levantarse – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Thu, 31 Jan 2019 22:44:51 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 ¿Por qué caemos? https://www.reinadelcielo.org/por-que-caemos/ Fri, 01 Feb 2019 11:01:28 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=1866 ]]> Es, obviamente más fácil ver lo malo en los demás, que verlo en uno mismo. Por eso es que trataré hoy de desarrollar esta invitación a la meditación poniendo el acento en los otros, en el afuera, aunque es obviamente dentro de uno mismo que debemos explorar buscando luces y sombras, elevaciones y caídas espirituales, al fin del día bien y mal.

¿Por qué caemos? Bueno, la primera reflexión debiera referirse a que para caer, tenemos que haber subido antes, al menos algo. Digo esto porque demasiada gente vive en la actualidad revolcándose en el lodo del mundo como puercos en el chiquero, felices de estar enlodados, alegres como chanchos en el revolcadero. Claro, allí no hay mucha caída para analizar, porque simplemente no ha habido elevación alguna. Para ellos, estas palabras sonarán no solo vacías, sino que también ridículas y dignas de risa. Son puntos de vista, diría el cerdo mientras come los restos de basura que le arroja el mundo una y otra vez.

Recemos intensamente por todos aquellos que no conocen a Dios, y que entonces no saben valorar Su Gloria, Su Amor, y no persiguen Su promesa de Reino.

Pero, y más allá del chiquero del mundo actual, es cierto también que vemos muchísima gente que se ha elevado, que ha encontrado el camino de la Gracia, de una vida centrada en valores y en fe. Esto, como diría San Pablo, es Gracia, solo Gracia. Sí, porque es Dios el que ha introducido Su inspiración en esas personas para que lo conozcan, lo busquen, y encontrándolo lo amen como a una perla fina, La Perla más fina que jamás se pueda encontrar.

Manos al cieloLa experiencia de encontrar a Dios, de reconocer Su Mano en la propia alma, no se compara con nada. Es una alegría tan inmensa que ya uno no quiere otra cosa, sólo profundizar el conocimiento de Aquel que se ha hecho presente en nuestras vidas. Es allí donde conocemos el don de lágrimas, ese regalo de Dios que es el llanto espontáneo que surge al reconocerse amado por El. ¡Dios mismo se ha fijado en este minúsculo fruto de Su Creación! Nos parece increíble, no cabemos en nosotros mismos de alegría.

En ese idilio entre nuestra alma y el Alma de Dios que se establece en esos momentos, el Señor derrama signos y huellas indelebles que nos permiten comprender, sin duda alguna, que es El mismo el que nos abraza y consuela. Una y otra vez nos da motivos para llorar de alegría, para reír locamente, con esa locura llamada Fe, que es creer sin ver. Pero para el que ama a Dios, no es locura, es simplemente aceptar con alegría el llamado del Buen Jesús que quiere hacerse nuestro Amigo.

Esto, mis amigos, es elevación espiritual. Es alzarse desde las profundidades del mundo, y acercarse a la Luz, a la Fuente de Luz. La experiencia es tan fuerte, que uno tiende a pensar que no hay camino atrás, que no hay camino de regreso. Y sin embargo, cuanta gente vemos que habiendo llegado a este punto, ponen el freno y vuelven al mundo, dejando el llamado del Señor en punto muerto, o casi muerto. ¿Cómo puede ser? ¿Por qué caemos, cuando ya tuvimos conciencia del Amor de Dios? Esto es muy triste, y cuando lo vemos en los demás, nos da una angustia que oscurece nuestra alma. ¿Cómo puede ser?

Mis amigos, caemos por falta de perseverancia, esa extraordinaria virtud con la que nosotros debemos abonar la semilla de Fe que Dios planta en nosotros. Dios, en algún momento del idilio, retira Sus señales y Sus mimos, y nos deja sujetos a nuestra propia voluntad. Es la hora de la prueba, la hora del desierto, la hora de la perseverancia. Allí todo a nuestro alrededor es invitación a volver al mundo, a caer. Todo es juzgar, racionalizar, celar, envidiar, criticar, murmurar. Es como una red tenebrosa que nos trata de tirar hacia abajo, de frenar nuestro vuelo y transformarlo en caída.

Al fin del día caemos por soberbia, por contar con nuestro entendimiento y nuestras propias fuerzas, en lugar de entregar todo lo que no comprendemos, todo lo que no podemos, a Dios. En la caída está la fuente de la perseverancia. Cuando estamos caidos, sin comprender, sin saber donde ir, encontramos la puerta para volver a elevarnos, diciendo:

Señor, no sé que ocurre, no comprendo nada, pero dejo todo en Tus Manos.

Dios ayudaLos que vemos un hermano que cae y ya no se levanta, sufrimos mucho. No podemos entender la traición a tanta Gracia recibida. ¿Qué estará pensando? ¿Cómo se explicará el haber abandonado el camino que Dios le puso por delante? Duele demasiado. Se reza para que Dios lo vuelva a fortalecer con Sus Gracias, aunque uno sabe que es el alma caída la que tiene que honrar todo lo recibido. Dios invita, pero la respuesta está de nuestro lado. Humanamente, se puede llegar hasta a juzgar a Dios, criticarlo, por no obrar un milagro y encandilar al caído. ¿Quién se atrevería?

Espiritualmente hablando, si vamos a faltar a la Gracia recibida, a caer, sería mejor no haber subido en un primer momento. Si vamos a fallarle a Dios, mejor no haber recibido demasiado de El, por lo aprendido en las enseñanzas de la Parábola de los talentos. Dios nos da, porque sabe cuántos frutos podemos dar, en potencia. Pero somos nosotros los que debemos llevar ese potencial a la realidad, para no decepcionar a Dios.

