miedo – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Fri, 27 Mar 2020 20:46:11 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 Grietas en el alma https://www.reinadelcielo.org/grietas-en-el-alma/ Fri, 27 Mar 2020 16:57:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=428 Un valle rodeado de montañas, a derecha e izquierda, y en el centro un imponente dique de cemento de cientos de metros de altura. Silencio absoluto, nada se mueve alrededor. En un instante todo se ha detenido, el tiempo, los bosques en las laderas. Si bien no se ve la superficie del lago que está del otro lado del muro, uno sabe que allá arriba hay una pared de agua alta como un enorme edificio, que amenazante presiona sobre el cemento. Mi atención se concentra en un punto en el muro, hasta advertir una pequeña grieta por la que gotea amenazador un hilo de agua, que corre lentamente por la pared vertical de hormigón.

Lago (ft img)

Esta imagen quedó retratada en mi mente por alguna película que he visto en mi infancia. Todavía siento la tensión y el temor asociado a lo que ineludiblemente se precipitará en cuanto la grieta se abra más y más, hasta dejar que el lago pase en forma atronadora destruyendo y matando gente valle abajo, donde nadie espera semejante cataclismo. Hoy vino a mi mente ésta imagen porque vi a una persona que tenía una grieta en el alma tiempo atrás, que ahora es un hueco enorme por el que se precipitan en forma atronadora las aguas de las miserias humanas, arrastrando su propia alma y amenazando a las de las que la rodean.

Desde nuestra naturaleza humana débil y expuesta a la tentación, todos tenemos grietas en nuestra alma que esconden el riesgo de abrirse, hasta dejar pasar los torrentes del pecado. Es algo que todo director espiritual observa, y trata de contener para evitar que un alma se precipite hacia la oscuridad espiritual. A veces es algo tan simple como una pequeña llama de envidia, que aparece aquí y allá, de forma insinuada o poco visible. Sin embargo, con el tiempo esa grieta de envidia puede crecer hasta dejar pasar mares de celos, resentimiento, y finalmente maldad abierta y practicada con total desembozo.

Otras veces es la vanidad, una pequeñísima inclinación a querer lucir mejor que los demás. Esta vanidad puede ser física, o también puede ser la peor de todas: la vanidad intelectual, capaz de destruir un alma con la fuerza de un huracán espiritual. Cuando estas grietas de vanidad dejan que un alma acepte comportamientos que la mueven más y más hacia lo exterior, se va produciendo un sepultamiento de la espiritualidad, del interior de la persona. Vanidad física o vanidad intelectual, ambas abren una grieta gigantesca que finalmente deja paso a un mar tumultuoso que atrapa al alma y la ahoga en el torbellino de la ceguera espiritual.

servicio

También las pequeñas grietas de miedo que a veces amenazan nuestro dique espiritual constituyen una puerta por la que se puede precipitar el mar del pecado. Miedo que al principio es nada más que una respuesta natural a situaciones que nos ponen a riesgo, que nos someten a preocupaciones y angustias. Pero esa grieta de miedo, cuando se profundiza, deja paso a mecanismos que supuestamente evitan futuros miedos, dándonos seguridad. Esas respuestas de nuestra alma no hacen más que alejarnos de Aquel en quien debemos confiar todo, El que es la única fuente de seguridad y confianza. El miedo fractura nuestro dique y nos deja sujetos a nuestros propios recursos, como si pudiéramos hacer algo sin El, sin Dios. La confianza, única forma de cerrar definitivamente la grieta del miedo, sólo debe ser puesta en Dios, nunca en nosotros.

Y la ambición, esa grieta que suele presentarse como forma de darnos seguridad y tranquilidad en un mundo donde lo material nos invade a diestra y siniestra. Ambición que empieza como el deseo de tener un empleo o fuente de ingresos estable, puede agrietarse y transformase en un cataclismo espiritual donde todo vale con tal de progresar y sostenerse. Un poco más, un poco más y ya llego a tener lo suficiente. Luego pediré perdón a Dios por toda la mentira y todas las traiciones realizadas por acumular un poco más de dinero o de sostener mi posición social. Cuando se rompe el dique de nuestra alma por la ruptura de una grieta de ambición, se precipitan mares de avaricia, de mentira y de traición.

Estas pequeñas grietas que solemos tener en nuestra alma deben ser observadas, y reparadas en cuando aparecen. Es importante que todos sepamos reconocerlas en nosotros mismos, cuando se manifiestan. Pero más importante aún es verlas en quienes están a nuestro cargo, o están cerca nuestro. Qué triste es ver a una persona en una edad joven, y luego ver a esa misma alma en una edad madura con enormes grietas que han colapsado y transformado la frescura juvenil en oscuridad interior, en falta de fe y vida espiritual.

