Misterios Luminosos – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Thu, 03 Oct 2024 13:16:17 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 Cómo nació y evolucionó el Santo Rosario a través de los siglos https://www.reinadelcielo.org/como-nacio-y-evoluciono-el-santo-rosario-a-traves-de-los-siglos/ Thu, 03 Oct 2024 06:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=26002 El 7 de octubre se celebra Nuestra Señora del Rosario, una de las advocaciones marianas más conocidas y que más devoción han despertado en los últimos siglos. Además, esta fiesta está unida a una de las oraciones más extendidas y a importantes acontecimientos históricos que marcaron el devenir de la historia, como es la batalla de Lepanto, que se celebró justamente un 7 de octubre de 1571.

La Virgen del Rosario es además la patrona de la Orden de Predicadores, conocidos popularmente como los dominicos, debido al nombre de su fundador, el fraile español Santo Domingo de Guzmán. Fue precisamente esta orden la que expandió por el mundo entero el rezo del Rosario y la devoción a esta advocación.

Uno de estos dominicos, Fray Julián de Cos OP, fraile español y doctor en Teología, explica de manera clara, ordenada y sencilla en la web de los dominicos el origen del Santo Rosario que tanto bien ha hecho a la humanidad:

Historia del Rosario

El rezo del santo Rosario ha tardado mucho en formarse tal y como ahora lo conocemos. No fue ideado en un momento concreto, sino que es fruto de una larga evolución. Una evolución que aún no ha concluido.

Nuestra Señora del Rosario

Todo comenzó, probablemente, en el siglo X. En el año 910 se fundó la Orden Cluniacense. Ésta le dio una gran importancia a la oración coral comunitaria. Quería que sus abadías fuesen un anticipo de la Jerusalén celestial, en la que los santos y los ángeles están continuamente cantando alabanzas a Dios e intercediendo por todos los seres humanos (cf. Ap 5,9; 14,3; 15,3). Por ello distinguieron entre dos tipos de monjas y monjes: los dedicados a la oración coral (que rezaban al día unos 150 salmos, dependiendo de las circunstancias litúrgicas) y los dedicados al trabajo manual. Éstos últimos solían ser personas sencillas e iletradas que se ocupaban de la cocina, la portería, la huerta u otros oficios. Pero era preciso que también orasen. Por ello algunos de estos monjes ‒y monjas‒ comenzaron a rezar individualmente 150 Padrenuestros al día, en lugar de los 150 salmos que rezaban los que asistían a la oración coral. Esta piadosa costumbre se fue difundiendo no sólo entre los cluniacenses, sino también entre otras comunidades religiosas, y entre sacerdotes y laicos.

San Bernardo de Claraval

En el siglo XII, la Orden Cisterciense (fundada en 1098) le va a dar una gran importancia al culto a la Virgen María. Tanto es así, que casi todas sus abadías fundadas por ellos llevan el nombre de una advocación mariana. Su principal teólogo, san Bernardo de Claraval (1090-1153), difundió mucho la devoción a María como Madre, más que como Reina (que era lo normal desde el siglo V). Es él quien inventó el título de «Nuestra Señora»: de tal forma que María va dejando de tener la imagen de «la Señora feudal» y pasa a ser «Nuestra Señora», es decir, «Nuestra Madre». Pues bien, en este contexto, las monjas y los monjes cistercienses van a reemplazar en el Rosario algunos Padrenuestros por Salutaciones de la Virgen María. Todavía no se había creado la oración del Avemaría, sino que se rezaba sólo su primera parte, la Salutación del ángel, tomada de Lc 1,28-33: «Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo» y algunos le añadían la segunda parte del saludo: «Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre».

A lo largo del siglo XIII se va extendiendo la costumbre de rezar tres cincuentenas de Salutaciones, es decir, 150 Salutaciones, en lugar de 150 Padrenuestros. Se crea así el «Salterio de María». Y se va a añadir el nombre de «Jesús» al final de la Salutación del Ángel. Además, es en esta época cuando comienza a generalizarse el uso de «contadores», es decir, de rosarios, para poder llevar la cuenta de las Salutaciones que se van rezando.

