necesidad – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Sat, 09 Feb 2019 12:22:15 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 Fue a Lourdes a mofarse y cayó rendida en la gruta ante la Virgen https://www.reinadelcielo.org/fue-a-lourdes-a-mofarse-y-cayo-rendida-en-la-gruta-ante-la-virgen/ Sat, 09 Feb 2019 12:19:49 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=19877 Maryel Devera era una beligerante anticlerical, agnóstica aunque criada en el catolicismo y que no desaprovechaba cada oportunidad que tenía para burlarse de la fe de los católicos, de sus dogmas, sus tradiciones e incluso asegurando que les faltaba inteligencia. Bastó un viaje a Lourdes, al que fue con unos amigos, y cuyo objetivo era mofarse de la Virgen para que experimentara una conversión tan brutal que la ha llevado incluso a crear un grupo católico de oración y encontrarse con el Papa.

Esta francesa de 45 años era hasta 2013, precisamente el año de su conversión al catolicismo, una de las grandes productoras de ‘realities’ (programas de entretenimiento) de la televisión francesa, concretamente de TF1, uno de los canales más importantes y con mayor audiencia del país. Así fue como creó programas como Loft Story, Secret Story, The Celebrity Farm, etc, lo que la hicieron ganar mucho prestigio en su profesión, pero también bastante dinero.

Sus constantes burlas a los católicos

Devera vivía por y para su trabajo, odiaba el fracaso lo que le fue llevando a una espiral de vivir esclava de su profesión. Cuanto más triunfaba más trabajaba. Y así fue gradualmente aislándose y dejar de ser la persona que era antes del éxito. Su vida era trabajo de día y fiesta de noche.

Pese a su educación católica y el haber asistido a colegios religiosos, Maryel observaba la fe y a la Iglesia con sospecha y resentimiento. Era una autoconvencida anticlerical y siempre provocaba a sus amigos católicos con la misma pregunta: “¿Has visto ya a la Virgen?”. “¡Estás loco por creer en estas tonterías!”, era lo siguiente que les contestaba.

El viaje a Lourdes que pretendía reventar

Maryel - Virgen de LourdesSin embargo, hubo una peregrinación a Lourdes en 2013 a la que se apuntaron algunos amigos. Al final decidió unirse, pero para seguir recordándoles la estupidez de ser católico. “Son incapaces de pensar, están imbuidos por una secta llamada Iglesia”, decía entonces ella.

A través de las redes sociales se burlaba desde Lourdes de la fe de los peregrinos y parodiando como si estuviera de vacaciones en Las Vegas publicaba fotos con títulos como: “En directo desde Las Lourdes”.

Para Mayrel Lourdes era como el infierno, veía masas de borregos, la historia de Bernadette era para ella algo infantil que muchos adultos se tomaban patéticamente en serio. Y aburrida de todo decidió dar un paseo por la zona siguiendo el curso del río.

La extraña necesidad de sentarse junto a la Virgen

Misteriosamente, al pasar delante de la gruta en la que se apareció la Virgen sintió una necesidad imperiosa de sentarse frente a ella. Sin saber cómo estaba frente a frente con María, y repente una corriente de preguntas existenciales empezaron a pasar por la mente de esta productora de televisión: “¿Cuál es el sentido de tu vida? ¿Qué estás haciendo por Dios? ¿Qué hay después de la muerte?”. Tras esto sintió una llamada: “Crea un grupo de fe para personas de los medios de comunicación…”. ¿Cómo podía hacer eso una mujer que siempre había tachado la religión como algo antiguo y atrasado? Le daba vergüenza pensar eso.

Sin embargo, esa noche en el hotel sin que apenas se percatara, la Virgen María empezó a entrar en el corazón de esta mujer, y los siguientes meses fue investigando sobre las apariciones de la Virgen en el mundo. En este punto tuvo que reconocer algo obvio: eran muchas.

El combate espiritual

Tras un año de intensa lucha espiritual, Maryel acabó cediendo, y todas sus dudas y resistencias hacia Dios y la Iglesia Católica desaparecieron. Empezó a rezar, a hablar con el Señor y a acudir a la Iglesia. A su vez su iba cambiando, y el éxito a cualquier precio empezó a sustituirlo por el amor.

