Dones de Dios – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Fri, 22 Jan 2021 12:40:56 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 El violinista https://www.reinadelcielo.org/el-violinista/ Fri, 22 Jan 2021 09:14:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=570 Hace algún tiempo me sumergí en ese hormiguero humano que es la estación central de trenes y subterráneos de Nueva York. Tratando de descubrir la galería correcta que me llevara a mi destino, bajé y bajé por túneles y escaleras atestadas de gente que iba y venía. ¡Qué lugar, mi Dios! Mientras la gente me empujaba yo trataba de leer en los carteles que marcaban cada túnel, cual era el que me llevaba a mi destino. No me encontraba precisamente a gusto, nervioso por no equivocarme y terminar en un lugar desconocido, y por el clima tan hostil que reinaba allí debajo. ¡Y eran apenas las siete de la mañana!

De repente doblé por un túnel y me encontré con una música absolutamente celestial. Un hombre de unos treinta años tocaba en su violín una obra de Vivaldi. La música que salía de su instrumento y la fuerza con la que tocaba revelaban que se trataba de un músico verdadero, un dotado por la Mano de Dios. Pero lo más sorprendente no era la música, que de por sí transformaba ese sórdido lugar en un ambiente digno de la Opera de Milán. No, lo maravilloso era la actitud que él tenía: su rostro reflejaba una luz admirable, mientras él se movía de un lado al otro al compás de la obra que interpretaba. Se puede decir que no estaba allí, volaba por quien sabe que espacios celestiales, en su mente y en su corazón.

New York Subway

El impacto fue tan grande que me detuve, y observé por un momento tan conmovedora escena, cuando advertí que el túnel por el que había ingresado estaba cerrado, clausurado. En ese momento el músico se detuvo, me vio y con toda la amabilidad del mundo me preguntó que rumbo buscaba, y con su violín en la mano me acompañó unos metros indicándome el destino correcto. Cuando me di vuelta, pude ver que estaba nuevamente en su lugar preparándose para disfrutar el regalo que Dios le hacía brotar de sus manos.

Durante todo el viaje, y por varios días después, volví a pensar en el violinista. ¡Qué lección de vida! Arrumbado en un túnel olvidado de una estación de tren neoyorquina, esta alma simplemente disfrutaba y transmitía una alegría de vivir que hacía olvidar el ambiente tan lúgubre que lo rodeaba. El mundo se detenía a su alrededor, como observando ese chispazo de gozo, un canto a la vida. Lo que claramente vi reflejado en su actitud fue ese deseo que Dios tiene para todos nosotros: El nos quiere alegres, felices de todo lo que nos ha dado en esta hermosa vida que nos regaló. Como el Papá Bueno que es, El espera que nos alegremos de lo que tenemos, de los talentos, de las pequeñas o grandes cosas que engarzan cada instante de nuestra vida. Como el niño que recibe un hermoso y lujoso regalo de cumpleaños, y lo encontramos al día siguiente feliz en el piso jugando con enorme entusiasmo con la caja en la que venía envuelto el regalo. En su inocencia, supo encontrar más felicidad en esa pieza de cartón, que en el juguete que tan costosamente le regalamos. ¡El niño es feliz en lo simple!

Muchas veces nos amargamos por pequeños obstáculos o molestias que nos afectan. Y por supuesto vivimos deseando obtener bienes, talentos, afectos, salud, nuevas cosas se agregan a nuestra lista todos los días, sin disfrutar las que vamos obteniendo más que un pequeño instante. Y también nos llenamos de angustia por sucesos que nos ocurrieron en el pasado, no logrando olvidarlos. Y con más frecuencia aún nos invadimos de miedos, ansiedad y nerviosismo ante los pensamientos vinculados a nuestro posible futuro. Me puede pasar esto, aquello, o lo otro. Mientras tanto, las cosas hermosas que Dios nos da siguen ocurriendo a nuestro alrededor sin que las veamos o disfrutemos, o las hagamos carne en nuestra vida. Como un hijo, una madre o un padre, un hermano, un amigo, una profesión, un pájaro o una flor en nuestro jardín.