El Rosario y las órdenes mendicantes

En el siglo XIV las Órdenes mendicantes (Franciscanos, Dominicos, Carmelitas y Agustinos, fundados, junto a sus ramas femeninas, en la primera mitad del siglo XIII), van a difundir el rezo del Salterio de María en sus predicaciones y entre los laicos que ellos acompañaban espiritualmente. Sobre todo lo difundieron en la zona ribereña del Rin, la zona renana, donde en el siglo XIII se había desarrollado el movimiento espiritual de las beguinas, que eran mujeres piadosas que vivían en comunidad, con una espiritualidad mística muy profunda, la cual fue el núcleo de donde surge en la primera década del siglo XIV la mística renana del Maestro Eckhart (ca. 1260-ca. 1327) y otros dos dominicos discípulos suyos: Juan Tauler (ca. 1300-1361) y el beato Enrique Susón (ca. 1295-1365). Pero la espiritualidad de las beguinas cayó bajo la sospecha de herejía, por lo que un medio de reconducir a aquellas mujeres fue inculcándolas el rezo del Salterio de María.

Dado que la mística renana fue también sospechosa de herejía, surgió hacia 1380 otra corriente espiritual: la Devotio Moderna, que proponía, básicamente, una oración sencilla y metódica y la meditación de los pasajes del Evangelio. En este contexto encajaba muy bien el sencillo y metódico rezo del Salterio de María. Pues bien, es entonces cuando en ciertas abadías cartujas de la zona renana, se van a añadir al final de cada Salutación del Ángel una coletilla que ayude al orante a meditar un pasaje de la vida de Jesús. Por ejemplo: «… y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, que nació en Belén». O «… que murió en la Cruz». Y, así, se va extendiendo la costumbre de añadir a cada una de las 150 Salutaciones una terminación diferente sobre Jesús. Hubo diversos modos de hacerlo.

La tradición dice que fue la Virgen la que le entregó a Santo Domingo el Rosario

Parece que es a comienzos del siglo XV cuando se crea el Avemaría completo, añadiendo la segunda parte: «Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén». Y es así como poco a poco se va conformando el rezo del Rosario que todos conocemos, en el que se combina el recitado de Avemarías y la meditación de pasajes de la vida de Jesús y su Madre.

Las Cofradías del Rosario

En 1470 el dominico fr. Alain de la Roche ‒o Alano de Rupe‒ (1428-1475), funda en Douai (ciudad del norte de Francia, cercana a la zona renana) la Cofradía del Salterio de la Gloriosa Virgen María. Sus principales objetivos eran: difundir la devoción al Rosario, crear un ambiente de espiritualidad mariana entre sus cofrades y pedir la intercesión de la Virgen. Pues bien, inspirado en Alain de la Roche, el prior de los dominicos de Colonia (ciudad situada en la zona renana) creó en 1475 la primera Cofradía del Rosario. Ésta tuvo tanto éxito entre el pueblo fiel y las autoridades civiles y eclesiásticas, que rápidamente comenzaron a fundarse Cofradías del Rosario en otros conventos dominicos, pasando a ser responsabilidad de la Curia Generalicia de la Orden de Predicadores (Roma) en 1485. Desde entonces serán los dominicos los grandes difusores del Rosario, aunque también lo hicieron muchos otros religiosos, laicos y sacerdotes.

Hay cuatro factores que contribuyeron al éxito de esta oración: es muy sencilla, se puede rezar individual o comunitariamente, anima a meditar los Evangelios y ayuda a pedir correctamente lo que necesitamos. Gracias a esto último, la Iglesia cree que el rezo del Rosario contribuyó a que sucedieran muchas acciones milagrosas, como curaciones, conversiones, la liberación de ciudades sitiadas o el apaciguamiento de fenómenos naturales como terremotos, tempestades, erupciones volcánicas o tsunamis.

