poeta – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Sun, 18 Nov 2018 18:44:04 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 El poeta y pintor, David Jones, se convirtió en una misa de campaña https://www.reinadelcielo.org/el-poeta-y-pintor-david-jones-se-convirtio-en-una-misa-de-campana/ Sun, 18 Nov 2018 18:44:04 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=17400

David Jones (1895-1974) se convirtió al catolicismo tras contemplar una escondida misa de campaña durante la batalla del Somme, y en sus últimos años dio la batalla por la conservación de esa misma misa. La fama como pintor y poeta modernista le acompañó en vida, pero no ha logrado el mismo reconocimiento público que otros grandes literatos conversos de su tiempo. K.V. Turkey contribuye a remediar esa injusticia con un reciente artículo en Crisis Magazine:

Reconocimiento a un artista católico muy olvidado

Contrariamente a lo que pasó con Waugh, Greene y Tolkien, David Jones no es un nombre que citen muchos católicos interesados en el renacimiento literario católico del siglo XX. Y es una pena. No sólo por los triunfos literarios y artísticos que alcanzó Jones a mediados del siglo pasado, sino porque este talentoso y versátil erudito fue un converso devoto que comprendió su arte a la luz de la Encarnación, y que escribió sobre el arte como si fuera un sacramento.

David Jones. Engraver, Soldier, Painter, Poet [David Jones. Grabador, soldado, pintor, poeta], obra escrita por Thomas Dilworth, es la biografía más reciente y definitiva sobre Jones, y despertará un renovado interés por los distintos aspectos de la creatividad de este londinense.

David Jones nació en 1895, hijo de madre cockney [londinense del este obrero] y padre galés. Londres y Gales tuvieron un papel fundamental en su formación: emocional, cultural e intelectualmente. Su típica infancia eduardiana acabó abruptamente, como sucedió para muchos, con el inicio de la Primera Guerra Mundial. Con sólo dieciocho años, Jones se enroló en el Batallón Galés de Londres de los Reales Fusileros Galeses. Pasó 117 semanas en el frente occidental, mucho más que cualquier otro escritor británico. Sus experiencias de guerra le marcaron, y le persiguieron el resto de su vida. Dilworth escribe que incluso en 1971, Jones seguía diciendo que sus experiencias, sobre todo lo que vivió en el Somme en 1916, fueron tan terribles que “mi mente no puede liberarse de ellas”. Según Dilworth, las fobias que Jones desarrolló a lo largo de los años tienen su origen en el horror de las trincheras.

Algo más sucedió en el Somme, aunque esto, probablemente, tuvo un impacto más profundo en la vida de Jones, más que cualquier otra cosa que le hubiera pasado antes o que le pasó después: participar en una misa por primera vez.

Un domingo lluvioso en que estaba fuera de servicio, el fusilero Jones caminaba por la retaguardia buscando leña para el fuego. Llegó a un establo donde pensó que tal vez encontraría algo de madera. Ojeando a través de la empalizada, vio dos velas y un hombre vestido con hábitos litúrgicos frente a una pila de cajas de munición cubierta con una tela blanca. Media docena de hombres le rodeaban, arrodillados. De repente, el tintineo de una campana rasgó el silencio, seguido por unas palabras en latín, pronunciadas con suavidad. Jones sintió “maravilla” ante esta escena: se dio cuenta de que era una misa católica, que se estaba celebrando en el frente.

Misa en la guerra

Aunque menos nutrida, la escena que presenció el soldado David debió ser similar a ésta.
Aquí puedes ver doce imágenes de misas de campaña durante la Primera Guerra Mundial.