Como el violinista que disfrutaba la música que sus manos creaban, por unas pocas monedas que quizás alguien dejaría en su sombrero, así debemos vivir. El no se dejaba impresionar por el ambiente que lo rodeaba, sólo sentía en su alma el gozo de la perfección que vibraba y fluía de esas pequeñas cuerdas y ese arco. No nos dejemos impresionar por el entorno que nos rodea, seamos nosotros una fuente de gozo y alegría con lo que tenemos, transformando la vida de los que nos rodean, y la nuestra propia. ¡Así lo desea Dios!

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Falta oración https://www.reinadelcielo.org/falta-oracion/ Fri, 13 Mar 2020 13:21:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=500 Crisis económica global, epidemias de dengue, amenazas de pandemia por una influenza severa y ahora el corona virus que puede afectar a millones de personas alrededor del mundo. Pareciera que no faltan amenazas que se ciernan sobre nosotros, renovadas cada día. Es tal el temor, que una preocupación se superpone a la anterior, haciéndonos relativizar una respecto de la severidad de la que sigue.

Hace unos días comentábamos estos episodios, y una mujer de gran fe dijo: “Falta oración”. Me quedé mirándola con ojos curiosos, y pensé: si, de veras que falta oración. Es una inspiración del Espíritu Santo el comprender que la oración es el motor que mueve al mundo. Hace muchos años supe que nuestro amado Juan Pablo II había propiciado la instalación de un grupo permanente de religiosas que, alternándose en tan gran honor, oraran en forma permanente dentro del Vaticano. Propiamente allí, centro de la cristiandad, Juan Pablo quiso tener un “motor espiritual” que impulsara y protegiera su papado, que cubriera a la Iglesia toda.

Juan Pablo II comprendía muy bien la verdadera esencia que mueve al mundo, que no es más ni menos que la Misericordia de Dios. Nuestro Señor, Misericordioso hasta el extremo, se encuentra sujeto a Su propia Ley, que tiene a la Justicia como equilibrio necesario en el caso de que el hombre no permita que El actúe en Su Infinito Amor. El quiere ayudarnos, cuidarnos, protegernos, pero si somos tan irresponsables como para rechazar Su Gracia, no tiene más remedio que dejarnos sujetos a Su Justicia.

Y claro que este mundo hace lo imposible para merecer la Justicia de Dios, ahuyentando Su Misericordia. Ya lo dijo San Pío de Pietrelcina, que el “demonio es como un perro encadenado, por eso el hombre debe mantenerse alejado del perro en lo que es el alcance de su cadena”. La Gracia es el modo de dejar al mal y sus colmillos “fuera de alcance”. Pero, si somos tan tontos de acercarnos y de hasta jugar y hacernos amigos del perro, no nos quejemos de sus mortales mordidas.

Buscar a Dios

Nada es más poderoso para derretir el Corazón de Dios que la oración realizada con fervor y sinceridad, de modo permanente. Por la oración de unos pocos, Dios se abaja a perdonar a muchos. Es que El nos ama tanto que no puede dejar de darnos los recursos para que nos mantengamos a flote en medio de este mar de adversidades y dolor. Cuando nos sentimos llenos de miedo y angustia, el abrazo a Su Sagrado Corazón se realiza de modo perfecto en el diálogo sincero de las palabras de un corazón orante, palabras que suben al cielo como infalible recurso de salvación.

No, no nos quejemos de lo que ocurre, si no oramos lo suficiente. Claro que falta oración, si vivimos pensando que algo de lo que tenemos es nuestro. Familia, trabajo, salud, todo es Gracia de El. Nada es sostenible si es que no conectamos nuestra vida de modo indeleble y sutil, pero poderoso y efectivo, con el Sagrado Corazón del Señor. Cataclismos naturales, enfermedades, crisis económicas, gobiernos miserables y malvados, todo pasa si el pueblo cristiano honra el Amor de su Dios.

Falta oración, y esto se nota al ver los medios de difusión donde Dios no está solo ausente, sino mucho más grave, insultado y agredido en Su Amor. Ya no alcanza con ignorar a Dios, ahora se lo ofende a diario. Lo ofenden quienes se confiesan enemigos de Su Iglesia. Lo ofenden mucho más quienes proclaman ser Sus amigos y escandalizan al hombre con comportamientos dignos del peor enemigo. Burla y agravio invaden los oídos y ojos de nuestros hijos, sembrando cada vez más el mal que vendrá mañana. Mientras tanto, nos preocupamos del mal de hoy, sin siquiera detenernos a meditar sobre su origen. El perro nos sigue mordiendo, mientras jugueteamos demasiado cerca de sus colmillos.