Las grietas están presentes en nuestra alma, y el silencio que las rodea presagia un posible desastre espiritual si es que nadie se hace cargo de repararlas, ya seamos nosotros mismos o alguien que por amor nos ayude a cerrarlas definitivamente. Pero en cualquier caso oremos a Dios para que el mar de la oscuridad y el pecado no venzan los muros de nuestra alma a través de esas sutiles fracturas, de esas silenciosas grietas que se ciernen sobre nuestro futuro, sobre el futuro de nuestra alma. Nuestra confianza debe estar puesta en El, que por amor nos protegerá, nos dará fortaleza, fe y esperanza. Con El tenemos todo lo necesario para vencer, para salir triunfadores en la lucha contra nuestras propias debilidades.


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Oficial soviético, esposo y padre, viudo y finalmente sacerdote https://www.reinadelcielo.org/oficial-sovietico-esposo-y-padre-viudo-y-finalmente-sacerdote/ Fri, 02 Aug 2019 18:20:52 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=22974 La historia del padre Víctor Pogrebnii comienza en el pueblo de Slobozia-Rascov, en el corazón del actual territorio separatista de Transnistria, que todavía compite con la República de Moldavia, la cual, después de la caída de la Unión Soviética, aún reclama a día de hoy su jurisdicción. Este sencillo pueblo ha dado a luz a muchos sacerdotes católicos y a un obispo a lo largo de los años, gracias a una comunidad católica viva y de la que el joven Victor Pogrebnii también era miembro. Una comunidad que nunca a temido dar testimonio de la fe, hasta el punto de construir una iglesia sin ninguna autorización, y todo esto en los años setenta, es decir, en el corazón del régimen comunista.

Elección militar sin renunciar a la fe

El deseo de Víctor de ser sacerdote se rompe el día en que fue llamado a realizar el servicio militar en la marina soviética, dejando Slobozia-Rascov. Fue una separación definitiva, porque después de haber llevado a cabo el período de servicio militar y haber sido reconocido por tener buenas cualidades, comenzó una carrera militar, hasta los más altos grados como oficial, y después de haber asistido a la escuela militar de Kaliningrado, y no el seminario, que era su verdadera aspiración. Lejos de su pueblo natal y aún más lejos de su deseo de ser sacerdote, su vida dio un giro radical. Él mismo cuenta: “No perdí la fe y mantuve todo lo que mis padres me enseñaron, pero a esas alturas me había embarcado en una carrera militar, me estimaban y también me daban responsabilidades. Mi vida había cambiado y también había conocido a una buena chica, que se convirtió en mi esposa en 1970, así que al altar llegué, pero para ser un buen esposo”.

Miedo a ser descubierto rezando

El padre Víctor relata su fe, difícil de conciliar con el régimen comunista siempre sospechoso y dentro de la rigurosa estructura militar. Él mismo cuenta: “Fue un mal momento cuando estando de guardia en una instalación militar en el polo norte mis superiores encontraron el texto del Evangelio”. Y también cuando la policía me encontró ayudando en la construcción de la iglesia de Slobozia-Rascov. Por este episodio, fui informado a los superiores y me interrogaron. Cuando podía asistía a una iglesia católica que estaba frente a las oficinas de la KGB, para entrar tuve que tener cuidado de no ser descubierto. Era un católico clandestino, escondido y con miedo. También intenté entender si entre mis compañeros había algún otro católico, pero era imposible exponerse”.

“Mi vida ya estaba trazada – continúa el padre Víctor – y amaba a mi esposa, de hecho, de nuestro vínculo nacieron dos hijos, y luego sus matrimonios, y más tarde me convertí en abuelo gracias al regalo de tres nietos. Pero también tuve la alegría de seguir el camino de mi hermano, que se convirtió en sacerdote”.

Finalmente libre para creer

Con la caída del régimen comunista, la vida de Víctor experimentó un cambio radical y, sobre todo, volvió a encontrar la serenidad de la fe, la posibilidad de educar a sus hijos a la vida cristiana sin temor. Su vida fue la de un militar y posteriormente, con el paso de los años, la de un pensionista, ahora tranquilo con su familia y dedicado al cuidado de sus hijos y nietos. Pero en 2008 su esposa fallece y Victor, que se encontraba solo, comienza a repensar en su vocación inicial, nunca abandonada, de ser sacerdote. De hecho, el Obispo de Kiev lo recibió en el Seminario en el mismo año y cuatro años después, en 2012, precisamente el 7 de enero, se presentó nuevamente ante el altar del Señor, pero esta vez para recibir la unción sacerdotal, rodeado de familiares y de su hermano menor, ya sacerdote desde hacía varios años.