Jones había crecido en un hogar cristiano. Su madre era anglicana, su padre era inconformista [miembros puritanos integrados en la Iglesia anglicana y que, a pesar de su pertenencia a esta Iglesia, no aceptan todos sus preceptos]. Jones tenía, por lo tanto, un excelente conocimiento de la Escritura adquirido desde su tierna infancia: según Dilworth, tan bueno, si no mejor, que cualquier otro escritor importante del siglo XX. Sin embargo, en el periodo en que Jones “vio” por primera vez una misa, ya se sentía atraído intelectual y estéticamente por el catolicismo. Ese instante de sacramentalidad no buscada le impresionó profundamente. Nunca lo olvidó. De hecho, sus ideas posteriores sobre el arte como “sacramento” fueron su norte constante.

Después de la guerra, Jones volvió a Londres, donde se inscribió en la Westminster Art School. Poco tiempo después, empezó a ir a misa a diario a la catedral de Westminster, donde admiraba las Estaciones del Via Crucis, obras del escultor y artista Eric Gill (1882-1940), realizadas hacía poco.

El sacerdote que recibió, al cabo de un tiempo, a Jones en la Iglesia en 1921 fue el padre John O’Connor, el mismo que había sido el instrumento para la conversión de G.K. Chesterton y que este escritor utilizó como modelo para su detective de ficción, el padre Brown. Fue el padre O’Connor quien puso en contacto a Jones y a Gill.

Cuando se convirtió al catolicismo, Jones se fue a vivir a la colonia de artistas fundada por Gill. Esta comunidad semi-monástica conocida como el Guild of St Joseph and St Dominic [el Gremio de San José y Santo Domingo] estaba situada en Ditchling, en Sussex. Durante su estancia, Jones aprendió varias expresiones artísticas, como el grabado y la pintura y, además, vio qué era el catolicismo como estilo de vida.

gill_jones_capel_y_ffin

Eric Gill y David Jones, junto con otros artistas con inquietudes espirituales, también convivieron en el monasterio de Capel-y-ffin, en la frontera entre Gales e Inglaterra. Jones plasmó en un cuadro su visión del lugar (ver abajo el vídeo).

Al cabo de un tiempo, en 1924, Jones dejó el Gremio -algunos de los componentes se habían trasladado de Sussex a Gales- y volvió a Londres. Este periodo está caracterizado por un cambio gradual en la dirección artística de Jones. A partir de entonces, relata Dilworth, su obra sufre una serie de cambios en el tono, desde la escultura hasta la pintura y la poesía.

Triunfo con los amigos, fracaso con las mujeres

David Jones: Engraver, Soldier, Painter, Poet es también un libro bellamente realizado, con muchas reproducciones del trabajo artístico y los grabados de Jones. También hay muchas fotografías de los lugares y las personas que formaron parte de la vida del artista, lo que enriquece mucho el texto. Dilworth hábilmente sitúa a Jones en su tiempo, y esto es especialmente sorprendente cuando el autor presenta las distintas figuras públicas que conocieron a Jones y fueron sus amigos.

Aunque Jones vivía modestamente, con una aparente distancia monástica de las posesiones y la riqueza, era un visitante bienvenido y amado en las casas de los ricos y poderosos, desde Downing Street al Palacio de Buckingham, pasando por la casa de T.S. Eliot (su editor en Faber and Faber). En los últimos veinte años de su vida, a partir de los años 50 en adelante, Jones vivió en una habitación parecida a una celda monástica en Harrow, en el noroeste de Londres. Y, sin embargo, esta minúscula habitación de una casa compartida fue testigo de una procesión constante de compositores, poetas, estrellas de cine, actores, artistas, escritores y políticos que iban a visitar a Jones.

Cuando Stravinsky le visitó en su fría habitación, se quedó profundamente impresionado y salió diciendo: “He estado en presencia de un hombre santo”. Jones tenía el don de la amistad y tenía amigos en todo el espectro social, algo realmente notable si se tiene en cuenta, tal como observa Dilworth, que sufría de agorafobia, a la que se añadieron ataques de pánico en los últimos años de su vida, algo que le hacía vulnerable a la tentación de retirarse totalmente del mundo.

