discernimiento – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Sun, 22 Sep 2024 16:46:48 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 Resolución del Vaticano respecto de las apariciones de La Virgen en Medjugorje https://www.reinadelcielo.org/normas-para-proceder-en-el-discernimiento-de-presuntos-fenomenos-sobrenaturales/ Thu, 19 Sep 2024 10:05:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=28142 Desde hace varias décadas las multitudes acuden a Medjugorje atraídos por el llamado de su Madre, que se presenta como la Reina de la Paz. Más allá de la inestimable guía de los Franciscanos, la Iglesia nunca se había expedido respecto de las apariciones de María o de los innumerables mensajes que Ella nos ha regalado durante todos estos años. Finalmente el Vaticano lo ha hecho, y la buena noticia es que se han aprobado las peregrinaciones al lugar, basado en los innegables frutos de conversión surgidos durante tantos años. En relación con los mensajes, no hay una resolución de la Iglesia sobre si son todos realmente de María, o si existe alguna interferencia humana. Nosotros creemos que dadas las circunstancias, es un resultado positivo que se de visto bueno a la actividad pastoral en Medjugorje, si bien no hay posición definitiva sobre la sobrenaturalidad de lo que han vivido los videntes, o los mensajes de María.

Nosotros respetamos la posición de la Iglesia, porque la obediencia es central, aunque creemos firmemente que los mensajes son de Nuestra Madre del Cielo, y rezamos para que algun dia la Iglesia asi concluya también. En definitiva muchas obras de Dios sufrieron dudas o prohibiciones, que luego fueron revertidas con el tiempo. Valga nombrar la obra de Santa Faustina, o al mismo Padre Pio que tuvo serias restricciones de realizar sus actividades sacerdotales por varios años. Las obras de Dios son probadas en el crisol del tiempo y los frutos, y eso es lo que debemos hacer, perseverar. En definitiva, agradezcamos a Dios por este importante paso adelante, y recemos para que en el futuro sea aprobada la totalidad de la obra, si es que esa es la Voluntad de Dios.

Para acceder al documento de la Iglesia sobre Medjugorje HAZ CLICK AQUI

Tambien les adjuntamos un nuevo documento de la Iglesia sobre el criterio para analizar las apariciones de María.

DICASTERIO PARA LA DOCTRINA DE LA FE
NORMAS PARA PROCEDER EN EL DISCERNIMIENTO
DE PRESUNTOS FENÓMENOS SOBRENATURALES

Presentación
A la escucha del Espíritu que obra en el Pueblo fiel de Dios

Dios está presente y actúa en nuestra historia. El Espíritu Santo, que brota del corazón de Cristo resucitado, obra en la Iglesia con libertad divina y nos ofrece muchos dones preciosos que nos ayudan en el camino de la vida y estimulan nuestra maduración espiritual en la fidelidad al Evangelio. Esta acción del Espíritu Santo incluye también la posibilidad de llegar a nuestros corazones a través de ciertos acontecimientos sobrenaturales, como por ejemplo las apariciones o visiones de Cristo o de la Virgen Santa y otros fenómenos.

Muchas veces estas manifestaciones han producido una gran riqueza de frutos espirituales, de crecimiento en la fe, en la devoción y en la fraternidad y el servicio y, en algunos casos, han dado origen a diferentes Santuarios esparcidos por el mundo que hoy forman parte del corazón de la piedad popular de muchos pueblos. ¡Hay tanta vida y belleza que el Señor siembra más allá de nuestros esquemas mentales y nuestros procedimientos! Por esta razón, las Normas para proceder en el discernimiento de presuntos fenómenos sobrenaturales que ahora presentamos no quieren ser, necesariamente, ni un control, ni aún menos, un intento de apagar el Espíritu. En los casos más positivos de acontecimientos de presunto origen sobrenatural, de hecho, «se anima al Obispo diocesano a apreciar el valor pastoral y también a promover la difusión de esta propuesta espiritual» (I, n. 17).

San Juan de la Cruz constataba «cuan bajos y cortos y en alguna manera impropios son todos los términos y vocablos con que en esta vida se trata de las cosas divinas».[1] Ninguno puede expresar plenamente los caminos inescrutables de Dios en las personas: «los santos doctores, aunque mucho dicen y más digan, nunca pueden acabar de declararlo por palabras, así como tampoco por palabras se pudo ello decir».[2] Porqué «este camino de ir a Dios es tan secreto y oculto para el sentido del alma como lo es para el del cuerpo el que se lleva por la mar, cuyas sendas y pisadas no se conocen».[3] En realidad, «pues es él el artífice sobrenatural, él edificará sobrenaturalmente en cada alma el edificio que quisiere».[4]

Al mismo tiempo es necesario reconocer que en algunos casos de acontecimientos de presunto origen sobrenatural se detectan problemas muy graves que perjudican a los fieles, y en tales casos la Iglesia debe actuar con toda su solicitud pastoral. Me refiero, por ejemplo, a un uso de tales fenómenos para obtener «beneficios, poder, fama, notoriedad social, interés personal» (II, art. 15,4°), que puede llegar también a la posibilidad de cometer actos gravemente inmorales (cfr. II, art.15,5°) o incluso «como medio o pretexto para ejercer dominio sobre las personas o cometer abusos» (II, art. 16).

No se debe ignorar tampoco, en tales acontecimientos, la posibilidad de errores doctrinales, de reduccionismos indebidos en la propuesta del mensaje del Evangelio, la propagación de un espíritu sectario, etc. Por último, existe también la posibilidad que los fieles se vean arrastrados detrás de un acontecimiento, atribuido a una iniciativa divina, pero que no es más que el fruto de la fantasía de alguien, de su deseo de novedad, de su mitomanía o de su tendencia a la falsedad.

