Eucaristía – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Fri, 21 Jun 2024 15:14:42 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 La hermosura de la Iglesia https://www.reinadelcielo.org/la-hermosura-de-la-iglesia/ Fri, 21 Jun 2024 10:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=8655 Mis hermanos queridos, qué gran error cometemos al pensar a nuestra Iglesia con los ojos del siglo, del tiempo en que vivimos, de nuestra generación. Si es que ese pensamiento llega a hacernos entender su hermosura, es porque estamos realmente inspirados y llenos del Espíritu Santo. Pero yo, en mi experiencia corta e imperfecta, he aprendido que la mirada que debemos darle es totalmente distinta, mucho más amplia, si es que queremos hacer que nuestros ojos resplandezcan ante su vista, que lloremos de emoción al pensar en Ella.

Miremos a nuestra Iglesia en el Vientre de María, allá en Belén, porque Ella empezó a nacer allí cuando nació El Salvador. Así es, la Cabeza de la Iglesia, El Salvador, nace en María y de María, cuando Ella dio a Luz a la Luz que alumbra al mundo. María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, trajo al mundo la hermosura de la Iglesia, resplandeciente frente a los pastores que admirados fueron a la gruta a ver a Quien los Angeles anunciaron con cantos de alegría.

Eucaristía 1

La Hermosura de la Iglesia, en Su más profunda majestuosidad, reluce cuando pensamos en la Santa Misa. No sólo por el Milagro perpetuo que ocurre cada día en cada Sagrario de la tierra con la Presencia Real de Jesús en el Pan y el Vino, sino porque la Misa es perfecta, en su construcción y plena harmonía. Por favor mediten en la hermosura de la Misa, que de principio a fin nos pone de rodillas frente a las maravillas de Dios derramadas sobre el mundo por generaciones, desde Adán y Eva, hasta el Nuevo Adán y la nueva Eva, Jesús y Maria. Vean en la hermosura de la Santa Misa a la Oración Perfecta, aquella que seguirá celebrándose por los siglos de los siglos para regocijo del Cielo todo.

Y si a Jesús se le llama El Verbo Encarnado, es porque El es la Palabra, reflejada en las Escrituras que nos llenan el alma ante cada lectura. La Biblia hace relucir a la Iglesia, porque es una columna que la sostiene y da vida, y sin embargo la riqueza no se agota allí. A diferencia de los hermanos cristianos separados que solo creen en la Biblia, nosotros damos pleno reconocimiento a toda la tradición que piedra por piedra construyó a la Iglesia. Los santos y su legado, que pueblan nuestros altares, la hacen hermosa ante el reflejo de su vida. ¡Que hermosura la de tantos santos hermanos que se elevan en los altares y dan nombre a los templos de toda la tierra!

Para nosotros, católicos enamorados de la hermosura de la Iglesia, la lectura de tantas maravillas escritas a través de los siglos configura alimento que fortalece y da vida a nuestra fe. Documentos, revelaciones a Santos y escritos que nos dan el entendimiento de cómo son las cosas de Dios para nosotros, mientras vivimos aquí en la tierra. Como ocurre con los cuatro Dogmas de María, que nos explican su Maternidad Divina, su Virginidad Perpetua, su Inmaculada Concepción y finalmente su Asunción al Cielo. ¡Y ello es solo una muestra de las enseñanzas que como piedras preciosas visten a nuestra Casa!

Y qué decir de aquella noche del Jueves Santo, noche sacerdotal donde nace la Eucaristía, verdadero Corazón Viviente de la Iglesia, y luego de Ella todos los demás Sacramentos. Por ellos nos bautizamos, nos reconciliamos con El Señor, recibimos al Espíritu Santo, nos unimos en matrimonio, nos unimos a El comiéndolo como Alimento Perpetuo. La Iglesia nos da así los medios para marcar cada momento fundamental de nuestra vida, para vivir unidos a Ella en sus venas por donde fluye la Vida. Y también Ella nos da los medios para consagrar a aquellos, nuestros pastores, que con sus manos realizan el Milagro del Pan y el Vino, porque sin ellos la hermosura de la Iglesia no sería completa, como lo es cada día en cada rincón del mundo en que se celebra la Eucaristía.

Jesús en la cruz (ft img)

Un día, Jesús se acostó sobre Su Trono de Maderos, dejó que lo claven a él, y se elevó frente a nosotros como el Rey del Universo. Desde ese día adoptamos ese signo para que se nos conozca: la Majestuosa Cruz que simboliza el Sacrifico del Cordero del Padre por todos nosotros. Dios Padre dio así la medida de Su Amor por la humanidad del modo más extremo, para no dejar dudas de cuan fuerte es la Paternidad que El ejerce sobre la Iglesia, sobre Cristo que es la Cabeza, y sobre cada uno de nosotros que la completamos en la Comunión de los Santos.

Nada le falta a la Iglesia para completar su hermosura, y sin embargo lo más maravilloso que la constituye es el milagro de nuestra fe, fe activa que la mantiene en movimiento, en continua ascensión. Sean pocos o muchos, los que con su fe y su entrega a la Voluntad Divina hacen brillar la Casa, ellos son los que más hermosura brindan, porque con Jesús a la Cabeza, ellos son las manos, los pies, los ojos, y cada pequeña parte de ese Cuerpo Místico de Cristo, en las eternas y maravillosas Palabras de San Pablo.

La Iglesia es así la Jerusalén Celestial, el Templo Viviente allá en la cima de la colina, Eterna y resplandeciente, que nos espera para la Vida en la Eternidad, a la que estamos llamados. Es la Esposa del Cordero, Jesús Resucitado, que con Sus llagas que emanan la Luz de la Vida nos espera en el desposorio de las almas, porque con El viviremos unidos por los lazos del Amor Eterno, que es Dios mismo. Esa es la Promesa del Reino, que con Su Misericordia y nuestra entrega a Su Voluntad confiamos en alcanzar un día, el gran día.

Pero, mis queridos hermanos en María, por encima de todo debemos siempre guardar en nuestro corazón el sentimiento de la hermosura de la Iglesia como reflejo de su hermosa Madre, María, que vestida como Reina de todo lo Creado, nos mira y nos invita a contemplarla en su majestuosidad Divina. María, Madre de Dios, Madre de la Iglesia, Madre mía, Madre tuya, Madre de todos nosotros. Qué Mujer tan extraordinaria, que ante su paso se doblan las rodillas de los Angeles, se aterrorizan los ángeles caídos, estallan en alabanzas los santos del Cielo, y Dios mismo sonríe ante la Maravilla de Su Creación.

La hermosura de la Iglesia es, así, reflejo perfecto del Vientre de Aquella que no sólo formó al mismo Dios, sino que también se hizo Madre de todos nosotros, de cada uno de nosotros. Madre de la Maravillosa Iglesia que nos congrega frente al Pan Sagrado, Dios mismo Presente en medio de Su Pueblo, cada día, en cada Misa celebrada alrededor del mundo. Por Jesucristo, Rey y Señor de la Historia, esperamos el cumplimiento de la promesa del Reino, unidos a El ante el Altar Eucarístico, viviendo a pleno en cada instante el inmerecido don de ser parte de la hermosura de Su Iglesia, nuestra Iglesia.

_________________
Autor: www.reinadelcielo.org


]]>
El Valor infinito de la Eucaristía https://www.reinadelcielo.org/el-valor-infinito-de-la-eucaristia/ Thu, 15 Jun 2023 06:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=343 ]]> Se ha instalado en los últimos años una cierta controversia alrededor del modo de recibir al Señor Eucarístico. Se debate sobre si debe ser en la boca o en la mano, y de cierto modo también si debe ser de rodillas o de pie, o si corresponde realizar una reverencia ante el Señor.

No deseamos profundizar en las disposiciones de la Iglesia a éste respecto, ya que en buena medida se ha delegado en cada Obispado el establecimiento de las condiciones mínimas a utilizar en las Misas del lugar. Sin embargo, sí podemos decir que como regla general la Iglesia nunca obliga a recibir al Señor en la mano, sino que es algo que se permite bajo determinadas condiciones a cumplir, siendo la regla general la de recibirlo en la boca. Respecto de la comunión de rodillas, la cuestión formal es menos concreta, quedando el tema en gran medida en manos de los sacerdotes de cada jurisdicción.

De éste modo, queda un gran campo de acción librado al discernimiento de los fieles respecto de cómo recibir el Pan Sagrado: son ellos quienes deben tomar tan importante decisión. Y es en el sentido de ayudar a elegir el camino más acertado que queremos realizar algunas reflexiones al respecto, con humildad y cautela, ante lo delicado del tema.

Lo primero y fundamental es resaltar la esencia de lo que ocurre en la Misa: la Iglesia es el legado más maravilloso que nos dejó el Señor, ya que Ella es Su propio Cuerpo Místico. Jesús, Cabeza del Cuerpo Místico, nos ha unido a Ella a quienes formamos la Iglesia Militante (los que aún estamos en la tierra), junto a la Iglesia Purgante (las almas del Purgatorio) y la Iglesia Glorificada (las almas que entraron al Reino). O sea que la Iglesia es Cristo unido a todos nosotros, donde la Misa es la fiesta diaria en la que se celebra ésta unión, unión obtenida por la Sangre derramada, por Su Muerte y Resurrección consumadas diariamente por medio del Pan y el Vino. De éste modo, la Eucaristía es el centro de la Misa y de la Iglesia, por ende es el centro de éste mundo y también del Cielo. En cada Misa Jesús se hace realmente Presente en el Pan y el Vino, no es una representación o un recuerdo. El se manifiesta allí para Gloria de Dios Padre y Dios Espíritu Santo, para que lo Adoren la Virgen Santísima, los santos y los ángeles. Si pudiéramos ver como se produce en el plano sobrenatural cada celebración de la Eucaristía, ¡caeríamos de rodillas!. Ante el Cuerpo de Cristo se postran ángeles y santos, mientras María, al pie de la Cruz, contempla al Cordero de Dios. ¡En cada Misa, en cada lugar en que se celebra la Eucaristía!.