Hemos hecho, como humanidad, todo lo necesario para sujetarnos a la Justicia de Dios, alejando de nosotros a Su Misericordia. Pero El, Eterno Amante, insiste una y otra vez con Sus actos de Amor, para convencernos de que tenemos una nueva oportunidad de volver a Su Casa. ¿Qué estamos esperando para organizarnos, para impulsar una ola de oración que derrita, una vez más, el Corazón del Señor?

Falta oración, y nosotros somos los destinatarios de esta mirada del Creador. Es a nosotros a quienes mira, es de nosotros de quienes espera. Miremos a nuestro alrededor, evidencias sobran.


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Los Dones del Espíritu Santo https://www.reinadelcielo.org/los-dones-del-esp%ee%b3%a9tu-santo/ Fri, 22 May 2015 12:10:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=29 Los Dones del Espíritu Santo

Trabajo realizado en base a un escrito del Padre Jordi Rivero, en www.corazones.org , complementado por www.reinadelcielo.org

Espíritu SantoLos Dones del Espíritu Santo son siete en el legado que nos transmite la Iglesia, aunque podemos intuir que son muchos más los que de modo gratuito se derraman sobre el mundo en forma acentuada desde el día del nacimiento de la Iglesia, en aquel Pentecostés y en presencia de la comunidad de los Apóstoles y la misma Madre de Dios.

En estos tiempos en que más que nunca debemos apelar a la ayuda del Espíritu Santo, nuestro Huésped del alma, es importante comprender el modo en que Su infaltable ayuda opera sobre nuestros comportamientos. Dones y Virtudes son caminos de búsqueda del bien, de la verdad, que se manifiestan en nuestra conducta cotidiana. Así, comprender como Dios obra en nosotros es un necesario paso en la senda del crecimiento espiritual.

Las Virtudes y los Dones del Espíritu Santo

Hay muchas similitudes entre las virtudes y los Dones:
Ambos son hábitos operativos que residen en las facultades humanas. Ambos buscan practicar el bien honesto y tienen el mismo fin remoto: la perfección del hombre.

Pero hay diferencias:

1: Las virtudes son movidas por la razón del hombre a diferencia de los Dones del E.S. que son movidos directamente por el Espíritu Santo.

-Las virtudes disponen para seguir el dictamen de la razón humana (ilustrada por la fe si se trata de virtud infusa o teologal) bajo la previa moción de Dios.

-Los Dones son movidos por el Espíritu Santo como instrumentos directos suyos.

2: Las virtudes actúan por razones humanas a diferencia de los Dones del E.S. que actúan por razones Divinas.
Así, los Dones del Espíritu Santo transcienden la esfera de la motivación humana, siendo cabal expresión de la Voluntad Divina.

3: Las virtudes actúan al modo humano a diferencia de los Dones del E.S. que actúan al modo Divino.

-Las virtudes infusas (o Virtudes Teologales) tienen por motor al hombre y por norma la razón humana iluminada por la fe. Se deduce que sus actos son a modo humano.

-En cambio los Dones tienen por causa motora y por norma el mismo Espíritu Santo, sus actos son a modo Divino o sobrehumano. De esto se deduce que las virtudes infusas o teologales son imperfectas por la modalidad humana de su obrar y es imprescindible que los Dones del Espíritu Santo vengan en su ayuda para proporcionarles su modalidad Divina, sin la cual las virtudes no podrán alcanzar su plena perfección.

4: Las virtudes son utilizadas a nuestro arbitrio a diferencia de los Dones del E.S. que operan en nosotros al arbitrio Divino.

-Se deduce de las diferencias anteriores que el hábito de las virtudes infusas o teologales lo podemos usar cuando nos plazca, presupuesta la Gracia, que a nadie se niega.

-Mientras que los Dones sólo actúan cuando el Espíritu Santo quiere moverlos. Los Dones de Espíritu no confieren al alma más que la facilidad para dejarse mover, de manera conciente y libre, por el Espíritu Santo, quien es la única causa motora de ellos. Nuestra parte es solo disponernos. Ej.: refrenando el tumulto de las pasiones, afectos desordenados, distracciones, etc.

