Reino – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Fri, 24 Nov 2023 20:41:12 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 El Rey Bueno y las muletas https://www.reinadelcielo.org/el-rey-bueno-y-las-muletas/ Fri, 24 Nov 2023 07:06:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=277 ]]> Había una vez un Reino, cuyo Rey se caracterizaba por Su infinita Bondad. Y así, Su Reino se manifestaba como fiel reflejo de esa Bondad, ya que era simplemente perfecto. Quienes allí vivían no sabían de sufrimientos ni necesidades, vivían en la plenitud de la vida. Pero ocurrió que un grupo de ciudadanos de aquel Reino, ciudadanos por legítima herencia de Sangre, vivían en una comarca lejana, sin poder disfrutar de las delicias que su ciudadanía les garantizaba ¡Si pudieran tan sólo llegar al Reino!

¿Por qué no iban allí entonces? La historia cuenta que por una deformación genética, desde su nacimiento, todos los habitantes de la comarca sufrían de una severa incapacidad para caminar. ¡Simplemente no podían ir por sus propios medios al Reino, sin realizar un gran esfuerzo! Y así vivían, arrastrándose algunos (hasta pareciéndose por momentos a las serpientes que andaban por la comarca), otros erguidos con gran esfuerzo para al menos lucir dignos, y unos pocos esforzándose por llegar al Reino, añorando estar con el Rey Bueno.

Algunos llegaron al Reino y le contaron al Rey sobre lo que ocurría en la comarca. Fue entonces que Él decidió ayudarlos para que se esforzaran, para que se esmeraran en llegar hasta Él. El Rey Bueno envió mensajero tras mensajero, pero con tristeza recibió noticias desalentadoras a su regreso: ¡se habían acostumbrado a vivir arrastrándose muchos de ellos, y ya ni siquiera pensaban en tratar de ir al Reino!. Hasta estaban orgullosos de su incapacidad de caminar, habían transformado su deformación de nacimiento en algo natural, se envanecían de sus defectos. El Rey, entonces, envió uno y otro mensajero con el mismo resultado, quedando muchas noches triste y llorando en Su Palacio.

Un día, el Rey pensó que sería bueno hacer un esfuerzo final, uno definitivo. ¡Enviaría a Su propio Hijo, para enseñarles y relatarles lo hermoso que es Su Reino, para invitarlos!. E ideó también algo maravilloso: les enseñaría a construir muletas, muletas que podrían usar para caminar hasta el Hogar Paterno. El plan era perfecto, no podía fallar, pensó el Rey. Sin dudas que sería la forma de Salvar a los habitantes de aquella comarca lejana, de traerlos de nuevo a Casa: Su Hijo llevaría la enseñanza, el deseo de volver al Reino, y las muletas que les dejaría serían el medio para caminar hasta Casa nuevamente.

castilo

El Hijo del Rey fue a la comarca, vivió con ellos, y cumplió con creces Su cometido. Sólo que fueron pocos los que lo escucharon, los que lo amaron y aprendieron lo enseñado. Su invitación a ir a la Casa de Su Padre ofendió a muchos, a quienes se habían acostumbrado a vivir arrastrándose, haciendo de ello la razón de su vida. Las muletas, de tal modo, fueron tomadas por ellos como signo de amenaza, de agresión. El Hijo del Rey, entonces, fue perseguido y maltratado, hasta extremos indecibles. Pero, habiendo cumplido Su misión, regresó a la Casa de Su Padre para gozar de Su abrazo y amor infinito. ¡La comarca tenía ahora lo necesario para salvarse!.

