A finales de este 2016 culminaría la fase diocesana del proceso de beatificación de Sor Lucía de Jesús, la última de los tres pastorcitos vidente de las apariciones de Fátima. Así lo hizo saber recientemente la hermana Angela Coelho, vice-postuladora de la causa de beatificación, a la oficina de prensa del Santuario de Nuestra Señora de Fátima en Portugal.
Con ello, la culminación de la fase diocesana sería la antesala de las celebraciones del primer centenario de las apariciones marianas que se conmemorarán en 2017. Aunque también está a la espera el proceso de canonización de los otros dos pastorcitos, Francisco y Jacinta, que podría adelantarse en Roma justo para los 100 años de las apariciones.
“No tengo certezas, pero estamos trabajando en este sentido para que se reconozca la complejidad que involucra la historia de vida de Lucía”, precisó la vice-postuladora de la causa, quien además agregó que ésta “es una fase diocesana”, que por tal motivo una decisión de Roma para su beatificación, no estará resuelta antes del centenario.
Dijo también que, como parte del proceso, se está interrogando a los testigos, “personas que la conocían y con quienes convivía”, y que al terminar este año la fase diocesana, el proceso tendrá que ser traducido al italiano, como un requisito de la Congregación para las Causas de los Santos.
“Hay más de 70.000 cartas recibidas y contestadas por la Hermana Lucía desde la década de los 80, procedentes de todas partes del mundo y de los más variados orígenes, desde ciudadanos hasta los Papas, pasando por cardenales, embajadores y otros”.
La religiosa, igualmente comentó que el proceso ha sido complicado, debido al contexto en el que vivió la última vidente de Fátima: “se trata de un proceso complejo por el tiempo en que vivió -de dos guerras mundiales, la guerra civil española, el ascenso y la caída de la ex URSS-, así como por las preocupaciones que llevaba”.
“Creo que en su celda esta religiosa llevaba los dolores del mundo del siglo XX, además del propio dolor personal (…) Por eso, toda la atención que le demos y la seriedad y ponderación con que hagamos este trabajo son fundamentales”.
La vice-postuladora dijo, además, que el proceso se está llevando con sumo cuidado para así dar una declaración de manera inequívoca, por tal razón se cuenta con el apoyo de un grupo de 15 teólogos de varias nacionalidades quienes están dedicando tiempo valioso para avanzar en el proceso y facilitar también el trabajo de Roma.
Lucía de Jesús Rosa dos Santos, nombre de cuna de la hermana Lucía, nació el Aljustrel, Portugal, el 22 de mayo de 1907. Junto con sus primos, Francisco y Jacinta, fue vidente de las apariciones de Nuestra Señora ocurridas en Fátima entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917.
En 1948 ingresa como religiosa de clausura a la Orden del Carmelo Descalzo de Coimbra, profesando sus votos perpetuos al año siguiente. Su muerte ocurre en este lugar en el 2005 cuando tenía 97 años. En febrero de 2006 sus restos son trasladados al Santuario de Fátima, y su causa de Beatificación es abierta el 13 de febrero de 2008 por el Cardenal José Saraiva Martins, Prefecto Emérito de la Congregación para las Causas de los Santos.
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Fuente: Gaudium Press
Oh Nuestra Señora de Fátima, dulcísima Virgen María,
venerada y aclamada en todo el mundo,
que nos dejaste tus mensajes de paz y salvación,
y nos pediste que fuéramos fieles a los Mandato Divinos,
ayúdanos a ser mejores
y a llegar al conocimiento y amor de Jesucristo.
Reina del Rosario y Madre Clemente,
estoy ante ti Virgen mía, porque no te olvido,
estoy aquí Madre porque quiero tenerte presente en mi vida
y acudo a tu amantísimo Corazón lleno de compasión
para que me consigas el alivio para mis necesidades..