Tratando de integrar el rezo del Rosario en la espiritualidad dominicana, en esta época comienza a identificarse a santo Domingo con el Rosario. Y, pasado el tiempo, surgió la conocida tradición de que la Virgen María entregó a este santo un rosario, pidiéndole que propagara esta oración por el mundo entero; considerando así a santo Domingo el fundador del Rosario.

San Pío V y el rosario

En el siglo XVI hubo un acontecimiento muy importante: la victoria en la batalla de Lepanto (1571), en la que la armada cristiana venció a la turca, que era muy superior. La clave la encontramos en que el Papa san Pío V (1504-1572) pidió a los fieles cristianos que rezaran el Rosario para que María intercediera. Como consecuencia de esta victoria, en 1573 el Papa Gregorio XIII (1502-1585) instituyó la fiesta de la Virgen del Rosario el primer domingo de octubre. Posteriormente esta fiesta pasó al 7 de octubre, día de la batalla de Lepanto.

San Pío V reza el Rosario mientras un ángel le mostraba el desarrollo de la batalla de Lepanto

Además, san Pío V fijó el modo de rezar el Rosario. Éste va a constar de tres grupos de 5 misterios. Los primeros son los gozosos que invitan a meditar los pasajes más importantes de la infancia de Jesús. Después están los misterios dolorosos, sobre la pasión de nuestro Señor. Y por último están los misterios gloriosos, en los se medita la resurrección del Señor y otros acontecimientos posteriores. En cada misterio se rezan un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria mientras se medita un pasaje de la vida de Jesús o de María. Básicamente, es una oración en la que se repite rítmicamente el Avemaría. Esto nos ayuda a «sintonizar» nuestro corazón con el corazón de la Virgen, para que ella nos conduzca hacia su Hijo.

El Rosario Perpetuo

Durante los siglos XVII y XVIII se difundió mucho el rezo del Rosario entre el pueblo fiel. En 1629 el dominico fray Timoteo Ricci (1579-1643) creó el Rosario Perpetuo. Para ello repartió 8.760 tarjetas (correspondientes a las 8.760 horas que tiene un año solar), para que en cada hora del año hubiese alguien rezando los quince misterios del Rosario. Fue tan bien acogido que en algunas ciudades tuvieron que repartirse varios grupos de tarjetas, porque los solicitantes sobrepasaban con mucho el número de 8.760. Con el apoyo de los Papas, el Rosario Perpetuo fue difundido por Europa y las tierras de misión.

Tras la Revolución Francesa (1789) y las siguientes revoluciones liberales del siglo XIX, la Iglesia sufrió un cataclismo: perdió su influencia pública, le arrebataron sus posesiones y, sobre todo, intentaron desplazarla como referente moral ante la sociedad. Valores tan evangélicos como la libertad, la fraternidad y la igualdad fueron asumidos por los revolucionarios, y el marxismo acusó a la Iglesia de ser el «opio del pueblo». Como consecuencia de este ambiente anticlerical, las Órdenes religiosas fueron expulsadas y se pusieron muchas trabas a los sacerdotes.

Ante esta situación, el pueblo fiel encontró su refugio espiritual en las devociones. Una de las principales fue el rezo del Rosario. La joven seglar Paulina Jaricot (1799-1862), tomando como referencia el Rosario Perpetuo ‒que apenas se rezaba ya por estar desfasado‒ ideó el Rosario Viviente, pensando sobre todo en las clase obrera. Consistía en crear grupos de 15 personas en los que cada una se comprometiese a rezar, al día, un misterio del Rosario. Así, cada grupo rezaba un Rosario completo al día. Otro objetivo del Rosario Viviente era apoyar espiritual y económicamente a las misiones, siendo el precursor de las Obras Misionales Pontificias. Este rezo se extendió muy rápidamente por Europa, y los dominicos se implicaron mucho en su difusión.

