milagros – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Mon, 11 Nov 2024 09:45:21 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 San Martín de Tours https://www.reinadelcielo.org/san-martin-de-tours/ Mon, 11 Nov 2024 06:03:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=5645 ]]>

Obispo conocido también como San Martín Caballero

Martín de Tours es uno de aquellos hombres que han hecho hablar de sí a muchas generaciones, por haber sido protagonista de episodios aptos para despertar la fantasía popular. Es frecuente la narración del episodio de San Martín que, cabalgando envuelto en su amplio manto de guardia imperial, encontró a un pobre que tiritaba de frío, con gesto generoso cortó su manto y le dio la mitad al pobre. Por la noche, en sueños, vio a Jesús envuelto en la mitad de su manto, sonriéndole agradecido.

Martín, hijo de un tribuno romano, nació en Sabaria, en Panonia, hacia el 315. A los quince años ya vestía el uniforme militar. El episodio del manto hay que colocarlo en este periodo, porque a los 18 años recibió el bautismo y abandonó la milicia para seguir a San Hilario de Poitiers, su maestro. Después de un breve noviciado de vida eremítica en la Isle Galinaria, Martín fundo dos monasterios: El Monasterio de Ligugé, el más antiguo de Europa, y el Monasterio de Marmoutier, que se convertiría en un gran centro de vida religiosa.

Después del paréntesis contemplativo, siguió el activo: Martín, elegido obispo de Tours, se convirtió en el grande evangelizador de Francia. Había sido, como se dice, soldado sin quererlo, monje por elección y obispo por deber. En los 27 años de vida episcopal se ganó el amor entusiasta de los pobres, de los necesitados y de cuantos sufrían injusticias, pero no era bien visto por los de su clero que querían vivir tranquilamente. De hecho fue acusado por un sacerdote llamado Bricio. Su respuesta fue proverbial: “¿Si Cristo soportó a Judas, por qué no debería yo soportar a Bricio?”

Historia del manto y vida de santidad

La mitad del manto que – según la leyenda – San Martín compartió con el pobre de Amiens, se conserva celosamente en una capilla. Al custodio de la capilla se llama “capellán”, sin ser lo, porque es el protector de la “capa” del Obispo de Tours.

San Martín de Tours

Cuando contaba con 21 años, un frío día de invierno entra la tropa romana a la ciudad de Amiens, Francia, y Martín encuentra cerca de la puerta de la ciudad a un mendigo tiritando de frío, a quien da la mitad de su capa, pues la otra mitad pertenece al ejército romano. En la noche siguiente, Cristo se le aparece vestido con la media capa para agradecerle su gesto, diciéndole: “Hoy me cubriste con tu manto”.

Martín decide entonces dejar el ejército romano y servir a Dios, lo cual no puede hacer de inmediato, al negarle su licencia de retiro el emperador, el César Juliano. Cuando las legiones romanas se alistaban para entrar en combate contra los invasores bárbaros, Juliano pasaba delante de las legiones alineadas en perfecto orden, dando un incentivo económico a cada soldado. Aproximándose a Juliano, Martín le dijo: “Hasta ahora, César, he luchado por ti; permite que ahora luche por Dios. El que tenga intención de continuar siendo soldado que acepte tu donativo; yo soy soldado de Cristo, no me es lícito seguir en el ejército”.

Juliano no permitiría entre sus tropas ni la deserción ni la disensión. Lo podría mandar a ejecutar, pero Martín era apreciado por los soldados y hacerlo bajaría la moral y ocasionaría descontento en la tropa en la víspera de la batalla, por lo que prefirió desacreditar a Martín diciéndole con voz potente: “Los bárbaros nos atacarán mañana y hemos de responder con contundencia, la seguridad del Imperio peligra. Tu actitud, querido Martín, parece que está más motivada por el miedo que por tus convicciones religiosas. Dices ser cristiano, es decir, cobarde. Tienes miedo de enfrentarte al enemigo”.

Lleno del Espíritu de Dios, Martín respondió: “Mañana, al amanecer, cuando sitúes tus legiones en orden de combate, déjame en primera línea, sin armas, sin escudo y sin casco y me internaré tranquilo en las filas enemigas. Así te probaré mi valor y mi fidelidad y te demostraré que el miedo que tengo no es a morir, sino a derramar la sangre de otros hombres”.

Así se acordó. Increíblemente, por la mañana los bárbaros pidieron la paz y se rindieron. Las crónicas oficiales anotaron que los bárbaros no se atrevieron a enfrentarse a la pericia militar de Juliano. Pero algunos legionarios afirmaron que lo que realmente les espantó fue el haber sabido, gracias a sus espías, que los romanos estaban tan seguros de la victoria que había soldados que acudirían al combate sin armas. Juliano no tuvo más remedio que permitirle a Martín dejar la vida militar.

Inmediatamente después, Martín se bautiza y se une a los discípulos de San Hilario en la ciudad de Poitiers. Al cabo de unos años se retiró a una pequeña isla cerca de Génova, llevando una vida de silencio, oración, estudio de las Sagradas Escrituras, meditación y austeridad, como ermitaño. Pero San Hilario le pidió que regresara a Poitiers y allí San Martín fundó el primer monasterio que hubo en Francia, en la localidad de Ligugé.

Los habitantes de los alrededores consiguieron por sus oraciones y bendiciones, muchas curaciones y prodigios. Cuando después le preguntaban qué profesiones había ejercido respondía: “fui soldado por obligación y por deber, y monje por inclinación y para salvar mi alma”.

San Martín de Tours y ganso

Un día fue invitado a Tours con el pretexto de que lo necesitaba un enfermo grave, pero era que el pueblo quería elegirlo obispo. Apenas estuvo en la catedral toda la multitud lo aclamó como obispo de Tours, pero Martín, por humildad, se escapó y se ocultó en un escondrijo, pero fue delatado por el ruido de un ganso que no paraba de dar graznidos. Allí lo encontraron y por más que él se declarara indigno de recibir ese cargo, lo obligaron a aceptar. Por eso en algunas estampas se representa un ganso al lado del santo. Así, en el año 370 es consagrado obispo de Tours (Francia).

Uno de sus primeros actos fue fundar otro monasterio, el de Marmoutiers, que rápidamente contó con 80 monjes. Durante su ministerio en Tours luchó contra el paganismo, la adoración a falsos ídolos y contribuyó especialmente en la divulgación de la fe cristiana, aunque esto no siempre le fue fácil.

Recorrió todo el territorio de su diócesis dejando en cada pueblo un sacerdote. Él fue fundador de las parroquias rurales en Francia. Dice San Sulpicio, su biógrafo y discípulo, que la gente se admiraba al ver a Martín siempre de buen genio, alegre y amable. Que en su trato empleaba la más exquisita bondad con todos.

En los 27 años que fue obispo se ganó el cariño de todo su pueblo, y su caridad era inagotable con los necesitados. Los únicos que no lo querían eran ciertos tipos que querían seguir viviendo con sus vicios, pero el santo no los dejaba. De uno de ellos, que inventaba toda clase de cuentos contra San Martín, porque éste le criticaba sus malas costumbres, dijo el santo cuando le aconsejaron que lo debía hacer castigar: “Si Cristo soportó a Judas, ¿por qué no he de soportar yo a este que me traiciona?”.

Con varios empleados oficiales tuvo fuertes discusiones, porque torturaban a los prisioneros para que declararan sus delitos. Nuestro santo se oponía totalmente a esto, y aunque por ello se ganó la enemistad de altos funcionarios, no permitía la tortura.

Martín supo por revelación cuándo le iba a llegar la muerte y comunicó la noticia a sus numerosos discípulos. Estos se reunieron junto a su lecho de enfermo y le suplicaban llorando: “¿Te alejas padre de nosotros, y nos dejas huérfanos y solos y desamparados?”. En respuesta, el santo mira hacia el cielo y ora: “Señor, si en algo puedo ser útil todavía, no rehuso ni rechazo cualquier trabajo y ocupación que me quieras mandar”.

Pero Dios decidió que ya había trabajado y sufrido bastante y se lo llevó a que recibiera en el cielo el premio por sus grandes labores en la tierra. Falleció en Candes, Francia, en el año 397, a la edad de 81.

Murió el 8 de noviembre del 397 en Candes, durante una visita pastoral. Sus funerales, que tuvieron lugar tres días después, fueron una verdadera apoteosis; en ese día, el 11, se conmemora su memoria. Se puede considerar como el primer santo no mártir con fiesta litúrgica. Esa fecha quedó también como punto de referencia en los contratos de arrendamientos, de terrenos, de compraventas, en el mundo agrícola: “el nuevo vino se bebe en San Martín”, se dice todavía hoy en muchas regiones de Italia y de Francia.

Conoce la Catedral de Tours, Francia

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Fuente: Catholic.net y Parroquia San Martín de Tours


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Solemnidad de todos los santos https://www.reinadelcielo.org/solemnidad-de-todos-los-santos/ Thu, 31 Oct 2024 06:05:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=5397 La Iglesia, cada 1 de noviembre, nos invita a mirar al cielo, nuestra futura patria, para ver allí con San Juan, a esa turba magna, a esa muchedumbre incontable de Santos, figurada en esas series de 12,000 inscritos en el Libro de la Vida, – con el cual se indica un número incalculable y perfecto, – y procedentes de Israel y de toda nación, pueblo y lengua, los cuales revestidos de blancas túnicas y con palmas en las manos, alaban sin cesar al Cordero sin mancilla.

Cristo, la Virgen, los nueve coros de ángeles, los Apóstoles y Profetas, los Mártires con su propia sangre purpurados, los Confesores, radiantes con sus blancos vestidos, y los castos coros de Vírgenes forman ese majestuoso cortejo, integrado por todos cuantos acá en la tierra se desasieron de los bienes caducos y fueron mansos, mortificados, justicieros, misericordiosos, puros, pacíficos y perseguidos por Cristo. Entre esos millones de Justos a quienes hoy honramos y que fueron sencillos fieles de Jesús en la tierra, están muchos de los nuestros, parientes, amigos, miembros de nuestra familia parroquial, a los cuales van hoy dirigidos nuestros cultos. Ellos adoran ya al Rey de reyes y Corona de todos los Santos y seguramente nos alcanzarán abundantes misericordias de lo alto.

Esta fiesta común ha de ser también la nuestra algún día, ya que por desgracia son muy contados los que tienen grandes ambiciones de ser santos, y de amontonar muchos tesoros en el cielo. Alegrémonos, pues, en el Señor, y al considerarnos todavía bogando en el mar revuelto, tendamos los brazos, llamemos a voces a los que vemos gozar ya de la tranquilidad del puerto, sin exposición a mareos ni tempestades. Ellos sabrán compadecerse de nosotros, habiendo pasado por harto más recias luchas y penalidades que las nuestras. Muy necios seríamos si pretendiéramos subir al cielo por otro camino que el que nos dejó allanado Cristo Jesús y sus Santos.

Los Santos

Intercesión de los santos

La Sagrada Biblia llama “Santo” a aquello que está consagrado a Dios. La Iglesia Católica ha llamado “santos” a aquellos que se han dedicado a tratar de que su propia vida le sea lo más agradable posible a Nuestro Señor.

Hay unos que han sido “canonizados”, o sea declarados oficialmente santos por el Sumo Pontífice, porque por su intercesión se han conseguido admirables milagros, y porque después de haber examinado minuciosamente sus escritos y de haber hecho una cuidadosa investigación e interrogatorio a los testigos que lo acompañaron en su vida, se ha llegado a la conclusión de que practicaron las virtudes en grado heroico.

Para ser declarado “Santo” por la Iglesia Católica se necesita toda una serie de trámites rigurosos. Primero una exhaustiva averiguación con personas que lo conocieron, para saber si en verdad su vida fue ejemplar y virtuosa. Si se logra comprobar por el testimonio de muchos que su comportamiento fue ejemplar, se le declara “Siervo de Dios”. Si por detalladas averiguaciones se llega a la conclusión de que sus virtudes, fueron heroicas, se le declara “Venerable”. Más tarde, si por su intercesión se consigue algún milagro totalmente inexplicable por medios humanos, es declarado “Beato”. Finalmente si se consigue un nuevo y maravillosos milagro por haber pedido su intercesión, el Papa lo declara “santo”.

Para algunos santos este procedimiento de su canonización ha sido rapidísimo, como por ejemplo para San Francisco de Asís y San Antonio, que sólo duró 2 años. Poquísimos otros han sido declarados santos seis años después de su muerte, o a los 15 o 20 años. Para la inmensa mayoría, los trámites para su beatificación y canonización duran 30, 40,50 y hasta cien años o más. Después de 20 o 30 años de averiguaciones, la mayor o menor rapidez para la beatificación o canonización, depende de que obtenga más o menos pronto los milagros requeridos.

Los santos “canonizados” oficialmente por la Iglesia Católica son varios millares. Pero existe una inmensa cantidad de santos no canonizados, pero que ya están gozando de Dios en el cielo. A ellos especialmente está dedicada esta fiesta de hoy.

La Santa Biblia afirma que al Cordero de Dios lo sigue una multitud incontable.

En el cielo están San Chofer de bus y Santa Lavandera de ropa. San Mensajero y Santa Secretaria. Santa Madre de familia y San Gerente de Empresa. San Obrero de construcción y San Agricultor. San Colegial y Santa Estudiante. Santa Viuda, Santa Solterona, Santa Niña y Santa Anciana. San Sacerdote, San Obispo, San Pontífice, San Limosnero, San Celador, Santa Cocinera, San Arrendatario y San Millonario, y muchos más que amaron a Dios y cumplieron sus deberes de cada día.

Señor Jesús: que cada uno de nosotros logremos formar también parte un día en el cielo para siempre del número de tus santos, de los que te alabaremos y te amaremos por los siglos de los siglos. Amén.

Esta es la voluntad de Dios: Que lleguemos a la santidad.

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Fuente: EWTN


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La especial relación del beato Carlo Acutis con la Virgen https://www.reinadelcielo.org/la-especial-relacion-del-beato-carlo-acutis-con-la-virgen/ Thu, 10 Oct 2024 06:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=25453 ]]> El pasado 10 de octubre se declaró beato al adolescente Carlo Acutis convirtiéndose en una de las beatificaciones más mediáticas y con mayor repercusión en años, y más si se tiene en cuenta que hasta su muerte fue un anónimo adolescente, aunque eso sí, muy enamorado de la Eucaristía y de la Virgen María.

Este chico italiano de 15 años y que falleció en 2006 se ha convertido en un ejemplo para millones de jóvenes. Era un experto en informática, le gustaban los videojuegos y estar con sus amigos. Era un joven de su tiempo, pero con la mirada fija en Dios.

Pero además de su amor a Dios y a la Eucaristía, que plasmó en su impresionante exposición sobre milagros eucarísticos, el postulador de su causa de beatificación, Nicola Gori, ha profundizado en más aspectos de su vida en el libro Carlo Acutis, un genio de la informática en el cielo (Ciudad Nueva). Uno de los más destacados es su profundo amor a la Virgen María, y que manifestó a lo largo de su corta pero intensa vida.

Nicola Gori cuenta que la Virgen era el otro pilar de su espiritualidad y como ejemplo queda lo que dijo a sus padres: “¡La Virgen es la única mujer de mi vida!”. Además, jamás faltaba a su cita diaria con el Rosario, pues decía que confiaba en María como madre y maestra. Incluso varias veces renovó su consagración al Inmaculado Corazón de María.

Este amor por la Virgen era recíproco pues Ella le concedió gracias concretas. “Un día –cuenta Nicola Gori- frente a la imagen de la Virgen de Pompeya, rezó por la conversión de una mujer, madre de un queridísimo amigo de la familia, que no se acercaba a los sacramentos desde hacía treinta años. Tiempo más tarde, esta mujer se confesó, comulgó y volvió a la práctica cristiana. Carlo atribuía aquella conversión a la intercesión de la Virgen, y estaba convencido de que al recurrir a María se obtenían grandes gracias”.

Pero la Virgen de Pompeya no era su única gran devoción mariana, pues Lourdes y Fátima ocupaban también lugares muy importantes en su corazón. El ejemplo de la pequeña Bernadette le hizo reflexionar sobre la predilección que Dios manifiesta por los humildes y sencillos.

Incluso a los seis años contó a sus padres que había escuchado una voz interior que decía: “el amor propio no, pero la gloria de Dios, sí”.

Sobre Fátima, Carlo Acutis estaba muy impresionado con las apariciones y los mensajes de la Virgen a los tres pastorcitos, y leyendo un día junto a sus padres los diarios de Sor Lucía quedó impactado sobre la pregunta de los niños si irían al cielo.

“Si Francisco, que era tan bueno, tan noble y simple, tuvo que recitar tantos Rosarios para ir al Paraíso, ¿cómo podré merecerlo también yo, que soy tan poco santo en comparación con él?”, dijo a sus padres el ahora beato.

Por ello, intensificó el rezo del Rosario, no sólo por él, sino para ofrecerlo por las almas. De hecho, afirmaba que “el Rosario es la escalera más corta para subir al cielo” y que “muchas almas van al infierno porque no hay nadie que rece ni se sacrifique por ellas”.

Nicola Gori también relata detalles de las apariciones de Fátima que a Carlo le gustaba interpretar de un modo que dejaba sorprendidos a quienes le escuchaban. Se trataba del sentido con el que explicaba el tercer secreto, pues creía que se podía interpretar a la luz de la Eucaristía:

“La cruz sobre el monte puede representar también el sacrificio de Cristo que se ofrece por la salvación de los hombres, que se celebra en cada misa; la sangre que los ángeles bajo los brazos de la cruz vierten sobre los creyentes que suben al monte, cansados, es la sangre que el Señor vierte sobre la humanidad junto a la de los mártires durante la celebración eucarística, que lava y purifica los corazones de los hombres de los pecados cometidos. Las flechas que golpean a los fieles que suben al monte podrían ser el símbolo de todas las dificultades que la humanidad enfrenta para merecer el Paraíso. La figura del obispo vestido de blanco, que la Iglesia ha asociado con Juan Pablo II, que siempre insistía sobre la importancia de la Eucaristía y que ha sido en cierta forma un ‘mártir’, clarifica todavía más el sentido eucarístico de la visión”.

Carlo Acutis, en su infancia

También de Fátima adoptó la práctica de los primeros cinco sábados de mes, que la Virgen reveló a sor Lucía en 1925. Entonces la Virgen invitó a consolar y reparar los ultrajes cometidos contra su Corazón Inmaculado prometiendo que “a todos aquellos que durante cinco meses, el primer sábado, se confiesen, reciban la santa Comunión, reciten el Rosario y me hagan compañía por quince minutos meditando los Misterios, con la intención de ofrecerme reparaciones, prometo asistirlos a la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación”.

Carlo Acutis quedó muy marcado por el mensaje que en Fátima la Virgen dio a los pastorcitos sobre rezar y hacer sacrificios por los pecadores y el Papa. Y lo tuvo presente hasta el día de su muerte. Durante la enfermedad que acabó con su vida, este adolescente quiso ofrecer todos sus sufrimientos por el Papa y por la Iglesia. Y como vivió, murió, siempre unido a la Virgen.

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Fuente: Religión en libertad


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Padre Pio – San Pio de Pietrelcina https://www.reinadelcielo.org/padre-pio-san-padre-pio-de-pietrelcina-italia/ Mon, 23 Sep 2024 06:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=78 Fiesta: 23 de septiembre]]> San Giovanni Rotondo, Italia

En un convento de la Hermandad de los Capuchinos, en la ladera del monte Gargano, vivió por muchísimos años el que probablemente fuera el Sacerdote Místico más destacado del siglo XX. El Padre Pío, nacido en Pietrelcina en 1887, fue un hombre rico en manifestaciones de su santidad. Enorme cantidad de milagros rodearon su vida, testimoniados por miles de personas que durante décadas concurrieron allí a confesarse. Sus Misas, a decir de los concurrentes, recordaban en forma vívida el Sacrificio y Muerte del Señor a través de la entrega con que el Padre Pío celebraba cada Eucaristía.