Comenzamos rezando: Por la señal de la Santa Cruz…
Señor mío Jesucristo, Dios Hombre verdadero, Creador y Redentor mío. Por ser Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar; apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta, restituir y satisfacer, si algo debiere. Ofrézcoos mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados. Y como os suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita, me los perdonaréis por los merecimientos de vuestra preciosa sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia para enmendarme, y para perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte. Amén.
Oh santísima Virgen María, Reina del Rosario y Madre de misericordia, que te dignaste manifestar en Fátima la ternura de vuestro Inmaculado Corazón trayéndonos mensajes de salvación y de paz. Confiados en vuestra misericordia maternal y agradecidos a las bondades de vuestro amantísimo Corazón, venimos a vuestras plantas para rendiros el tributo de nuestra veneración y amor. Concédenos las gracias que necesitamos para cumplir fielmente vuestro mensaje de amor, y la que os pedimos en esta Novena, si ha de ser para mayor gloria de Dios, honra vuestra y provecho de nuestras almas. Así sea.
Además, dadme la gracia particular que os pido en esta novena (hacer aquí la petición que se desea obtener)
Rezar a continuación la oración del día que corresponda.
………………..
¡Oh Dios, cuyo Unigénito, con su vida, muerte y resurrección, nos mereció el premio de la salvación eterna! Os suplicamos nos concedas que, meditando los misterios del santísimo rosario de la bienaventurada Virgen María, imitemos los ejemplos que nos enseñan y alcancemos el premio que prometen. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén. Rezar tres Avemarías.
Comenzar con el acto de contrición y la oración.
A continuación rezar la oración inicial.
ORACIÓN.
¡Oh santísima Virgen María, Madre de los pobres pecadores!, que apareciendo en Fátima, dejaste transparentar en vuestro rostro celestial una leve sombra de tristeza para indicar el dolor que os causan los pecados de los hombres y que con maternal compasión exhortaste a no afligir más a vuestro Hijo con la culpa y a reparar los pecados con la mortificación y la penitencia. Dadnos la gracia de un sincero dolor de los pecados cometidos y la resolución generosa de reparar con obras de penitencia y mortificación todas las ofensas que se infieren a vuestro Divino Hijo y a vuestro Corazón Inmaculado.
Meditar y rezar la oración final.
Comenzar con el acto de contrición y la oración.
A continuación rezar la oración inicial.
ORACIÓN.
¡Oh santísima Virgen María, Madre de la divina gracia, que vestida de nívea blancura te apareciste a unos pastorcitos sencillos e inocentes, enseñándonos así cuánto debemos amar y procurar la inocencia del alma, y que pediste por medio de ellos la enmienda de las costumbres y la santidad de una vida cristiana perfecta. Concédenos misericordiosamente la gracia de saber apreciar la dignidad de nuestra condición de cristianos y de llevar una vida en todo conforme a las promesas bautismales.
Meditar y rezar la oración final.
Comenzar con el acto de contrición y la oración.
A continuación rezar la oración inicial.
ORACIÓN.
¡Oh santísima Virgen María, vaso insigne de devoción!, que te apareciste en Fátima teniendo pendiente de vuestras manos el santo Rosario, y que insistentemente repetías: «Orad, orad mucho», para alejar por medio de la oración los males que nos amenazan. Concédenos el don y el espíritu de oración, la gracia de ser fieles en el cumplimiento del gran precepto de orar, haciéndolo todos los días, para así poder observar bien los santos mandamientos, vencer las tentaciones y llegar al conocimiento y amor de Jesucristo en esta vida y a la unión feliz con Él en la otra.
Meditar y rezar la oración final.
Comenzar con el acto de contrición y la oración.
A continuación rezar la oración inicial.
ORACIÓN.
