Notre Dame – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Fri, 16 Feb 2024 20:30:43 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 Respuestas sencillas y claras a las objeciones contra la devoción a la Virgen María https://www.reinadelcielo.org/respuestas-sencillas-y-claras-a-las-objeciones-contra-la-devocion-a-la-virgen-maria/ Fri, 16 Feb 2024 19:29:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=25752 ]]> Guillaume de Menthière, de 57 años, es sacerdote diocesano de París, donde fue ordenado en 1991. Actualmente es canónigo de la catedral de Notre Dame(donde predica las conferencias cuaresmales), profesor en el histórico Colegio de Bernardinos (escuela catedralicia) y cura de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Passy.

Y, además, prolífico autor, con decenas de libros en los que explica y defiende la fe, como el que consagró en 2014 a la vida de la Virgen María: María de Nazaret.

Precisamente sobre Nuestra Señora fue entrevistado recientemente en el portal L’1visible, donde respondió a las grandes objeciones que suelen plantearse contra la devoción católica a la Madre de Dios.

¿Existió la Virgen María?

Puesto que, evidentemente, María es la madre de Jesús, el padre Menthière remite esta pregunta a otra previa: ¿existió realmente Jesús? Porque, si existió Jesús, tuvo que tener una madre.

Pues bien, “nadie duda de la existencia histórica de Jesús”, recuerda el sacerdote: “Ni siquiera los adversarios más encarnizados del cristianismo en los primeros siglos cuestionaron la historicidad de Jesús. Afirmaron que Jesús era un falsario, se burlaron de la credulidad de los cristianos que ponían su fe en un miserable crucificado, alegaron que el cadáver de Jesús había sido robado… Pero ninguno dijo: ‘De todas formas, da igual,  vuestro Jesús jamás existió’”.

Por consiguiente, si Jesús existió, su madre también: no es un personaje literario ni mitológico.

¿Concibió virginalmente?

“María concibió y dio a luz virginalmente un único hijo. Los Evangelios son muy claros”, afirma Don Guillaume.

En efecto, el relato de la Anunciación es inequívoco: “Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios»” (Lc 1, 34-35).

Además, la narración tiene lugar “en un contexto en el que la virginidad no era en absoluto un valor positivo y podía perjudicar la credibilidad del relato“. Si San Lucas lo recoge así, es porque “no podía alterar los hechos, por misteriosos que fuesen: quien fue engendrado en María venía del Espíritu Santo”.

¿No es injusto para José haberse casado para permanecer célibe toda su vida?

Muchos pueden pensar que ese celibato es un trago amargo, reconoce el sacerdote, pero ironiza sobre la supuesta injusticia: “No todos tienen la experiencia de vivir bajo el mismo techo que una esposa inmaculada y que el Hijo de Dios, ¿no? Supongo que eso compensa cualquier frustración, ¿no?”.

¿No tuvo más hijos? Los Evangelios hablan de los “hermanos de Jesús”

Como es sabido, la expresión “hermanos” incluye en las Sagradas Escrituras a los familiares cercanos (primos, tíos y sobrinos), no necesariamente hermanos de sangre.

Pero a este dato de la filología bíblia añade Menthière tres argumentos.

Primero, que si bien los Evangelios habla en algunos pasajes de los “hermanos” de Jesús, “en ningún lugar del Evangelio se dice que María tuviese otros hijosademás de Jesús”, y esos “hermanos” jamás son denominados “hijos de María”.

Segundo, si a la expresión “hermanos” de Jesús le damos el sentido de “hijos de María”, el contexto en que se dice sugiere que habrían sido no menos de siete. Ahora bien, cuando Jesús se pierde en el templo de Jerusalén, adonde acude con José y María, “no se habla de más hijos en la Sagrada Familia”.

Por último, “al pie de la Cruz no se ve que la Virgen esté rodeada por tan abundante descendencia, ni que Jesús la confíe a esa descendencia tras su muerte, como sería natural si tuviese hijos menores”, sino que se la confió a San Juan.

De acuerdo, María es madre de Jesús. Pero, madre de Dios… ¿no es un poco fuerte?

“Sí, es muy fuerte”, concede Menthière, pero afirma que en realidad la expresión “Madre de Dios” se queda corta ante los términos de la tradición cristiana griega y latina, pues traduce solo pálidamente el griego Theotokos, que significa “la que da a luz a Dios” y el latín Dei Genitrix, “la creadora de Dios”: “Estas denominaciones son el corolario indudable de la afirmación central de la fe cristiana: Jesús es Dios hecho hombre”.

