hombre – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Fri, 16 Aug 2024 18:19:45 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 El dolor es el arado https://www.reinadelcielo.org/el-dolor-es-el-arado/ Fri, 16 Aug 2024 10:48:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=443 ¿Cuántas veces hemos escuchado la parábola de la semilla sembrada en distintos suelos? La hemos comprendido, y también tratamos de entender qué clase de suelo somos nosotros, si el camino, o el costado del camino, o las zarzas, o el campo fértil. Meditamos la realidad de la semilla, que debe caer, enterrarse y recibir humedad, para poder estallar y morir dando paso a la vigorosa planta de trigo que va a producir ciento por uno. Sabemos que la muerte de la semilla es lo que da paso a la fructificación de la fuerza que viene de la tierra, del agua, el sol, el aire. Dios nos enseña, a través de este paralelo con la tarea del sembrador, a comprender la importancia de la negación de nosotros mismos, reflejada en la muerte de la semilla que da vida.

Sin embargo, la semilla es en realidad la Palabra de Dios, el mensaje que debe llegar a la tierra y producir el milagro de la vida, vida eterna. Nosotros somos la tierra, sea buena o mala, preparada o inhóspita. Tierra que recibe la semilla para producir o secar, para dar libre espacio al desarrollo de la planta, o para ahogar, para dar alegría al labriego, o dolor y hambre durante el invierno espiritual. Como tierra que somos, debemos estar preparados para recibir la semilla, para ser dignos receptores de la Palabra que tantas veces pasa por nuestros oídos sin producir efecto alguno en nuestra alma. Como tierra estéril, solemos matar la semilla sin darle ninguna humedad ni abrazarla como negro humus pleno de nutrientes, humus que huele a vida al recibir la lluvia primaveral. ¿Quién no siente una alegría inmensa al sentir el olor a la tierra mojada por las primeras gotas de lluvia? Así, Dios se alegra al ver el efecto de la lluvia de Gracia sobre nosotros, que cual tierra fértil nos alistamos para recibir la semilla del Verbo, Su Palabra.

Sembrar

¿Cuál es la herramienta, entonces, que abre la tierra y prepara el surco para que entre firme y segura la semilla? Pensemos en un campo de tierra negra, limpio y sin malezas, tierra húmeda y con olor a vida. Veamos entonces como la Mano de Dios arroja la semilla, Su Palabra, que cae en cada surco y se instala allí segura de poder germinar, brotar, y dar frutos más que suficientes. La herramienta es el arado, frió metal que corta la tierra y separa el material orgánico a derecha e izquierda, empujado por la fuerza de la mano del sembrador que firme y segura guía la tarea del dueño del campo.

En la vida espiritual el arado es el dolor, dolor que abre nuestra alma y la prepara para recibir la semilla de la Palabra que despierte nuestra dormida fe. Cuando en nuestra alma no hay dolor, hay vanidad y seguridad humanas que hacen que la semilla quede posada en la dura superficie de la tierra sin arar. De este modo, el alma que se siente segura, sin necesidad de ayuda Divina, rechaza la semilla. Dios sabe que somos así, lo que no deja de provocarle gran dolor. Sin embargo, en Su Infinita Misericordia, no interrumpe Su esfuerzo salvador. El trata de romper la costra dura que cubre el terreno de nuestra alma, costra de vanidad y soberbia, exceso de confianza en uno mismo y autosuficiencia, ¡omnipotencia! Qué locura, el hombre reviste su alma de duro metal, que resiste y rechaza la Palabra y la ayuda Divina.

El arado rompe, despedaza, abre, expone el alma al exterior para que la lluvia prepare, para que el sol germine la semilla. El dolor redime, cuando el alma responde al llamado. El arado-dolor produce el efecto de la Cruz, Madero Glorioso desde el que Jesús abrió un enorme surco en el mundo, para que Su Palabra entre y germine dando frutos de Salvación eterna. Como tierra que quiere ser fértil, no podemos rechazar el dolor sino agradecerlo como esfuerzo del Labriego Celestial que nos prepara en humildad y mansedumbre para poder recibir la simiente de la Palabra Eterna. Dios nos quiere mansos y humildes, sencillos y entregados a Su Voluntad, dispuestos a tomar la cruz-arado que El nos envía con la sabiduría del Labriego Divino.

El arado no se detiene, abre profundas grietas en las almas del mundo y de cada hombre. A veces la tierra responde y se prepara para la Gracia que se avecina, muchas otras veces se cierra sobre si misma y rechaza la herramienta del Labriego. Qué doloroso es para Dios ver que el dolor enviado a un alma produce un efecto contrario al amor, originando más resentimiento y odio contra Dios. Enojarse contra el Labriego Celestial y contra Su arado de dolor es una falta no solo contra Dios, sino también una falta grave de inteligencia humana. Bastan los miles de ejemplos que nos muestra la historia, donde se ve a las claras que los grandes hombres se acrisolaron en el dolor, nunca en la opulencia. Entonces, si no es porque se comprende la Gracia espiritual que el dolor representa, el hombre debiera al menos comprender que el dolor nos hace crecer en términos humanos. Lo que no me mata me hace crecer, dice el dicho popular. Y Dios, en este caso, está de acuerdo con esta frase producida por el ingenio del hombre.


