muerte – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Fri, 23 Aug 2024 17:24:32 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 La muerte no es el final https://www.reinadelcielo.org/la-muerte-no-es-el-final/ Wed, 23 Aug 2023 11:56:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=10545 Esta hermosa reflexión de San Agustín, sobre la muerte, nos puede ayudar a reflexión sobre este gran tema que siempre ha preocupado a la humanidad.

La muerte no es nada, sólo he pasado a la
habitación de al lado. Yo soy yo, ustedes
son ustedes. Lo que somos unos para los
otros seguimos siéndolo.

Denme el nombre que siempre me han dado.
Hablen de mi como siempre lo han hecho.
No usen un tono diferente.
No tomen un aire solemne y triste.

Sigan riendo de lo que nos hacía reír juntos.
Recen, sonrían, piensen en mí.

Que mi nombre sea pronunciado como siempre
lo ha sido, sin énfasis de ninguna clase, sin
señal de sombra. La vida es lo que siempre
ha sido. El hilo no se ha cortado.

¿Por qué estaría yo fuera de su mente?
¿Simplemente porque estoy fuera de su vista?
Los espero. No estoy lejos, sólo al otro lado del camino.

¿Ven? Todo está bien. No lloren si me amaban.
¡Si conocieran el don de Dios y loque es el Cielo!
¡Si pudieran oír el cánticode los Ángeles y verme en medio de ellos!
¡Si pudieran ver con sus ojos los horizontes,
los campos eternos y los nuevos senderos
que atravieso! ¡Si por un instante pudieran
contemplar como yo la belleza ante la cual
todas las bellezas palidecen!

Créanme: Cuando la muerte venga a romper sus
ligaduras como ha roto las que a mí me
encadenaban y, cuando un día que Dios ha
fijado y conoce, su alma venga a este Cielo
en el que los ha precedido la mía, ese día
volverán a ver a aquel que los amaba y que
siempre los ama, y encontraran su corazón
con todas sus ternuras purificadas.

Volverán a verme, pero transfigurado y feliz,
no ya esperando la muerte, sino avanzando con
ustedes por los senderos nuevos de la Luz
y de la Vida, bebiendo con embriaguez a
los pies de Dios un néctar del cual nadie
se saciará jamás.

AMÉN

Nada está perdido…

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Fuente: Benditas Almas


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Un milagro del Padre Pío le devolvió a la vida y explica lo que vio en el Cielo https://www.reinadelcielo.org/un-milagro-del-padre-pio-le-devolvio-a-la-vida-y-explica-lo-que-vio-en-el-cielo/ Fri, 18 Aug 2023 09:54:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=26645 Patrick Theillier, médico responsable del Departamento de Constataciones Médicas del Santuario de Lourdes de 1998 a 2009, publica en Experiencias cercanas a la muerte (Palabra) una carta escrita por el sacerdote francés Jean Derobert donde habla de su experiencia cercana a la muerte tras el fusilamiento que sufrió durante la guerra de Argelia en 1958 y el milagro sucedido después mediante la intercesión del padre Pío.

Se trata del testimonio acreditado que el sacerdote aportó con vistas a la canonización del padre Pío y que se reproduce íntegro a continuación.

Querido padre:

Me habéis solicitado un resumen por escrito de la evidente protección de la que fui objeto en agosto de 1958, durante la guerra de Argelia.

En aquel momento formaba parte de los servicios sanitarios del ejército. Había observado que, en los momentos importantes de mi vida, el padre Pío, que me había tomado como su hijo espiritual desde 1955, me hacía llegar una carta en la que me prometía su oración y apoyo. Lo hizo antes de mi examen en la Universidad Gregoriana de Roma, y lo volvió a hacer en el momento en que tuve que unirme a los combatientes de Argelia.

El momento del fusilamiento

Una noche, un comando del FLN (Frente de Liberación Nacional argelino) atacó nuestro pueblo y rápidamente fui arrestado. Me llevaron a una puerta junto a otros cinco militares y allí nos fusilaron.

Recuerdo que no pensé ni en mi padre ni en mi madre, a pesar de ser hijo único, sino que sólo experimenté una gran alegría puesto que “me disponía a ver lo que hay al otro lado”. Aquella misma mañana había recibido una carta del padre Pío con dos líneas manuscritas que decían: “La vida es una lucha, pero conduce a la luz” (subrayado dos o tres veces).

Inmediatamente experimenté la descorporeización.

Vi mi cuerpo a mi lado, que yacía, cubierto de sangre, entre mis camaradas asesinados. Y empecé una curiosa ascensión por una especie de túnel.

De la nube que me rodeaba surgían rostros conocidos y desconocidos. Al principio aquellos rostros eran sombras; se trataban de personas poco recomendables, pecadores poco virtuosos. A medida que ascendía, los rostros con los que me encontraba eran cada vez menos luminosos.

Me sorprendía el hecho de poder caminar. Me dije que estaba fuera del tiempo y que por tanto había resucitado.

Me sorprendía poder ver todo lo que me rodeaba sin tener que mover la cabeza. Me sorprendía sentir el dolor de las heridas producidas por las balas de los fusiles. Y comprendí que habían penetrado en mi cuerpo tan deprisa que no pude sentirlas.

De pronto, mis pensamientos se dirigieron a mis padres. Inmediatamente me encontré en mi casa, en Annecy, en la habitación de mis padres, a los que contemplé mientras dormían. Intenté hablarles, pero sin éxito. Recorrí el apartamento y advertí que un mueble había sido cambiado de sitio. Unos días después escribí a mi madre y le pregunté por qué había cambiado aquel mueble. Ella me contestó por carta: “¿Cómo lo sabes?”.

Pensé en el Papa Pío XII, al que conocía bien (estudié en Roma) y, de pronto, me encontré en su habitación. Acababa de acostarse. Hablamos intercambiando pensamientos, pues era un hombre muy espiritual. Continué mi ascensión hasta que me encontré en medio de un paisaje maravilloso, envuelto en una luz dulce y azulada. Sin embargo, no había sol, “porque el Señor los alumbrará”, como dice el Apocalipsis.

Vi a miles de personas, todas de unos treinta años, pero me encontré con algunas a las que había conocido cuando estaban vivas. Una había muerto con ochenta años y parecía tener treinta, otra había muerto con dos años y todas tenían la misma edad.

Dejé aquel “paraíso” repleto de flores extraordinarias y desconocidas en la tierra. Y ascendí aun más. Allí perdí mi naturaleza humana y me convertí en una “gota de luz”.

Vi a muchas otras “gotas de luz” y supe que una era San Pedro, otra Pablo, otra Juan, o un apóstol, o un santo.

Después vi a María, maravillosamente bella con su manto de luz, que me recibió con una sonrisa indecible. Detrás de ella estaba Jesús, maravillosamente bello, y detrás, una zona de luz que supe que era el Padre, y en la que me sumergí.

Allí sentí la satisfacción total de todos mis deseos. Conocí la dicha perfecta.

De vuelta a la vida

Y bruscamente me encontré en la tierra, con el rostro en el polvo, entre los cuerpos cubiertos de sangre de mis camaradas.

Advertí que la puerta ante la que me encontraba estaba acribillada de balas, las balas que me habían atravesado el cuerpo, que mis ropas estaban agujereadas y cubiertas de sangre, que mi pecho y mi espalda estaban manchados de sangre prácticamente seca y ligeramente viscosa. Pero que estaba intacto. Fui a ver al comandante con aquella pinta. Él se acercó a mí y gritó: “¡Milagro!”.

Sin duda, esta experiencia me marcó mucho. Más tarde, cuando, liberado del ejército, fui a visitar al padre Pío, este me divisó desde lejos en la sala de San Francisco. Me hizo un gesto para que acercara y me ofreció, como siempre, una pequeña muestra de cariño.

El sacerdote Jean Derobert con el padre Pío; se convirtió en uno de sus hijos espirituales.

A continuación me dijo estas sencillas palabras: “¡Ay! ¡Cuánto me has hecho pasar! ¡Pero lo que viste fue muy bello!”. Y ahí se acabó su explicación.

Ahora puede entenderse por qué no tengo miedo a la muerte… Porque sé lo que hay al otro lado.

[Jean Derobert fue hijo espiritual del padre Pío. Falleció en el año 2013 y escribió un libro sobre la vida de este santo titulado Padre Pío, transparente de Dios. El padre Pío fue canonizado en 2002 por el Papa Juan Pablo II con el nombre de San Pío de Pietrelcina. Este artículo fue publicado originariamente en ReL en agosto de 2016]

En el vídeo (en francés, largo) Jean Derobert habla del padre Pío en una visita a Quebec.

