luchar – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Fri, 22 Mar 2024 07:35:07 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 Si fuéramos buenos https://www.reinadelcielo.org/si-fueramos-buenos/ Fri, 22 Mar 2024 06:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=572 ]]> Si fuéramos buenos, querríamos estar siempre últimos, y no primeros.
Rogaríamos no ser invitados al escenario, ni a tomar el micrófono, ni a estar bajo el haz de los reflectores del mundo.

Si fuéramos buenos, disputaríamos dar lo mejor, y no recibir lo mejor.
Insistiríamos ante quienes nos rodean, con fuerza y convicción, en que nos permitan darles lo mejor que tenemos, rechazando lo bueno que ellos nos ofrecen, para que sean ellos quienes lo disfrutan.

Si fuéramos buenos, no pensaríamos mal de los demás, sino que buscaríamos todo el tiempo la forma de comprender los actos de nuestros hermanos, como surgidos de una buena intención.

Si fuéramos buenos, viviríamos la vida con optimismo y esperanza, confiados en que cada día es un regalo maravilloso e irrepetible. Sin lugar para la depresión o las tristezas no justificadas, iluminaríamos el mundo con nuestras alegres miradas.

Si fuéramos buenos, nos alegraríamos infinitamente de todo lo bueno que les ocurre a los demás, sin hacer comparaciones con lo que nosotros somos o tenemos.

Si fuéramos buenos, daríamos gracias cada día a Dios por todo lo que El no nos da, porque ésta es Su forma de invitarnos a compartir Su Cruz.

Abrazo de Dios

Si fuéramos buenos, obedeceríamos con alegría a quienes Dios pone en nuestro camino como guías, sean nuestros padres, jefes, o nuestros maestros.

Si fuéramos buenos, buscaríamos por todos los medios no utilizar palabras que puedan herir a los demás, suavizando nuestro lenguaje hasta hacerlo un medio de transmitir hasta la noticia más dura, con ternura y sinceridad.

Si fuéramos buenos, no dejaríamos de hacer aquellas cosas que nos duelan, pero que por amor y justicia corresponden ser hechas.

Si fuéramos buenos, no sentiríamos vergüenza de dar testimonio de ser hijos de Dios, de amarlo por sobre todas las cosas, supeditando todos los actos de nuestra vida a Su Voluntad.

Si fuéramos buenos, seríamos verdaderos paladines en la defensa de la verdad, de la justicia, y de la búsqueda del camino de la luz.

Si fuéramos buenos, no dejaríamos sin ayuda a ese niño que hoy nos pidió dinero en la calle.

Si fuéramos buenos, le diríamos a nuestro padre y a nuestra madre que los amamos, que los necesitamos, y que el mundo no sería el mismo sin ellos.
Si fuéramos buenos, escucharíamos a nuestros hijos cuando nos dicen que nos aman, que nos necesitan, aunque lo hagan con palabras que no comprendemos totalmente.

Si fuéramos buenos, amaríamos la vida que Dios nos da, y la defenderíamos a muerte. Millones de niños abortados tendrían un ejército de mujeres y hombres dispuestos a luchar hasta detener esta matanza.

Si fuéramos buenos, daríamos el ciento por uno en retribución, por cada don que Dios nos da.

Si fuéramos buenos, veríamos en cada paso de nuestra vida, una oportunidad de ver la Mano de Dios obrando a nuestro alrededor. Y dejaríamos que sea El el que guíe nuestro camino.

Si fuéramos buenos, amaríamos…


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Jesús nos trae la Vida https://www.reinadelcielo.org/jesus-nos-trae-la-vida/ Fri, 03 Sep 2021 11:29:49 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=7886 ]]> Cuando miro en mi interior siento que veo como un gran signo de neón que fulgurante me encandila con una palabra: ¡Misterio! La palabra misterio refleja los insondables miedos que siempre me han perseguido. Es el no saber, no ver, no poder salir. Es como caminar en un bosque cubierto de una espesa bruma que hace a todas las direcciones iguales. Donde miro veo los mismos árboles, todos los senderos son iguales y no llevan a ningún lugar. El insondable misterio interior me envuelve hasta hacerme detener mi andar porque ya no puedo seguir, necesito ver con claridad que hay allí.

Nuestra alma es como ese bosque cubierto de una bruma espesa, un lugar misterioso que se niega a abrirse plenamente a nuestro entendimiento. Un santuario sagrado que hace del misterio su esencia. Y sin embargo, por más extraño que parezca, nuestra misión de vida es escudriñar en nuestra alma hasta poder comprender qué extrañas cosas se esconden allí dentro. Esa bruma y ese bosque son una imagen muy apropiada del camino que encontraremos cuando nos decidamos a indagar sobre los motivos y las motivaciones que habitan en nuestro interior más profundo. Y ese misterio tiene un propósito espiritual, porque cuando creemos que conocemos a nuestra alma en profundidad nos arriesgamos a equivocarnos de modo catastrófico.