Rezar

Ahora bien, si el mismo Dios se manifestara ante ti en éste momento, en Cuerpo y Alma, ¿qué harías?. Sin dudas que caerías de rodillas, postrado ante el Santo de los Santos. ¡Piedad, Hijo de David!, le gritaban a Su paso los leprosos. Los ángeles se postran, rodillas en tierra, ante Su sola mirada. Los coros celestiales cantan y alaban al Trono de Dios, sin cesar. No hay medida para el anonadamiento que invade al alma de la criatura cuando contempla a Su Creador, Puro Amor y Misericordia. En la Aparición de Fátima, San Miguel Arcángel se aparece a los tres pastorcitos varios meses antes que la Madre de Dios se empiece a manifestar. Y allí el príncipe de la milicia celestial le da la Eucaristía a Lucía (que ya había tomado la primera Comunión) y el Cáliz a Jacinta y Francisco (que todavía no habían recibido al Señor). Pero, ¿de que modo lo hace?. El Angel dejó suspendido en el aire el Cáliz, sobre el cual flotaba la Hostia, de la cual caían gotas de Sangre. Y postrándose en Adoración, invitó a los tres pastorcitos a imitarlo. Así, los cuatro adoraron el Cuerpo Eucarístico del Señor. No fue casual que Dios enviara Su Cuerpo y Sangre a los Pastorcitos en Fátima. El cuadro del Angel Miguel Adorando la Eucaristía y dando el Pan y el Vino a los tres humildes niños es todo un símbolo de la importancia de la Eucaristía y de nuestra debida Adoración al Dios Vivo.

Nosotros, con nuestros limitados ojos humanos, no podemos ver el mundo sobrenatural que desciende en cada Celebración Eucarística, como lo vieron los tres pastorcitos en 1917 en Cova de Iría. Pero sí lo podemos ver con los ojos de la fe, ya que sabemos muy bien que sobre el Altar está Presente el Señor, realmente Presente.

Meditemos en silencio, y busquemos en nuestro corazón el camino al discernimiento respecto de la mejor forma en que debemos recibir al Señor. Hagamos todo lo posible por dignificar tan importante acto de la vida cristiana, ya que la Eucaristía es el centro de nuestra vida. La Iglesia nos deja un campo de acción para buscar, en cada templo, hacer lo mejor al alcance de nuestras manos para asegurarnos de recibir al Señor del modo más digno posible. Y así, de a poco, iremos difundiendo en otros la importancia de la Eucaristía, con nuestro testimonio, con nuestro amor a Cristo.


]]>
Más grande que el universo https://www.reinadelcielo.org/m%e2%b3%aegrande-que-el-universo/ Fri, 05 May 2023 09:22:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=483 ]]> Me llamas, y me paro lentamente. Camino hacia Ti, me acerco y te veo esperándome hecho Pan, muchos Panes pequeños y blancos como la nieve amontonados en ese copón tan conocido por mí. Pero ese pequeño Pan en particular está ya en la mano de Tu servidor, preparado para unirse a mi miserable humanidad. ¿Cuántas veces te he recibido? Muchas, muchísimas, y sin embargo, siempre es distinto, siempre hay algo nuevo que me pones en el alma cuando con infinita Bondad te das a mí.

Creer en la Eucaristía (ft img)

Hoy pude sentir algo más grande que el universo entrar a mi ser. Fue algo extraño, porque primero pensé en cuan grande es el Dios escondido bajo esa simple forma de Pan, y quise comprender. De inmediato vi entrar y reposar en mí un gran mar, sacudido por olas gigantescas que lo atravesaban y levantaban crestas de espuma que se elevaban y caían sobre si mismas. Sin embargo, ese mar no me daba miedo, yo quise nadar en él. Pero no pude, porque entonces vi como rápidamente entraba en mí una enorme montaña, orgullosa con sus crestas de roca y hielo, tan alta que las mismas nubes se rendían al esfuerzo de superarla, y se contentaban con descansar en sus laderas, abrazándola y coronándola con copones como de blanco algodón.

Quise descansar en esa montaña, pero entonces vi en mi enormes llanuras, verdes y atravesadas por un sinfín de arboledas y pastizales. El sol hacía del verde una paleta de innumerables matices, verde esmeralda aquí, verde esperanza allá. Nada parecía moverse, sino simplemente disfrutar de la paz que sólo las flores y los fértiles valles dan al mundo. Quise quedarme en ese paraíso que se había instalado cómodamente en mi interior, traído por ese pequeño trozo de Pan. Y sin embargo fui arrastrado a un interminable desierto, iluminado por los reflejos del sol sobre las dunas, y cubierto de una cálida brisa que movía el tórrido calor zigzagueando entre las caprichosas formas de la arena.

Vi entonces una ladera rocosa y una saliente que se asomaba hacia tan solitaria escena. Pude sentir que allí, en esa inmensidad de fuego y silencio, estaba El. Si, en ese desierto que inundaba mi interior había no sólo sequedad y calor, sino mucho más notablemente un silencio que me llevaba a El. El poder y la Gloria de Dios flotaban en esa inmensidad que se extendía mucho más allá de donde mi vista podía ver. Nada escapaba a Su mirada, ni a Su dominio. Supe en ese instante que el desierto se había dejado conquistar, con gusto, por Su Creador. Orgulloso lo miraba y dejaba que Su Brisa lo recorra de norte a sur, de este a oeste.

Eucaristía - Corazón de Jesús

La convicción de que mares, montañas, verdes praderas y desiertos habían paseado por mí ser, me dejó una comprensión plena, difícil de explicar, de la magnitud del universo. Pude entender cómo, en un extremo, estaba dispuesta frente a mí la completa Creación, incluida la infinitud de las estrellas y las más recónditas galaxias, mientras en el otro extremo estaba ese pequeño trozo de Pan. Y ese Pan era mucho más grande que el universo todo, porque ese Pan era el mismo Dios Creador, en la Persona de Jesús, mi Hermano. La magnificencia de los valles, las montañas, las estrellas, los desiertos y los mares mas lejanos, quedaron como nada frente a la Omnipotencia de ese pequeño pedazo de Pan.

Y el Pan vino a mí, y habitó en mí, y con El entró en mi algo más grande que el universo. Porque en mi hizo Su morada el Dios que con Su Mirada domina a la Creación. Hombres y bestias, mares y aires, suelos y estrellas, todo está dominado por ese pequeño fruto del trigo, blanco y redondo, luminoso y silencioso, que cada día, en todos los altares de la tierra, se transforma en nuestro Dios.

Gloria a Él que sabe hacerse pequeño, como signo de Su Misericordia, de Su infinito Amor. Gloria al Pan Vivo, signo y centro de la Gloriosa Iglesia de Cristo, Su Cuerpo, Iglesia Eucarística y Eterna. Y Gloria a El, porque quiso quedarse así entre nosotros, y darse como Alimento Perpetuo, ante el que los mismos Ángeles doblan sus rodillas, frente a Su Trono ¡Asi sea, por los siglos de los siglos!


]]>
Via Crucis Eucarístico https://www.reinadelcielo.org/via-crucis-eucaristico/ Fri, 03 Mar 2023 10:30:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=21644

Los invitamos a recorrer con amor y oración el camino de Jesús a la Cruz, contemplando cada estación y viviendo esta Cuaresma desde lo profundo del corazón, para así acercarnos más a Nuestro Señor.

Jesús es condenado por los suyos, por aquellos mismos a quienes ha colmado de favores. Condénasele cual si fuera un sedicioso, a Él, que es la bondad misma; como blasfemo, siendo así que es la misma santidad; como ambicioso, cuando se hizo el último de todos fuera el último de los esclavos, es condenado a la muerte de cruz.

Como vino a este mundo para sufrir y morir y para enseñarnos a hacer ambas cosas, Jesús acepta con amor la inicua sentencia de muerte.

También en la Eucaristía es Jesús condenado a muerte. Condenado en Sus Gracias, que no se quieren; en Su Amor, que se desconoce; en Su estado Sacramental, en que es negado por el incrédulo y profanado por horribles sacrilegios. Por una comunión indigna vende a Jesucristo un mal cristiano al demonio, entregado a las pasiones, lo pone a los pies de satanás, rey de su corazón; le crucifica en su cuerpo de pecado.

Los malos cristianos maltratan a Jesús más que los mismos judíos, por cuanto en Jerusalén fue condenado una sola vez, en tanto que en el Santísimo Sacramento es condenado todos los días y en infinidad de lugares y por un número espantoso de inicuos jueces.

Y a pesar de todo, Jesús se deja insultar, despreciar, condenar; y sigue viviendo en el Sacramento, para demostrarnos que Su Amor hacia nosotros es sin condiciones ni reservas y excede a nuestra ingratitud.

¡Perdón, oh Jesús, y mil veces perdón, por todos los sacrilegios! Si me acontece cometer uno solo, he de pasar toda la vida reparándolo. Quiero amaros y honraros por todos los que os desprecian. Dadme la gracia de morir con Vos.

Padrenuestro – Ave María – Gloria

En Jerusalén, los judíos imponen a Jesús una pesada e ignominiosa cruz, que era considerada entonces como el instrumento de suplicio propio del último de los hombres. Jesús recibe con gozo esta cruz abrumadora; apresúrase a recibirla, la abraza con amor y la lleva con dulzura.

Así nos quiere suavizarla, aliviarla y edificarla en Su Sangre.

En el Santísimo Sacramento del altar los malos cristianos imponen a Jesús una cruz mucho más pesada e ignominiosa para Su Corazón. Constitúyenla las irreverencias de tantos en el santo lugar; su espíritu, tan poco recogido; su corazón, tan frío en la presencia del Señor, y su tan tibia devoción. ¡Qué cruz más humillante para Jesús tener hijos tan poco respetuosos y discípulos tan miserables!