Es notable su carisma de bilocación: la capacidad de estar presente en dos lugares al mismo tiempo, a miles de kilómetros de distancia muchas veces. El Padre Pío raramente abandonó San Giovanni Rotondo; sin embargo se lo ha visto y testimoniado curando almas y cuerpos en diversos lugares del mundo en distintas épocas. También tenía el don de ver las almas: confesarse con el Padre Pío era desnudarse ante Dios, ya que él decía los pecados y relataba las conciencias a sus sorprendidos feligreses (a veces con gran dureza y enojo, ya que tenía un fuerte carácter, especialmente cuando se ofendía seriamente a Dios). Tenía también el don de la sanación (a través de sus manos Jesús curó a muchísima gente, tanto física como espiritualmente) y el don de la profecía (anticipó hechos que luego se cumplieron al pie de la letra).

padre pio 1

Vivió rodeado de la Presencia de Jesús y María, pero también de Santos y Angeles, y de almas que buscaban su oración, para subir desde el Purgatorio al Cielo. Pero su gracia más grande radicó, sin duda alguna, en sus estigmas: en 1918 recibe las cinco Llagas de Cristo en sus manos, en sus pies y en su costado izquierdo. Estas llagas sangraron toda su vida, aproximadamente una taza de té por día, hasta su muerte ocurrida en 1968. Múltiples estudios médicos y científicos se realizaron sobre sus Estigmas, no encontrándose nunca explicación alguna a su presencia u origen.

Su sangre y cuerpo emanaban un aroma celestial, a flores diversas, que acariciaba no solo a los asistentes a sus Misas, sino también a quienes se encontraban con él en otras ciudades del mundo, a través de sus dones de bilocación. Vivió sufriendo ataques del demonio, tanto físicos como espirituales, que se multiplicaron a medida que las conversiones y la fe crecían a su alrededor.

En diciembre de 2001 el Vaticano emite el decreto que aprueba los milagros necesarios para canonizar a nuestro héroe, San Pío de Pietrelcina, y finalmente el 16 de junio de 2002 Juan Pablo II declara Santo al Padre Pío. Una multitud siguió la ceremonia que fue transmitida en directo al mundo entero. Los millones de personas que amamos al Padre Pío nos emocionamos hasta las lágrimas al ver realizado nuestro anhelo. El propio Juan Pablo II tuvo la oportunidad de confesarse décadas atrás con Pío, y fue entonces cuando el Santo del Gargano le profetizó su futuro papado. Vea aquí el video con imágenes de la vida y la canonización de Padre Pío.

Vivimos en un mundo que niega lo sobrenatural, se aferra a lo material y a todo lo que pueda ser explicado a través de la razón, o percibido por los sentidos. Sin embargo, Dios prescinde de nuestra razón y de nuestros sentidos, a la hora de someternos a las pruebas de nuestra fe. De cuando en cuando nos prodiga con regalos del mundo sobrenatural, a través del testimonio y el acceso a la divinidad de los seres Celestiales. El Padre Pío es una puerta abierta a Cristo, a María, a los ángeles y los santos. Es también un testimonio de la pequeñez del ser humano y una invitación a creer y dejar de buscar explicación a los hechos de la Divina Providencia (la voluntad de Dios), sino simplemente a unir nuestra voluntad a la de Dios, y ser lisa y llanamente su instrumento, como el Padre Pío lo fue.

La vida entera del Padre Pío no puede ser explicada a través de la razón o la lógica humana. La fe y fuerza del Santo del Gargano dan por tierra con todas las escuelas filosóficas terrenales, dejando una sola salida a todo intento de crecimiento del hombre: el encuentro con el Dios eterno, el que nos mira desde lo alto y nos pide, por medio de Su infinita Misericordia, que nos entreguemos simplemente a Su Voluntad. La negación de nuestro yo (la muerte de nuestro ego), se constituye en la principal meta de nuestra evolución, porque SÓLO DIOS ES !

Debemos negarnos a nosotros mismos y vivir para y por Él. El Padre Pío vivió en la más absoluta humildad y negación de sí mismo, ¡y miren los prodigios que Jesús hizo a través suyo!

¿El momento?

Padre Pio con niños

La vida mística del Padre Pío cubrió desde los inicios del siglo, hasta fines de los años sesenta, con su muerte. El siglo XX fue marcado, entonces, por su presencia silenciosa pero poderosa. Sus estigmas aparecieron en 1918, inmediatamente después del fin de la primera guerra mundial, de la revolución bolchevique y de la aparición de Fátima, todo ello acontecido en 1917. Pasó a través de la segunda guerra mundial, en una Italia comprometida, invadida primero por sus ex aliados (los alemanes) y luego liberada fundamentalmente por los soldados americanos. Y tuvo sus últimos años en medio de la bonanza económica de la posguerra, que condujeron a la década del sesenta con su contradictorio grito de paz, mezclado con una pérdida total de los valores morales y religiosos.

Nuestro santo no alteraba su vida por la influencia del mundo. Él vivió en su convento, dedicando su vida a la oración, la meditación, el encuentro con Jesús en la Eucaristía y en su trabajo predilecto: la confesión. Sólo Dios importaba, apartar al hombre de la atracción de un mundo que poco tiene que ver con Cristo, y llevar a la mayor cantidad de gente posible a la Verdadera Vida en Dios.

¿El lugar?

El sur de Italia es un lugar pobre en ese
ncia, a pesar de su integración a Europa. Y es en el convento de la Madonna delle Grazie (la Virgen de la Gracia), en San Giovanni Rotondo, pequeño pueblo situado en la ladera del monte Gargano, en la región de Foggia, donde se desarrolla la vida de Pío. El convento de los Hermanos Capuchinos pronto se convierte en el lugar de cita de quienes quieren ver en vida a un santo, tal la fama que acompañó al Padre Pío durante décadas.

La gente viaja allí desde los lugares más recónditos, desde toda Italia, Europa, América. A medida que su fama se extiende, San Giovanni Rotondo empieza a tener un significado especial para mucha gente. Y su influencia y fama crece a partir de su muerte, como un viento lleno del Espíritu que grita nuestra necesidad de volver a Dios.

¿El Santo?

Nacido como Francisco Borgione en Pietrelcina, provincia del Benevento, el 25 de mayo de 1887. Rebautizado Padre Pío cuando recibe los votos de Hermano Capuchino el 22 de enero de 1903, se ordena sacerdote el 10 de agosto de 1910. Desde niño el Padre Pío se manifiesta distinto a los demás: oraba en lugar de jugar. No fue buen alumno, alternaba palotes en su cuaderno con Cruces que dibujaba. Sus amigos a veces se atemorizaban por el ensimismamiento en que entraba al orar, por largas horas. Para Francisco esto era normal, él solo meditaba y compartía con Jesús todo su dolor y sufrimiento en la Cruz. Su familia era extremadamente pobre, tan así que su padre debió emigrar a América por un tiempo para poder mantener a los seis hijos y la esposa, María Josefa.

La salud del Padre Pío fue frágil desde temprana edad, y así fue por toda su vida, agravada al recibir los estigmas de Jesús. Siempre supo Pío que su destino era ser un monje capuchino. Solo una temporada en la milicia, cumpliendo el servicio obligatorio, lo apartó de su misión en la vida. Pero fue su salud y la Divina Providencia (a la que Pío siempre siguió con fe), la que lo liberó del servicio obligatorio luego de un tiempo, para poder volver a la vida de convento en alabanza permanente a Dios.

Su vida era muy simple: vivía en su celda de monje, se levantaba de madrugada para preparar la Misa en oración, confesaba durante todo el día, y trabajaba de noche en su celda. Comía muy poco, lo que sumado a la cantidad de sangre que perdía diariamente, intrigaba a los médicos respecto de algo que escapaba a la lógica terrenal. El Padre Pío lo explicaba con simples palabras: su alimento era el Cuerpo de Jesús en la Eucaristía.

Era humilde en extremo: no aceptaba fotografías, ni notas periodísticas, ni que se hable de él. Su carácter alegre y sencillo, se tornaba hosco cuando alguien trataba de poner demasiado acento en su figura o ensalzarlo. Para el Padre Pío la humildad era más que una virtud, era la única forma de vivir la vida, ya que para él sólo Jesús ES, sólo la Santísima Trinidad. Los demás, empezando por la Virgen María, somos seres al servicio permanente de Dios. Nada lo podía apartar de una negación absoluta de sí mismo, ya que él nunca hizo nada por si, siempre actuó en nombre de Jesús, por intercesión de su Madre la Santísima Virgen, o de los ángeles y los santos. Pero nunca el protagonista fue el Padre Pío. Y así, nunca entendió al mundo, que se esfuerza en revalorizar el ego y el propio yo, difundiendo filosofías y disciplinas que lo único que hacen es resaltar el egocentrismo, alejando al hombre más y más de su única fuente: Dios.

Sin dudas ni planteamientos, es que surge una chispa que incendia al mundo: el fuego que el Padre Pío encendió inflama nuestros corazones y nos deja librados a nuestra propia opción, ¡sin excusa alguna!El Padre Pío es un faro poderoso, una luz potente que alumbra el mundo y deja al mal expuesto en toda su vileza. Estudiar la virtud sin igual del Santo del Gargano nos permite entender cuán falsa es la forma de vida que nos propone este mundo actual, apóstata y alejado de Dios. La idea de que todo debe y puede ser explicado racionalmente, lleva al mundo a dar las espaldas a la Voluntad de Dios, su Divina Voluntad. El gran misterio es que los misterios del Cielo no pueden ser develados por los hombres. Y cuando se acepta el amor del Padre sin límites,

¿Los testigos?

Sencillamente miles y miles de personas testimonian la avasalladora cantidad de hechos místicos que rodearon al Santo del Gargano. Desde las confesiones donde el monje capuchino desnudaba el alma, el pasado, los miedos y los anhelos de las personas, hasta curaciones que los médicos no pudieron explicar desde el punto de vista médico, pasando por testimonios de personas que lo veían en más de un lugar en el mismo momento. Muchísimos estudios científicos se realizaron sobre sus estigmas, tratando de descubrir su origen, siendo que finalmente muchos médicos resultaron conversos al tomar contacto con el Santo de Foggia. Los medios de comunicación difundieron noticias sobre los prodigios que rodearon al Padre Pío durante décadas, hasta su muerte. Enorme cantidad de gente viajó a San Giovanni Rotondo para tomar contacto con el Cielo hecho presente allí, y volvieron a sus países dando fe de su propia experiencia.

Confesor, para que las almas que se acerquen a él encuentren el camino de regreso a Cristo. Sin embargo, su fama recorrió el mundo y lo transformó a lo largo de las décadas en un santo viviente, una leyenda de santidad y entrega a Dios. Su obra es la obra de Jesús, que da testimonio desde la humildad y la caridad, sin dejarse atrapar por las trampas que tiende el mundo moderno, que trata de pintar de colores extraños lo que es una simple y pura entrega de amor.El Padre Pío nunca buscó notoriedad, nunca quiso ser protagonista. Sólo quería que lo dejen orar en paz y ser un fiel

Los estigmas del Padre Pío

Padre Pio -Eucaristía-

Mientras era un joven, la madre de Pío lo encontró agitando las manos como si las tuviera quemadas. Ella le preguntó, bromeando, si estaba tocando la guitarra, y el joven repuso sonriendo que las palmas de las manos le dolían mucho. Era un viernes, y ese día se conmemoraban en la parroquia los estigmas de San Francisco de Asís. Era un anticipo de lo que ocurriría luego.

Sobre el Monte Alvernia, en el siglo XIII, Cristo dijo a San Francisco de Asís: “¿Sabes lo que acabo de hacerte?. Te he dado los estigmas, que son los signos de mi Pasión, para que seas mi abanderado”. El 17 de septiembre de 1918, como todos los años, los Padres Capuchinos celebraron piadosamente la fiesta de los estigmas de San Francisco. El viernes 20 de septiembre, dos días después, poco antes del mediodía, un grito penetrante hizo estremecer a todos los monjes en el convento. ¿Que había ocurrido?

Encontraron al Padre Pío tirado sobre el piso de baldosas, y al levantarlo con cuidado para llevarlo a su celda, percibieron que estaba herido: flechas invisibles habían traspasado sus manos, sus pies y su costado, y esas heridas sangraban.

Según palabras del Padre Pío:“

Después de celebrar Misa, fuí sorprendido por un descanso parecido a un dulce sueño. Mis sentidos internos y externos se encontraban en una quietud indescriptible. Entonces vi frente a mi a un misterioso personaje, cuyas manos, pies y costado manaban sangre. Su vista me aterrorizó, pensé que me moría, y habría muerto si el Señor no hubiese intervenido para sostener mi corazón que parecía salírseme del pecho. La visión del personaje se retiró, y yo me dí cuenta que mis manos, pies y costado estaban perforados y manaban sangre”.

Los fieles, que se encontraban en ese momento en la iglesia, comprendieron lo que había ocurrido. La noticia se propagó bien pronto, los caminos se llenaron de peregrinos y todo el mundo repetía que el Padre Pío era un santo. La policía tuvo que intervenir para poner orden en el tránsito de las multitudes que llegaban de todas las provincias. El Padre Provincial de los Capuchinos del Monasterio de Santa Ana de Foggia, luego
de haber hecho fotografiar las manos, los pies y costado del Padre Pío, envió todos esos documentos al Vaticano para su estudio. Pidió al Dr. Luis Romanelli que practicara un examen médico detallado al nuevo estigmatizado, examen que repitió cinco veces en dos años. He aquí los puntos más importantes de su estudio:

Padre Pio -estigmas-

“Las lesiones del Padre Pío están recubiertas por una fina membrana de color rojizo. No hay en ellas ni grietas ni hinchazón, como tampoco reacciones inflamatorias en los tejidos. La herida del costado es un tajo limpio, paralelo en sus bordes, de siete u ocho centímetros de longitud, cuya profundidad no se puede medir y que sangra en abundancia. La sangre tiene las características de la sangre arterial, y los bordes de la llaga prueban que ésta no es superficial. He examinado al Padre Pío en el espacio de quince meses, y aunque alguna vez he comprobado ciertas modificaciones en las lesiones, jamás he podido clasificarlas en ningún orden clínico conocido”.

Otro informe de un serio catedrático luego concluyó: “Toda lesión bien cuidada debe curar, y mal cuidada se agrava. ¿Es posible explicar científicamente como estas lesiones que no son tratadas como corresponde, sobre todo las de las manos, que se lavan con agua común y están siempre en contacto con guantes de lana y con pañuelos y fregadas con jabón de la peor clase, no se infectan ni tienen complicaciones y tampoco se curan?”.

Las heridas de las manos sangran ligeramente y casi de contínuo. Durante el día, el Padre Pío lleva guantes de lana marrón, de tal modo que las manchas de sangre no se ven, y la lana absorbe la humedad. También la herida del costado sangra contínuamente. Él coloca sobre ésta un lienzo que sostiene por medio de una banda ancha enrollada en su torso. Los vecinos del monasterio le proporcionan la tela necesaria

Las manos del Padre Pío, que los fieles pueden ver cuando dice misa, están ensangrentadas. Lavadas con agua, los estigmas aparecen como llagas circulares de unos dos centímetros de diámetro, en el centro de la palma. Por otra parte, se ven exactamente igual en el dorso de las manos, de tal modo que se diría que están traspasadas de parte a parte y son transparentes en su centro. En consecuencia, el Padre no puede nunca cerrar las manos por completo, y escribe con dificultad. No es posible comprobar la profundidad de las heridas a causa de la película que las recubre. Esta película se desprende con frecuencia y se le forma otra. El Padre Pío trata de disimular sus estigmas, mientras que sus superiores le tienen prohibido mostrar sus manos a nadie. Hasta cuando dice misa se empeña en cubrirlas con largas mangas. El estigma de su costado izquierdo es el más extraño de todos, pues sangra en abundancia por más que la llaga parezca más superficial que las otras. De ella brota una taza de sangre por día.

La duración de los estigmas del Padre Pío fue la más prolongada que se conoce en la larga lista de los santos estigmatizados. Se extendió desde el 20 de septiembre de 1918 hasta su muerte acontecida en 1968.

Muchos son los santos que recibieron los estigmas de Jesús, en el pasado y en la actualidad. La gente suele no comprender por qué Dios obra de este modo. Pero es muy simple: si nuestro rol en la vida es imitar a Cristo, en la mayor medida posible, ¿cómo no entender que el mayor acto de amor de Jesús fue entregarse en la Cruz? De este modo, sufrir aunque sea un poco los estigmas del Señor en la Cruz, es el regalo más grande que el Cielo nos puede dar aquí en la tierra. Y así es que este don único lo reciben las almas elegidas por Dios para dar testimonio del deseo de santidad.

¿Sufrió el Padre Pío ataques del Demonio?

Repetidas veces, al entrar en su celda, Pío encontraba sus cosas en desorden, las mantas de su lecho y sus libros desparramados, y la pared llena de manchas de tintas. Espíritus extraños se le aparecían bajo distintos aspectos, a menudo vestidos de frailes. Una noche se dio cuenta de que su cama estaba rodeada de monstruos horribles que lo recibieron con estas palabras: “mirad, el santo va a acostarse!”. “Si, con vuestro desprecio”, fue la respuesta de Pío. Entonces los monstruos lo empujaron, lo zarandearon, lo arrojaron al suelo y contra las paredes, como tantas veces lo hicieron al Cura de Ars, San Juan Bautista Vianney. Cierta noche vio entrar en su celda a un monje que le recordó por su aspecto a Fray Agustín, su antiguo confesor. El falso monje le dio consejos y lo exhortó a dejar esa vida de ascetismo y de privaciones, afirmando que Dios no podía aprobar tal sistema de vida. Pío, estupefacto de que el Padre Agustín le dijera tales cosas, le ordenó que gritase junto con él: “Viva Jesús!”. El extraño personaje desapareció de inmediato, dejando tras de sí un olor pestilente, sulfuroso.

Padre Pio -orando-

Don Salvador Panullo cuenta un incidente ocurrido en los primeros años de sacerdocio del Padre Pío, cuando aún no estaba estigmatizado. Don Salvador relata lo siguiente: “Un día, le entregué al Padre Pío una carta del Padre Agustín, su superior. Sólo encontré una hoja en blanco dentro del sobre. Pensando que se trataba de una distracción del Padre Agustín, pedí al Padre Pío que escribiese a su superior para preguntarle qué había querido decirle. El joven Pío me contestó: “Oh, esta es una de las bromas favoritas del diablo. No hay por qué preguntarle al Padre Agustín lo que escribió. Yo lo sé, porque me lo dijo mi ángel de la guarda”. Y a renglón seguido, reveló a Don Salvador el contenido de la carta. Éste, previas averiguaciones hechas al Padre Agustín, tuvo que reconocer la exactitud de las palabras de Pío.

Don Salvador, abriendo otro día una carta del Padre Agustín, sólo encontró en ella una enorme mancha de tinta. Creyendo estar alucinando, llamó a su sobrina y ésta comprobó la misma cosa. Entonces roció el papel con agua bendita. Lentamente fue desvaneciéndose la mancha y de a poco apareció la escritura en rasgos muy firmes.

El Padre Pío raramente se dormía sólo de noche. Deseaba que otro monje se quedara con él, hasta conciliar el sueño. No le agradaba la oscuridad, ni los desagradables juegos que el demonio solía hacer con él, molesto por la obra que se realizaba desde allí. Pero no temía el Monje del Gargano a Satán, ya que sabía que frente a Dios él nada podía hacer. Temía a su cansancio, a su cuerpo débil y exhausto.

En septiembre de 1947, una pobre italiana poseída por el demonio, fue llevada a la fuerza por sus hijos a la misa del Padre Pío. Apenas llegada a la iglesia, la desdichada se puso a dar alaridos como cada vez que veía un templo o una Cruz. Sus gritos y blasfemias rompieron el silencio en el preciso momento en que el Padre Pío daba la comunión a los fieles. Hacedla salir, ordenó el sacerdote. Antes me matarían!, vociferó la posesa. Entonces, elevando la Hostia consagrada por sobre el copón, el Padre dijo solemnemente: “Ya es tiempo de que esto termine”. La mujer cayó con violencia en tierra. ¿Muerta?. No. El vencido era el demonio. Pocos segundos después la mujer se levantó perfectamente serena y fue a sentarse en un banco, liberada de las cadenas del Maligno.

No nos sorprenda el poder sobrehumano concedido por Dios al humilde monje del Gargano. Más debe sorprendernos que no lo posean todos los sacerdotes exorcistas.