Y plantea esta distinción fundamental: “La Virgen no trajo al mundo un hijo que luego se convertiría en Dios o al que Dios se uniría. Una madre de obispo, por ejemplo, no trae al mundo un obispo, sino un hombre que luego se convierte en obispo. María, sin embargo, concibió y crió a quien es Dios desde toda la eternidad. Por eso podemos llamar a María con todo derecho “Madre de Dios””.

Otra analogía: “Tampoco una madre es madre simplemente del cuerpo de su hijo. Es madre de su hijo, de su cuerpo y de su alma, de la persona de su hijo, aunque no sea ella el origen del alma de su hijo. Del mismo modo, María es madre de la persona de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, aunque ella no sea el origen de la divinidad de su Hijo. Ella no es madre de la divinidad, sino Madre del Dios hecho hombre”.

¿Y todas esas supersticiones que la rodean? Peregrinaciones, santuarios… ¡es pura idolatría!

“Al contrario”, zanja el sacerdote: “Es la Virgen quien impide que el cristianismo degenere en gnosis, idolatría o superstición… Nuestra fe no descansa sobre elucubraciones de teólogos, sobre mitos o sobre conceptos sutiles. Ni las leyendas, ni los filósofos, ni las grandes ideas tienen madre. Mientras que Aquel en quien creemos sí tiene una madre de carne y hueso”. Y

eso hace que sea imposible “plegar el cristianismo a nuestra conveniencia momentánea”, porque si alguien lo intenta, hay una mujer judía del siglo I que nos hace volver a poner los pies en la tierra, que nos precipita en el corazón de la Historia”.

“Las peregrinaciones tienen también esa virtud”, remata: “No se contentan con palabras, comprenden con los pies lo que es la religión de la Encarnación”.

Por último, las apariciones: ¿qué crédito hay que concederles?

Los cristianos “somos creyentes, no crédulos”, afirma el padre Menthière: “Nuestra fe es en Dios, no en la Virgen María, y menos aún en tal o cual vidente… La Iglesia ha autentificado solo pocas apariciones (Lourdes, Fátima, Pontmain, Beauraing, etc.). Los fieles deben tener consideración hacia las apariciones reconocidas por la Iglesia, pero no constituyen artículos de fe.

“En el hecho de que la Virgen se haya manifestado a los hombres, a los cristianos les gusta ver el testimonio de su solicitud maternal, de la que no tienen duda porque la han experimentado muchas veces”, concluye.

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Fuente: Cari Filii


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Notre Dame du Haut, donde la Virgen resucitó a un niño sin bautizar https://www.reinadelcielo.org/notre-dame-du-haut-donde-la-virgen-resucito-a-un-nino-sin-bautizar/ Sat, 03 Jun 2023 16:55:23 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=27338 La frontera entre Francia y Suiza esconde una interesante advocación mariana y uno de los templos modernos más sorprendentes de cuantos se han construido en Europa en el siglo pasado: la capilla de Le Corbusier.

La colina de Notre Dame du Haut se sitúa en Ronchamp (Francia), al sur del Parque Natural Regional de Ballons des Vosges. Un lugar de gran interés histórico, artístico y espiritual, que acoge dos grandes peregrinaciones: el 15 de agosto y el 8 de septiembre (la Asunción y la Natividad de la Virgen).
El niño que resucitó

Más de 80.000 visitantes pasan a lo largo del año por la colina de Notre Dame du Haut. Un lugar que es propiedad privada y pertenece a la Asociación para el Trabajo de Notre Dame du Haut. Unas cuarenta familias y un sacerdote compraron esta capilla en el siglo XIX, que había sido vendida como bien nacional durante la Revolución Francesa.

Sin embargo, la presencia cristiana en la colina se remonta al comienzo de la evangelización de la zona en el siglo IV. Cuando se construyó un santuario dedicado a María sobre el altar de una deidad pagana. Pero, no fue hasta 1428 cuando la intercesión de la Virgen fue fundamental para que un niño volviera de la muerte para recibir el Bautismo y luego volver a morir horas después.

Este hecho despertó la devoción popular y los benedictinos erigieron un nuevo templo en honor a la Virgen. Durante la Edad Media la capilla se convierte en la iglesia parroquial de Ronchamp y de los pueblos vecinos. Con la construcción de una nueva iglesia en el centro del pueblo, el cerro se convierte en un lugar de peregrinación.

