presencia real – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Thu, 15 Jun 2023 06:06:28 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 El Valor infinito de la Eucaristía https://www.reinadelcielo.org/el-valor-infinito-de-la-eucaristia/ Thu, 15 Jun 2023 06:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=343 ]]> Se ha instalado en los últimos años una cierta controversia alrededor del modo de recibir al Señor Eucarístico. Se debate sobre si debe ser en la boca o en la mano, y de cierto modo también si debe ser de rodillas o de pie, o si corresponde realizar una reverencia ante el Señor.

No deseamos profundizar en las disposiciones de la Iglesia a éste respecto, ya que en buena medida se ha delegado en cada Obispado el establecimiento de las condiciones mínimas a utilizar en las Misas del lugar. Sin embargo, sí podemos decir que como regla general la Iglesia nunca obliga a recibir al Señor en la mano, sino que es algo que se permite bajo determinadas condiciones a cumplir, siendo la regla general la de recibirlo en la boca. Respecto de la comunión de rodillas, la cuestión formal es menos concreta, quedando el tema en gran medida en manos de los sacerdotes de cada jurisdicción.

De éste modo, queda un gran campo de acción librado al discernimiento de los fieles respecto de cómo recibir el Pan Sagrado: son ellos quienes deben tomar tan importante decisión. Y es en el sentido de ayudar a elegir el camino más acertado que queremos realizar algunas reflexiones al respecto, con humildad y cautela, ante lo delicado del tema.

Lo primero y fundamental es resaltar la esencia de lo que ocurre en la Misa: la Iglesia es el legado más maravilloso que nos dejó el Señor, ya que Ella es Su propio Cuerpo Místico. Jesús, Cabeza del Cuerpo Místico, nos ha unido a Ella a quienes formamos la Iglesia Militante (los que aún estamos en la tierra), junto a la Iglesia Purgante (las almas del Purgatorio) y la Iglesia Glorificada (las almas que entraron al Reino). O sea que la Iglesia es Cristo unido a todos nosotros, donde la Misa es la fiesta diaria en la que se celebra ésta unión, unión obtenida por la Sangre derramada, por Su Muerte y Resurrección consumadas diariamente por medio del Pan y el Vino. De éste modo, la Eucaristía es el centro de la Misa y de la Iglesia, por ende es el centro de éste mundo y también del Cielo. En cada Misa Jesús se hace realmente Presente en el Pan y el Vino, no es una representación o un recuerdo. El se manifiesta allí para Gloria de Dios Padre y Dios Espíritu Santo, para que lo Adoren la Virgen Santísima, los santos y los ángeles. Si pudiéramos ver como se produce en el plano sobrenatural cada celebración de la Eucaristía, ¡caeríamos de rodillas!. Ante el Cuerpo de Cristo se postran ángeles y santos, mientras María, al pie de la Cruz, contempla al Cordero de Dios. ¡En cada Misa, en cada lugar en que se celebra la Eucaristía!.

Rezar

Ahora bien, si el mismo Dios se manifestara ante ti en éste momento, en Cuerpo y Alma, ¿qué harías?. Sin dudas que caerías de rodillas, postrado ante el Santo de los Santos. ¡Piedad, Hijo de David!, le gritaban a Su paso los leprosos. Los ángeles se postran, rodillas en tierra, ante Su sola mirada. Los coros celestiales cantan y alaban al Trono de Dios, sin cesar. No hay medida para el anonadamiento que invade al alma de la criatura cuando contempla a Su Creador, Puro Amor y Misericordia. En la Aparición de Fátima, San Miguel Arcángel se aparece a los tres pastorcitos varios meses antes que la Madre de Dios se empiece a manifestar. Y allí el príncipe de la milicia celestial le da la Eucaristía a Lucía (que ya había tomado la primera Comunión) y el Cáliz a Jacinta y Francisco (que todavía no habían recibido al Señor). Pero, ¿de que modo lo hace?. El Angel dejó suspendido en el aire el Cáliz, sobre el cual flotaba la Hostia, de la cual caían gotas de Sangre. Y postrándose en Adoración, invitó a los tres pastorcitos a imitarlo. Así, los cuatro adoraron el Cuerpo Eucarístico del Señor. No fue casual que Dios enviara Su Cuerpo y Sangre a los Pastorcitos en Fátima. El cuadro del Angel Miguel Adorando la Eucaristía y dando el Pan y el Vino a los tres humildes niños es todo un símbolo de la importancia de la Eucaristía y de nuestra debida Adoración al Dios Vivo.

Nosotros, con nuestros limitados ojos humanos, no podemos ver el mundo sobrenatural que desciende en cada Celebración Eucarística, como lo vieron los tres pastorcitos en 1917 en Cova de Iría. Pero sí lo podemos ver con los ojos de la fe, ya que sabemos muy bien que sobre el Altar está Presente el Señor, realmente Presente.

Meditemos en silencio, y busquemos en nuestro corazón el camino al discernimiento respecto de la mejor forma en que debemos recibir al Señor. Hagamos todo lo posible por dignificar tan importante acto de la vida cristiana, ya que la Eucaristía es el centro de nuestra vida. La Iglesia nos deja un campo de acción para buscar, en cada templo, hacer lo mejor al alcance de nuestras manos para asegurarnos de recibir al Señor del modo más digno posible. Y así, de a poco, iremos difundiendo en otros la importancia de la Eucaristía, con nuestro testimonio, con nuestro amor a Cristo.