Aun ahora Jesús lleva mis cruces en Su Sacramento, pónelas en Su Corazón para santificarlas y las cubre con Su Amor y besos, para que me sean amables; mas quiere que las lleve también yo por Él y se las ofrezca; se allana a recibir los desahogos de mi dolor y sufre que yo llore mis cruces y le pida consuelo y auxilio.

¡Cuán ligera se vuelve la cruz que pasa por la Eucaristía! ¡Cuán bella y radiante sale del Corazón de Jesús! ¡Da gusto recibirla de Sus Manos y besarla tras Él! A la Eucaristía iré, por tanto, para refugiarme en las penas, para consolarme y fortalecerme. En la Eucaristía aprenderé a sufrir y a morir.

¡Perdón, Señor, perdón por todos los que os tratan con irreverencia en vuestro Sacramento de Amor! ¡Perdón por mis indiferencias y olvidos en vuestra Presencia! ¡Quiero amaros; os amo con todo mi corazón!

Padrenuestro – Ave María – Gloria

Tan agotado de sangre se vio Jesús después de tres horas de agonía y de los golpes de la flagelación, tan debilitado por la terrible noche que pasó bajo la guardia de sus enemigos, que, tras algunos momentos de marcha, cae abrumado bajo el peso de la cruz.

¡Cuántas veces cae Jesús sacramentado por tierra en las santas partículas sin que nadie se dé cuenta!

Mas lo que le hace caer de dolor es la vista del primer pecado mortal que mancilló mi alma. ¡Cuánto más dolorosa no es la caída de Jesús en el corazón de un joven que le recibe indignamente en el día de su primera Comunión!

Cae en un corazón helado, que el fuego de Su Amor no puede derretir; en un espíritu orgulloso y fingido, sin poder conmoverlo; en un cuerpo que no es más que sepulcro lleno de podredumbre. ¿Así por ventura hemos de tratar a Jesús la primera vez que se nos viene tan lleno de amor? ¡Oh Dios! ¡Tan joven y ya tan culpable! ¡Comenzar tan pronto a ser un judas! ¡Cuán sensible es al Corazón de Jesús una primera Comunión sacrílega!

¡Gracias, oh Jesús mío, por el amor que me mostrasteis en mi Primera Comunión! Nunca lo he de olvidar. Vuestro soy, del mismo modo que Vos sois mío; haced de mí lo que os plazca.

Padrenuestro – Ave María – Gloria

María acompaña a Jesús en el camino del Calvario sufriendo un verdadero martirio en su alma; porque cuando se ama se quiere compadecer.

Hoy en el Corazón Eucarístico de Jesús encuentra en el camino de sus dolores, entre sus enemigos, hijos de Su Amor, esposas de Su Corazón, ministros de Sus Gracias, que, lejos de consolarle como María, se juntan a sus verdugos para humillarle y blasfemar y renegar de Él. ¡Cuántos renegados y apóstatas abandonan el servicio y el amor de la Eucaristía tan pronto como este servicio requiere un sacrificio o un acto de fe práctica!

¡Oh Jesús mío, quiero seguiros con María, mi Madre, por más que os vea humillado, insultado y maltratado, y deseo desagraviaros con mi amor!

Padrenuestro – Ave María – Gloria

Jesús aparecía cada vez más rendido bajo su peso. Los judíos, que querían que muriese en la cruz, para poner el colmo a sus humillaciones, pidieron a Simón el Cirineo que tomase el madero. Negóse él, y menester fue obligarle para que tomara este instrumento que tan ignominioso le parecía. Mas aceptó al fin y mereció que Jesús le tocara el corazón y lo convirtiera.

En su Sacramento Jesús llama a los hombres y casi nadie acude a sus invitaciones. Convídales al banquete Eucarístico y se echa mano de pretextos mil para desoír su llamamiento. El alma ingrata e infiel se niega a la Gracia de Jesucristo, el don más excelente de Su Amor; y Jesús se queda solo, abandonado, con las manos llenas de Gracias que no se quieren: ¡Se tiene miedo a Su Amor!

En lugar del respeto que le es debido, Jesús no recibe, las más de las veces, más que irreverencias… Ruborízase uno de encontrarlo en las calles y se huye de Él así que se le divisa. No se atreve uno a darle señales exteriores de la propia fe.

¿Será posible, Divino Salvador mío? Demasiado cierto es, no puedo menos de sentir los reproches que me dirige mi conciencia. Sí, he desoído muchas veces vuestro amoroso llamamiento, aferrado como estaba a lo que me agradaba; me he negado cuando tanto me honrabais invitándome a vuestra mesa, movido por vuestro Amor. Pésame de lo más hondo de mi corazón. Comprendo que vale mucho más dejarlo todo que omitir por mi culpa una comunión, que es la mayor y más amable de vuestras Gracias. Olvidad, buen Salvador mío, mi pasado y acoged y guardad Vos mismo mis resoluciones para el porvenir.

Padrenuestro – Ave María – Gloria

El Salvador ya no tiene rostro humano; los verdugos se lo han cubierto de sangre, de lodo y de esputos. El esplendor de Dios se encuentra en tal estado, por lo cubierto de manchas, que no se le puede reconocer. La piadosa Verónica afronta los soldados; bajo las salivas ha reconocido a su Salvador y Dios, y movida de compasión enjuga su augusta faz. Jesús la recompensa imprimiendo sus facciones en el lienzo con que ella enjuga Su Cara adorable.

Divino Jesús mío, bien ultrajado, insultado y profanado sois en vuestro adorable Sacramento. Y ¿dónde están las verónicas compasivas que reparen esas abominaciones? ¡Ah! ¡Es para entristecerse y aterrarse que con tanta facilidad se cometan tantos sacrilegios contra el augusto Sacramento! ¡Diríase que Jesucristo no es entre nosotros sino un extranjero que a nadie interesa y hasta merece desprecio!

Verdad es que oculta Su Rostro bajo la nube de especies bien débiles y humildes; pero es para que nuestro amor descubra en ellas por la fe sus divinas facciones. Señor, creo que sois el Cristo, Hijo de Dios vivo, y adoro bajo el velo eucarístico vuestra faz adorable, llena de gloria y de majestad; dignaos, Señor, imprimir vuestras facciones en mi corazón, para que a todas partes lleve conmigo a Jesús, y a Jesús Sacramentado.

Padrenuestro – Ave María – Gloria

A pesar de la ayuda de Simón, Jesús sucumbe por segunda vez a causa de su debilidad, y esto le depara una ocasión para nuevos sufrimientos. Sus rodillas y manos son desgarradas por estas caídas en camino tan difícil, y los verdugos redoblan de rabia sus malos tratos.
¡Oh, cuán nulo es el socorro del hombre sin el de Jesucristo! ¡Cuántas caídas se prepara el que se apoya en los hombres!

¡Cuántas veces cae por la Comunión hoy el Dios de la Eucaristía, en corazones cobardes y tibios, que le reciben sin preparación, le guardan sin piedad y le dejan marcharse sin un acto de amor y de agradecimiento! Por nuestra tibieza es Jesús estéril en nosotros.

¿Quién se atrevería a recibir a un grande de la tierra con tan poco cuidado como se recibe todos los días al Rey del Cielo?

Divino Salvador mío, ofrezcos un acto de desagravio por todas las comuniones hechas con tibieza y sin devoción. ¡Cuántas veces habéis venido a mi pecho! ¡Gracias por ello! ¡Quiero seros fiel en adelante! ¡Dadme vuestro Amor, que él me basta!

Padrenuestro – Ave María – Gloria

Consolar a los afligidos y perseguidos era la misión del Salvador en los días de su vida mortal, misión a la que quiere ser fiel en el momento mismo de sus mayores sufrimientos. Olvidándose de sí, enjuga las lágrimas de las piadosas mujeres que lloraban por sus dolores y por Su Pasión, ¡Qué bondad!

En Su Santísimo Sacramento, Jesús no cuenta con casi nadie que le consuele del abandono de los suyos, de los crímenes de que es objeto. Día y noche se encuentra solo. ¡Ah, si pudieran llorar sus ojos, cuántas lágrimas no derramarían por la ingratitud y el abandono de los suyos! Si Su Corazón pudiera sufrir, ¡qué tormentos padecería al verse desdeñado hasta por sus mismos amigos!

Y aun siendo esto así, tan pronto como venimos hacia Él, nos acoge con bondad, escucha nuestras quejas y el relato con frecuencia bien largo y harto egoísta de nuestras miserias, y olvidándose de sí nos consuela y reanima. ¿Por qué habré yo, Divino Salvador mío, recurrido a los hombres para hallar consuelo, en lugar de dirigirme a Vos? Ya veo que esto hiere a vuestro Corazón, celoso del mío. Eres en la Eucaristía mi único consuelo, mi único confidente: con una palabra, con una mirada de vuestra bondad me basta. ¡Ameos yo de todo corazón y haced lo que os plazca!

Padrenuestro – Ave María – Gloria

¡Cuántos sufrimientos en esta tercera caída! Jesús cae abrumado bajo el peso de la cruz y apenas si a fuerza de malos tratos logran los verdugos levantarle.

Jesús cae por tercera vez antes de ser levantado en cruz como para atestiguar que le pesa el no poder dar la vuelta al mundo cargado con su cruz.

Jesús vendrá a mí por última vez en viático antes de que salga también yo de este valle de destierro. ¡Ah, Señor, concededme esta gracia, la más preciosa de todas y complemento de cuantas he recibido en mi vida!

¡Pero que reciba bien esta última comunión, tan llena de amor!

¡Qué caída más espantosa la de Jesús, que entra por última vez en el corazón de un moribundo, que a todos sus pecados pasados añade el crimen de sacrilegio y recibe indignamente al mismo que ha de juzgarle, profanando así el viático de su salvación!