En su discernimiento en este ámbito, la Iglesia necesita por tanto de procedimientos claros. Las Normas para proceder en el discernimiento de presuntas apariciones y revelaciones que se aplicaban hasta hoy, habían sido aprobadas por Pablo VI en el año 1978, hace más de cuarenta años, de forma reservada y fueron publicadas solo treinta y tres años después, en el 2011.

La reciente revisión

Con la aplicación de las Normas del año 1978 se constataba, sin embargo, que las decisiones exigían tiempos muy prolongados, incluso varias décadas, y que de este modo se llegaba demasiado tarde con el necesario discernimiento eclesial.

La revisión de las mismas se inició en el año 2019, a través de las varias consultas previstas por la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe (Congreso, Consulta, Feria IV y Plenaria). A lo largo de estos cinco años, se han elaborado varias propuestas de revisión que, sin embargo, se han considerado insuficientes.

En el Congreso del Dicasterio del 16 de noviembre de 2023, finalmente, se constató la necesidad de una revisión global y radical del proyecto hasta aquel momento elaborado, y se preparó otro borrador de documento, totalmente replanteado en la dirección de una mayor clarificación de las funciones del Obispo diocesano y del Dicasterio

El nuevo proyecto se sometió a una Consulta restringida, que se celebró el 4 de marzo de 2024, en la que la opinión general fue positiva, si bien se suscitaron algunas observaciones de mejora, que se incorporaron al posterior borrador del documento.

A continuación, el texto fue estudiado en la Feria IV del Dicasterio, celebrada el 17 de abril de 2024, durante la cual los Cardenales y Obispos miembros dieron su aprobación. Finalmente, las nuevas Normas fueron presentadas el 4 de mayo de 2024 al Santo Padre, quien las aprobó y ordenó la publicación, estableciendo su entrada en vigor el 19 de mayo de 2024, en la solemnidad de Pentecostés.

Motivos para la nueva redacción de las Normas

En el Prefacio a la publicación de las Normas del año 1978, ocurrida en el año 2011, el entonces Prefecto, el Card. William Levada, dejaba claro que el mismo Dicasterio era competente para examinar los casos de «apariciones, de visiones y mensajes atribuidos a un origen sobrenatural». Aquellas Normas, de hecho, establecían que «corresponde a la Sagrada Congregación juzgar la actuación del Ordinario» o «disponer un nuevo examen» (IV, 2).

En el pasado, la Santa Sede parecía aceptar que los Obispos hicieran declaraciones como estas: «Se justifica que los fieles crean que es indudable y cierto» (Decreto del Obispo de Grenoble, 19 de septiembre 1851), «No se puede poner en duda la realidad de las lacrimaciones» (Obispo de Sicilia, 12 de diciembre de 1953). Pero estas expresiones chocaban con la convicción de la Iglesia de que los fieles no están obligados a aceptar la autenticidad de estos hechos. Por ello, pocos meses después de este último caso, el entonces Santo Oficio había aclarado que «todavía no ha tomado una decisión en relación con la Virgen de las Lágrimas [Siracusa, Sicilia]» (2 de octubre de 1954). Además, más recientemente, refiriéndose al caso de Fátima, la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe explicó que la aprobación eclesiástica de una revelación privada pone en evidencia que «su mensaje no contiene nada que vaya contra la fe y las buenas costumbres» (26 de junio de 2000).

A pesar de esta clara postura, los procedimientos de facto seguidos por el Dicasterio en los últimos tiempos también estaban orientados hacia una declaración de “sobrenaturalidad” o “no sobrenaturalidad” por parte del Obispo, hasta el punto de que algunos Obispos insistieron en la posibilidad de emitir dicha declaración positiva. Todavía recientemente, de hecho, algunos Obispos querían expresarse con palabras como estas: «constato la absoluta verdad de los hechos», «los fieles deben considerar sin dudas como verdaderos…», etc. En realidad, estas expresiones orientaban a los fieles a pensar que estaban obligados a creer en estas manifestaciones que a veces eran más apreciadas que el propio Evangelio.

Para tratar casos similares, y en particular para redactar un pronunciamiento, la práctica seguida por algunos obispos ha sido la de solicitar previamente al Dicasterio la autorización necesaria. Y cuando se les autorizaba a hacerlo, se pedía a los obispos que no nombraran al Dicasterio en el pronunciamiento. Así ha ocurrido, por ejemplo, en los escasos casos que han llegado a una conclusión en las últimas décadas: «Sin implicar a nuestra Congregación» (Carta al Obispos de Gap, 3 de agosto de 2007); «En tal declaración no se vea implicado el Dicasterio» (Congreso del 11 de mayo 2001, respecto al Obispo de Gikongoro). Es decir, el Obispo ni siquiera podía mencionar que había habido una aprobación por parte del Dicasterio. Al mismo tiempo, algunos otros Obispos, cuyas Diócesis también estaban implicadas en estos fenómenos, pedían al Dicasterio que se pronunciara para lograr una mayor claridad.

Este particular modo de proceder, que ha generado no poca confusión, ayuda a comprender que las Normas del año 1978 ya no son suficientes y adecuadas para guiar el trabajo tanto de los Obispos como del Dicasterio, y esto resulta aún más problemático hoy en día, ya que un fenómeno difícilmente queda confinado a una ciudad o a una Diócesis. Tal constatación ya había surgido en la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe, durante la Asamblea plenaria del año 1974, cuando los miembros reconocían que un acontecimiento de presunto origen sobrenatural con frecuencia «traspasa inevitablemente las fronteras de una diócesis e incluso de una nación, y […] el caso alcanza automáticamente proporciones que pueden justificar una intervención de la Autoridad Suprema de la Iglesia». Al mismo tiempo las Normas del año 1978 reconocían que se había convertido «más difícil o casi imposible emitir con la debida rapidez aquel juicio con el que en el pasado se concluían las investigaciones sobre estas cuestiones (constat de supernaturalitatenon constat de supernaturalitate)» (Normas del año 1978, Nota previa).