No es extraño que en dos apariciones de la Virgen el Rosario sea un elemento central: en Lourdes (1858) la Virgen pide expresamente que se rece el Rosario y en Fátima (1917) la propia Virgen se llama a sí misma «Nuestra Señora del Rosario». El Papa León XIII (1810-1903), viendo la importancia que tiene esta oración, le va a dedicar once Encíclicas. En la primera (1883) declara octubre como mes del Rosario.

Llegado el siglo XX, en 1908, los dominicos de la Provincia de Toulouse crean la peregrinación anual del Rosario a Lourdes en octubre. Es, actualmente, la peregrinación anual más multitudinaria a este santuario.

Como consecuencia del estallido de la Segunda Guerra Mundial, nace en Bélgica la Cruzada del Rosario. Promovida generalmente por dominicos, ha empleado diferentes plataformas de evangelización: misiones populares, fraternidades, revistas, programas de radio y televisión…

En 1948 el P. Patrick Peyton (1909-1992) fundó en Estados Unidos el Apostolado del Rosario en Familia, y se difundió por el mundo. Su lema era: «La familia que reza unida, permanece unida». Se apoyaba en programas de radio de gran difusión y en una serie de películas: Los Misterios del Rosario, que los promotores proyectaban para dar a conocer el Rosario en Familia.

Equipos del Rosario

En el Concilio Vaticano II (1962-1965) la Iglesia supera la mentalidad tridentina y se abre a la sociedad contemporánea, propiciando profundos cambios espirituales. A resultas de ello, en 1967 se crean los Equipos del Rosario por iniciativa del dominico francés fray Marie-Bertrand Eyquem. Este movimiento tiene un fuerte carácter apostólico y ecuménico. Los equipos están formados por 15 personas, en los que también se admiten a no católicos. Además de comprometerse cada miembro a rezar un misterio del Rosario al día (como ya se hacía en el Rosario Viviente), se reúnen una vez al mes en la casa de uno de los miembros para orar en común, invitando a otras personas a participar.

Pero la sociedad fue cambiando mucho y rápidamente. La Revolución del 68 trajo una mentalidad nueva que rompió con los valores tradiciones. Y tras el derrumbe del comunismo soviético en los años 1990-1991, y el gran desarrollo de las comunicaciones (TV, Internet, telefonía…), llegó la Posmodernidad, donde la globalización y los valores consumistas se han acabado imponiendo.

Misterios luminosos

Y así llegamos al siglo XXI. Es tanto lo que la sociedad está cambiando, que la Iglesia ha de modernizar el culto mariano para hacerlo asequible a la persona actual. En este sentido, el Papa san Juan Pablo II (1920-2005) además de promover mucho el rezo del Rosario, introdujo cinco nuevos misterios: los luminosos, que versan sobre la vida pública de Jesús.

Pero queda aún mucho por hacer para difundir en la sociedad esta importante oración, sobre todo entre los jóvenes. ¿Hay que explicarla mejor?: sin duda. ¿Hay que introducir en ella algunos cambios?: probablemente, pero con mucho cuidado, no vaya a ser peor el remedio…

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Fuente: Cari Filii


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Misterios del Rosario – Misterios Luminosos https://www.reinadelcielo.org/misterios-del-rosario-misterios-luminosos/ Thu, 16 May 2019 18:04:04 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=16741 ]]>

Los Misterios del Rosario: son momentos estelares —“flashes”— del paso del Señor por este mundo. El beato papa Pablo VI los definió como «un compendio de la vida de Cristo».