¡En qué estado más doloroso no se ha de ver Jesús en un corazón que le detesta, en un espíritu que le desprecia, en un cuerpo de pecado entregado al demonio! ¡Es el infierno de Jesús en tierra!

¿Y cuál será el juicio de esos desdichados? Sólo pensarlo causa temblor. ¡Perdón, Señor, perdón por ellos! Os ruego por todos los moribundos. Concededles la gracia de morir en Vuestros Brazos después de haberos recibido bien en viático.

Padrenuestro – Ave María – Gloria

¡Cuánto no debió sufrir en este cruel e inhumano despojamiento!

¡Arráncasele los vestidos pegados a las llagas, las cuales vuelven a abrirse y desgarrarse!

¡Cuánto no debió sufrir en su modestia viéndose tratado como se tendría vergüenza de tratar a un miserable y a un esclavo, que al menos muere en el sudario en el que ha de ser sepultado!

Jesús es despojado aún hoy de Sus Vestiduras en el estado sacramental. No contentándose con verle despojado, por amor hacia nosotros, de la gloria de su divinidad y de la hermosura de su humanidad, sus enemigos le despojan del honor del culto, saquean sus Iglesias, profanan los vasos sagrados y los sagrarios, le echan por tierra. Es puesto a merced del sacrilegio, Él, Rey y Salvador de los hombres, como en el día de la crucifixión.

Lo que Jesús se propone al dejarse despojar en la Eucaristía es reducirnos a nosotros al estado de pobres voluntarios, que no tienen apego a nada, y así revestirnos de Su Vida y Virtudes. ¡Oh Jesús Sacramentado, sed mi único bien!

Padrenuestro – Ave María – Gloria

¡Qué tormentos los que sufrió Jesús cuando le crucificaron! Sin un milagro de Su Poder no le hubiera sido posible soportarlos sin morir.

Con todo, en el calvario Jesús es clavado a un madero inocente y puro, mientras que en una comunión indigna el pecador crucifica a Jesús en su cuerpo de pecado, cual si se atara un cuerpo vivo a un cadáver en descomposición.

En el calvario fue crucificado por enemigos declarados, mientras que aquí son sus propios hijos los que le crucifican con la hipocresía de su falsa devoción.

En el calvario solo una vez fue crucificado, mientras aquí lo es todos los días y por millares de cristianos.

¡Oh divino Salvador mío, os pido perdón por la inmortificación de mis sentidos, que ha costado expiación tan cruel!

Por vuestra Eucaristía, queréis crucificar mi naturaleza e inmolar al hombre viejo, uniéndome a vuestra vida crucificada y resucitada. Haced, Señor, que me entregue a Vos del todo, sin condición ni reserva.

Padrenuestro – Ave María – Gloria

Jesús muere para rescatarnos; la última Gracia es el perdón concedido a los verdugos; el último don de Su Amor, Su divina Madre; la sed de sufrir, Su último deseo; y el abandono de Su Alma y de Su Vida en manos de Su Padre, el último acto.

En la Sagrada Eucaristía continúa el amor que nos mostró Jesús al morir; todas las mañanas se inmola en el santo sacrificio y van los que le reciben a perder su existencia sacramental. Muere en el corazón del pecador para su condenación.

Desde la Sagrada Hostia me ofrece las gracias de mi redención y el precio de mi salvación. Pero para poderlas recibir, muera yo junto a Él y para Él, según es Su Voluntad.

Dadme, Dios mío, la gracia de morir al pecado y a mí mismo, gracia de no vivir más que para amaros en vuestra Eucaristía.

Padrenuestro – Ave María – Gloria

Jesús es bajado de la Cruz y entregado a Su divina Madre, quien le recibe entre sus brazos y contra su corazón, ofreciéndolo a Dios como víctima de nuestra salvación.

A nosotros nos toca ahora ofrecer a Jesús como víctima en el Altar y en nuestros corazones para nosotros y para los nuestros. Nuestro es, pues Dios Padre nos le ha dado y Él mismo se nos da también para que hagamos uso de Él.

¡Qué desdicha el que este precio infinito quede infructuoso entre nuestras manos, a causa de nuestra indiferencia!

Ofrezcámoslo en unión con María y pidamos a esta buena Madre que lo ofrezca por nosotros.

Padrenuestro – Ave María – Gloria

Jesús quiere sufrir la humillación del sepulcro; es abandonado a la guarda de sus enemigos, haciéndose prisionero suyo.

Más en la Eucaristía aparece Jesús sepultado con toda verdad, y, en lugar de tres días, queda siempre, invitándonos a nosotros a que le hagamos guardia; es nuestro prisionero de amor.

Los corporales le envuelven como un sudario; arde la lámpara delante de Su Altar lo mismo que delante de las tumbas; en torno Suyo, reina silencio de muerte.

Al venir a nuestro corazón por la comunión, Jesús quiere sepultarse en nosotros; preparémosle un sepulcro honroso, nuevo, blanco, que no esté ocupado por afectos terrenales; embalsamémosle con el perfume de nuestras virtudes.

Vengamos, por todos los que no vienen, a honrarle, adorarle en Su Sagrario, consolarle en Su prisión, y pidámosle la Gracia del recogimiento y de la muerte al mundo, para llevar una vida oculta en la Eucaristía.

Padrenuestro – Ave María – Gloria


]]>
Los Milagros Eucarísticos: Límites y aspectos positivos https://www.reinadelcielo.org/los-milagros-eucaristicos-limites-y-aspectos-positivos/ Thu, 23 Feb 2023 19:46:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=27080

Presento antes de nada algunos límites acerca de los Milagros Eucarísticos y después indico el valor de los aspectos positivos.

1) Límites

  • Nuestra Fe no está fundada en los Milagros Eucarísticos sino en el anuncio del Señor Jesucristo, contenido en la Fe gracias a la acción del Espíritu Santo.

    Creemos por haber creído en la predicación (cfr. Gal 3,5): ” Fides ex auditu, auditus autem per verbum Christi” (Rom 10, 17): “La Fe depende de la predicación y la predicación a su vez actúa por la Palabra de Cristo”. “Creer es un acto del intelecto que, con la ayuda de la voluntad movida por Dios por medio de la gracia, da el propio consenso a la verdad divina” (S. TOMÁS, Suma Teológica, II-II, q.2, a.9, c).

    Nuestra fe en la Eucaristía tiene como centro a Cristo, que durante su predicación ha pre-anunciado su instauración y después la ha instituido celebrando con sus Apóstoles la Última Cena el Jueves Santo.

    Desde entonces, la Iglesia, fiel al mandato del Señor: “Haced esto en memoria mía” (1 Cor 11,24), siempre ha celebrado con fe y devoción la Eucaristía, sobre todo el domingo, día de la Resurrección de Jesús, y continuará haciéndolo “hasta que venga” (1 Cor 11,26).
  • Ni tampoco existe una obligación para el cristiano de creer en los Milagros Eucarísticos. Estos no comprometen obligatoriamente la fe de los fieles, así sean reconocidos oficialmente por la Iglesia. Cada fiel conserva la libertad de opinión: ningún cristiano está obligado a creer en alguna de las revelaciones privadas, ni siquiera cuando son aprobadas por la Iglesia.
  • Sin embargo, como principio el creyente no debe excluir que Dios puede intervenir de un modo extraordinario en cualquier momento, lugar, acontecimiento, persona. Lo difícil es discernir si en este hecho singular se ha verificado la intervención auténtica y extraordinaria de Dios.
  • La prudencia de la Iglesia frente a fenómenos extraordinarios (como los Milagros Eucarísticos), está plenamente justificada. Se puede incurrir en los siguientes riesgos, entre otros:
    • Suponer que Dios se ha olvidado de decirnos cualquier cosa en la institución de la Eucaristía.
    • Hacer pasar a un segundo plano la Eucaristía dominical.
    • Atribuir excesiva importancia al aspecto milagroso, extraordinario, teniendo como consecuencia la desvalorización de lo cotidiano en la vida del creyente y de la Iglesia.
    • Dar fácilmente crédito a sugestiones y engaños…

La eventual aprobación eclesiástica de un Milagro Eucarístico contiene los siguientes elementos:

  • El hecho no contiene nada que contraste con la Fe y las buenas costumbres.
  • Es lícito hacerlo público.
  • Los fieles son autorizados a adherirse de forma prudente al Milagro.

Aunque si ninguno es obligado a creer, el creyente se mostrará respetuoso en las verificaciones del Milagro Eucarístico, cuya autenticidad ha sido reconocida por la Iglesia.

2) Aspectos positivos

Los Milagros Eucarísticos pueden constituir una ayuda útil y fructuosa en nuestra vida de Fe. Por ejemplo pueden:

  • Ayudar a trascender lo visible, lo sensible, y admitir la existencia “de otro mundo”, “de un más allá”.

    Precisamente porque es reconocido como un hecho extraordinario, el Milagro Eucarístico no encuentra explicación en los hechos y razonamientos científicos, va a la razón humana e interpela al hombre haciéndolo “ir más allá” de lo sensible, de lo visible, de lo humano, es decir, lo hace aceptar que hay algo que es incomprensible, humanamente inexplicable sólo con la razón, no demostrable científicamente.
  • Ofrecer la ocasión de hablar, en particular en la catequesis, de la Revelación Pública y de su importancia para la Iglesia y el cristiano.

    Los Milagros Eucarísticos se refieren a eventos extraordinarios ocurridos después de la institución de la Eucaristía por parte de Cristo, después del final del Nuevo Testamento, es decir, después del final de la Revelación pública.

¿Qué es la Revelación pública?

La Revelación pública es aquella:

  • operada progresivamente por Dios a partir de Abraham y a través de los profetas, hasta Jesucristo.
  • testimoniada en las dos partes de la Biblia: El Antiguo y el Nuevo Testamento.
  • destinada a todos los hombres y a todo hombre, de todo tiempo y lugar.
  • radicalmente diferente por esencia, y no sólo por grado, de las llamadas revelaciones privadas.
  • concluida con Cristo en el Nuevo Testamento, al cual la Iglesia se siente vinculada.

