paraíso – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Sat, 22 Apr 2023 01:32:24 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 «Si se conoce a Bernadette, es imposible no enamorarse de ella y no pensar en el Paraíso» https://www.reinadelcielo.org/si-se-conoce-a-bernadette-es-imposible-no-enamorarse-de-ella-y-no-pensar-en-el-paraiso/ Fri, 21 Apr 2023 00:51:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=22162 Hace unos días ha llegado a Orio al Serio (Bergamo), una reliquia de Bernadette Soubirous, que en los próximos meses recorrerá treinta y cuatro diócesis italianas. Pues bien, ¿qué es lo que nos quiere decir hoy esta extraordinaria santa? Se lo ha preguntado Costanza Signorelli a Vittorio Messori en una entrevista de La Nuova Bussola Quotidiana, que nos revela por qué el mensaje de la Virgen de Lourdes es más actual que nunca:

Como el Cielo, o como un espacio sin límites ni obstáculos: así fue Bernadette Soubirous para la Virgen. Fue su pedazo de Cielo en la tierra, donde Ella pudo moverse en total libertad con el fin de llevar a cabo su plan de Salvación por las almas y el mundo entero. Tal vez fue por esto que, con la pequeña santa de Lourdes, “la Señora” se sintió como si estuviera en casa.

Además, “si se conoce a Bernadette, es imposible no enamorarse de ella y no pensar en el Paraíso”, afirma Vittorio Messori que, en relación a las dieciocho apariciones de la Santa Virgen en Lourdes, ha escrito uno de los ensayos más completos que se han publicado nunca en materia. Es más: Messori sigue siendo, por propia admisión, uno de los más fervientes devotos del Santuario mariano y, también, de la “pequeña analfabeta sobre cuyos hombros pesa toda la verdad de este acontecimiento sobrenatural». 

Por todo esto, le hemos pedido que nos hable de esta extraordinaria Santa, en vista de que su reliquia -una costilla de su cuerpo incorrupto- recorrerá nuestro país.

– ¿Qué quiere decirnos, hoy, Bernadette?

– Le respondo con una anécdota. Cuando, en plena noche, Bernadette llegó al convento de Nevers, donde vivió encerrada hasta el final de sus días, elevó la mirada al cielo y dijo: “He venido aquí a esconderme, la Santa Virgen se ha servido de mí y después me ha puesto, justamente, en mi lugar y yo soy feliz por ello”. Después de años de clausura, un día le propusieron a Bernadette volver durante un tiempo a su amada Lourdes. Rápidamente respondió: “No volveré nunca. Yo no soy importante, sólo la Señora es importante, por eso no quiero quitarle la luz a la Señora, ni siquiera por un día. Mi lugar está aquí, no entre la multitud“. Por eso no sé si a Bernadette le gustará que una parte de su cuerpo incorrupto esté dando vueltas. Sin embargo, ciertamente estará contentísima si esto sirve para atraer toda la atención posible sobre la Virgen de Lourdes y sus mensajes. Por lo demás, a Bernadette lo único que le gustaría es desaparecer.

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-¿Se puede decir que este permanecer en la sombra fue uno de los signos más grandes de su santidad?

– Ocultarse fue, sin duda, uno de los caracteres principales de la santidad de Bernadette. Decía que ella sólo era un instrumento, “la escoba que ha utilizado la Virgen para, después, ocultarme detrás de la puerta”, y ni tan siquiera comprendía por qué había sido elegida una persona como ella. Bernadette, una vez dicho lo que le habían pedido que dijera, habría querido callar para siempre. De hecho, en Nevers obtuvo la garantía de que no habría vuelto a hablar de Lourdes. El día después de su llegada al convento, la superiora reunió a todas las monjas del monasterio y de los pueblos cercanos; la santa entonces contó su encuentro con la Virgen de Lourdes, tras lo cual todos fueron obligados a permanecer en silencio, con gran alivio por su parte. A pesar de que muchos iban a Nevers para verla, Bernadette recibía, obligada por las monjas, sólo a los obispos. Y a sus preguntas, sólo repetía: “Haced referencia a las cosas que he dicho en cuanto las he escuchado”. Mantuvo esta voluntad de ocultación incluso después de su muerte.

– ¿Qué quiere decir?

