humildad – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Fri, 04 Oct 2024 08:29:28 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 San Francisco de Asís https://www.reinadelcielo.org/san-francisco-de-asis/ Fri, 04 Oct 2024 06:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=10315 ]]>

“Ninguna otra cosa hemos de hacer sino ser solícitos en seguir la voluntad de Dios y en agradarle en todas las cosas.” San Francisco de Asís

Vida de San Francisco

Nació en Asís (Italia), en el año 1182. Después de una juventud disipada en diversiones, se convirtió, renunció a los bienes paternos y se entregó de lleno a Dios. Abrazó la pobreza y vivió una vida evangélica, predicando a todos el amor de Dios. Dio a sus seguidores unas sabias normas, que luego fueron aprobadas por la Santa Sede. Fundó una Orden de frailes y su primera seguidora mujer, Santa Clara que funda las Clarisas, inspirada por Él.

Un santo para todos

Ciertamente no existe ningún santo que sea tan popular como él, tanto entre católicos como entre los protestantes y aun entre los no cristianos. San Francisco de Asís cautivó la imaginación de sus contemporáneos presentándoles la pobreza, la castidad y la obediencia con la pureza y fuerza de un testimonio radical.
Llegó a ser conocido como el Pobre de Asís por su matrimonio con la pobreza, su amor por los pajarillos y toda la naturaleza. Todo ello refleja un alma en la que Dios lo era todo sin división, un alma que se nutría de las verdades de la fe católica y que se había entregado enteramente, no sólo a Cristo, sino a Cristo crucificado.

Nacimiento y vida familiar de un caballero

San Francisco de Asís

Francisco nació en Asís, ciudad de Umbría, en el año 1182. Su padre, Pedro Bernardone, era comerciante. El nombre de su madre era Pica y algunos autores afirman que pertenecía a una noble familia de la Provenza. Tanto el padre como la madre de Francisco eran personas acomodadas.
Pedro Bernardone comerciaba especialmente en Francia. Como se hallase en dicho país cuando nació su hijo, la gente le apodó “Francesco” (el francés), por más que en el bautismo recibió el nombre de Juan.

En su juventud, Francisco era muy dado a las románticas tradiciones caballerescas que propagaban los trovadores. Disponía de dinero en abundancia y lo gastaba pródigamente, con ostentación. Ni los negocios de su padre, ni los estudios le interesaban mucho, sino el divertirse en cosas vanas que comúnmente se les llama “gozar de la vida”. Sin embargo, no era de costumbres licenciosas y era muy generoso con los pobres que le pedían por amor de Dios.

Hallazgo de un tesoro

Cuando Francisco tenía unos 20, estalló la discordia entre las ciudades de Perugia y Asís, y en la guerra, el joven cayó prisionero de los peruginos. La prisión duró un año, y Francisco la soportó alegremente. Sin embargo, cuando recobró la libertad, cayó gravemente enfermo. La enfermedad, en la que el joven probó una vez más su paciencia, fortaleció y maduró su espíritu. Cuando se sintió con fuerzas suficientes, determinó ir a combatir en el ejército de Galterío y Briena, en el sur de Italia. Con ese fin, se compró una costosa armadura y un hermoso manto. Pero un día en que paseaba ataviado con su nuevo atuendo, se topó con un caballero mal vestido que había caído en la pobreza; movido a compasión ante aquel infortunio, Francisco cambió sus ricos vestidos por los del caballero pobre. Esa noche vio en sueños un espléndido palacio con salas colmadas de armas, sobre las cuales se hallaba grabado el signo de la cruz y le pareció oír una voz que le decía que esas armas le pertenecían a él y a sus soldados.

Francisco partió a Apulia con el alma ligera y la seguridad de triunfar, pero nunca llegó al frente de batalla. En Espoleto, ciudad del camino de Asís a Roma, cayó nuevamente enfermo y, durante la enfermedad, oyó una voz celestial que le exhortaba a “servir al amo y no al siervo”. El joven obedeció. Al principio volvió a su antigua vida, aunque tomándola menos a la ligera. La gente, al verle ensimismado, le decían que estaba enamorado. “Sí”, replicaba Francisco, “voy a casarme con una joven más bella y más noble que todas las que conocéis”. Poco a poco, con mucha oración, fue concibiendo el deseo de vender todos sus bienes y comprar la perla preciosa de la que habla el Evangelio.

Aunque ignoraba lo que tenía que hacer para ello, una serie de claras inspiraciones sobrenaturales le hizo comprender que la batalla espiritual empieza por la mortificación y la victoria sobre los instintos. Paseándose en cierta ocasión a caballo por la llanura de Asís, encontró a un leproso. Las llagas del mendigo aterrorizaron a Francisco; pero, en vez de huir, se acercó al leproso, que le tendía la mano para recibir una limosna. Francisco comprendió que había llegado el momento de dar el paso al amor radical de Dios. A pesar de su repulsa natural a los leprosos, venció su voluntad, se le acercó y le dio un beso. Aquello cambió su vida. Fue un gesto movido por el Espíritu Santo, pidiéndole a Francisco una calidad de entrega, un “sí” que distingue a los santos de los mediocres.

San Buenaventura nos dice que después de este evento, Francisco frecuentaba lugares apartados donde se lamentaba y lloraba por sus pecados. Desahogando su alma fue escuchado por el Señor. Un día, mientras oraba, se le apareció Jesús crucificado. La memoria de la pasión del Señor se grabó en su corazón de tal forma, que cada vez que pensaba en ello, no podía contener sus lágrimas y sollozos.

“Francisco, repara mi Iglesia, pues ya ves que está en ruinas”

San Francisco de Asis

A partir de entonces, comenzó a visitar y servir a los enfermos en los hospitales. Algunas veces regalaba a los pobres sus vestidos, otras, el dinero que llevaba. Les servía devotamente, porque el profeta Isaías nos dice que Cristo crucificado fue despreciado y tratado como un leproso. De este modo desarrollaba su espíritu de pobreza, su profundo sentido de humildad y su gran compasión. En cierta ocasión, mientras oraba en la iglesia de San Damián en las afueras de Asís, le pareció que el crucifijo le repetía tres veces: “Francisco, repara mi casa, pues ya ves que está en ruinas”.

El santo, viendo que la iglesia se hallaba en muy mal estado, creyó que el Señor quería que la reparase; así pues, partió inmediatamente, tomó una buena cantidad de vestidos de la tienda de su padre y los vendió junto con su caballo. Enseguida llevó el dinero al pobre sacerdote que se encargaba de la iglesia de San Damián, y le pidió permiso de quedarse a vivir con él. El buen sacerdote consintió en que Francisco se quedase con él, pero se negó a aceptar el dinero. El joven lo depositó en el alféizar de la ventana. Pedro Bernardone, al enterarse de lo que había hecho su hijo, se dirigió indignado a San Damián. Pero Francisco había tenido buen cuidado de ocultarse.

Renuncia a la herencia de su padre

Al cabo de algunos días pasados en oración y ayuno, Francisco volvió a entrar en la población, pero estaba tan desfigurado y mal vestido, que la gente se burlaba de él como si fuese un loco. Pedro Bernardone, muy desconcertado por la conducta de su hijo, le condujo a su casa, le golpeó furiosamente (Francisco tenía entonces 25 años), le puso grillos en los pies y le encerró en una habitación.

La madre de Francisco se encargó de ponerle en libertad cuando su marido se hallaba ausente y el joven retornó a San Damián. Su padre fue de nuevo a buscarle ahí, le golpeó en la cabeza y le conminó a volver inmediatamente a su casa o a renunciar a su herencia y pagarle el precio de los vestidos que le había tomado. Francisco no tuvo dificultad alguna en renunciar a la herencia, pero dijo a su padre que el dinero de los vestidos pertenecía a Dios y a los pobres.

Su padre le obligó a comparecer ante el obispo Guido de Asís, quien exhortó al joven a devolver el dinero y a tener confianza en Dios: “Dios no desea que su Iglesia goce de bienes injustamente adquiridos”. Francisco obedeció a la letra la orden del obispo y añadió: “Los vestidos que llevo puestos pertenecen también a mi padre, de suerte que tengo que devolvérselos”. Acto seguido se desnudó y entregó sus vestidos a su padre, diciéndole alegremente: “Hasta ahora tú has sido mi padre en la tierra. Pero en adelante podré decir: “Padre nuestro, que estás en los cielos”.’ Pedro Bernardone abandonó el palacio episcopal “temblando de indignación y profundamente lastimado”.

El Obispo regaló a Francisco un viejo vestido de labrador, que pertenecía a uno de sus siervos. Francisco recibió la primera limosna de su vida con gran agradecimiento, trazó la señal de la cruz sobre el vestido con un trozo de tiza y se lo puso.

Llamado a la renuncia y a la negación

Enseguida, partió en busca de un sitio conveniente para establecerse. Iba cantando alegremente las alabanzas divinas por el camino real, cuando se topó con unos bandoleros que le preguntaron quién era. El respondió: “Soy el heraldo del Gran Rey”. Los bandoleros le golpearon y le arrojaron en un foso cubierto de nieve. Francisco prosiguió su camino cantando las divinas alabanzas. En un monasterio obtuvo limosna y trabajo como si fuese un mendigo. Cuando llegó a Gubbio, una persona que le conocía le llevó a su casa y le regaló una túnica, un cinturón y unas sandalias de peregrino. Francisco los usó dos años, al cabo de los cuales volvió a San Damián.

Para reparar la iglesia, fue a pedir limosna en Asís, donde todos le habían conocido rico y, naturalmente, hubo de soportar las burlas y el desprecio de más de un mal intencionado. El mismo se encargó de transportar las piedras que hacían falta para reparar la iglesia y ayudó en el trabajo a los albañiles. Una vez terminadas las reparaciones en la iglesia de San Damián, Francisco emprendió un trabajo semejante en la antigua iglesia de San Pedro. Después, se trasladó a una capillita llamada Porciúncula, que pertenecía a la abadía benedictina de Monte Subasio. Probablemente el nombre de la capillita aludía al hecho de que estaba construida en una reducida parcela de tierra.

La Porciúncula se hallaba en una llanura, a unos cuatro kilómetros de Asís y, en aquella época, estaba abandonada y casi en ruinas. La tranquilidad del sitio agradó a Francisco tanto como el título de Nuestra Señora de los Ángeles, en cuyo honor había sido erigida la capilla.

Francisco la reparó y fijó en ella su residencia. Ahí le mostró finalmente el cielo lo que esperaba de él, el día de la fiesta de San Matías del año 1209.
En aquella época, el evangelio de la misa de la fiesta decía: “Id a predicar, diciendo: El Reino de Dios ha llegado… Dad gratuitamente lo que habéis recibido gratuitamente… No poseáis oro … ni dos túnicas, ni sandalias, ni báculo …He aquí que os envío como corderos en medio de los lobos…” (Mat.10 , 7-19). Estas palabras penetraron hasta lo más profundo en el corazón de Francisco y éste, aplicándolas literalmente, regaló sus sandalias, su báculo y su cinturón y se quedó solamente con la pobre túnica ceñida con un cordón. Tal fue el hábito que dio a sus hermanos un año más tarde: la túnica de lana burda de los pastores y campesinos de la región. Vestido en esa forma, empezó a exhortar a la penitencia con tal energía, que sus palabras hendían los corazones de sus oyentes. Cuando se topaba con alguien en el camino, le saludaba con estas palabras: “La paz del Señor sea contigo”.

Dones extraordinarios

Dios le había concedido ya el don de profecía y el don de milagros. Cuando pedía limosna para reparar la iglesia de San Damián, acostumbraba decir: “Ayudadme a terminar esta iglesia. Un día habrá ahí un convento de religiosas en cuyo buen nombre se glorificarán el Señor y la universal Iglesia”. La profecía se verificó cinco años más tarde en Santa Clara y sus religiosas. Un habitante de Espoleto sufría de un cáncer que le había desfigurado horriblemente el rostro. En cierta ocasión, al cruzarse con San Francisco, el hombre intentó arrojarse a sus pies, pero el santo se lo impidió y le besó en el rostro. El enfermo quedó instantáneamente curado. San Buenaventura comentaba a este propósito: “No sé si hay que admirar más el beso o el milagro”.

Nueva orden religiosa y visita al Papa

San Francisco de Asís 3

Francisco tuvo pronto numerosos seguidores y algunos querían hacerse discípulos suyos. El primer discípulo fue Bernardo de Quintavalle, un rico comerciante de Asís. Al principio Bernardo veía con curiosidad la evolución de Francisco y con frecuencia le invitaba a su casa, donde le tenía siempre preparado un lecho próximo al suyo. Bernardo se fingía dormido para observar cómo el siervo de Dios se levantaba calladamente y pasaba largo tiempo en oración, repitiendo estas palabras: “Deus meus et omnia” (Mi Dios y mi todo). Al fin, comprendió que Francisco era “verdaderamente un hombre de Dios” y enseguida le suplicó que le admitiese corno discípulo.

Desde entonces, juntos asistían a misa y estudiaban la Sagrada Escritura para conocer la voluntad de Dios. Como las indicaciones de la Biblia concordaban con sus propósitos, Bernardo vendió cuanto tenía y repartió el producto entre los pobres.
Pedro de Cattaneo, canónigo de la catedral de Asís, pidió también a Francisco que le admitiese como discípulo y el santo les “concedió el hábito” a los dos juntos, el 16 de abril de 1209. El tercer compañero de San Francisco fue el hermano Gil, famoso por su gran sencillez y sabiduría espiritual.

En 1210, cuando el grupo contaba ya con 12 miembros, Francisco redactó una regla breve e informal que consistía principalmente en los consejos evangélicos para alcanzar la perfección. Con ella se fueron a Roma a presentarla para aprobación del Sumo Pontífice. Viajaron a pie, cantando y rezando, llenos de felicidad, y viviendo de las limosnas que la gente les daba.