¿Por qué la Revelación pública es concluida con Cristo?

Porque Jesucristo es el mediador y plenitud de la Revelación.

“Él siendo Hijo Unigénito de Dios hecho hombre, Él es la Palabra perfecta y definitiva del Padre. Con la venida del Hijo y el don del Espíritu, la Revelación ya se ha cumplido plenamente, aunque la fe de la Iglesia deberá comprender gradualmente todo su alcance a lo largo de los siglos”. (COMPENDIO, n 9)

“Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo”. (Hb 1, 1-2).

Cristo el Hijo de Dios hecho hombre es, por lo tanto, la Palabra única, perfecta y definitiva del Padre, el cual en Él dice y dona todo y no habrá otra Palabra que ésta.

“Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar”. ( San Juan de la Cruz)

“La economía cristiana, por tanto, como alianza nueva y definitiva, nunca cesará, y no hay que esperar ya ninguna revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo”. (CONCILIO VATICANO II, Cost., Dogm. Dei Verbum, 4)

¿Cuáles son las consecuencias que produce la Revelación Pública?

He aquí algunas:

  • El Dios de los cristianos es creíble, confiable, sobre el fundamento de la Escritura, y no en virtud de los mensajes dados sucesivamente a algunos creyentes.
  • No se debe esperar de parte de Dios otra manifestación o revelación nueva, sino el retorno glorioso de Cristo, que inaugurará “nuevos cielos y una tierra nueva” (2 Pe 3,13), consintiendo a Dios Padre ser “todo en todos” (1 Cor 15,28).
  • La Iglesia está vinculada al evento único de la Historia Sagrada y a la palabra de la Biblia, y su misión es la de garantizar, interpretar, profundizar, testimoniar la Revelación Pública. Y esto sucede gracias a la particular asistencia del Espíritu Santo, que la guía y la conduce a conocer siempre mejor aquel tesoro que es Cristo Jesús.
  • La Revelación pública exige nuestra Fe: “En ella, por medio de la palabra humana y de la comunidad viva de la Iglesia, Dios mismo nos habla; habla a todos los hombres de cualquier raza, lengua, nación, tiempo y lugar. La Fe en Dios y en su Palabra es distinta de cualquier otra fe, creencia, opinión humana. La certeza de que Dios habla me da la seguridad de encontrar la verdad misma; una certeza que no puede verificarse en ninguna forma de conocimiento humano. Es la certeza sobre la cual construyo mi vida y a la cual me confío al morir” (CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Mensaje de Fátima, Pág. 34).
  • Sin embargo, aunque si la Revelación está acabada, no está completamente explicitada; tocará a la Fe cristiana conocerla mejor, profundizar más sobre ella, encarnarla continuamente, testimoniarla a todos con fidelidad y coraje. Así podrá comprender gradualmente todo su alcance a lo largo de los siglos.
  • Los Milagros Eucarísticos pueden ayudar a conocer y a vivir la Fe que tiene su centro en Cristo, y en Cristo-Eucaristía: son realmente útiles porque están íntimamente orientados a Cristo y no son autónomos; pueden fortalecer la fe personal de los creyentes y también la de los no creyentes. Por tanto son una ayuda para la fe porque nos conducen a la Eucaristía instituida por Cristo y celebrada en la Iglesia dominicalmente. Ellos deben servir a la Fe. No deben, ni pueden añadir nada al único y definitivo don de Cristo-Eucaristía, pero pueden convertirse en una humilde llamada de atención, a la vez que en una rica profundización en la fe; una ayuda que se ofrece pero que no es obligatorio aceptar.
  • Los Milagros Eucarísticos pueden invitar a conocer, a apreciar y a amar la Eucaristía.

Pueden ayudar a la persona a redescubrir el misterio, la belleza y la riqueza de la Eucaristía, que como dice el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, aprobado y publicado en junio de 2005 por el Papa Benedicto XVI:

“Es fuente y culmen de toda la vida cristiana. En ella alcanzan su cumbre la acción santificante de Dios sobre nosotros y nuestro culto a Él. La Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia: el mismo Cristo, nuestra Pascua. Expresa y produce la comunión en la vida divina y la unidad del Pueblo de Dios. Mediante la celebración eucarística nos unimos a la liturgia del cielo y anticipamos la vida eterna”. (n. 274)

  • No podemos olvidar ni omitir jamás que la Eucaristía es el verdadero y gran Milagro cotidiano inagotable. Ella:
    • Es un Sacramento: Los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia, a través de los cuales se nos otorga la vida divina (…) son eficaces ex opere operato (“por el hecho mismo de que la acción sacramental se realiza”), porque es Cristo quien actúa en ellos y quien da la gracia que significan, independientemente de la santidad personal del ministro (COMPENDIO del CEC, nn. 224.229).
    • Es el Sacramento dominical por excelencia: Es evidente que el Milagro más difundido y al alcance de todos es aquel que se realiza en nuestras iglesias cada vez que se celebra la Santa Misa.

      “Es el sacrificio mismo del Cuerpo y de la Sangre del Señor Jesús, que Él instituyó para perpetuar en los siglos, hasta su segunda venida, el sacrificio de la Cruz, confiando así a la Iglesia el memorial de su Muerte y Resurrección. Es signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual, en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la vida eterna”. (COMPENDIO, 271)

      Sin duda, el Milagro más importante y estrepitoso es el que se realiza cada vez que se celebra la Eucaristía, en el cual Jesucristo se hace presente “de modo único e incomparable”. Está presente, en efecto, de modo verdadero, real y sustancial: con su Cuerpo y con su Sangre, con su Alma y su Divinidad. Cristo, en su plenitud, Dios y hombre, está presente en ella de manera sacramental, es decir, bajo las especies eucarísticas del pan y del vino”. (COMPENDIO, n. 282)

      Haciendo presente y actual Su Sacrificio en la Cruz, Él se hace nuestro alimento y nuestra bebida, con Su Cuerpo y Su Sangre, uniéndose a nosotros y viviendo entre nosotros, se transforma en el viático de nuestro peregrinar terreno hacia la patria eterna. Es este el misterioso milagro por excelencia, que estamos invitados a celebrar sobre todo cada domingo, en la comunidad eclesial, partiendo el único pan, que -como afirma San Ignacio de Antioquía- “es fármaco de inmortalidad, antídoto contra la muerte, remedio para vivir en Jesucristo para siempre”.
  • Es oportuno valorar también los Santuarios de los Milagros Eucarísticos reconocidos por la Iglesia como lugares de celebraciones litúrgicas (en particular del Sacramento de la Reconciliación), lugares de oración y de espiritualidad eucarística, de catequesis y de práctica de la caridad.
  • Los Milagros Eucarísticos se manifiestan y actúan relacionados con la piedad popular.

    Con frecuencia provienen de la piedad popular e inciden en ella dándole nuevos impulsos y brindándole nuevas formas de manifestación. Esto no excluye que tengan efectos en la misma liturgia, como por ejemplo, la institución de las fiestas del Corpus Domini. La liturgia es el criterio, es la forma vital de la Iglesia que se nutre directamente del Evangelio.

S.E.R. Mons. Raffaello Martinelli
Rector del Colegio Eclesiástico Internacional San Carlos
Oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

_______________________
Fuente: Miracoli Eucaristici


]]>
El Credo, reloj del mundo https://www.reinadelcielo.org/el-credo-reloj-del-mundo/ Fri, 20 Jan 2023 08:53:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=571 Una oración que es un compendio de la historia del mundo, que en pocas palabras pone en secuencia perfecta los hechos más relevantes de ésta maravillosa historia de amor, del amor de un Dios por Su criatura. Palabra por palabra va desandando los pasos que marcan desde el origen de los tiempos, hasta el retorno del hombre al paraíso que nunca debió perder.

Porque yo creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, desde el Génesis, el origen de todo. Nuestro Papá Bueno puso en el pueblo Judío la semilla de Su Amor, para que fructifique y nos lleve a la Jerusalén Gloriosa. La Jerusalén que fue Su Casa, Su Morada, lugar al que El iba a venir a nosotros hecho Hombre, hecho Hermano nuestro.

Así es que yo creo en Jesucristo, Su Único Hijo, nuestro Señor, porque como dice Juan en el inicio de su Evangelio, el Verbo existió desde el inicio. Cristo estaba presente desde antes de la misma creación, porque es parte del Padre, es Dios como El y en El. Pero el Verbo quiso encarnarse y venir a nosotros, por eso fue Concebido por Obra y Gracia del Espíritu Santo, de El mismo, el mismo Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Divino.

Dios quiso vivir nuestra misma aventura terrenal, quiso vivir una vida como la nuestra. Y así nació de Santa María Virgen, la Criatura más perfecta que Dios jamás creó. Ella se transformó en el Nuevo Templo, la Nueva Casa de Dios en medio de Su pueblo. Pero Su pueblo no lo reconoció, y El padeció bajo el poder de Poncio Pilatos, siendo humillado y despreciado, hasta el extremo de que fue Crucificado, Muerto y Sepultado.

Pero nuestro Dios hecho Hermano, hecho Hombre, no vino en vano. Su Cruz fue triunfo, Su sacrificio debía abrir los Cielos de la Salvación para nosotros. Por eso es que descendió a los infiernos, y al tercer día Resucitó entre los muertos. De éste modo completó la obra de la Redención, y reconcilió al hombre con Su Padre, lavando las culpas de Adán, y transformándose en el nuevo Adán, el Hombre Perfecto en el Amor que Dios siempre esperó de Su Criatura.