El demonio se hace presente cuando hay avances de la obra de Dios. Cuando no se presenta satán en casos de apariciones o presencia de santos, es recomendable sospechar de la veracidad del hecho, y así lo considera la iglesia en sus investigaciones. No se puede creer en Dios sin creer en el demonio, es cuestión de fe en ambos casos. Muchas veces el mundo moderno busca negar a satán, dando una versión de Dios totalmente de manera superficial o edulcorada, donde todos nos salvaremos por obra de la Misericordia Divina. De este modo se niega el juicio de Dios, el pecado y a satán mismo. Esta es una de las obras del príncipe del mundo (lucifer) en nuestros tiempos. No nos dejemos engañar, satán existe tanto como Dios, y es Dios mismo que le permite actuar para, de este modo, someternos a las pruebas que nos permitan ganarnos el Cielo, o condenarnos para siempre.

El don de bilocación


Bilocación significa: facultad de estar en dos lugares al mismo tiempo.
San Antonio De Padua, por ejemplo, se encontró simultáneamente en Lisboa y en Padua. A San Alfonso María de Ligorio se le vio en los funerales de Clemente XIV cuando no había dejado la Parroquia de Santa Ágata de los Godos. En el caso del Padre Pío, se cuentan por cientos los testimonios de diversa índole, de los que aquí sólo relatamos algunos como ejemplo.

Es conocido el caso de una muchacha que insistía en confesar el mismo pecado una y otra vez. El Padre Pío, luego de advertirle en repetidas ocasiones que Dios ya había perdonado esa falta, y que no debía confesarla más, y ante la desobediencia de la joven, le dijo claramente que si volvía a confesar el mismo pecado iba a recibir un cachetazo. La muchacha, conociendo el temperamento del Santo del Gargano, pero no pudiendo resistir la tentación, confesó su pecado a otro sacerdote en Roma. De inmediato, y ante su sorpresa, recibió un cachetazo en pleno rostro.

Un día, el Ingeniero Todini, de Roma, se quedó hasta muy tarde en San Giovanni Rotondo. En el momento de partir, se dio cuenta de que llovía a torrentes. Pidió entonces al Padre Pío permiso para pasar la noche en el monasterio, pero este se negó.

Padre, dijo entonces el Ingeniero, ¿cómo voy a hacer para volver al pueblo sin paraguas?. Me voy a mojar hasta los huesos!. Yo lo acompañaré, repuso el Padre.

El señor Todini se despidió. Antes de abrir la puerta que da sobre la plaza, oyó la lluvia azotar la calle. Se subió el cuello del sobretodo, se encasquetó el sombrero para que el viento no se lo llevara, y salió. Una ráfaga violenta lo embistió, pero por sorpresa suya, solo le cayeron unas pocas gotas de lluvia. Qué fastidio, vendrá empapado!, le gritaron sus huéspedes no bien entró. Pero si apenas llueve!. Vamos!, cómo que apenas?. Si parece el diluvio universal!. Toldini entonces les mostró que traía la ropa completamente seca, qedando todos estupefactos.

Mirada del Padre Pío

La “bilocación de la voz” es un fenómeno frecuente en él. Sus hijos espirituales, y hasta personas extrañas a él, le han oído a grandes distancias dar noticias o consejos, y hasta amonestaciones, especialmente en medio del sueño, y han oído esa voz suya en forma clara y comprensible, pero sin ver al Padre Pío.

El 8 de mayo de 1926 una docena de fieles venidos de Bolonia esperaban al Padre en el vestíbulo del monasterio. Recordemos que en 1926 no existía la puerta que comunica directamente la sacristía con el monasterio, de modo que el Padre estaba obligado a pasar por la iglesia si quería ir a la sacristía donde él confiesa.

Pasaron horas de vana espera. Luego se acercó al grupo un capuchino: “¿Buscan al Padre Pío?, hace ya rato que está confesando”. ¿Cómo era posible, si ellos habían vigilado la entrada durante tres horas largas?. Hay que pensar que se había hecho invisible, y no era esa la primera vez.

Se recuerda la aventura de un actor venido en auto desde Foggia con otros miembros de su compañía. Su actitud era insultante. A ver, ¿dónde está ese Padre Pío?, preguntó con un tono arrogante. Quiero que me convierta, quiero confesarme. Y dejando a sus compañeros a las carcajadas entró a la iglesia. Le dijeron que el Padre debía estar en la sacristía. Pero no se le encontró ni en ésta ni en su celda, ni en el locutorio ni en el jardín. Imposible hallarlo. A fin de cuentas, el hombre gruñó, cansado de esperar: está bien, me voy. Lástima!, me hubiera gustado ver si este fraile era capaz de convertirme.

No bien partió el automóvil, los fieles se encontraron de frente con el sacerdote. Padre, ¿dónde estaba?, hemos registrado por todas partes. Yo estaba aquí, hijos míos, he pasado tres o cuatro veces delante de ustedes, pero no me vieron. Los fieles de San Giovanni comprendieron y se abstuvieron de hacer comentarios.

En San Martino de Pensilis, los miembros de la Tercera Orden tenían costumbre de reunirse en casa de uno de ellos por turno. Una noche, la reunión tuvo lugar en el lugar del Comisario Trombetta. Su hijito Juan corrió de pronto a refugiarse en las faldas de su madre, diciendo: Mama, tengo miedo, el Padre Pío está allí!. ¿Dónde, dónde?, preguntó la madre. Allí, allí, respondió el niño, señalando a un punto. Ah! , ya se ha ido!. “La historia de Juanito” llegó a oídos de quien era su protagonista. Veamos Padre, ¿era realmente usted?. ¿Y quien querían que fuera?, contestó él con tono de fastidio. Siempre se muestra disgustado e intimidado cuando hace alusión a sus dotes sobrenaturales. Pero con la falta de tacto que caracteriza a los paisanos, los buenos vecinos de San Martino, vuelven a la carga. Padre, ¿entonces usted estaba “realmente” en nuestra reunión?. Y la respuesta fue: Cómo!, ¿lo dudan todavía?.

La señora de Devoto, de Génova, estaba seriamente enferma y con la amenaza de que le amputaran una pierna. Una de sus hijas rezaba en un cuarto vecino, pidiendo que se evitara esa operación e invocando la ayuda del Padre Pío. De pronto éste apareció en el umbral de la puerta. El deseo de obtener una gracia para su madre obnubilaba a tal punto la mente de la joven, que ella ni se preguntó cómo podía estar el Padre en Génova estando en San Giovanni, a varios cientos de kilómetros, ni se le ocurrió dudar de lo real de su presencia. Arrojándose a sus pies, le suplicó: “Oh, Padre, salve a mamá!”. El santo la miró y le dijo simplemente: “Espere nueve días”. Ella iba a pedir una explicación, pero al levantar la vista de nuevo sólo vio la puerta cerrada.

A la mañana siguiente pidió a los médicos que aplazaran la intervención quirúrgica, y ni las advertencias ni los consejos ni las súplicas de sus parientes, ni el mismo estado de la paciente que se agravaba por momentos lograron disuadirla. Al décimo día, cuando los cirujanos examinaron a la enferma, cuál no sería su estupefacción al comprobar que la herida de la pierna estaba completamente cicatrizada y la señora estaba en vías de restablecimiento. Unas semanas más tarde la familia toda se dirigió a San Giovanni para agradecer al Padre la merced que les había alcanzado. Pero nuestro hombre no quiere que se agradezca nada: “Id a la Iglesia a dar gracias a Dios y a la Virgen!”, es su abrupta manera de rechazar todo agradecimiento.

Telegramas, mensajes telefónicos, cartas de todas las especies, y numerosos testigos oculares atestiguan sus bilocaciones en Italia, Austria, Uruguay, Estados Unidos.

Para la inauguración de su capilla privada, en la Vía Tritone 56, en Roma, la Condesa Virginia Sili había mandado muchas invitaciones, entre otras a su primo, el Cardenal Gasparri y al Cardenal Sili, su cuñado. La condesa y sus invitados estaban discutiendo el nombre que le darían al oratorio, cuando un novicio entró en la habitación trayendo un relicario que contenía un fragmento de la Cruz de Cristo. Anoche, explicó el joven, el Padre Pío se me apareció en carne y hueso y me ordenó que trajese a la condesa ésta reliquia por la mañana, antes de la consagración de la capilla. Días más tarde, la Condesa se presentó en San Giovanni Rotondo, y escuchó de labios del capuchino la confirmación de ese relato.

Se sabe que San Martín de Porres fue visto en Manila, en África, en Francia y en otras cincos partes al mismo tiempo. Y la explicación que dio cuando se la pidieron, fue ésta: “Si Jesús multiplicó los panes y los peces, ¿acaso no podría multiplicarme también a mi?”.

La señora Concepción Bellarmini, de San Vito Luciano, sufrió de pronto un envenenamiento de sangre seguido de una bronconeumonía. La infección le provocó una ictericia terrible, y los médicos la desahuciaron. Una pariente le aconsejó que confiase su situación al Padre Pío, a quien ella no conocía. Así lo hizo, y de pronto se le apareció a plena luz un fraile estigmatizado que le sonrió y la bendijo sin tocarla. La enferma le preguntó entonces si su venida era señal de que había logrado la conversión de sus hijos o su próxima curación. El capuchino afirmó: “El domingo por la mañana usted estará curada” y luego se desvaneció dejando una estela de perfume.

Ya al día siguiente la piel de la enferma fue tomando un color normal, cedía la fiebre y pocos días después la señora pudo levantarse. Acompañada de su hermano, fue a San Giovanni para verificar la identidad de “su” fraile. Cuando divisó al Padre Pío en la iglesia, se dirigió a su hermano y le dijo al oído: “Es él, no hay duda de que es él”.

El Sr. Arturo Bugarini, de Ancona, cuenta que estando junto a su hijo muy grave, golpeaban en la espalda tres veces mientras una voz le murmuraba: “Soy el Padre Pío, soy el Padre Pío, soy el Padre Pío”. En el mismo momento lo invadió una ola de intenso calor, luego nada más. El niño se salvó.

El 21 de julio de 1921, Monseñor d’Indico de Florencia, estando sólo un su escritorio, tuvo la sensación de que había alguien detrás de él. Se dio vuelta y vio desaparecer un religioso. Interrumpiendo su trabajo, fue en busca de un sacerdote y le contó lo que acababa de ocurrirle. Este le habló de alucinaciones: Monseñor estaba mortalmente angustiado por la salud de su hermana que estaba agonizando. Cuando la fue a visitar, ésta (que estaba casi en coma), había visto al mismo tiempo que su hermano, entrar un fraile a su cuarto, acercarse y decirle: Nada tema. Mañana su fiebre habrá desaparecido y dentro de pocos días ya no quedarán ni rastros de su enfermedad. Pero, Padre, ¿quién es usted entonces?, ¿un santo?. No, repuso el religioso, soy una criatura que sirve al Señor y soy dispersor de sus auxilios. Padre, permítame besar su hábito. Bese mas bien el signo de la Pasión, replicó mostrándole las manos. Y después de bendecirla, desapareció. Inmediatamente la enferma se sintió mejor, y ocho días después estaba sana.

Padre Pio celebrando la Eucaristía

Durante el éxtasis, el Padre Pío se nos aparece como inhibido. Cuando vuelve en sí, diríamos que sale de un síncope. Su cuerpo no reacciona ante ninguna excitación externa, luz enceguecedora, luces de magnesio, etc. Por eso resulta tan fácil sacarle cuantas fotografías se quiera mientras está oficiando: un estruendo de platillos lo deja impasible. Se le creería sordomudo. Santa Teresa escribe: “En la cúspide del éxtasis no se ve ni se oye nada”.

Monseñor Damiani, Vicario General De la Diócesis de Salto en el Uruguay, mantenía este diálogo en 1930 con su amigo el Padre Pío: Me gustaría morir aquí para que usted me asistiera en mis últimos momentos. Le contestó el Padre Pío: No, usted morirá en Uruguay. ¿Y usted irá a ayudarme a morir bien?. Naturalmente.

Durante ese mismo viaje, una mañana, Monseñor Damiani tuvo un ligero ataque cardíaco y al punto envió en busca de su amigo. Pero como estaba confesando, el capuchino no acudió al llamado. Cuando éste subió hacia mediodía, el prelado lo retó suavemente: Capuchino, ¿porqué no vino cuando lo mandé a llamar?, podía haber muerto. Hombre de poca fe, ¿no le dije que usted morirá en el Uruguay?. Y veamos ahora el fin de la historia, contada en 1942 por el R. P. Antonio M. Barbieri, Arzobispo de Montevideo: En 1942, en la víspera de las bodas de plata sacerdotales del Obispo de Salto, Monseñor Alfredo Viola, que reunía en el Obispado al Delegado Apostólico y a cinco prelados, fui despertado a medianoche por un golpe dado en la puerta de mi cuarto. Al entreabrirla, vi pasar un capuchino y oí una voz que me susurraba: “Vaya al cuarto de Monseñor Damiani, está muriéndose”. Me puse la sotana, desperté a algunos sacerdotes y fuimos al cuarto de Monseñor. Sobre la mesa de noche había una hoja de papel con unas palabras escritas de puño y letra: “El Padre Pío ha venido” (el Arzobispo conserva este testimonio). Cuando fui a Italia y vi al Padre Pío, le pregunté: “Padre, ¿era usted el Capuchino que yo vi la noche en que murió Monseñor Damiani?. El Padre pareció confuso, cuando le hubiera sido tan fácil negarlo. Como no insistí él sigue guardando silencio. Yo me eché a reír diciendo: “Ya comprendo”. Entonces movió la cabeza y dijo: “Si, usted ha comprendido”.

Un día, durante la guerra, el General Cardona, sólo en su despacho, la cabeza entre las manos, pensaba con espanto en todos los jóvenes que iban a dar su vida por su patria, cuando de pronto sintió un violento perfume de rosas que invadía toda la oficina. Levantando la cabeza, quedó estupefacto al ver ante sí a un monje de sonrisa amplia que pasó diciendo: “No tema, nadie le hará mal”. Cuando la visión se desvaneció, también se disipó el perfume. El General confió ese episodio a un franciscano, y éste le dijo: “Excelencia, usted ha visto al Padre Pío”, y le contó a grandes rasgos la biografía de este hombre extraordinario. Después de oírla, Cardona no tuvo más que un deseo, el de ir a San Giovanni. Fue vestido de civil para no ser reconocido, pero no bien penetró en el monasterio, dos Capuchinos se le acercaron: “Excelencia, el Padre Pío lo espera. Nos mandó para recibirlo”.

Ema Meneghetto, jovencita de catorce años, era epiléptica y sufría crisis varias veces por semana. Un día que oraba con fervor, se le apareció el Padre Pío, posó su mano sobre la colcha de la cama, le sonrió y desapareció. La epiléptica se sintió curada, se levantó para besar el lugar donde posara su mano el Padre Pío, y vio impresa una pequeña Cruz de sangre. Cortó el trocito de género y lo colocó bajo un farol de vidrio. La joven curada milagrosamente escribe que desde entonces ella ha obtenido numerosas gracias, especialmente la curación de bebitos a punto de morir.

La Señora Ercilia Magurno, mujer de mucha fe, había velado durante meses junto al lecho de su marido, sumamente grave de angina de pecho. Cierta noche invadió la habitación un penetrante perfume a flores, pero el enfermo seguía empeorando por momentos. Con dos días de intervalo, la señora envió dos telegramas al Padre Pío para implorar su intercesión, pues su marido estaba ya en coma. El 27 de febrero, el enfermo pareció dormirse con sueño profundo y sereno. A la mañana siguiente, al despertar, dijo a su mujer: Estoy curado. Me siento perfectamente. El Padre Pío acaba de dejarme. Por favor, abre los postigos y tómame la temperatura. No tenía ya ni rastros de fiebre. El Padre Pío vino acompañado por otro fraile, explicó el hombre, me examinó el corazón y me dijo: “Mañana se le habrá ido la fiebre y dentro de cuatro días podrá levantarse”. Luego miró los remedios que le daban, leyó las recetas y se quedó largo rato junto a mí. Como para confirmar este milagro, una fuerte fragancia de violetas flotaba todavía en la habitación. Cinco meses después, ambos esposos se dirigían a San Giovanni, y el ex-enfermo reconocía a su salvador. El Padre Pío se le acercó, le puso la mano en el hombro y con tono amistoso le dijo: “Como le ha hecho sufrir ese corazón!”.

Se cuenta que una joven inválida, curada providencialmente, quiso experimentar el don milagroso del Padre Pío y volvió a visitarle simulando su enfermedad pasada. Vuelve a tu casa, le dijo el sacerdote dándole un golpecito en la espalda, vete sin perder tiempo, pues ya sabes que estás perfectamente sana y no se debe tentar a la divina misericordia.

Durante la segunda guerra mundial los norteamericanos instalaron una base aérea a algunos kilómetros de San Giovanni, cuando todavía había alemanes en la región. Llegó a la base la noticia de que allí había un depósito de municiones enemigas, y de inmediato se despachó un bombardeo con el pueblo del Gargano como objetivo. El piloto a cargo de la misión estaba preparándose para lanzar las bombas, cuando ve junto a su avión en pleno vuelo a un monje con hábito capuchino, que con ambas manos le decía: “NO”. El piloto, aterrado, soltó las bombas en el campo y volvió a su base. Cuando narró la historia al oficial a cargo de la base, un italiano del lugar que escuchaba le dijo que allí había un famoso cura milagrero. Juntos fueron a San Giovanni, y grande fue la sorpresa de todos cuando el piloto, viendo al Santo del Gargano, exclamó: es él!.

Podríamos seguir por páginas y páginasrelatando historias de bilocación del Padre Pío, y los libros sobre su vida están llenos de ellas. Pero lo que cuenta aquí es el mensaje Celestial: Para Dios no hay nada imposible, nada. Nuestro pobre entendimiento juzga a las cosas de Dios con la débil perspectiva del hombre, y allí es donde nos alejamos de Dios, atándonos a las reglas y cosas del mundo, que es el reino de satán.

El más hermoso precedente: Bilocación de la Virgen María en Zaragoza en el año 40, origen de la devoción de la Virgen del Pilar

En la noche del 2 de enero del año 40 el apóstol Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro, en la península ibérica, cuando “oyó voces de ángeles que cantaban Ave María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol”. La Santísima Virgen, que aún vivía en carne mortal, le pidió al Apóstol que se le construyese allí una iglesia, con el altar en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que “permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio”. Se trata entonces de la más antigua advocación de María, y un caso de bilocación de la Madre de Dios, ya que ella estaba en ese entonces aún en la tierra.

La confesión del Padre Pío

padre pio confesando

El Padre Pío, dice uno de sus superiores, es un sacerdote que cumple asiduamente con sus deberes de estado. Se levanta a las tres y media y se prepara para la misa en su celda para no molestar a nadie, y luego va directamente a la sacristía.

Al principio, las mujeres formaban fila para confesarse desde las dos de la mañana, y a veces la policía debía dirigir a la multitud que se apiñaba junto al confesionario. Desde enero de 1950, todas las penitentes debieron conseguir un número de orden para evitar confusiones. En 1952 hubo que adoptar el mismo sistema también para los hombres.

Confesar es su principal vocación, la que le permite apaciguar su insaciable sed de almas. Desea ser considerado exclusivamente como confesor. No predica, y el Santo Oficio le ha prohibido escribir desde 1924. Empero, el Padre Pío no tiene en cuenta los límites de la resistencia física. Él examina, juzga, condena y absuelve según lo que Dios le inspira. Su confesionario es más que una cátedra, más que un tribunal, es una clínica para las almas. Acoge a los penitentes de diversas maneras, según las necesidades de cada uno y sin plan preconcebido. Abre los brazos a éste en una exuberancia de alegría, diciéndole de dónde viene aún antes de que haya abierto la boca. Y a otros los llena de reproches, los amonesta y hasta los trata con rudeza. A algunos se niega a recibirlos y les dice que vuelvan más adelante, cuando estén mejor preparados. La misma afabilidad, la misma sonrisa de bienvenida, la misma severidad se prodiga al sabio, al personaje, al paisano humilde e ignorante.