Los Dones del Espíritu Santo

SabíduríaSabiduría: capacidad de juzgar según la medida de Dios, produciendo en el alma un gusto por lo espiritual.

Este es el primero y mayor de los siete Dones, y nos da una capacidad especial para juzgar las cosas humanas según la medida de Dios, a la luz de Dios. Iluminado por este Don, el cristiano sabe ver interiormente las realidades del mundo. Nadie mejor que él es capaz de apreciar los valores auténticos de la creación, mirándolos con los mismos ojos de Dios. Por la sabiduría juzgamos rectamente las cosas Divinas por sus últimas y altísimas causas bajo el instinto especial del E.S.

La palabra clave en este Don es “juzgar”, es esa capacidad de poner cada cosa en su lugar, mirando el mundo desde el Pensamiento de Dios. Participa del concepto de orden, pero un orden Divino, no como lo comprende y propone el mundo. Permite comprender como se deben construir los proyectos de este mundo, bajo la Voluntad de Dios.

El tránsito por esta vida nos expone a un permanente estado de confusión, donde la clave es el discernimiento que nos permite diferenciar entre las sutiles inseguridades que nublan nuestra razón, de aquellas señales que nos indican el camino buscado por el Señor. El delicado equilibrio necesario para vivir una vida espiritual en un estado de espíritu encarnado, nos obliga tanto a no caer en un exceso de humanismo que nos ate y condene a las reglas del mundo, así como a un exceso de espiritualismo que nos haga olvidar que estamos en este mundo para difundir las verdades del Evangelio, actuando en el mundo, sin ser del mundo. El Don de la sabiduría nos permite discernir los pasos que debemos tomar frente a las difíciles y muchas veces confusas situaciones que nos toca enfrentar a diario.

Las personas que poseen una aptitud natural para comprender y juzgar las cosas, para discernir entre lo bueno y lo malo, lo conveniente y lo no conveniente, ordenando lo desordenado, buscando la perfección en medio de lo imperfecto, impulsando a los que los rodean con energía y convicción en busca del justo equilibrio entre lo humano y lo espiritual, defendiendo los valores supremos de justicia y verdad, y quebrando las construcciones humanas basadas en el error y la falsedad, tienen una unión y una facilidad natural para recibir del Espíritu Santo el Don de la Sabiduría.

 

La BibliaEntendimiento o Inteligencia: Es una gracia del Espíritu Santo para comprender la Palabra de Dios y profundizar las verdades reveladas.

Esta Luz especial que nos brinda el Espíritu Santo, nos permite comprender la Voluntad de Dios expresada en Su Palabra, y trasformarla en conceptos claros y simples que son guía para el pueblo de Dios aquí en la tierra. Esta inteligencia o entendimiento no es recibida para gozo o beneficio personal, sino para ser transformada en bien para la comunidad. Es un Don que alimenta la capacidad de predicar, de hablar de las cosas de Dios, de tal modo que Dios se exprese a través de los apóstoles de estos tiempos, como lo hizo a través de los profetas del Antiguo Testamento.

La Palabra de Dios ha sido desde la Creación del mundo, expresión de Su Voluntad. Su Verbo dijo Hágase cuando se crearon el cielo, las aguas, la tierra, la creación toda. Su Verbo también expresó Su Voluntad a través de la voz de los profetas, pero no fue suficiente. Es por eso que en la culminación de los tiempos, “El Verbo se hizo Carne y habitó entre nosotros” (Jn). Durante tres años de vida pública, la Palabra de Dios hecha Hombre, Jesucristo Hijo del Dios Vivo, nos dejó en claro cual es Su Voluntad para nuestras vidas, y lo resumió en un mandamiento nuevo: “Ámense como Yo los he amado”.

La Palabra de Dios ha sido y seguirá siendo la fuente de Luz para nuestras vidas, para este mundo, y quienes son capaces no sólo de comprenderla sino también de predicarla, reflejan el mismo Espíritu que llenó a los profetas y los hizo iluminar la noche de los tiempos con la invitación a seguir la Voluntad del Dios del Amor. Ayer, hoy y siempre, el Don del entendimiento inunda a los que predican con voz humana la Voluntad del Autor de la Creación, que con Voz sonora sigue repitiendo Su llamado a la Ley del Amor.