Parusía

Habiendo culminado Su tiempo en ésta tierra, El subió a los Cielos, y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso. Jesús volvió a Su Casa después de habernos mostrado con Su ejemplo el Camino a nuestro Hogar, la Verdad de Su Palabra, y la Vida Eterna, la Vida en el Reino de Su Padre. Y desde allí vendrá a juzgar a vivos y muertos, como el Justo Juez. Porque El se ha ganado todos los méritos para juzgarnos, habiendo comprado Su Trono, que es la Cruz, al precio de Su Sangre.

Sin embargo, Jesús no quiso dejar Su Obra incompleta. El fundó Su nuevo Pueblo, que lleva Su Nombre, derramando el Pentecostés en el Cenáculo para dar vida eterna a Su nueva y naciente Iglesia. Por eso es que yo creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida, fuerza vital que nos anima como Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo. Y también creo en la Santa Iglesia Católica, construida sobre la sangre de los mártires en aquellos primeros siglos después de la Ascensión del Señor a Su Reino. Y cómo no creer en la Comunión de los Santos, en la unión de las almas santas, las que llegaron al Reino, con las que aún están en el lugar de la purificación, unidas a las de aquellos que todavía estamos militando aquí. Los santos han dado vida a la iglesia a lo largo de los siglos, porque han sido el vehículo, el canal a través del cual Dios ha formado y hecho crecer a Su Cuerpo Místico hasta llevarlo a la edad madura.

Por eso, porque nuestra Iglesia ha llegado a la edad madura, creo en el perdón de los pecados. No sólo porque es un Sacramento que Jesús mismo nos ha legado, sino porque es evidente que vivimos los tiempos de la Misericordia, como Jesús mismo se lo anunció a Santa Faustina. Este es un tiempo de Gracia, como nos dice la Virgen en Medjugorje. Es un tiempo de espera, de perdón frente a tantos pecados de negación de Dios que comete el mundo actual.

Y si ya hemos llegado al perdón de los pecados, a los tiempos de la Misericordia, ¿qué falta, según el Credo, para que culmine ésta historia? Sólo resta que el Credo me recuerde que creo en la resurrección de la carne, y la Vida Eterna. O sea, que estamos en la última estación antes de que se lleve a cabo la promesa de Jesús, la promesa del Reino.

El Credo es la suprema expresión de fe que rezamos en cada Eucaristía. Con nuestros ojos elevados al Cielo le mostramos a Dios nuestra confianza en Su Palabra, en Su Anuncio. Y si bien no sabemos cuanto tiempo queda para que se cumpla lo anunciado, también está claro que estamos en el bloque final de ésta historia, ya sea que este último capítulo dure mil años o un día. ¡Que así sea!


]]>
El Cuerpo de Cristo la curó de su anorexia https://www.reinadelcielo.org/el-cuerpo-de-cristo-la-curo-de-su-anorexia/ Fri, 17 Jun 2022 17:51:29 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=26569 ]]> Emily Stimpson es una escritora y periodista católica formada en la muy católica Universidad de Steubenville y autora de un blog relacionado con la comida The Catholic Table, algo que en el pasado le generó grandes sufrimientos.

Esta apologeta católica ha llegado a serlo tras descubrir a Dios en el momento más duro de su vida, cuando durante años sufrió una anorexia nerviosa que no conseguía superar. Y fue precisamente Dios quien la sanó primero interiormente y posteriormente físicamente.

Salir de la anorexia para ella sólo se pudo producir tras comer el Cuerpo de Cristo. En un testimonio contado en primera persona en National Catholic Register, esta mujer que actuó también como asesora política en Washington explica: “cuando trataba de recuperarme de un trastorno alimentario, la mera fe no fue suficiente para mí. Lo que necesitaba era una fe eucarística”.

Ningún médico ni ninguna terapia

Stimpson había sido criada en la fe aunque en su enfermedad “no veía el mundo con ojos católicos” sino que buscaba un Dios que estuviera a su servicio.

De aquella anorexia nerviosa que mezclaba con atracones de comida han pasado ya más de20 años. Desde los 19 a los 25 años intentó curarse sin éxito. Ninguna terapia, ningún médico pudo conseguir que mejorara. Ella pedía a ese Dios que de niña le dijeron que existía que la curara pero el gran problema que tenía Emily era que “todavía odiaba mi cuerpo, tenía miedo a la grasa y usaba la comida como un medio para controlar mi mundo”.

“Detrás de mi batalla con la alimentación y la naturaleza había una mezcla enmarañada de inseguridades y ansiedades, agravada por una visión materialista del universo”. Por más que pensaba en ese Dios de su infancia “no veía ese mundo hecho por un Dios amoroso. No veía un universo lleno de gracia donde todo llevaba la marca de su creador. No vi mi cuerpo como la imagen viva de Dios”, recuerda ella.

“Mi cuerpo era un problema a eliminar”

Tal y como señala posteriormente, para ella su cuerpo “era un problema a eliminar, cuanto menos hubiera de él, mejor. Aunque también sabía que no estaba bien morirme de hambre”. Y es que, añade, “los mismos patrones de pensamiento destructivos se reproducían una y otra vez: mi cuerpo era un problema, la comida era el enemigo”.

Esa religiosidad popular que tenía adquirida sí que logró que al menos empezara a comer algo, aunque fuera muy poco. Y sobre todo le vino bien para intentar dar un paso al frente. Así que empezó a ir a misa a ver qué pasaba.

Su encuentro con la Eucaristía

Años antes en su etapa universitaria tuvo amistad con un grupo de protestantes que le ayudaron a conocer a Jesús, aunque para ella faltaba algo. “Pero la misa era diferente. El catolicismo era diferente”, cuenta Emily.

De este modo, “tras seis largos años alejada de la Iglesia, un compañero de trabajo me ayudó a encontrar mi camino a casa. Y allí, en la misa, recibí a Cristo como alimento. El pan se convirtió en Cuerpo. El vino se convirtió en sangre. Dios me dio de comer y de beber. Aquella fue la comunión más íntima que tuve con él. Así fue como dio su vida por mí”.

Según ella, la comunión “hizo lo que ninguna ‘mera’ fe podía hacer” y así llegó la curación de la anorexia.

Y tras la Eucaristía, la Adoración

No fue de un día para otro. “Fueron meses de ir a misa todos los días, sabiendo que tenía que estar allí, aunque no comprendiera del todo por qué. También fueron meses de lectura del Catecismo y libros sobre la fe católica. Y fueron meses sentada en silencio en las iglesias católicas mirando a Jesús en el Tabernáculo”, relata Emily Stimpson.

Pero la realidad era que cuanto más crecía su fe eucarística más cambiaba su visión, lo que le hacía lograr superar su enfermedad porque le “ayudó a cambiar la forma en que veía” su cuerpo.

La Teología del Cuerpo para su curación

San Juan Pablo II también jugó un papel importante en esta sanación a través de la Teología del cuerpo del Papa polaco. Gracias a ella, confiesa Emily, “empecé a ver mi cuerpo –no sólo mi alma- como la imagen de Dios. Reconocí que era un templo que tenía que ser cuidado. Y llegué a apreciar mis curvas femeninas como la señal física de mi alma femenina”.

De este modo, gracias a la liturgia, la oración y el estudio empezó a ver “el pan de cada día” cono un símbolo del pan del cielo y que estos alimentos nutren, fortalecen, curan, dan alegría, significan amor y fortalecen amistades.

“La Eucaristía nos fortalece en tiempos de prueba”

A este convencimiento llegó gracias a comer el cuerpo de Cristo. “La Eucaristía nos alimenta con la vida de Dios, nos fortalece en tiempos de prueba, nos consuela en momentos de tristeza, cura heridas dejadas por el pecado, nos llena de la alegría de Cristo, continuamente demuestra el amor de Dios por nosotros”, enumera emocionada esta mujer.

Por ello, Emily confiesa que “una vez que empecé a entender esas verdades, siguió la verdadera curación. No podía abusar de los grandes regalos que eran mi cuerpo y la comida. Tampoco podía temer a estos grandes dones. Todo lo que tenía que hacer era caer de rodillas en agradecimiento y admiración”.

______________________
Fuente: Religión en Libertad


]]>
La Medalla Milagrosa de París le cambió la vida, aún sin creer en Dios https://www.reinadelcielo.org/la-medalla-milagrosa-de-paris-le-cambio-la-vida-aun-sin-creer-en-dios/ Fri, 12 Feb 2021 23:17:45 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=25400 ]]> La Mary Bethany (María de Betania) es una de las numerosísimas jóvenes monjas que llenan el monasterio de las dominicas de Nashville, uno de los mayores fenómenos vocacionales que hay en estos momentos, y que cada vez atrae a más chicas que quieren entregar su vida a Dios.

Ella nunca imaginó que acabaría siendo monja, sobre todo porque ni siquiera era católica. Cuando era una adulta joven se bautizó, confirmó y recibió la Eucaristía durante una Vigilia Pascual. Se había enamorado de casualidad de un Dios al que apenas conocía y en el santuario de la Medalla Milagrosa de París tuvo la certeza de que estaba claramente llamada a ser católica.

“Mi camino hacia el convento está íntimamente ligado a mi camino hacia la Iglesia Católica”, cuenta en la web de las dominicas de Nashville.

Hasta la Educación Secundaria no era consciente de la existencia de Dios. Ella misma relata que “una maestra de teatro en la escuela de artes escénicas a la que asistí fue la primera que compartió conmigo las verdades más básicas de nuestra fe. Muy rápidamente me enamoré perdidamente de Dios y cuando se lo dije a ella, recuerdo claramente que un día me preguntó: ‘¿no te irás a convertir en monja, verdad?’. Me apresuré a responder: “¡Ni siquiera soy católica!”.