La condición social del penitente nada cuenta, sólo ve su alma, su alma al desnudo. Suele suceder que tenga más indulgencia con un gran pecador que lo conmueve por su ignorancia de las leyes divinas, que un creyente que no cumple con sus deberes religiosos, una de esas personas que se dicen católicas pero que por pereza no dedican a Dios ni una hora por semana. En donde no encuentra hipocresía sino sinceridad, se muestra bondadoso, con una benevolencia que dilata el corazón del penitente cuando le dice: “Ve en paz, Jesús te ha puesto a prueba y te bendice”. Pero a veces sorprende por su brusquedad, cuando con palabras duras y cortantes denuncia el escándalo, sobre todo los chismes y mentiras de las mujeres. Se mostraba inflexible con los penitentes que consideran la murmuración como una falta leve. Con mayor severidad aún, condena el Padre Pío los pecados contra la pureza y la maternidad, y no perdona sin estar seguro de un firme y categórico propósito de enmienda. Los malhechores que van contra la generación y el matrimonio, deberán pasar varios meses de prueba antes de ser absueltos.

Padre Pio Confesando

A menudo cierra la mirilla del confesionario en la cara de un penitente sin interrogarlo. Esto ha ocurrido hasta con personas que se confesaban periódicamente en otro lugar. ¿Por qué?. Porque posee el don divino de ver como en un relámpago lo que se le escapa a los confesores ordinarios.

El Padre Pío, a no dudarlo, sufre una verdadera agonía cuando el Señor le ordena tratar con dureza a un alma, pero lo hace así para que su penitente tome conciencia y comprenda que los Sacramentos y la Comunión no son cosa de juego. Que es algo grave lavar su alma y recibir a Cristo, a ese Cristo Jesús a quien ama el Padre Pío, mientras el pecador y la multitud lo desconocen.

A una de sus hijas espirituales que le confesó que le era insoportable la vista de sus enemigos, le contestó: “Si tú no amas como el Señor quiere que los ames, firmarás tu propia condenación. Haz el bien a tus enemigos por amor a Jesús”. Así comenta el texto evangélico que dice: “Amad a vuestros enemigos, haced bien a quienes aborrecen, rogad por los que os persiguen y calumnian, y así seréis hijos de vuestro Padre que está en los Cielos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?”.

¿En qué forma confiesa?. A menudo sabe de antemano lo que el penitente le va a decir. Si éste se olvida de mencionar un detalle cualquiera de un pasado lejano, el Padre Pío se lo recuerda. A veces hace breves preguntas que sirven para abreviar las confesiones y que resultan impresionantes prueba de su doble vista.

¿Cómo puede saber?. El Padre conoce a cada penitente mejor de lo que él mismo se conoce, y al arrodillarse ante él, el pecador ve con más claridad sus pecados. Sin embargo, el Padre no dice todo lo que descubre. A veces se queda silencioso, a la espera. El penitente siente su conciencia removida hasta lo más hondo, y no puede mantener en secreto el pecado que ocultaba. Lo confiesa, y el confesor dice simplemente: “Eso es lo que esperaba”.

Un joven complotaba matar a su mujer y simular que se trataba de un suicidio, para poder así continuar sin tropiezos una unión ilícita. A fin de apartar toda sospecha de culpabilidad, consintió en escoltar a su compañera a San Giovanni. No bien puso los pies en la Iglesia, ella se sintió atraída por una fuerza magnética hacia la sacristía, que se encuentra en el otro extremo de la Iglesia, detrás del altar mayor. El Padre Pío, desocupado en ese momento, se acercó para interrogarle. El hombre no había pronunciado una sola palabra, cuando sintió que lo tomaban del brazo y lo empujaban con violencia: “Sal , sal de aquí!, le gritaba el fraile. Miserable!, ¿ignoras que no tienes el derecho de manchar tus manos con la sangre de tu esposa?”.

El hombre huyó como empujado por la tormenta. Durante dos días vagó sin rumbo. En la imposibilidad de recuperar la calma, volvió al monasterio, y el Padre Pío lo acogió como acogía Jesús a los grandes pecadores. Cuando el hombre hubo terminado su tremenda confesión, le dijo: “No teníais hijos y ambos deseabais uno. Vuelve a tu hogar, y vuestro deseo se cumplirá”. Cuando su mujer, a quien nunca había visto el Padre Pío, vino un día a confesarse, a las primeras palabras que pronunció, oyó que el Padre le decía: “No temas nada ya, tu marido no te hará ningún mal”. Después de años de esterilidad, ella dio a luz una criatura.

Un sacerdote había ido a San Giovanni para confesarse con el Padre Pío, y tuvo que cambiar tren en Bolonia. Cuando hubo terminado su confesión, el Padre le preguntó si no haba omitido nada. El sacerdote contestó con sinceridad que no recordaba nada más; entonces replicó el Padre Pío: “No lo hizo usted con malicia, pero se trata de una negligencia grave que ha ofendido al Señor. Usted llegó a Bolonia a las cinco de la mañana. Como las iglesias estaban cerradas, usted se fue al hotel para descansar un poco antes de decir misa y se quedó dormido hasta las tres de la tarde. Ya no era hora de la misa, y su negligencia ofendió a Dios”.

Antes de que se pronuncie palabra alguna, el Padre Pío sabe si el que se acerca a él es sincero o no, si es un convencido o un simple curioso. Un médico entró cierta vez en la sacristía, pareció cambiar de idea y volvió a salir. ¿Quien es ése?, ya volverá, afirmó rotundamente el Padre. En efecto, el médico volvió bien pronto. Al instante le dijo el Padre: Usted es un delincuente, y quiere eludir el Tribunal. Lea de una vez esa carta!. Se trataba de la recomendación de un amigo. El médico la leyó, palideció, cayó de rodillas a los pies del Padre, imploró perdón y lo obtuvo.

Nuestro capuchino lee también el pensamiento a la distancia, como lo prueba un número incalculable de hechos. He aquí uno como muestra:

Dos hermanas habían logrado a duras penas que su padre les permitiera ir a ver al Padre Pío, pero le habían prometido formalmente no besarle el guante, ese guante besado por tantos labios, por temor al contagio. Las jóvenes lo prometieron, pero cuando vieron entrar al capuchino a la iglesia, y a la gente apiñarse en torno suyo, no pudieron resistir la tentación. Entonces él las miró sonriendo: “¿Han olvidado su promesa? “.

Cuenta un conocido médico italiano que una noche de enero de 1936, estaba en la celda del Padre Pío con éste y otros dos laicos. De pronto el Capuchino se arrodilla y les pide que recen “por un alma que está a punto de compadecer ante el tribunal de Dios”. Todos se arrodillaron, y luego el Padre les preguntó: ¿saben ustedes por quién han rezado? – No – fue la respuesta. Pues por el Rey de Inglaterra.

Entonces intervino el doctor: pero Padre, leí en los diarios de hoy que el Rey tiene un ligero resfrío sin ninguna novedad. El Padre Pío se contentó con responder: “Créanme”. Cuando llegaron los diarios a mediodía, se vio que el Rey de Inglaterra había fallecido en el momento preciso en que el Padre Pío pidió simultáneamente a sus amigos oración.

Una joven de Benevento, cuyo marido había perdido la vista, recibió esta explicación del Padre Pío: “Su ceguera garantiza su salvación, tiene que permanecer ciego, es un castigo que Dios le envío por haber golpeado a su padre”. La pobre mujer no podía creer a sus oídos. En cuanto al lisiado, empezó por negar, pero acabó por reconocer que a la edad de dieciséis años había golpeado brutalmente a su padre con una barra de hierro.

El Padre Pío era un gran trabajador del confesionario. Pero su carisma de visión de almas le daba una herramienta muy especial, en su tarea de convertir a muchos de sus visitantes. Durante décadas las personas peregrinaron de a miles a San Giovanni, buscando la sanación de los pecados a través de un instrumento como el Santo del Gargano. Qué bueno sería encontrar en estos tiempos muchos fieles deseosos de lavar sus almas con el agua de la misericordia, como aquellos que acudían a ver a Pío. Qué bueno sería también encontrar sacerdotes dispuestos a sacrificarse en el confesionario, como lo hacía el Padre Pío.

La Misa del Padre Pío

Misa del Padre Pio

Desde que el Padre Pió hace la señal de la Cruz al pie del altar de San Francisco, su rostro se transfigura. Ya no es sólo el sacerdote que celebra el Santo Sacrificio, es también el hombre de Dios, el elegido para dar testimonio de su existencia, elegido para colaborar con Dios en el martirio de las cinco llagas, el oficiante que es crucificado con Él y que muere místicamente con Él en cada una de las misas.

Cristo habita en el Padre Pío y el Padre Pío hace suya la encarnación de Cristo. Si el Padre Pío no estuviese modelado en Cristo, ¿cómo explicar los sufrimientos que se reflejan en su rostro, las contracciones de su cuerpo, sus esfuerzos para levantarse después de sus genuflexiones, como si el peso de la cruz lo abrumara?. ¿Y qué decir de sus estados de éxtasis prolongados, que lo transportan lejos de este mundo caótico?. Se lo ve inclinar la cabeza, sonreír con esa sonrisa luminosa con que acepta los pedidos de sus fieles, y de pronto estalla, y sus lágrimas caen abundantes. Los testigos siguen mudos e inmóviles esta misa cuya celebración dura dos horas. ¿Dos horas?. No!, parecen dos minutos!. Los fieles de ayer, los de todos los momentos y aún los que nunca fueron creyentes, todos de rodillas, parecen clavados al suelo, fijos sus ojos en esas manos diáfanas. Extática persuasión que transforma a los incrédulos, a los masones, a los protestantes, a los ateos, en fervientes católicos. Por pedido de Pío XII, después de la liberación de Roma, miles de soldados americanos recibieron autorización para asistir a la misa del Padre Pío, lo que tuvo como resultado la conversión de muchos muchachos protestantes.

El momento de la Consagración siempre es el punto cúlmine de la Misa de Pío. Eleva la Hostia, el Cuerpo de Cristo, y se queda inmóvil por largos minutos, interminables. Sus oraciones llegan al Cielo, mientras admira a Nuestro Señor Presente en la Eucaristía. Cuando se le pregunta porque toma tanto tiempo en la Consagración, él se limita a responder: ¿acaso existe un tiempo para rezarle al Señor?.

Pío es el testimonio de la importancia de la Eucaristía como centro de nuestras vidas. Cristo Vivo se hace presente en todos los altares, alrededor del mundo, todas las horas de todos los días del año. Ese es el misterio del Sacrificio Perpetuo. Y es el Padre Pío quien mejor nos muestra cómo un alma consagrada debe vivir la entrega de Nuestro Señor. Todos los sacerdotes del mundo debieran tomar su ejemplo de piedad frente a la Celebración de la entrega que Dios hace por nuestra salvación. Este profundo misterio parece ser olvidado por el mundo actual, que tiende a cometer el enorme error de considerar la Misa como una recordación, y no como lo que realmente es: ¡Cristo vivo presente en los Altares!

La Presencia Celestial en la vida de Pío

El Padre Pío vivió rodeado del Cielo desde temprana edad. El contacto con Jesús, María, los ángeles custodios, santos y almas del purgatorio, era habitual para él. Pero raramente daba testimonio, debido a su humildad. Sin embargo, era imposible ocultar sus contactos. En cierta oportunidad se escucharon aplausos y gritos en la iglesia, sin que nadie fuera visible. Ante la pregunta a Pío, él dijo: he estado orando por muchos soldados muertos en la guerra, y un grupo de ellos ha venido a agradecer mi oración, ya que iban camino del purgatorio hacia el Cielo.

A un niño enfermo, Pío se le presentó en bilocación y le anunció la futura visita de la Virgen. Cuando el niño hubo recibido la Presencia de la Madre del Cielo, Pío se volvió a presentar y le dijo: es hermosa, ¿no?. Yo la he visto muchas veces pero aún no dejo de admirarme de su belleza. Tú la recordarás por el resto de tu vida.

Daba especial importancia a los ángeles custodios. Nuestros ángeles nos siguen durante toda la vida, y aún después, y sin embargo no los consideramos. Debemos orarles, pedirles ayuda, reconocer su presencia como siervos de Dios, puestos allí para nuestra asistencia. La oración de los ángeles custodios debe ser dicha diariamente, así como deben ser invocados para nuestro consuelo y ayuda. Pío tuvo muchas oportunidades para manifestar la presencia de los ángeles a sus circunstanciales visitantes.

Por supuesto que la Presencia de Cristo en la vida de Pío era resaltable, su oración era un diálogo permanente con el Señor, y su testimonio de imitación se manifestaba a través de sus Estigmas.

No puede entenderse al Padre Pío en su acabada magnitud espiritual, sin aceptar abiertamente lo sobrenatural en nuestro mundo. La Presencia Celestial se manifiesta en el mundo de diversas formas, y el Santo del Gargano era como una puerta abierta al Cielo, para dar testimonio de esperanza a quienes tenemos débil nuestra fe.

El perfume a santidad del Padre Pío

Mano del Padre Pio

El olor de santidad, no solo en sentido figurado, es cosa familiar en los Siervos de Dios. Es inútil decir que los incrédulos se ríen a carcajadas de él, como también de sus estigmas. Pero también contra eso tropieza la ciencia. Ningún desinfectante, ni la tintura de yodo, ni el fenol, pueden engendrar ese olor agradable, muy peculiar, que emana de la sangre de las llagas del Padre Pío, como lo han confirmado los diversos estudios médicos que se le realizaron. Además estos han observado que la sangre no se corrompe, como ocurriría normalmente, de no tratarse de un fenómeno sobrenatural.

El olor es fugaz. Los visitantes a la celda de Pío sugieren que cuando un individuo lo percibe es señal de que Dios derrama sobre él una gracia por intercesión del Padre Pío. Perfumes de violetas, lirios, rosas, incienso y tabaco fresco, a veces de gran persistencia, como lo atestigua el Dr. Festa ( fallecido en 1940 ). Éste ha escrito: “Cuando examiné por primera vez el costado del Padre Pío, guardé un trocito de género manchado de sangre, pensando examinarlo en el microscopio. Como carezco de olfato, no observé nada extraño. Pero un personaje de importancia y otros señores que volvían conmigo de San Giovanni a Roma, y que nada sabían del género guardado en mi caja de instrumentos, percibieron – pese al viento que entraba por la ventanilla del auto – un olor muy marcado, igual al que según ellos emanaba del Padre Pío.

En Roma, durante largo tiempo, ese género fue conservado en un armario de mi consultorio, y a tal punto llenaba de efluvios la habitación que muchos de mis pacientes me preguntaban espontáneamente de dónde venia ese perfume.”

Don Carlos Predriale, escribano genovés esperaba en la sacristía la llegada del Padre Pío, acompañado de su hijito de tres años. No bien entró aquel, el niño tiró de la manga a su padre, preguntando: “¿Papá, qué es lo que tiene tan rico olor?”

Una noche de verano, en el quinto piso de un edificio situado en el centro de Génova, un grupo de señoras hablaban del Padre Pío. De pronto dos de ellas sintieron un efluvio con un característico perfume a violetas, mientras las otras no sintieron nada. Pero un poco más tarde, una tercera señora -un ser de excepción, por otra parte- entrando en la sala tuvo la impresión de entrar en un campo de violetas. Esto no quiere decir que haya que estar en estado de gracia para percibir “el olor de santidad”. Por el contrario, hay incrédulos y grandes pecadores que han sido sensibles a él, como primera señal de su conversión. No es, pues, un premio al mérito ni a la fe.

La señora Vera Berlotto Bianco, de Veglio Mosso, escribió: “Siempre tengo muchísimo gusto de hablar de nuestro querido Padre Pío. El sábado pasado recibí la visita de un profesor que goza de gran renombre en Biella: deseaba que le diera unos datos sobre el Padre. Para asombro nuestro, nos inundó de pronto una deliciosa fragancia que persistió desde las nueve hasta las once. Qué alegría para mi marido y para mí!. El profesor se sintió tan conmovido, que decidió ir a San Giovanni. Dichoso de él!”.

Otro testimonio de julio de 1949. “Discúlpeme que vuelva a insistir sobre las gracias que ha realizado para mí el Padre Pío. El 11 de febrero mi madre estaba grave. Yo oí una voz – la del Padre Pío – que me urgía a que fuese a verla, porque se moría. Partí sin demora, y después de un viaje de 50 km. llegué justo a tiempo para recoger su último suspiro”. “La segunda gracia la obtuve el Jueves Santo. De pronto me inundó un fuerte olor a incienso, luego a rosas, y comprendí que el Padre se me había manifestado en esa forma”. “Finalmente, la tercera gracia, la más importante para mí, la recibí el 27 de julio. Esa mañana fui despertado por un violento aroma de violetas, cuya intención comprendí cuando el cartero me trajo una carta de un hermano al que no veía desde treinta y dos años atrás, y al que creía muerto.”

Es habitual el caso de perfumes celestiales, rosas, incienso, violetas, en eventos de Presencia Celestial. En muchas apariciones de María se produce este fenómeno, yo da un testimonio de fe y conversión poderoso. Sólo aquellos que lo vivieron saben lo majestuoso que es sentir que el Cielo todo se manifiesta detrás de un hecho tan simple como percibir con los sentidos, algo que físicamente no está allí. Además, es habitual que el Cielo deje testigos que no sienten los perfumes, como forma de corroborar que se trata de un hecho místico o. No son más que señales de Presencia, regalos. La cuestión es qué hacemos con ellos, una vez recibidos. ¿Podemos seguir viviendo como antes?. ¿Nos lo permite nuestra conciencia?.

La reacción de la Iglesia a la existencia del Padre Pío

Padre Pio ante la cruz

Podemos decir sin dudarlo que el santo del Gargano sufrió la incomprensión de muchos sacerdotes durante buena parte de su vida. De hecho tuvo prohibición de escribir desde 1924 hasta su muerte. También estuvo confinado en su celda durante casi una década, sin poder celebrar misa, confesar, tener contacto con el mundo exterior. Muchísimos investigadores de la iglesia fueron enviados desde el vaticano a San Giovanni, con la aparente intención de demostrar que lo que allí ocurría no era cierto ni posible. Sin embargo, Pío siempre amó a la iglesia, cuerpo Místico de Jesús. Con absoluta obediencia y entrega, cumplió todo lo que se le pidió, con la asistencia de Jesús y María. Finalmente, durante la década de 1930 fueron liberándose las limitaciones, y volvió a su vida monacal más abierta. Con el paso de los años, hubo varios intentos de reunirlo con el Santo Padre, que nunca llegaron a realizarse.

Sin embargo fue el pueblo quien dio la nota, más allá del intento oficial de ocultar o acallar sus estigmas y manifestaciones: la gente.

El pueblo siempre creyó, y se volcó de a miles, durante décadas, a visitarlo. Y cuando más se lo limitaba desde la iglesia, más fuerte era el grito pacífico de resistencia. Todo indicó que no podía silenciarse el llamado de Dios a San Giovanni Rotondo. Y es el haber pasado por estas pruebas lo que da más validez y crédito a su santidad.

El Padre Pío fue beatificado, pero ahora estamos frente al hecho tan deseado, reclamado por décadas por cientos de miles de personas alrededor del mundo.

En diciembre de 2001 el Vaticano emitió el decreto de reconocimiento de milagros y virtudes heróicas que allanan el camino para la canonización del Padre Pío. Las puertas están abiertas para que recibamos a San Pío, para nosotros el Padre Pío, ahora elevado a los altares como ¡San Pio de Pietrelcina! El 16 de junio de 2002 el Padre Pio fue canonizado, elevado a Santo, en una multitudinaria ceremonia celebrada en Roma y en San Givanni Rotondo, su pueblo.

El Cielo entero canta alabanzas a esta joya tan especial del alhajero de Jesús y María: el Santo del Gargano está más que nunca indicándonos el camino de la gloria eterna, el camino de llegada a la Patria Celestial.

El mensaje del Padre Pío

bendición del padre Pio

A diferencia de otros casos de hechos místicos, Pío no fue instrumento de mensajes específicos sobre el futuro de la humanidad, pese a que existen mensajes falsos atribuidos a él. El mismo Padre Pío fue el mensaje, su vida, su actitud, su deseo de santidad.