En Roma no querían aprobar esta comunidad porque les parecía demasiado rígida en cuanto a pobreza, pero al fin un Cardenal dijo: “No les podemos prohibir que vivan como lo mandó Cristo en el Evangelio”. Recibieron la aprobación, y se volvieron a Asís a vivir en pobreza, en oración, en santa alegría y gran fraternidad, junto a la iglesia de la Porciúncula. Inocencio III se mostró adverso al principio. Por otra parte, muchos cardenales opinaban que las órdenes religiosas ya existentes necesitaban de reforma, no de multiplicación y que la nueva manera de concebir la pobreza era impracticable.

El cardenal Juan Colonna alegó en favor de Francisco que su regla expresaba los mismos consejos con que el Evangelio exhortaba a la perfección. Más tarde, el Papa relató a su sobrino, quien a su vez lo comunicó a San Buenaventura, que había visto en sueños una palmera que crecía rápidamente y después, había visto a Francisco sosteniendo con su cuerpo la basílica de Letrán que estaba a punto de derrumbarse. Cinco años después, el mismo Pontífice tendría un sueño semejante a propósito de Santo Domingo. Inocencio III mandó, pues, llamar a Francisco y aprobó verbalmente su regla; enseguida le impuso la tonsura, así como a sus compañeros y les dio por misión predicar la penitencia.

La PorciúnculaSan Francisco y sus compañeros se trasladaron provisionalmente a una cabaña de Rivo Torto, en las afueras de Asís, de donde salían a predicar por toda la región. Poco después, tuvieron dificultades con un campesino que reclamaba la cabaña para emplearla como establo de su asno. Francisco respondió: “Dios no nos ha llamado a preparar establos para los asnos”, y acto seguido abandonó el lugar y partió a ver al abad de Monte Subasio. En 1212, el abad regaló a Francisco la capilla de la Porciúncula, a condición de que la conservase siempre como la iglesia principal de la nueva orden. El santo se negó a aceptar la propiedad de la capillita y sólo la admitió prestada. En prueba de que la Porciúncula continuaba como propiedad de los benedictinos, Francisco les enviaba cada año, a manera de recompensa por el préstamo, una cesta de pescados cogidos en el riachuelo vecino.

Por su parte, los benedictinos correspondían enviándole un tonel de aceite. Tal costumbre existe todavía entre los franciscanos de Santa María de los Ángeles y los benedictinos de San Pedro de Asís.
Alrededor de la Porciúncula, los frailes construyeron varias cabañas primitivas, porque San Francisco no permitía que la orden en general y los conventos en particular, poseyesen bienes temporales. Había hecho de la pobreza el fundamento de su orden y su amor a la pobreza se manifestaba en su manera de vestirse, en los utensilios que empleaba y en cada uno de sus actos. Acostumbraba llamar a su cuerpo “el hermano asno”, porque lo consideraba como hecho para transportar carga, para recibir golpes y para comer poco y mal. Cuando veía ocioso a algún fraile, le llamaba “hermano mosca”, porque en vez de cooperar con los demás echaba a perder el trabajo de los otros y les resultaba molesto.

Poco antes de morir, considerando que el hombre está obligado a tratar con caridad a su cuerpo, Francisco pidió perdón al suyo por haberlo tratado tal vez con demasiado rigor. El santo se había opuesto siempre a las austeridades indiscretas y exageradas. En cierta ocasión, viendo que un fraile había perdido el sueño a causa del excesivo ayuno, Francisco le llevó alimento y comió con él para que se sintiese menos mortificado.

Somete la carne a las espinas; Dios le otorga sabiduría

Al principio de su conversión, viéndose atacado por violentas tentaciones de impureza, solía revolcarse desnudo sobre la nieve. Cierta vez en que la tentación fue todavía más violenta que de ordinario, el santo se disciplinó furiosamente; como ello no bastase para alejarla, acabó por revolcarse sobre las zarzas y los abrojos.
Su humildad no consistía simplemente en un desprecio sentimental de sí mismo, sino en la convicción de que “ante los ojos de Dios el hombre vale por lo que es y no más”. Considerándose indigno del sacerdocio, Francisco sólo llegó a recibir el diaconado. Detestaba de todo corazón las singularidades. Así cuando le contaron que uno de los frailes era tan amante del silencio que sólo se confesaba por señas, respondió disgustado: “Eso no procede del espíritu de Dios sino del demonio; es una tentación y no un acto de virtud.” Dios iluminaba la inteligencia de su siervo con una luz de sabiduría que no se encuentra en los libros. Cuando cierto fraile le pidió permiso para estudiar, Francisco le contestó que si repetía con devoción el “Gloria Patri”, llegaría a ser sabio a los ojos de Dios y él mismo era el mejor ejemplo de la sabiduría adquirida en esa forma.

Sobre la pobreza de espíritu, Francisco decía: “Hay muchos que tienen por costumbre multiplicar plegarias y prácticas devotas, afligiendo sus cuerpos con numerosos ayunos y abstinencias; pero con una sola palabrita que les suena injuriosa a su persona o por cualquier cosa que se les quita, enseguida se ofenden e irritan. Estos no son pobres de espíritu, porque el que es verdaderamente pobre de espíritu, se aborrece a sí mismo y ama a los que le golpean en la mejilla”.

La Naturaleza

Sus contemporáneos hablan con frecuencia del cariño de Francisco por los animales y del poder que tenía sobre ellos. Por ejemplo, es famosa la reprensión que dirigió a las golondrinas cuando iba a predicar en Alviano: “Hermanas golondrinas: ahora me toca hablar a mí; vosotras ya habéis parloteado bastante”. Famosas también son las anécdotas de los pajarillos que venían a escucharle cuando cantaba las grandezas del Creador, del conejillo que no quería separarse de él en el Lago Trasimeno y del lobo de Gubbio amansado por el santo. Algunos autores consideran tales anécdotas como simples alegorías, en tanto que otros les atribuyen valor histórico.

Aventura de amor con Dios

Los primeros años de la orden en Santa María de los Ángeles fueron un período de entrenamiento en la pobreza y la caridad fraternas. Los frailes trabajaban en sus oficios y en los campos vecinos para ganarse el pan de cada día. Cuando no había trabajo suficiente, solían pedir limosna de puerta en puerta; pero el fundador les había prohibido que aceptasen dinero. Estaban siempre prontos a servir a todo el mundo, particularmente a los leprosos y menesterosos.
San Francisco insistía en que llamasen a los leprosos “mis hermanos cristianos” y los enfermos no dejaban de apreciar esta profunda delicadeza. Les decía a los frailes: ¨Todos los hermanos procuren ejercitarse en buenas obras, porque está escrito: ‘Haz siempre algo bueno para que el diablo te encuentre ocupado’. Y también, ‘La ociosidad es enemiga del alma’. Por eso los siervos de Dios deben dedicarse continuamente a la oración o a alguna buena actividad.¨
El número de los compañeros del santo continuaba en aumento, entre ellos se contaba el famoso “juglar de Dios”, fray Junípero; a causa de la sencillez del hermanito Francisco solía repetir: “Quisiera tener todo un bosque de tales juníperos”. En cierta ocasión en que el pueblo de Roma se había reunido para recibir a fray Junípero, sus compañeros le hallaron jugando apaciblemente con los niños fuera de las murallas de la ciudad. Santa Clara acostumbraba llamarle “el juguete de Dios”.

Santa Clara

Clara de Asís (ft img)

Clara había partido de Asís para seguir a Francisco, en la primavera de 1212, después de oírle predicar. El santo consiguió establecer a Clara y sus compañeras en San Damián, y la comunidad de religiosas llegó pronto a ser, para los franciscanos, lo que las monjas de Prouille habían de ser para los dominicos: una muralla de fuerza femenina, un vergel escondido de oración que hacía fecundo el trabajo de los frailes.
Evangeliza a los mahometanos
En el otoño de ese año, Francisco, no contento con todo lo que había sufrido y trabajado por las almas en Italia, resolvió ir a evangelizar a los mahometanos. Así pues, se embarcó en Ancona con un compañero rumbo a Siria; pero una tempestad hizo naufragar la nave en la costa de Dalmacia. Como los frailes no tenían dinero para proseguir el viaje, se vieron obligados a esconderse furtivamente en un navío para volver a Ancona. Después de predicar un año en el centro de Italia (el señor de Chiusi puso entonces a la disposición de los frailes un sitio de retiro en Monte Alvernia, en los Apeninos de Toscana), San Francisco decidió partir nuevamente a predicar a los mahometanos en Marruecos. Pero Dios tenía dispuesto que no llegase nunca a su destino: el santo cayó enfermo en España y, después, tuvo que retornar a Italia. Ahí se consagró apasionadamente a predicar el Evangelio a los cristianos.

La humildad y obediencia

San Francisco dio a su orden el nombre de “Frailes Menores” por humildad, pues quería que sus hermanos fuesen los siervos de todos y buscasen siempre los sitios más humildes. Con frecuencia exhortaba a sus compañeros al trabajo manual y, si bien les permitía pedir limosna, les tenía prohibido que aceptasen dinero. Pedir limosna no constituía para él una vergüenza, ya que era una manera de imitar la pobreza de Cristo. Sobre la excelsa virtud de la humildad, decía: “Bienaventurado el siervo a quien lo encuentran en medio de sus inferiores con la misma humildad que si estuviera en medio de sus superiores. Bienaventurado el siervo que siempre permanece bajo la vara de la corrección. Es siervo fiel y prudente el que, por cada culpa que comete, se apresura a expiarlas: interiormente, por la contrición y exteriormente por la confesión y la satisfacción de obra”. El santo no permitía que sus hermanos predicasen en una diócesis sin permiso expreso del Obispo. Entre otras cosas, dispuso que “si alguno de los frailes se apartaba de la fe católica en obras o palabras y no se corregía, debería ser expulsado de la hermandad”. Todas las ciudades querían tener el privilegio de albergar a los nuevos frailes, y las comunidades se multiplicaron en Umbría, Toscana, Lombardia y Ancona.

Crece la orden

Se cuenta que en 1216, Francisco solicitó del Papa Honorio III la indulgencia de la Porciúncula o “perdón de Asís”. El año siguiente, conoció en Roma a Santo Domingo, quien había predicado la fe y la penitencia en el sur de Francia en la época en que Francisco era “un gentilhombre de Asís”. San Francisco tenía también la intención de ir a predicar en Francia. Pero, como el cardenal Ugolino (quien fue más tarde Papa con el nombre de Gregorio IX) le disuadiese de ello, envió en su lugar a los hermanos Pacífico y Agnelo. Este último había de introducir más tarde la Orden de los frailes menores en Inglaterra. El sabio y bondadoso cardenal Ugolino ejerció una gran influencia en el desarrollo de la Orden. Los compañeros de San Francisco eran ya tan numerosos, que se imponía forzosamente cierta forma de organización sistemática y de disciplina común. Así pues, se procedió a dividir a la Orden en provincias, al frente de cada una de las cuales se puso a un ministro, “encargado del bien espiritual de los hermanos; si alguno de ellos llegaba a perderse por el mal ejemplo del ministro, éste tendría que responder de él ante Jesucristo”. Los frailes habían cruzado ya los Alpes y tenían misiones en España, Alemania y Hungría.

El primer capítulo general se reunió, en la Porciúncula, en Pentecostés del año de 1217. En 1219, tuvo lugar el capítulo “de las esteras”, así llamado por las cabañas que debieron construirse precipitadamente con esteras para albergar a los delegados. Se cuenta que se reunieron entonces cinco mil frailes. Nada tiene de extraño que en una comunidad tan numerosa, el espíritu del fundador se hubiese diluido un tanto. Los delegados encontraban que San Francisco se entregaba excesivamente a la aventura y exigían un espíritu más práctico. Es que así les parecía lo que en realidad era una gran confianza en Dios.

El santo se indignó profundamente y replicó: “Hermanos míos, el Señor me llamó por el camino de la sencillez y la humildad y por ese camino persiste en conducirme, no sólo a mí sino a todos los que estén dispuestos a seguirme… El Señor me dijo que deberíamos ser pobres y locos en este mundo y que ése y no otro sería el camino por el que nos llevaría. Quiera Dios confundir vuestra sabiduría y vuestra ciencia y haceros volver a vuestra primitiva vocación, aunque sea contra vuestra voluntad y aunque la encontréis tan defectuosa”.
Francisco les insistía en que amaran muchísimo a Jesucristo y a la Santa Iglesia Católica, y que vivieran con el mayor desprendimiento posible hacia los bienes materiales, y no se cansaba de recomendarles que cumplieran lo más exactamente posible todo lo que manda el Santo Evangelio.

El mayor privilegio: No gozar de privilegio alguno

San Francisco de Asís 4

Recorría campos y pueblos invitando a la gente a amar más a Jesucristo, y repetía siempre: ‘El Amor no es amado”. La gente le escuchaba con especial cariño y se admiraba de lo mucho que sus palabras influían en los corazones para entusiasmarlos por Cristo y su Verdad. Sus palabras eran reflejo de su vida en imitación a Jesús, decía:
“El que ama verdaderamente a su enemigo no se apena de las injurias que éste le provoca, sino que sufre por amor de Dios a causa del pecado que arrastra el alma que lo ofendió. Y le manifiesta su amor con obras”.

A quienes le propusieron que pidiese al Papa permiso para que los frailes pudiesen predicar en todas partes sin autorización del obispo, Francisco repuso: “Cuando los obispos vean que vivís santamente y que no tenéis intenciones de atentar contra su autoridad, serán los primeros en rogaros que trabajéis por el bien de las almas que les han sido confiadas. Considerad como el mayor de los privilegios el no gozar de privilegio alguno…” Al terminar el capítulo, San Francisco envió a algunos frailes a la primera misión entre los infieles de Túnez y Marruecos, y se reservó para sí la misión entre los sarracenos de Egipto y Siria. En 1215, durante el Concilio de Letrán, el Papa Inocencio III había predicado una nueva cruzada, pero tal cruzada se había reducido simplemente a reforzar el Reino Latino de oriente. Francisco quería blandir la espada de Dios.
San Francisco se fue a Tierra Santa a visitar en devota peregrinación los Santos Lugares donde Jesús nació, vivió y murió: Belén, Nazaret, Jerusalén, etc. En recuerdo de esta piadosa visita suya, los franciscanos están encargados desde hace siglos de custodiar los Santos Lugares de Tierra Santa.