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Volver a creer en la Eucaristía https://www.reinadelcielo.org/volver-a-creer-en-la-eucaristia/ Fri, 16 Jun 2017 18:18:11 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=9642 La falta de fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía es la más importante infidelidad de muchos que se llaman católicos. Hemos dejado infiltrarse en nuestro terreno teológico y pastoral un falso ecumenismo, que nos está llevando a incorporar a nuestra teología y vida cristiana lo más lamentable de nuestros hermanos separados: el abandono de Cristo Eucaristía, y la falta de fe en su presencia real en el pan y el vino consagrados. Ya es frecuente oír en algunos sectores católicos que la Eucaristía es simplemente signo de fraternidad pero no Presencia Real de Jesús. De ahí vienen los sacrilegios, las comuniones irrespetuosas, el abandono de los sagrarios, las faltas de respeto, el desprecio de la Misa, etc. Si no vivimos el amor a la Eucaristía como Presenciar Real de Cristo, hemos matado a la Iglesia.

El Cardenal Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto divino y la disciplina de los sacramentos, en su libro “La fuerza del silencio” denuncia valientemente los abusos que se están cometiendo, y que es urgente rectificar en la Iglesia. Por su importancia reproducimos aquí una larga cita del libro citado que conviene meditar:

San Juan insiste en la soledad y el aislamiento moral de Cristo antes de su Pasión. Está solo desde el principio porque es Dios. Está solo porque nadie puede comprenderle. San Juan afirma que muchos discípulos lo han abandonado, pues su doctrina sobre la Eucaristía y las exigencias del Evangelio les exceden.

Adoración EucarísticaHoy algunos sacerdotes tratan la Eucaristía con absoluto des­precio. Ven la misa como un banquete locuaz en el que los cristia­nos fieles a la enseñanza de Jesús, los divorciados vueltos a casar, hombres y mujeres en situación de adulterio y turistas no bautiza­dos que participan en celebraciones eucarísticas de multitudes anónimas, pueden recibir sin hacer distinciones el cuerpo y la sangre de Cristo. La Iglesia tiene que estudiar con urgencia la oportunidad eclesial y pastoral de esas multitudinarias celebracio­nes eucarísticas con millares de asistentes.

Existe un inmenso pe­ligro de convertir la Eucaristía, el gran misterio de la Fe, en una vulgar verbena, y de profanar el cuerpo y la preciosa sangre de Cristo. Los sacerdotes que distribuyen las sagradas especies sin conocer a nadie y entregan el Cuerpo de Jesús a cualquiera, sin distinguir cristianos de no cristianos, participan en la profanación del Santo Sacrificio eucarístico. Con cierta complicidad volunta­ria, quienes ejercen la autoridad en la Iglesia se hacen culpables al permitir el sacrilegio y la profanación del cuerpo de Cristo en esas gigantescas y ridículas autocelebraciones, donde son muy pocos los que se dan cuenta de que se anuncia «la muerte del Señor has­ta que venga».

Algunos sacerdotes infieles a la memoria de Jesús insisten más en el aspecto festivo y en la dimensión fraterna de la misa que en el sacrificio cruento de Cristo en la Cruz. La importancia de las disposi­ciones interiores y la necesidad de reconciliarnos con Dios aceptan­do dejarnos purificar por el sacramento de la confesión ya no están de moda. Ocultamos cada vez más la advertencia de san Pablo a los corintios: «Cada vez que coméis este pan y bebéis este cáliz, anun­ciáis la muerte del Señor hasta que venga. Así pues, quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y la sangre del Señor. Examínese, por tanto, cada uno a sí mismo, y en­tonces coma del pan y beba del cáliz; porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación. Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y débiles, y mueren tantos» (ICo 11, 27-30).

(Páginas 119 y ss.).

¿Cómo podemos recogernos en el silencio y la adoración, igual que María al pie de la Cruz, ante el Dios que muere por nuestros pecados en cada una de nuestras Eucaristías? ¿Cómo podemos per­manecer en silencio y en acción de gracias ante el Dios Todopode­roso que sufre la Pasión a causa de nuestras rebeliones, nuestra in­diferencia y nuestras infidelidades?

Niño Adoración Eucarística (ft img)

Con demasiada frecuencia vivimos tanto en la superficie de noso­tros mismos que no comprendemos lo que celebramos. La falta de fe en la Eucaristía, presencia real de Cristo, puede llevar al sacrilegio. Jesús queda aislado por el creciente odio de los fariseos, que forman en su contra una coalición cada vez más poderosa, obligando a sus oyentes a separarse de Él. Hoy hay cristianos que se alian para alejar a Dios y su doctrina de quienes buscan sinceramente la verdad. Él se queda cada vez más solo en medio de hombres que le odian o no sa­ben cómo amarle, porque son incapaces de conocerle tal cual es. Pe­ro siempre habrá un pequeño rebaño deseoso de conocerle y amarle.

Es preciso que los hombres vuelvan a descubrir la Pascua que celebramos en cada una de nuestras Eucaristías. La gracia de la Pascua es un profundo silencio, una paz inmensa y un sabor puro en el alma. Es el sabor del Cielo, ajeno a toda exaltación desorde­nada. La noción de la Pascua no es una embriaguez del espíritu: consiste en el descubrimiento silencioso de Dios. ¡Ojalá cada ma­ñana la misa pudiera ser lo que fue en el Gólgota y en la mañana de Pascua! Ojalá las oraciones pudieran tener la misma luz, ojalá Cristo resucitado pudiera resplandecer siempre en mí en su senci­llez pascual…

La Pascua marca el triunfo de la vida sobre la muerte, la victoria del silencio de Cristo sobre el gran fracaso del odio y la mentira. Cristo entra en el silencio eterno. Ahora la Iglesia debe continuar la misión de Jesús a través del sufrimiento y la muerte diaria vivida en el silencio, la oración, la súplica y una gran fidelidad.

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Fuente: Religión en Libertad


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