Sus enseñanzas prendieron con fuerza, y movieron a muchos a valorar y utilizar las muletas como modo de erguirse y dirigirse al Reino prometido. Fueron tiempos felices, donde cientos y hasta miles de habitantes de la comarca entraron con sus muletas a la Casa del Rey. Pero, tristemente, con el tiempo muchos de los habitantes del lugar de los lisiados se olvidaron de la verdadera finalidad de las muletas: ¡era el medio de llegar a Casa, y no lo veían!. Algunos empezaron a usarlas para caminar por la comarca, sin dirigirse al Reino, otros empezaron a modificarlas para hacerlas distintas, hasta hacerlas inutilizables y motivo de discordia, usándolas incluso para golpearse entre ellos. Las transformaron en objetos extraños que no se sabía para que servían. Algunos, finalmente, repudiaron las muletas hasta odiarlas, prefiriendo arrastrarse por la comarca día y noche antes que utilizarlas, y ni pensar de desear ir a la Casa del Rey Bueno.

Mientras tanto, en estos tiempos tristes, unos pocos llegaban a las puertas del Reino utilizando sus muletas. Allí el Rey y Su Hijo los esperaban felices hasta el extremo, para alegría de todo el pueblo que celebraba el retorno de un miembro más de la Nación del Rey Bueno.

En la comarca, las enseñanzas del Hijo habían dejado Sus huellas, pero se debatían entre las disputas generadas entre los que habían transformado las muletas en un instrumento inútil, entre los que las odiaban y repudiaban, y entre quienes sólo querían enseñar al pueblo a utilizarlas del modo correcto, como muestra del Amor que les había enseñado el Hijo del Rey.

¿Qué crees que son las muletas?. Pues es simple: es la Religión, la Verdadera Religión, y todo aquello que Dios nos dio como instrumento útil de Salvación. Las muletas, como la Religión, valen por su utilidad: salvarnos, llegar al Reino. Usarlas de otro modo no tiene sentido, no nos llevan a ninguna parte. Así, tanto las muletas como la Religión no sirven de nada si uno no las pone al servicio del fin supremo: ¡El amor!

El Rey nos envía las muletas para que vayamos a Él, que es puro Amor. El amor es el que nos mueve a querer ir al Reino, y es entonces que descubrimos la verdadera finalidad de las muletas, y nos echamos a caminar decididos, con fe y confianza en la promesa que nos hizo el Hijo del Rey.


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El mundo sobrenatural https://www.reinadelcielo.org/el-mundo-sobrenatural/ Fri, 08 Sep 2023 10:19:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=375 Hace un tiempo leía un libro de Chesterton sobre la vida de San Francisco de Asís. Allí el autor trataba de manifestar la dificultad, o casi la imposibilidad, de narrar la vida de un santo de modo justo y completo. Chesterton decía que ?para escribir la vida de un santo se necesita otro santo?. La sinceridad de este hombre me pareció fresca y auténtica. Un sentimiento en lo más hondo de su corazón le indicaba que las cosas que ocurren en el alma de un santo son muy difíciles de comprender desde los ojos de una persona mas o menos normal.

Todos los Santos

Los santos viven una vida opuesta a la que el mundo nos propone. Ellos buscan dominar su cuerpo, el amigo asno (como decía Francisco de Asís), porque saben que el alma es algo mucho más sublime y delicado que nuestra carne. Tenemos un alma que busca a su Dios, pero se encuentra envuelta en un cuerpo que la trata de doblegar con sus llamados y necesidades. Disciplinas, ayunos, ofrendas, insistentes apelaciones a la humildad de aspecto y palabra, sencillez y pobreza, son formas a las que los santos apelan para doblegar el llamado carnal que invita a vanidades y orgullos vanos.

¿Acaso son estas actitudes comprendidas por el hombre de mundo? ¿Son vistas como manifestaciones de una persona sana, o quizás como las de un ser conflictuado? ¡Que diría al respecto un psicólogo no abierto a las cuestiones del espíritu! No, el hombre no comprende. Por eso Chesterton decía que sólo un santo puede comprender lo que le ocurre a otro santo, y describirlo con justicia y precisión.