Las relaciones ardientes y, a menudo, emocionalmente tensas (por su parte) de Jones con las mujeres están descritas con sensibilidad. Ninguna terminó en matrimonio. Muy pronto en su vida Jones se dio cuenta de que era temperamentalmente inadecuado para el matrimonio, algo con lo que las mujeres de su vida llegaron a estar de acuerdo.

Durante los años que pasó en Ditchling, y posteriores, Jones tuvo una relación intensa, pero a la larga infeliz, con la hija de Gill, Petra. Este patrón se repitió a lo largo de su vida: devoción pasional por su parte, seguida del matrimonio, a su debido tiempo, de la mujer amada con otro. El bienestar emocional de Jones era frágil, y esta intensidad romántica lo ponía de relieve. Era inevitable que, después de estas experiencias, apareciera un periodo de depresión.

A diferencia de muchos artistas, y sobre todo poetas, Jones obtuvo reconocimiento durante su vida y recibió varios premios, además de una pensión del estado por su servicio a la literatura. Excepcionalmente también, los poetas contemporáneos suyos le trataban como a una celebridad. Eliot era un gran admirador suyo y de su obra In Parenthesis (1937) escribe que es “obra de un genio”. W.H. Auden pensaba que su largo poema eucarístico The Anathemata (1952) era “el mejor poema escrito en inglés de este siglo”. Todas estas alabanzas no cambiaron para nada a Jones. Él siguió pintando, escribiendo, dibujando y rezando.

Jones fue silenciosamente devoto durante toda su vida. Dilworth, en su biografía, nos cuenta su participación en la misa cada domingo y en la confesión, nos habla de su usado libro de oraciones y su misal, de su amor por la liturgia en latín. Jones lamentaba los cambios litúrgicos introducidos en la era posconciliar, echaba de menos las formas musicales y el silencio de la “misa antigua”. De hecho, Jones fue uno de los firmantes de lo que llegó a conocerse informalmente como The Agatha Christie Indult -el permiso de 1971 de seguir celebrando la misa tridentina en Inglaterra-, llamado así porque se dice que el Papa Pablo VI inmediatamente aceptó la petición al ver, entre otros, el nombre de la famosa escritora de novelas de misterio.

Cristo de David JonesLa petición a Pablo VI decía: “Este rito, en su espléndido texto latino, ha inspirado multitud de inestimables obras artísticas: no solo obras místicas, sino también obras de poetas, filósofos, músicos, arquitectos, pintores y escultores de todas las naciones y épocas. Por tanto, pertenece a la cultura universal no menos que a los eclesiásticos y personas formalmente cristianas… Los signatarios de este llamamiento… quisieran llamar la atención de la Santa Sede sobre la terrible responsabilidad en la que incurriría ante la historia del espíritu humano si rechazase permitir la supervivencia de la misa tradicional”. Lo firmaban personas católicas y no católicas, entre ellas escritores como Agatha Christie, Iris Murdoch, Graham Greene, Robert Graves o el propio David Jones, músicos como Vladimir Ashkenazy y Yehudi Menuhim, estudiosos como Harold Acton o Malcolm Muggeridge… La iniciativa logró su objetivo solo in extremis y a medias, pues se limitó a Inglaterra. Pincha aquí para leer una historia de los hechos y ver la lista completa de firmantes.

En David Jones: Engraver, Soldier, Painter, Poet, Dilworth consigue unir la vida privada de David Jones, el hombre, con la vida pública de Jones, el artista, en un todo identificable y ameno. Dilworth está bien dispuesto hacia la figura de Jones, aunque no está ciego a las fobias y excentricidades del artista. Sobre la cuestión del catolicismo de Jones, el retrato que hace Dilworth del artista es total: Jones es un pecador y también un devoto, un creyente que lucha, de vez en cuando, para dar sentido a su fe, una persona que, hasta el final, -murió en 1974-, nunca perdió ese sentido del asombro por el misterio que vio por primera vez en un campo de batalla, mientras se celebraba la misa.

“El Sanctus Christus de Capel-y-ffin”, cuadro de 1925. Fuente: Tate.