Misionero ante el Sultán

En junio de 1219, se embarcó en Ancona con 12 frailes. La nave los condujo a Damieta, en la desembocadura del Nilo. Los cruzados habían puesto sitio a la ciudad, y Francisco sufrió mucho al ver el egoísmo y las costumbres disolutas de los soldados de la cruz. Consumido por el celo de la salvación de los sarracenos, decidió pasar al campo del enemigo, por más que los cruzados le dijeron que la cabeza de los cristianos estaba puesta a precio. Habiendo conseguido la autorización del delegado pontificio, Francisco y el hermano Iluminado se aproximaron al campo enemigo, gritando: “¡Sultán, Sultán!”. Cuando los condujeron a la presencia de Malek-al-Kamil, Francisco declaró osadamente: “No son los hombres quienes me han enviado, sino Dios todopoderoso.

Vengo a mostrarles, a ti y a tu pueblo, el camino de la salvación; vengo a anunciarles las verdades del Evangelio”. El Sultán quedó impresionado y rogó a Francisco que permaneciese con él. El santo replicó: “Si tú y tu pueblo estáis dispuestos a oír la palabra de Dios, con gusto me quedaré con vosotros. Y si todavía vaciláis entre Cristo y Mahoma, manda encender una hoguera; yo entraré en ella con vuestros sacerdotes y así veréis cuál es la verdadera fe”. El Sultán contestó que probablemente ninguno de los sacerdotes querría meterse en la hoguera y que no podía someterlos a esa prueba para no soliviantar al pueblo.
Cuentan que el Sultán llegó a decir: “Si todos los cristianos fueran como él, entonces valdría la pena ser cristiano”. Pero el Sultán, Malek-al-Kamil, mandó a Francisco que volviese al campo de los cristianos. Desalentado al ver el reducido éxito de su predicación entre los sarracenos y entre los cristianos, el Santo pasó a visitar los Santos Lugares. Ahí recibió una carta en la que sus hermanos le pedían urgentemente que retornase a Italia.

La crisis del acomodamiento lleva a clarificar la regla

Durante la ausencia de Francisco, sus dos vicarios, Mateo de Narni y Gregorio de Nápoles, habían introducido ciertas innovaciones que tendían a uniformar a los frailes menores con las otras órdenes religiosas y a encuadrar el espíritu franciscano en el rígido esquema de la observancia monástica y de las reglas ascéticas. Las religiosas de San Damián tenían ya una constitución propia, redactada por el cardenal Ugolino sobre la base de la regla de San Benito. Al llegar a Bolonia, Francisco tuvo la desagradable sorpresa de encontrar a sus hermanos hospedados en un espléndido convento. El Santo se negó a poner los pies en él y vivió con los frailes predicadores. Enseguida mandó llamar al guardián del convento franciscano, le reprendió severamente y le ordenó que los frailes abandonasen la casa.

Tales acontecimientos tenían a los ojos del Santo las proporciones de una verdadera traición: se trataba de una crisis de la que tendría que salir la Orden sublimada o destruida. San Francisco se trasladó a Roma donde consiguió que Honorio III nombrase al cardenal Ugolino protector y consejero de los franciscanos, ya que el purpurado había depositado una fe ciega en el fundador y poseía una gran experiencia en los asuntos de la Iglesia. Al mismo tiempo, Francisco se entregó ardientemente a la tarea de revisar la regla, para lo que convocó a un nuevo capítulo general que se reunió en la Porciúncula en 1221. El Santo presentó a los delegados la regla revisada. Lo que se refería a la pobreza, la humildad y la libertad evangélica, características de la Orden, quedaba intacto. Ello constituía una especie de reto del fundador a los disidentes y legalistas que, por debajo del agua, tramaban una verdadera revolución del espíritu franciscano. El jefe de la oposición era el hermano Elías de Cortona. El fundador había renunciado a la dirección de la Orden, de suerte que su vicario, fray Elías, era prácticamente el ministro general. Sin embargo, no se atrevió a oponerse al fundador, a quien respetaba sinceramente. En realidad, la Orden era ya demasiado grande, como lo dijo el propio San Francisco: “Si hubiese menos frailes menores, el mundo los vería menos y desearía que fuesen más.”

Al cabo de dos años, durante los cuales hubo de luchar contra la corriente cada vez más fuerte que tendía a desarrollar la orden en una dirección que él no había previsto y que le parecía comprometer el espíritu franciscano, el Santo emprendió una nueva revisión de la regla. Después la comunicó al hermano Elías para que éste la pasase a los ministros, pero el documento se extravió y el Santo hubo de dictar nuevamente la revisión al hermano León, en medio del clamor de los frailes que afirmaban que la prohibición de poseer bienes en común era impracticable.

La regla, tal como fue aprobada por Honorio III en 1223, representaba sustancialmente el espíritu y el modo de vida por el que había luchado San Francisco desde el momento en que se despojó de sus ricos vestidos ante el obispo de Asís.

La Tercera Orden

Unos dos años antes, San Francisco y el cardenal Ugolino habían redactado una regla para la cofradía de laicos que se habían asociado a los frailes menores y que correspondía a lo que actualmente llamamos Tercera Orden, fincada en el espíritu de la “Carta a todos los cristianos”, que Francisco había escrito en los primeros años de su conversión. La cofradía, formada por laicos entregados a la penitencia, que llevaban una vida muy diferente de la que se acostumbraba entonces, llegó a ser una gran fuerza religiosa en la Edad Media. En el derecho canónico actual, los terciarios de las diversas órdenes gozan todavía de un estatuto específicamente diferente del de los miembros de las cofradías y congregaciones marianas.

La representación del Nacimiento de Jesús

San Francisco de Asís 5

San Francisco pasó la Navidad de 1223 en Grecehio, en el valle de Rieti. Con tal ocasión, había dicho a su amigo, Juan da Vellita: “Quisiera hacer una especie de representación viviente del nacimiento de Jesús en Belén, para presenciar, por decirlo así, con los ojos del cuerpo la humildad de la Encarnación y verle recostado en el pesebre entre el buey y el asno”. En efecto, el Santo construyó entonces en la ermita una especie de cueva y los campesinos de los alrededores asistieron a la misa de medianoche, en la que Francisco actuó como diácono y predicó sobre el misterio de la Natividad.

Se le atribuye haber comenzado en aquella ocasión la tradición del “belén” o “nacimiento”. Nos dice Tomás Celano en su biografía del Santo: “La Encarnación era un componente clave en la espiritualidad de Francisco. Quería celebrar la Encarnación en forma especial. Quería hacer algo que ayudase a la gente a recordar al Cristo Niño y cómo nació en Belén”.

San Francisco permaneció varios meses en el retiro de Grecehio, consagrado a la oración, pero ocultó celosamente a los ojos de los hombres las gracias especialísimas que Dios le comunicó en la contemplación. El hermano León, que era su secretario y confesor, afirmó que le había visto varias veces durante la oración elevarse tan alto sobre el suelo, que apenas podía alcanzarle los pies y, en ciertas ocasiones, ni siquiera eso.

Los EstigmasAlrededor de la fiesta de la Asunción de 1224, el Santo se retiró a Monte Alvernia y se construyó ahí una pequeña celda. Llevó consigo al hermano León, pero prohibió que fuese alguien a visitarle hasta después de la fiesta de San Miguel. Ahí fue donde tuvo lugar, alrededor del día de la Santa Cruz de 1224, el milagro de los estigmas, del que hablamos el 17 de septiembre. Francisco trató de ocultar a los ojos de los hombres las señales de la Pasión del Señor que tenía impresas en el cuerpo; por ello, a partir de entonces llevaba siempre las manos dentro de las mangas del hábito y usaba medias y zapatos.

Sin embargo, deseando el consejo de sus hermanos, comunicó lo sucedido al hermano Iluminado y a algunos otros, pero añadió que le habían sido reveladas ciertas cosas que jamás descubriría a hombre alguno sobre la tierra.

En cierta ocasión en que se hallaba enfermo, alguien propuso que se le leyese un libro para distraerle. El Santo respondió: “Nada me consuela tanto como la contemplación de la vida y Pasión del Señor. Aunque hubiese de vivir hasta el fin del mundo, con ese solo libro me bastaría”. Francisco se había enamorado de la santa pobreza, mientras contemplaba a Cristo crucificado y meditaba en la nueva crucifixión que sufría en la persona de los pobres.

El santo no despreciaba la ciencia, pero no la deseaba para sus discípulos. Los estudios sólo tenían razón de ser como medios para un fin y sólo podían aprovechar a los frailes menores, si no les impedían consagrar a la oración un tiempo todavía más largo y si les enseñaban más bien, a predicarse a sí mismos que a hablar a otros. Francisco aborrecía los estudios que alimentaban más la vanidad que la piedad, porque entibiaban la caridad y secaban el corazón. Sobre todo, temía que la señora Ciencia se convirtiese en rival de la dama Pobreza. Viendo con cuánta ansiedad acudían a las escuelas y buscaban los libros sus hermanos, Francisco exclamó en cierta ocasión: “Impulsados por el mal espíritu, mis pobres hermanos acabarán por abandonar el camino de la sencillez y de la pobreza”.

En sus escritos, esto es lo que el Santo nos dejó dicho sobre la vigilancia del corazón: “Cuidémonos mucho de la malicia y astucia de Satanás, el cual quiere que el hombre no tenga su mente y su corazón dirigidos a Dios. Y anda dando vueltas buscando adueñarse del corazón del hombre y, bajo la apariencia de alguna recompensa o ayuda, ahogar en su memoria la palabra y los preceptos del Señor, e intenta cegar el corazón del hombre mediante las actividades y preocupaciones mundanas, y fijar allí su morada”.

Antes de salir de Monte Alvernia, el Santo compuso el “Himno de alabanza al Altísimo”. Poco después de la fiesta de San Miguel bajó finalmente al valle, marcado por los estigmas de la Pasión y curó a los enfermos que le salieron al paso.

La hermana Muerte

San Francisco de Asís y la muerte

Las calientísimas arenas del desierto de Egipto afectaron la vista de Francisco hasta el punto de estar casi completamente ciego. Los dos últimos años de la vida de Francisco fueron de grandes sufrimientos que parecía que la copa se había llenado y rebalsado. Fuertes dolores debido al deterioro de muchos de sus órganos (estómago, hígado y el bazo), consecuencias de la malaria contraida en Egipto. En los más terribles dolores, Francisco ofrecía a Dios todo como penitencia, pues se consideraba gran pecador y para la salvación de las almas. Era durante su enfermedad y dolor donde sentía la mayor necesidad de cantar.

Su salud iba empeorando, los estigmas le hacían sufrir y le debilitaban, y casi había perdido la vista. En el verano de 1225 estuvo tan enfermo, que el cardenal Ugolino y el hermano Elías le obligaron a ponerse en manos del médico del Papa en Rieti. El Santo obedeció con sencillez. De camino a Rieti fue a visitar a Santa Clara en el convento de San Damián. Ahí, en medio de los más agudos sufrimientos físicos, escribió el “Cántico del hermano Sol” y lo adaptó a una tonada popular para que sus hermanos pudiesen cantarlo.

Después se trasladó a Monte Rainerio, donde se sometió al tratamiento brutal que el médico le había prescrito, pero la mejoría que ello le produjo fue sólo momentánea. Sus hermanos le llevaron entonces a Siena a consultar a otros médicos, pero para entonces el Santo estaba moribundo. En el testamento que dictó para sus frailes, les recomendaba la caridad fraterna, los exhortaba a amar y observar la santa pobreza, y a amar y honrar a la Iglesia. Poco antes de su muerte, dictó un nuevo testamento para recomendar a sus hermanos que observasen fielmente la regla y trabajasen manualmente, no por el deseo de lucro, sino para evitar la ociosidad y dar buen ejemplo. “Si no nos pagan nuestro trabajo, acudamos a la mesa del Señor, pidiendo limosna de puerta en puerta”.

Cuando Francisco volvió a Asís, el Obispo le hospedó en su propia casa. Francisco rogó a los médicos que le dijesen la verdad, y éstos confesaron que sólo le quedaban unas cuantas semanas de vida. “¡Bienvenida, hermana Muerte!”, exclamó el Santo y acto seguido, pidió que le trasportasen a la Porciúncula. Por el camino, cuando la comitiva se hallaba en la cumbre de una colina, desde la que se dominaba el panorama de Asís, pidió a los que portaban la camilla que se detuviesen un momento y entonces volvió sus ojos ciegos en dirección a la ciudad e imploró las bendiciones de Dios para ella y sus habitantes.

Después mandó a los camilleros que se apresurasen a llevarle a la Porciúncula. Cuando sintió que la muerte se aproximaba, Francisco envió a un mensajero a Roma para llamar a la noble dama Giacoma di Settesoli, que había sido su protectora, para rogarle que trajese consigo algunos cirios y un sayal para amortajarle, así como una porción de un pastel que le gustaba mucho.