¡Oh santísima Virgen María, Reina de la Iglesia!, que exhortaste a los pastorcitos de Fátima a rogar por el Papa, e infundiste en sus almas sencillas una gran veneración y amor hacia él, como Vicario de vuestro Hijo y su representante en la tierra. Infunde también a nosotros el espíritu de veneración y docilidad hacia la autoridad del Romano Pontífice, de adhesión inquebrantable a sus enseñanzas, y en él y con él un gran amor y respeto a todos los ministros de la santa Iglesia, por medio de los cuales participamos la vida de la gracia en los sacramentos.
Meditar y rezar la oración final.
Comenzar con el acto de contrición y la oración.
A continuación rezar la oración inicial.
ORACIÓN.
¡Oh santísima Virgen María, salud de los enfermos y consoladora de los afligidos!, que movida por el ruego de los pastorcitos, obraste ya curaciones en vuestras apariciones en Fátima, y habéis convertido este lugar, santificado por vuestra presencia, en oficina de vuestras misericordias maternales en favor de todos los afligidos. A vuestro Corazón maternal acudimos llenos de filial confianza, mostrando las enfermedades de nuestras almas y las aflicciones y dolencias todas de nuestra vida. Echad sobre ellas una mirada de compasión y remediadlas con la ternura de vuestras manos, para que así podamos serviros y amaros con todo nuestro corazón y con todo nuestro ser.
Meditar y rezar la oración final.
Comenzar con el acto de contrición y la oración.
A continuación rezar la oración inicial.
ORACIÓN.
¡Oh santísima Virgen María, refugio de los pecadores!, que enseñaste a los pastorcitos de Fátima a rogar incesantemente al Señor para que esos desgraciados no caigan en las penas eternas del infierno, y que manifestaste a uno de los tres que los pecados de la carne son los que más almas arrastran a aquellas terribles llamas. Infundid en nuestras almas un gran horror al pecado y el temor santo de la justicia divina, y al mismo tiempo despertad en ellas la compasión por la suerte de los pobres pecadores y un santo celo para trabajar con nuestras oraciones, ejemplos y palabras por su conversión.
Meditar y rezar la oración final.
Comenzar con el acto de contrición y la oración.
A continuación rezar la oración inicial.
ORACIÓN.
¡Oh santísima Virgen María, Reina del purgatorio!, que enseñaste a los pastorcitos de Fátima a rogar a Dios por las almas del purgatorio, especialmente por las más abandonadas. Encomendamos a la inagotable ternura de vuestro maternal Corazón todas las almas que padecen en aquel lugar de purificación, en particular las de todos nuestros allegados y familiares y las más abandonadas y necesitadas; alíviales sus penas y llévalas pronto a la región de la luz y de la paz, para cantar allí perpetuamente vuestras misericordias.
Meditar y rezar la oración final.
Comenzar con el acto de contrición y la oración.
A continuación rezar la oración inicial.
ORACIÓN.
¡Oh santísima Virgen María!, que en vuestra última aparición te diste a conocer como la Reina del Santísimo Rosario, y en todas ellas recomendaste el rezo de esta devoción como el remedio más seguro y eficaz para todos los males y calamidades que nos afligen, tanto del alma como del cuerpo, así públicas como privadas. Infundid en nuestras almas una profunda estima de los misterios de nuestra Redención que se conmemoran en el rezo del Rosario, para así vivir siempre de sus frutos. Concédenos la gracia de ser siempre fieles a la práctica de rezarlo diariamente para honraros a Vos, acompañando vuestros gozos, dolores y glorias, y así merecer vuestra maternal protección y asistencia en todos los momentos de la vida, pero especialmente en la hora de la muerte.
Meditar y rezar la oración final.
Comenzar con el acto de contrición y la oración.
A continuación rezar la oración inicial.
ORACIÓN.