Dilworth sostiene que David Jones era un original británico sui generis. Tal vez por esta razón Jones sigue estando olvidado hoy en día. Incluso quienes están interesados en la poesía inglesa del siglo XX raramente leen sus libros. Como mucho, es una figura de culto para unos pocos. Y, sin embargo, Dilworth sostiene que el lugar de Jones está entre las grandes figuras literarias de la era moderna: Joyce, Eliot y Pound. Dilworth concluye su biografía declarando que Jones “tal vez sea el modernista [literariamente hablando] británico más destacado” y que su “vida creativa es probablemente el mayor logro existencial del modernismo internacional”. Estas afirmaciones son especialmente interesantes dado el catolicismo sincero y manifiesto de Jones, un rasgo claramente evidente en toda su obra y, gracias a esta biografía, un rasgo que será objeto de futuras investigaciones.

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Fuente: Religión en Libertad
Traducción de Elena Faccia Serrano


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«León Felipe», el poeta republicano, dio un salto y cayó en el regazo de Dios https://www.reinadelcielo.org/leon-felipe-el-poeta-republicano-dio-un-salto-y-cayo-en-el-regazo-de-dios/ Fri, 26 Oct 2018 17:11:35 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=16946 España y México recuerdan estos días al poeta León Felipe, nacido en Tábara (Zamora) y muerto en México, en el exilio, en septiembre de 1968, hace medio siglo. Siempre escribió con abundante simbología bíblica y cristiana y siempre sintió atracción por el Cristo hombre, desfigurado, hecho payaso, torturado, sufriente. Lo asemejaba a Don Quijote: otra figura salvadora pero cubierta de burlas. Y lo aplicaba a la misma España.

Ernesto Cardenal y el poeta en su vejez, hacia Dios

Solo en sus últimos días dio León Felipe el paso final de confiar en Él como Salvador. Lo contó en “Las ínsulas extrañas: Memorias” el poeta sandinista nicaragüense (y sacerdote de izquierda radical) Ernesto Cardenal. Lo visitó en 1965, cuando era un cura de 40 años recién ordenado. El poeta exiliado español ya tenía 81 años.

 

“León Felipe había cambiado: escribió un poema titulado “El payaso”, dedicado a mí, llamándome su “angelical amigo” y agradeciéndome mi bendición sacerdotal. En el poema dice que ha tenido que llegar a la vejez para averiguar que el poeta es un payaso y que da saltos mortales hasta que una vez da el gran salto inmortal y cae en el regazo de Dios“.

Ese poema, inédito muchos años, es hoy imposible de encontrar en Internet, pero existe. Está en la página 1.025 de la edición de “Poesías Completas” en Visor Libros, recopiladas y comentadas por José Paulino Ayuso y publicada en 2004. Empieza así:

“Mi angélico amigo Ernesto Cardenal acaba de tomar las órdenes sacerdotales y ha venido a México a darme como regalo de Pascuas su primera bendición. He tenido que llegar a la vejez para…”

El tema del payaso lo usó el poeta muchas veces, era una de sus grandes figuras. El salto alocado que lleva a Dios lo usó también en su poema “El Salto” publicado en 1966:

“Nadie sabe cuántas
veces hemos saltado
para llegar aquí,
ni cuántas saltaremos todavía
para llegar a Dios que está
sentado
al final de la carrera…
esperándonos”.

Ángel Martínez Gaiborri

El jesuita poeta Ángel Martínez Baigorri

De ese año de 1965 Cardenal da más datos. “Yo lo visitaba en la ciudad de México y le encantaba que le contara de la vida de los monjes trapenses. Decía que le hubiera gustado ser monje”, explica.

“Uno que contribuyó a que él [León Felipe] cambiara fue el padre Ángel Martínez [el poeta y jesuita navarro Martínez Baigorri]. Se habían conocido por esos días cuando mi llegada a Cuernavaca y se quisieron mucho desde entonces: los dos viejos, los dos españoles y los dos poetas. Le dijo León Felipe:

– ¡Si todos los curas fueran como usted!