Felizmente, la dama llegó a la Porciúncula antes de que el mensajero partiese. Francisco exclamó: “¡Bendito sea Dios que nos ha enviado a nuestra hermana Giacoma! La regla que prohibe la entrada a las mujeres no afecta a nuestra hermana Giacoma. Decidle que entre”.
El Santo envió un último mensaje a Santa Clara y a sus religiosas, y pidió a sus hermanos que entonasen los versos del “Cántico del Sol” en los que alaba a la muerte. Enseguida rogó que le trajesen un pan y lo repartió entre los presentes en señal de paz y de amor fraternal diciendo: “Yo he hecho cuanto estaba de mi parte, que Cristo os enseñe a hacer lo que está de la vuestra”. Sus hermanos le tendieron por tierra y le cubrieron con un viejo hábito. Francisco exhortó a sus hermanos al amor de Dios, de la pobreza y del Evangelio, “por encima de todas las reglas”, y bendijo a todos sus discípulos, tanto a los presentes como a los ausentes.
Murió el 3 de octubre de 1226, después de escuchar la lectura de la Pasión del Señor según San Juan. Francisco había pedido que le sepultasen en el cementerio de los criminales de Colle d’lnferno. En vez de hacerlo así, sus hermanos llevaron al día siguiente el cadáver en solemne procesión a la iglesia de San Jorge, en Asís. Ahí estuvo depositado hasta dos años después de la canonización. En 1230, fue secretamente trasladado a la gran basílica construida por el hermano Elías.

El cadáver desapareció de la vista de los hombres durante seis siglos, hasta que en 1818, tras 52 días de búsqueda, fue descubierto bajo el altar mayor, a varios metros de profundidad. El Santo no tenía más que 44 o 45 años al morir. No podemos relatar aquí ni siquiera en resumen, la azarosa y brillante historia de la Orden que fundó. Digamos simplemente que sus tres ramas: la de los frailes menores, la de los frailes menores capuchinos y la de los frailes menores conventuales forman el instituto religioso más numeroso que existe actualmente en la Iglesia. Y, según la opinión del historiador David Knowles, al fundar ese instituto, San Francisco “contribuyó más que nadie a salvar a la Iglesia de la decadencia y el desorden en que había caído durante la Edad Media”.

¡San Francisco de Asís: pídele a Jesús que lo amemos tan intensamente como lo lograste amar tú!

La Porciúncula, en la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles

Porciúncula

La Porciúncula es un pueblo y a la misma vez una iglesia localizada aproximadamente a tres-cuartos de milla de la ciudad de Asís en Italia. El pueblo ha progresado alrededor de la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles. Fue precisamente en esta Basílica que San Francisco de Asís recibió su vocación en el año 1208. San Francisco vivió la mayor parte de su vida en este lugar. En el año 1211, San Francisco logró una estadía permanente en este pueblo cerca de Asís, gracias a la generosidad de los Benedictinos, los cuales le donaron la pequeña capilla de Santa María de los Ángeles o la Porciúncula, considerada como “una pequeña parte” de esas tierras.

Un día mientras San Francisco estaba arrodillado en la capilla de San Damián, sintió que Cristo le habló desde el crucifijo y le dijo: “Reconstruye mi Iglesia que esta en ruinas.” El se tomó estas palabras literalmente y empezó a reconstruir varias Iglesias. No fue hasta un tiempo después que San Francisco comprendió que el mensaje principal de Cristo era que construyera y fortaleciera espiritualmente la Iglesia de Cristo. Así fue que el Santo comenzó a trabajar en la restauración de las iglesias de San Damián, San Pedro Della Spina y Santa Maria de los Ángeles o de la Porciúncula.

Al lado del humilde santuario de la Porciúncula, fue edificado el primer convento Franciscano, con la construcción de unas cuantas pequeñas chozas o celdas de paja y barro, cercadas con un seto. Este acuerdo fue el comienzo de la Orden Franciscana. La Porciúncula fue también el lugar donde San Francisco recibió los votos de Santa Clara. El 3 de Octubre de 1226, muere San Francisco, y en su lecho de muerte, le confía el cuidado y protección de la capilla a sus hermanos.

Un poco después del año 1290, la capilla, la cual media aproximadamente 22 pies por 13 ½ pies fue ampliamente engrandecida para poder acomodar a la cantidad de peregrinos que venían a visitarla. Más tarde, los edificios alrededor del santuario fueron destruidos por orden de Pio V (1566-72), excepto la celda en la cual murió San Francisco. Luego, estos fueron reemplazados por una gran Basílica, estilo contemporáneo. El nuevo edificio fue erigido sobre su celda y sobre la capilla de la Porciúncula. La Basílica ahora tiene tres naves y un circulo de capillas que se extienden a lo largo de la longitud de los costados.

La Basílica forma una cruz latina de 416 pies de largo por 210 pies de ancho. Un pedazo del altar de la capilla es de la Anunciación, la cual fue pintada por un sacerdote en el año 1393. Uno todavía puede visitar la celda donde murió San Francisco. Detrás de la sacristía se encuentra el sitio donde el santo, durante una tentación se dice, que se revolcó en un arbusto de brezo, el cual después se convirtió en un rosal sin espinas. Fue precisamente durante esa misma noche del 2 de Agosto, que el Santo recibió la “Indulgencia de la Porciúncula.” Hay una representación del recibimiento de esta indulgencia en la fachada de la capilla de la Porciúncula.

Se cuenta que una vez, en el año 1216, mientras Francisco estaba en la Porciúncula, en oración y en contemplación, se le apareció Cristo y le ofreció que le pidiera el favor que el quisiera. En el centro del corazón de San Francisco siempre estaba la salvación de las almas. El soñaba en que su amada Porciúncula fuese un santuario donde muchos se pudieran salvar, entonces le pidió al Señor que le concediera una indulgencia plenaria ( o sea, una completa remisión de todas las culpas), para que todos aquellos que vinieran a visitar la pequeña capilla, una vez que se hubieran arrepentido de sus pecados y confesado, pudieran obtenerla. Nuestro Señor accedió a su petición con la condición de que el Papa ratificará la indulgencia.

San Francisco se fue de inmediato hacia Perugia con uno de sus hermanos en busca del Papa Honorio III. Este, a pesar de alguna oposición de la Curia, ante este favor nunca antes escuchado dio su aprobación a la Indulgencia, limitándola a poder recibirla solamente una vez al año. Posteriormente, el Papa la confirmó y fijo la fecha del 2 de Agosto como el día para alcanzar esta indulgencia. En Italia, es comúnmente conocida como “el perdón de Asís” o la “indulgencia de la Porciúncula”. Este es el recuento tradicional de la historia.

Todos los fieles católicos pueden alcanzar la indulgencia plenaria el 2 de Agosto (o en otro día que haya sido declarado o asignado por el ordinario local para el beneficio de los fieles), bajo las debidas disposiciones (confesión sacramental, santa comunión, y rezar por las intenciones del Santo Padre). Estas condiciones pueden cumplirse unos días antes o después del día en que se gana la indulgencia. También tienen que visitar la iglesia devotamente y rezar el Padrenuestro y el Credo. La Indulgencia se aplica a la Catedral de la Diócesis, y a la co-catedral (si es que existe alguna), aunque no sean parroquiales, y también las iglesias quasi-parroquiales. Para alcanzar esta indulgencia, como cualquier indulgencia plenaria, los fieles tienen que estar libres de cualquier apego al pecado, aún al pecado venial. Donde se desea este apego, la indulgencia es parcial.

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Fuente: Corazones.org


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Novena a la Natividad de la Virgen María https://www.reinadelcielo.org/novena-a-la-natividad-de-la-virgen-maria/ Mon, 02 Sep 2024 06:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=26769 Se reza del 30 de agosto al 7 de septiembre.]]> Oración preparatoria para todos los días

¡Oh María santísima! elegida y destinada ab eterno por la augustísima Trinidad para Madre del unigénito Hijo del Padre, anunciada por los Profetas, esperada de los Patriarcas, y deseada de todas las gentes; sagrario y templo vivo del Espíritu Santo, sol sin mancha, porque fuisteis concebida sin pecado original, Señora del cielo y de la tierra, Reina de los Ángeles; nosotros humildemente postrados os veneramos, y nos alegramos de la solemne conmemoración anual de vuestro felicísimo Nacimiento; y de lo mas íntimo de nuestro corazón os suplicamos que os dignéis benigna venir a nacer espiritualmente en nuestras almas, para que cautivadas estas por vuestra amabilidad y dulzura, vivan siempre unidas a vuestro dulcísimo y amabilísimo Corazón.

Pedir la gracia que deseo alcanzar de María en esta Novena.

Oración final para todos los días

¡Oh graciosísima Niña! que con vuestro feliz nacimiento habéis consolado al mundo, alegrado al cielo y aterrado al infierno; habéis dado ayuda a los caídos, consuelo a los tristes, salud a los enfermos y alegría a todos; os suplicamos con los mas fervorosos afectos que renazcáis espiritualmente con vuestro santo amor en nuestras almas; renovad nuestro espíritu para que os sirvamos, encended de nuevo nuestro corazón para que os amemos; y haced florecer en nosotros aquellas virtudes con las que podamos hacernos siempre mas agradables a vuestros benignísimos ojos. ¡Oh María! Sed para nosotros María, haciéndonos experimentar los saludables efectos de vuestro suavísimo Nombre; sírvanos la invocación de este Nombre de alivio en los trabajos, de esperanza en los peligros, de escudo en las tentaciones, de aliento en la muerte. Sea el Nombre de María como la miel en la boca, la melodía en el oído, y el júbilo en el corazón. Amén.

Concluir con un Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

´Día Primero: Virgen María, ¡Bendita Tú entre todas las mujeres!

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Oración

Tú que fuiste predestinada desde toda la eternidad, y elegida entre todas las mujeres, para ser la Madre del Hijo de Dios, por lo cual Dios infundió en tu alma todas las virtudes y el Espíritu Santo te colmó con todos sus dones e inflamó tu corazón en el amor de Dios. Te ruego, -ya que dicen que amarte es señal de predestinación-, que enriquezcas mi alma con el amor, las virtudes y frutos que necesito, para que mi vida sea digna de hija de Dios y de hija tuya, para que imitándote a Ti, vaya uniendo más y más estrechamente mi voluntad a la Voluntad de Dios y así como con tu “Sí” a Su Voluntad dio inició la Historia de la Salvación , al tomar carne el Hijo de Dios en tus entrañas por obra del Espíritu Santo, también yo, haga de mi vida un “sí”, y pueda emplear mi vida en el amor y servicio de Él y de la Iglesia, convirtiéndome en instrumento de salvación para los demás.

Rezar tres Ave María en honor de la SantísimaTrinidad y Gloria.

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´Día Segundo: Virgen María, siempre inmaculada, “bendito el Fruto de tu vientre”.

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Oración

Tú que desde el primer instante de tu concepción fuiste preservada por Dios de toda mancha de pecado y llena de gracia , para que llegada la “Plenitud de los tiempos” su Divino Hijo, llevando a cumplimiento el plan providencial de la Santísima Trinidad sobre la salvación de los Hombres, se encarnase en Ti por obra del Espíritu Santo, quedando Tú introducida ya desde aquel primer anuncio en el Misterio de Cristo tu Hijo para siempre. Te suplico por tu Inmaculada Concepción que me concedas Tu auxilio para que mantenga siempre mi alma limpia de pecado y el Espíritu Santo pueda formar Contigo y en Ti a Jesús en mi corazón y llena de sus dones como Tu, sea una digna morada de la Santísima Trinidad.

Rezar tres Ave María en honor de la SantísimaTrinidad y Gloria.

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´Día Tercero: Virgen María, Modelo de humildad y de obediencia a la Voluntad de Dios.

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Oración

Tú que te llamaste a Ti misma “esclava del Señor”, Tú que te gozaste en tu pequeñez, que Te consagraste del todo a Ti misma, ¡con todo tu ser a la Persona y a la obra salvífica de Jesús!, haciendo de tu vida no sólo un continuo canto de amor, de alabanza y de gratitud a Dios, sino también un continuo acto de servicio, cooperando así en la redención con humildad y fidelidad. Te suplico que me alcances del Señor que llena de ese amor, llena de fe y con un corazón humilde y generoso, pueda a ejemplo Tuyo, hacer de mi vida un continuo acto de servicio a su Persona y a su misión salvadora, siendo instrumento de salvación en sus Manos para otros y para la total y completa instauración de su Reino y de la Iglesia en el mundo, para que así un día Contigo pueda proclamar las grandezas de Dios y cantar por siempre sus Misericordias.

Rezar tres Ave María en honor de la SantísimaTrinidad y Gloria.

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´Día Cuarto: Virgen María, Maestra de oración y de silencio, primera oyente y discípula de Jesús.

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Oración

Tú que como nadie conociste y viviste los Misterios de la Encarnación y de la Redención, Tú que guardaste y meditaste en tu Corazón con fe, esperanza y amor, las palabras que te fueron dichas de parte de Dios y los acontecimientos que constituyeron los Misterios de la infancia y de la vida de Jesús, descubriendo poco a poco a través de todo ello los misteriosos e inefables designios de Dios Padre sobre la salvación de los hombres Te ruego que me alcances de Dios esa fe fuerte , firme e indestructible, esa esperanza contra toda esperanza y ese amor ardiente, pleno y total que adornaron tu Corazón, para que acepte siempre en mi vida los misteriosos designios de la Voluntad de Dios, vea en todo su Providencia que sólo desea mi bien y sea para otros testimonio de fe y de esperanza.

Rezar tres Ave María en honor de la SantísimaTrinidad y Gloria.

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´Día Quinto: Virgen María, madre, auxilio, salud, refugio, consuelo, socorro, abogada de todos aquellos que te necesitan y acuden a Ti con confianza y amor.

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Oración

Tú que yendo a visitar a tu prima Sta. Isabel y luego en las Bodas de Caná, me diste ejemplo de amor ,de generosidad y solidaridad con el prójimo, manifestándose en ambos momentos a través de Ti, la Divinidad y el poder de Jesús. Enséñame a tener ese espíritu de generosidad y de solidaridad para con todos los que forman parte de mi vida, con todos aquellos que de algún modo necesiten mi ayuda, especialmente con los mas pobres y también en aquellas necesidades por muy lejanas que estén en las que sea necesario el “milagro” y el poder de la caridad; que como Tú y con tu ayuda también yo lleve a Jesús allí adonde vaya , para que descubran a través de mí “sierva inútil”, el poder y la misericordia de Jesús y como Tú en mi oración presente siempre y sin cesar a Dios Padre las necesidades de los hombres y del mundo.