¡Oh santísima Virgen María, Madre nuestra dulcísima!, que escogiste a los pastorcitos de Fátima para mostrar al mundo las ternuras de vuestro Corazón misericordioso, y les propusiste la devoción al mismo como el medio con el cual Dios quiere dar la paz al mundo, como el camino para llevar las almas a Dios, y como una prenda suprema de salvación. Haced, ¡oh Corazón de la más tierna de las madres!, que sepamos comprender vuestro mensaje de amor y de misericordia, que lo abracemos con filial adhesión y que lo practiquemos siempre con fervor; y así sea vuestro Corazón nuestro refugio, nuestro consuelo y el camino que nos conduzca al amor y a la unión con vuestro Hijo Jesús.
Meditar y rezar la oración final.
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Fuente: Devocionario Católico
Apenas unas semanas antes, el 10 de diciembre de 1925, la Virgen se apareció también a la joven religiosa pidiéndole que extendiera la devoción de los cinco primeros sábados del mes.
Unos meses más tarde de la aparición del Niño Jesús la joven novicia fue trasladada a Tuy, localidad gallega fronteriza con Portugal, donde tendría una nueva aparición, en este caso de la Santísima Trinidad y también de la Virgen, en este caso con su Inmaculado Corazón, en el que insistía en la devoción de los cinco primeros sábados del mes.
Ya en 1948, sor Lucía volvió a Portugal para ingresar en un convento carmelita de Coimbra, donde murió en 2005 a los 97 años.
Pese a la importancia de las apariciones a sor Lucía en España, estas son a día de hoy bastante desconocidas por los católicos en España, y en general en todo el orbe. Su contenido es relevante y más cuando la aparición del Niño Jesús es única en el entorno de las apariciones relacionadas con Fátima.
La aparición de 1926 en Pontevedra no se entiende sin explicar que desde hacía unos meses se encontraba con un niño en las cercanías del convento. Y entonces, el 15 de febrero, sor Lucía volvió a encontrarse con el pequeño y le preguntó si se había aprendido las oraciones que en otras ocasiones le había ido enseñando.
“¿Y tú has propagado por el mundo aquello que la Madre del Cielo te pedía?”, le contestó el niño. En aquel instante supo que se trataba del Niño Jesús.
El Niño pidió a sor Lucía que hiciera lo que su Madre le había pedido en su aparición: extender la devoción de los cinco primeros sábados de mes. Esta petición se hizo porque muchas personas comenzaban esta devoción, pero pocas la terminaban.
Al igual que la aparición anterior de la Virgen semanas antes, de nuevo sor Lucía habló con su confesor en Pontevedra sobre esta aparición. Para cerciorarse, el sacerdote le hizo varias preguntas, entre ellas, por qué debían ser cinco sábados.
Sor Lucía pidió una respuesta al Señor y éste le contestó que “la devoción de los cinco sábados se debe a que hay cinco tipos de ofensas y blasfemias contra el Inmaculado Corazón de María”.
Las blasfemias son estas:
-Contra su Inmaculada Concepción.
-Contra su Virginidad Perpetua.
-Contra su Divina Maternidad al rechazar reconocerla como Madre de todos los hombres.
-Las ofensas de aquellos que tratan de sembrar públicamente en los corazones de los niños indiferencia o incluso odio a la Virgen.
-Las ofensas de quienes la ultrajan en sus santas imágenes.
Esta fue la segunda y última aparición que tuvo la vidente de Fátima en el Santuario de las Apariciones. Sin embargo, este edificio donde se produjeron mensajes de gran transcendencia para los católicos se encuentra en estos momentos en un estado ruinoso.
Requiere de una reconstrucción de gran alcance. Allí viven hoy unas religiosas de Nuestra Señora de Matará (de la familia del Verbo Encarnado) que custodian el lugar y requieren ayuda para hacerlo accesible y visitable.
Con motivo del próximo centenario de las apariciones se ha convocado a una gran recaudación de fondos mundial para que en 2025 se pueda celebrar la efeméride con el santuario rehabilitado.