Y Ángel:

– ¿Ha tratado usted a muchos?

– No, usted es el primero”.

“Algo después de mi viaje, no me acuerdo cuánto después, murió él. El padre Ángel lo estuvo asistiendo en sus días finales. Y León Felipe se confesó. Una vez que volví a ver a Ángel le pregunté si había recibido los últimos sacramentos, y no me quiso dar detalles. Sólo me dijo: “Recibió todo”. Dio muchos saltos mortales y por último dio un salto inmortal y cayó en el regazo de Dios”, concluye Cardenal.

El padre Ángel Martínez Baigorri, uno de los grandes poetas de la llamada “vanguardia nicaragüense”, moriría 3 años después de morir León Felipe.

Religiosidad y profetismo de exiliado en el poeta

José Ángel Ascunce

José Ángel Ascunce

El especialista en León Felipe, José Ángel Ascunce, habló en septiembre sobre el poeta en el Museo Etnográfico de Castilla y León. Su intervención giró en torno a la religiosidad y el profetismo en la obra del autor nacido en Tábara.

“Hoy en día hablar de religiosidad no está bien visto, pero es clave y fundamental para comprender a León Felipe. Quien no toque este tema difícilmente puede entender la poesía de León Felipe que si por algo destaca es por su compromiso con la verdad”, explica a La Opinión de Zamora Ascunce, autor de una tesis doctoral sobre el poeta.

“Es un lector que se identifica con el lenguaje de la Biblia y que está pensando en los españoles del éxodo por lo que recurre a un lenguaje que les pueda impactar y que pueda llegar a ellos”, añade.

“Es un hombre que ha crecido en una sociedad con una carga religiosa en la escuela, la iglesia y la familia. El ser republicano no implica necesariamente que se sea ateo. El poeta zamorano es muy emotivo y lo que siente le cala de tal manera que lo va a decir. Primero cuando está preso por desfalco tiene tiempo para pensar y para leer. Tiene sus primeros contactos serios con la Biblia, pero cuando realmente asume esa categoría profética y bíblica es cuando termina la Guerra Civil en 1939”, añade.

La poesía militante, política y de guerra, es la peor

“La peor poesía desde un punto de vista estético es la poesía de la guerra. Cuando tiene que amoldar su poesía a las circunstancias bélicas hace una poesía donde tiene lugar la exhortación. Estéticamente es una nulidad, pero sociológicamente se aprecia hasta qué punto la Guerra Civil determina el desgarro emocional de un hombre y la verdad de un pueblo. Incluso a esta poesía de guerra y combate le otorga un sentido religioso. Este poeta nunca puede marginar la categoría religiosa de su poesía”.

Como exiliado, el poeta se siente cercano al pueblo de Israel, también exiliado. “León Felipe, como miles y miles de españoles, tienen que emigrar a un exilio forzoso. En aquel momento realiza una identificación plena del exilio de la España peregrina con el exilio del pueblo israelita. El exilio del pueblo israelita tiene un determinante que es la presencia de los profetas. Gracias a ellos ese pueblo mantuvo la llama de su identidad y comprendió su origen, su destino… la verdad de un pueblo, aunque estuviera en el desierto. León Felipe asume esta categoría. Como poeta se siente como un profeta que tiene que hablar al pueblo del éxodo y del llanto a los españoles de la España peregrina para indicarles la verdad de la contienda civil, el sentido de una derrota y el destino del español y del hombre”.

También desde ese prisma de la España de postguerra usó la imagen de Cristo. “Cristo viene a ser mito antológico para León Felipe porque Cristo representa al Dios que se hizo hombre para que el hombre pudiera llegar a ser Dios, pero al mismo tiempo es el ser crucificado. En la mentalidad de León Felipe, España es el ser crucificado tanto por la Iglesia como por los militares. Existe una identificación plena en su poética entre Cristo y España”.