Rezar tres Ave María en honor de la SantísimaTrinidad y Gloria.

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´Día Sexto: Virgen Santísima de los Dolores.

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Oración

Tú que como nadie viviste, “sentiste” y sufriste en Tu Corazón de Madre , el desamor, la persecución, la calumnia , la dolorosísima Pasión y Muerte que sufrió Jesús por nuestra salvación, alcánzame del Espíritu Santo la fe, el amor y el don de fortaleza que llenaron tu Corazón en aquellos momentos, para que también yo acepte con amor y una los sufrimientos de mi vida, a los de Jesús y a los Tuyos, para completar en mi carne -como decía S. Pablo- lo que le falta a su Pasión en bien de la Iglesia y por la salvación de las almas.

Rezar tres Ave María en honor de la SantísimaTrinidad y Gloria.

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Día Séptimo: Virgen María, Madre de Dios y Madre de todos los Hombres.

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Oración

Tú que estuviste junto a Jesús clavado en la Cruz, y sin duda te asociaste con entrañas de Madre a su sacrificio, y te ofreciste con Él al Padre para la salvación de todos los Hombres , engendrándonos como hijos tuyos al pie de la Cruz en la persona de S. Juan a costa de dolores tan inmensos y amargos, defiende nuestra causa con tu protección maternal y tu intercesión “omnipotente” ante Dios. Obtennos a los que amamos y seguimos a Jesús el incesante socorro de su gracia, para que nos mantengamos fieles a las exigencias y a los compromisos de nuestro Bautismo y demos testimonio de Él con toda nuestra vida y para que podamos luchar contra los enemigos de nuestra salvación y no nos alejemos de Él por el pecado. Y ya que eres Madre de Bondad y de Misericordia ora sin cesar por tantos Hombres, que viven en pecado, cerrados a su Misericordia; de espaldas a Él o negando su existencia. “Pon” ante Dios Padre, los brazos de Jesús abiertos en la Cruz, para que mantenga siempre sus brazos abiertos dispuestos a acoger en un abrazo de amor y de perdón a todos los hombres por los que Jesús entregó su vida, aunque sea en el último instante de las suyas. Madre de los pecadores y Madre de la Vida, ruega por nosotros.

Rezar tres Ave María en honor de la SantísimaTrinidad y Gloria.

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Día Octavo: Virgen María, Madre y Modelo de la Iglesia.

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Oración

Tú que unida como una discípula más, a los Apóstoles y discípulos en el Cenáculo, esperaste orando e invocando sin cesar, el Don del Espíritu Santo prometido por Jesús antes de su Ascensión al Cielo. Alcánzame, que unida en oración con la Iglesia, implore a Dios que se realice en Ella un Nuevo Pentecostés, que El la una en la paz y en el amor y renueve y transforme los corazones de todos los cristianos, para que llenos de sus dones nuestra vida sea un testimonio de fe, de esperanza y de amor como la tuya y seamos ejemplo de santidad en este mundo tan secularizado, adonizado y alejado de Dios, para que así los Hombres crean que Jesús es el Salvador, el Hijo enviado, predilecto y amado del Padre y escuchando su voz, crean y amen al Padre, y aceptando la Salvación vivan como salvados.

Rezar tres Ave María en honor de la SantísimaTrinidad y Gloria.

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Día Noveno: Virgen María, Reina y Señora de los Ángeles.

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Oración

Tú que fuiste Asunta en cuerpo y alma al Cielo, y coronada como Reina y Señora de Cielos y Tierra y gozas ya sentada a la diestra de Jesús de la Unión , de la Gloria eterna y del Amor de la Santísima Trinidad . Guíame acompáñame y protégeme en mi peregrinaje de la fe hacia la vida eterna, para que no me aparte de Jesús, único y verdadero Camino hacia el Padre y en la hora de la muerte experimente tu poderosa intercesión y protección maternal .y así Contigo pueda alabar, adorar y gozar de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo por toda la eternidad.

Rezar tres Ave María en honor de la SantísimaTrinidad y Gloria.

Concluir con la Oración final para todo los días ⬆

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Fuente: ACI Prensa


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Demasiada inteligencia https://www.reinadelcielo.org/demasiada-inteligencia/ Fri, 19 Apr 2024 07:34:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=550 ]]> “Soy demasiado inteligente para creer en esas cosas”. Esta increíble frase referida a las cosas de Dios se escucha muy a menudo, y otras veces aunque no se la escucha, se la intuye en la actitud de las personas. Para poder comprender el tremendo error que emana de este concepto, hay que buscar dar un correcto significado a la palabra “inteligencia”. ¿Acaso la inteligencia consta de saber mucho, tener mucha información en la cabeza, es eso realmente ser inteligente?

Para mí, la palabra inteligencia participa del concepto de sabiduría. Y sabio es alguien que ha llegado a un punto de notable paz interior, no de frenética búsqueda del saber. Esto es importante, porque la sociedad actual no posee sabiduría, sino una loca búsqueda de saber más y más, de acumular conocimientos. El sabio sabe lo que quiere, busca lo esencial, aquello que hace al bien de la gente, busca la armonía de las cosas y de los hombres, el balance perfecto. Tiene silencios y pausas, reflexiones y meditación. Pero por sobre todo lo demás, quien es sabio ha llegado a un punto en que es capaz de reconocer sus propios límites: se ha visto tantas veces enfrentado a no poder explicar cosas, hechos, situaciones, que ya sabe que él tiene su campo de entendimiento acotado, y que superarse consiste justamente en reconocer y respetar ese limite, a tiempo.

Mujer inteligente

Me produce risa y tristeza, a la vez, ver al mundo actual tratando de explicar el origen del hombre, del universo, de la naturaleza, sin colocar a Dios en el centro. ¿Cómo pueden pensar que todo esto, con nosotros en el centro, puede haber surgido de una combinación de energías y quien sabe que otras explicaciones supuestamente racionales?. Esta gente nos mira con rostro serio, como tratando de ser convincentes con lo que dicen. ¡Pero qué locura!. La locura consiste en no aceptar que el hombre tiene, por Gracia de Dios, una inteligencia que le permite comprender una cantidad de cuestiones que lo hacen progresar, avanzar. Pero existe una zona, un terreno, que le está vedado. Es el campo de las cosas de Dios, el mundo sobrenatural, espiritual, el Reino de Dios.

Cuando el hombre llega a ésta frontera, y la encuentra vedada a su capacidad de comprender con medios humanos (sólo se la comprende con los ojos de la fe), se rebela, y declara que ese mundo sobrenatural no existe. O bien lo “naturaliza”, lo trata de explicar mediante las imperfectas leyes naturales que el Señor nos deja comprender, pero que son inútiles si se las intenta aplicar a las cosas de Dios. Mal utilizadas, se transforman en rebelión, en idolatría, en ateismo o en tantas otras manifestaciones del naturalismo, racionalismo y muchos otros “ismos” que arrasan las mentes de estos tiempos, y saturan las bibliotecas.

Cuando creemos que podemos entender todo, comprender todo, es cuando creemos ser como Dios. Y allí caemos en la peor de las idolatrías: hacemos un ídolo de nosotros mismos, idolatramos nuestra propia inteligencia. ¿Acaso no es eso una forma de locura, una negación profunda de lo que es obvio, de la existencia de lo Superior, lo Sobrenatural, Dios mismo?. Y es que la trampa que nos tiende nuestra propia mente es justamente esa, la de la soberbia. ¡Querer ser como Dios, qué locura!.

Tocar el cielo con la manos

¿Quién es realmente inteligente?. Quien acepta a Dios tal como es, Creador y Omnipotente, Omnisciente y Omnipresente. Todo lo puede, todo lo sabe, está en todas partes, es quien creó todas las cosas. Si Dios nos ha dado el don de la inteligencia, es para que la pongamos a Su servicio. Qué hermoso es cuando se ve que los científicos buscan comprender las leyes del universo, pero poniendo a Dios en el centro. Si, ya sé que eso no se ve muy a menudo en las escuelas ni en las universidades de hoy en día, pero ocurre, créanme. Sin ir más lejos, les recomiendo el libro “Para Salvarte”, del Padre Jorge Loring, donde se unen de un modo amoroso la ciencia moderna con la fe cristiana.

Estar dotado de una inteligencia superior al promedio es un don que Dios nos da, pero también es una prueba a la que él nos somete. ¿Qué vas a hacer con ese don, lo vas a poner al servicio de Dios, aceptando tus limites, o lo vas a utilizar para competir con el mismo Dios, tratando de ser tan inteligente como El?. Sé sabio, pon tu inteligencia al servicio de Dios, y abre tu corazón para que sea el freno natural a la tentación de caer en la soberbia. Sé siempre como un niño, acepta tus limites, sé simple de corazón, ¡Dios te ama!


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San José, Casto Esposo de la Virgen María https://www.reinadelcielo.org/san-jose-casto-esposo-de-la-virgen-maria/ Tue, 19 Mar 2024 06:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=9039 En el Plan Reconciliador de Dios, San José tuvo un papel esencial: Dios le encomendó la gran responsabilidad y privilegio de ser el padre adoptivo del Niño Jesús y de ser esposo virginal de la Virgen María. San José, el santo custodio de la Sagrada Familia, es el santo que más cerca está de Jesús y de la Santísima de la Virgen María. 
Su fiesta es el 19 de marzo.

San Mateo (1,16) llama a San José el hijo de Jacob; según San Lucas (3,23), su padre era Helí. Probablemente nació en Belén, la ciudad de David del que era descendiente. Al comienzo de la historia de los Evangelios (poco antes de la Anunciación), San José vivía en Nazaret.

Según San Mateo 13,55 y Marcos 6,3, San José era un “tekton”. La palabra significa en particular que era carpintero o albañil. San Justino lo confirma, y la tradición ha aceptado esta interpretación.
Nuestro Señor Jesús fue llamado “Hijo de José”, “el carpintero” (Jn 1,45; 6,42; Lc 4,22).

Como sabemos no era el padre natural de Jesús, quién fue engendrado en el vientre virginal de la Virgen María por obra del Espíritu Santo y es Hijo de Dios, pero José lo adoptó amorosamente y Jesús se sometió a él como un buen hijo ante su padre. ¡Cuánto influenció José en el desarrollo humano del niño Jesús! ¡Qué perfecta unión existió en su ejemplar matrimonio con María!

Modelo de silencio y de humildad

maria y jose (ft img)

Las principales fuentes de información sobre la vida de San José son los primeros capítulos del evangelio de Mateo y de Lucas. En los relatos no conocemos palabras expresadas por él, tan sólo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección como padre responsable del bienestar de su amadísima esposa y de su excepcional Hijo. Es un caso excepcional en la Biblia: un santo al que no se le escucha ni una sola palabra. Es, pues, el “Santo del silencio”.

Su santidad se irradiaba desde antes de los desposorios. Es un “escogido” de Dios; desde el principio recibió la gracia de discernir los mandatos del Señor. No es que haya sido uno de esos seres que no pronunciaban palabra, fue un hombre que cumplió aquel mandato del profeta antiguo: “sean pocas tus palabras”. Es decir, su vida sencilla y humilde se entrecruzaban con su silencio integral, que no significa mero mutismo, sino el mantener todo su ser encauzado a cumplir el Plan de Dios. San José, patrono de la vida interior, nos enseña con su propia vida a orar, a amar, a sufrir, a actuar rectamente y a dar gloria a Dios con toda nuestra vida.

Vida virtuosa

Su libre cooperación con la gracia divina hizo posible que su respuesta sea total y eficaz. Dios le dio la gracia especial según su particular vocación y, al mismo tiempo, la misión divina excepcional que Dios le confió requirió de una santidad proporcionada.

Se ha tratado de definir muchas veces las virtudes de San José: “Brillan en el, sobre todo las virtudes de la vida oculta: la virginidad, la humildad, la pobreza, la paciencia, la prudencia, la fidelidad que no puede ser quebrantada por ningún peligro, la sencillez y la fe; la confianza en Dios y la mas perfecta caridad. Guardo con amor y entrega total, el deposito que se le confiara con una fidelidad propia al valor del tesoro que se le deposito en sus manos.”

San José es también modelo incomparable, después de Jesús, de la santificación del trabajo corporal. Por eso la Iglesia ha instituido la fiesta de S. José Obrero, celebrada el 1 de mayo, presentándole como modelo sublime de los trabajadores manuales.

Amor virginal

San José Obrero (ft img)

La concepción del Verbo divino en las entrañas virginales de María se hizo en virtud de una acción milagrosa del Espíritu Santo, sin intervención alguna de San José. Este hecho es narrado por el Evangelio y constituye uno de los dogmas fundamentales de nuestra fe católica: la virginidad perpetua de María. En virtud a ello, San José a recibido diversos títulos: padre nutricio, padre adoptivo, padre legal, padre virginal; pero ninguna en si encierra la plenitud de la misión de San José en la vida de Jesús.

San José ejerció sobre Jesús la función y los derechos que corresponden a un verdadero padre, del mismo modo que ejerció sobre María, virginalmente, las funciones y derechos de verdadero esposo. Ambas funciones constan en el Evangelio. Al encontrar al Niño en el Templo, la Virgen reclama a Jesús: “Hijo, porque has obrado así con nosotros? Mira que tu padre y yo, apenados, te buscábamos”. María nombra a San José dándole el título de padre, prueba evidente de que él era llamado así por el propio Jesús, pues miraba en José un reflejo y una representación auténtica de su Padre Celestial.