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Fuente: Religión en Libertad


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Flores en el desierto https://www.reinadelcielo.org/flores-en-el-desierto/ Fri, 26 May 2023 09:58:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=522 El Señor no deja de mostrarme aquello a lo que debo prestar atención para mi propio crecimiento espiritual, pero también para ser compartido con otros. En esta oportunidad me llevó a Polonia, nuestra querida nación que diera a luz a Juan Pablo II durante el turbulento siglo XX. Y en esta tierra tan sufrida, un pueblo que fuera arrasado alternativamente desde el oeste y el este por naciones vecinas, encontré los extremos más distantes que uno pueda imaginar, entre el bien y el mal.

Déjenme empezar por el extremo de la oscuridad, de tal modo de poder culminar mi escrito con una luz de esperanza, un llamado al bien. Cerca de la ciudad de Cracovia pude visitar lo que fueran los campos de concentración nazis de Auschwitz I y II (este último también conocido como Birkenau). Allí fueron asesinadas criminalmente un millón doscientas mil personas entre 1942 y 1945, principalmente gente perteneciente a la religión judía, pero también gitanos o polacos, rusos, húngaros, entre muchos otros. Y hubo otros campos donde se hizo lo mismo, para llegar a la aterradora cifra de seis millones de muertes.

Una cosa es haber oído o visto fotos de lo que allí ocurrió, pero créanme que nada se compara a verlo en persona. Visitar la inmensa máquina de asesinar que con gran meticulosidad y sentido de perfección fue diseñada y puesta a funcionar allí, sacude el alma. El testimonio es tan directo y conmovedor que deja a uno pensando en aquellos que decidieron y ejecutaron semejante crueldad. Produce terror el meditar a qué extremos puede llegar el ser humano cuando se lanza sin límites en la carrera del odio y la destrucción.

Caminé por los andenes de tren donde se separaba a los recién llegados, entre aquellos que servían para trabajar por unas semanas o meses, de los que serían enviados de inmediato a las dos gigantescas cámaras de gas que los aguardaban una a cada lado de las vías del tren, con las chimeneas de los hornos crematorios aullando y lanzando fuego y humo al firmamento. Lo que vi allí, no lo olvidaré jamás. Una montaña de latas vacías portadoras de los cristales que producían el gas venenoso, testigos mudos que señalan el punto en la historia donde millones de personas murieron del modo más cruel.

San Maximilano Kolbe

Allí, en medio de tanto horror, pude visitar el pabellón 11 también llamado “el lugar de la muerte”. Nadie que entraba allí salía vivo. En los sótanos de este edificio estaban las celdas especiales, destinadas a prisioneros que “merecían” un castigo o una muerte particularmente cruel. Allí pude ver el lugar donde murió San Maximiliano Kolbe, aquel sacerdote que ofreció su vida a cambio de la de un prisionero inocentemente condenado a muerte. Sin dudas que esta flor en este desierto me hizo pensar en todas las personas que murieron allí encontrando una oportunidad para reconciliarse con Dios en el dolor de semejante tragedia. Historias que sólo Dios conoce, pero que se pueden intuir al caminar por los interminables recorridos de ésta maquina de matar.

Dios vio el dolor que invadió mi alma, por eso hizo que a pocos kilómetros de allí pueda asistir a una maravillosa Misa dominical en el Santuario de la Divina Misericordia, en Cracovia. Y que luego, como gracia inmerecida, pueda visitar el convento donde Santa Faustina Kowalska tuviera las visiones de Jesús que originaron la devoción al Jesús Misericordioso. Su dormitorio, la Capilla donde ella acompañaba a Jesús Eucarístico, sus reliquias que pude besar como signo de unión en Cristo, todo olía a Dios. El Cielo baja a la tierra cuando uno comprende la trascendencia de lo que esta sencilla mujer vivió en ese lugar tan bendecido por Dios.

Con una diferencia de pocas horas, pude dar testimonio del más horroroso acto de maldad del que el ser humano es capaz, y en el otro extremo, de cuanto es Dios capaz cuando encuentra almas pequeñas y sencillas dispuestas a dejarse cubrir por Su Gracia. Faustina murió en 1938, los nazis terminaron su crimen en 1945. Con pocos años de diferencia, y en el mismo lugar, Dios quiso cubrir a la sufrida Polonia de muestras de Su Amor, para compensar el baño de sangre que allí ocurriría.

Sepamos que cada uno de nosotros, o nuestros hijos, en forma individual y personal, es en potencia tanto un santo como un criminal. Nada nos impide ser tan puros y comprometidos en el amor como lo fueron Faustina y Maximiliano, dos flores en el desierto. Y nada nos detiene si nos dejamos arrastrar por el sendero del odio y la maldad. En ambos casos tenemos el libre albedrío como don supremo que el Señor nos legó, para hacer de nuestra vida un canto a la Creación.

Faustina y Maximiliano están hoy en los altares de la Iglesia como signo de santidad, orientándonos nada más ni nada menos que al misterio de la Misericordia de Dios. Mientras tanto, el crimen de Auschwitz ha quedado grabado en la retina de la historia de la humanidad como una gigantesca mancha de sangre que no desaparece. Hoy quiero dar mi testimonio de ambas cosas, porque Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida.

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Autor: Reina del Cielo


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Una dulce muerte https://www.reinadelcielo.org/una-dulce-muerte/ Fri, 28 Oct 2022 10:32:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=344 ]]> Hace poco tuve la gracia de poder visitar la ciudad de Méjico, y por supuesto admirar a la Virgen de Guadalupe en todo su esplendor. Cuando un colega de trabajo de la Ciudad Azteca se enteró que iba a ir a visitar el cerro Tepeyac, lugar de las apariciones de María a San Juan Diego, me dijo: no dejes de pasar por la cripta y admirar el mural del Señor que hay pintado allí abajo. ¡Es de mi padre!. El Charro Medina, pintor reconocido en Méjico y papá de mi colega de trabajo, había sido un hombre de activa práctica de su fe católica. Pero sobre todas las cosas, fue un hombre dotado de un profundo entendimiento de la esencia del Cristianismo, un patriarca entre los suyos. Manuel, su hijo, me contaba éstas cosas con gran emoción, con un brillo profundo en sus ojos, claro reflejo del amor por su padre ya fallecido. “Hablar con papá de las cosas de Dios dejaba siempre una riqueza para explorar y meditar”, me dijo Manuel.

Cuando bajé a la Cripta y vi al Cristo del Charro Medina, no pude dejar de sentir en el corazón toda la fuerza del amor del pintor por Su Dios. Y también recordé una anécdota que su hijo me contó: estando papá todavía en vida, falleció uno de sus hijos, un hermano de mi amigo. Imaginen el dolor de un padre al tener que presenciar la muerte de uno de sus hijos, uno de los dolores más difíciles de sobrellevar. Para sorpresa de la familia, papá colocó un cartel en el lugar de velatorio:

Acompañemos a mi hijo en el día más feliz de su vida

¿Y quien puede discutirlo, con los ojos de la fe? La fe, cuando está bien afirmada, da una visión de la muerte que es opuesta a la que nuestra débil naturaleza humana nos orienta a tener. Quien vivió una vida de amor por Cristo, siente que la muerte irreversiblemente lo atraerá hacia el Señor. Y por supuesto, no importará tener que pasar por el lugar de la Purificación para poder entrar al Reino con las ropas del alma blancas, puras. ¡El alma ya está salvada!. La fe del Charro fue tan grande que le dio la seguridad de que su hijo ya estaba a salvo, había dejado a uno de los suyos en el lugar de destino final.

La morenita -Cerro del Tepeyac-

Tenemos muchas veces una percepción de la muerte que es errada, tanto miedo es reflejo de la falta de fe. Todos los santos llegaron a comprender en vida cual era el verdadero destino del alma, y muchos de ellos le pidieron a Dios que acorte el tiempo de destierro aquí, en la tierra. Algunos fueron escuchados y murieron siendo aún jóvenes. ¡Que fiesta en el Cielo cuando éstas almas santas entran allí!. No podemos entender, si es que no nos afirmamos en una fe sólida, cuan vacía es nuestra vida en ésta tierra si es que no ponemos el norte de nuestra brújula en el Reino de Dios. ¡Ninguna otra cosa importa!.

Debemos ver la muerte como la gran puerta hacia el verdadero jardín donde florecerá nuestra alma, no tiene sentido temerle si es que Dios está con nosotros. Llegará cuando El considere que es el momento apropiado, cuando ya hayamos tenido suficiente tiempo para rendir nuestras pruebas y acceder al Juicio particular del alma, de cada alma. ¡No desaprovechemos el tiempo!. Trabajemos sólo con ese objetivo, salvar nuestra alma. Si hacemos lo correcto, nuestra muerte será el día más feliz de nuestra vida, ya que podremos contemplar a Dios en toda Su Omnipotencia, en todo Su Amor.

