perdido – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Fri, 02 Mar 2018 18:28:32 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 La fe en Dios lo sacó del infierno https://www.reinadelcielo.org/la-fe-en-dios-lo-saco-del-infierno/ Fri, 02 Mar 2018 17:49:45 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=11429 ]]>

Uno de los músicos más reconocidos en Argentina, Juanse, ex líder de la banda “Ratones paranoicos“, nos habla sobre su presente y su show con los Ratones Paranoicos en el último Cosquín Rock. Además, habló de los excesos durante su etapa más rockstar y de su fe hacia Dios que lo sacó del infierno.

Llega sobre la hora con su look habitual: gorra, lentes y un buzo oscuro con capucha. Lo acompañan Las Fieras Lunáticas, el resto de los músicos con los que comparte escenario desde su salida de Ratones Paranoicos. Como quien incursionó en la música desde muy chico (a los 8 años agarró la guitarra), estudia los movimientos y se anticipa a las preguntas. “No vine a hablar de Ratones”, aclara mientras se sienta y bebe una botella de agua. En el fondo, sabe que su pedido se vuelve imposible, y más por la reciente presentación de la banda en Cosquín Rock.

La primera pregunta apunta a eso, a la banda que recorrió el mundo y que él mismo fundó con apenas 11 años en Villa Devoto. Minutos antes de subir al escenario de Espacio Clarín para tocar sus mejores temas, Juanse se expresa sobre Mar del Plata: “Venir a esta ciudad es reivindicar viejas épocas. Creo que los argentinos deberíamos tener un parate anual y descansar acá para que el turismo crezca. Y si encima hay rock and roll, mejor”.

—¿Cómo viviste volver a tocar con el resto de Los Ratones en Cosquín?

Estuvo muy bueno. La pasamos muy bien y estamos siempre alertas.

—Es inevitable que no te pregunte por Ratones con quienes compartiste casi 30 años de tu vida. ¿Qué es lo primero que se te viene a la cabeza cuando te nombran a la banda?

Banda JuanRock and roll puro, en su estado más esencial que es el del trabajo, el compañerismo, y haber estado muchos años juntos en la ruta, en todos los lugares del mundo. Prácticamente nos quedó solamente Israel, Rusia y todo lo que es el Gofo Pérsico. (Se ríe) Uno cuando es chico tiene esa imaginación infantil de decir: ´¿Qué voy a hacer o qué me va a pasar? Me gustaría esto o lo otro´. Una vez soñé que manejaba una moto por una autopista que recién ahora tiene la forma que imaginé en aquel sueño y otra vez soné que estaba en España y jamás había ido en mi vida. Después de muchos años decís: ´Estuve en tantos lugares. Soy un agradecido de Dios por todo´.

—Bueno, pero todo lo que soñaste lo fuiste alcanzando. Habrás imaginado ser un rockstar y llegaste a serlo…

Sí, pero fue otra situación y otro momento de la vida. En la adolescencia uno se va poniendo objetivos, pero hay que demostrar también cómo construis tu vida alrededor de otros valores.

–¿Cuál fue tu mayor salto en lo personal durante el cambio de Los Ratones a Las Fieras?

Ratones nunca fue una banda ni premiada ni reconocida. Obviamente hemos vendido millones de discos, cosa que no es habitual en el mercado argentino y menos siendo una banda de rock and roll. Grabé un disco solista que se llamaba “Energía divina” y fue la primera vez que me nominaron para un Grammy y no fui ¡obviamente! Ahí me di cuenta que también hay una opción en todo y no me refiero al premio, sino a la forma en que uno encara su propia vigencia interior. Si el artista quiere permanecer, tiene que reconocerse a sí mismo como vigente y no traicionarse nunca.

—Mencionas mucho la falta de reconocimiento a Los Ratones, ¿sentís una cierta decepción por eso?

No, para nada, estamos contentísimos con eso. Por eso duramos 30 años porque es justamente lo que hace que el rock and roll funcione. A Chuck Berry nunca le dieron nada. Ahora está en el hall de la fama, pero jamás fue reconocido. Y mucho menos pretendería ser premiado ahora.

—¿Ser solista fue para vos una realización personal?

Sí, es lo más lindo que hay. Desde lejos, se puede confundir con cierto egoísmo, pero es al revés: le estás dando posibilidades a otros músicos de estar con vos. Obviamente el público busca también material de Los Ratones porque es lo que me hizo llegar hasta acá y hablar con vos. La otra cosa que está buena es que no estamos obligados a romper ningún récord de nada. Tocar con la gente que uno quiere no tiene precio.

—¿Te pesa más el fanatismo de la gente?

No, porque no me exhibo y estoy tranquilo. Tengo mis actividades normales como cualquier persona. Sí reconozco que ser famoso es como ser Batman; de golpe tenes que ponerte el traje y salir con el batimóvil, pero así es este oficio y trato de santificarlo de la mejor manera posible.