Víctor con su esposa y primer hijo

“No puedo explicar la emoción de ese momento – explica padre Víctor – y sobre todo esta inmersión con la fe en mi pasado, a una edad temprana con la comunidad de Slobozia-Rascov. Pero al mismo tiempo pensaba en mi esposa y en el hecho de que ella estaba feliz, allí en el cielo, con esta nueva elección mía. Antes de embarcar mi formación en el seminario, quise escuchar a mis hijos y entender cómo ellos veían esta decisión mía. Encontré en ellos una comprensión maravillosa, que me hizo sentirme aún más convencido de mi elección, que de ninguna manera anulaba mi pasado como esposo y padre, sino que hacía posible una vocación que tenía que esperar sus tiempos y pasar por el difícil juicio de un régimen sufrido”.Después de la ordenación sacerdotal, el Obispo de Kiev lo insertó en algunas parroquias, de manera que volvió a ser padre, con una familia más amplia, y con la responsabilidad de verlo día tras día dedicarse a las comunidades que se le confiaron, con la juventud interior de un sacerdote feliz.

Un pasado que le persigue

P. Victor (al centro) concelebrando en la Catedral de ChişinăuP. Victor (al centro) concelebrando en la Catedral de Chişinău

Pero aún le esperaban tiempos nuevos y difíciles, de hecho, su pasado como militar soviético y también como ciudadano ruso no le permitieron permanecer en Ucrania cuando las relaciones de Rusia con este país se deterioraron hasta el conocido conflicto. Entonces, el padre Víctor reunió sus pertenencias, abandonó la diócesis de Kiev y se refugió en Crimea, que recientemente había regresado a ser territorio ruso. El Obispo de Odessa, de quien dependía Crimea, lo insertó en una parroquia en Sinferopoli, y así volvió a servir a otra comunidad, siempre con el espíritu del buen padre.P. Victor (al centro) concelebrando en la Catedral de ChişinăuP. Victor (al centro) concelebrando en la Catedral de Chişinău

A principios de 2019, con setenta y tres años, pero con un espíritu juvenil, sus pensamientos corrieron hacia la patria, la pequeña Slobozia-Rascov, y sintió la necesidad, ahora con una cierta edad, de regresar. De hecho, se puso en contacto con el Obispo de Chisinau, Mons. Anton Cosa, y le pidió que evaluara la posibilidad de regresar a la tierra de su familia de origen.

Me conmovió la historia de este sacerdote – dice el Obispo Anton Cosa – y su deseo de regresar al pueblo de Slobozia-Rascov, para encontrar su comunidad de origen. Le invité a que viniera para conocerlo y hablar, vivir juntos durante unos días, hacerle conocer el clero de mi diócesis. Descubrí a un hombre ciertamente probado por su larga y dolorosa historia, pero feliz de entregarse y dar testimonio de su experiencia como sacerdote. Lo vi llegar con pocas cosas, con el espíritu esencial de los militares, pero con el corazón grande y servicial del sacerdote y del padre”.

La amistad con el Obispo de Chişinău

Padre Victor Pogrebnii con el Obispos de Chişinău S.E. Anton Cosa

Durante su estancia inicial en Chişinău, Moldavia, el padre Victor quería ir a Slobozia-Rascov para poner en orden el lugar donde están enterrados sus padres, como si quisiera revivir una historia pasada y comenzar de nuevo desde la comunidad donde había desarrollado el deseo de ser sacerdote, pero desde donde en realidad había comenzado su peregrinación que con el tiempo le había pedido que viviera diferentes experiencias, para luego regresar al origen de su fe y vocación.

Mirando algunas fotos que lo retratan como militar y otras que lo ven celebrar la Eucaristía, el Padre Víctor admite hoy con emoción que en la vida de fe uno debe dejarse sorprender por el buen Dios, de hecho, él mismo dice: “todo podía pensar, menos de ser sacerdote. Pero es verdad, Dios escucha la oración de los pobres. ¡Mi oración!”.

“Ahora regreso al Obispo de Odessa, a quien presentaré mi humilde solicitud de regresar a la tierra de mi familia, y si el buen Dios quiere, recogeré –  continúa – mis pocas cosas para luego regresar a casa a Slobozia-Rascov, y como el viejo Simeón poder decir “ahora, Señor, que tu siervo vaya en paz”. Aquí sé que me espera el buen Obispo Anton Cosa, a quien he entragado mi historia y él, con la sabiduría del pastor, sabrá confiar a este sacerdote, a pesar de su edad, un rincón para seguir siendo un buen padre”.

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Fuente: Religión en Libertad


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