“Mi fe me ha dado una fuerza increíble, una serenidad inimaginable”, cuenta esta francesa, que en 2018 publicó un libro sobre su conversión titulado Téléréalité, Lourdes, Marie et moi.

Un cambio de rumbo en su vida

Este encuentro tan profundo con Dios a través de la Virgen produjo más cambios en ella. “Dejé estos canales de televisión para producir así programas positivos que mostraran la belleza e hicieran el bien”, explica ella.

Este es su trabajo ahora. Y en su vida ha entrado una herramienta infalible, su Rosario, que ahora reza todos los días: “Esta oración repetitiva es increíblemente poderosa”.

Tampoco olvidó aquel llamado de la Virgen en la gruta y finalmente creó un grupo de oración y reflexión espiritual que hace retiros y se reúne en un monasterio de París. Hasta 70 profesionales de los medios (presentadores, redactores, operarios de cámara, técnicos de sonido…) hablan de Dios y son dirigidos por un sacerdote católico, aunque en las charlas también participan algunos miembros de otra religión que como profesionales de los medios tienen también inquietudes espirituales.

Incluso, un pequeño grupo se reunió con el Papa y le pidieron que rezara por los medios pues es un “mundo difícil”. La anticlerical se convirtió en una evangelizadora en los medios. Este es el poder de la Virgen.

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 Fuente: Cari Filii


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Combate, vigilancia y discernimiento https://www.reinadelcielo.org/combate-vigilancia-y-discernimiento/ Fri, 27 Apr 2018 17:51:43 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=12558 ]]>

Extracto de la Exhortación Apostólica, Gaudete ex exsultate, del Papa Francisco. Acerca del combate espiritual de la vida cristiana.

158. La vida cristiana es un combate permanente. Se requieren fuerza y valentía para resistir las tentaciones del diablo y anunciar el Evangelio. Esta lucha es muy bella, porque nos permite celebrar cada vez que el Señor vence en nuestra vida.

El combate y la vigilancia

159. No se trata solo de un combate contra el mundo y la mentalidad mundana, que nos engaña, nos atonta y nos vuelve mediocres sin compromiso y sin gozo. Tampoco se reduce a una lucha contra la propia fragilidad y las propias inclinaciones (cada uno tiene la suya: la pereza, la lujuria, la envidia, los celos, y demás). Es también una lucha constante contra el diablo, que es el príncipe del mal. Jesús mismo festeja nuestras victorias. Se alegraba cuando sus discípulos lograban avanzar en el anuncio del Evangelio, superando la oposición del Maligno, y celebraba: «Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo» (Lc10,18).

Algo más que un mito

combate espiritual160. No aceptaremos la existencia del diablo si nos empeñamos en mirar la vida solo con criterios empíricos y sin sentido sobrenatural. Precisamente, la convicción de que este poder maligno está entre nosotros, es lo que nos permite entender por qué a veces el mal tiene tanta fuerza destructiva. Es verdad que los autores bíblicos tenían un bagaje conceptual limitado para expresar algunas realidades y que en tiempos de Jesús se podía confundir, por ejemplo, una epilepsia con la posesión del demonio. Sin embargo, eso no debe llevarnos a simplificar tanto la realidad diciendo que todos los casos narrados en los evangelios eran enfermedades psíquicas y que en definitiva el demonio no existe o no actúa. Su presencia está en la primera página de las Escrituras, que acaban con la victoria de Dios sobre el demonio [120]. De hecho, cuando Jesús nos dejó el Padrenuestro quiso que termináramos pidiendo al Padre que nos libere del Malo. La expresión utilizada allí no se refiere al mal en abstracto y su traducción más precisa es «el Malo». Indica un ser personal que nos acosa. Jesús nos enseñó a pedir cotidianamente esa liberación para que su poder no nos domine.

161. Entonces, no pensemos que es un mito, una representación, un símbolo, una figura o una idea [121]. Ese engaño nos lleva a bajar los brazos, a descuidarnos y a quedar más expuestos. Él no necesita poseernos. Nos envenena con el odio, con la tristeza, con la envidia, con los vicios. Y así, mientras nosotros bajamos la guardia, él aprovecha para destruir nuestra vida, nuestras familias y nuestras comunidades, porque «como león rugiente, ronda buscando a quien devorar» (1 P 5,8).

