Murillo – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Sat, 13 Apr 2019 16:22:15 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 «La Inmaculada» de Murillo salvó la vida de una mujer japonesa https://www.reinadelcielo.org/la-inmaculada-de-murillo-salvo-la-vida-de-una-mujer-japonesa/ Fri, 12 Apr 2019 23:13:11 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=21913 Decía Dostoyevski que la “belleza salvará al mundo” y si el arte va unido además a la sobrenaturalidad de la Virgen María puede darse lo que ocurrió recientemente en el Museo del Prado de Madrid, donde se produjo un hecho extraordinario alrededor del cuadro “La Inmaculada del Escorial” del gran pintor sevillano Murillo.

La imagen de la Virgen plasmada en este lienzo salvó literalmente de la muerte a una japonesa, que veía abocada su vida al suicidio. La belleza de María la rescató, por lo que años después quiso venir a España para verla, aunque no estaba expuesta.

El Murillo que salvó la vida a una japonesa

¿Para qué sirve el arte?, se han preguntado muchos críticos a lo largo de la Historia. Hay quienes creen que para nada y que ahí reside precisamente su importancia. Pero, lejos de explicaciones tan filosóficas, las hay mucho más románticas. En 1817 Stendhal visitó la Santa Croce de Florencia. «Me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme», relataba el escritor. Sufrió el que se conoce desde entonces como Síndrome de Stendhal, aquel que puede padecer una persona tras exponerse en exceso a obras de arte especialmente hermosas. Suele ocurrir paseando por Florencia, por Roma… salvo que te llames Jep Gambardella y seas inmune a la gran belleza de la Ciudad Eterna.

Pero hay historias reales que, aunque no han salido de la mente de un gran guionista, merecerían ser contadas en un libro o en la gran pantalla. Hace un par de días una mujer japonesa se acercó al Museo del Prado. Hasta ahí nada original, pues hordas de compatriotas inundan a diario la pinacoteca. Ella no se dirigió, como cabría esperar, a la sala donde cuelgan «Las Meninas» de Velázquez, ni a la que alberga «El Jardín de las Delicias» del Bosco. Puso rumbo a las salas de Murillo. Buscó y buscó un cuadro en concreto. Una «Inmaculada Concepción». Posiblemente, se toparía en su camino con la hermosísima «Inmaculada Concepción de Aranjuez» (procede de la real capilla de San Antonio, en el Palacio de Aranjuez) o con la no menos espléndida «Inmaculada Concepción de los Venerables» (fue encargada por Justino de Neve para el hospital de los Venerables de Sevilla).

Una veintena de versiones

El pintor sevillano llegó a hacer una veintena de versiones de este tema, más que ningún pintor español de su época, creando una iconografía propia del asunto con la que ganó un notable éxito: representa a la Virgen vestida de blanco y azul, con las manos juntas o cruzadas sobre el pecho, pisando la luna y mirando al cielo.

La Inmaculada de Murillo 2Pero, volvamos a nuestra protagonista, a la que habíamos dejado tratando de localizar el cuadro que busca con tanto ahínco: «La Inmaculada del Escorial», un gran óleo de 206 por 144 centímetros pintado por Murillo hacia 1660-1665. Es una de las versiones más emotivas que pintó en su carrera. Se cree que pudo ser adquirida en Sevilla por Carlos III, quien la incorporaría a las colecciones reales. Posiblemente, colgaría en la habitación del infante don Carlos en el Palacio Real. Ante su desconcierto, la mujer pregunta a los vigilantes de sala. Éstos le comentan que no se halla expuesta: está en el taller de marcos del edificio de Moneo, pasando una puesta a punto. La obra fue prestada al Museo de Bellas Artes de Sevilla, formando parte de la exposición central del IV centenario del nacimiento del pintor, que mantuvo sus puertas abiertas del 29 de noviembre de 2018 al pasado 17 de marzo. Y en junio viajará al Museo de Bellas Artes de Álava, en Vitoria, como parte del proyecto del bicentenario del Prado «De gira por España».

Para sorpresa de los vigilantes, la mujer llora desconsoladamente. No saben qué ocurre. «Lost in Translation», cual Bill Murray y Scarlett Johansson en la película de Sofia Coppola, que transcurre precisamente en Japón, deciden llamar a Minako Wada, restauradora de papel de la pinacoteca, que es japonesa. Acude a las salas. La mujer le explica su conmovedora historia. En 2006 viajó a Japón una muestra con 81 obras maestras del Museo del Prado, comisariada por Juan J. Luna, que fue un rotundo éxito de público: había obras del Greco, Velázquez, Ribera, Zurbarán, Murillo, Goya, Tiziano, Rubens, Van Dyck… Su primera parada fue Tokio, donde recibió más de 500.000 visitantes, y después recaló en Osaka.

Fuerte sacudida

Fue en esta ciudad donde la protagonista de nuestra historia acudió a visitar la muestra. Tras dos horas de cola, entró y pudo contemplar la «Inmaculada del Escorial», que le sacudió por dentro. Al parecer, se hallaba destrozada, porque la vida le había golpeado muy duro y ya no tenía ganas de continuar. «Si en este mundo hay cosas tan hermosas como este cuadro, merece la pena seguir viviendo», se dijo entonces.