Como dijo el papá de mi amigo mejicano, la muerte es un día de fiesta para el alma que Cree, Espera, Adora y Ama a Su Dios. Los de aquí debemos llorar, claro, debemos llorar porque todavía no es nuestro turno y nos encontraremos separados de nuestro hermano, por un tiempo. Pero no lloremos por él, ya que con los ojos de la fe, ¡ha encontrado su salvación eterna!


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Avanza el enemigo https://www.reinadelcielo.org/avanza-el-enemigo/ Fri, 21 Oct 2022 10:47:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=494 Todos los días vemos algo que nos asusta, o nos conmueve, o nos escandaliza. Una nueva legislación aceptando el aborto, ese crimen abominable. O un nuevo avance de la negación de la distinción clara entre hombre y mujer, promoviendo la libre elección del ?género? por parte de las personas. O quizás una nueva iniciativa contra la libertad religiosa, atacando a quienes desean hacer de Dios el centro de sus vidas. No falte un nuevo país tomado por el ateísmo militante, ese tipo de liderazgo político que trata de “matar” a Dios en la sociedad gobernada. O una nueva escalada de jóvenes tomados por el alcohol o las drogas. Alrededor nuestro, publicidad que promueve toda clase de perversiones como “modelo de vida”.

Padre e hijo

Ser padre en estos tiempos hace a uno sentirse “esclavo de sus propios hijos”, ya que ese es el ejemplo que ellos reciben en sus escuelas, o en las casas de sus amigos. ¿Cómo educarlos en un modelo que es diametralmente opuesto al que el mundo les propone? Uno desearía sentarse a hablar con los padres de los amigos de nuestros hijos, o con sus maestros y profesores, para intentar “cambiarles el entendimiento de lo que la vida significa en realidad”. Pero la marea de “ideas distorsionadas” es tan fuerte que uno suele encontrarse en seria desventaja numérica, e inmediatamente sujeto al mote de “recalcitrante fanático religioso” o cualquier otro calificativo similar. En cualquier caso, con algunas miradas basta para comprender como nos ven, en líneas generales.

En estos tiempos, leer el periódico o mirar las noticias produce sufrimiento y angustia. Sin embargo, hay una pregunta que duele mucho más que las noticias horrorosas que nos invaden. ¿Cuánta gente se da cuenta de lo que realmente esta pasando? ¿Cuántas personas creen que muchas de esas cosas son normales, o hasta buenas, o quizás fruto del progreso del mundo? Lo más triste es que la respuesta es “muchos”. ¿Cuantas madres promueven el alcohol en sus hijos diciendo que “a esa edad yo también lo hacía, es parte de la locura de la juventud”? ¿O cuantos ven con buenos ojos que se elimine a Dios de la vida de la sociedad con el argumento de que “hay que dejar que cada uno decida que hacer con su vida privada”? En la misma línea, ¿cuantas familias evitan el bautismo de sus hijos “porque ellos deben ejercer su libre opción una vez adultos”? Me pregunto, la decisión de traerlos al mundo, ¿quién la tomó? ¿Acaso no fueron sus padres?

La confusión avanza a pasos agigantados, y es tan destructivo su poder, que el deterioro del mundo es bienvenido a brazos abiertos por la mayor parte de la humanidad. ¿Qué debemos hacer? ¿Acaso ser simples espectadores de esta tragedia que empuja al mundo barranca abajo, hacia un precipicio de dudosa pendiente y más dudosa aún profundidad? Definitivamente no. Aquellos que creemos en Dios, y tenemos la formación necesaria para advertir lo que ocurre, debemos actuar.

Lo dijo claramente Juan Pablo II, “la Iglesia es misionera y los cristianos debemos vivir una vida de misión”. Este principio básico que impulsa nuestra vida como miembros del Cuerpo Místico de Cristo, se puede definir de modo tan simple como el de embarcarnos en una Nueva Evangelización. La difusión del Evangelio y de la Buena Noticia de Jesucristo como Salvador de la humanidad es nuestra causa de vida, es la sangre que corre por las venas de la Iglesia. La misión es personal e indelegable, cada uno de nosotros tiene ese mandato impreso en la Voluntad de Dios para nuestro tránsito por esta vida.

Cruz

El deterioro del mundo, tan visible y en continuo movimiento, no es excusa ni explicación para que la ardua misión de la evangelización se detenga. Todo lo contrario. Dios nos llama a una Nueva Evangelización como respuesta a este ataque a la esencia de la fe. Recuerdo aquellas épocas en que la caída del muro de Berlín dio por tierra con el sueño de una ?sociedad sin Dios? que el modelo comunista había impuesto a fuego y terror durante décadas. Mirando retrospectivamente, pienso que muchos asumimos que esos ataques a la libertad religiosa iban a quedar en el olvido. No. El mismo “espíritu destructor de almas y corruptor de conciencias” encontró el modo de atacar de modos mucho más sutiles, pero siempre con el mismo propósito.

La Nueva Evangelización es la respuesta que debemos dar, porque Jesús es la única solución a todas nuestras necesidades. Sin Jesucristo, nada se logra, la vida transita vacía y sin propósito. Esto no quiere decir imponer a los demás nuestras convicciones religiosas a fuego y espada, sino todo lo contrario. Dios no obliga a nadie, mucho menos podemos nosotros. La Evangelización debe realizarse con el suave ?guante del amor?, de tal modo que nuestra acción misionera convenza a las almas de que Jesús ha tornado nuestro corazón, nos ha dado paz y alegría, aún en medio de las inclemencias de la vida.

El amor a Dios es lo que hará que la gente comprenda el horror del aborto, la miseria del alma sujeta al alcohol o las drogas, la inviolabilidad del principio de que “un hombre es un hombre y una mujer es una mujer” tal como Dios los ha creado, y la trascendencia de defender la libertad religiosa de las personas, sin limitar su fe ni su vida espiritual. La paz en el mundo no se logrará sin que volvamos nuestras miradas al Creador, a Aquel que nos ha dado todo para que seamos felices, no para nos matemos entre nosotros en medio de disputas interminables.

Avanza el enemigo, a paso redoblado, pero no somos ajenos a lo que ocurre, sino todo lo contrario, somos actores centrales en este escenario que es el mundo. Dios espera mucho de Su pueblo, porque si no somos nosotros quienes lo ayudamos a arrojar Luz y Verdad, ¿cómo se hará visible, para esta humanidad, el Camino hacia la Vida?


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7 curaciones y milagros por intercesión de la Medalla Milagrosa https://www.reinadelcielo.org/7-curaciones-y-milagros-por-intercesion-de-la-medalla-milagrosa/ Fri, 29 Nov 2019 11:06:13 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=23438 Cada 27 de noviembre se celebra la fiesta de la Virgen de la Medalla Milagrosa, una devoción mariana relativamente reciente pero que se extendió rápidamente por todo el mundo provocando por un lado un mayor amor a María y por otro innumerables gracias a los fieles devotos.

Tal día como hoy hace 189 años se aparecía la Virgen María a una joven monja, Santa Catalina Labouré y le entregó el regalo de la Medalla Milagrosa para que la compartiera con todo el mundo. En esta aparición la Virgen le mostró cómo debería ser esta Medalla Milagrosa.

Con el permiso de la Iglesia, las primeras medallas se hicieron y distribuyeron en París en 1832. Aunque originalmente se conocía como la Medalla de la Inmaculada Concepción, se asoció con tantos milagros y bendiciones, que finalmente se popularizó como la Medalla Milagrosa. Y muchos cristianos que la poseen a día de hoy, todavía experimentan muchas de estas gracias.

Estos son únicamente siete milagros que se han atribuido al increíble poder detrás de las medallas y que recoge Beliefnet:

Milagro en el corredor de la muerte

Uno de los milagros más increíbles de la Medalla Milagrosa se produjo en una cárcel de Mississippi en 1943. El joven de 20 años Claude Newman estaba en el corredor de la muerte por disparar al abusador de su abuela y le preguntó a otro recluso qué llevaba puesto alrededor del cuello. El interno arrojó la medalla al suelo y le dijo a Claude que podía tenerla. Poco después de que el joven se colocara la medalla alrededor del cuello, la Virgen María, a quien Claude describió como la mujer más hermosa que Dios había hecho, se le apareció y le dijo que si quería ser su hijo debería pedir un sacerdote. Lo hizo de inmediato.

Junto con otros cuatro prisioneros a los que Claude les contó su historia se preparó para ser bautizado. Cuando compartió con el sacerdote y los otros hombres la idea del profundo perdón que se encuentra en la Confesión, el sacerdote se sorprendió de que la Virgen hubiera visitado a Claude nuevamente.