La expectativa de una declaración sobre la sobrenaturalidad de un acontecimiento ha dado lugar a que sólo en muy pocos casos se haya llegado a una decisión clara. De hecho, después del año 1950, se han resuelto solamente seis casos, aunque los fenómenos crecieron con frecuencia sin una orientación clara y con la implicación de personas de muchas Diócesis. Por lo tanto, es de suponer que muchos otros casos se trataron de forma diversa o incluso no se trataron en absoluto.

Para no dilatar más la resolución de un caso concreto relativo a un acontecimiento de presunto origen sobrenatural, el Dicasterio propuso recientemente al Santo Padre cerrar el correspondiente discernimiento no con una declaración de supernaturalitate, sino con un Nihil obstat, que permitiera al Obispo sacar provecho pastoral de ese fenómeno espiritual. A esta declaración se llegaría tras evaluar los diversos frutos espirituales y pastorales y la ausencia de problemas importantes en el acontecimiento. El Santo Padre consideró esta propuesta como una “solución justa”.

Nuevos aspectos

Los elementos anteriormente expuestos nos han llevado a proponer, con las nuevas Normas, un procedimiento diferente respecto al del pasado, pero también más rico, con seis posibles conclusiones prudenciales que puedan orientar el trabajo pastoral en torno a los acontecimientos de presunto origen sobrenatural (cfr. I, nn. 17-22). La propuesta de estas seis decisiones finales permite al Dicasterio y a los Obispos tratar adecuadamente las problemáticas de casos muy diferentes entre sí de los que se tiene conocimiento.

Entre estas posibles conclusiones no se incluye, por regla general, una declaración sobre la sobrenaturalidad del fenómeno objeto de discernimiento, es decir la posibilidad de afirmar con certeza moral que aquello proviene de una decisión de Dios que lo ha querido de modo directo. La concesión de un Nihil obstat indica simplemente, como ya explicaba Papa Benedicto XVI, que en relación con este fenómeno los fieles «pueden dar su asentimiento de forma prudente». No tratándose de una declaración de sobrenaturalidad de los hechos, resulta aún más claro, como decía Papa Benedicto XVI, que es solo una ayuda «pero que no es obligatorio usarla».[5] Por otra parte, esta intervención deja naturalmente abierta la posibilidad de que, prestando atención a la evolución de la devoción, pueda ser necesaria una intervención diferente en el futuro.

También hay que señalar que llegar a una declaración de “sobrenaturalidad”, por su propia naturaleza, no sólo requiere un tiempo adecuado de análisis, sino que puede dar lugar a la posibilidad de emitir un juicio de “sobrenaturalidad” hoy y otro de “no sobrenaturalidad” años después. Como ha sucedido de hecho. Vale la pena recordar un caso de supuestas apariciones de los años 50, en el que el Obispo emitió un juicio final de “no sobrenaturalidad” en 1956. Al año siguiente, el entonces Santo Oficio aprobó las medidas de ese Obispo. A partir de entonces, se volvió a solicitar la aprobación de esa veneración. Pero en 1974, la misma Congregación para la Doctrina de la Fe declaró una constat de non supernaturalitate sobre las mismas supuestas apariciones. Posteriormente, en 1996, el Obispo local reconoció esa devoción, y otro Obispo del mismo lugar, en 2002, reconoció el “origen sobrenatural” de las apariciones, y la devoción se extendió a otros países. Finalmente, a petición de la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe, en 2020, un nuevo obispo reiteró “el juicio negativo” emitido anteriormente por la misma Congregación, imponiendo el cese de cualquier difusión sobre las supuestas apariciones y revelaciones. Así pues, se necesitaron unos setenta tortuosos años para llegar a la conclusión de todo el asunto.

Hoy hemos llegado a la convicción de que estas situaciones complicadas, que producen confusión en los fieles, deben evitarse siempre, asumiendo una implicación más rápida y explícita de este Dicasterio y evitando que el discernimiento apunte hacia una declaración de “sobrenaturalidad”, con grandes expectativas, ansiedades e incluso presiones al respecto. Tal declaración de “sobrenaturalidad” es, por regla general, sustituida o bien por un Nihil obstat, que autoriza un trabajo pastoral positivo, o bien por otra decisión adecuada a la situación concreta.

Los procedimientos, previstos por las nuevas Normas, con la propuesta de seis posibles decisiones prudenciales, permiten alcanzar en un tiempo más razonable una decisión que ayude al Obispo a gestionar la situación relativa a los acontecimientos de presunto origen sobrenatural, antes que estos adquieran dimensiones muy problemáticas, sin un necesario discernimiento eclesial. 

Sin embargo, permanece firme la posibilidad de que el Santo Padre intervenga autorizando, de manera totalmente excepcional, el llevar a cabo un procedimiento sobre una posible declaración de sobrenaturalidad de los acontecimientos: se trata, en efecto, de una excepción, que de hecho sólo se ha dado en muy pocos casos en los últimos siglos.

Por otro lado, como prevén las nuevas Normas, permanece firme la posibilidad de una declaración de “no sobrenaturalidad”, sólo cuando surgen signos objetivos y claramente indicativos de una manipulación presente en la base del fenómeno, por ejemplo, cuando un presunto vidente afirma haber mentido, o cuando las pruebas indican que la sangre de un crucifijo pertenece al presunto vidente, etc.

Reconocimiento de una acción del Espíritu

La mayor parte de los Santuarios, que hoy son lugares privilegiados de la piedad popular del Pueblo de Dios, no han tenido jamás, en el curso de la devoción que allí se expresa, una declaración de sobrenaturalidad de los hechos que dieron lugar al origen de aquella devoción.  El sensus fidelium intuyó que allí existe una acción del Espíritu Santo y no aparecen problemas importantes que hayan requerido una intervención de los Pastores.