Las personas que poseen una aptitud natural para comprender la Voluntad de Dios expresada en Su Palabra, para predicar y hablar en Nombre de Dios conmoviendo los corazones, para descifrar proféticamente el tiempo presente y futuro, y para abrazar el profundo sentido del llamado de la Ley del Amor y abrir así las puertas a la Civilización del Amor, tienen una unión y una facilidad natural para recibir del Espíritu Santo el Don del Entendimiento.

 

ConsejoConsejo: Ilumina la conciencia en las opciones que la vida diaria le impone al alma, sugiriéndole lo que es lícito, lo que corresponde, lo que más le conviene.

El Espíritu de Dios sale al encuentro de nuestra súplica mediante el Don de consejo, con el cual enriquece y perfecciona la virtud de la prudencia y guía al alma desde dentro, iluminándola sobre lo que debe hacer, especialmente cuando se trata de opciones importantes, por ejemplo, de dar respuesta a la central pregunta de qué hacer de nuestra vida, o de cual camino recorrer entre tantas dificultades y obstáculos. El Don de consejo actúa como un soplo nuevo en la conciencia, sugiriéndole lo que es lícito, lo que corresponde, lo que conviene más al alma. La conciencia se convierte entonces en el «ojo sano» del que habla el Evangelio (Mt 6, 22), y adquiere una especie de nueva pupila, gracias a la cual le es posible ver mejor que hay que hacer en una determinada circunstancia, aunque sea la más intrincada y difícil.

El mundo es cambiante, y las reglas de convivencia también lo son. El hombre transita los siglos debiendo adaptarse y buscar siempre cual es el modo de desenvolverse, implorando en todo momento la Gracia Santificante que le diga cómo actuar y ser efectivo en su rol de apóstol renovado. La necesaria capacidad de adaptarse y ser permeable a las demandas de la inagotable tarea de la evangelización, requiere almas dispuestas a interpretar las palabras, los modos y los comportamientos que hagan de Dios el centro de la vida en la sociedad de cada punto en la historia del hombre. Navegar mar adentro, como nos invitó SS Juan Pablo II, en las inquietas aguas del siglo XXI.

Este Don nos infunde un sentido práctico en el discernimiento entre el bien y el mal, en el sostenimiento de los valores morales y en la verificación efectiva de nuestro carácter de cristianos fieles a la Voluntad de Dios.

Las personas que poseen una aptitud natural para comprender y desenvolverse en el mundo, para relacionarse con los demás, que saben adaptarse e interpretar las cambiantes reglas sociales de los tiempos, ser aceptados y escuchados, que logran motivar a los demás y movilizarlos a la acción, a una actividad renovada en la búsqueda de Dios, tienen una unión y una facilidad natural para recibir del Espíritu Santo el Don de Concejo.

 

FortalezaFortaleza: Fuerza sobrenatural que nos sostiene para obrar valerosamente lo que Dios quiere de nosotros, y sobrellevar las contrariedades de la vida.

Este Don del Espíritu es fundamental para resistir por una parte las instigaciones de las pasiones internas, pero también las presiones del ambiente que tratan de detenernos y sofocarnos. Actúa sobre nuestro temperamento ayudándonos a superar la timidez y tibieza en un extremo, y la agresividad, intolerancia y hostilidad en el otro.

La Fortaleza es también una de las cuatro Virtudes Cardinales, que encuentra en el Don de la Fortaleza el complemento necesario, (provisto por el E.S.) para dominar las pasiones propias y los frenos que nos impone el mundo. La fortaleza es el Don que nos permite no caer en debilidades o componendas cuando se trata del cumplimiento del propio deber como cristianos comprometidos.

Dijo SS Juan Pablo II que, “en nuestro tiempo muchos ensalzan la fuerza física, llegando incluso a aprobar las manifestaciones extremas de la violencia. En realidad, el hombre cada día experimenta la propia debilidad, especialmente en el campo espiritual y moral, cediendo a los impulsos de las pasiones internas y a las presiones que sobre él ejerce el ambiente circundante”.