Misterios Luminosos

Primer Misterio

El Bautismo del Señor en el río Jordán” marca el inicio del ministerio público de Jesucristo. Destacamos 3 consideraciones:

Poder del Rosario (ft img)1ª) «Llegó Jesús desde Galilea al Jordán para ser bautizado por Juan» (Mt 3,13). Jesús es Dios y desea “ser bautizado”. ¡Sorpresa! ¿No será que nosotros necesitamos “ser bautizados”, es decir, ser perdonados y auxiliados por Dios una y otra vez? Quizás estamos demasiado acostumbrados a “ir por libre”, como si de nadie ni de nada necesitáramos. El cristiano no permanece solo, aislado: cada cristiano es “acompañado por” otros y, a la vez, “acompaña a” otros. ¡Cristo nunca marchó solo! No en vano Él fundó su familia, su comunidad (la Iglesia).

2ª) «Bautizado Jesús, salió del agua: en esto los cielos se abrieron» (Mt 3,16). Tanto se abrieron que «se oyó una voz del cielo (…)» (Lc 3,22): el Padre habla. Dios siempre ha deseado establecer un diálogo con los hombres. Pero en aquel momento —al “abrirse los cielos”— se inauguró un “hilo directo” con Dios: el cielo se nos acerca más y más, pues ya somos hijos de Dios.

«Al ver el cielo (…) y las estrellas que has creado: ¿qué es el hombre para que pienses en él?» (Sal 8,4-5). ¡Buena pregunta! Se calcula que en el universo hay entre 1 y 2 billones de galaxias, albergando cada una de ellas entre 200 y 400 mil millones de estrellas… En fin, ¡que no somos nada! Y, sin embargo, un solo pensamiento humano vale más que todo el cosmos material… No digamos ya si se trata de un pensamiento dirigido al Padre del cielo. La oración del hijo de Dios es lo más precioso; ¡nada vale tanto como saberse hijo de Dios!

3ª) «Éste es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29): palabras con las que Juan Bautista presentó a Jesucristo. ¿Cuántos corderos ya había sacrificado Israel para expiar los pecados? ¡Incontables! (entre David y Salomón ya se contaban por miles). Pero ni uno solo sirvió para quitar el pecado del mundo. Otros pueblos incluso habían inmolado seres humanos para aplacar la ira de Dios. ¡Quizá también incontables! Pero ninguna de estas inmolaciones sirvió para salvar a la humanidad, menos aún para satisfacer a Dios. ¿Entonces? El hombre no puede quitar el pecado del mundo: los que han intentado “atajos de auto-redención” han acabado siendo unos asesinos genocidas. Dicho de un modo más elegante: «Un mundo que tiene que crear su justicia por sí mismo es un mundo sin esperanza» (Benedicto XVI). Más aún: «No es la ciencia la que redime al hombre; el hombre es redimido por el amor», ¡por el Amor en mayúscula!

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Segundo Misterio

El segundo Misterio de la Luz, la “Auto-revelación de Cristo en las bodas de Caná”, es especialmente luminoso. Sorprende que apenas aparezca en el ciclo litúrgico anual: ¡sólo un domingo de cada tres años! Sin embargo, es un momento crucial de la vida del Señor. Veamos por qué…

rosario virgen que desata nudos1º) «En Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en Él sus discípulos» (Jn 2,11). ¡No es poca cosa!: los seguidores del Señor vieron un milagro (¡el primero que conocemos!) y aceptaron la divinidad de Jesucristo. Éste es un momento fundacional de la Iglesia (entre otros): Jesús muestra que es Dios porque nadie más tiene un poder tal sobre la materia. Si Jesús no fuese Dios, la salvación aún estaría por hacer. Por tanto, era fundamental que las columnas de la Iglesia estuvieran convencidas de que Jesucristo era Dios (en todo caso, la prueba decisiva llegaría con la Resurrección)

2º) «Se celebraba una boda en Caná de Galilea y (…) Jesús fue invitado también con sus discípulos» (Jn 2,1-2). Esta afirmación causa una fuerte impresión a la vuelta de veinte siglos: la etapa central de la redención comienza en un ambiente festivo nupcial, con la celebración de un matrimonio. Sorprende que hayamos tardado tantos años (¡siglos!) en descubrir el matrimonio —la familia— como ámbito de santidad. Hasta ahora nunca habíamos promocionado seriamente la identificación con Cristo dentro de la vida conyugal y familiar. San Pablo insistió en que los cristianos tienen la misión de reconciliar el mundo con Dios… y resulta que casi todo el mundo vive casado y en una familia… A partir de ahí la Iglesia ha podido plantear la llamada universal a la santidad.