La relación de esposos que sostuvo San José y Virgen María es ejemplo para todo matrimonio; ellos nos enseñan que el fundamento de la unión conyugal está en la comunión de corazones en el amor divino. Para los esposos, la unión de cuerpos debe ser una expresión de ese amor y por ende un don de Dios. San José y María Santísima, sin embargo, permanecieron vírgenes por razón de su privilegiada misión en relación a Jesús. La virginidad, como donación total a Dios, nunca es una carencia; abre las puertas para comunicar el amor divino en la forma mas pura y sublime. Dios habitaba siempre en aquellos corazones puros y ellos compartían entre sí los frutos del amor que recibían de Dios.

Dolor y Alegría

San José y Jesús (Ft img)

Desde su unión matrimonial con María, San José supo vivir con esperanza en Dios la alegría-dolor fruto de los sucesos de la vida diaria.

En Belén tuvo que sufrir con la Virgen la carencia de albergue hasta tener que tomar refugio en un establo. Allí nació el Jesús, Hijo de Dios. El atendía a los dos como si fuese el verdadero padre. Cual sería su estado de admiración a la llegada de los pastores, los ángeles y mas tarde los magos de Oriente. Referente a la Presentación de Jesús en el Templo, San Lucas nos dice: “Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él”.(Lc 2,33).

Después de la visita de los magos de Oriente, Herodes el tirano, lleno de envidia y obsesionado con su poder, quiso matar al niño. San José escuchó el mensaje de Dios transmitido por un ángel: “Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle” (Mt 2,13). San José obedeció y tomo responsabilidad por la familia que Dios le había confiado.

San José tuvo que vivir unos años con la Virgen y el Niño en el exilio de Egipto.
Esto representaba dificultades muy grandes: la Sagrada familia, siendo extranjera, no hablaba el idioma, no tenían el apoyo de familiares o amigos, serían víctimas de prejuicios, dificultades para encontrar empleo y la consecuente pobreza. San José aceptó todo eso por amor sin exigir nada, siendo modelo ejemplar de esa amorosa obediencia que como hijo debe a su Padre en el cielo.

Lo mas probable es que San José haya muerto antes del comienzo de la vida pública de Jesús ya que no estaba presente en las bodas de Canaá ni se habla mas de él. De estar vivo, San José hubiese estado sin duda al pie de la Cruz con María. La entrega que hace Jesús de su Madre a San Juan da también a entender que ya San José estaba muerto.

Según San Epifanius, San José murió en sus 90 años y el Venerable Beda dice que fue enterrado en el Valle de Josafat.

Patrono de la Iglesia Universal

El Papa Pío IX, atendiendo a las innumerables peticiones que recibió de los fieles católicos del mundo entero, y, sobre todo, al ruego de los obispos reunidos en el concilio Vaticano I, declaró y constituyó a San José Patrono Universal de la Iglesia, el 8 de diciembre de 1870.

¿Que guardián o que patrón va a darle Dios a su Iglesia? pues el que fue el protector del Niño Jesús y de María.

Cuando Dios decidió fundar la familia divina en la tierra, eligió a San José para que sea el protector y custodio de su Hijo; para cuando se quiso que esta familia continuase en el mundo, esto es, de fundar, de extender y de conservar la Iglesia, a San José se le encomienda el mismo oficio. Un corazón que es capaz de amar a Dios como a hijo y a la Madre de Dios como a esposa, es capaz de abarcar en su amor y tomar bajo su protección a la Iglesia entera, de la cual Jesús es cabeza y María es Madre.

Devoción a San José

Una de las mas fervientes propagadoras de la devoción a San José fue Santa Teresa de Ávila. En el capítulo sexto de su vida, escribió uno de los relatos mas bellos que se han escrito en honor a este santo:

“Tomé por abogado y protector al glorioso San José, y encomiéndeme mucho a el. Vi claro que así de esta necesidad, como de otras mayores, este padre y señor mío me saco con mas bien de lo que yo le sabia pedir. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa tan grande las maravillosas mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; de este santo tengo experiencia que socorre en todas las necesidades, y es que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra, que como tenia nombre de padre, y le podía mandar, así en el cielo hace cuanto le pide. Querría yo persuadir a todos que fuesen devotos de este glorioso santo por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios”.

Otros santos que también propagaron la devoción a San José fueron San Vicente Ferrer, Santa Brígida, San Bernardino de Siena (que escribió en su honor muy hermosos sermones) y San Francisco de Sales, que predicó muchas veces recomendando la devoción al Santo Custodio.


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Novena a San José https://www.reinadelcielo.org/novena-a-san-jose/ Mon, 11 Mar 2024 06:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=6197 Te invitamos a rezar esta novena.]]>
  • Señal de la Cruz.
  • Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en Ti espero, adoro y Os amo.
  • Señor y Dios Nuestro ilumina nuestro camino para ser dignos hijos y muéstranos en Tu Santo hijo José, el dulce y puro camino hacia Ti. Amén.
  • Primer Día: San José, enséñame a tener fe.

    Flor 3

    Querido San José, vos que sos mi amigo, que fuiste de Jesús, su Papá adoptivo, enséñame a tener una radiante fe. Vos sabés cuán difícil es a veces creer, cuán fácil para mí es caer. Los miedos, la razón, mi conveniencia, el mundo es para mí como granizo que me alejan de Jesús y Sus designios. Sabés cuántas cosas no comprendo, y podés leer en mi corazón cuando me oscurezco. Dame una fe viva, una fe que solo entienda que el Señor es mi Maestro, y que corrió por mí todos los riesgos hasta morir en el Madero. Que vuelva a creer, que le sea fiel y que persevere en Él. Amén.

    Padre Nuestro, Avemaría y Gloria

    Segundo Día: Dame, San José, la pureza que ilumina y guía.

    Querido hermano, San José, ayúdame con este gran don, el don de los elegidos del Señor. Vos que la pureza supiste guardar, y fuiste digno de tal confianza que el mismo Dios  te dio a Su Esposa Amada, María. Yo puedo comprender cuánto latía tu corazón por aquella Mujer Purísima, a la que te supiste entregar en corazón, alma y vida. Ella que era tan preciosa por su presencia, lo era más aún por su santidad. Vos la supiste cuidar y amar de verdad como tierno y puro esposo. Custodia mi alma para que tenga pureza de pensamiento, palabra y obras. Amén.

    Padre Nuestro, Avemaría y Gloria

    Tercer Día: San José, dame el don de la fortaleza.

    Querido San José, dame el don de la fortaleza. Enséñame que no hay adversidad que con Dios no se pueda alejar o cambiar. Dame la fortaleza de ánimo y de espíritu, para hacer frente a los peligros de esta vida y saberlos llevar con la alegría de los que en Dios confían. Enséñame que cada obstáculo no es una amenaza sino una enseñanza. Que aunque a veces la cruz es pesada, Jesús junto a mí la arrastra y que unidos venceremos. Porque si Dios está conmigo a qué temo, qué cosas no puedo. El camina conmigo en el Huerto y en el desierto, y juntos vamos al Cielo. Hazme fuerte en mis batallas, para que yo sea a Su semejanza y deje en esta tierra Su Huella Santa. Y como vos en Nazaret, Belén, Egipto y Jerusalén haz que con mi cruz pueda yo vencer. Amén.

    Padre Nuestro, Avemaría y Gloria

    Cuarto Día: Enséñame, San José, a comprender.

    Flor 3

    San José, enséñame a los designios de Dios comprender, aún aquellos a los que mi corazón dice “no sé”. Quita de mi alma esas dudas que producen amargura. Y haz que como un hijo confiado le entregue a Jesús mi vida, mi amor y mi trabajo. Para sentirme liberado. Y así como vos con fe comprendiste a María, haz que pueda comprender y me entregue a la Voluntad de Dios en mi vida. Y lo que yo diga “no sé” también se lo entregue a Él, porque Él quiere tan solo mi bien. Amén.

    Padre Nuestro, Avemaría y Gloria

    Quinto Día: San José, dame el don de la prudencia.

    San José, vos sabes cuánto me cuestan mis modos… y también conocer los tiempos…  San José, aquieta mi alma para que tenga prudencia, que conozca y actúe del modo y en el tiempo necesario para que mis obras alcancen un buen fin. Que tenga un corazón prudente, para ordenar mi vida y otras vidas. Que mis miedos, enojos y ansiedades no ahoguen esta gracia. Haz que las contradicciones del mundo sean sanadas por este don, pues la prudencia es pariente de la fe y la esperanza que todo lo alcanzan y mueven   montañas. San José enséñame a “prudentemente” mover montañas… Amén.

    Padre Nuestro, Avemaría y Gloria

    Sexto Día: San José, haz que triunfe en mi corazón el amor.

    San José, vos que amaste y que tanto lloraste, pero supiste ver en la tribulación y el dolor de tus días la Gracia de las Manos de Dios que te abrazan y levantan. San José, que tantas penumbras, trabajos, miedos y riesgos soportaste en tu corazón. Que tantas preocupaciones te aquejaban: tu familia, el trabajo, los parientes, amigos y vecinos. También aquellos que los sabías tus enemigos. Pero que con el escudo del amor y la  espada de la Verdad, enfrentaste y ganaste. Haznos un corazón amoroso, donde el  servicio, la bondad y la verdad brillen con alegría en nuestras vidas. Amén.

    Padre Nuestro, Avemaría y Gloria

    Séptimo Día: San José, dame un corazón paciente.

    San José, dame un corazón paciente. La paciencia es la virtud de los Santos, porque nos hace abandonarnos en el Corazón de Jesús que es la protección y omnipotencia de Dios que se regala a los hombres. En medio de la adversidad es entregar. Dame paciencia San José, para saber esperar contra toda esperanza; para poder perseverar en medio de las tormentas; dame paciencia cuando a Dios no vea, para poder hallar Su paz y entregar. Porque Él siempre está y Su amor no me va a dejar. Él me vino a llamar y a buscar, Él me quiere de verdad  y me va a ayudar. Dame paz para aceptar y cumplir Su Voluntad. Amén.

    Padre Nuestro, Avemaría y Gloria

    Octavo día: La humildad de José.

    Flor 5

    San José, vos sí que fuiste un hombre humilde. No por ser carpintero, pues ese oficio te hacia sabio. No por tus manos de trabajo, ni por tus logros humanos. Sino porque sentiste de lo Alto el “llamado” y respondiste. Te vestiste siempre de “tu nada” frente  a la Palabra en la que descansaba tu alma y a La que amabas. Llevaste una vida casta y solo en Dios depositabas tu mirada, para “escuchar” lo que Él te enseñaba, y quitar también toda cizaña. Haz San José que yo también Le entregue “mi nada”, para depositar mi corazón en Su Corazón Precioso, ese Corazón Amante de los hombres, que es Corazón de Padre, Hijo y Esposo y que nos llama a todos para entregarnos el Tesoro escondido, ese Tesoro que es el mismo Cristo y que nos lleva al Cielo prometido. San José hazme humilde, siempre humilde. Amén.

    Padre Nuestro, Avemaría y Gloria

    Noveno Día: San José, enséñame los dones de la  alegría y la oración.

    Flor 4

    San José enséñame tu alegría. Y cómo no vas a tener alegría si tu esposa es la Virgen María y tu hijo, Jesús, Dios, Rey y Señor de nuestras vidas. Cómo no vas a tener alegría al tener al Niño Jesús en tus  brazos y mimarlo, sentir sus abrazos y enseñarle, y morir en Sus Brazos… Cómo no vas a tener alegría si tu vida era confianza infinita a la Voluntad Divina, si por Ella hacías y deshacías y por Ella tu alma ardía. Enséname a orar para confiar y vencer en mi debilidad, para amar de verdad y cumplir siempre la Santa Voluntad. San José fiel custodio de Jesús y María custodia mi alma y mi hogar, y haz que mi alma se encienda en gozo de tenerte a vos como patrono. Amén

    Padre Nuestro. Avemaría y Gloria

    San José ¡Ruega por nosotros!

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    Asociación de Fieles
    Misioneros de Nuestra Señora del Cielo
    nuestrasenoradelcielo.net


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    San Martín de Porres https://www.reinadelcielo.org/san-martin-de-porres/ Fri, 03 Nov 2023 06:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=5597 Religioso dominico peruano

    El racismo, esa distinción que hacemos los hombres distinguiendo a nuestros semejantes por el color de la piel, es algo tan sinsentido como distinguirlos por la estatura o por el volumen de la masa muscular. Y lo peor no es la distinción que está ahí, sino que ésta lleve consigo una minusvaloración de las personas -necesariamente distintas- para el desempeño de oficios, trabajos, remuneraciones y estima en la sociedad. Un mulato hizo mayor bien que todos los blancos juntos a la sociedad limeña de la primera mitad del siglo XVII.

    Fue hijo bastardo del ilustre hidalgo -hábito de Alcántara- don Juan de Porres, que estuvo breve tiempo en la ciudad de Lima. Bien se aprecia que los españoles allá no hicieron muchos feos a la población autóctona y confiemos que el Buen Dios haga rebaja al juzgar algunos aspectos morales cuando llegue el día del juicio, aunque en este caso sólo sea por haber sacado del mal mucho bien. Tuvo don Juan dos hijos, Martín y Juana, con la mulata Ana Vázquez. Martín nació mulato y con cuerpo de atleta el 9 de diciembre de 1579 y lo bautizaron, en la parroquia de San Sebastián, en la misma pila que Rosa de Lima.

    La madre lo educó como pudo, más bien con estrecheces, porque los importantes trabajos de su padre le impedían atenderlo como debía. De hecho, reconoció a sus hijos sólo tardíamente; los llevó a Guayaquil, dejando a su madre acomodada en Lima, con buena familia, y les puso maestro particular.

    San Martín de Porres 2.jpg

    Martín regresó a Lima, cuando a su padre lo nombraron gobernador de Panamá. Comenzó a familiarizarse con el bien retribuido oficio de barbero, que en aquella época era bastante más que sacar dientes, extraer muelas o hacer sangrías; también comprendía el oficio disponer de yerbas para hacer emplastos y poder curar dolores y neuralgias; además, era preciso un determinado uso del bisturí para abrir hinchazones y tumores. Martín supo hacerse un experto por pasar como ayudante de un excelente médico español. De ello comenzó a vivir y su trabajo le permitió ayudar de modo eficaz a los pobres que no podían pagarle. Por su barbería pasarán igual labriegos que soldados, irán a buscar alivio tanto caballeros como corregidores.