Hemos sido creados por Dios así, carne y espíritu, cuerpo y alma, una unidad indivisible que sin embargo parece no querer actuar de modo coordinado. Es como que los días han sido creados para nuestro cuerpo y las noches para nuestra alma. Pareciera que ambas partes de nuestro ser no logran habitar juntas en el mismo espacio de tiempo y lugar. ¡Y sin embargo son algo único e indivisible! El cuerpo es tangible, experimentable, y hace que nuestra realidad diaria se mueva alrededor de sus caprichos y necesidades. Que tenemos que comer, que debemos tener seguridades para el futuro, que nos gusta esta cosa, o la otra.

El alma, mientras tanto, está escondida en ese bosque brumoso y clama a gritos para que la reconozcamos, para que le demos espacio en nuestra mente. La palabra misterio nos hace alejarnos de ella, ignorarla. Y sin embargo hay algo allí que nos atrae, algo nos dice que en ese bosque brumoso se esconden las respuestas a nuestras preguntas fundamentales, esas que dan sentido a nuestro viaje por este mundo. Por espacios de tiempo pareciera despejarse la bruma y el misterio se insinúa ante nosotros como un desafío posible, como una necesidad imperiosa, como una pregunta que quizás tenga respuestas en ese bosque misterioso de nuestro interior.

Pero la carne llama y el misterio vuelve a abatirse sobre el bosque cerrado, dándonos nuevamente la espalda sobre el entendimiento de las verdades fundamentales. Hasta que un día descubrimos una llave, un paso secreto que despeja la niebla, abate el misterio y nos deja a solas en medio de un día increíblemente soleado, claro y diáfano como el sol del mediodía en medio de un desierto. Ese día descubrimos la experiencia de estar a solas y presentes en nuestra alma, en nuestra esencia espiritual. Somos carne, cuerpo, pero allí comprendemos y aceptamos que somos algo mucho más sublime, maravilloso, algo llamado a vivir eternamente.

¡Somos espíritu!

Jesús puerto seguro

La llave, el mecanismo secreto ante el cual la palabra misterio se rinde sin luchar, es tan simple como un dialogo entablado con un amigo cercano. Es cerrar los ojos y hablar con El, con Jesús, en esa actitud que muchos llaman oración, o contemplación. Es algo tan sencillo, y a la vez tan difícil, como aceptar que El está allí, escuchando, esperando, sonriendo. La llave que disuelve el misterio actúa envolviéndonos de un calor que ahoga nuestros sentidos. Ya no caminamos, sino que volamos. Ya no vivimos, solo reposamos en Su Pecho como lo hizo Juan aquella noche en Jerusalén. Apoyamos nuestra cabeza en Su Pecho y dejamos que el tiempo pase, felices de haber nacido nuevamente, al espíritu, a la vida eterna, al conocimiento de La Verdad, el Camino, la Vida.

Jesús, paciente y silencioso, deja que nuestra alma sane y cicatrice. El cura nuestras heridas, disuelve nuestros recuerdos dolorosos, abre caminos de esperanza a nuestros miedos. Jesús, de modo simple y terminante, nos trae la Vida. Agota todas las preguntas, que ya no necesitan respuestas, porque el misterio ahora pierde su significado. Solo importa haber encontrado al Señor que nos da todas las respuestas, sin decirnos palabra alguna.

El camino de la conversión es siempre adentrarse en escudriñar nuestro misterio interior, hasta descubrir ese secreto escondido, que es nuestra alma. En el momento en que hacemos carne la aceptación de que también somos espíritu, nacemos nuevamente. ¡Nacemos al Espíritu! Es como morir, y salir nuevamente del vientre materno como personas nuevas, pero en este caso convertidos a la aceptación de las verdades eternas, de la vida espiritual, de nuestro destino de Reino.

¡De la existencia innegable y maravillosa de Dios!

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Fuente: Reina del Cielo


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El Camino es la meta https://www.reinadelcielo.org/el-camino-es-la-meta/ Fri, 03 Nov 2017 17:21:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=361 ]]> Más de un millón de jóvenes se pusieron en marcha hoy en Argentina, para peregrinar como todos los años por sesenta kilómetros hasta la Basílica de la Virgencita de Luján, Patrona del país. Virgen gaucha, amiga y compañera, que acompaña a estos chicos en medio de sonrisas, oración, diálogo de amor, verdadera unión. Un millón de jóvenes es una enorme proporción de los habitantes de Buenos Aires, una muestra muy clara de que la juventud mantiene ese fuego en el corazón que es capaz de moverla a tan gran esfuerzo.