Para demostrar que estaba diciendo la verdad le recordó al sacerdote un voto de 1940 que había hecho a María de que construiría una iglesia en su honor si sobrevivía a una situación que amenazaba su vida. Claude fue bautizado cuatro días antes de la fecha prevista de ejecución en 1944. Debido a que el joven estaba tan feliz de ir al cielo, su última solicitud fue celebrar una fiesta. La ejecución se suspendió dos semanas y el preso se entristeció por lo que el sacerdote tuvo que consolarlo. Ya el día de su ejecución este joven dejó sorprendidos a todos los presentes al estar contento mientras era colocado en la silla eléctrica.

El milagro de la viuda

En 1834, tan sólo dos años después de que las primeras copias de la Medalla Milagrosa fueran distribuidas por París, las noticias de la medalla habían viajado por toda Francia. Una de las mujeres que supo de ellas fue una viuda de 70 años que había ingresado en el hogar de ancianos de Saint-Maur después de una terrible caída en agosto de 1833. No solo tenía que arrastrar la pierna izquierda, sino que necesitaba ayuda para caminar, y serías dificultades para sentarse y volver a levantarse. Cuando se enteró de la medalla solicitó una y se llenó de esperanza.

Tan pronto como la recibió fue a confesar. Al día siguiente, que era el primer viernes del mes, recibió la Sagrada Eucaristía y comenzó a rezar una novena a los Sagrados Corazones de Jesús y María. También veneraba la medalla, que llevaba alrededor del cuello, 20 veces al día. El séptimo día de la Novena ya no sentía dolor alguno. Todos en el hogar de ancianos se sorprendieron cuando comenzó a caminar sin ayuda. Después de haber recibido esta gracia incluso pudo subir escaleras y arrodillarse.

La Virgen se apareció a Santa Catalina Labouré en la Rue du Bac de París

Recuperación milagrosa

En 1836 la Medalla Milagrosa ya había sobrepasado las fronteras de Francia y se había extendido por toda Europa. En enero de ese año, un sacerdote en Italia colocó secretamente una medalla bajo la almohada de un hombre de 27 años que se había vuelto indiferente sobre su fe. Aunque se estaba muriendo de neumonía no quería arrepentirse de sus pecados ni volver el rostro a Dios. Como el sacerdote y un capellán no habían logrado convencerlo de que lo hiciera, el sacerdote le dio un tiempo al joven para que reflexionara sobre lo que habían hablado con él.

Antes de que el sacerdote regresara, el joven se reconcilió con su madre y le pidió que llamara al sacerdote, porque quería renunciar a los pecados de su pasado y volver a su fe. Cuando el sacerdote le mostró la medalla y se la dio, el joven comenzó a besarla devotamente. Con remordimiento, confesó sus pecados y recibió la absolución, y también recibió los últimos ritos. Pero para asombro de todos comenzó a sentirse mejor y se recuperó por completo en pocos días. Se quedó con la medalla y con frecuencia la besó con gran devoción y gratitud a Dios y a la Santísima Madre.

Milagro de la vista

También en 1836 se produciría otro hecho extraordinario, en este caso en Bélgica. Rosalie Ducas, una niña sana de apenas cuatro años, perdió repentinamente la vista el 9 de noviembre de 1835. Perder la vista de esta manera fue traumático para la pequeña, y al darse cuenta de que la necesitaba ayuda celestial, el párroco de Jodoigne-la-Soveraine le dio a la madre de la niña una Medalla Milagrosa.

El 11 de junio de 1836, la mujer colocó otra medalla alrededor del cuello de su hija y comenzó a rezar una novena. A las seis horas dejó de quejarse del dolor. En el cuarto o quinto día de la novena, Rosalie abrió los ojos. Los padres se sintieron tan esperanzados que rezaron aún más. Para asombro de Rosalie, sus padres y el sacerdote, la niña recuperó la vista el noveno día de la novena.

Curación de una enferma mental

A finales de 1837 la Medalla Milagrosa ya estaba por todo el mundo, también en China donde se produjo otro hecho extraordinario gracias al mártir San Juan Gabriel Perboyre, canonizado por San Juan  Pablo II, y que estando en misión en Ho-Nan le dio la medalla a una mujer con problemas mentales.

Este santo sería más tarde encarcelado, torturado durante aproximadamente un año y martirizado en 1840 debido a su fe cristiana. En todo ese tiempo fue informado por otros católicos sobre la mujer a la que había dado la Medalla Milagrosa. Le dijeron al sacerdote que ella quería desesperadamente que él escuchara su confesión. Aunque era casi imposible para ella hacer una confesión coherente, él compasivamente aceptó escucharla. Aunque ella no sabía lo qué era, el santo le dio la Medalla Milagrosa para que pudiera estar bajo la protección de la Santísima Madre. Solo cuatro o cinco días después esta mujer estaba totalmente curada. 

El milagro del helado

A pesar de las enormes gracias que siempre han acompañado a la Medalla Milagrosa, muchos en la Iglesia no creían realmente en su poder. El jesuita John A. Hardon era una de esas personas. No mucho después de ser ordenado un religioso vicentino le alentó a promover la Medalla Milagrosa asegurando que la Virgen hace numerosos milagros a través de ella. El padre Hardon para ser educado realizó un folleto sobre estas medallas pero nunca quiso uno para él.

Sin embargo, en 1948 cuando el sacerdote de los Estados Unidos se encontró con un niño de diez años que estaba en coma tras un accidente en trineo decidió ver si sería útil. Una hermana que trabajaba en el hospital encontró una así como una cinta que el sacerdote podía usar para colgarla del cuello del pequeño. Aunque el niño tenía un daño cerebral permanente e inoperable, el sacerdote leyó la oración que lo inscribió en la Cofradía de la Medalla Milagrosa. Tan pronto como terminó la oración, el niño abrió los ojos y le pidió helado a su madre. Era la primera vez que hablaba en casi dos semanas. Nuevas radiografías mostraron que el daño cerebral había desaparecido, y fue dado de alta del hospital tras tres días. Al igual que el niño y su familia, la vida del sacerdote y su creencia en la medalla cambiaron para siempre.

Milagro del ascensor

En la década de 1950, en la entonces Checoslovaquia comunista, un adolescente recibió una Medalla Milagrosa de un seminarista clandestino. Pese al riesgo de llevar símbolos religiosos, este joven decidió colocar la medalla en su cuello y utilizarla mientras trabajaba un verano en una construcción. Cuando su supervisor le dijo que se lo quitara, continuó usándolo.

Al día siguiente, cayó en un agujero que contenía el motor con ruedas, engranajes y correas en movimiento de un montacargas poco sofisticado que permitía a los trabajadores de la construcción transportar materiales a los pisos superiores del edificio de apartamentos que se estaba construyendo. Sus compañeros de trabajo lograron sacarlo y atónitos vieron que resultó ileso. Pudo levantarse y seguir trabajando. Y creía fervientemente que era la protección de la Santísima Madre, recibida a través de la medalla, lo que lo mantuvo a salvo.
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Fuente: Cari Filii


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“Preparación para la muerte”. revelado a María Valtorta https://www.reinadelcielo.org/preparacion-para-la-muerte-revelado-a-maria-valtorta/ Fri, 25 May 2018 12:39:06 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=13199

14 de julio de 1946 Jesús nos enseña a morir.
Dice Jesús: “Dicté una Hora Santa para quienes lo deseaban. Desvelé mi Hora de Agonía del Getsemaní para otorgarte un gran premio; porque no hay acto de confianza mayor entre amigos que el de desvelar al amigo el propio dolor. Ni la risa ni el beso son la prueba suprema del amor, sino el llanto y el dolor comunicados al amigo. Tú, amiga mía, lo has conocido. Porque estuviste en el Getsemaní. Ahora estás en la Cruz y pruebas penas de muerte. Apóyate en tu Señor mientras que Él te da una Hora de preparación para la muerte”.
(De los Cuadernos de 1945-50)

UNO

“Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz”.

No es una de las siete Palabras de la Cruz, pero es ya palabra de pasión. Es el primer acto de la Pasión que se inicia. Es la preparación necesaria para las demás fases del holocausto. Es invocación al Dador de la vida, resignación, humildad y oración en la que se trenzan, ennobleciéndose la carne y perfeccionándose el alma, la voluntad del espíritu y la flaqueza de la criatura a la que repugna la muerte.

almas del purgatorio (ft img) 2¡Padre…!”. ¡Oh!, es la hora en la que el mundo desaparece para los sentidos y para la mente, mientras que se acerca a la velocidad de un meteoro el pensamiento sobre la otra vida, sobre lo desconocido, sobre el juicio. El hombre, siempre un infante aunque sea centenario, es como un niño asustado que se ha quedado solo y busca el seno de Dios.