Hay varias entidades impulsando la reconstrucción de este santuario, que necesita una inversión importante y muchos donativos generosos. La Fundación Cari Filii colabora. Uno de los impulsores del proyecto es el sacerdote Javier Siegrist, con parroquianos de la Parroquia Santo Cristo de la Misericordia, de Boadilla del Monte (Madrid). El padre Siegrist explica que este lugar es fundamental para el catolicismo español pues “es uno de los sitios donde ha habido una presencia más fuerte y más real de la Virgen. No podemos permitir que se lo lleve por delante la ruina”.
El coste de la primera fase de la reforma supera los 400.000 euros. Incluye el cambio de cubierta y arreglo de todo el piso superior, donde se produjo la aparición. Además, la última licencia del edificio es de 1927, han cambiado las leyes y las exigencias que se requieren en un gran edificio, y ponerlo al día requiere importantes reformas.
“Entre todos podemos reconstruir el Fátima español, donde el Cielo se hizo presente en la tierra y culminó el mensaje de Fátima”, exhortan los impulsores.
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Fuente: Cari Filiii
Te presentamos una película sobre las apariciones de 1917 a Lucia dos Santos y a sus primos San Francisco y Santa Jacinta Marto. Se titula Fátima, ha sido dirigida por Marco Pontecorvo y cuenta con la participación musical de Andrea Bocelli.
En 1917, tres niños de la ciudad de Fátima, en Portugal, dijeron que se les estaba apareciendo la Virgen María. Hoy, 100 años más tarde, su historia continúa impactando al mundo.
La película “Fátima” cuenta la historia de los hermanos Francisco y Jacinta, y de su prima, Lucía. Eran muy pequeños cuando vivieron las apariciones de la Madre de Jesús.
“¿Quién eres?”
“Vengo del Cielo”.
La película muestra la reacción de la gente cuando los pequeños revelaron su secreto. Algunos respondieron con escepticismo. Otros, con ira.
“Es pecado mentir”.
“Es la verdad, mamá. Ella era tan real como tú”.
“¿Por qué la Madre de Dios te elegiría? ¿Qué te hace tan especial?”
Muchos otros, se sintieron inmediatamente atraídos por el misterio de la Señora de la que hablaban los niños.
“He venido por la vidente”.
En aquel entonces, miles de peregrinos se pusieron en marcha hacia Fátima, esperando ver un milagro. Lo que presenciaron allí les cambiaría para siempre.
La película está dirigida por Marco Pontecorvo. Andrea Bocelli presta su voz para la banda sonora y canta la canción “Gratia Plena”.
“Lo único que necesitas decir ahora es que te lo inventaste todo”.
El mensaje de la Virgen de Fátima sigue fascinando a muchas persones. La Iglesia reconoció que eran verdaderas y la ciudad se convirtió en uno de los lugares de peregrinación más populares del mundo. Cada año atrae a cinco millones de visitantes.
En 2017, el Papa Francisco viajó hasta allí en el 100 aniversario de las apariciones.
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Fuente: Rome Reports
«Quiero que recéis el rosario y aprendáis a leer», anunció la Virgen de Fátima a los tres pastorcitos el 13 de junio de 1917. También anunció que «pronto» se llevaría a Francisco y Jacinta al cielo. «¿Quedo aquí solita?», preguntó Lucía. «No hija. Yo nunca te dejaré», respondió la Señora
Lucía dos Santos y los santos Francisco y Jacinta Marto llevaban un mes esperando que llegara el 13 de junio de 1917. La Señora, que se les había aparecido el 13 de mayo en Cova de Iría, les había dicho que volvería ese día.
A pesar de las primeras incomprensiones y en particular de los intentos de la madre de Lucía de que la niña se desdijera de lo que había contado, ese día esperaban junto a los pastorcitos, en el campo, unas 50 o 60 personas.
«Después de rezar el rosario —contó Lucía años después en sus memorias— vimos de nuevo el reflejo de la luz que se aproximaba, y que llamábamos relámpago, y en seguida a Nuestra Señora sobre la encina, todo como en mayo».