Ya en el siglo XIX, el obispo de Besancon, diócesis a la que pertenece, se encargó de decorar el lugar de peregrinación. En 1913 un incendio la destruyó. Reconstruida en 1920, la capilla fue una vez más dañada por los bombardeos en septiembre de 1944.
Reflejo de «alegría interior»

Es entonces cuando los descendientes de aquellas primeras familias que compraron la capilla inician su remodelación. Y contactan con el afamado arquitecto suizo Le Corbusier. En la primavera de 1950, Le Corbusier se pone manos a la obra, inspirándose en la historia del lugar. El 4 de abril 1954 se colocó la primera piedra y el 25 de junio de 1955 fue inaugurada.

«Quería crear un lugar de silencio, oración, paz, y de alegría interior», dijo Le Corbusier el día de la inauguración. La Catedral de Notre-Dame du Haut está construida en blanco y con vidrieras de colores. La azotea, inspirada en el caparazón del cangrejo es de hormigón en bruto. En la capilla se conserva una estatua de madera policromada de la Virgen, que data de finales del siglo XVII.

Además de la capilla, el arquitecto construyó en la colina el refugio del peregrino y la casa del capellán. Desde 2009 una comunidad contemplativa de hermanas clarisas vive en la colina y ofrece presencia espiritual permanente. Las hermanas reciben a los visitantes y peregrinos de todo el mundo para compartir y orar con ellos. En 2011 se construyó un monasterio para las hermanas diseñado por Renzo Piano.

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Fuente: Cari Filii


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Mel Gibson y Notre Dame le cambiaron la vida https://www.reinadelcielo.org/mel-gibson-y-notre-dame-le-cambiaron-la-vida/ Fri, 07 Feb 2020 12:28:02 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=23747 ]]> “Desde muy pequeña, Dios despertaba mi curiosidad”, recuerda Isabelle: “Para mí, Él estaba ahí, eso era evidente. Miraba con envidia a mis compañeros de clase cristianos y judíos: sus familias eran tan tranquilas, tan serenas…”

Así que pidió a sus padres ir a catequesis. “¡Eso no entra en nuestra casa!”, fue la respuesta tajante de su padre, argelino de la Cabilia que había abandonado la fe musulmana para entregarse con pasión a la fe comunista. Dios estaba vetado en su familia.

Su abuela, sin embargo, una persona muy devota, la llevó a misa por primera vez un fin de semana que se quedó a dormir en su casa. Fue prácticamente toda la experiencia religiosa de Isabelle en su infancia. “Viví durante mucho tiempo en la desorientación espiritual”, explica a Alexandre Meyer en L’1visible: “Tenía fe, pero sin el más mínimo marco donde desplegarla”.

Sus amigos judíos la llevaban a sus fiestas y pensó hacerse judía. Conoció a protestantes y consideró unirse a ellos. “Intentaron también convertirme al islam, pero fue un fracaso. Estaba un poco perdida”, evoca ahora: “En aquellos encuentros con discusiones apasionantes crecía mi deseo de Dios. Tenía ansias de paz y de serenidad, sed de Dios. Lo que yo veía en todos aquellos creyentes… ¡era tan distinto a lo habitual! Para mí, era Dios quien les transformaba, eso era evidente”.

Cuando Isabelle conoció a quien hoy es su marido, le propuso que ambos buscasen una religión común y se convirtiesen juntos a ella. Pero tampoco en eso tuvo éxito: “Yo necesitaba lo espiritual en mi vida, pero él no experimentaba esa necesidad, así que me la guardé en mi corazón”.

La transformación

Continuó conociendo a personas religiosas, y hace una comparación muy expresiva para describir cómo esos encuentros la fueron guiando “como un embudo” hacia la fe católica.

Faltaba un detonante y lo encontró en el cine, como Pauline, otra conversa. Pero si en el caso de Pauline, generacionalmente más joven que Isabelle, el detonante fueron películas “antiguas” (Ben Hur de 1959, Jesús de Nazaret de 1977), para Isabelle, algo mayor, lo fue una película “moderna”.

“Si a mí, que apenas veo la televisión, me hubiesen dicho que Jesús me convertiría con una película , no lo habría creído. Pero La Pasión de Cristo de Mel Gibson lo cambió todo”, dice sobre el film con el que el actor, director y productor australo-norteamericano deslumbró al mundo en 2004.