3º) «Estaba allí la madre de Jesús» (Jn 2,1). Quien estuvo invitada, principalmente, era María. Su presencia allí tiene un valor incalculable… Seguramente no hacía mucho tiempo que era viuda (unos pocos años) y su único Hijo recién había marchado de casa. Pero ella no se quedó pasiva en Nazaret, llorando su viudedad. Todo lo contrario: arrastró a su Hijo a la fiesta de una boda (si iba ella, no tenía sentido que no asistiera el Hijo). Algo parecido sucedió en el Calvario: allí fue Él quien la arrastró a ella (con gran beneficio para nosotros). ¡La “mujer” de Caná es la “mujer” del Calvario! Allí “nacimos” nosotros como hijos de aquella “mujer” y, por tanto, como “hijos de Dios”.

4º) «No tienen vino» (Jn 2,3). ¡Seguimos con Santa María! En sus palabras descubrimos dos hechos preciosos. Primero, su solicitud: si ella se percató de que escaseaba el vino fue porque ella estuvo sirviendo más que bebiendo. María lo vio, María lo sufrió y María lo resolvió (contándolo a su Hijo; ¿a quién, sino?). Segundo, su petición es un ejemplo de oración sencilla y eficaz: ¡nunca tan pocas palabras han dado tan buen resultado! El secreto de la oración de Santa María: no pide para sí, no dicta soluciones a Dios y confía totalmente en Él. No sabía qué haría Jesús y, encima, la respuesta de su Hijo debió resultarle enigmática en aquel momento; pero ella ni se inmutó y reaccionó del modo más seguro: «Haced lo que él os diga» (Jn 2,5).

5º) «Mujer (…), todavía no ha llegado mi hora» (Jn 2,4). La “hora” llegaría verdaderamente en el Calvario. Pero Santa María —con su ascendiente de madre santa— es capaz de adelantar la hora. Ella había dicho “sí” al Padre-Dios; el Hijo eterno había dicho “sí” al Padre-Eterno: así se produjo la Encarnación. Y cuando se unen esos dos “síes” (el mío y el de Dios) entonces nada es imposible; todo tiene solución o salida (que seguramente nosotros no somos capaces de ver, como tampoco la veía la Virgen, pero ¡Dios es más imaginativo!).

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Tercer Misterio

Conversión de San Pabblo (ft img)El 3º es “El anuncio del Reino invitando a la conversión”. Es el Misterio que cubre un mayor período de tiempo de la vida del Señor: ¡unos tres años! (lo exponemos en 2 partes). Ésta es una etapa de la Historia de la Salvación muy rica en contenido, y crucial por lo que se refiere a la Revelación. El foco de atención incide directamente en Cristo; la presencia de la Virgen María es más bien “latente” (volverá a aparecer explícitamente en el Calvario).

1º) «En diversos momentos y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres (…). En estos últimos días nos ha hablado por medio de su Hijo» (Heb 1,1-2). La Revelación llega a su “máximum” de intensidad: «Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer…» (Gal 4,4). ¡Es una “plenitud” que sobrepasa toda expectativa humana! Con razón, en la Transfiguración, después de acreditar a su Hijo («Éste es mi Hijo, el Amado»), el Padre nos mandó: «Escuchadle» (Mt 17,5). ¡Ojalá que nuestra oración sea un verdadero “escuchar”!