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Demasiada inteligencia https://www.reinadelcielo.org/demasiada-inteligencia/ Fri, 19 Apr 2024 07:34:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=550 ]]> “Soy demasiado inteligente para creer en esas cosas”. Esta increíble frase referida a las cosas de Dios se escucha muy a menudo, y otras veces aunque no se la escucha, se la intuye en la actitud de las personas. Para poder comprender el tremendo error que emana de este concepto, hay que buscar dar un correcto significado a la palabra “inteligencia”. ¿Acaso la inteligencia consta de saber mucho, tener mucha información en la cabeza, es eso realmente ser inteligente?

Para mí, la palabra inteligencia participa del concepto de sabiduría. Y sabio es alguien que ha llegado a un punto de notable paz interior, no de frenética búsqueda del saber. Esto es importante, porque la sociedad actual no posee sabiduría, sino una loca búsqueda de saber más y más, de acumular conocimientos. El sabio sabe lo que quiere, busca lo esencial, aquello que hace al bien de la gente, busca la armonía de las cosas y de los hombres, el balance perfecto. Tiene silencios y pausas, reflexiones y meditación. Pero por sobre todo lo demás, quien es sabio ha llegado a un punto en que es capaz de reconocer sus propios límites: se ha visto tantas veces enfrentado a no poder explicar cosas, hechos, situaciones, que ya sabe que él tiene su campo de entendimiento acotado, y que superarse consiste justamente en reconocer y respetar ese limite, a tiempo.

Mujer inteligente

Me produce risa y tristeza, a la vez, ver al mundo actual tratando de explicar el origen del hombre, del universo, de la naturaleza, sin colocar a Dios en el centro. ¿Cómo pueden pensar que todo esto, con nosotros en el centro, puede haber surgido de una combinación de energías y quien sabe que otras explicaciones supuestamente racionales?. Esta gente nos mira con rostro serio, como tratando de ser convincentes con lo que dicen. ¡Pero qué locura!. La locura consiste en no aceptar que el hombre tiene, por Gracia de Dios, una inteligencia que le permite comprender una cantidad de cuestiones que lo hacen progresar, avanzar. Pero existe una zona, un terreno, que le está vedado. Es el campo de las cosas de Dios, el mundo sobrenatural, espiritual, el Reino de Dios.

Cuando el hombre llega a ésta frontera, y la encuentra vedada a su capacidad de comprender con medios humanos (sólo se la comprende con los ojos de la fe), se rebela, y declara que ese mundo sobrenatural no existe. O bien lo “naturaliza”, lo trata de explicar mediante las imperfectas leyes naturales que el Señor nos deja comprender, pero que son inútiles si se las intenta aplicar a las cosas de Dios. Mal utilizadas, se transforman en rebelión, en idolatría, en ateismo o en tantas otras manifestaciones del naturalismo, racionalismo y muchos otros “ismos” que arrasan las mentes de estos tiempos, y saturan las bibliotecas.

Cuando creemos que podemos entender todo, comprender todo, es cuando creemos ser como Dios. Y allí caemos en la peor de las idolatrías: hacemos un ídolo de nosotros mismos, idolatramos nuestra propia inteligencia. ¿Acaso no es eso una forma de locura, una negación profunda de lo que es obvio, de la existencia de lo Superior, lo Sobrenatural, Dios mismo?. Y es que la trampa que nos tiende nuestra propia mente es justamente esa, la de la soberbia. ¡Querer ser como Dios, qué locura!.

Tocar el cielo con la manos

¿Quién es realmente inteligente?. Quien acepta a Dios tal como es, Creador y Omnipotente, Omnisciente y Omnipresente. Todo lo puede, todo lo sabe, está en todas partes, es quien creó todas las cosas. Si Dios nos ha dado el don de la inteligencia, es para que la pongamos a Su servicio. Qué hermoso es cuando se ve que los científicos buscan comprender las leyes del universo, pero poniendo a Dios en el centro. Si, ya sé que eso no se ve muy a menudo en las escuelas ni en las universidades de hoy en día, pero ocurre, créanme. Sin ir más lejos, les recomiendo el libro “Para Salvarte”, del Padre Jorge Loring, donde se unen de un modo amoroso la ciencia moderna con la fe cristiana.

Estar dotado de una inteligencia superior al promedio es un don que Dios nos da, pero también es una prueba a la que él nos somete. ¿Qué vas a hacer con ese don, lo vas a poner al servicio de Dios, aceptando tus limites, o lo vas a utilizar para competir con el mismo Dios, tratando de ser tan inteligente como El?. Sé sabio, pon tu inteligencia al servicio de Dios, y abre tu corazón para que sea el freno natural a la tentación de caer en la soberbia. Sé siempre como un niño, acepta tus limites, sé simple de corazón, ¡Dios te ama!