La conversión en la Medalla Milagrosa de París

Tras acabar Secundaria pudo realizar un programa de intercambio de una escuela de danza y viajó a Inglaterra durante seis semanas. Fue ya casi al final de su estancia allí donde un amigo la invitó a misa por primera vez. Desde su perspectiva artística, pero sin conocimiento alguno de la fe y la liturgia, asegura que quedó impresionada y lo veía como un “espectáculo” fabuloso por las “coreografías, vestuario y canciones fascinantes”. De hecho, quería ir a misa una y otra vez así que antes de volver a su casa fue a todas las Eucaristías que pudo.

Pero la verdadera conversión de la Hermana María de Betania se produjo en el santuario parisino de la Medalla Milagrosa. Era 1999, se celebraba la fiesta de los santos Pedro y Pablo, estaba sentada en el último banco y los fieles volvían a sus asientos tras comulgar.

Como hacía cada vez que iba a misa ella se queda sentada disfrutando del “espectáculo”. Pero algo ocurrió ese día. “Un completo desconocido que estaba arrodillado junto a mí, me sonrió, tomó mi brazo con su mano y suavemente me puso de rodillas también”, recuerda.

De este modo, la ahora monja señala que “en el instante en el que mis rodillas tocaron el reclinatorio de repente me di cuenta de toda la verdad, que esto no era sólo un ‘espectáculo’ y que el hombre clavado en la cruz ante mí no sólo había extendido sus brazos para ‘aquellos católicos’ sino también para mí”.

Igualmente, la Hermana María de Betania asegura que en ese instante “también supe que la estatua de la mujer con sus brazos extendidos hacia mí, a quien los católicos llamaban María, fue la que me llevó a su Hijo. Sobre todo, supe que Jesús estaba realmente en la pequeña ‘caja’ de oro y que sólo una cosa me impedía recibir a Dios dentro de mí: el bautismo”.

Así que así fue como el 22 de abril del año 2000 en la Vigilia Pascual, “una noche gloriosa que nunca olvidaré”, entró a formar parte de la Iglesia y recibió a Jesús por primera vez.

Del bautismo a la vocación

“Desde la primera vez que me plantearon la cuestión de la vocación religiosa, el deseo de entregar mi vida a Dios como religiosa fue creciendo. Después de mi bautismo, mi corazón estaba verdaderamente lleno de gratitud y supe que nunca podría devolverle el gozo que me había dado en mi fe. También estaba segura de que solo Él podía satisfacer mi corazón. No podía imaginar un novio más perfecto”, explica.

Gracias a un amigo sacerdote conoció a las hermanas dominicas de Nashville. Estaba convencida de entregar su vida a Dios, pero quería elegir bien dónde.

“Conduje hasta el convento y decidí ‘entrevistar’ a las Hermanas con preguntas diseñadas para ayudarme a evaluar si su comunidad era una buena opción para mí. Les expliqué que estaba buscando tres cosas en la congregación a la que sentía que Dios me estaba llamando a unirme: un amor profundo por la Eucaristía con el Santo Sacrificio de la Misa como fuente y cumbre del día; una verdadera devoción a María manifestada llevando el rosario y rezando juntos el rosario todos los días como comunidad; y un amor por nuestro Santo Padre y un gran deseo de difundir la gran noticia de nuestra fe católica al mundo entero, particularmente a los jóvenes. Cuando las Hermanas me escucharon decir estas tres cosas, sonrieron y dijeron: ‘Tenemos esas tres’. ¡Solo entonces accedí a sentarme y escuchar más!”, relata María de Betania.

Finalmente en 2003 ingresó en este convento y en 2010 profesó sus votos perpetuos. Por ello, afirma convencida que “la mejor decisión que he tomado en mi vida ha sido convertirme en católica. La segunda fue ingresar en el convento”.

“Todos los días, cuando me pongo el santo hábito de Santo Domingo Dios me sigue asombrando por el amor tan tierno que tiene por cada uno de nosotros. ¡Él verdaderamente ha derramado su bondad sobre mí y estoy llena de gozo sabiendo que soy totalmente suya”, concluye.

______________________
Fuente: Religión en Libertad


]]>
Carlo Acutis: “La Eucaristía es mi autopista al Cielo” https://www.reinadelcielo.org/carlo-acutis-la-eucaristia-es-mi-autopista-al-cielo/ Thu, 07 May 2020 12:40:52 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=24471 Video testimonio de la corta vida ejemplar del próximo Beato Carlo Acutis.

Un santo de nuestros días, que nos inspiran a vivir una vida cotidiana en Dios y muy cerca de la Eucaristía y el Amor al prójimo.

El 22 de febrero de 2020, el Papa Francisco aprobó un milagro que se atribuye a Carlos Acutis.

Un alma pura y muy eucarística

“Mi hijo me acercó a la Eucaristía”

La madre de Carlo Acutis, afirma con claramente que fue su hijo quien la acercó a la Iglesia y al Sacramento de la Eucaristía.

El testimonio de vida de Carlo Acutis, adolescente que muere a los 15 años a causa de una Leucemia fulminante en 2006 y que el Papa Francisco ha declarado ‘venerable’ este año, está acercando a muchas personas a la fe. Inició con su propia madre, Antonia Salzano, que lo considera hoy un “pequeño salvador” que le enseñó el amor hacia la Eucaristía.

Ella está viajando por varios lugares para hablar de la historia de este pequeño genio de la informática que iba todos los días a misa y tuvo una vida plena, normal, pero extraordinaria en la manera como ocupaba su tiempo: estudio, familia, voluntariado en beneficio de otros niños y ancianos, testimoniaba una fe pura y concreta.

Carlo desde pequeño era un alma muy devota. Él amaba ir a la iglesia, rezar, profundizar en la fe. Yo estaba alejada, crecí en una familia laica, pienso como millones de personas. Por lo tanto, tener este hijo que me hacía insistentes preguntas sobre la fe, que me obligaba a reflexionar. Esto ha sido un motivo para acercarme a la Iglesia” y a los “sacramentos”.

Una vida excepcional hasta el final

Carlo Acutis

Enfermo, Carlo, dijo que su dolor físico se lo ofrecía a Dios por el Papa y por la Iglesia. Mamá Salzano sostiene: “Para mí Carlo ha sido un pequeño salvador que me ha llevado a tomar un camino especial.

Un camino que prosigo, trato de difundir su herencia, especialmente esta exposición sobre los milagros eucarísticos que ha viajado por los cinco continentes y ha ayudado a tantas personas”. En efecto, la página www.miracolieucristici.org nace de la inspiración y el genio del joven adolescente.

“Hay testimonios de personas que se acercaron a Dios y han comenzado una vida de fe. Para mí este es el signo más grande. Porque a Carlo le importaba mucho la Eucaristía y decía: “muchos nacemos como originales, pero muchos viven como fotocopias”.

Carlo tenía una familia normal. La enfermedad y el valor infundido a su mamá ante su muerte prematura. “Mamá no temas porque con la encarnación de Jesús la muerte devino viva y no hay necesidad de escapar: con la vida eterna nos espera algo extraordinario”.

Mamá Salzano está de acuerdo con su hijo que también decía: “Todos nacen como originales pero muchos mueren como fotocopias”. Y ella asegura que “Jesús nos da los sacramentos para no morir como fotocopias y dona sí mismo a través de la Eucaristía”, pues ahí está “Dios en persona; su cuerpo, sangre, alma y divinidad”.

Citando las palabras de Carlo: “Nuestra meta debe ser el infinito, no el finito. El Infinito es nuestra Patria. Desde siempre el Cielo nos espera”. La mamá de Carlo está convencida de que “Jesús es amor, Dios es amor”. Por ende, cuando “recibimos la Eucaristía recibimos el amor”.

“Puesto que el fin de cada cristiano es ser santos; recibiendo a Dios, amando a Dios sobre todas las cosas, amar al prójimo como a ti mismo, recibiendo el amor a través de la Eucaristía, Jesús nos enseña también a donarnos a los demás y crecer por este amor por Dios”, añadió.

Carlo lo testimonió hasta el final:. Desde que recibió la Primera Comunión a los 7 años de edad nunca ha faltado a la cita cotidiana con la Santa Misa. “Él decía: ‘la Eucaristía es mi autopista para el cielo’. Por ende, deseaba que todos entendieran el don inmenso que Jesús nos hace a través de los sacramentos”.

La mamá de Carlo es la mejor embajadora de su exposición dedicada a los milagros eucarísticos. “Jesús ha prometido: ‘Yo estaré con ustedes hasta el final de los tiempos’. Lo ha prometido y lo ha cumplido. Y todavía hoy nos manifiesta estos signos extraordinarios que son los milagros eucarísticos ocurridos en 2006, 2008, 2013″.

“Milagros – agrega- como el sucedido en Lanciano (Italia) donde la hostia se convierte en carne y se descubre ser tejido miocardico. ¡Esto es algo extraordinario! Es un gran signo que seguramente ayudará a tantas personas que sinceramente quieran acercarse al Señor, que viendo estos signos, yo creo pueden encontrar el sentido de su fe”.

Mamá Salzano no tiene duda: “Carlo ha sido una semilla, o mejor ha botado una semilla con esta exposición sobre los milagros eucarísticos” para que el mundo crea.

______________________
Fuentes: Canal de YouTube de Pueblo de María y Aleteia


]]>
Descubre la «Comunión Espiritual» en tiempos de cuarentena https://www.reinadelcielo.org/descubre-la-comunion-espiritual-en-tiempos-de-cuarentena/ Thu, 16 Apr 2020 16:27:22 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=24421 _______________
Por Pablo Cervera, teólogo.
_______________

La Comunión Espiritual es el gran “descubrimiento” del confinamiento por la pandemia. Una mayoría de católicos se ven imposibilitados para comulgar sacramentalmente, y eso está relanzando una devoción que puede practicarse siempre: ahora, cuando no hay misas públicas, pero también cuando reabran las iglesias y se normalice el culto.

El sacerdote y teólogo Pablo Cervera, colaborador de ReL, ha escrito un artículo sobre la Comunión Espiritual que se publicará en el próximo número de Magnificat, la publicación litúrgica cuya edición española dirige. Por cortesía del autor, reproducimos a continuación un amplio extracto.