En muchos casos, la presencia del Obispo y de los sacerdotes en ciertos momentos, como por ejemplo en las peregrinaciones o en las celebraciones de algunas misas, era un modo implícito de reconocer que no existían objeciones graves y que aquella experiencia espiritual ejercitaba una influencia positiva sobre la vida de los fieles.

En todo caso, un Nihil obstat permite a los Pastores actuar sin dudas ni demora para estar junto al Pueblo de Dios en la acogida de los dones del Espíritu Santo que pueden brotar en medio de estos hechos. La expresión “en medio de”, utilizada por las nuevas Normas, ayuda a comprender, que aun cuando no se emite una declaración de sobrenaturalidad sobre el acontecimiento mismo, sin embargo, se reconocen con claridad los signos de una acción sobrenatural del Espíritu Santo en el contexto de lo que está ocurriendo.

En otros casos, junto a este reconocimiento, se percibe la necesidad de ciertas aclaraciones o purificaciones. Puede suceder, de hecho, que verdaderas acciones del Espíritu Santo en una situación concreta, que pueden ser justamente apreciadas, aparezcan mezcladas con elementos meramente humanos, como deseos personales, recuerdos, ideas a veces obsesivas, o a «algún error de orden natural no debido a una mala intención, sino a la percepción subjetiva del fenómeno» (II, art. 15,2°). Además, «no se puede colocar la experiencia de una visión, sin más consideraciones, ante el riguroso dilema, o de ser correcta en todos los puntos, o de tener que ser considerada completamente una ilusión humana o diabólica».[6]

La implicación y el acompañamiento del Dicasterio

Es importante comprender que las nuevas Normas ponen blanco sobre negro un punto firme acerca de la competencia de este Dicasterio. Por un lado, se mantiene firme en que el discernimiento es tarea del Obispo diocesano. Por otra parte, teniendo que reconocer que, hoy más que nunca, estos fenómenos implican a muchas personas que pertenecen a otras Diócesis y se difunden rápidamente en diferentes regiones y países, las nuevas Normas establecen que el Dicasterio debe ser consultado e intervenir siempre para dar una aprobación final a cuanto ha decidido el Obispo, antes que este último haga publica una decisión sobre un acontecimiento de origen presuntamente sobrenatural. Si antes intervenía, pero se pedía al Obispo que no lo nombrara siquiera, hoy el Dicasterio manifiesta públicamente su implicación y acompaña al Obispo en la decisión final. En el hacer público cuanto se haya decidido se dirá, por tanto, «de acuerdo con el Dicasterio para la Doctrina de la Fe».

No obstante, como ya contemplaban las Normas del año 1978 (IV, 1 b), también las nuevas Normas prevén que, en algunos casos, el Dicasterio pueda intervenir motu proprio (II, art. 26). De hecho, tras llegar a una decisión, las nuevas Normas prevén que «el Dicasterio se reserva, en cualquier caso, la posibilidad de intervenir nuevamente tras la evolución del fenómeno» (II, art. 22, § 3) y piden al Obispo «seguir vigilando» (II, art. 24) por el bien de los fieles.

Dios está siempre presente en la historia de la humanidad y no cesa nunca de enviarnos sus dones de gracia por la acción del Espíritu Santo, para renovar cada día nuestra fe en Jesucristo, Salvador del mundo. Corresponde a los Pastores de la Iglesia la tarea de hacer que sus fieles tengan siempre presente esta presencia amorosa de la Santísima Trinidad en medio de nosotros, del mismo modo que les corresponde a ellos la tarea de preservar a los fieles de todo engaño. Estas nuevas Normas no son más que un modo concreto con el que el Dicasterio para la Doctrina de la Fe se pone al servicio de los Pastores en la dócil escucha del Espíritu que actúa en el Pueblo fiel de Dios.

Víctor Manuel Card. Fernández
Prefecto


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6 maneras de imitar a la Virgen María en la vida cotidiana https://www.reinadelcielo.org/6-maneras-de-imitar-a-la-virgen-maria-en-la-vida-cotidiana/ Thu, 10 Sep 2020 18:14:16 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=25050

María es modelo a seguir por donde quiera que la veamos. Pero, ¿cómo imitarla en nuestro diario vivir?, ¿cómo hacer que la vida cotidiana de un buen cristiano esté marcada por Ella?, ¿cómo podríamos vivir y asumir las responsabilidades y rutina de siempre dando a conocer sus virtudes? Uno de los principales retos que tenemos, como discípulos de Cristo, es alcanzar la santidad en las cosas sencillas y ordinarias de cada día.

Desde chico tengo una relación de cariño muy entrañable con nuestra Mamita que está en los cielos. Y en estos últimos días me vengo cuestionando por la cantidad de actitudes evangélicas que nos enseña, meditando los poquísimos pasajes bíblicos en los que apreciamos cómo fue su vida.

1. María y el discernimiento espiritual

En primer lugar, el discernimiento espiritual para descubrir los planes de Dios. Exige vivir una docilidad ante la voluntad de Dios. La aparición del Arcángel Gabriel fue algo extraordinario (Lucas 1,26-38). Lo usual, es que la vida está llena de signos sencillos de Dios, tal como sucedió también, en la vida de la Virgen.

El que «María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lucas 2, 19), nos enseña una actitud fundamental para el discernimiento espiritual. Vemos eso cuando recibe la visita de los pastorcitos, así como la de los reyes magos (Lucas 2, 8-20). También lo vemos cuando encuentra a Jesús en el templo, hablando con los doctores de la Ley. (Lucas 2, 41-50)

¿Cómo lo aplico a mi vida? Exige una vida espiritual activa, dedicando algunos momentos especiales del día para la oración (el rosario, las visitas al Santísimo, la lectura de las Sagradas Escrituras, la vida Sacramental, la liturgia de las horas, el examen de conciencia, etc).