Sin embargo, es posible recoger escritos previos a la prohibición que le estableció la iglesia en 1924, y referencias sobre su mensaje espiritual, revelados por quienes lo escucharon.

Tomemos estos verdaderos principios de vida como una balsa de salvación para nuestras almas.

Dijo el Padre Pío: A Dios se le busca en los libros, se le encuentra en la meditación.

La vida del cristiano no es más que un perpetuo esfuerzo contra sí mismo. El alma no florece sino merced al dolor.

A alguien que temía haberse equivocado, el Padre le dijo: “Mientras tema, usted pecará”. La persona replicó: “Tal vez, Padre, pero se sufre tanto!”. Dijo Pío: “Es indudable que se sufre, pero es menester distinguir entre el temor de Dios y el miedo de Judas. El demasiado miedo nos hace obrar sin amor, mientras que la demasiada confianza nos impide observar con inteligente atención aquel peligro que debemos vencer. Ambos deben ayudarse uno a otro como dos hermanos”.

Si logras vencer la tentación, es como si lavaras tu ropa sucia.

Quien no medita, decía cierta vez, me recuerda al hombre que no hecha una mirada al espejo antes de salir, y poco cuidadoso de su aspecto, aparece en público desaliñado sin darse cuenta.

La persona que medita y vuelve su espíritu a Dios, que es el espejo de su alma, despista a sus faltas, las corrige lo mejor que puede y pone en orden su conciencia.

Alguien preguntó un día al Padre: “¿Cómo podemos distinguir la tentación del pecado?”. Sonrió el Padre, y contestó con otra pregunta: “¿Cómo distinguir a un asno de un ser razonable?. En que el asno se deja guiar, mientras que el ser razonable tiene las riendas”. Él se refería al control de la voluntad, ya que el pecado se materializa cuando el mal toma control de nuestros actos o pensamientos. La tentación es obra de satán, y siempre existirá como amenaza en nuestro interior, tratando de apoderarse de nuestra voluntad.

Por nuestra calma y nuestra perseverancia, no sólo nos encontramos a nosotros mismos, sino también a nuestras almas y al mismo Dios.

Un hombre pidió al Padre Pío que curase a su madre. Le mostró su retrato y le dijo: “Padre, si yo lo merezco, bendígala”. “Ma che mérito. En este mundo, ninguno de nosotros merecemos nada. Es el Señor, en su infinita bondad quien es tan amable como para colmarnos de sus dones, porque todo lo perdona”.

El Padre Pío detesta la máxima: “Cada uno para sí mismo, Dios para todos”. La encuentra egoísta, demasiado de este mundo que sólo piensa en sí mismo. Él propone esta otra de su cosecha: “Dios para todos, pero nadie para sí mismo”.

Un día, reporteado sobre la penitencia y la mortificación, el Padre se expresó en estos términos: “Nuestro cuerpo es como un asno al que hay que azotar, pero no demasiado, porque si cae, ¿quien nos llevará a cuestas?”.

El demonio no tiene más que una puerta para entrar en nuestra alma: la voluntad. No existen entradas secretas. Ningún pecado es pecado sin nuestro consentimiento. Cuando falta la participación del libre albedrío, no hay pecado sino debilidad humana.

Alguien se lamentaba diciendo que lo torturaba el recuerdo de sus faltas. “Eso es orgullo, le interrumpió el Padre. Es el demonio el que le inspira ese sentimiento, no es una verdadera tristeza”. “Pero, ¿cómo podré discernir entre lo que viene del corazón, lo que es inspirado por Nuestro Señor y lo que, por el contrario, proviene del diablo?”. “Por este signo inconfundible: el espíritu del demonio excita, exaspera, nos inyecta una especie de angustia, cuando la caridad nos lleva en primer lugar a buscar el bien de nuestra alma. Luego, si ciertos pensamientos lo agitan, tengan por cierto que vienen del diablo”.

A una persona que tenía vocación de curar almas y le preguntaba cómo debía proceder con los que son sordos a los llamados de la caridad, el Padre contestó: “Procura atraerlos por el amor y la caridad, dando sin esperar algo a cambio. Y si con esto fracasas, entonces repréndelos. Cristo hizo el Cielo, pero también el infierno”.

En algunas ocasiones el Padre Pío dice a sus hijos espirituales: “Pan y azotes ayudan muchas veces a criar espléndidos muchachos”.

Un joven le confesó que temía amarlo más que a Dios. A lo que el Padre replicó: “Usted debe amar a Dios con un amor infinito a través de mí. Usted me quiere porque lo dirijo hacia Dios que es el Ser Supremo. Yo no soy más que un medio. Si lo guiara hacia el mal, dejaría de amarme”.

Un día una penitente le confió que le parecía imposible vivir lejos de San Giovanni, tanta era la felicidad que sentía en su presencia. El Padre le hizo la siguiente observación: “Para los hijos de Dios no existe la distancia, hija”. Como la joven no parecía convencida, sacó su reloj: “Dígame, ¿ que ve en el centro?. El eje, Padre. Exacto. El eje, como Dios, está inamovible, y las agujas corren ligadas al centro, y las agujas miden el tiempo. En resumidas cuentas, el espacio que separa los números del centro, carece de importancia: Dios es el centro, los números son las almas, pero hay también un Padre Pío que sirve de puente”.

La prudencia tiene ojos. El amor piernas. El amor, que tiene piernas, querría correr hacia Dios, pero su impulso es ciego, y uno tropezaría, de no estar dirigido por los ojos de la prudencia.

Una mujer joven y bella, viuda de un miembro del Parlamento que murió en la flor de la edad, estaba abrumada por la pena. Quería retirarse del mundo y fundar una Orden religiosa. Consultó al Padre Pío: “Señora, antes de santificar a los demás, piense en santificarse usted misma”.

A un masón convertido, el Padre le dijo: “Todos los sentimientos, cualquiera sea su fuente, tienen algo de bueno y algo de malo. A usted corresponde asimilar sólo lo bueno y ofrecérselo a Dios”.

Como una señora admitiera que tenía cierta inclinación a la vanidad, el Padre comentó: “¿Ha observado usted un campo de trigo maduro?. Unas espigas se mantienen erguidas, mientras otras se inclinan hacia la tierra. Pongamos a prueba a los más altivos, descubriremos que están vacíos, en tanto los que se inclinan, los humildes, están cargados de granos”.

Una señora le preguntó qué oración era más apreciada por Dios. Él contestó: “Toda oración es buena cuando es sincera y continua”.

Es tal el orgullo del hombre, dice el Padre, que cuando es feliz y poderoso se cree igual a Dios. Pero en la desgracia, librado a sus solas fuerzas, se acuerda del Ser Supremo.

Dios enriquece al hombre que ha hecho el vacío en sí mismo.

En la vida espiritual siempre hay que ir adelante, jamás retroceder. De otro modo, le ocurre a uno lo que al barco que ha perdido el timón: es rechazado por los vientos.

No es faltar a la paciencia el implorar a Jesús el fin de nuestros sufrimientos, cuando exceden nuestras fuerzas. Siempre nos quedará el mérito de haber ofrecido nuestros dolores.

La mentira es el engendro de Satanás.

La manía de los ¿Por qué?, ha sido calamitosa para el mundo.

La humildad es verdad. La verdad es humildad.

Una buena acción, cualquiera sea su causa, tiene por madre a la Divina Providencia.

La oración es la llave que abre el corazón.

No lo olvidéis: el eje de la perfección es el amor. Quien está centrado en el amor, vive en Dios. Porque Dios es Amor, como lo dice el Apóstol.

En marzo de 1923, una penitente preguntaba al Padre qué debía hacer para santificarse. “Desate sus lazos con el mundo”. Una amiga, sabiendo que ella llevaba una vida muy retirada, hizo un gesto de sorpresa. El santo se volvió hacia ella y le dijo, con bastante sequedad: “Señora, uno puede ahogarse en alta mar, y también puede sofocarse hasta el ahogo con un simple vaso de agua. ¿Dónde está la diferencia?. ¿Acaso no es la muerte, en cualquiera de esas formas?”.

Recuerde, dijo el padre a uno de sus hijos espirituales, que la madre empieza a hacer caminar al niño sosteniéndolo. Pero luego, éste debe caminar sólo. También usted debe aprender a razonar sin ayuda.

A una señora excesivamente servicial, que se quejaba de no poder hacer nada por él: “El general es el único en saber cómo y cuándo ha de emplear al soldado. Espere su turno, señora”.

Pecar contra la caridad es como destrozar la pupila de Dios. ¿Qué hay más delicado que la pupila del ojo ?. El pecado contra la caridad equivale a un crimen contra natura.

El amor y el temor deben estar unidos: el temor sin amor se vuelve cobardía. El amor sin temor, se transforma en presunción. Entonces uno pierde el rumbo.

Sin obediencia no hay virtud. Sin virtud no hay bien. Sin bien no hay amor. Sin amor no hay Dios. Y sin Dios no hay Paraíso.

En una estampa representando la Cruz, el Padre escribió estas palabras: “El madero no os aplastará. Si alguna vez vaciláis bajo su peso, su poder os volverá a enderezar”.

Para Andrés Lo Guercio, que viniera de América a visitarlo, escribió en una imagen del Sagrado Corazón: La humildad y la pureza son las alas que nos llevan hacia Dios y casi nos divinizan. No se olviden que un malhechor que se sonroja de sus actos está más cerca de Dios que un hombre de bien que se sonroja de tener que trabajar.

Al señor Natal Selvatici, de Bolonia: No olvide que el hombre tiene un espíritu, que tiene un cerebro para razonar y un corazón para sentir, que tiene un alma. El corazón puede estar regido por la cabeza, pero el alma no. Por lo tanto, debe existir un Ser Supremo que la dirija.

A un penitente que había vivido en el vicio, y que le preguntaba si, cambiando de vida, alcanzaría el perdón y moriría en la fe, le contestó: Las puertas del Paraíso están abiertas a toda criatura. Acuérdate de María Magdalena.

El tiempo que se pierde en ganar almas a Dios, no es tiempo tontamente perdido.

Guardad en lo más hondo del espíritu las palabras de Nuestro Señor: “A fuerza de paciencia, poseeréis vuestra alma”.

Jesús os guía hacia el Cielo por campos o por desiertos. ¿Qué importancia tiene?. Acomodaos a las pruebas que Él quiera enviaros, como si debieran ser vuestras compañeras para toda la vida. Cuando menos lo esperéis, quizás queden resueltas.

Los grandes corazones ignoran los agravios mezquinos.

El anhelo de la paz eterna es legítimo y santo, pero debe ser moderado para una total resignación a los designios del Altísimo: más vale cumplir la Voluntad Divina en este mundo que gozar en el Paraíso. Sufrir y no morir, era el ‘leit-motiv’ de Santa Teresa. El Purgatorio es un lugar de delicias, cuando se lo soporta por voluntaria elección de amor.

El demonio es como un perro encadenado: si uno se mantiene a distancia de él, no será mordido

Las tentaciones, el bullicio, las preocupaciones, son las armas de nuestro enemigo. No lo olvidéis: si hace tanto ruido, es señal de que está afuera y no dentro. Lo que debiera espantarnos sería que reinase la paz y la armonía entre nuestra alma y el demonio.

Las tentaciones emanan de lo innoble y de las tinieblas. Los sufrimientos, del seno de Dios: Las madres vienen de Babilonia, las hijas de Jerusalén. Despreciad las tentaciones, recibid las vicisitudes con los brazos abiertos

Gólgota: Una cima cuya ascensión nos reserva una visión beatifica de nuestro amado salvador.

Si Jesús se manifiesta a vosotros, dadle gracias. Si se os oculta, dadle gracias. Todo esto es un juego de amor para atraernos dulcemente hacia el Padre. Perseverad hasta la muerte, hasta la muerte con Cristo en la Cruz.

El don sagrado de la oración está a la derecha del Verbo, nuestro Salvador, en la medida en que vaciéis vuestro Yo de sí mismo, es decir, del apego a los sentidos y a vuestra propia voluntad. Echando raíces en la santa humildad, el Señor hablará a vuestro corazón.

Practicad con perseverancia la meditación a pequeños pasos, hasta que tengáis piernas fuertes, o más bien alas. Tal como el huevo puesto en la colmena se transforma (a su debido tiempo) en una abeja, industriosa obrera de la miel.

El corazón de nuestro Divino Maestro no conoce más que la ley del amor, la dulzura y la humildad. Poned vuestra confianza en la divina bondad de Dios, y estad seguros de que la tierra y el cielo fallarán antes que la protección de vuestro Salvador.

Caminad sencillamente por la senda del Señor, no os torturéis el espíritu. Debéis detestar vuestros pecados, pero con una serena seguridad, no con una punzante inquietud.

Permaneced como la Virgen, al pie de la Cruz, y seréis consolados. Ni siquiera allí María se sentía abandonada. Por el contrario, su Hijo la amó aún más por sus sufrimientos.

Por los golpes reiterados de su martillo, el Artista divino talla las piedras que servirán para construir el Edificio Eterno. Puede decirse con toda justicia que cada alma destinada a la gloria eterna es una de esas piedras indispensables. Esos golpes de cincel son las sombras, los miedos, las tentaciones, las penas, los temores espirituales y también las enfermedades corporales. Dad pues, gracias al Padre celestial por todo lo que impone a vuestra alma. Abandonaos a Él totalmente. Os trata como trató a Jesús en el Calvario.

El Padre Pío es nuestro sendero claro y bien señalizado hacia el amor del Padre Eterno, a través de Jesús y María. Tenemos que tenerlo presente, conocerlo, familiarizarnos con él. Quien sienta un profundo amor por el Santo del Gargano, y llegue a sentir como él sintió, habrá encontrado la forma de vivir esta vida con la alegría y entrega necesarias como para esperar la vida eterna con paz verdadera.

El perder el temor a la muerte, el desapegarse de las cosas de este mundo, es la primer gran puerta al crecimiento espiritual y a la conversión de nuestra alma. Él es un salvavidas tendido a nuestras manos, para que podamos aferrarnos y enfrentar con confianza el oleaje que el demonio nos propone a lo largo de una vida rodeada de miserias, egoísmo, vanidad, cobardía, envidia, odio, tristeza, arrogancia y falta de esperanza y fe.

¡Busquemos a Dios donde Él se encuentra, Pío es una fuente que no podemos desperdiciar!


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San José de Cupertino https://www.reinadelcielo.org/san-jose-de-cupertino/ Wed, 18 Sep 2024 06:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=6392 ]]>

“La obediencia es como un cuchillo por el cual se mata la voluntad del hombre y se le ofrece a Dios. Hace que el hombre se vaya conformando con el cielo”

 José nació el 17 de junio de 1603 en el pequeño pueblo italiano llamado Copertino (Lecce). Sus padres eran muy pobres. El niño vino al mundo en un pobre cobertizo pegado a la casa, porque el papá, un humilde carpintero, no había podido pagar las cuotas que debía de su casa y se la habían embargado.

A los 17 años pidió ser admitido a la orden franciscana pero no fue aceptado. Pidió que lo recibieran en los capuchinos y fue aceptado como hermano lego, pero después de ocho meses fue expulsado porque era en extremo distraído. Dejaba caer los platos cuando los llevaba para el comedor. Se le olvidaban los oficios que le habían asignado. Parecía que estaba siempre pensando en otras cosas. Por no cumplir bien con sus deberes tuvo que dejar el convento.

Al verse desechado, José buscó refugio en casa de un familiar suyo que era rico, quien declaró que este joven “no era bueno para nada”, y lo echó a la calle. Se vio entonces obligado a volver a la miseria y al desprecio de su casa. La mamá le rogó insistentemente a un pariente que era franciscano, para que le recibieran al muchacho como mandadero en el convento de los frailes.

Conversión

Sucedió entonces, que en José se obró un cambio que nadie había imaginado. Lo recibieron los frailes como obrero y lo pusieron a trabajar en el establo y empezó a desempeñarse con notable destreza en todos los oficios que le encomendaban. Pronto con su humildad y su amabilidad, con su espíritu de penitencia y su amor por la oración, se fue ganando la estimación y el aprecio de los religiosos, y en 1625, por votación unánime de todos los frailes de esa comunidad, fue admitido como religioso franciscano.

Dificultad en los estudios

San José de Cupertino 6

Lo pusieron a estudiar para prepararse al sacerdocio, pero le sucedía que cuando iba a presentar exámenes se trababa todo y no era capaz de responder. Llegó uno de los exámenes finales y el pobre Fray José la única frase del evangelio que era capaz de explicar completamente bien era aquella que dice: “Bendito el fruto de tu vientre Jesús”. Estaba asustadísimo, pero al empezar el examen, el jefe de los examinadores dijo: “Voy a abrir el evangelio, y la primera frase que salga, esa será la que tiene que explicar”. Y salió precisamente la única frase que Fray Copertino se sabía perfectamente: “Bendito sea el fruto de tu vientre “.

 Llegó al fin el examen definitivo en el cual se decidía quiénes serían ordenados. Y los primeros diez que examinó el obispo respondieron tan maravillosamente bien todas las preguntas, que el obispo suspendió el examen diciendo: “¿Para qué seguir examinando a los demás si todos se encuentran tan formidablemente preparados?”. José, que era el próximo en turno y estaba atemorizado, se libró de tener que pasar el examen.

Es por eso que nuestro santo es el patrón de los estudiantes, especialmente de los que, como el,  encuentran dificultades en sus estudios. El santo se complace en ayudarles. En su Santuario en Osimo sigue creciendo la documentación que testifica su intercesión.

Sacerdote de oración y penitencia

Fue ordenado sacerdote el 18 de marzo de 1628 y se dedicó a tratar de ganar almas por medio de la oración y de la penitencia. Sabía que no tenía cualidades especiales para predicar ni para enseñar, pero entonces suplía estas deficiencias ofreciendo grandes penitencias y muchas oraciones por los pecadores. Jamás comía carne ni bebía ninguna clase de licor. Ayunaba a pan y agua muchos días. Se dedicaba con gran esfuerzo, consagrado a los trabajos manuales del convento (que era para lo único que se sentía capacitado).

Extasis y milagros

Sus éxtasis, curaciones milagrosas y sucesos sobrenaturales eran tan frecuentes que no se conocen en semejante cantidad en ningún otro santo.

Levitación: Se conoce de mas de 200 santos que experimentaron levitación. Este don extraordinario consiste en la elevación del cuerpo humano sin la participación de ninguna fuerza física. Se ha considerado como un regalo que Dios hace a ciertas almas muy espirituales. San José de Copertino tuvo numerosísimas levitaciones, es decir volaba por los aires.

Un domingo, fiesta del Buen Pastor, se encontró un corderito, lo echó al hombro, y al pensar en Jesús Buen Pastor, se fue elevando por los aires.  Quedaba en éxtasis con mucha frecuencia durante la santa Misa, o cuando  rezaba los Salmos. Durante los 17 años que estuvo en el convento de Grotella, sus compañeros de comunidad lo observaron 70 veces en éxtasis. El más famoso sucedió cuando diez obreros deseaban llevar una pesada cruz a una alta montaña y no lo lograban. Entonces Fray José se elevó por los aires con la cruz y la llevó hasta la cima del monte.

San José de Cupertino 3

Cuando estaba en éxtasis lo pinchaban con agujas, le daban golpes con palos, y hasta le acercaban a sus dedos velas encendidas y no sentía nada. Lo único que lo hacía volver en sí, era oír la voz de su superior que lo llamaba a que fuera a cumplir con sus deberes. Cuando regresaba de sus éxtasis pedía perdón a sus compañeros diciéndoles: “Excúsenme por estos ataques de mareos que me dan”.

Los animales sentían por él un especial cariño. Pasando por un campo, se ponía a rezar y las ovejas se iban reuniendo a su alrededor y escuchaban muy atentas sus oraciones. Las golondrinas en grandes bandadas volaban alrededor de su cabeza y lo acompañaban por cuadras y cuadras.

Como estos sucesos tan raros podían producir verdaderos movimientos de exagerado fervor entre el pueblo, los superiores le prohibieron celebrar misa en público, ir a rezar en comunidad con los demás religiosos, asistir al comedor cuando estaban los otros allí, y concurrir a las procesiones u otras reuniones públicas de devoción.