Despiertos y confiados

162. La Palabra de Dios nos invita claramente a «afrontar las asechanzas del diablo» (Ef 6,11) y a detener «las flechas incendiarias del maligno» (Ef6,16). No son palabras románticas, porque nuestro camino hacia la santidad es también una lucha constante. Quien no quiera reconocerlo se verá expuesto al fracaso o a la mediocridad. Para el combate tenemos las armas poderosas que el Señor nos da: la fe que se expresa en la oración, la meditación de la Palabra de Dios, la celebración de la Misa, la adoración eucarística, la reconciliación sacramental, las obras de caridad, la vida comunitaria, el empeño misionero. Si nos descuidamos nos seducirán fácilmente las falsas promesas del mal, porque, como decía el santo cura Brochero, «¿qué importa que Lucifer os prometa liberar y aun os arroje al seno de todos sus bienes, si son bienes engañosos, si son bienes envenenados?» [122].

163. En este camino, el desarrollo de lo bueno, la maduración espiritual y el crecimiento del amor son el mejor contrapeso ante el mal. Nadie resiste si opta por quedarse en un punto muerto, si se conforma con poco, si deja de soñar con ofrecerle al Señor una entrega más bella. Menos aún si cae en un espíritu de derrota, porque «el que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. […] El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal» [123].

La corrupción espiritual

corrupción espiritual164. El camino de la santidad es una fuente de paz y de gozo que nos regala el Espíritu, pero al mismo tiempo requiere que estemos «con las lámparas encendidas» (Lc 12,35) y permanezcamos atentos: «Guardaos de toda clase de mal» (1 Ts 5,22). «Estad en vela» (Mt 24,42; cf.Mc 13,35). «No nos entreguemos al sueño» (1 Ts 5,6). Porque quienes sienten que no cometen faltas graves contra la Ley de Dios, pueden descuidarse en una especie de atontamiento o adormecimiento. Como no encuentran algo grave que reprocharse, no advierten esa tibieza que poco a poco se va apoderando de su vida espiritual y terminan desgastándose y corrompiéndose.

165. La corrupción espiritual es peor que la caída de un pecador, porque se trata de una ceguera cómoda y autosuficiente donde todo termina pareciendo lícito: el engaño, la calumnia, el egoísmo y tantas formas sutiles de autorreferencialidad, ya que «el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz» (2 Co 11,14). Así acabó sus días Salomón, mientras el gran pecador David supo remontar su miseria. En un relato, Jesús nos advirtió acerca de esta tentación engañosa que nos va deslizando hacia la corrupción: menciona una persona liberada del demonio que, pensando que su vida ya estaba limpia, terminó poseída por otros siete espíritus malignos (cf. Lc 11,24-26). Otro texto bíblico utiliza una imagen fuerte: «El perro vuelve a su propio vómito» (2 P 2,22; cf. Pr 26,11).

El discernimiento

166. ¿Cómo saber si algo viene del Espíritu Santo o si su origen está en el espíritu del mundo o en el espíritu del diablo? La única forma es el discernimiento, que no supone solamente una buena capacidad de razonar o un sentido común, es también un don que hay que pedir. Si lo pedimos confiadamente al Espíritu Santo, y al mismo tiempo nos esforzamos por desarrollarlo con la oración, la reflexión, la lectura y el buen consejo, seguramente podremos crecer en esta capacidad espiritual.

Una necesidad imperiosa

167. Hoy día, el hábito del discernimiento se ha vuelto particularmente necesario. Porque la vida actual ofrece enormes posibilidades de acción y de distracción, y el mundo las presenta como si fueran todas válidas y buenas. Todos, pero especialmente los jóvenes, están expuestos a un zapping constante. Es posible navegar en dos o tres pantallas simultáneamente e interactuar al mismo tiempo en diferentes escenarios virtuales. Sin la sabiduría del discernimiento podemos convertirnos fácilmente en marionetas a merced de las tendencias del momento.

168. Esto resulta especialmente importante cuando aparece una novedad en la propia vida, y entonces hay que discernir si es el vino nuevo que viene de Dios o es una novedad engañosa del espíritu del mundo o del espíritu del diablo. En otras ocasiones sucede lo contrario, porque las fuerzas del mal nos inducen a no cambiar, a dejar las cosas como están, a optar por el inmovilismo o la rigidez. Entonces impedimos que actúe el soplo del Espíritu. Somos libres, con la libertad de Jesucristo, pero él nos llama a examinar lo que hay dentro de nosotros ―deseos, angustias, temores, búsquedas― y lo que sucede fuera de nosotros —los «signos de los tiempos»— para reconocer los caminos de la libertad plena: «Examinadlo todo; quedaos con lo bueno» (1 Ts 5,21).