Y más adelante, el otro inocente cubierto de burlas, el otro payaso heroico: Don Quijote. “Don Quijote es un mito, es una conducta ejemplar que nos enseña qué tenemos que hacer y a dónde tenemos que ir. Una de las preguntas permanentes de León Felipe es quién soy yo. Don Quijote le revela qué es lo que puede ser, qué es lo que puede hacer y a dónde puede ir. Es el idealismo heroico y la entrega”.

Una exposición en Madrid

León FelipeEn la Casa de América de Madrid, con motivo del 50 aniversario, se puede visitar una exposición sobre el poeta hasta el 17 de noviembre (de lines a viernes de 11 a 19.30, los sábados hasta las 15 h.). Su comisario, Alberto Martín, recuerda detalles curiosos, como que la actriz y cantante Sara Montiel confesó en varias ocasiones que León Felipe fue quien realmente la enseñó a leer y escribir en México. Le aconsejaba qué libros leer y cómo hablar en público.

El estallido de la Guerra Civil pilló al poeta en Panamá, pero decidió volver a España. En 1937 dio una conferencia en el cine Coliseum de Barcelona en el que”se mostró muy crítico con la izquierda, tal y como escribió en La insignia: poesía revolucionaria, hasta tal punto de que tuvo que desaparecer por un tiempo amenazado de muerte por los anarquistas”, recuerda Alberto Martín. En el 38, volvió de nuevo a México y ya nunca regresó a España, a la que llevaba en el corazón.

En 1978, al cumplirse 10 años de su muerte, en el joven periódico de izquierdas “El País”, hablaba sobre él su amigo y buen conocedor Alejandro Finisterre, recordando una definición de poeta que León Felipe había dado en el prólogo de “El payaso de las bofetadas” (o en “Drop a star”): «Por hoy, y para mí, la poesía no es más que un sistema luminoso de señales. Hogueras que encendemos aquí abajo entre tinieblas encontradas, para que alguien nos vea, para que no nos olviden. ¡Aquí estamos, Señor!».

El diario boliviano Los Tiempos publicó que, en la mochila del Che Guevara, los que le mataron encontraron un poema escrito de puño y letra del guerrillero muerto, poema dedicado a Cristo. En sus últimos momentos, decía el diario, el revolucionario había sentido la llamada de la fe de su infancia. El poema, en realidad, era del libro de vejez de León Felipe ‘Oh este viejo y roto violín’.

Leyendo los poemas de vejez de León Felipe, su inocente y esperanzada defensa de una confianza infantil, un juego, una rendición esperando la sonrisa de Dios, uno se pregunta qué habría sucedido si un alma así hubiera conocido en profundidad y a tiempo a una Santa Teresita de Lisieux y su “pequeño caminito” espiritual. Al final, se aplica la sabiduría del Reino: “de los que son como niños es el reino de Dios. El que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él”.

¡PERDÓN! ( ¡Oh, este viejo y roto violín! (1966)

Soy ya tan viejo,
y se ha muerto tanta gente a la que yo he ofendido
y ya no puedo encontrarla
para pedirle perdón.

Ya no puedo hacer otra cosa
que arrodillarme ante el primer mendigo
y besarle la mano.
Yo no he sido bueno…
quisiera haber sido mejor.
Estoy hecho de un barro
que no está bien cocido todavía.

¡Tenía que pedir perdón a tanta gente!…
Pero todos se han muerto.
¿A quién le pido perdón ya?
¿A ese mendigo?
¿No hay nadie más en España…
en el mundo,
a quien yo deba pedirle perdón?…

Voy perdiendo la memoria
y olvidando las palabras…
Ya no recuerdo bien…
Voy olvidando… olvidando… olvidando…
pero quiero que la última palabra,
la última palabra, pegadiza y terca,
que recuerde al morir
sea esta: PERDÓN.