Un día llegó el embajador de España con la esposa y mandaron llamar a Fray José para hacerle una consulta espiritual. Este llegó corriendo. Pero cuando ya iba a empezar a hablar con ellos, vio un cuadro de la Virgen que estaba en lo más alto del edificio, y dando su típico pequeño grito, se fue elevando por el aire hasta quedar frente al rostro de la sagrada imagen. El embajador y su esposa contemplaban emocionados semejante suceso que jamás habían visto. El santo rezó unos momentos. Luego descendió suavemente al suelo, y como avergonzado, subió corriendo a su habitación, y ya no bajó más en ese día.

En Osimo, donde el santo pasó sus últimos seis años, un día los demás religiosos lo vieron elevarse hasta una estatua de la Virgen María que estaba a tres metros y medio de altura, y darle un beso al Niño Jesús, y allí junto a la Madre y al Niño se quedó un buen rato rezando con intensa emoción, suspendido por los aires.

El día de la Asunción de la Virgen en el año 1663, un mes antes de su muerte, celebró su última misa. Y estando celebrando quedó suspendido por los aires como si estuviera con el mismo Dios en el cielo. Muchos testigos presenciaron este suceso.

Muchos enemigos empezaron a decir que todo esto eran meros inventos y lo acusaban de engañador. Fue enviado al Superior General de los Franciscanos en Roma y este al darse cuenta que era tan piadoso y tan humilde, reconoció que no estaba fingiendo nada. Lo llevaron luego donde el Sumo Pontífice Urbano VIII el cual deseaba saber si era cierto o no lo que le contaban de los éxtasis y de las levitaciones del frailecito. Y estando hablando con el Papa, quedó José en éxtasis y se fue elevando por el aire.

El Duque de Hanover, que era protestante, al ver a José en éxtasis, se convirtió al catolicismo.

En la vida de San José de Copertino podemos ver cantidad de dones con los que el Señor adornó su humilde y piadosa alma. Es un santo en el que Dios derramó tanta abundancia de dones sobrenaturales que son incontables.

Fue elegido por sus Superiores a exorcizar demonios, lo cual el se consideraba indigno de hacer, y utilizaba esta frase: “Sal de esta persona si lo deseas, pero no lo hagas por mi, sino por la obediencia que le debo a mis superiores”. Y los demonios salían.

También tenía el don de leer los Corazones, era buen confesor y cuando un alma se acercaba a confesarse el se podía dar cuenta de lo que a esta alma le atormentaba.

El don de Bilocación, (estar en dos lugares al mismo tiempo). Cuando su madre estaba muriendo en el pequeño pueblo de Copertino, José se encontraba en Asís y percibió la necesidad de su madre. Una gran luz entró por el cuarto de la señora, era San José de Copertino que había llegado. Su madre al verlo exclamó !oh Padre José, oh mi hijo!, y murió instantáneamente. Cuando sus superiores le preguntaron por qué estaba llorando tan amargamente, el contestó porque su madre acababa de morir. Hay muchos que atestiguan que el Padre José asistió a su madre en Copertino.

Multiplicaba panes, miel, vino, y cualquier comida que se le ponía en frente.

El don de Sanación Le recobró la vista aun ciego al ponerle su capa sobre la cabeza. Los mancos y cojos eran sanados al besar ellos el crucifijo que él ponía delante de ellos. Hubo una plaga de fiebre muy alta y los enfermos eran curados al hacerle la señal de la Cruz sobre su frente, bajándole la fiebre hasta la temperatura normal. Con la señal de la cruz, resucitaba muertos.

San José de Cupertino 4

Tuvo el don de profecía, predijo el día y la hora de la muerte de los Papas Urbano VIII e Inocencio X.  Predijo el ascenso al trono de Juan Casimir.

Tuvo también el don de tocar corazones hacia la conversión. El más conocido ejemplo fue el de el Príncipe John Federick, un luterano, que a los 25 años de edad fue a Asís con dos escoltas, uno católico y otro protestante. Entraron a la iglesia donde el Padre José celebraba la santa misa y, a la hora de la consagración, cuando el padre quiso partir la hostia; esta estaba tan dura como una piedra y tuvo que devolverla a la patena. El Padre José comenzó a llorar de dolor y a levitar a unos tres pies de altura. Cuando regresó al altar trató otra vez de partir la hostia y, haciendo gran esfuerzo lo logró.

Más tarde cuando los superiores le preguntaron por qué había demorado tanto para partirla, él respondió: “Mis queridos hermanos, la gente que asistió hoy a misa tienen el corazón demasiado duro, por eso el Cordero de Dios se endureció en mis manos y no podía yo partir la Hostia Consagrada.”

Al día siguiente regresó el príncipe con los dos hombres a la misa y, cuando el Padre José elevó la Hostia, la cruz de la Sagrada Hostia cambió a negra. Causándole gran dolor y llorando empezó a levitar junto con la Sagrada Hostia por 15 minutos. El milagro del Padre José levitando con la Hostia en alto conmovió el corazón del príncipe a convertirse a la Fe Católica, igual que sus acompañantes.

El Padre José nunca aceptó ningún mérito por sus milagros, siempre se los acreditaba a su Madre María, a la cual siempre tuvo una gran devoción.

El Papa Benedicto XIV que era rigurosísimo al aceptar milagros, estudió cuidadosamente la vida de José de Copertino y declaró: “todos estos hechos no se pueden explicar sin una intervención muy especial de Dios”.


Nadie se hace santo por tener dones sino por entregarlos amorosamente al servicio de Dios.  Veamos pues la virtud de San José de Copertino

La humildad del Padre José era constantemente probada. Un día un hombre arrogante le dijo: “Impío, hipócrita, no por ti, pero por el hábito de religioso que llevas tengo que respetarte. Yo creería en todo lo que haces si con la señal de la cruz sobre mi yaga me sanas”. El contestó: “Todo lo que has dicho de mi es completamente cierto y haciendo la señal de la Cruz sobre las llagas quedaron sanadas totalmente.

Ejercitó totalmente el abandono y la obediencia, veía en la voz del superior, la voz del Señor y gozosamente obedecía. Por medio de su obediencia le entregaba a Dios no solamente su hábitos sino también su carne y deseos. Decía: “La obediencia es como un cuchillo por el cual se mata la voluntad del hombre y se le ofrece a Dios. Hace que el hombre se valla confortando con el cielo.

Los últimos años de su vida, José fue enviado por sus superiores a conventos muy alejados donde nadie pudiera hablar con él. Estuvo en Nápoles, Asís, donde vive en el Sacro Convento por 14 años, en Petrarubbia y Fossombrone.  Finalmente llega al convento de San Francisco en Osimo. La gente descubría dónde estaba y allá corrían. El sufrió meses de aridez y sequedad espiritual (como Jesús en Getsemaní) pero después a base de mucha oración y de continua meditación, retornaba otra vez a la paz de su alma. A los que le consultaban problemas espirituales les daba siempre un remedio:”Rezar, no cansarse nunca de rezar. Que Dios no es sordo ni el cielo es de bronce. Todo el que le pide recibe”.

José de Copertino murió el 18 de septiembre de 1663 a la edad de 60 años.
Fue beatificado en 1753 por Benedicto XIV, y canonizado en el 1767 por Clemente XIII.

Su cuerpo está expuesto para la veneración en su Santuario en Osimo

¡Que Dios nos enseñe con estos hechos tan maravillosos, que El siempre enaltece a los que son humildes y los llena de gracias y de bendiciones!

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Fuente: Corazones.org


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Los milagros asombrosos de la Virgen del Rayo https://www.reinadelcielo.org/los-milagros-asombrosos-de-la-virgen-del-rayo/ Fri, 16 Aug 2024 08:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=26475 El 30 de mayo de 1722 -este año se celebran tres siglos- se fundó el monasterio de Jesús María de Guadalajara, Jalisco (México), de religiosas dominicas, que mantienen el carisma dominico de «alabar, bendecir y predicar». Está en el centro de la ciudad, a cinco minutos del zócalo y la catedral. En México han pasado muchas cosas en estos 3 siglos, con guerras, desastres y persecuciones anticlericales, pero las dominicas siguen allí.

Este monasterio es el lugar donde nació una peculiar advocación mariana que desde allí se extendió a otras regiones de México y de otros países: Nuestra Señora del Rayo.

Una terrible tormenta y un rayo en el dormitorio

En la madrugada del 13 de agosto de 1807 una terrible tormenta estalló sobre la ciudad. La lluvia golpeó las ventanas, un trueno hizo temblar el edificio y despertó a todas las religiosas y un rayo golpeó la imagen de la Virgen del Rosario con el Niño que estaba en el dormitorio.

Estalló un incendio y las religiosas se alejaron con rapidez. Cuando se controló el incendio, comprobaron que la imagen de la Virgen estaba ennegrecida, y también su rosario, aunque el Niño había quedado ileso, igual que los cuadros de Santo Domingo y de la Trinidad. Pese al rayo y el incendio, todas las religiosas estaban indemnes, dieron gracias a Dios y a la Virgen y llevaron la imagen ennegrecida a la capilla del convento.

Cinco días después, el 18 de agosto, dos obreros y algunas monjas se encontraban en la capilla a media tarde. De repente, se fue la luz del sol, tapada por unas nubes negras repentinas. Según se cuenta, la estatua de María comenzó a brillar con un intenso resplandor “sobrenatural”. Los testigos querían huir pero se encontraban como petrificados o hipnotizados mirando la estancia. En ese momento entraron el resto de religiosas para las Vísperas. Sonó un trueno, brilló un relámpago, un destello de luz golpeó la estatua ennegrecida y todos vieron cómo cambiaba de color.

La imagen cambió de color, a rosado, a blanco, y luego a su color original. Los ojos, que 5 días antes se habían roto, ahora se abrieron y brillaban como diamantes. Ahora la imagen era más hermosa que antes de la primera tormenta. El segundo destello «reparó» lo dañado por el primer rayo.

Como sucedía a menudo en todo el mundo hispano cuando se daba un milagro en el s.XVII y XVIII, enseguida llegaron escribanos, testigos y autoridades para levantar acta y dejar papeles al respecto. Hizo una investigación el capellán del convento, Manuel Cerviño, y también el canónigo de la catedral José María Gómez y Villaseñor (que llegaría a ser nombrado obispo de Michoacán, aunque murió antes de poder ejercer el cargo).

Los documentos originales en los que dejaban testimonio de este hecho milagroso se perdieron durante la Guerra civil de los Tres Años (de 1858 a 1861), pero los hechos y los textos se recordaron.

Curaciones documentadas

Con la aprobación de la Iglesia, nació la devoción a la Virgen del Rayo, apoyada por curaciones milagrosas que se documentaban.

Así, la religiosa del convento Cecilia de San Cayetano, de 22 años, enfermó de «una fiebre que le paralizó la columna». Los tratamientos de 8 años de buenos médicos no le ayudaron. Ya no podía caminar y sufría constante dolor.

El 17 de diciembre de 1850 sintió un impulso irresistible de visitar a la Virgen del Rayo en la capilla. La subpriora la ayudó a acercarse. Se desplomó a sus pies casi inconsciente. Se sentía abatida también espiritualmente. Rezó así: “Oh, devuélveme la salud, Madre Buena, que si sigo así temo por mi salvación”. El milagro fue inmediato: volvió caminando sin ayuda a su habitación por primera vez en 8 años y vivió otros 20 años con buena salud.

Otra curación registrada fue la de doña Micaela Contreras, quien se curó instantáneamente el 17 de septiembre de 1856, después de sufrir una parálisis por 32 años.

En 1940 la imagen recibió la coronación pontificia concedida por Pío XII, con una ceremonia en la catedral. En la ciudad le dan dos títulos más: defensora de los que no tienen trabajo y de los que tienen necesidades urgentes. Otras ciudades han creado parroquias dedicadas a esta advocación.

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Fuente: Cari Filii


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El Rey Alfonso X «El Sabio», el trovador de la Virgen https://www.reinadelcielo.org/el-rey-alfonso-x-el-sabio-el-trovador-de-la-virgen/ Fri, 31 May 2024 18:02:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=25854 Alfonso X, conocido como «El Sabio» fue rey de Castilla y de León entre 1252 y 1284. Bajo su reinado la Reconquista siguió su curso y pudo recuperar Jerez y Cádiz. Pero además, este monarca castellano ha sido reconocido por la gran obra literaria, científica, histórica y hasta jurídica realizada por su escritorio real, del cual él supervisó e incluso participó directamente con su propia escritura y de su labor inició en buena medida la prosa en castellano.

Y un hecho muy relevante es que el propio Alfonso X se definía como el “trovador de la Virgen” pues el mismo rey elaboró de su pluma y letra las Cántigas de Santa María, una de las colecciones de canción monofónica más importante de la literatura medieval occidental. Se trata de un conjunto de 417 composiciones en honor a la Virgen María. La mayoría son cantigas que cuentan milagros sucedidos con la intervención de María.

Recientemente, Patrimonio Nacional ha inaugurado un espacio digital para la Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial en la que se han publicado de dos de los manuscritos que contienen las Cantigas de Santa María de Alfonso X.

En el Diario de Sevilla, Pablo J. Vayón, crítico musical y experto en este ámbito, profundiza sobre la belleza de las Cantigas de Santa María escritas por Alfonso X El Sabio:

Alfonso X, trovador de la virgen

Ha sido noticia reciente la inauguración que Patrimonio Nacional ha hecho de un espacio digital para la Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial con la publicación online de dos de los manuscritos que contienen las Cantigas de Santa María de Alfonso X, los conocidos como Códice Rico y Códice de los músicos.

Las Cantigas representan la gran aportación española a la lírica musical del medievo, a la que pertenece la vasta literatura trovadoresca, con la que las unen lazos muy estrechos. Y es que en el mismo Prólogo de la colección, el rey Sabio se proclama trovador de Santa María, hasta llegar a confesar que desde ese momento dejaría de trovar por cualquier otra dama, lo cual parece confirmar que en su juventud el rey había escrito ya (o recopilado) canciones de carácter profano, hoy perdidas.

El gusto por la música ha quedado bien recogido en toda su obra, incluso en las Partidas, en las que se recomienda que los reyes empleen su tiempo de ocio en música “ca los cantares non fueron fechos sinon por alegria, de manera que reciban dellos placer et pierdan los cuidados”. Eso no significaba que el monarca no considerara la música una actividad intelectual, pues ese mismo Prólogo comienza así: “Porque trovar es cosa en que yace entendimiento, por eso, quien lo hace ha de tenerlo, y razón bastante”.

No hay duda de que las cantigas nacieron por iniciativa del propio rey, cuya participación personal parece incluso atestiguada en las nueve de carácter autobiográfico que se incluyen en el corpus de 420 que se han conservado. Aunque hay quien eleva su participación hasta en un centenar de piezas, lo único confirmado es que esas cien cantigas constituían el plan original, que luego fue poco a poco ampliándose.

Las obras forman parte de una tradición europea en la que se incluyen figuras como las de Gautier de Coinci (c.1177-1236), poeta y músico del norte de Francia que estuvo en contacto con los troveros y con los compositores de la escuela de Notre Dame, o nuestro Gonzalo de Berceo (c.1198-c.1264). Si para la mayor parte de su obra jurídica o histórica Alfonso X escogió el castellano, para las cantigas eligió el gallego, acaso por la tradición lírica de esa lengua, que se asocia también a las cantigas de amigo, un género del que se han conservado centenares de poemas, pero sólo seis con música.

Las Cantigas de Santa María se agrupan por decenas, que empiezan por una de loor a la que siguen nueve de milagros extraídas de leyendas europeas, aunque son mayoría las que transcurren en la península Ibérica. Siempre se ofrece un breve contexto histórico para pasar luego a la narración, que termina con la intercesión milagrosa de la virgen. En esta tarea, algunos nombres de los colaboradores del rey Sabio han trascendido, como el poeta gallego Airas Nunes o el trovador provenzal Giraut Riquier. Formalmente, la mayoría de las cantigas responden a un modelo de canción con estribillo, que es característico tanto del virelai francés como del zéjel andalusí: el estribillo suele ser un pareado al que siguen los versos de la mudanza (por norma, un trístico monorrimo) y un verso de vuelta que rima con el estribillo que se repite tras él.

La escritura de música original debió de ser excepcional. Las cantigas se construyeron mayoritariamente mediante el procedimiento del contrafactum, esto es, despojando a obras preexistentes de sus textos originales, para ponerles otros. Maricarmen Gómez Muntané, gran especialista española en música medieval, ha identificado hasta seis fuentes diversas: canto gregoriano, escuela de Notre Dame y epígonos, trovadores, troveros (como Gautier), repertorio lírico español antiguo (desconocido casi por completo) y contrafacta de las propias cantigas.

Las Cantigas de Santa María se han conservado en cuatro tomos distintos, que en realidad pertenecen a tres proyectos. La Biblioteca Nacional de Madrid conserva una copia de las cien cantigas originales en un volumen en pergamino procedente de la catedral de Toledo, con un apéndice que incluye veintidós cantigas más. No tiene ilustraciones y estaba disponible ya online a través de la Biblioteca Digital Hispánica.

Las dos copias conservadas en la Biblioteca de El Escorial, que ahora se exhiben vía digital por primera vez, contienen en cambio ricas iluminaciones que dan información valiosísima sobre las formas de vida de la época, los instrumentos musicales y las relaciones entre los propios músicos. El llamado Códice Rico recoge 194 cantigas, precedidas de índice, prólogo e introducción. Las miniaturas ocupan páginas completas y siguen la narración en forma de viñetas. Quedó incompleto, exactamente igual que el tomo que pareció concebirse como su natural continuación, que se conserva en la Biblioteca Nacional de Florencia con 104 cantigas que tienen el pautado ya trazado, pero sin la notación musical. El Códice de los Músicos parece haberse concebido como una versión más modesta de este gran manuscrito de lujo, ya que las ilustraciones (en todos los casos, imágenes de músicos) se reducen a la cabecera de las que hacen múltiplo de diez. Es en cualquier caso, la fuente más completa, ya que recoge un total de 416 cantigas (nueve están repetidas), precedidas de índice, introducción y prólogo.

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Fuente: Cari Filii


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San Expedito – Devoción e historia https://www.reinadelcielo.org/san-expedito-devocion-e-historia/ Tue, 28 May 2024 06:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=269

Nosotros somos devotos de San Expedito desde hace mucho tiempo, y de hecho difundimos una breve biografía suya porque la gente lo venera sin saber cuál es su verdadera historia. Sin embargo, en algunas oportunidades hemos enfrentado objeciones de católicos que manifiestan dudas sobre su existencia, manifestando que no corresponde incluirlo en el santoral de la Iglesia Católica.

Nosotros continuamos difundiendo, a pesar de esas objeciones, la devoción a San Expedito, particularmente para aquellos que rezan por causas urgentes.

Con gran alegría queremos compartir con ustedes que, leyendo uno de los maravillosos textos de la mística italiana María Valtorta, a la que Jesús, por revelaciones, le dictara esa maravillosa obra “El poema de El Hombre Dios”, encontramos una referencia que Jesús le hace en un mensaje a la autora, sobre San Expedito. Uno de los libros con dictados y visiones de Jesús a María Valtorta se titula “Los cuadernos de 1943“, en el cual la autora recopila visiones y revelaciones y dictados que el Señor le hizo durante ese año. En uno de esos dictados de los cuadernos de 1943, El Señor hace referencia a varios santos que sufrieron el martirio por defender sus creencias, su fe, su defensa de la cristiandad, al extremo de haber sido asesinados. Y en esa breve lista, de no más de tres o cuatro nombres, el Señor incluye a Expedito.

Esta contribución que hacemos, en paralelo a nuestra narración de la vida de San Expedido, refrenda la existencia del Santo, nada más y nada menos que por intervención directa de El mismo Señor en revelaciones realizadas a esta admirable mística italiana, María Valtorta.

¡Para nosotros esto es motivo de enorme alegría y lo compartimos con todos ustedes, devotos de San Expedito!

El sentido de la devoción a los santos

Los Santos son nuestros modelos, son un regalo de Dios para que crezcamos al comparar nuestra vida con la de ellos. Si ellos pudieron, nosotros también; así debemos pensar pues la santidad suena en estos tiempos como algo lejano e inalcanzable, quizás hasta pasado de moda. Sin embargo, es nuestra misión de vida como cristianos, nuestra meta obligada. Por supuesto que solo podemos llegar a la santidad con la ayuda y Gracia de Dios, pero El ve nuestro esfuerzo y pone Su parte cuando iniciamos el camino con decisión y compromiso.