    Pero lo que hace ejemplar a su vida no es sólo la repercusión social de un trabajo humanitario bien hecho. Más es el ejercicio heroico y continuado de la caridad que dimana del amor a Jesucristo, a Santa María. Como su persona y nombre imponía respeto, tuvo que intervenir en arreglos de matrimonios irregulares, en dirimir contiendas, fallar en pleitos y reconciliar familias. Con clarísimo criterio aconsejó en más de una ocasión al Virrey y al arzobispo en cuestiones delicadas.

    Alguna vez, quienes espiaban sus costumbres por considerarlas extrañas, lo pudieron ver en éxtasis, elevado sobre el suelo, durante sus largas oraciones nocturnas ante el santo Cristo, despreciando la natural necesidad del sueño. Llamaba profundamente la atención su devoción permanente por la Eucaristía, donde está el verdadero Cristo, sin perdonarse la asistencia diaria a la Misa al rayar el alba.

    Por el ejercicio de su trabajo y por su sensibilidad hacia la religión tuvo contacto con los monjes del convento dominico del Rosario donde pidió la admisión como donado, ocupando la ínfima escala entre los frailes. Allí vivían en extrema pobreza hasta el punto de tener que vender cuadros de algún valor artístico para sobrevivir. Pero a él no le asusta la pobreza, la ama. A pesar de tener en su celda un armario bien dotado de yerbas, vendas y el instrumental de su trabajo, sólo dispone de tablas y jergón como cama.

    Llenó de pobres el convento, la casa de su hermana y el hospital. Todos le buscan porque les cura aplicando los remedios conocidos por su trabajo profesional; en otras ocasiones, se corren las voces de que la oración logró lo improbable y hay enfermos que consiguieron recuperar la salud sólo con el toque de su mano y de un modo instantáneo.

    Revolvió la tranquila y ordenada vida de los buenos frailes, porque en alguna ocasión resolvió la necesidad de un pobre enfermo entrándolo en su misma celda y, al corregirlo alguno de los conventuales por motivos de clausura, se le ocurrió exponer en voz alta su pensamiento anteponiendo a la disciplina los motivos dimanantes de la caridad, porque “la caridad tiene siempre las puertas abiertas, y los enfermos no tienen clausura”.

    Pero entendió que no era prudente dejar las cosas a la improvisación de momento. La vista de golfos y desatendidos le come el alma por ver la figura del Maestro en cada uno de ellos. ¡Hay que hacer algo! Con la ayuda del arzobispo y del Virrey funda un Asilo donde poder atenderles, curarles y enseñarles la doctrina cristiana, como hizo con los indios dedicados a cultivar la tierra en Limatombo. También los dineros de don Mateo Pastor y Francisca Vélez sirvieron para abrir las Escuelas de Huérfanos de Santa Cruz, donde los niños recibían atención y conocían a Jesucristo.

    No se sabe cómo, pero varias veces estuvo curando en distintos sitios y a diversos enfermos al mismo tiempo, con una bilocación sobrenatural.

    El contemplativo Porres recibía disciplinas hasta derramar sangre haciéndose azotar por el indio inca por sus muchos pecados. Como otro pobre de Asís, se mostró también amigo de perros cojos abandonados que curaba, de mulos dispuestos para el matadero y hasta lo vieron reñir a los ratones que se comían los lienzos de la sacristía. Se ve que no puso límite en la creación al ejercicio de la caridad y la transportó al orden cósmico.

    Murió el día previsto para su muerte que había conocido con anticipación. Fue el 3 de noviembre de 1639 y causada por una simple fiebre; pidiendo perdón a los religiosos reunidos por sus malos ejemplos, se marchó. El Virrey, Conde de Chinchón, Feliciano de la Vega -arzobispo- y más personajes limeños se mezclaron con los incontables mulatos y con los indios pobres que recortaban tantos trozos de su hábito que hubo de cambiarse varias veces.

    Lo canonizó en papa Juan XXIII en 1962

    Desde luego, está claro que la santidad no entiende de colores de piel; sólo hace falta querer sin límite.

    ¿Qué nos enseña su vida?

    La vida de San Martín nos enseña:

    • A servir a los demás, a los necesitados. San Martín no se cansó de atender a los pobres y enfermos y lo hacía prontamente. Demos un buen servicio a los que nos rodean, en el momento que lo necesitan. Hagamos ese servicio por amor a Dios y viendo a Dios en las demás personas.
    • A ser humildes. San Martín fue una persona que vivió esta virtud. Siempre se preocupó por los demás antes que por él mismo. Veía las necesidades de los demás y no las propias. Se ponía en el último lugar.
      A llevar una vida de oración profunda. La oración debe ser el cimiento de nuestra vida. Para poder servir a los demás y ser humildes, necesitamos de la oración. Debemos tener una relación intima con Dios
    • A ser sencillos. San Martín vivió la virtud de la sencillez. Vivió la vida de cara a Dios, sin complicaciones. Vivamos la vida con espíritu sencillo.
    • A tratar con amabilidad a los que nos rodean. Los detalles y el trato amable y cariñoso es muy importante en nuestra vida. Los demás se lo merecen por ser hijos amados por Dios.
    • A alcanzar la santidad en nuestra vidas. Por alcanzar esta santidad, luchemos…
    • A llevar una vida de penitencia por amor a Dios. Ofrezcamos sacrificios a Dios.

    San Martín de Porres se distinguió por su humildad y espíritu de servicio, valores que en nuestra sociedad actual no se les considera importantes. Se les da mayor importancia a valores de tipo material que no alcanzan en el hombre la felicidad y paz de espíritu. La humildad y el espíritu de servicio producen en el hombre paz y felicidad.

    Oración

    Virgen María y San Martín de Porres, ayúdenme este día a ser más servicial con las personas que me rodean y así crecer en la verdadera santidad. Amén

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    Fuente: Catholic.net

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    Santa Ángela de la Cruz https://www.reinadelcielo.org/santa-angela-de-la-cruz/ Thu, 02 Mar 2023 08:45:03 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=27112

    María de los Ángeles Guerrero González
    Fundadora del Instituto
    de las Hermanas de la Cruz

    Martirologio Romano: En Sevilla, en España, santa Ángela de la Cruz Guerrero González, fundadora del Instituto de las Hermanas de la Cruz, que no se reservó ningún derecho para sí sino que lo dejó todo para los pobres, a los cuales acostumbraba llamar sus señores, y los servía de verdad (1932).
    Etimológicamente: Ángela = Aquella que trae el mensaje de Dios, es de origen griego.
    Fecha de canonización: 4 de mayo de 2003 por S. S. Juan Pablo II.

    María de los Ángeles Martina de la Santísima Trinidad Guerreo González, o Sor Ángela de la Cruz, es conocida en su ciudad natal, Sevilla, como “madre de los pobres”. Nace en 1846 en el seno de una familia sencilla y trabajadora. Niña humilde, afectuosa, alegre, devota, trabajadora. La penitencia, la oración, la limosna, la entrega son propios de ella. Con 13 años entra a trabajar en un taller de zapatería, donde se ganará el cariño, el respeto y la admiración de sus compañeras. Los pobres de su barrio saben de sus limosnas y ayudas. A los 16 años conoce al Padre José Torres que la ayudará a madurar en su fe y en su vocación, y la orientará hacia el apostolado. Sus intentos de ingresar en las Carmelitas Descalzas de Sevilla y en las Hijas de la Caridad fracasan por motivos de salud.

    Con humildad y sencillez, esta mujer, que apenas sabe escribir, pondrá por escrito, a petición del P. Torres, lo que siente: narra una contemplación que ha tenido de la Santa Cruz, a partir de la cual se llamará Ángela de la Cruz; o cómo concibe ese Calvario que quiere que sea su vida: sólo tiene 27 años. El 2 de agosto de 1875 nace la “Compañía de Hermanas de la Cruz” , con el fin de ayudar y atender a los pobres y a los enfermos, y limpiar de miserias sus casas. Las religiosas viven en conventos que son un como un “Calvario”, con una imagen preciosa de la Virgen María en el Oratorio; con una existencia austera, en silencio casi absoluto, de oración y meditación continua. Las vocaciones aumentan, así como las peticiones de ayuda de los más pobres y necesitados, incluso de los ricos, y se suceden las fundaciones. La Madre Ángela de la Cruz, que morirá en 1932, estará toda su vida pendiente de todas y cada una de sus hijas, y de cuantos acuden buscando su consejo y su apoyo.

    ¿Qué podemos aprender de Sor Ángela de la Cruz? 

    Sor Ángela de la Cruz fue pobre: su máxima era vivir la pobreza evangélica, como Jesucristo, porque sólo desde la pobreza podrá comprender y ayudar a los pobres. Dedica su comida y las limosnas que recibe para los pobres del barrio. Su atención a los pobres le lleva a ‘chupar’ la supuración de las llagas de una enferma a punto de morir, y que sana al poco tiempo. Ese desprendimiento la lleva a concebir una Compañía en la que sus monjas estén al servicio de los pobres, desprendidas de todo, sin más ropa que la puesta, con un régimen de comidas austero, dormir en tarimas de madera… sus religiosas son mendigas, y todo lo reciben de limosna. Con un objetivo cristiano: llevar todas las almas a Dios. 

    Humilde: ser ‘nada’ en la voluntad de Dios; obedecer continuamente; vivir en una actitud continua de recogimiento; aceptar las reprimendas y no justificarlas cuando son injustas. Humildad que se plasma en sus Hijas: piden limosna, visitan y ayudan a los enfermos.

    Madre: madre para los pobres, a quienes da todo lo que tiene, y sobre todo su amor. Madre para sus Hijas, a quienes quiere y cuida, a quienes dirige cartas circulares, y cartas personales; a quienes exhorta a vivir muy unidas, con paz y tranquilidad, siendo ángeles de paz, con un testimonio de pobreza evangélica y de alegría. Madre que creará internados para las hijas huérfanas de los enfermos que asisten las Hermanas, y escuelas para las niñas humildes, incluso escuelas nocturnas para las obreras. Pobreza sí, miseria no. Confianza: en la divina Providencia y en las personas que la Divina Providencia ponía a su lado.

    Amor a la Cruz: las casas de las Hermanas son como un Calvario, y en el dormitorio hay un altar con una Cruz.

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    Fuente: Catholic.net


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    6 maneras de imitar a la Virgen María en la vida cotidiana https://www.reinadelcielo.org/6-maneras-de-imitar-a-la-virgen-maria-en-la-vida-cotidiana/ Thu, 10 Sep 2020 18:14:16 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=25050

    María es modelo a seguir por donde quiera que la veamos. Pero, ¿cómo imitarla en nuestro diario vivir?, ¿cómo hacer que la vida cotidiana de un buen cristiano esté marcada por Ella?, ¿cómo podríamos vivir y asumir las responsabilidades y rutina de siempre dando a conocer sus virtudes? Uno de los principales retos que tenemos, como discípulos de Cristo, es alcanzar la santidad en las cosas sencillas y ordinarias de cada día.

    Desde chico tengo una relación de cariño muy entrañable con nuestra Mamita que está en los cielos. Y en estos últimos días me vengo cuestionando por la cantidad de actitudes evangélicas que nos enseña, meditando los poquísimos pasajes bíblicos en los que apreciamos cómo fue su vida.

    1. María y el discernimiento espiritual

    En primer lugar, el discernimiento espiritual para descubrir los planes de Dios. Exige vivir una docilidad ante la voluntad de Dios. La aparición del Arcángel Gabriel fue algo extraordinario (Lucas 1,26-38). Lo usual, es que la vida está llena de signos sencillos de Dios, tal como sucedió también, en la vida de la Virgen.

    El que «María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lucas 2, 19), nos enseña una actitud fundamental para el discernimiento espiritual. Vemos eso cuando recibe la visita de los pastorcitos, así como la de los reyes magos (Lucas 2, 8-20). También lo vemos cuando encuentra a Jesús en el templo, hablando con los doctores de la Ley. (Lucas 2, 41-50)

    ¿Cómo lo aplico a mi vida? Exige una vida espiritual activa, dedicando algunos momentos especiales del día para la oración (el rosario, las visitas al Santísimo, la lectura de las Sagradas Escrituras, la vida Sacramental, la liturgia de las horas, el examen de conciencia, etc).

    Luego, esas actividades espirituales nos abren el corazón a la acción del Espíritu Santo, y así podemos vivir conscientes de la presencia de Dios, mientras cumplimos las responsabilidades cotidianas, como son la atención a la familia, el servicio doméstico, el trabajo, y demás preocupaciones de la vida diaria.

    2. María y su confianza 

    En segundo lugar, la confianza humilde en los consejos de personas prudentes. Lo vemos en su relación con san José. En sueños, Dios le reveló sus planes para María, y cómo debía ayudarla para cumplir su voluntad. (Mateo 1,18-25) Ella supo confiar y ponerse en las manos de José.

    ¿Cómo lo aplico a mi vida? Nosotros también necesitamos tener algunos amigos, un director espiritual, un sacerdote o religioso amigo. Alguien que nos ayude a discernir los planes de Dios, muchas veces no tenemos las cosas claras.

    Todos necesitamos el consejo de personas prudentes, que nos llevan la delantera en la vida espiritual. No podemos ser autosuficientes y creer que podemos todo solos. Esto es esencial para nuestra fidelidad al plan de Dios.

    3. María y la virtud de la humildad

    En tercer lugar, aprender la virtud de la humildad. Es impresionante cuando María visita a su prima Isabel, y recibe un saludo tan especial (Lucas 1,39-45). Luego, como respuesta, vemos en el «Magnificat», un himno de la acción gloriosa de Dios en «la humildad de su esclava» (Lucas 1,46-55).