Este Don encuentra poco espacio en una sociedad en la que está difundida la práctica tanto del ceder y del acomodarse como la del atropello y la dureza en las relaciones económicas, sociales y políticas. La timidez y la agresividad son dos formas de falta de fortaleza que, a menudo, se encuentran en el comportamiento humano, con la consiguiente repetición del entristecedor espectáculo de quien es débil y vil con los poderosos, y por otra parte es violento y prepotente con los débiles e indefensos.

El don de la fortaleza es un impulso sobrenatural que da vigor al alma no solo en momentos dramáticos como el del martirio, sino también en las habituales condiciones de dificultad, en la lucha por permanecer coherentes con los propios principios, en el soportar ofensas y ataques injustos, en la perseverancia valiente, incluso entre incomprensiones y hostilidades, en el camino de la verdad, la justicia, la caridad y la honradez.

Las personas que poseen una aptitud natural para vencer sus propias pasiones, para sobreponerse a las adversidades, para enfrentar las criticas y la incomprensión, para liderar a los demás en busca de un fin bueno y justo, para no ceder a las presiones, las cobardías o los engaños, para luchar en busca de la propagación de los valores Evangélicos, tienen una unión y una facilidad natural para recibir del Espíritu Santo el Don de Fortaleza.

 

CienciaCiencia: Nos da a conocer el verdadero valor de las criaturas y la creación, en su relación con el Creador.

Sabemos que el hombre contemporáneo, precisamente en virtud del desarrollo de las ciencias, está expuesto particularmente a la tentación de dar una interpretación naturalista, despojada de Dios, al mundo. Ante la multiforme riqueza de las cosas, de su complejidad, variedad y belleza, corre el riesgo de absolutizarlas y casi de divinizarlas hasta hacer de ellas el fin supremo de su misma vida. Esto ocurre sobre todo cuando se trata de las riquezas, del placer, del poder, que precisamente se pueden derivar de las cosas materiales. Estos son los ídolos principales ante los que el mundo se postra demasiado a menudo.

Este Don del E.S. es el que ayuda al hombre a valorar rectamente las cosas en su dependencia esencial del Creador. Gracias a el -como escribe Santo Tomás-, el hombre no estima las criaturas más de lo que valen y no pone en ellas, sino en Dios, el fin de su propia vida (cfr S. Th., 11-II, q. 9, a. 4).

El hombre, iluminado por el don de la ciencia, descubre la infinita distancia que separa a las cosas del Creador, cuando haciendo mal uso de ellas, peca. Es un descubrimiento que le lleva a advertir con pena su miseria y lo empuja a volverse con mayor ímpetu y confianza a Aquel que es el único que puede apagar plenamente la necesidad de infinito que le acosa.

Nuestra inteligencia nos traiciona cuando la utilizamos a pleno no para dominar la creación como Dios nos ordenó, sino para divinizarla, divinizando de este modo también a nuestra propia inteligencia, olvidando que nada tiene sentido si no está puesto en directa conexión con el Dios que nos creó.

Las personas que poseen una aptitud natural para analizar, comprender y descubrir los secretos de la ciencia del mundo, que poseen la aguda capacidad de observar y ordenar las cosas en directa relación con las leyes que las gobiernan, que pueden enfocar su mente de modo tal de construir reglas y estructuras de funcionamiento, todo ello respetando y aceptando a Dios como Autor y Creador de todas las cosas, tienen una unión y una facilidad natural para recibir del Espíritu Santo el Don de Ciencia.

 

Hombre orandoPiedad: Sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura para con Dios como Padre y para con los hermanos como hijos del mismo Padre.

El Don de piedad es un hábito sobrenatural infundido con la Gracia Santificante para excitar en la voluntad, por instinto del E.S., un afecto filial hacia Dios considerado como Padre y un sentimiento de fraternidad universal para con todos los hombres en cuanto hermanos e hijos del mismo Padre.

Dijo SS Juan Pablo II que “el Don de piedad sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura para con Dios y para con los hermanos”.