Algunos santos son muy especiales, porque demostraron en vida la fortaleza necesaria para imponerse a los frenos que el mundo pone a la conversión. Ellos son soldados, soldados de Dios. Soldado de Dios es aquel que lucha con las armas de la fe, el amor y la Palabra, contra las tentaciones y ataques que el mal hace a las obras de Dios. De este modo un soldado es un defensor de las obras del Señor ¡No es acaso un honor gigantesco el ser de este modo soldado!

San Expedito es sin dudas un modelo de fortaleza y compromiso con el Amor de Dios, un defensor de Su Divina Voluntad. En estos tiempos su devoción ha crecido porque la gente busca ayuda espiritual, intercesión ante el Trono de Dios, y San Expedito viene a ocupar un espacio importante en esa fundamental misión. Conozcamos su historia y devoción.

Historia de San Expedito

Los datos más precisos sobre la vida militar de Expedito fueron recopilados por un grupo de Jesuitas llamados Bolandistas, que se dedicaron a investigar y recopilar del modo más preciso posible la vida de nuestro santo. Con siglos de crónicas, San Expedito es conocido en toda Europa y Asia menor. El santo habría sido armenio, y si bien se desconoce su lugar real de nacimiento, es probable que haya sido la localidad de Metilene, que es también en donde sufre su martirio. Otra posibilidad es que fuera oriundo de Roma, y enviado en misión militar a Metilene. Esta ciudad fue construida en el Siglo II por el emperador romano Trajano. Armenia fue una de las primeras regiones en recibir las enseñanzas de los apóstoles Judas Tadeo, Simón y Batoloméo, como así también un lugar de innumerables persecuciones a los cristianos. En este país se derramó la sangre de muchos mártires, entre ellos San Expedito y San Pantaleón.

San Expedito era contemporáneo de Santa Filomena y San Jorge y vivió a principios del siglo IV. Nuestro santo era un militar del Imperio Romano que tenía a su cargo toda una legión a las ordenes de Dioclesiano, emperador que años más tarde lo mandaría a matar. La Tradición cuenta que Expedito era jefe de la 12ª Legión Romana conocida como “Fulminante”, que estaba establecida en Metilene, sede de una de las provincias romanas da Armenia. Militar de carrera, tenía más de seis mil hombres a su cargo, y había recibido el estricto entrenamiento militar de las legiones del César, comprometido con la defensa del imperio y sus leyes. Se cree que su nombre deriva de ?Expedici?, que era un tipo de formación militar romana ligera y veloz; seguramente nuestro santo se inició en una unidad de este tipo y de allí deriva su apellido.

Milagro en batalla

San Expedito -Hodie-

Las legiones eran poderosas unidades militares dispersas a lo largo y ancho del imperio, con unos siete mil soldados de infantería cada una y apoyadas también por caballería. Expedito estaba a cargo de la Legión ?Fulminante?, con el título de Tribuno, equivalente al rango de General de División. Las milicias romanas habían recibido de Diocleciano el decreto ordenando la persecución de los cristianos, que se oponían a profesar la fe politeísta oficial del imperio. La pena era la muerte, y en particular era la pena de flagelación y decapitación para los funcionarios del imperio, militares o civiles, que se convirtieran al cristianismo.

La legión de Expedito estaba basada en Armenia y tenía como misión principal luchar contra los pueblos bárbaros en la zona de Germania, esto es en Armenia y Turquía. Habían luchado durante mucho tiempo, bajo las órdenes de su general, pero habían agotado las provisiones de alimentos y agua en tierras que estaban infectadas de enemigos. Finalmente, enfrentaron una vez más la batalla sin tener las fuerzas para hacerlo. Expedito les habló, trató de levantar sus espíritus una vez más, pera nada logró esta vez. El enemigo estaba cada vez más cerca, y sin fuerzas, alimentos ni bebida, nada podía hacerse.

Los soldados romanos habían visto muchas veces lo que hacían los cristianos cuando enfrentaban la muerte que ellos mismos les prodigaban: elevaban sus brazos al cielo y pedían ayuda a su Dios. Y la leyenda decía que ese Dios muchas veces escuchaba sus pedidos y oficiaba milagros. Para sorpresa de Expedito, sus soldados, de uno en uno empezaron a elevar sus brazos al cielo y rogar a ese Dios único de los cristianos del que ellos habían escuchado hablar. Las tropas enemigas se sorprendieron porque nunca habían visto a una Legión Romana completa elevando sus brazos al cielo y rogando a Dios en pleno campo de batalla. Se detuvieron extasiados, sin comprender lo que ocurría. En ese momento el cielo se oscureció y precipitó un vendaval de viento y agua que cubrió a soldados y bestias, transformando el lugar en confusión. La Fulminante se recompuso y aprovechando la situación volvió a salir victoriosa de la batalla.

La conversión y muerte de Expedito

San Expedito -imagen antigua-

Muchos de los soldados de la legión se convirtieron al Cristianismo de inmediato, felices de haber testimoniado el Poder del Dios Único. Expedito no comprendía lo que ocurría, sin embargo su corazón estaba tocado por la fortaleza de ese Dios que se había acordado de sus hombres, y de él mismo. Su corazón sabía que Dios lo estaba llamando, pero su puesto en la milicia romana no era compatible con tal conversión, lo esperaba la muerte en caso de desafiar la autoridad del Emperador. Los hechos llegaron a los oídos de Dioclesiano, que preocupado envió ordenes para que se detenga esa revuelta militar, de soldados romanos convertidos al cristianismo.

Expedito dudó y dudó, postergó su decisión una y otra vez. Muchos de sus propios soldados se habían unido a Jesucristo, a la fe de los cristianos. Su corazón no se decidía entre los apegos a las glorias humanas, a su carrera militar, y el llamado que indudablemente recibía desde lo alto. Pero cierto día Expedito fue tocado por la Gracia de Dios y recibió la Luz Divina. Este episodio cambiaría para siempre su vida, convirtiéndose inmediatamente al cristianismo, cueste lo que cueste.

Conmovido por los hechos vividos e inspirado por el Espíritu Santo, Expedito resuelve un día cambiar su vida y convertirse al cristianismo. Fue entonces que se le apareció el espíritu del mal en la forma de un cuervo. El cuervo le gritaba ¡cras…cras…!, palabra latina que quiere decir “mañana…mañana”. Esta decisión déjala para mañana, le decía el cuervo. ¡No tengas apuro! ¡Espera por tu conversión! Pero San Expedito reaccionó enérgicamente aplastando al cuervo con su pie derecho mientras exclamaba Hodie… Hodie… Hodie (que en latín significa Hoy… Hoy… Hoy…). ¡No dejaré nada para mañana, a partir de hoy seré cristiano!

El circo romano había sido creado por el Emperador para demostrar el poder del Imperio, pero irónicamente había producido el efecto contrario, el de difundir el cristianismo más y más. Cuando Expedito se convirtió al Cristianismo comenzó a proteger a los mártires que eran devorados por los leones en el circo. Para Dioclesiano esto era inadmisible, un general a cargo de una Legión del Imperio se atrevía a desafiar su decreto Imperial. De inmediato se ordenó el arresto y el interrogatorio de Expedito y sus más cercanos soldados y amigos, todos convertidos a la fe de Cristo, por aquellos que hasta poco tiempo atrás eran sus compañeros de milicia.

El 19 de abril del año 303 de nuestra era, por orden del Emperador Diocleciano, nuestro santo fue sacrificado en Melitene, sede de una de las Provincias Romanas en Armenia junto con sus compañeros de milicia Caio, Galatas, Hermogenes, Aristonico y Rufo. La pena fue de flagelación (dando lugar al posible arrepentimiento del reo) y la decapitación. Su sangre regó aquellos primeros siglos de la Iglesia, junto a la de tantos otros mártires que comprendieron que Cristo mismo, en Su Cruz, tiene Su Trono en la celebración Eucarística legada en la noche del Jueves Santo.

La devoción a San Expedito

La devoción a San Expedito se ha ido difundiendo especialmente en la época moderna. Se recogen noticias de su devoción hacia mediados del siglo XVII en Sicilia, especialmente, en las ciudades de Mesina y Arcireale, donde en 1781 fue declarado segundo patrono de la ciudad y patrono especial de comerciantes y navegantes, y también protector para obtener rápida solución a los problemas urgentes. En nuestros tiempos, infinidad de Iglesias tienen imágenes de nuestro santo, y rinden culto a su devoción.

En forma coherente con su propia historia de vida, San Expedito tiene un rol de intercesión especial frente a Dios para atender los casos urgentes. Nos referimos a los casos en que de producirse una demora habría un gran perjuicio. Es conocido como uno de los abogados de las causas imposibles junto con Santa Rita de Cascia y San Judas Tadeo (oriundo de Nazareth y primo del Señor), a quienes también se les suele invocar en estos casos. También ha pasado a ser patrono de las personas que quieren obtener una Gracia por una causa perdida, pero la necesitan inmediatamente. De este modo, San Expedito es reconocido por el Don que Nuestro Padre Misericordioso le dio para resolver nuestras necesidades en formas urgente pero también es Patrono de los Jóvenes, Socorro de los Estudiantes, Mediador en los Procesos y Juicios, Salud de los Enfermos, Protector en los Problemas de Familia, Laborales y Negocios, pudiendo ser invocado en otros casos.

Devocionario

San Expedito

Este santo patrono, San Expedito, no atiende nuestros ruegos con el fin de ser venerado, sino para que sigamos su ejemplo y nos acerquemos a Dios sin postergaciones, ya mismo. San Expedito nos lleva a comprender que sólo Dios puede ayudarnos, sólo el Señor puede escuchar nuestros pedidos y actuar de acuerdo a nuestra mejor conveniencia, siempre según Su Divina Voluntad, la que debemos respetar y honrar con nuestros actos.

Veamos en San Expedito un modelo de fortaleza y de coraje cristiano, y así ¡sepamos tomar las armas del Señor, el amor, la fe y la esperanza, y corramos a Su encuentro, revestidos de la armadura del estado de Gracia, envueltos en los Sacramentos, enamorados de la Eucaristía, y dispuestos a dar nuestra vida por quien es Todo Amor!

Novena a San Expedito

Para los que tienen urgencia en la solución de algún problema. Se debe rezar durante 9 días.

Señor, ten piedad de mí.
Jesucristo, ten piedad de mí.
Señor, ten piedad de mí.
Jesucristo, óyenos.
Jesucristo, escúchanos.
Padre Celestial, que sos Dios, ten piedad de mí.
Dios Espíritu Santo, ten piedad de mí.
Santa María, Reina de los Mártires, ruega por mí.
San Expedito, invencible atleta de la Fe, ruega por mí.
San Expedito, fiel hasta la muerta, ruega por mí.
San Expedito, que todo perdiste para ganar a Jesús, ruega por mi.
San expedito, que fuiste atormentado, ruega por mi.
San Expedito, que pereciste gloriosamente por la espada, ruega por mi.
San Expedito, que recibiste del Señor la Corona de Justicia que prometió a los que le aman, ruega por mi.
San Expedito, auxilio de los que pierden cosas, ruega por mi.
San Expedito, patrono de la juventud, ruega por mi.
San Expedito, auxilio de los estudiantes, ruega por mi.
San Expedito, modelo de soldado, ruega por mi.
San Expedito, patrono de los viajeros, ruega por mi.
San Expedito, salvación de los enfermos, ruega por mi.
San Expedito, consolador de los afligidos, ruega por mi.
San Expedito, apoyo fiel de los que esperan en vos, ruega por mi.
San Expedito, yo te suplico, no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, ven a mi auxilio.
Jesús, Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, perdóname Señor.
Jesús, Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, escúchame Señor.
Jesús, Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de mi Señor.
Jesús, óyeme. Jesús, escucha mi oración.
Que mi voz llegue a ti, Señor.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Oración a San Expedito

Mi San Expedito de las causas justas y urgentes, intercede por mi junto a Nuestro Señor Jesuscristo, para que venga en mi socorro en esta hora de aflicción y desesperanza. Mi San Expedito tú que eres el Santo guerrero. Tú que eres el Santo de los afligidos. Tú que eres el Santo de los desesperados. Tú que eres el Santo de las causas urgentes, protégeme, ayúdame, otorgándome: fuerza, coraje y serenidad. ¡Atiende mi pedido! (hacer el pedido).

Mi San Expedito, ayúdame a superar estas horas difíciles, protégeme de todos los que puedan perjudicarme, protege a mi familia, atiende mi pedido con urgencia. Devuélveme la Paz y la tranquilidad. ¡Mi San Expedito! Estaré agradecido por el resto de mi vida y propagaré tu nombre a todos los que tienen Fe. Muchas Gracias.

Padre Nuestro, Ave María y Credo.

Oración que se encuentra a los pies de la imagen de
San Expedito en la Ciudad de Santa Fé, Argentina

San Expedito de causas justas y urgentes
socorredme en esta hora de aflicción y desesperación
interceded por mi, junto a nuestro Señor Jesucristo,
Vos que sos el santo de los afligidos,
Vos que sos en el santo de los desesperados,
Vos que sos el santo de las causas urgentes,
protegedme, ayudadme, dadme fuerza, coraje y serenidad.

Atended a mi pedido: (hacer el pedido)

Ayudadme a superar estas horas difíciles
protegedme de todos los que me puedan perjudicar.
Proteged a mi familia,
Atended mi pedido con urgencia.
Devolvedme la paz y la tranquilidad.
Sere agradecido por el resto de mi vida y
llevare tu nombre a todos para que tengan fe.

(rezar un Padrenuestro, un Avemaría y hacer la señal de la cruz)

Glorioso Mártir de Cristo,
protector de los casos urgentes,
humildemente te ruego me obtengas del Divino Corazón
de nuestro amadísimo Redentor
y de su madre Virgen María,
el pronto socorro de esta aflicción y necesidad en la que me hallo.

(…petición…)

Ruega a la inmaculada Virgen. María
que por los tormentos que su Divino Hijo sufrió
en Su Pasión y por los dolores que Ella padeció
en su maternal y virginal corazón,
me conceda el alivio de esta tribulación que padezco,
si conviene para la mayor honra y gloria de Dios y bien de mi alma.-

Amen

Letanías de San Expedito

Señor, ten piedad; Cristo, ten piedad; Señor, ten piedad; Cristo, óyenos; Cristo, escúchanos.
Dios Padre Celestial, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu santo, ten piedad de nosotros.
Trinidad Santa, que eres un solo Dios, ten piedad de nosotros
San Expedito, invencible atleta de la fe,
San Expedito, fiel hasta la muerte,
San Expedito, que perdiste todo para ganar a Jesús,
San Expedito, que has sido golpeado con varas,
San Expedito, que has muerto gloriosamente por la espada,
San Expedito, que recibiste del Señor, la corona de justicia,
San Expedito, Patrono de la juventud,
San Expedito, Auxilio de los estudiantes,
San Expedito, Modelo de los soldados,
San Expedito, Protector de los viajeros,
San Expedito, Salud de los enfermos,
San Expedito, Consuelo de los afligidos,
San Expedito, Mediador en los procesos,
San Expedito, Nuestro mediador en los asuntos urgentes,
San Expedito, que nos enseñas que no hay que dejar para mañana, la oración fervorosa y confiada,
San Expedito, sostén de los que esperan en vos,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
Perdónanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
Escúchanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
Ten piedad de nosotros.
Jesús, óyenos.
Jesús, escúchanos.

Oración

Que la intercesión del glorioso Mártir San Expedito nos encomiende, oh Dios, a tu Bondad, a fin que su protección nos obtenga, lo que nuestros propios méritos son impotentes para hacérnoslos conceder. Amén.

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Santa Catalina de Siena https://www.reinadelcielo.org/santa-catalina-de-siena/ Mon, 29 Apr 2024 06:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=261 Nació en Siena (Italia) el 24 de marzo de 1347, penúltima de los veinticinco hijos del tintorero Jácomo Benincasa y de Lapa Piacenti. A los 7 años, en compañía de su hermano Esteban, en Valle Piatta. levantó sus ojos y vió sobre la torre de la iglesia de Santo Domingo, un trono resplandeciente en el cual estaba nuestro Señor revestido de hábitos pontificales y con tiara, y a sus lados los apóstoles San Pedro, San Pablo y San Juan. La miró el Señor y la bendijo. Visión profética que anunciaba la misión de Catalina en bien del papado.

Pronto nació la idea de hacerse Terciaria dominica. Le gustaba sobremanera la vida de los dominicos, empleada en estudiar, orar y predicar. En algún momento incluso pensó en vestirse de niño para entrar como novicio. Jácomo, su padre, vió un día una blaca paloma que entró donde ella estaba orando y se le puso quieta en la cabeza. Le abrió esto los ojos para ver que su hija era objeto de complacencias divinas y desde entonces prohibió que la molestasen. A los dieciseis años obtuvo el permiso paterno para entrar con las Terciarias. Al verse con el hábito de una Orden de Penitencia, redobló sus mortificaciones que comenzaron desde muy niña. Su abstinencia era asombrosa, su cama, el suelo o una tabla, y usaba cilicio y disciplinas.

Continuó socorriendo a los pobres sin descanso, y hasta el mismo Cristo se le presentó un día en la figura de un forastero que le pidió ropa. Después se le aparece como Jesús y le regala un vestido como prenda del que le dará en la gloria. Tenía frecuentes visiones de Jesús y santos; un día se le presentó Jesús y le dijo:

“Puesto que has dejado los placeres y diversiones del mundo por amor a mí, quiero desposarme contigo”.

Al punto entraron en ese bendito cuarto, la Santísima Virgen, San Juan Evangelista, San Pablo Apóstol, Santo Domingo y el Rey David con su arpa. La Madre de Dios tomó la mano de Catalina y se la presentó a Jesús para que le diera la suya, pidiéndole que se desposara con la Santa. Así lo hizo Jesús, y tomando un anillo se lo puso en el dedo diciéndole: Yo, tu Creador y Salvador te desposo conmigo en la fe; consérvalo puro hasta que celebremos las bodas eternas en el cielo.

siena

La ceremonia terminó y el anillo quedó en el dedo para siempre, aunque sólo ella lo veía. A su casa llegaban justos, pecadores, jávenes, maduros, sacerdotes, religiosos, nobles, sabios, hombres de toda condición en busca de luces y en ruego de ser convertidos. Todos, aún los soberbios o curiosos que iban por probarla, se retiraban seducidos y totalmente cambiados. Le concedió Jesús la gracia de permutar las penas de otros si las asumía ella; así su propio padre fue preservado de ir al purgatorio a cambio de un dolor que sintió Catalina en su costado y que le duró toda la vida.

También para su madre, Catalina logró del Señor la gracia de la resurrección, después que ésta murió sin los sacramentos. Movida de su amor al prójimo, ya fuera en su casa, en hospitales o en donde quiera que se encontrasen, atendía con admirable solicitud a los enfermos, desvalidos y abandonados. Pero a pesar de su caridad con el prójimo, una vez fue calumniada por una hermana terciaria a la que atendía, acusándola con su Priora. El Señor, para alentar a Catalina se le apareció presentándole una corona de oro y piedras preciosas y otra de espinas, diciéndole que escogiera. Contestó ella: Hace tiempo, Señor, que he renunciado a mi voluntad; pero si a mi arbitrio lo dejáis, hecha está mi elección. Y tomando con ambas manos la corona de espinas se la puso en la cabeza con tal fuerza que se le clavaron las espinas por todas partes. El Señor prometió salir en su defensa, y lo hizo haciendo que el cuerpo y rostro de Catalina fuesen luminosos, lo que fue visto por la terciaria enferma, la cual estupefacta por aquella transfiguración, pidió perdón a la santa y contó a los demás que la había calumniado.