Marido, mujer, hermanos, hijos, padres, amigos… Lo eran todo mientras que la vida estaba lejos de la muerte, mientras que la muerte era tan sólo un pensamiento oculto entre tinieblas lejanas. Pero ahora que la muerte sale de entre los velos y avanza, se invierte la situación, y son los padres, los hijos, los amigos, los hermanos, el marido y la mujer quienes pierden sus rasgos definidos, su valor afectivo, empañándose ante el avance de la muerte. Como voces que se van debilitando con la distancia, las cosas de la tierra van perdiendo vigor a la vez que lo adquiere lo del más allá, aquello que hasta ayer parecía tan lejano… Y un movimiento de miedo se apodera de la criatura.

Si no fuese penosa y temerosa, la muerte no sería el extremo castigo y el medio extremo de expiación concedido al hombre. Hasta que no existió la Culpa, la muerte no fue tal sino dormición. Y donde no hubo culpa tampoco hubo muerte, como ocurrió con María Santísima.

Yo morí porque sobre Mí gravitaba todo el Pecado, y conocí el horror de morir.

“¡Padre!”. ¡Oh!, este Dios tantas veces no amado o amado en último lugar, después de que el corazón amó a parientes y amigos, de que tuvo otros amores indignos con criaturas viciosas o amó las cosas como a dioses, este Dios tan frecuentemente olvidado, que permitió que se le olvidase, que nos dejó libres de olvidarle, que dejó hacer, que a veces fue escarnecido, otras maldecido, otras negado, he aquí que vuelve a surgir en la mente del hombre recobrando sus derechos. Brama: “¡Yo soy!” y para no hacernos morir de espanto con la revelación de su poder, mitiga ese potente “Yo soy” con una palabra suave: “Padre”.

“Yo soy tu Padre”. Y ya no es terror, sino abandono en Él, el sentimiento que despierta esta palabra.

Yo, Yo que debía morir y comprendía lo que es morir después de haber enseñado a los hombres a vivir llamando “Padre” al Altísimo Yahveh, os enseñé a morir sin terror llamando “Padre” al Dios que vuelve a surgir entre los espasmos de la agonía o se hace más presente al espíritu del moribundo.

purgatorio 4 (ft img)“¡Padre!”. ¡No temáis! ¡Vosotros que morís, no temáis a este Dios que es Padre! No se presenta justiciero, provisto de registros y de hachas, ni cínico arrancándoos de la vida y de los afectos, sino que viene con los brazos abiertos diciendo: “Torna a tu morada. Ven al descanso. Yo te compensaré con abundancia por cuanto dejas aquí. Y, te lo juro, en mi seno harás mucho más a favor de los que dejas aquí que no permaneciendo aquí abajo en lucha afanosa y no siempre remunerada”.

Pero la muerte siempre es dolor. Dolor por el sufrimiento físico, dolor por el sufrimiento moral, dolor por el sufrimiento espiritual. Debe ser dolor, lo repito, si ha de ser el medio para la última expiación en el tiempo. Y en un fluctuar de nieblas, que ocultan y descubren, alternándose, lo que en la vida se amó, y lo que nos hace temer el más allá, el alma, la mente, el corazón, como nave atrapada en una gran tempestad, pasan –de zonas tranquilas que gozan ya de la paz del inminente puerto, ya cercano, visible y tan sereno que comunica una quietud beatífica y una sensación de reposo semejante al de quien, a punto de dar por concluido un esfuerzo, pregusta el gozo del próximo descanso– pasan a zonas en las que la tempestad les sacude, les azota y les hace sufrir; aterrarse y gemir. Es de nuevo el mundo, el afanoso mundo con todos sus tentáculos: familia, negocios; es la angustia de la agonía, es el pavor del último paso… ¿Y después? ¿Y después…? La tiniebla asalta, sofoca la luz, silba sus terrores… ¿Dónde está ya el Cielo? ¿Por qué morir? ¿Por qué tener que morir? Y el grito borbotea ya en la garganta: “¡No quiero morir!”.

No, hermanos míos que morís porque justo, santo es el morir al ser la voluntad de Dios. No. ¡No gritéis así! Ese grito no viene de vuestra alma. Es el Adversario que sugestiona vuestra debilidad haciéndooslo proferir. Transformad el grito rebelde y vil en un grito de amor y de confianza: “Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz”. Como el arco iris tras el temporal, es entonces cuando ese grito hace tornar la luz, la calma. De nuevo veis el Cielo, las razones santas del morir y su premio que es retornar al Padre, y entonces comprendéis que también el espíritu, o mejor dicho, que el espíritu tiene derechos superiores a los de la carne porque él es eterno y de naturaleza sobrenatural y, por eso, goza de preeminencia sobre la carne, y entonces pronunciáis la palabra que os absuelve de todos vuestros pecados de rebeliòn: “pero no se haga mi voluntad sino la tuya”.

Aquí está la paz, aquí la victoria. El ángel de Dios os ciñe y os conforta porque ganasteis la batalla preparatoria para hacer de la muerte un triunfo.

DOS

“¡Padre, perdónales!”.

Es el momento de despojarse de todo cuanto supone peso para volar con mayor seguridad a Dios. No podéis llevar con vosotros afectos ni riquezas que no sean espirituales y buenas. Y no hay hombre que muera sin tener algo que perdonar a alguno o a muchos de sus semejantes en muchas cosas y por múltiples motivos.

¿Qué hombre hay que llegue a morir sin haber sufrido el amargor de una traición, de un desamor, de un engaño, de un abuso o de otro daño cualquiera de parte de parientes, consortes o amigos? Pues bien, es la hora de perdonar para ser perdonados. Perdonar completamente, dejando a un lado, no sólo el rencor y el recuerdo sino hasta la persuasión de que el motivo de nuestro rencor era justo. Es la hora de la muerte. El tiempo, el mundo, los negocios y los afectos terminan quedando reducidos a “nada”. Ya sòlo existe una “verdad”: Dios. ¿Para qué, pues, llevar más allá de los umbrales lo que es de la parte de acá de los mismos?

Almas del purgatorio 4 (ft img)Perdonar. Y, dado que llegar a la perfección del amor y del perdón –que consiste en no decir siquiera: “con todo yo tenía razòn”– es muy difícil, demasiado difícil para el hombre, debe traspasar al Padre el encargo de perdonar por nosotros. Entregarle nuestro perdón a Él que no es hombre, que es perfecto, que es bueno, que es Padre, para que Él lo depure con su Fuego y se lo dé, una vez perfeccionado, a quien merezca el perdón.

Perdonar, a los vivos y a los muertos. Sí. También a los muertos que nos causaron dolor. La muerte limó muchas aristas al disgusto de los ofendidos, a veces las quitó todas. Pero, aún perdura el recuerdo. Hicieron sufrir y se recuerda que hicieron sufrir. Este recuerdo pone siempre un límite a nuestro perdón. No. Ya no más. Ahora la muerte está a punto de quitar todo límite al espíritu. Se penetra en el infinito. Hay que eliminar, por tanto, hasta este recuerdo que pone límites al perdón. Perdonar, perdonar para que el alma no tenga sobre sí el peso y el tormento de los recuerdos y pueda estar en paz con todos los hermanos vivos o penantes, antes de encontrarse con el Pacífico.

“¡Padre, perdónales!”. Santa humildad, dulce amor del perdòn otorgado, que sobreentiende el perdón que se pide a Dios por las ofensas para con Él y para con el prójimo, que tiene todo aquel que pide perdón para los hermanos. Acto de amor. Morir en un acto de amor es ganar la indulgencia del amor. Bienaventurados los que saben perdonar en expiación de todas sus durezas de corazón y de las culpas de la ira.

TRES

“He aquí a tu hijo”.

¡He aquí a tu hijo! Hacer cesión de lo que nos es querido con previsor y santo pensamiento; abandonar los afectos y abandonarse a Dios sin resistencia. No envidiar al que posee lo que dejamos. Con esa frase podéis confiar a Dios todo lo que más os interesa y que abandonáis, y todo lo que os angustia, y hasta vuestro propio espíritu.

Recordar al Padre que es Padre. Ponerle en las manos el espíritu que torna a su Fuente. Decirle: “Heme aquí. Aquí estoy. Tómame contigo porque me dono a Ti. No cedo forzado por las circunstancias. Me dono porque te amo como hijo que torna a su padre”.