Pablo Cervera, doctor en Teología por la Gregoriana, ex director de la BAC y director de la edición española del Magnificat, en la presentación de una de sus obras.

La Comunión Espiritual

«El que cree en la Eucaristía cree en todo el Credo». Esta frase del santo Obispo de los Sagrarios Abandonados, D. Manuel González, encierra, entre otras muchas, esta gran intuición: Cristo muerto y resucitado vivo, entregado en la Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia, de la vida de cada creyente. El Concilio Vaticano II afirmó que la Eucaristía es «el centro y culmen de la vida de la Iglesia». Por eso es una cuestión «de vida o muerte». Con razón los mártires de Abisinia en la persecución de Diocleciano proclamaban, al dejárseles sin celebrar la Eucaristía el día del Señor: «Sine Dominico non possumus [No podemos vivir sin el Día del Señor]».

La Eucaristía es un regalo, un don, no un merecimiento. Esta perspectiva nos puede ayudar cuando consideramos las circunstancias por las que no es posible recibir la Sagrada Comunión. Sucede que no siempre podemos acceder a la Eucaristía de modo sacramental, bien porque no estamos en gracia de Dios (en pecado mortal), bien porque no hayamos cumplido el ayuno preceptivo previo de una hora, bien porque nuestra situación de vida no concuerde con la vida que debemos vivir como bautizados.

Luego, hay situaciones en las que no podemos recibir la Comunión sin que sea nuestra culpa. Por ejemplo, puede ser que no podamos recibir los sacramentos por estar enfermos, o por vivir en una zona alejada en la que los sacramentos no se celebran con regularidad. Algún viaje de emergencia u otra complicación extraordinaria podría también limitar nuestro acceso a la Eucaristía.

Por último, puede haber circunstancias calamitosas como en tiempos de guerra o peste (nuestra pandemia sería el caso), en que los católicos tienen prohibido asistir a Misa y no pueden recibir la Sagrada Comunión ni fuera de la Misa, a menos que se reciba como Viático (en peligro de muerte).

En todas estas situaciones de privación Cristo está en medio de nosotros: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). La ausencia de sacramentos (signos sensibles portadores de la gracia) no significa ausencia de gracia: «La gracia no está sometida a los sacramentos» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1275). Ciertamente los sacramentos son los medios ordinarios de acceso a la gracia, a la vida de Cristo muerto y resucitado. […] En situaciones de impedimento para acceder a la Sagrada Comunión tenemos un «remedio» a nuestro alcance: hacer un acto de comunión espiritual.

La comunión espiritual es un acto de fe y de amor, un acto de devoción personal cuando las circunstancias que sean no impidan recibir la Sagrada Comunión. Evidentemente la ley de la encarnación de nuestra fe requiere el sacramento como signo sensible, corporal, de la gracia. Ahora bien en la imposibilidad de recibirlo, podemos elevar el corazón a Dios, en deseo hondo, deseando imitar el modo en que la Virgen y los santos acogieron a Jesús.

Para esto no hay establecidas fórmulas rituales. Es un deseo personal eucarístico en una circunstancia de imposibilidad y aquí puede entrar toda la «creatividad» espiritual personal para abrir el alma a que Dios entre con su gracia. Aunque, en este caso, no sea de manera sacramental. La actuación de gracia no se ata solo a los sacramentos.

La obligación del precepto dominical y la recepción de la Eucaristía

Hay que advertir que la obligación de asistir a Misa los domingos y la recepción de la Sagrada Comunión son dos cosas diferentes. Ya hemos dicho que no todos pueden siempre acercarse a la Comunión en la celebración sacramental de la Eucaristía por motivos varios.

La recepción habitual de la Comunión es algo relativamente reciente, desde que el Papa San Pío X (pontificado 1903-1914) exhortó a la comunión frecuente. Durante muchos siglos la comunión no era algo «regular». Incluso los santos nos eran asiduos a la comunión. San Luis Rey de Francia la recibía seis veces al año. Hoy en día los católicos tenemos prescrito por la ley de la Iglesia comulgar al menos una vez al año, en el período de Pascua (es el llamado precepto pascual). Esto no impide que la Iglesia anime a participar con frecuencia del banquete eucarístico: «La Iglesia recomienda vivamente a los fieles que reciban la Sagrada Comunión cuando participan en la celebración de la Eucaristía» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1417).

De todo ello se deduce que la obligación de participar en la Misa (precepto dominical que recurre una 60 veces al año) no está supeditada a la de recibir la comunión (estrictamente una vez al año, con la recomendación de hacerlo siempre que se pueda).

La comunión es un acto eclesial

Normalmente no recibimos la Comunión cuando no podemos asistir a Misa (siempre existe la posibilidad, en el caso de los enfermos sobre todo, de comulgar fuera de la misa). […] En la Misa… nos unimos a toda la Iglesia, de ahí que se nombre en la plegaria eucarística al Papa y al Obispo de la diócesis. La eucaristía inserta a los bautizados en la máxima expresión de la vida eclesial: la Santa Misa. Resulta impresionante volver a escuchar lo que San Agustín decía a sus fieles: Cuando comulgáis y decís ¡Amén! (no solo es que asentís a la realidad del cuerpo de Cristo que comulgáis), sino que decís amén al Cuerpo eclesial de Cristo, que es vuestro propio misterio. La Comunión no es algo estrictamente individual o devocionista, sino que implica toda esta carga eclesial del sacramento. Más aún, la Comunión nos lleva al ofrecimiento total de la vida que es la dimensión sacrificial de la Eucaristía. Aunque no pueda hacer ya «nada» en mi existencia (enfermedad, dependencia…) siempre quedará el ofrecimiento.

Cada vez que se ofrece la Eucaristía al Padre, por lo tanto, se ofrece el Cuerpo de Jesucristo y se ofrece con él la Iglesia Cuerpo Cristo. De ese ofrecimiento se benefician incluso los no asistentes porque redunda en toda la vida y misión de los miembros de la Iglesia terrestre, pero también purgante. Aquí es donde, ante la imposibilidad de acudir al sacramento eucarístico podemos unirnos místicamente (espiritualmente) al sacrificio de Cristo mediante la comunión espiritual. No estamos abandonados ni por Dios ni por la Iglesia, por graves que sean las circunstancias de guerra, peste o pandemia.

Siguiendo el ejemplo de los santos: hacer la comunión espiritual

A lo largo de los siglos muchos santos nos testimonian cómo hicieron y vivieron la realización de la comunión espiritual. Siguiendo sus huellas podemos imitarlos hoy. Espigo solo algunos ejemplos.

Santa Teresa de Jesús fomentaba esta práctica: «Cuando no puedan comulgar ni oír Misa, pueden comulgar espiritualmente, que es de grandísimo provecho. Es mucho lo que se imprime el amor así del Señor».

San Juan María Vianney, el Cura de Ars decía: «Cada vez que sientas que tu amor por Dios se está enfriando, rápidamente haz una comunión espiritual. Cuando no podamos ir a la iglesia, recurramos al tabernáculo; ninguna pared nos podrá apartar de Dios».

San Pío de Pietrelcina, incluso celebrando diariamente la Misa, decía:  «Cada mañana antes de unirme a Él en el Santísimo Sacramento, siento que mi corazón es atraído por una fuerza superior. Siento tanta sed y hambre antes de recibirlo que es una maravilla que no me muera de ansiedad. Mi sed y mi hambre no disminuyen después de haberlo recibido en la comunión, sino que aumentan. Cuando termino la misa, me quedo con Jesús para darle gracias».

Las fórmulas

Como se ha dicho más arriba no hay un ritual para la comunión espiritual. Sí será buen buscar previamente el perdón con un acto de contrición, y si se tuviera conciencia de pecado mortal, hacer una confesión sacramental lo antes posible.

La comunión espiritual implica tres condiciones:

  • Expresar nuestra fe (Credo) y de modo particular en la presencia real de Cristo en la Eucaristía;
  • Expresar el deseo inmediato de estar unidos sacramentalmente con Cristo en la Eucaristía; y
  • Expresar nuestro deseo de permanecer unidos con Cristo y disfrutar los frutos que se nos proporciona la recepción sacramental de la Eucaristía.

Hemos dicho que la Iglesia no tiene rituales establecidos para la comunión espiritual. Eso no quita que muchos santos nos ofrecen ricas fórmulas que forman parte del tesoro de la Iglesia para todos. 

Entre las más conocidas y populares está la comunión espiritual de San Alfonso Ligorio. Solía decir el santo: «La comunión espiritual consiste en el deseo de recibir a Jesús Sacramentado y en darle un amoroso abrazo, como si ya lo hubiéramos recibido». Esta era su fórmula:

«Creo, Jesús mío, que estás realmente presente
en el Santísimo Sacramento del Altar.
Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma.
Pero como ahora no puedo recibirte sacramentado,
ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Se hace una pausa en silencio para adoración.
Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a ti.
No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. Amén».

Otra fórmula muy sencilla y muy extendida es:

 «Yo quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza,
humildad y devoción con que te recibió tu santísima Madre;
con el espíritu y fervor de los santos».

Eucaristía en la vida y vida eucaristizada

Aunque sacramentalmente no haya sido posible la recepción del Señor, al hacer la comunión espiritual nos comprometemos a vivir eucarísticamente. Ya sea la Santa Misa como el deseo de Eucaristía en la comunión espiritual deben llevarnos a ser Eucaristía en la vida diaria. […]

Siempre, también en cuarentena, aunque no podamos «hacer» nada, sí cabe el ofrecimiento que brota de la comunión eucarística sacramental o espiritual. Esta es la dimensión litúrgica de toda nuestra existencia que no queda reducida a la dimensión ritual, sino que brota y se despliega desde ella. De otra manera sería imposible.

____________________
Fuente: Religión en Libertad


]]>