2º) «Jesús comenzó a hacer y enseñar» (Hch 1,1). La enseñanza de Jesús muy pronto suscitó admiración entre la gente sencilla; las gentes notaban en Él un algo especial: «Se admiraban de su enseñanza; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas» (Mc 1,22). De hecho, en alguna ocasión Jesucristo no tuvo más remedio que desautorizar a los escribas «porque dicen y no hacen» (Mt 23,3). Un día (¡era sábado!), Jesús curó a una mujer encorvada y, ante la estupefacción de los presentes, al jefe de la sinagoga no se le ocurrió otra cosa que reñir a la pobre gente: «Hay seis días para trabajar; venid, pues, en ellos a ser curados, y no un día de sábado» (Lc 13,14)… En fin, sin obras de amor es inútil cualquier predicación.

3º) «Un profeta poderoso en obras y palabras» (Lc 24,19): así le recordaba Cleofás mientras andaba nostálgico camino de Emaús en la mañana de la resurrección. Algunas semanas más tarde, Simón Pedro lo presentaba así a la gente de Jerusalén: «Hombre acreditado por Dios (…) con milagros, prodigios y señales» (Hch 2,22). En su “hacer” Cristo mostró un dominio sobre la materia, el tiempo y los espíritus que sólo Dios posee. Sobran ejemplos: desde la conversión del agua en vino, las multiplicaciones de panes y peces, hasta su andar por encima de las aguas; curaciones a distancia; expulsó espíritus malignos y devolvió la vida a difuntos (incluso estando en descomposición, como fue el caso de Lázaro); no sólo leía los pensamientos de los demás sino que conocía sus vidas (Natanael, la mujer samaritana)… Solamente Jesús puede decirnos: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). ¡Ésta es nuestra esperanza y nuestro consuelo! El Reino de Dios ya está entre nosotros…

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Cuarto Misterio

El misterio de La Transfiguración es celebrado solemnemente cada año por la Iglesia en un día concreto: el 6 de agosto. Es el más luminoso de todos los misterios luminosos: «Misterio de luz por excelencia es la Transfiguración, que según la tradición tuvo lugar en el Monte Tabor» (San Juan Pablo II).

A la vez, este mismo misterio es rememorado en el 2º Domingo de Cuaresma (en sus tres ciclos A, B y C). ¿En Cuaresma? ¡A primera vista esto es paradójico! Sin embargo, la Transfiguración —como tantos otros misterios de la vida de Cristo— era una preparación para el ya cercano Triduo Pascual(Pasión, Muerte y Resurrección). En palabras de san Juan Pablo II, «el Padre lo acredita ante los apóstoles extasiados para que lo ‘escuchen’ (cf. Lc 9,35 par.) y se dispongan a vivir con Él el momento doloroso de la Pasión, a fin de llegar con Él a la alegría de la Resurrección».

La Transfiguración es como un doble misterio: nos prepara para el momento la Cruz y nos desvela la eternidad del Cielo

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1º) «Unos ocho días después de estas palabras (…)» (Lc 9,28). Los tres Evangelios sinópticos introducen el relato de la Transfiguración con este dato. ¿Días después? ¿Qué había pasado? ¿Qué había dicho Jesús? ¿Tan importante era eso? Mateo, Marcos y Lucas concuerdan al 100%: habían sucedido 2 cosas.

En primer lugar, Simón Pedro había confesado a Jesús como el CristoHijo de Dios (cf. Mt 16,16 y par.). Ahora, en el Tabor, en pleno “resplandecer glorioso” es el Padre quien “confiesa” —mejor dicho: acredita— al Hijo: «Este es mi Hijo, el Elegido» (Lc 9,35). ¡Mayor solemnidad, imposible! Jesucristo está desvelando plenamente su Ser Divino, su Belleza Divina: Él es el Hijo Eterno que existía ya desde el principio (cf. Jn 1,1). Él y sólo Él, con al Padre y el Espíritu Santo (ampliación: La Transfiguración no es un cambio de Jesús, sino la revelación de su divinidad). Pocos días después, Jesús en persona hará esa misma “declaración” ante el sumo sacerdote y el Sanedrín (cf. Mt 26,63 ss.). ¡Eso le valió la unánime condena a muerte!