Aquella «Inmaculada» de Murillo le produjo tal emoción que le dio fuerzas para no tirar la toalla. Trece años después, viajaba a Madrid y quería volver a ver aquel cuadro que le cambió la vida, que la salvó. De ahí su impotencia y sus lágrimas.

Miguel Falomir, director del Prado, suele pasear habitualmente por las salas del museo. Le gusta sondear las reacciones del público. Allí conoció la historia de la desconsolada japonesa, a la que, por supuesto, se permitió el acceso al taller de marcos para que volviera a ver a su salvadora. Un melodrama (¿no se quedan con ganas de saber más detalles?) con final feliz. The End.

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Fuente: Cari Filii


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Bartolomé Esteban Murillo, el gran pintor de la Purísima https://www.reinadelcielo.org/bartolome-esteban-murillo-el-gran-pintor-de-la-purisima/ Fri, 08 Dec 2017 19:41:06 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=10793

Se celebra el cuarto centenario del nacimiento de Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), el gran pintor de la Purísima y uno de los genios del Barroco español.

 

 

Con motivo del Año Murillo, en Sevilla se está haciendo un esfuerzo por divulgar la obra de este pintor y explicar una de sus expresiones más sublimes: las imágenes de la Inmaculada Concepción de la Virgen. En MurilloEnSevilla.com, @MiguelPerezM explica algunos hechos básicos.

Lo que Murillo innovó

Murillo cambia el estilo de representar a María triunfante que habían traído pintores anteriores a él como Pacheco o Velázquez. ¿La gran novedad? Viste a María de blanco, con una túnica sencilla e inmaculada, y le da vuelo al manto azul. De la lectura del Apocalipsis toma solo la luna bajo sus pies y, para representar aquello de que iba ‘vestida de sol’, coloca una luz anaranjada tras cada Inmaculada, prescindiendo de la corona de estrellas que sí usaron Pacheco y Velázquez.

Santa Beatriz de Silva, encerrada en el baúl por la Reina

¿En qué se basa esta representación que se hace de la Inmaculada? Para ello tenemos que conocer a Santa Beatriz de Silva (1437-1492), dama de la corte de Isabel de Portugal (esposa de Juan II de Castilla). La reina, celosa porque creía que su marido miraba a Beatriz con deseo, la encerró durante días en un baúl cerrado a cal y canto. Allí, se le apareció la Virgen para decirle que todo saldría bien, y que cuando saliera fundara una orden (las Concepcionistas). Beatriz contaría que la Virgen se le había aparecido con túnica blanca y manto azul, como luego vestirían las monjas concepcionistas, y como pinta Murillo a la madre de Cristo.

Vista de cerca, a los monjes no les gustaba

Una de las primeras Inmaculadas que pintó Murillo fue ‘La Colosal’, que por suerte conservamos en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Se hizo para el arco de la iglesia del Convento de San Francisco, que estaba donde hoy se abre la Plaza Nueva. Dice la tradición que cuando Murillo presentó el cuadro, a los franciscanos no le gustó demasiado. Pero Murillo sabía que su cuadro no estaba realizado para ser visto a ras de suelo. Una vez que se colocó a su altura, los monjes cambiaron su visión sobre la obra. No hay que obviar que este lienzo mide tres metros de ancho y casi cuatro y medio de alto. Por algo es ‘La Colosal’. De hecho, su tamaño fue lo que hizo que el napoleónico Mariscal Soult no pudiera llevársela durante la invasión francesa, y se quedara recluida en el Alcázar.

Las obras que devolvió Pétain a Franco

La Inmaculada llamada ‘de los Venerables’ –y mal llamada ‘de Soult’ por su expoliador– regresó a España en 1940, pero nadie desde nuestro país la había reclamado. ¿Cómo podía ser? En aquella época, Francia estaba siendo invadida por las tropas nazis, y un gobierno colaboracionista dirigido por el Mariscal Pétain se había establecido en Vichy traicionando a la república francesa. Pétain quería el apoyo de la España de Franco, y por ello se propuso como estrategia un intercambio de cuadros entre el Prado y el Louvre.

Un día de diciembre, avisaron a los encargados del Patrimonio de España que fueran a la localidad francesa de Port Bou. Para agilizar el acuerdo, Pétain mandaba a Franco la Inmaculada de los Venerables a España. Debió llegar en tren, pero las lluvias lo impidieron, por lo que fue cargada en un camión sin escolta en el que llegó hasta el lugar de la cita. Un día antes del día de la Inmaculada, el cuadro llegaba en un vagón de tren precintado a Madrid. Por cierto, un año más tarde Pétain mandaría a España otra obra maestra expoliada: la Dama de Elche.

La hija sorda y monja de Murillo

Corre desde siempre la tradición de que Murillo tomó para algunas de sus Inmaculadas rostros conocidos. Pero dentro de esas teorías, debemos detenernos en la similar faz que tienen las llamadas ‘de Walpole’ (Hermitage de San Petersburgo) y ‘del Coro o niña’ (Museo de Bellas Artes).

Aunque puede resultar a simple vista sensato decir que ambas tienen el mismo rostro, Santiago Montoto se atrevía en los años 20 a decir que ambas tuvieron como modelo a la hija de Murillo, Francisca María. La última de sus hijas, que dicen que era sorda de nacimiento, entró en el convento de Madre de Dios como monja, y decían que la añoranza del pintor de su hija fue lo que propició que le pusiera su rostro a estas dos representaciones de la Inmaculada Concepción.

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Fuente: Cari Filii


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