Intimidad y Celebraciones Esponsales con Jesús

Como una consagración más formal a Dios, a los diez y ocho años, Santa Catalina recibió el largo hábito blanco y negro deseado de la tercera orden de Santo Domingo. El hecho de pertenecer a una tercera orden significaba que la persona viviría la espiritualidad Dominica, pero en el mundo secular. Ella fue la primera mujer soltera en ser admitida. A partir de ese momento su celda llego a ser su paraíso, y se ofrecía a si misma en oración y mortificación. Durante tres años vivió como en una ermita, manteniéndose en silencio y sin hablar con nadie excepto Dios y su confesor. Durante este período, había momentos en que formas repugnantes y figuras tentadoras se presentarían en su imaginación, y las tentaciones más degradantes la asediaban. Posteriormente, el diablo extendió en su alma como una nube y una oscuridad tan grande que fue la prueba más severa jamás imaginable. Santa Catalina continuó con un espíritu de oración ferviente, de humildad y de confianza en Dios. Mediante ello perseveró victoriosa, y al final fue liberada de dichas pruebas que solo habían servido para purificar su corazón. Cuando Jesús la visitó después de este tiempo, ella le pregunto: “¿Dónde estabas Tú, mi divino Esposo, mientras yacía en una condición tan abandonada y aterradora?” Ella escuchó una voz que le decía, “Hija, estaba en tu corazón, fortificándote por la gracia.” En 1366, Santa Catalina experimentó lo que se denominaba un ‘matrimonio místicoÂ’ con Jesús. Cuando ella estaba orando en su habitación, se le apareció una visión de Cristo, acompañado por Su madre y un cortejo celestial. Tomando la mano de Santa Catalina, Nuestra Señora la llevó hasta Cristo, quien le colocó un anillo y la desposó Consigo, manifestando que en ese momento ella estaba sustentada por una fe que podría superar todas las tentaciones. Para Catalina, el anillo estaba siempre visible, aunque era invisible para los demás.

Su servicio al prójimo

servicio

Luego de tres años de vida solitaria en su hogar, Santa Catalina sintió que el Señor la estaba llamando en ese momento a llevar una vida más activa. Por lo tanto, comenzó a relacionarse más con los demás y a servirlos. Dios recompensó su caridad con los pobres a través de varios milagros, a menudo multiplicando víveres en sus manos, y haciendo que ella pudiera llevar todo lo necesario a los pobres, lo cual no hubiera podido lograrlo de otro modo a través de su fortaleza natural. En su ardiente caridad, trabajó intensamente por la conversión de los pecadores, ofreciendo sus continuas oraciones y ayunos. En Siena, cuando hubo un terrible brote de peste, trabajó constantemente para aliviar a los enfermos. “Nunca se la vio tan admirable como en ese momento”, escribió un sacerdote que la había conocido desde su infancia. “Siempre estaba con los que padecían por causa de la peste; los preparaba para la muerte y los enterraba con sus propias manos. Yo mismo fui testigo del gozo con que los atendía y de la maravillosa eficacia de sus palabras, que dieron lugar a muchas conversiones.”

Todos sus discursos, acciones y su silencio inducían a los hombres al amor a la virtud, de tal modo a que nadie, de acuerdo al Papa Pío II, que se acercara alguna vez a ella regresaba sin ser una mejor persona. Santa Catalina era capaz de reconciliar a los peores enemigos, más a través de sus oraciones que de sus palabras. Por ejemplo, un hombre a quien ella estaba tratando de persuadir para que llevara una vida virtuosa, cuando Santa Catalina vio que sus palabras no estaban teniendo efecto, ella hizo una pausa repentina en su discurso para ofrecer oraciones por el. Sus oraciones fueron escuchadas en ese mismo instante, y un cambio radical se produjo en el hombre. Luego se reconcilió con sus enemigos y adoptó una vida penitencial. Los pecadores más empedernidos no podían resistir sus exhortaciones y oraciones en pos de un cambio de vida. Miles acudían a escucharla o solo a verla, y fueron ganados por sus palabras y por su ejemplo de arrepentimiento.

Se reunieron alrededor de la santa un grupo de fervientes seguidores. Por ejemplo, un ermitaño de edad avanzada abandonó su soledad para estar cerca de ella porque decía que encontraba más paz de mente y progreso en la virtud siguiéndola que lo que jamás hubiera hallado en su celda. Otro descubrió que cuando ella hablaba, el amor divino se inflamaba en todo su ser, y su desprecio por lo mundano aumentaba. Un cálido afecto la vinculaba a aquellos a quienes ella llamaba su familia espiritual – hijos suyos dados por Dios a quienes podía ayudar a lo largo del camino hacia la perfección. Ellos eran testigos de su espíritu de profecía, su conocimiento de las conciencias de los demás y su extraordinaria luz en las cuestiones espirituales. Ella leía sus pensamientos y frecuentemente tenía conocimiento de sus tentaciones cuando se alejaban de ella. En ese momento la opinión pública acerca de Catalina estaba dividida; varios la reverenciaban como a una santa, mientras que otros la consideraban una fanática o la denunciaban como hipócrita. Su confesor de ese tiempo, el Padre Raimundo, sería posteriormente el biógrafo de la santa.

Una conciliadora para la Iglesia

Uno de los mayores logros de Santa Catalina fue su labor de llevar de vuelta el Papado a Roma a partir de su desplazamiento a Francia. Asimismo, se la llego a reconocer como conciliadora – ella comenzó ayudando a resolver varios conflictos familiares, y luego su trabajo se amplió para incluir el establecimiento de la paz en las ciudades estados italianas. Por ejemplo, en 1375, Santa Catalina tuvo noticias a través de Fray Raimundo de que la gente de Florencia se había adherido a una liga que estaba en contra de la Santa Sede. El Papa Gregorio XI, que residía en Avignon, escribió a la ciudad de Florencia, pero sin éxito. Ocurrieron divisiones internas y asesinatos entre los florentinos, y pronto se demando su reconciliación. Santa Catalina fue enviada por los magistrados de la ciudad como mediadora. Antes de llegar a Florencia, se reunió con los jefes de los magistrados, y la ciudad encomendó toda la situación a su criterio, con la promesa de que debía ser seguida a Avignon por sus Embajadores, quienes debían firmar y ratificar las condiciones de reconciliación y confirmar cada cosa que había hecho. Su Santidad, luego de haber tenido una conferencia con ella, en admiración de su prudencia y santidad, le manifestó: “No deseo nada más que la paz. Dejo esta cuestión totalmente en sus manos; solo le recomiendo el honor de la Iglesia.” Sin embargo, los florentinos no fueron sinceros en su búsqueda de la paz, y continuaron sus intrigas secretas para apartar a toda Italia de su obediencia a la Santa Sede.

La santa tuvo otra misión durante su viaje a Avignon. El Papa Gregorio IX, electo en 1370, tenía su residencia en Avignon, donde los cinco papas previos también habían residido. Los romanos se quejaban de que sus obispos habían abandonado su iglesia durante setenta y cuatro años, y amenazaron con llevar a cabo un cisma. Gregorio XI hizo un voto secreto para regresar a Roma; pero no hallando este deseo agradable a su corte, el mismo consulto a Santa Catalina acerca de esta cuestión, quien le respondió: “Cumpla con su promesa hecha a Dios.” El Papa, sorprendido de que tuviera conocimiento por revelación lo que jamás había revelado a nadie, resolvió inmediatamente hacerlo. La Santa pronto partió de Avignon. Se cuenta con varias cartas escritas por ella y dirigidas al Papa, a fin de adelantar su retorno a Roma, en donde finalmente falleció en 1376.

Posteriormente, Santa Catalina escribió al Papa Gregorio XI en Roma, exhortándole firmemente a contribuir por todos los medios posibles a la paz general de Italia. Su Santidad le encomendó la misión de ir a Florencia, aún dividida y obstinada en su desobediencia. Ella vivió un tiempo allí en medio de varios peligros incluso contra su propia vida. A la larga, ella logró que la gente de Florencia se dispusiera a la sumisión, a la obediencia y a la paz, aunque no bajo la autoridad de Gregorio XI, sino del Papa Urbano VI. Esta reconciliación ocurrió en 1378, luego de lo cual Santa Catalina regresó a Siena.

Conclusión de la Vida de la Santa

santa catalina de siena

Santa Catalina regreso de esta manera a Siena, donde prosiguió su vida de oración. Ella obtuvo la unión perpetua de su alma con Dios. Aunque a veces estuviera obligada a conversar con diferentes personas sobre varios y diversos asuntos, ella siempre estaba ocupada y absorta en Dios. En una visión, Jesús se le presentó con dos coronas, una de oro y otra de espinas, ofreciéndole elegir con cual de las dos se complacería. Ella respondió: “Yo deseo, Oh Señor, vivir aquí siempre conforme a tu pasión, y encontrar en el dolor y en el sufrimiento mi reposo y deleite.” Luego, tomando ansiosamente la corona de espinas, se la colocó sobre la cabeza.

En 1378, cuando Urbano VI fue electo Papa, su temperamento hizo que los cardenales se distanciaran, y que varios de ellos se retiraran. Luego declararon la elección nula, y eligieron a Clemente VII, con quien se retiraron de Italia y residieron en Avignon. Santa Catalina escribió largas cartas a los cardenales quienes primero habían reconocido a Urbano, y luego eligieron a otro; presionándolos a volver a su pastor legal. Ella también le escribió a Urbano mismo, exhortándolo a sobrellevar con temple y gozo los problemas en que se encontraba, y a aplacar el temperamento que le había llevado a tener tantos enemigos. A través del Padre Raimundo de Capua, su confesor y posteriormente su biógrafo, el Papa pidió a Santa Catalina regresar a Roma. El la escuchó y siguió sus instrucciones. Ella también escribió a los reyes de Francia y de Hungría para exhortarlos a renunciar al cisma.

Gracias a www.corazones.org por este material


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Nuestra Señora de Montserrat https://www.reinadelcielo.org/nuestra-senora-de-montserrat/ Fri, 26 Apr 2024 06:11:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=22019 La montaña de Montserrat, en Cataluña, famosa entre las montañas por su rara configuración, ha sido desde tiempos remotos uno de los lugares escogidos por la Santísima Virgen para manifestar su maternal presencia entre los hombres. Bajo la advocación plurisecular de Santa María de Montserrat, la Madre de Dios y Madre de la Iglesia ha dispensado sus bendiciones sobre los devotos de todo el mundo que a Ella han acudido a través de los siglos. Pero su maternidad se ha dejado sentir más particularmente, desde los pequeños orígenes de la devoción y en todas las épocas de su desarrollo, sobre las tierras presididas por la montaña que levanta su extraordinaria mole en el mismo corazón geográfico de Cataluña. Con razón, pues, la Iglesia, por boca de León XIII, ratificando una realidad afirmada por la historia de numerosas generaciones, proclamó a Nuestra Señora de Montserrat como Patrona de las diócesis catalanas, señalando. asimismo una especial solemnidad litúrgica para honrar a la Santísima Virgen y darle gracias por todos sus beneficios bajo esta su peculiar advocación.

Aunque la devoción a la Virgen Santísima en Montserrat sea, con toda verosimilitud, bastante más antigua, consta, por lo menos, históricamente que en el siglo IX existía en la montaña una ermita dedicada a Santa María. El padre de la patria Wifredo el Velloso la cede, junto con otras tres ermitas de Montserrat, al monasterio de Santa María de Ripoll. Será un gran prelado de este monasterio, figura señera de la Iglesia de su tiempo, el abad Oliva, quien siglo y medio después, estableciendo una pequeña comunidad monástica junto a la ermita de Santa María, dará a la devoción el impulso que la habrá de llevar a la gran expansión futura.

El culto a Santa María en Montserrat queda concretado bien pronto en una imagen. La misma que veneramos hoy. La leyenda dice que San Lucas la labró con los instrumentos del taller de San José, teniendo como modelo a la misma Madre de Jesús, y que San Pedro la trasladó a Barcelona. Escondida por los cristianos, ante la invasión de los moros, en una cueva de la montaña de Montserrat, fue milagrosamente hallada en los primeros tiempos de la Reconquista y también maravillosamente dio origen a la iglesia y monasterio que se erigieron para cobijarla. En realidad, Santa María de Montserrat es una hermosa talla románica del siglo XII. Dorada y policromada, se presenta sentada sobre un pequeño trono en actitud hierática de realeza, teniendo al Niño sobre sus rodillas, protegido por su mano izquierda, mientras en la derecha sostiene una esfera. El Niño levanta la diestra en acto de bendecir y en su izquierda sostiene una piña. Rostro y manos de las dos figuras ofrecen la particularidad de su color negro, debido en buena parte, según opinión de los historiadores, al humo de las velas y lámparas ofrecidas por los devotos en el transcurso de varios siglos. Así es como la Virgen de Montserrat se cuenta entre las más señaladas Vírgenes negras y recibe de los devotos el apelativo cariñoso de Moreneta.

Presidida por esta imagen, la devoción a Santa María de Montserrat se extendió rápidamente por las tierras de Cataluña y, llevada por la fama de los milagros que se obraban en la montaña, alcanzó bien pronto a otros puntos de la Península y se divulgó por el centro de Europa. Las conquistas de la corona catalano-aragonesa la difunden hacia Oriente, estableciéndola sobre todo firmemente en Italia, en donde pasan de ciento cincuenta las iglesias y capillas que se dedicaron a la Virgen negra. Más tarde el descubrimiento de América y el apogeo del imperio hispánico la extienden y consolidan en el mundo entonces conocido. No sólo se dedican a Nuestra Señora de Montserrat las primeras iglesias del Nuevo Mundo, no sólo se multiplican allí los templos, altares, monasterios e incluso poblaciones a Ella dedicados, sino que la advocación mariana de la montaña sigue también los grandes caminos de Europa y llega, por ejemplo, hasta presidir la capilla palatina de la corte vienesa del emperador. Si para España, en los momentos de su plenitud histórica, la Virgen morena de Montserrat es la Virgen imperial que preside sus empresas y centra sus fervores marianos, la misma advocación de Santa María de Montserrat. se presenta en la historia de la piedad mariana como la primera advocación de origen geográfico que alcanza, con las proporciones de la época, un renombre universal.

Es interminable la sucesión de personalidades señaladas por la devoción a Santa María de Montserrat. Los santos la visitan en su santuario: San Juan de Mata, San Pedro Nolasco, San Raimundo de Peñafort, San Vicente Ferrer, San Luis Gonzaga, San Francisco de Borja, San José de Calasanz, San Benito Labre, el Beato Diego de Cádiz, San Antonio María Claret, y sobre todo San Ignacio de Loyola, convertido en capitán del espíritu a los pies de la Virgen negra. Los monarcas y los poderosos suben también a honrarla en su montaña: después del paso de todos los reyes de la corona catalano-aragonesa, con sus dignatarios y con sus casas nobles, el emperador Carlos V visita Montserrat no menos de nueve veces y Felipe II, igualmente devoto de Santa María, se complace en la conversación con sus monjes y sus ermitaños. Es conocida la muerte de ambos monarcas sosteniendo en su mano vacilante la vela bendecida de Nuestra Señora de Montserrat. Los papas se sienten atraídos por la fama de los milagros y el fervor de las multitudes y colman de privilegios al santuario y a su Cofradía. Esa agrupación devota, instituida ya en el siglo XIII para prolongar con sus vínculos espirituales la permanencia de los fieles en Montserrat, constituye uno de los principales medios para la difusión del culto a la Virgen negra de la montaña, hasta llegar a la recobrada pujanza de nuestros días. Las más diversas poblaciones tienen actualmente sus iglesias, capillas o altares dedicados a Nuestra Señora de Montserrat, desde Roma a Manila o Tokio, por ejemplo, pasando al azar por París, Lourdes, Buenos Aires, Jerusalén, Bombay, Nueva York, Florencia, Tánger, Praga, Montevideo o Viena. Los poetas y literatos de todos los tiempos forman también en la sucesión de devotos de Santa María de Montserrat: Alfonso el Sabio la dedica varias cantigas, el canciller de Ayala, Cervantes, Lope de Vega, Goethe, Schiller, Mistral, con los escritores catalanes en su totalidad, cantan las glorias de la Moreneta, de su santuario, de su montaña. Familias distinguidas y humildes devotos se honran en ofrecer sus donativos a la Virgen, para sostener la tradicional magnificencia de su culto, atendido desde los orígenes por los monjes benedictinos, y para cooperar al crecimiento y esplendor de la devoción. Es ésta una bella constante de la historia de Montserrat, desde las antiguas donaciones consignadas en los documentos más primitivos, pasando por el trono de catorce arrobas de plata ofrendado por la familia de los Cardona y el retablo policromado del altar mayor que costeó la munificencia de Felipe II, hasta el trono y la campana mayor de nuestros días, sufragados por fervorosa suscripción popular. También las familias devotas de todas las épocas han tenido un verdadero honor en que sus hijos consagraran los años de la niñez al servicio de Santa María, encuadrados en la famosa Escolanía o agrupación de niños cantores consagrados al culto, importante asimismo por la escuela tradicional de canto y composición que forman sus maestros, existente ya con seguridad en el siglo XIII y probablemente tan antigua como el santuario. Con sus actuaciones musicales, siempre tan admiradas, en la liturgia de Montserrat esos niños constituyen una de las notas más típicas e inseparables de la devoción a la Virgen negra, a cuya imagen aparecen íntimamente unidos en la realidad de su propia vida como en el sencillo simbolismo de las antiguas estampas y las modernas pinturas de Nuestra Señora de Montserrat.

A lo largo de más de mil años de historia, en el despliegue de un conjunto tan singular como el que forma la montaña con la ermita inicial, con el santuario y con el monasterio, la Santísima Virgen, en su advocación de Montserrat, ha recibido el culto de las generaciones y ha dispensado sus gracias, sensibles o tal vez ocultas, a quienes la han invocado con fervor. Hoy como nunca suben numerosas multitudes a Montserrat. Peregrinos en su mayoría, pero también no pocos movidos por respetuosa curiosidad. El lugar exige un viaje ex profeso, pero las estadísticas hablan de cifras que cada vez se acercan más al millón anual y que en un solo día pueden redondear fácilmente los diez o doce mil, con un porcentaje siempre acentuado de visitantes extranjeros. En Montserrat encuentran una montaña sorprendente, maravillosa por su configuración peculiar. Encuentran un santuario que les ofrece ciertos tesoros artísticos y humildes valores de espiritualidad humana y sobrenatural. Encuentran la magnificencia del culto litúrgico de la Iglesia, servido por una comunidad de más de ciento cincuenta monjes que consagran su vida a la búsqueda de Dios, a la asistencia de los mismos fieles, a la labor científica y cultural, a los trabajos artísticos. Hijos de San Benito, esos monjes oran, trabajan y se santifican santificando, esforzándose por corresponder a las justas exigencias del pueblo fiel, que confía en su intercesión y busca en ellos una orientación para la vida espiritual y también humana. Por su unión íntima con el monasterio, en fin, el santuario aparece caracterizado como el santuario del culto solemne, del canto de los monjes y especialmente de los niños; pero sobre todo como el santuario de la participación viva de los fieles en la liturgia, o, resumiendo la idea con frase expresiva, como el santuario del misal.

Todo esto encuentra el peregrino en Montserrat. Pero por encima de todas esas manifestaciones, y en el fondo de todas ellas, encuentra a la Santísima Virgen, la cual, como en tantos otros lugares de la tierra, aunque siempre con un matiz particular y distinto, ha querido hacerse presente en Montserrat.

En 1881 fue coronada canónicamente la imagen de Nuestra Señora de Montserrat. Era la primera en España que recibía esta distinción. El mismo León XIII la señalaba como Patrona de las diócesis catalanas y concedía a su culto una especial solemnidad con misa y oficio propios. Hasta entonces la fiesta principal del santuario había sido la de la Natividad de Nuestra Señora, el 8 de septiembre. En realidad, esta solemne fiesta no debía perder su tradicional significación. Todavía hoy conserva su carácter como de fiesta mayor, popular, del santuario. Pero una nueva festividad, con característica de patronal, venía a honrar expresamente a la Santísima Virgen en su advocación de Montserrat. Es la fiesta que no puede dejar de celebrar hoy todo buen devoto de la Virgen negra. Situada al principio como fiesta variable en el mes de abril, después de una breve fluctuación quedó fijada para el día 27 de abril. El misterio que la preside es el de la Visitación. En verdad, la Santísima Virgen visita en la montaña a los que acuden a venerarla y, como pide la oración de la solemnidad, les dispone para llegar a la Montaña que es Jesucristo.

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Fuente: Catholic.net


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