Luego, esas actividades espirituales nos abren el corazón a la acción del Espíritu Santo, y así podemos vivir conscientes de la presencia de Dios, mientras cumplimos las responsabilidades cotidianas, como son la atención a la familia, el servicio doméstico, el trabajo, y demás preocupaciones de la vida diaria.

2. María y su confianza 

En segundo lugar, la confianza humilde en los consejos de personas prudentes. Lo vemos en su relación con san José. En sueños, Dios le reveló sus planes para María, y cómo debía ayudarla para cumplir su voluntad. (Mateo 1,18-25) Ella supo confiar y ponerse en las manos de José.

¿Cómo lo aplico a mi vida? Nosotros también necesitamos tener algunos amigos, un director espiritual, un sacerdote o religioso amigo. Alguien que nos ayude a discernir los planes de Dios, muchas veces no tenemos las cosas claras.

Todos necesitamos el consejo de personas prudentes, que nos llevan la delantera en la vida espiritual. No podemos ser autosuficientes y creer que podemos todo solos. Esto es esencial para nuestra fidelidad al plan de Dios.

3. María y la virtud de la humildad

En tercer lugar, aprender la virtud de la humildad. Es impresionante cuando María visita a su prima Isabel, y recibe un saludo tan especial (Lucas 1,39-45). Luego, como respuesta, vemos en el «Magnificat», un himno de la acción gloriosa de Dios en «la humildad de su esclava» (Lucas 1,46-55).

Humildad cuando se ve obligada a concebir al Hijo de Dios en un pesebre, porque no había posada para acogerla (Lucas 2,7). No vemos en la Virgen ninguna palabra de reclamo o desesperación. Con sencillez y humildad no pierde su compostura espiritual, ni tampoco la serenidad, sabe que está en las manos de Dios.

¿Cómo lo aplico a mi vida? Esto me hace preguntar también ¿cuántas veces reclamamos y nos hacemos víctimas por las dificultades que vivimos?, ¿cuánta veces, por cosas sin mucho sentido, perdemos el control y olvidamos esas palabras tan reconfortantes de Dios?:

«¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Y sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin permitirlo vuestro Padre. Y hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. Así que no temáis, vosotros valéis más que muchos pajarillos» (Mateo 10,29-31). ¡Confiemos en Dios y pidámosle que nos ayude a ser humildes!

4. María y su servicio a los demás

En cuarto lugar, estar siempre atento a la necesidad de los demás. Descubriendo en cada circunstancia de la vida cómo vivir la caridad. El servicio es la forma más concreta de vivir la caridad. Lo apreciamos cuando María sale corriendo al encuentro de su prima Isabel, puesto que «María se levantó y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel» (Lucas 1,39).

Más adelante, todos conocemos el pasaje emblemático de las Bodas de Caná (Juan 2,1-11). Hasta que, al final de la vida de su Hijo, la vemos fortaleciendo y dándoles esperanza a los apóstoles, después de la trágica crucifixión (Juan 20,19). También, cuando estaban esperando la experiencia de Pentecostés (Hechos 2,13).

¿Cómo lo aplico a mi vida? Haciendo un examen de conciencia. ¿Cuántas veces, por estar encerrados en nosotros mismos, preocupados solamente por nuestras cosas, dejamos de aprovechar tantas ocasiones para servir, y hacer de la vida una obra de Caridad.

No olvidemos: «El que dice que ama a Dios, pero no ama a su prójimo es un mentiroso» (1 Juan 4,20). Qué hermoso sería si además, nos esforzáramos por vivir el amor valiéndonos de nuestra creatividad. Pensando cómo alegrar la vida de los demás. Preparando, por ejemplo, un postre rico o cocinando una cena especial.

5. María y su obediencia para cumplir la voluntad de Dios

En quinto lugar, cumplir siempre la voluntad de Dios «cueste lo que cueste». Su «hágase en mí según tu Palabra» (Lucas 1,38), no se suscribe solamente al pasaje de la Anunciación, sino que lo vive a lo largo de toda su vida. Suele ser común pensar que, obviamente, diría «sí» a los planes de Dios en cualquier momento de su vida.

¡Total… es la Virgen María… y tuvo el privilegio de ser concebida sin pecado original! Pero olvidamos que nuestros primeros padres (Adán y Eva) también fueron concebidos sin pecado original. Su fidelidad supuso la perseverancia a lo largo y ancho de toda su vida.

Sabemos todos que María no la tuvo fácil. Sufrió la persecución de Herodes (Mateo 2,13-15), el establo —ya mencionado— para el Nacimiento. Las exigencias por las cuáles seguramente habrá pasado. Tan solo conocemos el pasaje de la pérdida y hallazgo en el Templo (Lucas 2,14-52), pero sabemos que María sufrió como ninguna otra mujer.

¿Cómo aplicarlo a mi vida? A diferencia de María, vivimos la herencia del pecado, pero siempre está en nuestras manos la posibilidad de elegir el camino de la vida, y no la oscuridad. Puede ser duro mi lenguaje, pero recordemos: «Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca». (Apocalipsis 3, 15-16)

Lo esencial como cristianos es nuestra relación personal de amor a Cristo. «Si me amáis, cumplan mis Mandamientos» (Juan 14,15). Pregúntate: ¿cuántas veces no cumplimos los Mandamientos porque no amamos a Cristo «cueste lo que cueste»? ¡Hasta las últimas consecuencias!

6. María nos recuerda que no hay cristiano sin cruz

Finalmente, esto me lleva a plantear una última reflexión: ¡no hay cristianismo sin cruz! María siguió a su Hijo hasta la cruz. Estuvo de pie, a los pies de su Hijo crucificado.(Juan 19,25-27). Con un silencio elocuente, aceptó el peor sufrimiento que puede existir: ver a su hijo asesinado, colgado de una cruz.