Y decirle: “He aquí. Éstos son mis seres queridos; te los entrego. Éstos son mis negocios que alguna vez me hicieron ser injusto, envidioso del prójimo, y que hicieron que me olvidase de Ti porque me parecían –lo eran ciertamente, si bien yo los tenía por más de lo que eran– me parecían de capital importancia para el bienestar de los míos, para mi honor y por el aprecio que me proporcionaban. Creí también que sólo yo fuese capaz de administrarlos. Me creí necesario para llevarlos a cabo. Ahora veo… que eran tan sólo una pieza insignificante en el perfecto engranaje de tu Providencia, y muchas veces, un mecanismo imperfecto que descomponía el trabajo del organismo perfecto. Ahora que las luces y las voces del mundo cesan y todo se va alejando, veo… siento… ¡qué insuficientes, deterioradas e incompletas eran mis obras! ¡cómo desentonaban con el Bien! Presumí de ser „alguien?. Tú eras quien –previsor, providente y santo– corregías mis trabajos y los hacías útiles. Presumí. Alguna vez incluso dije que no me amabas porque no me acompañaba el éxito en lo que emprendía, como a aquellos a los que yo envidiaba. Ahora lo veo. ÀTen compasiòn de mí!”.

Humilde abandono, pensamiento agradecido de la Providencia como reparación de vuestras presunciones, avideces, envidias y sustituciones de Dios con pobres cosas humanas y con gula de toda suerte de riqueza.

CUATRO

“Acuérdate de mí”.

Jesús orando en el huerto de los olivosHabéis aceptado el cáliz de la muerte, habéis perdonado y cedido lo que era vuestro, incluso hasta a vosotros mismos. Habéis mortificado mucho el yo humano y liberado al alma de lo que desagrada a Dios: del espíritu de rebeldía, del espíritu de rencor y de codicia. Habéis cedido al Señor la vida, la justicia, la propiedad, la pobre vida, la más pobre justicia y las tres veces pobres propiedades humanas. Nuevos Jobs, os encontráis desfallecidos y despojados ante Dios. Entonces podéis decir: “Acuérdate de mí”.

Ya no sois nada. Ni salud, ni arrogancia, ni riqueza. No sois dueños ni de vosotros mismos. Sois oruga con posibilidad de convertiros en mariposa o de pudriros en la cárcel del cuerpo causando una postrer herida a vuestro espíritu. Sois fango que torna al fango o fango que se transforma en estrella según prefiráis descender en la cloaca del Adversario o ascender en el vórtice de Dios. La última hora decide la vida eterna.

Recordáoslo. Y gritad: “¡Acuérdate de mí!”

Dios aguarda aquel grito del pobre Job para colmarle de bienes en su Reino. Para un Padre es dulce perdonar, intervenir y consolar. En cuanto que escucha este grito, os dice:

“Hijo, estoy contigo. No temas”. Pronunciad esta palabra a fin de reparar las veces que os olvidásseis del Padre o fuisteis soberbios.

CINCO

“Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

A veces parece que Dios abandona. Pero sólo se ha escondido para que aumente la expiación y conceder así mayor perdón. ¿Puede el hombre lamentarse de ello con ira cuando él abandonó infinitas veces a Dios? Y ¿debe desesperarse porque Dios le pruebe?

¡Cuántas cosas pusisteis en vuestro corazón que no eran Dios! ¡Cuántas veces fuisteis indolentes con Él! Con cuántas cosas le rechazasteis y echasteis de vosotros! Llenasteis vuestro corazón de todo y después lo cerrasteis echándole el cerrojo porque temíais que Dios, si entraba, pudiera turbar vuestro quietismo indolente y purificar su templo echando de él a los usurpadores. ¿Qué os importaba de Dios mientras fuisteis felices?

Os decíais: “Tengo ya de todo porque me lo he ganado”. Y cuando no fuisteis felices ¿acaso no huisteis de Dios culpándole de vuestro mal?

¡Oh! hijos injustos que bebéis el veneno, que os introducís en los laberintos, que os arrojáis a los precipicios, a las guaridas de las serpientes y otras fieras y después decís:

Almas del purgatorio (ft img)“Dios tiene la culpa”. Si Dios no fuese Padre y Padre santo, ¿qué habría de responder a vuestro lamento de las horas dolorosas cuando en las horas felices os olvidasteis de Él? ¡Oh! hijos injustos que, llenos de culpas como estáis, pretendéis ser tratados como no lo fue el Hijo de Dios en la hora del holocausto. Decid, ¿quién estuvo más abandonado? ¿No fue acaso Cristo, el Inocente, quien para salvar aceptó el abandono total de Dios tras haberle amado activamente siempre? ¿No lleváis acaso vosotros el nombre de “cristianos”? Y ¿no tenéis el deber de salvaros siquiera a vosotros mismos? En la turbia desidia, que se complace en sí misma y teme las molestias de acoger al Activo, no hay salvación.

Imitad pues a Cristo, lanzando este grito en el momento de mayor angustia. Pero haced que la nota del grito sea nota de mansedumbre y de humildad, no un tono de blasfemia ni de reproche. “¿Por qué me has abandonado Tú que sabes que sin Ti nada puedo? Ven Padre, ven a salvarme, a infundirme fortaleza para salvarme a mí mismo, porque son horribles las apreturas de la muerte y el Adversario acrecienta ingeniosamente su poder susurrándome que Tú ya no me amas. Déjate oír, Padre, no por mis méritos, sino precisamente porque soy una nada sin valor alguno que no sabe vencer si está sólo, y que ahora comprende que la vida era trabajo para ir al Cielo”.

Está dicho: ¡Ay de los que se encuentran solos! ¡Ay de quien está sólo en la hora de la muerte, solo consigo mismo contra Satanás y contra la carne! Pero no temáis. Si llamáis al Padre, Él acudirá. Y este humilde invocarlo expiará vuestras culpables torpezas para con Dios, vuestra falsa piedad y los desordenados amores del yo que os hacen indolentes.

SEIS

“Tengo sed”.

Sí, verdaderamente, cuando se ha entendido el verdadero valor de la vida eterna respecto del falso metal de la vida terrena, cuando se ha aceptado como santa obediencia la purificación del dolor y de la muerte, cuando en pocas horas, o en pocos minutos tal vez, se ha crecido en sabiduría y en gracia ante Dios más de cuanto se hubiera crecido en muchos años de vida, viene una sed profunda de aguas celestiales, de cosas celestiales. Están vencidas las lujurias de toda la sed humana, pero viene la sed sobrenatural de poseer a Dios. La sed del amor. El alma aspira a beber el amor y a ser absorbida por él. Como el agua de lluvia que cae al suelo y no quiere convertirse en fango sino tornar a ser nube, así ahora el alma tiene sed de subir al lugar del que descendió. A punto de quedar rotos los muros carnales, la prisionera percibe ya las auras del Lugar de origen y lo anhela con todo su ser.

¿Cuál es el peregrino exhausto que, viendo ya próximo, tras largos años, el lugar nativo, no concentra todas sus fuerzas y prosigue veloz, tenaz, despreocupado de todo lo que no sea llegar al sitio del que un día partió dejando en él su verdadero bien que ahora está seguro de recobrar y de gustar mucho más, dada la experiencia que tiene del pobre bien que no sacia y que encontró en el lugar del exilio?

“Tengo sed”. Sed de Ti, mi Dios. Sed de tenerte. Sed de poseerte. Sed de darte. Porque en los umbrales entre la Tierra y el Cielo se sabe ya entender, como se debe, el amor al prójimo, y viene un deseo de actuar para dar a Dios al prójimo que dejamos. Es la santa laboriosidad de los santos que, cual granos muertos convertidos en espiga, se desbordan en amor para proporcionar amor y hacer que ame a Dios aquel que aún está debatiéndose en las luchas de la Tierra.

“Tengo sed”. Una vez llegada el alma a los umbrales de la Vida, no hay más que un agua que sacie: el Agua viva, Dios mismo. El Amor verdadero: Dios mismo. Amor contrapuesto al egoísmo.

El egoísmo murió en los justos antes que la carne y el que reina en ellos es el amor que grita: “Tengo sed de Ti y de almas. Salvar. Amar. Morir para gozar de la libertad de amar y de salvar. Morir para nacer. Dejar para poseer. Rechazar toda dulzura, todo consuelo, porque todo lo de aquí abajo es vanidad y lo que el alma tan sólo quiere es anegarse en el río, en el océano de la Divinidad, beber de Ella, estar en Ella sin tener más sed, al acogerle la Fuente del Agua de la Vida”. Hay que tener esta sed en reparación del desamor y de la lujuria.

SIETE

“Todo está cumplido”.