Los espectadores notaron que mientras los pastorcitos dialogaban con la Virgen, la luz del sol se oscureció. Otros dijeron que la copa de la encina, cubierta de brotes, pareció curvarse como bajo un peso, un poco antes de que Lucía hablara.
«—¿Usted qué es lo que me quiere? —pregunté-
– Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene, que recéis el rosario y que aprendáis a leer. Después diré lo que quiero.
—Pedí la cura para un enfermo.
– Si se convierte, se curará durante el año.
– Quería pedirle que nos llevara para el Cielo.
– Sí; Jacinta y Francisco me los llevo en breve. Pero tú quedas aquí algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para hacerme conocer y amar. Él quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. [A quien la abrace, promete la salvación; y serán queridas de Dios estas almas, como flores puestas por Mi adornando su Trono].
– ¿Quedo aquí solita? – pregunté, con pena.
– No, hija. ¿Y tú sufres mucho? No desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios.
Fue en el momento en el que dijo estas últimas palabras cuando abrió las manos y nos comunicó, por segunda vez, el reflejo de esa luz inmensa. En ella nos veíamos como sumergidos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de esa luz que se elevaba hacia el Cielo y yo en la que se esparcía sobre la tierra. Enfrente de la palma de la mano derecha de Nuestra Señora, estaba un corazón rodeado de espinas que parecían estar clavadas. Comprendimos que era el Inmaculado Corazón de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, que quería reparación.»
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Fuente: Alfa y Omega
El Papa Francisco decidió conceder indulgencia plenaria durante todo el Año Jubilar para conmemorar las apariciones de Fátima en 1917. Las condiciones habituales son confesarse, comulgar y rezar por las intenciones del Santo Padre.
Los peregrinos van a Fátima y participan en una celebración u oración dedicada a la Virgen, además de rezar el Padrenuestro, recitar el Credo e invocar a la Madre de Dios.
Los fieles piadosamente ganan las indulgencias visitando con devoción una imagen de Nuestra Señora de Fátima expuesta a la veneración pública en cualquier templo, oratorio o local adecuado en los días 13 de cada mes desde mayo hasta octubre de 2017, y participen allí devotamente en alguna celebración u oración en su honor.
Deben rezar además un Padrenuestro, el Credo e invocar a la Virgen de Fátima.
Se aplica a las personas que por la edad, enfermedad u otra causa grave estén impedidos de movilizarse.
Pueden obtener las indulgencias rezando ante una imagen de la Virgen de Fátima, uniéndose espiritualmente a las celebraciones de los días 13 de cada mes, entre mayo y octubre de 2017.
También deben ofrecer con confianza a Dios sus oraciones y dolores, y los sacrificios de su propia vida, a través de la Santísima Virgen.
En muchos casos en la Iglesia hay una cortina de silencio sobre este tema por dos razones:
—Su rechazo por las iglesias reformadas que no reconocen los sacramentos y en especial el de la reconciliación
— Así como algunos trabajos históricos sobre la Edad Media, que les ha considerado como ‘abusos de la devoción’’, que surgieron junto con la llamada “invención medieval del Purgatorio”.
Pero no fue en la Edad Media, ni durante el Concilio de Trento, y ni en la Contrarreforma que le siguió que la Iglesia montó una de sus más completas defensas sobre las indulgencias.
Ese año, el Papa Pablo VI publicó su Encíclica Indulgentiarum Doctrina, que reformó las indulgencias. El resultado de todo esto es que si quieres estar comprometido con lo que la Iglesia enseña y practica en un mundo post-Vaticano II, las indulgencias son parte del paquete y no un resabio medieval.
Pablo VI define una indulgencia como la remisión de la pena temporal del pecado.
Ahora, en el gran esquema, las indulgencias pueden parecer a algunos como una prioridad mucho más baja que otras cosas, como el perdón, para tomar un ejemplo obvio.
Pablo VI muestra que las indulgencias están profundamente arraigadas en las enseñanzasfundamentales de la Iglesia.