En segundo lugar, (unos 6 u 8 días antes) Jesús había predicho su Pasión (y su Resurrección). Marcos afirma que Jesús «hablaba de eso claramente» (Mc 8,32). En otras ocasiones el Señor lo había anunciado. La diferencia es que ahora, justo cuando tiene lugar su Transfiguración, la Pasión ya es inminente (sucederá al cabo de pocos días) (ampliación: La Transfiguración es un espléndido icono de nuestra redención). Jesús-Dios, que ahora refulge, quedará totalmente ocultado; Jesús-Hombre, cuya figura humana ahora resplandece bellamente, quedará totalmente triturado (desfigurado). Todo eso, por nuestra salvación (ampliación: “Jesús solo” es lo que debe bastar en el camino).

2º) «Se llevó con Él a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a un monte para orar» (Lc 9,28). A lo largo de la vida de Jesucristo nos encontramos con diversos montes de oración. Al cabo de pocos días, justo antes de entregarse, lo encontraremos en el Monte de los Olivos. Y, algunas horas más tarde, en el Monte Calvario (donde siguió orando, desde lo alto de la Cruz) (ampliación: «Jesús subió al monte a orar»).

Jesús lleva consigo a sus discípulos —empezando por los Apóstoles— a estos “montes de oración”. Una vez más, Él cuenta con nosotros. Pero, ¡oh, sorpresa!, «Pedro y los que estaban con él se encontraban rendidos por el sueño» (Lc 9,32). En Getsemaní sucedió lo mismo (cf. Mc 14,37-38). ¡Siempre durmiendo! ¡Y todavía seguimos durmiendo!

Sin embargo, «al despertar, vieron su gloria» (Lc 9,32). ¡Con frecuencia nos quejamos de que no vemos a Dios! —¿Dónde está Dios?, nos preguntamos. Pero, ¿cómo podríamos verle sin rezar, oírlo sin hablarle, amarlo sin confesarle ni acreditarle?

3º) «Vieron su gloria y a los dos hombres que estaban a su lado» (Lc 9,32). ¿Quiénes son esos “otros” dos? ¡Elías y Moisés!, es decir, los líderes del Profetismo y de la Ley en el Antiguo Testamento. La escena es de una máxima solemnidad: ahí confluyen el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y el Cielo (la Santísima Trinidad) (ampliación: En el “monte” de la Transfiguración).

Sin embargo lo más importante —ya que se reúnen todos ahí, en lo más alto— es saber qué hacen… O, mejor, ¿de qué hablan? ¡De la Cruz! «Hablaban de la salida de Jesús que iba a cumplirse en Jerusalén» (Lc 9,31). Todo, todo en el proyecto de la creación, todo en la vida de Jesús se dirige hacia el momento supremo de la Cruz (¡eso es un misterio!, pero es así). Se ha llegado a afirmar —y con razón— que los Evangelios son historias de la Pasión con una introducción amplia. Los cuatro Evangelios —unos más largos, otros no tanto— aterrizan y se detienen en el Misterio Pascual (Viernes de Muerte, Sábado de Sepultura y Domingo de Resurrección).

San Pablo, por su parte, no quiere conocer nada más que Cristo crucificado (cf. 1Cor 1,23); no quiere gloriarse en nada más que no sea la Cruz (cf. Gal 6,14): todo lo demás lo considera “pérdida” y “basura” con tal de poder ganar a Cristo (cf. Flp 3,8). ¿A quién le sorprenderá, por tanto, que la Liturgia católica reserve un Domingo de Cuaresma al misterio de la Transfiguración del Señor? (ampliación: La Transfiguración y el misterio de la Cruz).

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Fuente: Evangeli.net
Autor: Antoni Carol i Hostench, pbro.


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