-Todo el que entre en la iglesia del convento de Nevers, no verá enseguida a Bernadette. De hecho, sólo buscándola podrá ver su cuerpo incorrupto, en un altar lateral: “Si realmente me queréis enterrar en la iglesia, dijo poco antes de morir, ponedme en un lugar escondido”. Y ciertamente no está contenta con la urna en la que la han puesto, demasiado lujosa para ella.    

– Pasemos al mensaje de Lourdes. Lo primero que la Virgen le dijo a Bernadette fue: “No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el otro…”.

-Y así fue. Bernadette pasó su vida en el dolor físico. Murió con 35 años, entre grandes sufrimientos, pero nunca se quejó. Nunca buscó el dolor, desde luego no era masoquista, pero siempre lo aceptó y acogió. En una ocasión, en los últimos momentos de su vida, en los que le costaba tanto respirar, se le escapó decir: “Me gustaría que alguien me abriera el pecho para poder respirar mejor”. Se arrepintió inmediatamente porque pensó que se había quejado. Otro día, que transcurrió por enésima vez en la enfermería, Bernadette dijo: “Mi oficio es estar enferma”. Bernadette vivió en la fe verdadera, es decir, aceptó siempre y voluntariamente todo lo que el Cielo le pedía, sin pedir nunca ni más ni menos.

-Volviendo a la aparición: la Virgen habló de la Vida eterna -el “otro  mundo”- como promesa de felicidad…

-Un día, una hermana le dijo a Bernadette: “Sufres mucho, pero de todas formas estás segura de que irás al Paraíso, porque la Santísima Virgen te lo prometió”. Bernadette, que había ocasiones en los que sabía ser severa, respondió secamente: “¿El Paraíso?”, ya que no estaba segura de merecérselo. Esto demuestra con qué conciencia de la Vida eterna vivió Bernadette cada día en este tierra.

-A menudo se considera que Lourdes es un lugar de sanación física; sin embargo, en realidad la Virgen no habló nunca de “enfermos o enfermedades” del cuerpo…

-La Virgen ha venido para ayudarnos a sanar en el espíritu. Lourdes, en su esencia, no es una clínica del cuerpo, sino una clínica del espíritu. La misma Bernadette no pidió nunca la curación física, sino que pedía sin cesar la de su alma. Sin embargo, una cosa tiene que quedar clara: las curaciones físicas concedida por el Cielo son valiosas y son la prueba material de la veracidad de estas apariciones marianas. Además, hay que decir que Lourdes es el único santuario en el mundo que tiene un dispensario medico en su interior, donde se han verificado muchos milagros. A pesar de lo cual, es necesario subrayar que la Virgen, en sus dieciocho apariciones, habló de pecado, de penitencia como reparación al mal espiritual, y nunca habló de enfermedad y curación física. A este respecto, es muy significativo lo que le sucede al cuerpo de Bernadette después de su muerte.

– ¿Qué sucedió?

– Cuando murió en 1879, a los 35 años de edad, parecía que tenía más de 70 de lo consumido que estaba su cuerpo a causa de los males que lo habían destrozado. Pues bien, no sólo la muerte no consiguió nunca corromper su cuerpo, sino que lo transformó, haciendo que fuera bellísima. Las monjas ancianas que habían vivido con ella y asistieron a la exhumación de su cuerpo, se quedaron asombradas porque vieron con sus ojos que la muerte la había transfigurado. Dos de ellas se desmayaron por la emoción.

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– Volvamos a las palabras que la “Señora” profirió durante las apariciones. El miércoles 24 de febrero de 1858 dijo: “Penitencia, penitencia, penitencia. Reza por la conversión de los pecadores”. ¿Qué significaba “hacer penitencia” para Bernadette?

– El Papa Bergoglio ha dicho en varias ocasiones que quiere que la Iglesia sea como un hospital de campaña. Pues bien, Lourdes es exactamente un hospital, pero (¡no lo olvidemos!), sobre todo y en primer lugar para las enfermedades espirituales. La Virgen, en Lourdes, vino para ayudarnos en el espíritu, para curar el alma. Entonces, esta “penitencia” invocada tres veces sirve para recordarnos esto precisamente: tenemos que rezar mucho, tenemos que alejarnos con firmeza del pecado y tenemos que cuidar los bienes del espíritu. Hoy existe la peligrosa tendencia a concebir la Iglesia como una realidad horizontal y no vertical; se quiere reducirla a una ONG, es decir, a una organización comprometida en sanar los males materiales del mundo. Pues bien, la Virgen, en Lourdes, a través de Bernadette nos recuerda que la misión principal de la Iglesia es conducirnos a la Vida eterna. Las obras de caridad materiales son necesarias y valiosas, pero sólo si son una consecuencia de la fe.