—Como rockstar habrás tenido tus momentos de excesos ¿no?

La imagen del rockstar reventado ya está un poco perimida.

—¿Tocaste fondo alguna vez?

Sí, porque yo era una especie de maestro esotérico entonces llegué a creer que tenía mucho poder. Lo que más le agradezco a Dios es haberme sacado del infierno.

—¿Fue esa tu mayor lucha de vida?

No, no me costó nada porque tengo a Cristo y a la Virgen conmigo. Ellos hicieron que yo cambiara.

—¿Tu apego a la fe fue de siempre?

Sí, de siempre. Vos fíjate lo fuerte que es que me lo siguen preguntando. Es una manifestación de la cual doy testimonio permanentemente porque yo tampoco la comprendo ni pretendo comprenderla, sino que la siento. Sí trato de comunicarle a los demás que se puede hacer todo lo que uno hace en su vida habitual, pero santificando todo, desde lavar un vaso hasta tocar o construir un edificio.

—¿El rock nacional está muriendo para vos?

No sé, yo todavía me siento bien (ironiza). Ya van a aparecer nuevas bandas, siempre aparecen.

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Fuente: Clarín

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La inocencia perdida https://www.reinadelcielo.org/la-inocencia-perdida/ Fri, 15 Jul 2016 16:34:50 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=7403 Jan llevaba casi dos años en una cárcel polaca esperando condena y no tenía perspectiva alguna para su futuro. Cada día transcurría lento para este joven nacido en Breslavia (Polonia), pensando obsesivamente en su porvenir inmediato. Sería una condena a cadena perpetua o al menos 25 años entre rejas en el mejor de los casos. Esto no lograba asimilarlo y siendo de carácter compulsivo, una sola idea ocupaba su mente…

«Ya había decidido el método para suicidarme: me iban a pasar unas pastillas después del juicio, porque tras pasar por el juzgado había más ocasiones; durante el proceso el control y la vigilancia son más estrictos, pero una vez dictada la sentencia ya se interesan menos por ti…»

La inocencia perdida

indiferencia (ft img)Jan Krzesz (nombre ficticio, para proteger a su familia) –cuyo testimonio lo hizo público Revista Amaos– reconoce que no hubo durante su infancia o adolescencia experiencias que condicionaran sus conductas posteriores y las consecuencias que lo llevaron a prisión. Habla con nostalgia de la formación católica, hábitos de fe y sana afectividad vivida en el grupo familiar. «Tuve una infancia estupenda: estaba rodeado de amor y de la custodia divina. Nada anunciaba la tragedia que iba a sobrevenirme» —afirma el mismo Jan.

En el colegio destacaba en los deportes y era hábil en los estudios, siendo reconocido por sus pares que solían nombrarlo delegado de curso. A sus 13 años, comenzó a experimentar algunos cambios propios de la edad y a sentirse muy atraído por todo lo que venía de la Europa Occidental, Estados Unidos y en especial las películas en videocasete. Fue entonces que un hecho significativo desbarató el alma de Jan…

«Satanás me mordió y me contagió con su veneno estando todavía en la escuela. Un día, un compañero de clase me invitó a su casa, bajo secreto total, a ver una película porno. Después de visionarla, en mi vida se metió la impureza, apoderándose de mí de una manera enfermiza. Así fue mi comienzo con el mal».

Es lo que recuerda el joven polaco que desde ese momento su vida fue de mal en peor y, aunque de vez en cuando tenía momentos de paz, «el conjunto fue un desastre…».

Ni el llanto de su madre lo conmovía

Consumir a diario alcohol, tabaco, drogas e irse de copas por la noche era su agenda cotidiana. Como no trabajaba y necesitaba financiar los vicios, comenzó a robar; primero a sus padres, luego las víctimas eran personas del vecindario familiar y de ahí sus fechorías las efectuaba incluso en otras ciudades. «Mi pobre madre estaba siempre en la ventana esperando a ver si yo volvía. Recuerdo su rostro cubierto de lágrimas y de angustia… Pero a mí nada me conmovía, era insensible a cualquier argumento y nada me podía convencer: solamente contaba el dinero… Se me había metido esto en la cabeza: llegar a ser alguien importante en la calle. El trabajo honesto no me interesaba, porque despreciaba a la gente honrada y no contaba con ella para nada».Finalmente comenzaron los arrestos, el primero cuando tenía 18 años. Como en muchos lugares del mundo, las prisiones de Polonia no lucen por sus logros en reinserción y para Jan el tiempo preso fue sólo un período de aprendizaje y formar vínculos para nuevos delitos… «Me arrestaban una vez cada varios meses. Yo me creía que era dueño de la situación…»

Viviendo bajo el código de honor de los delincuentes

Antes de cumplir los 21 años la delincuencia era su única fuente de ingresos, sin importarle cuánto dolor causaba, ni menos las consecuencias en su alma. Con un colega conocido en prisión, lideraban una banda de robos a mayor escala que les financiaban lujos y juerga. Incluso cuando en un atraco –sin intención previa, dice Jan– terminaron con la vida de una persona, pero eso no lo detuvo.