Por ser María, ¡no la tuvo fácil! Cuando miramos una imagen, vemos su dulzura, la ternura de su mirada, la serenidad de su semblante, su mano acogedora. Pero también, está pisando la cabeza de la serpiente (Génesis 3,14-19), y tiene el corazón atravesado por una espada (Lucas 2,35).

¿Cómo lo aplico a mi vida? Nosotros… ¿Cuánto estamos dispuestos a cargar la cruz en nuestra vida cotidiana? «El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí» (Mateo 10, 38). No pensemos solamente en situaciones extraordinarias, sino en los distintos quehaceres comunes de la vida.

¿Cumplimos nuestras responsabilidades con cariño, reverencia, generosidad, entrega?, ¿o lo hacemos a medias, dejándonos ganar por la pereza o mediocridad? Es muy fácil caer en el aburrimiento de la rutina, y «cumplir por cumplir».

La manera como la esposa prepara la comida a su marido, cuando llega del trabajo, o al revés. El esfuerzo por darle cariño a los hijos cuando llegamos cansados de un día largo en el trabajo, y solo quisiéramos ver la televisión. La atención y preocupación que tenemos a los familiares, estando al tanto de sus problemas y dificultades.

«Perder» el tiempo, dedicándonos a escuchar personas que necesitan desahogar sus dolores y sufrimientos. Socorrer a los amigos enfermos, preocuparnos por los más necesitados saliendo de nuestra zona de confort. En fin, hay tantas obras de misericordia que podemos hacer.

Este es nuestro camino hacia la felicidad. ¡Santidad es para el cristiano sinónimo de felicidad! Cada vez que dejamos de vivir el amor, perdemos una oportunidad para ser más felices. Seamos un reflejo vivo de María Santísima y del amor de Dios.

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Fuente: Catholic-link


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Combate, vigilancia y discernimiento https://www.reinadelcielo.org/combate-vigilancia-y-discernimiento/ Fri, 27 Apr 2018 17:51:43 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=12558 ]]>

Extracto de la Exhortación Apostólica, Gaudete ex exsultate, del Papa Francisco. Acerca del combate espiritual de la vida cristiana.

158. La vida cristiana es un combate permanente. Se requieren fuerza y valentía para resistir las tentaciones del diablo y anunciar el Evangelio. Esta lucha es muy bella, porque nos permite celebrar cada vez que el Señor vence en nuestra vida.

El combate y la vigilancia

159. No se trata solo de un combate contra el mundo y la mentalidad mundana, que nos engaña, nos atonta y nos vuelve mediocres sin compromiso y sin gozo. Tampoco se reduce a una lucha contra la propia fragilidad y las propias inclinaciones (cada uno tiene la suya: la pereza, la lujuria, la envidia, los celos, y demás). Es también una lucha constante contra el diablo, que es el príncipe del mal. Jesús mismo festeja nuestras victorias. Se alegraba cuando sus discípulos lograban avanzar en el anuncio del Evangelio, superando la oposición del Maligno, y celebraba: «Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo» (Lc10,18).

Algo más que un mito

combate espiritual160. No aceptaremos la existencia del diablo si nos empeñamos en mirar la vida solo con criterios empíricos y sin sentido sobrenatural. Precisamente, la convicción de que este poder maligno está entre nosotros, es lo que nos permite entender por qué a veces el mal tiene tanta fuerza destructiva. Es verdad que los autores bíblicos tenían un bagaje conceptual limitado para expresar algunas realidades y que en tiempos de Jesús se podía confundir, por ejemplo, una epilepsia con la posesión del demonio. Sin embargo, eso no debe llevarnos a simplificar tanto la realidad diciendo que todos los casos narrados en los evangelios eran enfermedades psíquicas y que en definitiva el demonio no existe o no actúa. Su presencia está en la primera página de las Escrituras, que acaban con la victoria de Dios sobre el demonio [120]. De hecho, cuando Jesús nos dejó el Padrenuestro quiso que termináramos pidiendo al Padre que nos libere del Malo. La expresión utilizada allí no se refiere al mal en abstracto y su traducción más precisa es «el Malo». Indica un ser personal que nos acosa. Jesús nos enseñó a pedir cotidianamente esa liberación para que su poder no nos domine.

161. Entonces, no pensemos que es un mito, una representación, un símbolo, una figura o una idea [121]. Ese engaño nos lleva a bajar los brazos, a descuidarnos y a quedar más expuestos. Él no necesita poseernos. Nos envenena con el odio, con la tristeza, con la envidia, con los vicios. Y así, mientras nosotros bajamos la guardia, él aprovecha para destruir nuestra vida, nuestras familias y nuestras comunidades, porque «como león rugiente, ronda buscando a quien devorar» (1 P 5,8).

Despiertos y confiados

162. La Palabra de Dios nos invita claramente a «afrontar las asechanzas del diablo» (Ef 6,11) y a detener «las flechas incendiarias del maligno» (Ef6,16). No son palabras románticas, porque nuestro camino hacia la santidad es también una lucha constante. Quien no quiera reconocerlo se verá expuesto al fracaso o a la mediocridad. Para el combate tenemos las armas poderosas que el Señor nos da: la fe que se expresa en la oración, la meditación de la Palabra de Dios, la celebración de la Misa, la adoración eucarística, la reconciliación sacramental, las obras de caridad, la vida comunitaria, el empeño misionero. Si nos descuidamos nos seducirán fácilmente las falsas promesas del mal, porque, como decía el santo cura Brochero, «¿qué importa que Lucifer os prometa liberar y aun os arroje al seno de todos sus bienes, si son bienes engañosos, si son bienes envenenados?» [122].

163. En este camino, el desarrollo de lo bueno, la maduración espiritual y el crecimiento del amor son el mejor contrapeso ante el mal. Nadie resiste si opta por quedarse en un punto muerto, si se conforma con poco, si deja de soñar con ofrecerle al Señor una entrega más bella. Menos aún si cae en un espíritu de derrota, porque «el que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. […] El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal» [123].