    Humildad cuando se ve obligada a concebir al Hijo de Dios en un pesebre, porque no había posada para acogerla (Lucas 2,7). No vemos en la Virgen ninguna palabra de reclamo o desesperación. Con sencillez y humildad no pierde su compostura espiritual, ni tampoco la serenidad, sabe que está en las manos de Dios.

    ¿Cómo lo aplico a mi vida? Esto me hace preguntar también ¿cuántas veces reclamamos y nos hacemos víctimas por las dificultades que vivimos?, ¿cuánta veces, por cosas sin mucho sentido, perdemos el control y olvidamos esas palabras tan reconfortantes de Dios?:

    «¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Y sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin permitirlo vuestro Padre. Y hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. Así que no temáis, vosotros valéis más que muchos pajarillos» (Mateo 10,29-31). ¡Confiemos en Dios y pidámosle que nos ayude a ser humildes!

    4. María y su servicio a los demás

    En cuarto lugar, estar siempre atento a la necesidad de los demás. Descubriendo en cada circunstancia de la vida cómo vivir la caridad. El servicio es la forma más concreta de vivir la caridad. Lo apreciamos cuando María sale corriendo al encuentro de su prima Isabel, puesto que «María se levantó y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel» (Lucas 1,39).

    Más adelante, todos conocemos el pasaje emblemático de las Bodas de Caná (Juan 2,1-11). Hasta que, al final de la vida de su Hijo, la vemos fortaleciendo y dándoles esperanza a los apóstoles, después de la trágica crucifixión (Juan 20,19). También, cuando estaban esperando la experiencia de Pentecostés (Hechos 2,13).

    ¿Cómo lo aplico a mi vida? Haciendo un examen de conciencia. ¿Cuántas veces, por estar encerrados en nosotros mismos, preocupados solamente por nuestras cosas, dejamos de aprovechar tantas ocasiones para servir, y hacer de la vida una obra de Caridad.

    No olvidemos: «El que dice que ama a Dios, pero no ama a su prójimo es un mentiroso» (1 Juan 4,20). Qué hermoso sería si además, nos esforzáramos por vivir el amor valiéndonos de nuestra creatividad. Pensando cómo alegrar la vida de los demás. Preparando, por ejemplo, un postre rico o cocinando una cena especial.

    5. María y su obediencia para cumplir la voluntad de Dios

    En quinto lugar, cumplir siempre la voluntad de Dios «cueste lo que cueste». Su «hágase en mí según tu Palabra» (Lucas 1,38), no se suscribe solamente al pasaje de la Anunciación, sino que lo vive a lo largo de toda su vida. Suele ser común pensar que, obviamente, diría «sí» a los planes de Dios en cualquier momento de su vida.

    ¡Total… es la Virgen María… y tuvo el privilegio de ser concebida sin pecado original! Pero olvidamos que nuestros primeros padres (Adán y Eva) también fueron concebidos sin pecado original. Su fidelidad supuso la perseverancia a lo largo y ancho de toda su vida.

    Sabemos todos que María no la tuvo fácil. Sufrió la persecución de Herodes (Mateo 2,13-15), el establo —ya mencionado— para el Nacimiento. Las exigencias por las cuáles seguramente habrá pasado. Tan solo conocemos el pasaje de la pérdida y hallazgo en el Templo (Lucas 2,14-52), pero sabemos que María sufrió como ninguna otra mujer.

    ¿Cómo aplicarlo a mi vida? A diferencia de María, vivimos la herencia del pecado, pero siempre está en nuestras manos la posibilidad de elegir el camino de la vida, y no la oscuridad. Puede ser duro mi lenguaje, pero recordemos: «Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca». (Apocalipsis 3, 15-16)

    Lo esencial como cristianos es nuestra relación personal de amor a Cristo. «Si me amáis, cumplan mis Mandamientos» (Juan 14,15). Pregúntate: ¿cuántas veces no cumplimos los Mandamientos porque no amamos a Cristo «cueste lo que cueste»? ¡Hasta las últimas consecuencias!

    6. María nos recuerda que no hay cristiano sin cruz

    Finalmente, esto me lleva a plantear una última reflexión: ¡no hay cristianismo sin cruz! María siguió a su Hijo hasta la cruz. Estuvo de pie, a los pies de su Hijo crucificado.(Juan 19,25-27). Con un silencio elocuente, aceptó el peor sufrimiento que puede existir: ver a su hijo asesinado, colgado de una cruz.

    Por ser María, ¡no la tuvo fácil! Cuando miramos una imagen, vemos su dulzura, la ternura de su mirada, la serenidad de su semblante, su mano acogedora. Pero también, está pisando la cabeza de la serpiente (Génesis 3,14-19), y tiene el corazón atravesado por una espada (Lucas 2,35).

    ¿Cómo lo aplico a mi vida? Nosotros… ¿Cuánto estamos dispuestos a cargar la cruz en nuestra vida cotidiana? «El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí» (Mateo 10, 38). No pensemos solamente en situaciones extraordinarias, sino en los distintos quehaceres comunes de la vida.

    ¿Cumplimos nuestras responsabilidades con cariño, reverencia, generosidad, entrega?, ¿o lo hacemos a medias, dejándonos ganar por la pereza o mediocridad? Es muy fácil caer en el aburrimiento de la rutina, y «cumplir por cumplir».

    La manera como la esposa prepara la comida a su marido, cuando llega del trabajo, o al revés. El esfuerzo por darle cariño a los hijos cuando llegamos cansados de un día largo en el trabajo, y solo quisiéramos ver la televisión. La atención y preocupación que tenemos a los familiares, estando al tanto de sus problemas y dificultades.

    «Perder» el tiempo, dedicándonos a escuchar personas que necesitan desahogar sus dolores y sufrimientos. Socorrer a los amigos enfermos, preocuparnos por los más necesitados saliendo de nuestra zona de confort. En fin, hay tantas obras de misericordia que podemos hacer.

    Este es nuestro camino hacia la felicidad. ¡Santidad es para el cristiano sinónimo de felicidad! Cada vez que dejamos de vivir el amor, perdemos una oportunidad para ser más felices. Seamos un reflejo vivo de María Santísima y del amor de Dios.

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    Fuente: Catholic-link


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    10 razones para amar y honrar a la Virgen María https://www.reinadelcielo.org/10-razones-para-amar-y-honrar-a-la-virgen-maria/ Fri, 26 Jul 2019 17:49:33 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=22933 La Virgen María estuvo presente en la encarnación, nacimiento, primer milagro, pasión y muerte de Jesucristo, recibió con los apóstoles al Espíritu Santo en Pentecostés, y hoy sigue participando de la historia de la salvación llevando a todos los fieles a su Hijo.

    El National Catholic Register propone 10 razones para crecer en el amor a la Madre de Dios, porque mientras más se recurra a ella, más podrá ayudar al ser humano en su camino al cielo.

    1. Amar a María es agradable a Dios

    No se puede superar a Dios. Nadie ha amado y honrado a María más de lo que Dios hizo. Dios Padre la eligió para ser la Madre de su Hijo único; ella es la esposa del Espíritu Santo y la madre del Hijo unigénito de Dios.

    2. Es ejemplo de humildad

    “Como la más humilde sierva del Señor que está ‘llena de gracia’ María era el instrumento perfecto de Dios, porque ella no era otra cosa que su instrumento”, dijo el escritor católico y místico, Thomas Merton.

    3. Es una manera de imitar a Jesús 

    Jesús sigue el Cuarto Mandamiento y honra a su madre. Por lo tanto, todo hijo de Dios debe hacer lo mismo.

    4. Es una forma de imitar a los santos

    No hay santo que no amara ni honrara a María. Muchos de ellos raramente no tenían un Rosario a la mano.

    5. María es la intercesora por excelencia

    Jesús realizó su primer milagro público porque su madre intercedió. Cristo dijo que todavía no era su hora, pero su Madre le pidió ayuda. La Biblia es clara: María influye en su Hijo.

    6. Es bíblico incluir a María

    La Santísima Madre fue parte de la encarnación, nacimiento, primer milagro, pasión y muerte de Jesús y recibió al Espíritu Santo junto a los apóstoles. Se cree que estuvo presente durante la Ascensión de Nuestro Señor. Jesús y María van juntos.

    7. Es histórico

    Durante los tiempos del Antiguo Testamento, era a la Reina, la madre del rey en aquellos días, a quien la gente acudía con sus peticiones. La mejor oportunidad de obtener una buena respuesta del rey era la petición de su madre. Así fue como se hizo durante el tiempo del Rey David, y Jesús desciende de la Casa de David.

    8. Dios continúa dándonos a su madre

    Una multitud de apariciones marianas aprobadas por la Iglesia muestra que Dios continúa enviando a su madre para que nos ayude.

    Por ejemplo, en Fátima, hace 100 años, el 13 de octubre, hubo 70.000 personas que presenciaron el denominado “Milagro del sol”, en el que la Virgen María se aparece a los pastorcitos Jacinta, Francisco y Lucía. Su mensaje para nosotros es orar y hacer reparación por los pecados de los hombres.

    9. El Rosario es un arma poderosa

    El Padre Pío y muchos santos lo llamaron un arma contra el mal y lo rezaron continuamente. Hay muchas historias de milagros documentadas e historias personales atribuidas al rezo del Rosario.

    10. María es justa

    Nadie podría argumentar que ella no es la más justa, por ello, la Biblia da fe del poder de sus oraciones.

    “La oración del justo tiene gran poder en su efecto” (Santiago 5:16) y “Dios oirá las oraciones de los justos” (Prov. 15:20). 

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    Fuente: ACI Prensa


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    Dios sabe que estoy arrepentido https://www.reinadelcielo.org/dios-sabe-que-estoy-arrepentido/ Fri, 27 Jan 2017 11:52:37 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=8676

    El cambio radical de José Luis Álvarez Santacristina, exmiembro de la banda ETA –a quien la memoria colectiva recuerda como Txelis– tuvo como desencadenante un inopinado “encuentro con Dios”, según sus propias palabras.

    Las lecturas de Pierre Teilhard de Chardin y del Nuevo Testamento, y el acompañamiento de un sacerdote, le acercaron “la gracia de poder comenzar a reconducir mi vida por la senda del Evangelio”. Y también la de poder llorar en la soledad de su celda, por reconocer sus muchas culpas, en busca del perdón de Dios, de sus víctimas y de sí mismo.

    Durante los 23 años que pasó entre rejas, Txelis estudió Filosofía, Psicología, Teología, Letras Modernas y Empresariales, y emprendió “un largo recorrido de conversión y arrepenti­miento”.“Mi historia –dice– es la de una gracia concreta y palpable, porque la fe me enfrentó a cosas peores que el miedo a un supuesto infierno: dar un sí definitivo a la fe de Jesús de Nazaret me suponía arrepentirme hasta la médula de los actos a los que pude contribuir en mi época de militancia en eta, a rechazar la violencia y a decirlo claramente”.

    A través de su entorno inmediato, Misión se ha puesto en contacto con Álvarez Santacristina, que sigue en libertad condicional y trabaja en un centro educativo del País Vasco, donde ayuda a menores con dificultades. El otrora sanguinario Txelis, difícil de reconocer en el actual José Luis, nos ha hecho llegar sus reflexiones sobre el perdón, que él mismo ha puesto en práctica con los familiares de sus víctimas y que pueden aplicarse en casi cualquier situación.

    Su mejor aval, en sus palabras, es el siguiente: “Soy consciente de la responsabilidad moral que conlleva haber sido durante años militante de eta; Dios es testigo de que estoy profunda y sinceramente arrepentido”. Ahora, la pregunta es “¿Serías capaz de perdonar a un ex-etarra y más aún, de seguir sus consejos para pedir perdón”.

    7 Consejo de “Txelis” para pedir perdón

    La petición de perdón, para ser auténtica y reparadora, debes hacerla, ante todo y sobre todo, desde el sufrimiento de la víctima, desde la conciencia del dolor generado, a veces de forma irreparable, en ella y en sus familiares.

    Recuerda que pedir perdón de forma sincera no obliga a la víctima a tener que otorgarte su perdón, ni siquiera a escucharte. Quien pide perdón de verdad no espera necesariamente que se le otorgue el perdón, porque es consciente del daño infligido, y de la dificultad, a veces enorme, de la víctima o sus familiares para poder perdonar.

    Aunque pedir perdón no constituye una exigencia para la víctima, puede ser una oportunidad para que la memoria del daño sufrido se asiente, se avance en la labor de duelo cuando se ha sufrido la pérdida de un ser querido o graves heridas físicas y morales, y se construya una paz reparadora.

    Pedir perdón es un acto de humildad, pues te reconoces radicalmente falible y responsable del mal causado a alguien; no echas balones fuera, no buscas excusas: reconoces, simple y llanamente, tu error o el mal causado.

    También es un acto de valentía porque, lejos de toda arrogancia o sumisión deshumanizante a presiones externas, te atreves a enfrentarte al mal que has provocado.

    Piensa que pedir perdón es un acto genuinamente humano, que muestra nuestra capacidad de reconocer el daño causado ante quienes lo han sufrido. Al pedir perdón, inicias un proceso de reparación del daño y, a su vez, te reconcilias contigo mismo, con lo más profundo de tu dignidad. Eso sí, pedir perdón no responde, en primera instancia, a una necesidad psicológica o social que tengas, sino a un deber de conciencia para con tu víctima.

    Si pides perdón, no solo pides algo, también ofreces algo, por pobre que parezca en comparación con el daño infligido: ofreces humildad, sinceridad, remordimiento y empatía con el dolor de la víctima y su familia, muestras tu pesar por el mal cometido. Y, sobre todo, manifiestas tu firme voluntad de no volver jamás a realizar un acto semejante. En definitiva, ofreces y muestras tu sincero arrepentimiento.

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    Fuente: Revista “Misión”, por José Antonio Méndez


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