«Por desgracia, eso no nos enseñó nada y yo incluso después me metí más de lleno en el mundo de la delincuencia. Me impresionaba su brutalidad y el hecho de que la gente me tuviera miedo. Para mí solamente contaban mis socios y el código de honor de los delincuentes. Iba por la vida sembrando destrucción, llanto, terror e injusticia…

Su carrera delictiva se detuvo tras ser detenido el año 2007. Pensó que era un trámite como en tantas otras ocasiones. Pero esta vez alguien se ocupó de investigar y lograr un acuerdo con el socio de Jan.

Su cómplice lo traicionó. «Lo desembuchó casi todo, especialmente los delitos más graves… Me quedé hecho polvo. Yo contaba con que tendría que responder por ello, pero entonces solamente pensaba en suicidarme. Sin embargo, Dios también tenía un plan…».

En ese plan fueron varios los «socios» que –sin saberlo incluso– sirvieron a Dios para que Jan alcanzara sanación y liberación. El primero fue su compañero de celda… «un tipo que rezaba y escuchaba la emisora católica Radio María», recuerda el joven polaco. El golpe maestro del amigo de celda fue invitar a Jan a que lo acompañase a ver al cura, quien venía una vez por semana a la cárcel. A regañadientes aceptó, cruzó un par de frases con el sacerdote y dio por concluido el encuentro. Pasaron meses en que no volvió por donde el cura, hasta que su compañero poco a poco, nuevamente logró que le acompañara. Lo que desde ese encuentro ocurrió, lo narra el propio Jan en primera persona:

Un 24 de agosto, aniversario de su liberación

«El cura me habló de confesarme, después mi compañero me dijo lo mismo. Pensé: «¿Confesarme? ¿Por qué no? Si no es más que una confesión, no me va a pasar nada por hacerlo. He estado en tantos sitios y he visto tantas cosas diferentes que confesarme no es ni un problema ni un reto para mí. Iré, le diré algo y ya está». ¡No me daba cuenta del poder de este sacramento!

Orar a Dios 2 (ft img)En la charla con el cura recibí un librito sobre el sacramento de la reconciliación. Le dije que me prepararía a conciencia, porque la mía iba a ser una confesión de más de diez años, pero no me preocupé demasiado por eso. Quedé con el cura en que me confesaría dos semanas más tarde. Mientras hojeaba el librito, me dolía un poco la barriga…

Llegó el día 24 de agosto de 2009. Fui a confesarme. No soy capaz de describir lo que me pasó: lágrimas, llanto, sollozos, un dolor que me partía el cuerpo… El Espíritu Santo expulsó de mí todo lo que era malo. ¡Nunca había llorado así, nunca había vivido nada parecido, esa fuerza tan grande! No entendía qué es lo que me estaba pasando. Rompí a llorar, no podía respirar, y el Espíritu Santo llevó a cabo Su gran limpieza, hasta que no me quedó nada dentro… Expulsó de mí todo mal, todas mis aberraciones y me devolvió la vida.

Volví de la confesión cambiado. Había empezado para mí una nueva vida: una vida en Dios y con Dios. Desde el primer día, Dios me mostró Su poder: muchos de mis defectos desaparecieron al instante, otros al cabo de un tiempo. Dios me acompañaba a cada paso y me envolvía con Su protección. Cuando contemplo mi «antigua» vida, no consigo entender cómo he podido vivir tantos años sin Dios… Y ahora Él lo es todo para mí. Estando en la cárcel, tengo la posibilidad de ayunar y rezar. Me he consagrado enteramente a Dios y a Él pertenezco.

Desde mi confesión, todo ha cambiado. Dios es el centro de mi miserable vida y la enriquece con Su presencia. Él ocupa el primer lugar, solo Él cuenta, y todo lo demás pasa a un segundo lugar. Empecé una vida nueva: llevo el escapulario del Carmen; rezo el breviario, el Rosario, la coronilla de la Divina Misericordia y otras muchas oraciones.

Aquí tengo un paraíso maravilloso y estoy rodeado de santos. A veces otros se ríen de mí, pero yo no me desánimo y sigo rezando, también convenzo a otros reclusos para que recen. Incluso hemos llegado a que, para rezar, nos ponemos en círculo y oramos juntos. Al principio, otros presos se burlaban de nosotros, pero ahora de alguna manera nos van aceptando poco a poco.

Si alguien quisiera arrebatarme a Dios, ya no quiero vivir sin Él. Lo amo y me entrego con todo mi ser a María y a Jesús, y todo ello en el Espíritu Santo».

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Fuente: Catholic.net


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