Así, la ternura, como apertura auténticamente fraterna hacia el prójimo, se manifiesta en la mansedumbre. Con el Don de la piedad el Espíritu infunde en el creyente una nueva capacidad de amor hacia los hermanos, haciendo su corazón de alguna manera participe de la misma mansedumbre del Corazón de Cristo. El cristiano «piadoso» siempre sabe ver en los demás a hijos del mismo Padre, llamados a formar parte de la familia de Dios, que es la Iglesia. Por esto él se siente impulsado a tratarlos con la solicitud y la amabilidad propias de una genuina relación fraterna.

El Don de la piedad, además, extingue en el corazón aquellos focos de tensión y de división como son la amargura, la cólera, la impaciencia, y lo alimenta con sentimientos de comprensión, de tolerancia, de perdón. Dicho Don está, por tanto, en la raíz de aquella nueva comunidad humana, que se fundamenta en la Civilización del Amor.

El Don de Piedad provee así tal unión y cercanía con el Padre Celestial, que la persona comprende el Amor y suavidad con que Dios nos ha creado y nos cobija a cada instante. El alma, de este modo, se siente obligada a mantener un estado de dialogo y oración permanente con Dios, y a derramar esa misma suavidad y sentido de servicio hacia los demás, haciéndose espejos del Amor Divino que en ellos se refleja, e ilumina a los que tienen la gracia de entrar en contacto cercano con ellos.

Las personas que poseen una aptitud natural para preocuparse de los demás, de estar cerca de sus necesidades espirituales, morales o materiales, de honrar su vida con una vocación desinteresada de servicio y atención a su prójimo, de ofrecer al mundo una sonrisa, mostrando siempre una actitud corporal que denota atención e interés, tienen una unión y una facilidad natural para recibir del Espíritu Santo el Don de Piedad.

 

Temor de DiosTemor de Dios: Temor de ofender a Dios, reconociendo humildemente nuestra debilidad, pero siempre confiando en Su Misericordia.

Este Don se afianza en el temor filial, basado en el Amor de Dios que como verdadero Padre ha ofrecido la Vida de Su Hijo por mí. El alma se esfuerza en no preocupar, entristecer, ofender o disgustar a Dios, amándolo como Padre. Se trata de algo mucho más noble y sublime que el miedo humano: es el sentimiento sincero de responsabilidad y fidelidad a Dios, haciéndonos concientes de nuestra pequeñez y deuda infinita ante quien por Amor nos ha creado y dado el don de la vida.

Ciertamente ello no excluye la conmoción interior que nace de la conciencia de las culpas cometidas y de la perspectiva del castigo Divino, pero la suaviza con la fe en la Misericordia Divina y con la certeza de la solicitud Paterna de Dios que quiere la salvación eterna de todos.

De este santo y justo temor, conjugado en el alma con el Amor de Dios, depende toda la práctica de las virtudes cristianas, y especialmente de la humildad, de la templanza, de la castidad, de la mortificación de los sentidos.

El alma percibe en al Amor de Dios, en Su Misericordia, la obligación de la lealtad y la fidelidad a nuestro Padre Celestial, y nos empuja a estar unidos a El buscando en todo momento descubrir, comprender y realizar Su Voluntad en nuestra vida. La contemplación de la Cruz, y en ella al Crucificado, aumenta y potencia nuestro temor de ser motivo de tristeza en Aquel que quiso sacrificar en las manos del mundo a Su propio Hijo, con el único propósito de salvar nuestras almas de la perdición eterna.

La contemplación de las promesa del Reino, la Casa que Dios nos ha preparado, fortalece el temor de perder semejante regalo que nos espera, no por lo que a nosotros eso significa sino por entristecer de modo supremo al Dios que ha pensado en ese lugar para que allí con El compartamos el resto de la eternidad.

Las personas que poseen una aptitud natural para ser fieles y leales a sus obligaciones espirituales y materiales, para cumplir en todo momento con los pedidos que emanan desde sus superiores y guías haciendo de la obediencia una práctica heroica, que con valentía y sin medir los riesgos personales llevan adelante sus obligaciones en todos los ordenes de la vida, que están siempre dispuestas a cooperar y sacrificarse en busca del bien de la comunidad que componen, que saben honrar a sus padres y sus madres, que son buscados por sus amigos y familiares porque su actitud es siempre el compromiso y el desprendimiento, tienen una unión y una facilidad natural para recibir del Espíritu Santo el Don del Temor de Dios.

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