Y fue la idea central de La Pasión, al plasmar ante el espectador de forma brutal el carácter expiatorio del sacrificio de la Cruz (una idea de la que muchos en la Iglesia se avergonzaban hace quince años, y por lo que la película fue rechazada explícitamente, por ejemplo, por el episcopado francés), la que transformó el corazón de Isabelle : “Lloré de principio a fin. Comprendí que Cristo había muerto por mí, por mis pecados. Ardía de amor por Jesús. Ahora lo tenía claro: Él murió por mí, Él me ama”.

Aún tenía camino que recorrer y pasaron meses antes de que entrase en una iglesia, con un objetivo muy concreto: “Quería bautizar a mi hijo mayor. La extraordinaria acogida del sacerdote y de la pequeña comunidad parroquial me hizo comprender que se nos amaba tal cual éramos”.

Asistió entonces a misa por segunda vez en su vida, tras aquella, ya tan lejana, con su abuela: “Y entonces adquirí conciencia del milagro, la presencia de Jesús sobre el altar, Jesús siendo distribuido a todos por el sacerdote. Tuve la sensación como de que el templo se hubiese quedado a oscuras y un proyector apuntase hacia el altar. Me entraron ganas de ir uno por uno sacudiendo a todos para decirles: ¡Jesús está ahí!”

Tras ese momento sublime de la mano de Mel Gibson, vino otro de la mano de Nuestra Señora: “Un 15 de agosto recibí una gracia enorme de la Santísima Virgen. Entré con mi marido a visitar Notre Dame de París. Y, como Paul Claudel, él entró en la catedral como no creyente y salió de ella llorando y encendido de amor por Jesús”.

El poeta Paul Claudel, en efecto, vivió una conversión tumbativa en el templo junto al Sena en la misa de Navidad de 1886, a cuyas vísperas asistía por mera curiosidad.

Paul Claudel (1868-1955), escribió en 1937 un poema A los mártires españoles al conocer el genocidio anticatólico que estaba teniendo lugar en la zona frentepopulista durante la guerra civil.

Él mismo relató el momento: “Los niños del coro vestidos de blanco y los alumnos del pequeño seminario de Saint-Nicolas-du-Chardonnet que les acompañaban estaban cantando lo que después supe que era el Magnificat. Yo estaba de pie entre la muchedumbre, cerca del segundo pilar a la entrada del coro, a la derecha del lado de la sacristía. Entonces fue cuando se produjo el acontecimiento que ha dominado toda mi vida. En un instante mi corazón fue tocado y creí. Creí, con tal fuerza de adhesión, con tal agitación de todo mi ser, con una convicción tan fuerte, con tal certidumbre que no dejaba lugar a ninguna clase de duda, que después todos los libros, todos los razonamientos, todos los avatares de mi agitada vida, no han podido sacudir mi fe, ni, a decir verdad, tocarla. De repente tuve el sentimiento desgarrador de la inocencia, de la eterna infancia de Dios, de una verdadera revelación inefable. Al intentar, como he hecho muchas veces, reconstruir los minutos que siguieron a este instante extraordinario, encuentro los siguientes elementos que, sin embargo, formaban un único destello, una única arma, de la que la divina Providencia se servía para alcanzar y abrir finalmente el corazón de un pobre niño desesperado: ‘¡Qué feliz es la gente que cree! ¿Si fuera verdad? ¡Es verdad! ¡Dios existe, está ahí! ¡Es alguien, es un ser tan personal como yo! ¡Me ama! ¡Me llama!’. Las lágrimas y los sollozos acudieron a mí y el canto tan tierno del Adeste aumentaba mi emoción”.

Como Claudel, el marido de Isabelle había sentido la presencia de Dios de forma intuitiva e inmediata, de la misma manera que a ella le había sucedido contemplando vívidamente los sufrimientos de Cristo en la Pasión gracias al talento de un cineasta.

“¡Nos habíamos convertido el mismo año!”, exclama: “Se me hacía imperativo bautizarme. Ya no podía dar marcha atrás. Habían caído las últimas barreras”. La vida de toda su familia quedó transformada: “Mi bautizo fue el día más hermoso de mi vida, después del nacimiento de mis hijos y el encuentro con mi marido. Morir y renacer con Cristo, ¡qué alegría! Tras mi bautismo, nos casamos por la Iglesia y nos hemos comprometido como pareja al servicio del Señor que nos ha colmado de tantos bienes”.

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Fuente: Religión en Libertad


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