– Una última pregunta: ¿por qué, entre todas las apariciones marianas, la que está más cerca de su corazón es precisamente Lourdes, y santa Bernadette?

– Nací el 16 de abril, que es precisamente el día en que Bernadette nació al cielo. También es el cumpleaños del papa emérito, Joseph Ratzinger, con el que siempre nos hemos alegrado de haber nacido el mismo día que la santa de Lourdes. Pero, aparte de estas anécdotas, lo que siempre me ha atraído de Lourdes es esta evidencia, que se impone: los planes de Dios no son los de los hombres. Pensemos en esto: cuando nosotros, los hombres, queremos anunciar algo verdaderamente importante, elegimos al personaje más cotizado, más conocido, con más títulos. Al contrario, cuando María ha querido hablarnos, ha elegido de verdad a la última entre los últimos: no había ninguna más ignorante, más enferma, más pequeña, más ignorada, menos apreciada, más sospechada: su padre había sido denunciado por hurto, su madre tenía fama de borracha. Ella misma, en sus oraciones a la Virgen, dijo: “Si hubiera habido en la tierra una niña más ignorante y estúpida, Tú habrías elegido a esa”. Conociéndola de verdad, es imposible no enamorarse de ella: en Bernadette vive el Evangelio en estado puro. Es la más pobre, pero a la que se le da todo lo que importa. Yo veo en Bernadette la realización más radical del Evangelio. Por esto, cada noche le pido que interceda por todos nosotros.

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Traducido por Elena Faccia Serrano.
Fuente: Religión en Libertad


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La muerte, su sentido y por qué no temerle https://www.reinadelcielo.org/la-muerte-su-sentido-y-por-que-no-temerle/ Fri, 24 Nov 2017 19:14:17 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=10679 ]]>

Si muchos viesen morir a nuestros pacientes no temerían la muerte.

Noviembre es un mes en el que la Iglesia nos invita a pensar en la muerte. No en vano empieza con la celebración de los santos (los que han alcanzado el Paraíso ganado en la tierra) y la conmemoración de los fieles difuntos. El sacerdote Aldo Trento, acostumbrado a verle los ojos a la muerte en la clínica para enfermos terminales que dirige en Asunción del Paraguay, reflexiona en Tempi sobre la importancia de meditar en la muerte cuando aún hay tiempo, para afrontarla mejor a su llegada:

«In omnibus operibus tuis, memorare novissima tua, et in aeternum non peccabis [En tus acciones ten presente tu final, y así jamás cometerás pecado]». (Eclesiástico 7, 36).

Los Novísimos son cuatro: Muerte, Juicio, Infierno y Paraíso

Padre Aldo Trento visita enfermoEste pensamiento me acompaña desde los años del seminario, cuando en la última meditación de cada retiro espiritual el predicador nos hablaba de la muerte. Y confieso que sentía un gran miedo. Pero a la edad que ya tengo y estando, además, enfermo, no digo que la desee pero pensar en ella me da paz, me permite vivir intensamente cada instante teniendo la mirada fija en Jesús Eucaristía.

Todas las noches, cuando me voy a la cama, una cama de plaza y media en la que hay espacio para un crucifijo de un metro, lo giro hacia mí y recito los Misterios dolorosos del rosario. Contemplar en cada instante Su sufrimiento me permite reconocer también en el mío el significado último, sin el cual el dolor sería insoportable. Una vez terminado el rosario, apoyo el crucifijo en su almohada, me doy la vuelta y, terminadas las letanías en honor de la Virgen, por fin, después de muchos años, duermo en paz. Un pequeño gesto, el de dormir en compañía del crucifijo, que además de darme ánimos al mirar el rostro de Aquel por quien vale la pena sufrir, me recuerda el destino final que, sin embargo, va más allá de la cruz.