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Falta oración https://www.reinadelcielo.org/falta-oracion/ Fri, 13 Mar 2020 13:21:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=500 Crisis económica global, epidemias de dengue, amenazas de pandemia por una influenza severa y ahora el corona virus que puede afectar a millones de personas alrededor del mundo. Pareciera que no faltan amenazas que se ciernan sobre nosotros, renovadas cada día. Es tal el temor, que una preocupación se superpone a la anterior, haciéndonos relativizar una respecto de la severidad de la que sigue.

Hace unos días comentábamos estos episodios, y una mujer de gran fe dijo: “Falta oración”. Me quedé mirándola con ojos curiosos, y pensé: si, de veras que falta oración. Es una inspiración del Espíritu Santo el comprender que la oración es el motor que mueve al mundo. Hace muchos años supe que nuestro amado Juan Pablo II había propiciado la instalación de un grupo permanente de religiosas que, alternándose en tan gran honor, oraran en forma permanente dentro del Vaticano. Propiamente allí, centro de la cristiandad, Juan Pablo quiso tener un “motor espiritual” que impulsara y protegiera su papado, que cubriera a la Iglesia toda.

Juan Pablo II comprendía muy bien la verdadera esencia que mueve al mundo, que no es más ni menos que la Misericordia de Dios. Nuestro Señor, Misericordioso hasta el extremo, se encuentra sujeto a Su propia Ley, que tiene a la Justicia como equilibrio necesario en el caso de que el hombre no permita que El actúe en Su Infinito Amor. El quiere ayudarnos, cuidarnos, protegernos, pero si somos tan irresponsables como para rechazar Su Gracia, no tiene más remedio que dejarnos sujetos a Su Justicia.

Y claro que este mundo hace lo imposible para merecer la Justicia de Dios, ahuyentando Su Misericordia. Ya lo dijo San Pío de Pietrelcina, que el “demonio es como un perro encadenado, por eso el hombre debe mantenerse alejado del perro en lo que es el alcance de su cadena”. La Gracia es el modo de dejar al mal y sus colmillos “fuera de alcance”. Pero, si somos tan tontos de acercarnos y de hasta jugar y hacernos amigos del perro, no nos quejemos de sus mortales mordidas.

Buscar a Dios

Nada es más poderoso para derretir el Corazón de Dios que la oración realizada con fervor y sinceridad, de modo permanente. Por la oración de unos pocos, Dios se abaja a perdonar a muchos. Es que El nos ama tanto que no puede dejar de darnos los recursos para que nos mantengamos a flote en medio de este mar de adversidades y dolor. Cuando nos sentimos llenos de miedo y angustia, el abrazo a Su Sagrado Corazón se realiza de modo perfecto en el diálogo sincero de las palabras de un corazón orante, palabras que suben al cielo como infalible recurso de salvación.

No, no nos quejemos de lo que ocurre, si no oramos lo suficiente. Claro que falta oración, si vivimos pensando que algo de lo que tenemos es nuestro. Familia, trabajo, salud, todo es Gracia de El. Nada es sostenible si es que no conectamos nuestra vida de modo indeleble y sutil, pero poderoso y efectivo, con el Sagrado Corazón del Señor. Cataclismos naturales, enfermedades, crisis económicas, gobiernos miserables y malvados, todo pasa si el pueblo cristiano honra el Amor de su Dios.

Falta oración, y esto se nota al ver los medios de difusión donde Dios no está solo ausente, sino mucho más grave, insultado y agredido en Su Amor. Ya no alcanza con ignorar a Dios, ahora se lo ofende a diario. Lo ofenden quienes se confiesan enemigos de Su Iglesia. Lo ofenden mucho más quienes proclaman ser Sus amigos y escandalizan al hombre con comportamientos dignos del peor enemigo. Burla y agravio invaden los oídos y ojos de nuestros hijos, sembrando cada vez más el mal que vendrá mañana. Mientras tanto, nos preocupamos del mal de hoy, sin siquiera detenernos a meditar sobre su origen. El perro nos sigue mordiendo, mientras jugueteamos demasiado cerca de sus colmillos.

Hemos hecho, como humanidad, todo lo necesario para sujetarnos a la Justicia de Dios, alejando de nosotros a Su Misericordia. Pero El, Eterno Amante, insiste una y otra vez con Sus actos de Amor, para convencernos de que tenemos una nueva oportunidad de volver a Su Casa. ¿Qué estamos esperando para organizarnos, para impulsar una ola de oración que derrita, una vez más, el Corazón del Señor?

Falta oración, y nosotros somos los destinatarios de esta mirada del Creador. Es a nosotros a quienes mira, es de nosotros de quienes espera. Miremos a nuestro alrededor, evidencias sobran.


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