Qué tristeza, hermanos, es ver caer almas que recibieron tanta pero tanta Gracia. Es algo difícil de sobrellevar, duele muy hondo. Debemos rezar por ellos, para que puedan volver a adherirse al Árbol de la Vida, que es Dios. Y en particular, debemos velar para que no seamos nosotros mismos los que decepcionemos a nuestro Buen Dios, que tanto nos ha dado.

Señor, miro en este momento dentro de mi alma, escudriñando, hurgando en lo profundo. No sé, Señor, si te hago feliz o te entristezco. Sospecho que la enorme cantidad de pecados que llevo en mi cuenta, han lastimado hondamente Tu Corazón Amante. Pero también siento en mi Tu Gracia, Tu Presencia de Amigo, de Padre, de Hermano. Señor, no me dejes caer, porque sólo, yo nada puedo. Sin Ti, nada soy.

Hazme fuerte para que pueda perseverar, hasta el fin

Amén


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Lo bueno y lo malo https://www.reinadelcielo.org/lo-bueno-y-lo-malo/ Fri, 26 Jan 2018 12:28:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=498 ]]> La vida es como un eterno mecerse, hacia adelante, y hacia atrás. Nunca detenerse en el centro, tan sólo una pequeña pasada por momentos de equilibrio, y luego camino al eterno columpio. Recuerda esto a esas ancianas que se apoltronan en su silla mecedora y se pasan horas inclinándose hacia adelante, y hacia atrás. La mirada fija en el horizonte, como horadando en los recuerdos del pasado en un instante, y escrutando en las incertidumbres del futuro al momento siguiente., siempre meciéndose.

De repente la vida me inclina hacia delante, y mi mirada se fija en el horizonte, feliz de estar vivo. Son momentos donde todo parece perfecto, la vida me sonríe y acaricia suavemente, y me invade una sensación de seguridad y confianza. Hasta me parece increíble que tiempo atrás estuviera angustiado y triste. ¿Soy acaso la misma persona, soy yo mismo el que no veía más que los peligros y las tristezas de la vida? Me voy a dormir por la noche con paz en el corazón, y nada puede amenazar mi sueño.

MisericordiaDe repente algo ocurre, y la vida se inclina hacia atrás. Avanzar parece imposible, estoy estaqueado contra el suelo, inmovilizado. Una pesada nube se cierne sobre mí, y los miedos y las angustias me sofocan. Mi pecho parece hundirse y querer ser absorbido por mi estómago, me doblo y hundo en la desesperanza. ¿Soy acaso la misma persona, era yo mismo aquel que lograba ver la vida con alegría y confianza? Me acuesto por la noche, y me duermo pesadamente. Sin embargo, tras pocas horas de sueño profundo me despierto transpirado y lleno de angustias. La noche a mi alrededor parece un pozo sin fondo, por el que caigo sin lograr sujetarme de los riscos que pasan a mi lado mientras me hundo en las profundidades de la desesperanza y el desasosiego.

Me he caído y levantado tantas veces, que ya no me quedan ganas de seguir meciéndome. Cuando estoy en momentos de felicidad, me invade de repente la convicción de que irreversiblemente caeré nuevamente hacia el vacío de los miedos y la angustia. Y cuando estoy en el fondo del pozo, siento tanto cansancio que ya no sé como haré para trepar por las paredes escarpadas para subir a la luz y respirar nuevamente aire fresco. ¿Por qué me ocurre esto? ¿Acaso no hay algo que deba aprender en este eterno mecerme?

“Te basta Mi Gracia”, me dice el Señor en la voz de San Pablo, por lo que he aprendido a rezarle así a mi Buen Jesús:

Gracias Señor por lo bueno y por lo malo que ocurre en mi vida. Lo bueno me recuerda Tu amor, lo malo me templa para merecerlo.

Si, mi Jesús. Cuando Tú me regalas el bien y la esperanza, acepto profundamente en mi corazón que sólo a Ti debo agradecer. Comprendo que debo sumirme en la humildad, en el pleno reconocimiento de que eres Tu el autor de todo lo bueno que viste mis días de luz. Mi mirada fija en el cielo, sonriendo a Tu sonrisa, mi agradecimiento transformado en un hilo que me une indisolublemente a Ti.

Si, mi Jesús. En los días en que la oscuridad se cierne sobre mí como tormenta amenazadora, me inclino ante Ti convencido de que es Tu Voluntad que me abrace a Tu cruz. Nada soy, en Ti me refugio seguro de que la hora de la prueba pasará, y volverás a darme Tu Gracia y envolverme en Tu Paz. Sin los dolores y angustias de la vida no lograría ser Tu amigo, porque sin cruz aceptada con amor no hay unión verdadera contigo.

Si, mi Jesús. He aprendido a ser feliz en los momentos de angustia porque sé que Tú me recogerás de esta noche de mi alma y me volverás a la luz. Y he aprendido también a descansar en los momentos de paz y felicidad, porque sé que es el refugio que Tú me prodigas para prepararme a enfrentar la próxima cruz. Solo te pido, mi Buen Jesús, que me des humildad en la hora de la abundancia y esperanza en la hora de la prueba. Lo demás, lo entrego a Tu Santa Voluntad, para que mi vida ilumine una sonrisa en Tu Divino Rostro.

Por eso te digo, a cada instante: Si, mi Jesús, si, mi Señor, por supuesto que si. A Ti te digo siempre que si.


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