Purgatorio (Ft img)Todas las renuncias, todos los sufrimientos, todas las pruebas, las luchas, las victorias, las ofrendas: todo. Ya sólo resta presentarse ante Dios. Concluyó el tiempo concedido a la criatura para llegar a ser un dios, lo mismo que el concedido a Satanás para tentarla. Cesa el dolor, cesa la prueba, cesa la lucha. Quedan únicamente el juicio y la amorosa purificación, o llega de inmediato la bienaventurada morada del Cielo. Cuanto es Tierra y voluntad humana llegó a su fin. ¡Todo está cumplido! Ésta es la palabra de la completa resignación o del gozoso reconocimiento de haber terminado la prueba y consumado el holocausto.

No me refiero aquí a los que mueren en pecado mortal, quienes no dicen: “todo está cumplido”, sino que, con un grito de victoria y un llanto de dolor, lo dicen por ellos el ángel de las tinieblas, victorioso y el ángel de la guarda, vencido.

Me refiero a los pecadores arrepentidos, a los buenos cristianos o a los héroes de la virtud. Éstos, cada vez más vivos en su espíritu al tiempo que la muerte se apodera de la carne, murmuran o gritan, resignados o gozosos: “Todo está consumado. El sacrificio ha terminado. ¡Tòmalo como expiaciòn mía! ¡Tòmalo como mi ofrenda de amor!” Así dicen los espíritus con la penúltima palabra, según sea que sufran la muerte por ley común o, como almas víctimas, la ofrezcan en voluntario sacrificio.

Pero tanto unas como otras, una vez llegadas a la liberación de la materia, reclinan su espíritu en el seno de Dios diciendo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

“María, ¿sabes lo que supone expirar con esta elevación hecha viva en el corazón? Es expirar en el beso de Dios. Hay muchas preparaciones para la muerte. Mas, créeme, ésta, basada en mis palabras, es, dentro de su sencillez, la más santa de todas”.

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Fuente: Foros de la Virgen


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Habla el exfutbolista Cañizares, ante la muerte de su hijo https://www.reinadelcielo.org/habla-el-exfutbolista-canizares-ante-la-muerte-de-su-hijo/ Fri, 04 May 2018 17:46:03 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=12671 es hijo de Dios.
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Santiago Cañizares ha sido uno de los porteros más emblemáticos del fútbol español en los últimas décadas. Jugador del Valencia y del Real Madrid, ganó Ligas, Copas del Rey, una UEFA, una Copa de Europa y hasta el oro en los Juegos Olímpicos. Sin embargo, no pudo hacer nada para frenar la muerte de su hijo Santi, de tan sólo cinco años, que falleció el pasado mes de marzo debido a un cáncer.

El pequeño era uno de los trillizos que ha tenido con Mayte, con quien tiene además otro hija más. Pero lejos de haber caído en el resentimiento o el sinsentido, esta pareja asegura estar contenta porque su hijo está en “un lugar de privilegio”, el cielo.

Vivir la muerte de un hijo de cinco años desde la paz

En una entrevista en la revista Hola, Cañizares y Mayte cuentan cómo vivieron este año y medio de enfermedad y posterior fallecimiento de su hijo. Y para sobrellevar esta situación se refugiaron en la fe.

“El poso que te deja todo esto es entender fundamentalmente que no es un castigo de nadie, que esto tiene que tener algún sentido. Y a partir de ahí todo se lleva mucho mejor”, confiesa el exfutbolista 46 veces internacional con España.

Con la entrevista, aseguran, pretenden ayudar a personas que viven momentos difíciles o similares al suyo. Y por ello, Cañizares quiere que la gente sepa que “si tiene un hijo enfermo, y una situación delicada, o si lo ha perdido y no logrado recuperarse, es imposible que nadie castigue de esta forma”. En su opinión, estos pequeños están en un “sitio mucho mejor”.

Santi es un “hijo de Dios”

Familia CañizaresEsta familia afirma que se ha apoyado en dos patas: la fe y la familia. “Creemos en que esto no es un castigo de Dios, que los niños que pasan por esto son hijos de Dios, hijos de Dios de los más cercanos y más próximos, y seguro que tienen un lugar reservado cerca de Dios en un mundo muchísimo mejor que en el que están viviendo”, agrega el portero, retirado en 2008.

Esta fe ha hecho que lleven este sufrimiento muchísimo mejor. “Por suerte tenemos esta fe y esto nos deja mucho más tranquilos”, considera el padre.

La segunda pata en la que se han apoyado ha sido la familia. A juicio de Cañizares, es “importante, que haya amor, y si además tienes la suerte de que sea numerosa, muchísimo mejor”.

Durante el avance de la enfermedad del pequeño Santi, cuenta su padre, “el hecho de que haya muchos más niños en casa es una gasolina fundamental para que a pesar de la dificultad nunca te vengas abajo”.

La misión para la que vino su hijo

Por otro lado, los padres consideran que la vida de Santi pese a haber sido muy corta ha sido muy fructífera. “Hemos entendido que la misión de Santi era enseñarnos, mostrarnos muchas cosas, mandarnos muchos mensajes, que entendiéramos cosas que pasaban desapercibidas, que valorásemos cada instante de nuestra vida, que tuviéramos mucho más corazón, menos disputas…”.

Incluso, asegura que su hijo “ha unido a miembros de la familia que estaban más dispersos, más ariscos. Los ha unido con su presencia, con su enfermedad, y finalmente con su desenlace”.

El exjugador manchego confiesa a la revista estar muy orgulloso de su hijo. “Claro que le echamos mucho de menos, y que nos gustaría que estuviera con nosotros, pero estamos supercontentos porque sabemos que está en un lugar de privilegio, y a pesar de tener un dolor grandísimo de perder un hijo nosotros respiramos felicidad y optimismo porque entendemos que él ha sido un elegido”.

“No era hijo nuestro, era de Dios”

Santiago Cañizares e hijosAdemás, recuerda que todo lo que han vivido se resume en una frase que le ha dicho muchas veces a Mayte. “Tú te crees que es hijo tuyo, pero es mentira, ha nacido de tu vientre, pero es hijo de Dios”.

En la entrevista, Mayte también cuenta cómo logró vencer el miedo tras ver a su hijo enfermar y cómo sufría dos infartos cerebrales durante una operación: “Así empezó mi lucha, dejar todo lo que había vivido, todos mis miedos”.

Ser el reflejo para el niño enfermo

La madre afirma que han querido hacer público su testimonio porque a ella misma “nunca le habían contado lo que era entrar en un hospital, en oncología. Mi marido sí porque había ido a visitar niños cuando era futbolista. Yo nunca había entrado, y menos con mi hipocondría”.

Cañizares, junto a su hijo Santi paseando por el hospital

Y añade que le hubiera gustado “que alguien viniera y me dijera: ‘tranquila porque esto es al final una familia, nos arropamos unos a otros. Hemos conocido a gente maravillosa, y somos ahora como una gran familia”.

A lo largo del periodo de la enfermedad, confiesa, que tampoco “perdimos el norte en si podía o no salvarse. Luchas porque se sane o por lo menos para que se encontrara lo mejor que pudiera, que sonriera. Nosotros somos su reflejo, cuando un nene está malo lo primero que hace es mirar a sus padres”.

 

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Fuente: Religión en Libertad


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Oración con María, ante la Cruz https://www.reinadelcielo.org/oracion-con-maria-ante-la-cruz/ Thu, 15 Mar 2018 17:02:52 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=11807 JUNTO A LA CRUZ ESTABA SU MADRE (Jn 19,25)

María estaba allí. ¿Dónde iba a estar sino? ¿Dónde va a estar una madre, si no al lado del hijo que sufre? Las madres siempre os encontráis junto a la cruz de los hijos, y tú, María no fuiste excepción.

¿Por qué? ¿Por qué el dolor de cualquier hijo os atrae, como imán a las madres?… ¿Qué tiene la maternidad para transformaros en heroínas?

Cruz del SeñorNunca supe contestar intelectualmente a estas preguntas, pero hace poco intuí la respuesta. La encontré escondida en el comentario ingenuo que un niño hacía a su madre. “¿Por qué será- decía- que a mi mamá siempre le gusta en la mesa servirse la última y comer lo que nadie quiere?”.

Nadie de los amigos o conocidos quiso estar allí. Solo tú, la madre, el discípulo amado y las tres mujeres se hicieron presentes. La escena evangélica está llena de simbolismo, pero se ve clara una gran verdad de la vida: Todo nacimiento es sufrimiento. Todo amor es dolor. Toda maternidad es dar y entregar.

María, desde el dolor de la cruz, reafirmaste tu maternidad. Allí nos diste a luz a todos los creyentes. No podía ser de otra forma. Junto a la cruz, viendo morir al Hijo que concebiste virginalmente y alumbraste corporalmente, nos concebiste a todos nosotros virginalmente y nos alumbraste espiritualmente. ¡Qué gran nacimiento fue éste!