Pues ¿no dice este viejo poeta loco
que él es un gran violinista?
(Oh, este viejo y roto violín, 1966, fragmento)

Otras veces digo
que toco peor que el jorobado bizco de los mariachis…
Según me encuentre.
A veces me mueve Dios el codo
y los nudillos de la mano izquierda
y salen todos los ángeles a oírme;
se arma un terrible barullo allá en el cielo
y se oye una voz que dice:

Venid, venid todos,
que está tocando allá abajo
el viejo loco del roto violín.

Entonces yo digo esas blasfemias
que tanto les asustan a los sacristanes
y mercaderes de la Lagunilla
y escucho cómo me aplaude entusiasmada
toda la Corte Celestial… ¡Bravo, bravo!

Yo hago una cumplida reverencia
con el violín bajo el sobaco…
Y digo: Gracias, muchas gracias.
Entonces es cuando Dios se rasca las barbas
y se ríe complacido
de este niño travieso
que ha cumplido ya 80 años
(81 para ser más exacto).

EL SALTO
(Oh, este viejo y roto violín, 1966)

Somos como un caballo sin memoria,
somos como un caballo
que no se acuerda ya
de la última valla que ha saltado.

Venimos corriendo y corriendo
por una larga pista de siglos
y de obstáculos.
De vez en vez, la muerte…
¡el salto!
Y nadie sabe cuántas
veces hemos saltado
para llegar aquí,
ni cuántas saltaremos todavía
para llegar a Dios que está
sentado
al final de la carrera…
esperándonos.

Lloramos y corremos,
caemos y giramos,
vamos de tumbo en tumba
dando brincos y vueltas entre pañales y sudarios.

OTROS POEMAS ANTERIORES

CRISTO

Viniste a glorificar las lágrimas…
no a enjugarlas…
Viniste a abrir las heridas…
no a cerrarlas.
Viniste a encender las hogueras…
no a apagarlas.
Viniste a decir:
¡Que corran el llanto,
la sangre
y el fuego…
como el agua!

Este poema breve proclamado por el mismo León Felipe; es poderoso si el fuego alude al Espíritu Santo, como en Lucas 12,49: “He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!”; también a las persecuciones

https://youtu.be/IK1htUGlpPA

El payaso de las bofetadas (1938, fragmento)

Lo sustantivo del español es la locura y la derrota…
y Don Quijote está loco, y vencido…, desterrado además…
Y con unos sueños monstruosos…..
– Pero…Don Quijote….¿está loco y vencido?
¿No es un héroe?
¿No es un poeta prometeico?
¿No es un redentor?
– Silencio! ¿Quién ha dicho que sea un redentor?
Está loco y vencido y por ahora no es más que un
clown……un payaso…
Claro que todos los redentores del mundo han sido
locos y derrotados.
…. Y payasos antes de convertirse en dioses. También
Cristo fue un payaso. Los que le abofetearon siempre…..

¡SOÑAR, SEÑOR, SOÑAR!

Hazme soñar… ¡Soñar, Señor, soñar!…
¡Hace tiempo que no sueño!
Soñé que iba una vez -cuando era niño todavía,
al comienzo del mundo-
en un caballo desbocado por el viento,
soñé que cabalgaba, desbocado, en el viento…
que era yo mismo el viento…
Señor, hazme otra vez soñar que soy el viento,
el viento bajo la Luz, el viento traspasado por la Luz,
el viento deshecho por la luz,
el viento fundido por la luz,
el viento.., hecho Luz…
Señor, hazme soñar que soy la Luz…
que soy Tú mismo, parte de mí mismo…
y guárdame, guárdame dormido,
soñando, eternamente soñando
que soy un rayito de Luz de tu costado.

UNA CRUZ SENCILLA

Hazme una cruz sencilla,
carpintero…
sin añadidos
ni ornamentos…
que se vean desnudos
los maderos,
desnudos
y decididamente rectos:
los brazos en abrazo hacia la tierra,
el astil disparándose a los cielos.
Que no haya un solo adorno
que distraiga este gesto:
este equilibrio humano
de los dos mandamientos…
sencilla, sencilla…
hazme una cruz sencilla, carpintero.

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Fuente: Religión en Libertad


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