La corrupción espiritual

corrupción espiritual164. El camino de la santidad es una fuente de paz y de gozo que nos regala el Espíritu, pero al mismo tiempo requiere que estemos «con las lámparas encendidas» (Lc 12,35) y permanezcamos atentos: «Guardaos de toda clase de mal» (1 Ts 5,22). «Estad en vela» (Mt 24,42; cf.Mc 13,35). «No nos entreguemos al sueño» (1 Ts 5,6). Porque quienes sienten que no cometen faltas graves contra la Ley de Dios, pueden descuidarse en una especie de atontamiento o adormecimiento. Como no encuentran algo grave que reprocharse, no advierten esa tibieza que poco a poco se va apoderando de su vida espiritual y terminan desgastándose y corrompiéndose.

165. La corrupción espiritual es peor que la caída de un pecador, porque se trata de una ceguera cómoda y autosuficiente donde todo termina pareciendo lícito: el engaño, la calumnia, el egoísmo y tantas formas sutiles de autorreferencialidad, ya que «el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz» (2 Co 11,14). Así acabó sus días Salomón, mientras el gran pecador David supo remontar su miseria. En un relato, Jesús nos advirtió acerca de esta tentación engañosa que nos va deslizando hacia la corrupción: menciona una persona liberada del demonio que, pensando que su vida ya estaba limpia, terminó poseída por otros siete espíritus malignos (cf. Lc 11,24-26). Otro texto bíblico utiliza una imagen fuerte: «El perro vuelve a su propio vómito» (2 P 2,22; cf. Pr 26,11).

El discernimiento

166. ¿Cómo saber si algo viene del Espíritu Santo o si su origen está en el espíritu del mundo o en el espíritu del diablo? La única forma es el discernimiento, que no supone solamente una buena capacidad de razonar o un sentido común, es también un don que hay que pedir. Si lo pedimos confiadamente al Espíritu Santo, y al mismo tiempo nos esforzamos por desarrollarlo con la oración, la reflexión, la lectura y el buen consejo, seguramente podremos crecer en esta capacidad espiritual.

Una necesidad imperiosa

167. Hoy día, el hábito del discernimiento se ha vuelto particularmente necesario. Porque la vida actual ofrece enormes posibilidades de acción y de distracción, y el mundo las presenta como si fueran todas válidas y buenas. Todos, pero especialmente los jóvenes, están expuestos a un zapping constante. Es posible navegar en dos o tres pantallas simultáneamente e interactuar al mismo tiempo en diferentes escenarios virtuales. Sin la sabiduría del discernimiento podemos convertirnos fácilmente en marionetas a merced de las tendencias del momento.

168. Esto resulta especialmente importante cuando aparece una novedad en la propia vida, y entonces hay que discernir si es el vino nuevo que viene de Dios o es una novedad engañosa del espíritu del mundo o del espíritu del diablo. En otras ocasiones sucede lo contrario, porque las fuerzas del mal nos inducen a no cambiar, a dejar las cosas como están, a optar por el inmovilismo o la rigidez. Entonces impedimos que actúe el soplo del Espíritu. Somos libres, con la libertad de Jesucristo, pero él nos llama a examinar lo que hay dentro de nosotros ―deseos, angustias, temores, búsquedas― y lo que sucede fuera de nosotros —los «signos de los tiempos»— para reconocer los caminos de la libertad plena: «Examinadlo todo; quedaos con lo bueno» (1 Ts 5,21).

Siempre a la luz del Señor

169. El discernimiento no solo es necesario en momentos extraordinarios, o cuando hay que resolver problemas graves, o cuando hay que tomar una decisión crucial. Es un instrumento de lucha para seguir mejor al Señor. Nos hace falta siempre, para estar dispuestos a reconocer los tiempos de Dios y de su gracia, para no desperdiciar las inspiraciones del Señor, para no dejar pasar su invitación a crecer. Muchas veces esto se juega en lo pequeño, en lo que parece irrelevante, porque la magnanimidad se muestra en lo simple y en lo cotidiano [124].. Se trata de no tener límites para lo grande, para lo mejor y más bello, pero al mismo tiempo concentrados en lo pequeño, en la entrega de hoy. Por tanto, pido a todos los cristianos que no dejen de hacer cada día, en diálogo con el Señor que nos ama, un sincero «examen de conciencia». Al mismo tiempo, el discernimiento nos lleva a reconocer los medios concretos que el Señor predispone en su misterioso plan de amor, para que no nos quedemos solo en las buenas intenciones.

Un don sobrenatural

El Espíritu Santo170. Es verdad que el discernimiento espiritual no excluye los aportes de sabidurías humanas, existenciales, psicológicas, sociológicas o morales. Pero las trasciende. Ni siquiera le bastan las sabias normas de la Iglesia. Recordemos siempre que el discernimiento es una gracia. Aunque incluya la razón y la prudencia, las supera, porque se trata de entrever el misterio del proyecto único e irrepetible que Dios tiene para cada uno y que se realiza en medio de los más variados contextos y límites. No está en juego solo un bienestar temporal, ni la satisfacción de hacer algo útil, ni siquiera el deseo de tener la conciencia tranquila. Está en juego el sentido de mi vida ante el Padre que me conoce y me ama, el verdadero para qué de mi existencia que nadie conoce mejor que él. El discernimiento, en definitiva, conduce a la fuente misma de la vida que no muere, es decir, conocer al Padre, el único Dios verdadero, y al que ha enviado: Jesucristo (cf. Jn 17,3). No requiere de capacidades especiales ni está reservado a los más inteligentes o instruidos, y el Padre se manifiesta con gusto a los humildes (cf. Mt 11,25).

171. Si bien el Señor nos habla de modos muy variados en medio de nuestro trabajo, a través de los demás, y en todo momento, no es posible prescindir del silencio de la oración detenida para percibir mejor ese lenguaje, para interpretar el significado real de las inspiraciones que creímos recibir, para calmar las ansiedades y recomponer el conjunto de la propia existencia a la luz de Dios. Así podemos dejar nacer esa nueva síntesis que brota de la vida iluminada por el Espíritu.