Junto a la cruz estabas entonces, Madre. Junto a la cruz sigues estando hoy…Pero, ¿dónde están los creyentes para sufrir con los que lloran y engendrarlos de nuevo en el dolor?

La Cruz está vacía…No está ya el hijo, que desde ella resucitó. Ni están los otros hijos. La cruz se encuentra vacía. Sola estás tú, María, junto a ella, esperando a tus que le acompañen.

(Momento de SILENCIO y ORACION)

CON JESÚS Y CON MARÍA POR LAS MADRES DEL MUNDO.
¡TE DAMOS GRACIAS!)

(Cada estrofa lo lee un hijo. Las madres de los que leen se van poniendo junto a la cruz)

Señor Jesús:
Gracias por las madres que nos has dado.
Los más nobles sentimientos que tenemos,
los sembró en nosotros nuestra madre:
la fe, la honestidad, el amor al trabajo.

María junto a la cruzSeñor Jesús:
En esta hora de retos y desafíos,
las madres necesitan de tu ayuda:
para atender a la casa y al trabajo,
para hacer de padre y madre
para educar en los valores cristianos,
para defenderse de la tentación,
para no caer en el pecado.

Señor Jesús:
Que la Virgen Madre las llene de fortaleza.

Señor Jesús:
Que la Virgen María siga siendo
modelo de todas las madres.

Señor Jesús:
Que también ellas luchen por la justicia
y que confíen en el Dios de los pobres:
El Dios que quiere pan en todas las mesas
y paz en todos los hogares;
el Dios que destruye el poder corrompido
y protege a los indefensos y humillados.

Señor Jesús:
Ilumina la vida de nuestras madres.
Premia sus desvelos y trabajos.
Da paz a las madres ya difuntas.
Bendice a todos los hogares.
Y que los hijos sean siempre
gloria y corona de las madres.


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La muerte, su sentido y por qué no temerle https://www.reinadelcielo.org/la-muerte-su-sentido-y-por-que-no-temerle/ Fri, 24 Nov 2017 19:14:17 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=10679 ]]>

Si muchos viesen morir a nuestros pacientes no temerían la muerte.

Noviembre es un mes en el que la Iglesia nos invita a pensar en la muerte. No en vano empieza con la celebración de los santos (los que han alcanzado el Paraíso ganado en la tierra) y la conmemoración de los fieles difuntos. El sacerdote Aldo Trento, acostumbrado a verle los ojos a la muerte en la clínica para enfermos terminales que dirige en Asunción del Paraguay, reflexiona en Tempi sobre la importancia de meditar en la muerte cuando aún hay tiempo, para afrontarla mejor a su llegada:

«In omnibus operibus tuis, memorare novissima tua, et in aeternum non peccabis [En tus acciones ten presente tu final, y así jamás cometerás pecado]». (Eclesiástico 7, 36).

Los Novísimos son cuatro: Muerte, Juicio, Infierno y Paraíso

Padre Aldo Trento visita enfermoEste pensamiento me acompaña desde los años del seminario, cuando en la última meditación de cada retiro espiritual el predicador nos hablaba de la muerte. Y confieso que sentía un gran miedo. Pero a la edad que ya tengo y estando, además, enfermo, no digo que la desee pero pensar en ella me da paz, me permite vivir intensamente cada instante teniendo la mirada fija en Jesús Eucaristía.

Todas las noches, cuando me voy a la cama, una cama de plaza y media en la que hay espacio para un crucifijo de un metro, lo giro hacia mí y recito los Misterios dolorosos del rosario. Contemplar en cada instante Su sufrimiento me permite reconocer también en el mío el significado último, sin el cual el dolor sería insoportable. Una vez terminado el rosario, apoyo el crucifijo en su almohada, me doy la vuelta y, terminadas las letanías en honor de la Virgen, por fin, después de muchos años, duermo en paz. Un pequeño gesto, el de dormir en compañía del crucifijo, que además de darme ánimos al mirar el rostro de Aquel por quien vale la pena sufrir, me recuerda el destino final que, sin embargo, va más allá de la cruz.

El hospital es, a la vez, un gran recurso para mantener viva esta memoria y un desafío continuo a la razón de la vida, porque hace que me tome en serio la realidad, que abrace el valor de cada instante en el que, en mi libertad, se juega el destino final: «Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti», diría San Agustín. La clínica Casa Divina Providencia-Don Luigi Giussani, que acoge a enfermos terminales y pobres, es la memoria viva y palpitante que demuestra que estamos hechos para un más allá, para la eternidad. El filósofo Horkheimer diría: «Somos peregrinos del Absoluto»; no como Heidegger, que definía al hombre como un «ser para la muerte», ni como Sartre, que lo veía como «una pasión inútil». En nuestra clínica todo pide eternidad. No existe el miedo a la muerte, porque en cada uno de los pacientes está claro que la muerte es un volver al lugar de donde hemos partido.

El padre Antonio Sepp (1655-1733), el conocido como “genio de las Reducciones”, describía en su diario esta ataraxia que caracterizaba a los guaraníes ante la muerte:

«Todos los días visitamos entre veinte y treinta enfermos [¿quién lo hace hoy?], les ofrecemos los Santos Sacramentos, asistimos a los moribundos, consolamos a los padres y a las madres de familia […]. Mi alma se enternece cuando visito y contemplo a estos pobrecillos, sobre todo cuando, con mi Crucifijo en mano, intento animar a un moribundo. Entonces no puede evitar decir: “Espero poder morir yo también como ellos”. Porque he visto morir a muchos hombres en Europa, también a religiosos, pero poquísimos lo han hecho como estos. No se puede describir con cuánta paz y serenidad de conciencia, con que virtuosidad del cuerpo y del espíritu mueren estos indios. El indio no mostrará tampoco signos de impaciencia o molestia después de haber pasado por una larga y dolorosa enfermad, ni emitirá un sólo gemido de dolor o un suspiro, nunca llorará o gritará… En el lecho del dolor no le preocupan ni su amada esposa ni sus queridos hijos, cuyos suspiros no le rompen el corazón. No le preocupan el dinero ni los bienes materiales, que debe abandonar. No tiene que pagar deudas ni hacer testamento, no le preocupan los enemigos porque casi no tiene. Puedo afirmar que no creo que exista bajo el sol una raza que entregue el alma de manera tan digna y serena como estos pobres y sencillos indígenas, abandonados y despreciados por el mundo».

Si uno supiera como mueren nuestros pacientes, podría confirmar lo que escribió el padre Sepp hace trescientos años.

Padre Aldo Trento con niñoLos guaraníes consideran que la muerte es recoger en un único e inefable acto toda la historia de la palabra de un hombre, que en este acto supremo se convierte en Palabra y entra a formar parte de la gran Palabra divina, la que estaba presente en el momento en que fue concebido, que lo vio nacer y, después, renacer en cada una de las etapas de su vida. Para los jefes de la tribu, la muerte no es la última y más difícil de las pruebas de la vida terrena, generalmente considerada como prueba para el alma y preparación a la vida verdadera en la casa de los dioses (nuestro Paraíso, la llamada «tierra sin maldad»).

Hay una sintonía impresionante entre los guaraníes que aún no han encontrado a Jesús y nosotros. Éste es el motivo por el cual, en nuestra clínica, la persona más importante es el sacerdote, al que llaman «Pai», es decir, «Padre». Hace trece años que estoy con ellos y he acogido a 2.010 pacientes terminales; a 1.503 de ellos los he acompañado en el momento de su muerte, es decir, en el momento de su vuelta a esa Palabra que los creó. Es impresionante el vínculo con las primeras palabras del Prólogo de San Juan. Los veo morir -el 90% de ellos tienen menos de 60 años- y no hay signos de desesperación en ninguno de esos rostros. La fe católica ha exaltado al máximo el concepto positivo de la muerte, que ven como el encuentro con el «Logos».

«Vendrá la muerte y tendrá tus ojos», escribía Pavese, pero hoy ya no tengo miedo gracias a mis hijos, que llevan en la sangre la certeza de ser peregrinos del Absoluto. La Iglesia, en el mes de noviembre, nos recuerda esos Novísimos y por esto, decía Eliot, el hombre de hoy la odia, porque es la única que le recuerda su destino. «Memento mori» era el saludo de los monjes, un saludo que ponía en marcha la razón porque les situaba ante las grandes preguntas del destino final. Y no olvidemos que el artículo más importante del Credo es el último: «Creo en la Resurrección de la carne y la vida eterna. Amén».

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Fuente: Religión en Libertad
Traducción de Helena Faccia Serrano


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