eran luz.

eucaristia

Con el paso de los siglos y al impulso de tantas santas generaciones, el hombre se elevó hasta hacer en buena medida a Dios el centro de su vida. Pero, en el cenit del cristianismo, el mundo empezó a caer en una negación creciente de la necesidad de tener a Jesús presente en todo. En este camino descendiente, el siglo XXI se ha iniciado envuelto en una oscuridad espiritual agobiante, que envuelve y ahoga todo a su alrededor. Nosotros, como los cristianos de los primeros tiempos, estamos dentro de estas catacumbas espirituales, solo que esta vez el encierro esta en los corazones.

Como los cristianos de la iglesia primitiva, tenemos que hacernos fuertes en nuestra vida interior, debemos crecer espiritualmente. Si permitimos que la Luz de Jesús entre dentro nuestro, si dejamos que El se apodere de nuestra alma, seremos como espejos que reflejarán Su Luz en este mundo desértico. ¡Seremos Luz! Luz, como Jesús lo es, de tal modo que de nosotros brote esa luminosidad, que es la Luz del Salvador, la Única Luz Verdadera. Cuando la gente vea esa llama iluminándonos, dirán: ¡miren como se aman! Será un nuevo Pentecostés.

En el Cenáculo, los Apóstoles acompañados de María recibieron la Luz de Dios de tal modo que lenguas de fuego descendieron sobre ellos, iluminándolos, haciéndolos antorchas espirituales. El Espíritu Santo, como Jesús les había prometido, les dio la sabiduría y la fortaleza que no tenían. Se hicieron Luz, y salieron por los caminos a alumbrar, a construir la Iglesia que el Señor les había dejado como legado. Nosotros recibimos esa iglesia como herencia; laicos o consagrados, somos nosotros los miembros de esa iglesia. Somos manos, brazos, piernas, cuerpo Místico de Jesús, la Luz que emana de Cristo, emana de Su Iglesia, ¡por eso nosotros somos Luz!

Cuando damos Luz, irradiamos paz y unión, serenidad y seguridad, fortaleza y verdadera sabiduría. Cuando damos Luz, rompemos las barreras que nos separan del amor, y dejamos que Jesús se derrame en torrentes incontenibles sobre quienes nos rodean. Así, cediendo a la fuerza de ese manantial de amor irrefrenable, abramos nuestros corazones a Jesús, en María, y con María, de tal modo que el Señor nos haga faros de Su Luz, centella que ilumina el horizonte.

¡Y la Luz vino al mundo!

Autor: Reina del Cielo


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Siete santos fundadores de la Orden de los Siervos de María https://www.reinadelcielo.org/siete-santos-fundadores-de-la-orden-de-los-siervos-de-maria/ Mon, 17 Feb 2020 08:23:57 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=23915

Los siete santos fundadores de la Orden de los Siervos de María: Bonfilio, Bartolomé, Juan, Benito, Gerardino, Ricovero y Alejo. Siendo mercaderes en Florencia, se retiraron de común acuerdo al monte Senario para servir a la Santísima Virgen María, fundando una Orden bajo la Regla de san Agustín. Son conmemorados en este día, en el que falleció, ya centenario, el último de ellos, Alejo ( 1310).

Historia

Según la tradición hubo siete hombres, muy respetables y honorables, a los que nuestra Señora unió, a manera de siete estrellas, para iniciar la Orden suya y de sus siervos. Los siete nacieron en Florencia; primero llevaron una vida eremítica en el monte Senario, dedicados en especial a la veneración de la Virgen María. Después predicaron por toda la región toscana y fundaron la Orden de los Siervos de Santa María Virgen, aprobada por la Santa Sede en 1304. Se celebra hoy su memoria, porque en este día, según se dice, murió San Alejo Falconieri, uno de los siete, el año 1310.

Los siete fundadores: Bonfilio Monaldi, Juan Bonagiunta Monetti, Benito Manetto dell’Antella,
Bartolomé Amadio degli Amidei, Gerardino Sostegno Sostegni, Ricovero Ugoccione dei Lippi-Uguccioni y Alejo Falconieri

En la Monumenta Ordinis Servorum Beatae Maríae Virginis se lee lo siguiente respecto del estado de vida de los Siervos de Santa María Virgen: “Cuatro aspectos pueden considerarse por lo que toca al estado de vida de los siete santos fundadores antes que se congregaran para esta obra. En primer lugar, con respecto a la Iglesia. Algunos de ellos se habían comprometido a guardar virginidad o castidad perpetua, por lo que no se habían casado; otros estaban ya casados; otros habían enviudado.

En segundo lugar, con relación a la sociedad civil. Ellos comerciaban con las cosas de esta tierra, pero cuando descubrieron la piedra preciosa, es decir, nuestra Orden, no sólo distribuyeron entre los pobres todos sus bienes, sino que, con ánimo alegre, entregaron sus propias personas a Dios y a nuestra Señora, para servirlos con toda fidelidad.

El tercer aspecto que debemos tener en cuenta es su estado por lo que se refiere a su reverencia y honor para con nuestra Señora. En Florencia existía, ya desde muy antiguo, una sociedad en honor de la Virgen María, la cual, por su antigüedad y por la santidad y muchedumbre de hombres y mujeres que la formaban, había obtenido una cierta prioridad sobre las demás y, así, había llegado a llamarse “Sociedad mayor de nuestra Señora”. A ella pertenecían los siete hombres de que hablamos, antes de que llegaran a reunirse, como destacados devotos que eran de nuestra Señora.

Finalmente, veamos cual fuera su estado en lo que mira a su perfección espiritual. Amaban a Dios sobre todas las cosas y a él ordenaban todas sus acciones, como pide el recta orden honrándolo así con todos sus pensamientos, palabras y obras.

Cuando estaban ya decididos, por inspiración divina, a reunirse, a lo que los había impulsado de un modo especial nuestra Señora, arreglaron sus asuntos familiares y domésticos, dejando lo necesario para sus familias y distribuyendo entre los pobres lo que sobraba. Finalmente buscaron a unos hombres de consejo y de vida ejemplar, a los que manifestaron su propósito.

Así subieron al monte Senario, y en su cima erigieron una casa pequeña y adecuada, a la que se fueron a vivir en comunidad. Allí empezaron a pensar no sólo en su propia santificación, sino también en la posibilidad de agregarse nuevos miembros, con el fin de acrecentar la nueva Orden que nuestra Señora había comenzado valiéndose de ellos. Por lo tanto, comenzaron a recibir nuevos hermanos y, así, fundaron esta Orden. Su principal artífice fue nuestra Señora, que quiso que estuviera cimentada en la humildad, que fuese edificada por su concordia y conservada por su pobreza.

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Fuente: Catholic.net


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