Habla, Señor

172. Sin embargo, podría ocurrir que en la misma oración evitemos dejarnos confrontar por la libertad del Espíritu, que actúa como quiere. Hay que recordar que el discernimiento orante requiere partir de una disposición a escuchar: al Señor, a los demás, a la realidad misma que siempre nos desafía de maneras nuevas. Solo quien está dispuesto a escuchar tiene la libertad para renunciar a su propio punto de vista parcial o insuficiente, a sus costumbres, a sus esquemas. Así está realmente disponible para acoger un llamado que rompe sus seguridades pero que lo lleva a una vida mejor, porque no basta que todo vaya bien, que todo esté tranquilo. Dios puede estar ofreciendo algo más, y en nuestra distracción cómoda no lo reconocemos.

173. Tal actitud de escucha implica, por cierto, obediencia al Evangelio como último criterio, pero también al Magisterio que lo custodia, intentando encontrar en el tesoro de la Iglesia lo que sea más fecundo para el hoy de la salvación. No se trata de aplicar recetas o de repetir el pasado, ya que las mismas soluciones no son válidas en toda circunstancia y lo que era útil en un contexto puede no serlo en otro. El discernimiento de espíritus nos libera de la rigidez, que no tiene lugar ante el perenne hoy del Resucitado. Únicamente el Espíritu sabe penetrar en los pliegues más oscuros de la realidad y tener en cuenta todos sus matices, para que emerja con otra luz la novedad del Evangelio.

La lógica del don y de la cruz

174. Una condición esencial para el progreso en el discernimiento es educarse en la paciencia de Dios y en sus tiempos, que nunca son los nuestros. Él no hace caer fuego sobre los infieles (cf. Lc 9,54), ni permite a los celosos «arrancar la cizaña» que crece junto al trigo (cf. Mt 13,29). También se requiere generosidad, porque «hay más dicha en dar que en recibir» (Hch 20,35). No se discierne para descubrir qué más le podemos sacar a esta vida, sino para reconocer cómo podemos cumplir mejor esa misión que se nos ha confiado en el Bautismo, y eso implica estar dispuestos a renuncias hasta darlo todo. Porque la felicidad es paradójica y nos regala las mejores experiencias cuando aceptamos esa lógica misteriosa que no es de este mundo, como decía san Buenaventura refiriéndose a la cruz: «Esta es nuestra lógica» [125].. Si uno asume esta dinámica, entonces no deja anestesiar su conciencia y se abre generosamente al discernimiento.

175. Cuando escrutamos ante Dios los caminos de la vida, no hay espacios que queden excluidos. En todos los aspectos de la existencia podemos seguir creciendo y entregarle algo más a Dios, aun en aquellos donde experimentamos las dificultades más fuertes. Pero hace falta pedirle al Espíritu Santo que nos libere y que expulse ese miedo que nos lleva a vedarle su entrada en algunos aspectos de la propia vida. El que lo pide todo también lo da todo, y no quiere entrar en nosotros para mutilar o debilitar sino para plenificar. Esto nos hace ver que el discernimiento no es un autoanálisis ensimismado, una introspección egoísta, sino una verdadera salida de nosotros mismos hacia el misterio de Dios, que nos ayuda a vivir la misión a la cual nos ha llamado para el bien de los hermanos.

***

176. Quiero que María corone estas reflexiones, porque ella vivió como nadie las bienaventuranzas de Jesús. Ella es la que se estremecía de gozo en la presencia de Dios, la que conservaba todo en su corazón y se dejó atravesar por la espada. Es la santa entre los santos, la más bendita, la que nos enseña el camino de la santidad y nos acompaña. Ella no acepta que nos quedemos caídos y a veces nos lleva en sus brazos sin juzgarnos. Conversar con ella nos consuela, nos libera y nos santifica. La Madre no necesita de muchas palabras, no le hace falta que nos esforcemos demasiado para explicarle lo que nos pasa. Basta musitar una y otra vez: «Dios te salve, María…».

177. Espero que estas páginas sean útiles para que toda la Iglesia se dedique a promover el deseo de la santidad. Pidamos que el Espíritu Santo infunda en nosotros un intenso anhelo de ser santos para la mayor gloria de Dios y alentémonos unos a otros en este intento. Así compartiremos una felicidad que el mundo no nos podrá quitar.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 19 de marzo, Solemnidad de San José, del año 2018, sexto de mi Pontificado.

Francisco


 

Bibliografía

[120] Cf. Homilía en la Misa de la Casa Santa Marta (11 octubre 2013): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (18 octubre 2013), p. 12.

[121] Cf. B. Pablo VI, Catequesis (15 noviembre 1972): Ecclesia (1972/II), 1605: «Una de las necesidades mayores es la defensa de aquel mal que llamamos Demonio. […] El mal no es solamente una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa. Se sale del cuadro de la enseñanza bíblica y eclesiástica quien se niega a reconocer su existencia; o bien quien hace de ella un principio que existe por sí y que no tiene, como cualquier otra criatura, su origen en Dios; o bien la explica como una pseudorrealidad, una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias».

[122] S. José Gabriel del Rosario Brochero, Plática de las banderas, en Conferencia Episcopal Argentina, El Cura Brochero. Cartas y sermones, Buenos Aires 1999, 71.

[123] Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 85: AAS 105 (2013), 1056.

[124] En la tumba de san Ignacio de Loyola se encuentra este sabio epitafio: «Non coerceri a maximo, contineri tamen a minimo divinum est» (Es divino no asustarse por las cosas grandes y a la vez estar atento a lo más pequeño).

[125] Colaciones sobre el Hexaemeron, 1, 30.

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Fuente: Vatican.va


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