Pero más allá de esta dificultad básica, hay algo que me sigue sorprendiendo en los libros sobre la vida de nuestros queridos santos, y es la insistencia de muchos autores a eliminar o reducir a su mínima expresión la vida sobrenatural que ellos viven. Es como si se esforzaran en mostrar la faceta estrictamente humana y mundana, dejando lo sobrenatural de lado o incluso relativizándolo. Frases como “se dicen muchas cosas sobre milagros alrededor de la vida de esta alma, pero no sabemos si eso era verdad o no”. O también “los milagros que se relatan son leyenda y no son importantes para comprender la santidad de esta alma”.

¡Si que son importantes! Jesús, en el testimonio de los Evangelios, realiza una abrumadora cantidad de milagros, los que son expresiones de Su Poder Sobrenatural. Los milagros ocupan un lugar mucho más prominente que cualquier otro elemento presente en las Escrituras. Y si el Señor ha actuado de este modo en Su paso por la tierra, ¿por qué pensar que esta no es la forma correcta de evangelizar? Dios nunca ha dejado a Sus santos solos, siempre los ha engalanado con Gracias de todo tipo. Diálogos interiores que estas almas sostienen con Su Divinidad, y milagros que se derraman ante el mundo como testimonio del Poder de Dios actuando a través de un ser que decide amarlo sin límites.

Tocar el cielo con la manos

¿Por qué se oculta o reniega de la vida sobrenatural de los santos? Quizás por vergüenza, o por vanidad intelectual. Es como que ser parte del mundo moderno implica no ser ?anticuado? al aceptar abiertamente las verdades espirituales. Mejor ser racionalista, inteligente y materialista, antes que exponerse al ridículo ante una sociedad que se desenvuelve entre computadores, cables y conexiones inalámbricas. ¡Que poco lugar se deja a las cosas de Dios en esta maraña de ideas y dispositivos intrascendentes y pasajeros! Admiro, en cambio, a aquellos autores que con valor y una fe limpia y franca, relatan y aceptan la vida espiritual que adorna y engalana la vida de las almas santas. Almas que por Gracia de Dios podemos disfrutar, almas que viven un balance perfecto entre este mundo y el Cielo tan añorado.

Este es el aspecto que Chesterton sentía era imposible de describir, ese estado permanente que tienen los santos de vivir con un pie en la tierra, y otro en el Reino. Una vida en lo natural, pero conectados a lo sobrenatural. Ellos ven en cada cosa que los rodea, o que sucede, la Mano de Dios. Dios Creador, pero también Dios Presente y actuando ante cada mínimo detalle de nuestra vida.

Esta aceptación abierta del mundo sobrenatural es una consecuencia básica del crecimiento espiritual. No se puede amar a Dios, mientras lo condenamos en nuestra mente a una Presencia distante e indiferente, allá arriba en Su Trono. ¡No! El Señor nunca nos ha dejado, se ha quedado en cada Eucaristía que se celebra en el mundo, en cada Hostia Consagrada, y en nuestro corazón que recibe Su Espíritu cuando lo llamamos y amamos con sinceridad.

Claro que no se puede comprender a un santo, o las cosas que ellos hacen, si no entendemos que estar unidos a Dios es estar en este mundo, sin ser del mundo. Somos como unos vagabundos en este desierto, que buscan la entrada a la Ciudad maravillosa de Dios, que nos espera. Pero si no creemos en esa Ciudad, la Jerusalén Celestial, ¿cómo podremos ingresar en ella?

Nuestra fe se cimenta en una aceptación abierta de Dios, y Sus cosas. Santos, Ángeles, almas del Purgatorio, todo es parte del mundo de Dios. Aquí en la tierra vivimos un destierro, aislados en gran medida de ese mundo sobrenatural que es nuestro verdadero origen, y destino. Seamos como niños que con un corazón sincero y simple, aceptan las palabras de sus padres, porque es a través de ellos que conocen y descubren el mundo. Nuestro Dios, enamorado perdidamente de nosotros, nos llevará de la mano si es que lo dejamos hacerlo.


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