Las tres enseñanzas están operando en la doctrina de las indulgencias. Una indulgencia ocurre cuando la Iglesia, usando su autoridad dada por Dios, recurre al tesoro de los méritos para remitir la pena temporal del pecado.
Todo pecado, de hecho, causa una perturbación en el orden universal establecido por Dios en su inefable sabiduría y caridad infinita.
Y la destrucción de valores inmensos con respecto al pecador mismo y a la comunidad humana.
Los cristianos a lo largo de la historia siempre han considerado el pecado como una transgresión de la ley divina.
Y también como una rebeldía o indiferencia de la amistad entre Dios y el hombre.
La existencia de un castigo real refuerza esto: el Infierno, la condena eterna, y el Purgatorio para la purificación.
Agrega Pablo VI:
“La existencia misma y la gravedad del castigo nos permiten entender la estupidez y la malicia del pecado y sus consecuencias perjudiciales”.
Hay una “solidaridad sobrenatural” entre hombres y mujeres. En la que “el pecado de uno perjudica a los demás, así como la santidad de uno también beneficia a los demás”.
Las santas vidas de los santos construyen lo que tradicionalmente se ha descrito como el “tesoro de los méritos”. Este tesoro consiste en el “valor infinito e inagotable de la expiación y los méritos” de Cristo.
Y María y todos los santos también contribuyen a ello a través de sus buenas obras, según Pablo.
Según el catecismo, un acto de penitencia – asignado a un pecador arrepentido por un confesor – hace satisfacción por el pecado y cura el daño que causó. Un principio similar está detrás de las indulgencias.
Uniendo los tres conceptos, se produce una indulgencia cuando la Iglesia, usa la autoridad dada por Dios, y recurre al tesoro de los méritos para remitir la pena temporal del pecado. O dicho de otro modo, las indulgencias son la remisión ante Dios de la pena temporal merecida por los pecados ya perdonados en cuanto a la culpa.
Los cuales el fiel, obtiene para sí mismo o para los difuntos cumpliendo determinadas condiciones.
Mediante el ministerio de la Iglesia, que como dispensadora de la redención, distribuye el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos.
Pongámoslo ahora en la base doctrinal más amplia para que quede más claro. El pecado grave nos hace incapaces de la vida eterna, cuya privación se llama pena eterna. Tanto la culpa como la pena eterna son perdonadas por el Sacramento de la Reconciliación o Confesión recibido con las debidas disposiciones.
Pero además de la pena eterna, el pecado nos hace merecer una pena temporal (o castigo) que es acumulativa. Pues mientras más pecados cometamos, aunque ya los hayamos confesado, más pena temporal se acumula.
Piensa en el accidente de automóvil que ejemplificamos antes. Por lo tanto, para poder llegar a la presencia de Dios, habrá que purificarse, purgar esa pena, pagar esa deuda, lo cual se hace en el Purgatorio.
Existe un camino para lograrlo, y es mucho menos doloroso que ir al Purgatorio. Se trata de la remisión anticipada, aquí en la tierra, de esa pena temporal, mediante:
Por lo tanto tenemos que: Las indulgencias tienen un carácter liberador, porque liberan al pecador de la pena temporal Ante Dios, que es quien concede el perdón. Sólo puede ganar la indulgencia quien sea un fiel cristiano y esté en comunión con la Iglesia. Cumpliendo ciertas condiciones que señala la Iglesia, cuya mediación nos permite obtener la indulgencia.
Donde la Iglesia aplica los méritos de Cristo, de María Santísima y de los Santos. Y por la Comunión de los Santos y por la autoridad recibida de su Divino Fundador puede distribuir los mérito sobreabundantes de Cristo, de María Santísima y de los Santos, a los pecadores y a las almas del Purgatorio que los necesiten, a través precisamente de las indulgencias.
¿Qué debemos hacer exactamente para recibir una indulgencia?