Siempre a la luz del Señor

169. El discernimiento no solo es necesario en momentos extraordinarios, o cuando hay que resolver problemas graves, o cuando hay que tomar una decisión crucial. Es un instrumento de lucha para seguir mejor al Señor. Nos hace falta siempre, para estar dispuestos a reconocer los tiempos de Dios y de su gracia, para no desperdiciar las inspiraciones del Señor, para no dejar pasar su invitación a crecer. Muchas veces esto se juega en lo pequeño, en lo que parece irrelevante, porque la magnanimidad se muestra en lo simple y en lo cotidiano [124].. Se trata de no tener límites para lo grande, para lo mejor y más bello, pero al mismo tiempo concentrados en lo pequeño, en la entrega de hoy. Por tanto, pido a todos los cristianos que no dejen de hacer cada día, en diálogo con el Señor que nos ama, un sincero «examen de conciencia». Al mismo tiempo, el discernimiento nos lleva a reconocer los medios concretos que el Señor predispone en su misterioso plan de amor, para que no nos quedemos solo en las buenas intenciones.

Un don sobrenatural

El Espíritu Santo170. Es verdad que el discernimiento espiritual no excluye los aportes de sabidurías humanas, existenciales, psicológicas, sociológicas o morales. Pero las trasciende. Ni siquiera le bastan las sabias normas de la Iglesia. Recordemos siempre que el discernimiento es una gracia. Aunque incluya la razón y la prudencia, las supera, porque se trata de entrever el misterio del proyecto único e irrepetible que Dios tiene para cada uno y que se realiza en medio de los más variados contextos y límites. No está en juego solo un bienestar temporal, ni la satisfacción de hacer algo útil, ni siquiera el deseo de tener la conciencia tranquila. Está en juego el sentido de mi vida ante el Padre que me conoce y me ama, el verdadero para qué de mi existencia que nadie conoce mejor que él. El discernimiento, en definitiva, conduce a la fuente misma de la vida que no muere, es decir, conocer al Padre, el único Dios verdadero, y al que ha enviado: Jesucristo (cf. Jn 17,3). No requiere de capacidades especiales ni está reservado a los más inteligentes o instruidos, y el Padre se manifiesta con gusto a los humildes (cf. Mt 11,25).

171. Si bien el Señor nos habla de modos muy variados en medio de nuestro trabajo, a través de los demás, y en todo momento, no es posible prescindir del silencio de la oración detenida para percibir mejor ese lenguaje, para interpretar el significado real de las inspiraciones que creímos recibir, para calmar las ansiedades y recomponer el conjunto de la propia existencia a la luz de Dios. Así podemos dejar nacer esa nueva síntesis que brota de la vida iluminada por el Espíritu.

Habla, Señor

172. Sin embargo, podría ocurrir que en la misma oración evitemos dejarnos confrontar por la libertad del Espíritu, que actúa como quiere. Hay que recordar que el discernimiento orante requiere partir de una disposición a escuchar: al Señor, a los demás, a la realidad misma que siempre nos desafía de maneras nuevas. Solo quien está dispuesto a escuchar tiene la libertad para renunciar a su propio punto de vista parcial o insuficiente, a sus costumbres, a sus esquemas. Así está realmente disponible para acoger un llamado que rompe sus seguridades pero que lo lleva a una vida mejor, porque no basta que todo vaya bien, que todo esté tranquilo. Dios puede estar ofreciendo algo más, y en nuestra distracción cómoda no lo reconocemos.

173. Tal actitud de escucha implica, por cierto, obediencia al Evangelio como último criterio, pero también al Magisterio que lo custodia, intentando encontrar en el tesoro de la Iglesia lo que sea más fecundo para el hoy de la salvación. No se trata de aplicar recetas o de repetir el pasado, ya que las mismas soluciones no son válidas en toda circunstancia y lo que era útil en un contexto puede no serlo en otro. El discernimiento de espíritus nos libera de la rigidez, que no tiene lugar ante el perenne hoy del Resucitado. Únicamente el Espíritu sabe penetrar en los pliegues más oscuros de la realidad y tener en cuenta todos sus matices, para que emerja con otra luz la novedad del Evangelio.