El hospital es, a la vez, un gran recurso para mantener viva esta memoria y un desafío continuo a la razón de la vida, porque hace que me tome en serio la realidad, que abrace el valor de cada instante en el que, en mi libertad, se juega el destino final: «Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti», diría San Agustín. La clínica Casa Divina Providencia-Don Luigi Giussani, que acoge a enfermos terminales y pobres, es la memoria viva y palpitante que demuestra que estamos hechos para un más allá, para la eternidad. El filósofo Horkheimer diría: «Somos peregrinos del Absoluto»; no como Heidegger, que definía al hombre como un «ser para la muerte», ni como Sartre, que lo veía como «una pasión inútil». En nuestra clínica todo pide eternidad. No existe el miedo a la muerte, porque en cada uno de los pacientes está claro que la muerte es un volver al lugar de donde hemos partido.

El padre Antonio Sepp (1655-1733), el conocido como “genio de las Reducciones”, describía en su diario esta ataraxia que caracterizaba a los guaraníes ante la muerte:

«Todos los días visitamos entre veinte y treinta enfermos [¿quién lo hace hoy?], les ofrecemos los Santos Sacramentos, asistimos a los moribundos, consolamos a los padres y a las madres de familia […]. Mi alma se enternece cuando visito y contemplo a estos pobrecillos, sobre todo cuando, con mi Crucifijo en mano, intento animar a un moribundo. Entonces no puede evitar decir: “Espero poder morir yo también como ellos”. Porque he visto morir a muchos hombres en Europa, también a religiosos, pero poquísimos lo han hecho como estos. No se puede describir con cuánta paz y serenidad de conciencia, con que virtuosidad del cuerpo y del espíritu mueren estos indios. El indio no mostrará tampoco signos de impaciencia o molestia después de haber pasado por una larga y dolorosa enfermad, ni emitirá un sólo gemido de dolor o un suspiro, nunca llorará o gritará… En el lecho del dolor no le preocupan ni su amada esposa ni sus queridos hijos, cuyos suspiros no le rompen el corazón. No le preocupan el dinero ni los bienes materiales, que debe abandonar. No tiene que pagar deudas ni hacer testamento, no le preocupan los enemigos porque casi no tiene. Puedo afirmar que no creo que exista bajo el sol una raza que entregue el alma de manera tan digna y serena como estos pobres y sencillos indígenas, abandonados y despreciados por el mundo».

Si uno supiera como mueren nuestros pacientes, podría confirmar lo que escribió el padre Sepp hace trescientos años.

Padre Aldo Trento con niñoLos guaraníes consideran que la muerte es recoger en un único e inefable acto toda la historia de la palabra de un hombre, que en este acto supremo se convierte en Palabra y entra a formar parte de la gran Palabra divina, la que estaba presente en el momento en que fue concebido, que lo vio nacer y, después, renacer en cada una de las etapas de su vida. Para los jefes de la tribu, la muerte no es la última y más difícil de las pruebas de la vida terrena, generalmente considerada como prueba para el alma y preparación a la vida verdadera en la casa de los dioses (nuestro Paraíso, la llamada «tierra sin maldad»).

Hay una sintonía impresionante entre los guaraníes que aún no han encontrado a Jesús y nosotros. Éste es el motivo por el cual, en nuestra clínica, la persona más importante es el sacerdote, al que llaman «Pai», es decir, «Padre». Hace trece años que estoy con ellos y he acogido a 2.010 pacientes terminales; a 1.503 de ellos los he acompañado en el momento de su muerte, es decir, en el momento de su vuelta a esa Palabra que los creó. Es impresionante el vínculo con las primeras palabras del Prólogo de San Juan. Los veo morir -el 90% de ellos tienen menos de 60 años- y no hay signos de desesperación en ninguno de esos rostros. La fe católica ha exaltado al máximo el concepto positivo de la muerte, que ven como el encuentro con el «Logos».

«Vendrá la muerte y tendrá tus ojos», escribía Pavese, pero hoy ya no tengo miedo gracias a mis hijos, que llevan en la sangre la certeza de ser peregrinos del Absoluto. La Iglesia, en el mes de noviembre, nos recuerda esos Novísimos y por esto, decía Eliot, el hombre de hoy la odia, porque es la única que le recuerda su destino. «Memento mori» era el saludo de los monjes, un saludo que ponía en marcha la razón porque les situaba ante las grandes preguntas del destino final. Y no olvidemos que el artículo más importante del Credo es el último: «Creo en la Resurrección de la carne y la vida eterna. Amén».

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Fuente: Religión en Libertad
Traducción de Helena Faccia Serrano


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