En primer lugar, uno debe estar debidamente preparado o dispuesto. En palabras de Pablo VI, los que buscan indulgencias deben “amar a Dios, detestar el pecado, depositar su confianza en los méritos de Cristo y creer firmemente en la gran ayuda que derivan de la Comunión de los Santos”.
Las indulgencias pueden ser, según el canon 993 del Código de Derecho Canónico:
Y según el canon 994 del Código de Derecho Canónico, las indulgencias, tanto parciales como plenarias, pueden ser aplicadas a los difuntos.
Lo cual acorta su tiempo de purificación en el purgatorio e incluso pueden darlo por concluido y ayudarles a llegar inmediatamente a la presencia de Dios.
La encíclica de Pablo fue publicada antes de una nueva edición de un compendio de la Iglesia sobre los actos indulgenciados, conocido como Enchiridion Indulgentiarium.
Las condiciones generales para ganar las indulgencias plenarias (cfr. Const. Apost. Indulgentiarum doctrina de Pablo VI, 1 de enero de 1967) son:
La condición de orar por las intenciones del Sumo Pontífice se cumple plenamente recitando un Padrenuestro y un Ave María por sus intenciones; aunque cada fiel puede rezar otra oración, según su devoción y piedad por el Romano Pontífice.
Las condiciones pueden cumplirse algunos días antes o después de la ejecución de la obra prescrita. Pero es conveniente que la comunión y la oración por las intenciones del Sumo Pontífice se realicen el mismo día en que se haga la obra.
Sin embargo, con una sola confesión sacramental se pueden ganar muchas indulgencias plenarias; en cambio, con una sola comunión eucarística y con una sola oración por las intenciones del Sumo Pontífice solamente se puede ganar una indulgencia plenaria.
Pero también se pueden ganar indulgencias mediante diversos actos piadosos.
Para resumir brevemente, el acto por el cual se puede obtener una indulgencia esencialmente se reduce a una oración o un cierto acto de piadoso, más las que dijimos arriba.
Ejemplos de oración incluyen: el Memorare, el Salmo 50, y ciertas novenas. Cantar ciertos himnos, como Tantum Ergo o incluso repetir ciertas frases piadosas también califican. Actos piadosos que son indulgenciados incluyen: visitar una Catacumba, detenerse en un Cementerio, o ir a una Iglesia en el Día de los Muertos, Adoración al Santísimo Sacramento durante media hora por lo menos, Lectura de la Sagrada Escritura durante media hora por lo menos, Rezo del Via Crucis, Rezo del Santo Rosario en una Iglesia u oratorio público, o en Familia, o en una comunidad religiosa o asociación piadosa.
Estos ejemplos de indulgencias sugieren uno de los propósitos detrás de la práctica, y no es sólo la remisión de la pena temporal del pecado. Las indulgencias también son una forma en que la Iglesia ayuda a los fieles a priorizar qué oraciones y prácticas devocionales son más importantes.
Como dice Pablo:
“Les recuerda constantemente aquellas cosas a las que hay que dar preferencia porque son necesarias o al menos mejores y más eficaces para alcanzar la salvación”.
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Fuente: Foros de la Virgen
Claro, es que ellos fueron creados en un mundo distinto, y no pueden comprender el sentimiento de anhelo que se despierta al ver en el cine de esa época, el reflejo de un mundo mucho más sano.
¡Es que me estoy poniendo viejo, sin dudas!
Hoy quiero compartir con ustedes una maravilla que he descubierto en ese mundo inagotable que es internet. Una viejísima película que narra el Milagro de Fátima. Los invito a sentarse tranquilos, y disfrutar la frescura de la historia más extraordinaria del siglo XX, la aparición de la Virgen en Fatima. Que la disfruten, con una sonrisa en la mirada, y con esperanza en el corazón.
Fátima está más presente que nunca, en este mundo que aún no terminado de comprender la maravilla que se derramó sobre la Cova de Iría en aquel difícil mundo de 1917.