La lógica del don y de la cruz

174. Una condición esencial para el progreso en el discernimiento es educarse en la paciencia de Dios y en sus tiempos, que nunca son los nuestros. Él no hace caer fuego sobre los infieles (cf. Lc 9,54), ni permite a los celosos «arrancar la cizaña» que crece junto al trigo (cf. Mt 13,29). También se requiere generosidad, porque «hay más dicha en dar que en recibir» (Hch 20,35). No se discierne para descubrir qué más le podemos sacar a esta vida, sino para reconocer cómo podemos cumplir mejor esa misión que se nos ha confiado en el Bautismo, y eso implica estar dispuestos a renuncias hasta darlo todo. Porque la felicidad es paradójica y nos regala las mejores experiencias cuando aceptamos esa lógica misteriosa que no es de este mundo, como decía san Buenaventura refiriéndose a la cruz: «Esta es nuestra lógica» [125].. Si uno asume esta dinámica, entonces no deja anestesiar su conciencia y se abre generosamente al discernimiento.

175. Cuando escrutamos ante Dios los caminos de la vida, no hay espacios que queden excluidos. En todos los aspectos de la existencia podemos seguir creciendo y entregarle algo más a Dios, aun en aquellos donde experimentamos las dificultades más fuertes. Pero hace falta pedirle al Espíritu Santo que nos libere y que expulse ese miedo que nos lleva a vedarle su entrada en algunos aspectos de la propia vida. El que lo pide todo también lo da todo, y no quiere entrar en nosotros para mutilar o debilitar sino para plenificar. Esto nos hace ver que el discernimiento no es un autoanálisis ensimismado, una introspección egoísta, sino una verdadera salida de nosotros mismos hacia el misterio de Dios, que nos ayuda a vivir la misión a la cual nos ha llamado para el bien de los hermanos.

***

176. Quiero que María corone estas reflexiones, porque ella vivió como nadie las bienaventuranzas de Jesús. Ella es la que se estremecía de gozo en la presencia de Dios, la que conservaba todo en su corazón y se dejó atravesar por la espada. Es la santa entre los santos, la más bendita, la que nos enseña el camino de la santidad y nos acompaña. Ella no acepta que nos quedemos caídos y a veces nos lleva en sus brazos sin juzgarnos. Conversar con ella nos consuela, nos libera y nos santifica. La Madre no necesita de muchas palabras, no le hace falta que nos esforcemos demasiado para explicarle lo que nos pasa. Basta musitar una y otra vez: «Dios te salve, María…».

177. Espero que estas páginas sean útiles para que toda la Iglesia se dedique a promover el deseo de la santidad. Pidamos que el Espíritu Santo infunda en nosotros un intenso anhelo de ser santos para la mayor gloria de Dios y alentémonos unos a otros en este intento. Así compartiremos una felicidad que el mundo no nos podrá quitar.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 19 de marzo, Solemnidad de San José, del año 2018, sexto de mi Pontificado.

Francisco


 

Bibliografía

[120] Cf. Homilía en la Misa de la Casa Santa Marta (11 octubre 2013): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (18 octubre 2013), p. 12.

[121] Cf. B. Pablo VI, Catequesis (15 noviembre 1972): Ecclesia (1972/II), 1605: «Una de las necesidades mayores es la defensa de aquel mal que llamamos Demonio. […] El mal no es solamente una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa. Se sale del cuadro de la enseñanza bíblica y eclesiástica quien se niega a reconocer su existencia; o bien quien hace de ella un principio que existe por sí y que no tiene, como cualquier otra criatura, su origen en Dios; o bien la explica como una pseudorrealidad, una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias».

[122] S. José Gabriel del Rosario Brochero, Plática de las banderas, en Conferencia Episcopal Argentina, El Cura Brochero. Cartas y sermones, Buenos Aires 1999, 71.

[123] Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 85: AAS 105 (2013), 1056.

[124] En la tumba de san Ignacio de Loyola se encuentra este sabio epitafio: «Non coerceri a maximo, contineri tamen a minimo divinum est» (Es divino no asustarse por las cosas grandes y a la vez estar atento a lo más pequeño).

[125] Colaciones sobre el Hexaemeron, 1, 30.

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Fuente: Vatican.va


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