Basílica de LujánEmociona el sólo pensar cuantas historias se derraman sobre el asfalto debajo de esos pies cansados que avanzan paso a paso rumbo a la casita de la Madre de Dios. Nada los detiene, miran al frente y sueñan con un futuro lindo y claro, hablan de vocaciones, de carreras, de novias y novios, de frustraciones y fracasos también. La compañía abraza y consuela, fortalece y da ánimos para seguir en el camino de la vida.

La caminata a Luján es como la vida, variada, pero siempre sorprendente. A veces con sol, o lluvia, con frío, o calor, con buena compañía, o solitaria, con ánimo de ruego angustiante, o de agradecimiento ante la gracia recibida. A veces es simplemente una expresión de amor a la Virgen, en otras es una respuesta temprana y apasionada a su llamado amoroso. Pero la caminata es siempre un esfuerzo que nos enseña sobre aquello que es verdaderamente importante en la vida.

Hace algunos años conocí a un hombre que mostraba con orgullo sus proezas como escalador de montañas, Carlos Carsolio. El tenía el record de haber escalado en más oportunidades que nadie las más altas montañas del mundo, casi todas ellas en el Tibet. Había visto perder miembros, por congelamiento, a muchos de sus compañeros, y también vio morir a varios otros, en caídas o por congelamiento y asfixia. Sin embargo, él seguía escalando, rompiendo record tras record, adquiriendo fama en el círculo de los escaladores de altas cimas.

Un día, el hombre entró en una profunda depresión, cayó en un vacío que lo hundióen la inmovilidad absoluta. Había alcanzado tantas cumbres, que ya no tenía metas por delante, todas habían sido superadas. ¿Qué hacer de la vida entonces? Nada lograba motivarlo a seguir el camino, estaba empantanado en una oscuridad existencial asfixiante. Buscó y removió su interior tratando de descubrir una grieta en la que hacerse firme y volver a escalar alturas existenciales donde vuelvan la luz y el aire. Cayó al fondo del vacío una y otra vez, hasta que finalmente vio el camino hacia lo alto.

La motivación que había tenido hasta entonces era la de hacer cima, la de tocar ese instante de fama y gloria, para descender al llano, a soñar con otra cumbre. Pero ahora había comprendido que lo que más había disfrutado no eran esos momentos de fugaz felicidad en la cumbre. Su verdadera felicidad, oculta y silenciosa en el interior de su alma, había estado en escalar, en caminar. Esos largos momentos de subir, de buscar el mejor sendero, de afirmarse en la roca saliente que le permita subir, habían sido su felicidad. Una alegría moderada, pero fuerte, silenciosa y sostenible.

Peregrinación a LujánCarlos comprendió que la verdadera felicidad y motivación estaban en escalar, en el camino, y no en la cima. Las cimas fueron metas circunstanciales, cambiantes, que permitieron y justificaron el lanzarse a andar. Pero fue en el camino que él conoció la verdadera amistad con sus compañeros, fundamentada en el amor de los que comparten el riesgo. Fue en el camino que aprendió a sobrevivir a toda inclemencia. Y fue en el camino también donde probó sus verdaderos límites, se conoció a si mismo en las circunstancias extremas, esas que tensan la cuerda de la vida hasta el límite de casi cortarse. De allí en adelante, él fue feliz escalando, caminando. Las cimas no fueron ya nunca más el centro de su vida, sino un regalo extra que a veces estaba, y a veces no.

Del mismo modo, los chicos peregrinan a Luján sabiendo que es la Virgencita la que los pone en movimiento, la que los invita a caminar como forma de crecer. El punto final del recorrido es un momento de extrema felicidad, por la satisfacción de haberlo logrado, por estar en la casa de María de Nazaret, por estar juntos en el festejo con Jesús Eucarístico. Atrás ha quedado el recuerdo del camino y sus enseñanzas, sentimientos que perdurarán por años y años, frutos de amor y unión.

Sepamos ver en el llamado de la Madre de Dios la invitación a caminar, para que el camino sea un encuentro con Jesús en nuestro corazón. Que el camino nos haga fuertes en la fe, en la esperanza, con los pies cansados, pero con el alma llena de la alegría que sólo proviene de sentirse amigos de Dios. Jesús estará andando a nuestro lado, sonriendo o llorando, abrazándonos o señalándonos la ruta allá adelante, mientras al oído nos dice suavemente: ?Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.? (Juan, cap. 14, vers. 6)


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