crucifixión – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Sat, 03 Apr 2021 10:21:56 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 El agujero en la roca https://www.reinadelcielo.org/el-agujero-en-la-roca/ Fri, 02 Apr 2021 17:17:48 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=5076 #Cruz #Jesús #Patíbulo]]> Por primera vez tuve el regalo de viajar a Tierra Santa, y pude visitar los lugares donde nuestro Jesús dejó Su Huella imborrable. La verdad es que, después de semejante experiencia, podría escribir páginas y páginas sobre lo que se vive allí. Pero hoy quiero referirme a un episodio en particular, quizás el que marcó de modo más profundo mi alma de tal forma que nunca se borrará el recuerdo de lo vivido.

Aquí voy: visité tres veces la Iglesia del Santo Sepulcro, un Templo donde se reúne la mayor cantidad de lugares glorificados por la Vida de Jesús. Allí fue El quitado de Sus ropas, clavado en la Cruz, elevado en el Madero Santo, atravesado por la lanza del centurión para que brote Sangre y Agua. Y allí, en definitiva, fue muerto el Rey de Reyes ante la mirada del mismo Dios Padre, que lo entregó como Cordero expiatorio de nuestros pecados.

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Pero también en ese Templo se encuentra la piedra donde el Cuerpo muerto de Jesús fue apoyado para ser limpiado y preparado para la sepultura por las santas mujeres. El sitio central, sin dudas, se ubica a pocos pasos y es la Tumba donde Su Cuerpo fue depositado la tarde del Viernes Santo. Ese mismo punto del planeta tierra, el Santo Sepulcro, fue testigo de la Gloriosa Resurrección de nuestro Señor Jesús, la Victoria definitiva contra la muerte, y a pocos metros de allí se recuerda el hermoso encuentro con Maria Magdalena, aquel domingo de Pascua de Resurrección.

Todo esto, y mucho más, se testimonia en la Iglesia del Santo Sepulcro, en Jerusalén. ¿Pueden ustedes creerlo? Yo lo narro y sin embargo aún me parece increíble que semejantes maravillas se conservaran, por Gracia de Dios, a través de los siglos.

A mi alma, sin embargo, la conmovió de modo particular una experiencia, un momento que se grabó en mi corazón para siempre, y fue el poner mi mano y tocar una y otra vez el agujero en la roca donde se introdujo el Madero de la Cruz del Señor. Voy a intentar narrarles lo que sentí al hundir mi mano en ese hueco, aunque se bien que no es posible hacerlo de modo perfecto.

Este montículo de rocas llamado Monte Golgota se ubicaba a la salida de la Jerusalén de esa época, de tal modo que todos los que entraban y salían de la ciudad vieran al Crucificado, como advertencia de lo que ocurre a los que desobedecen el poder de Roma. De modo muy eficiente habían buscado una roca en la cima del montículo en la que pudieran tallar un agujero con la forma del Madero de la Cruz, un hoyo lo suficientemente profundo como para sostenerlo y hacerlo erguirse a la vista de todo el mundo. Después de dos mil años, ese agujero ha podido conservarse, y aun hoy uno puede tocar sus paredes, y meter la mano dentro.

Por tres veces repetí la experiencia de introducir la mano y tocar ese oscuro hueco abierto en la roca. Por tres veces me llené de emociones violentas, como miedo, desesperación, deseo de correr pero también de seguir allí por mucho tiempo. Mis ojos contemplaban la escena que se desplegaba frente a mi, pero mi mente borraba todas las construcciones hechas en ese lugar a través de los siglos, los edificios que me rodeaban, para encontrarme de repente en la cima del Monte Gólgota, como era en aquella época. Pensar que la Sangre del Señor corrió irreversiblemente por el Madero y entró en el agujero en la roca, esa misma roca donde estaba apoyada mi mano, me hizo pensar en que estaba tocando la Sangre del Mismo Dios.

Gólgota

La escena con el frio de la tarde de aquel Viernes terrible se presentó ante mi alma, y delante de mí se desvanecieron las paredes de esa Iglesia y quedó la piedra al desnudo. Jesús arrancado de Sus ropas aquí, lanzado sobre los Maderos y clavado a ellos unos pasos más allá, la Cruz puesta en un lugar desde el que se la podía elevar para que su Madero vertical ingrese y se deje envolver por la roca del monte. No cabe duda que los Romanos estaban muy preparados para crucificar, y lo hacían con el entrenamiento de haber crucificado muchas veces antes. Pero yo estaba esta vez frente al lugar donde crucificaron no a cualquier hombre, sino a mi Dios, a mi Buen Jesús.

Esa roca, cima de ese montículo llamado Gólgota, se me presentó como un lugar Santificado por la Sangre del Cordero, pero mi alma se estremeció particularmente ante ese agujero cavado en la roca. Ese hueco fue cuidadosamente tallado por los romanos para que el Madero de la Cruz se deslice y caiga en él de forma totalmente vertical. Pero ese hueco hizo también que el Señor se elevara de la tierra en forma visible para todos, y así ese agujero en la roca se hizo fundamental para permitir la Obra de la Redención. Abierto en la roca firme, el hueco abrazó el Madero de Jesús y cumplió su misión durante el tiempo en que Dios quiso estar elevado en Su Trono terrenal, antes de ser bajado al Sepulcro Vencedor.

Tocando los bordes del agujero y palpando la rugosidad de la roca, sentí que la Iglesia es la Roca que sostiene la Cruz de Cristo aun hoy, después de dos mil años. Y también sentí un deseo enorme de ser yo mismo ese agujero en la Roca Santa. Un deseo de transformarme en un hueco vacío, inservible, oscuro y tenebroso a los ojos del mundo, pero capaz de abrazar la Cruz de mi Dios y sostenerla firme en lo alto aquel Viernes Santo en la fría cima del Gólgota.

Señor, quiero ser el agujero en la roca del Gólgota, y abrazar así el Madero de Tu Cruz por sus cuatro costados. Quiero quedarme así, sosteniendo Tu Trono Glorioso, mientras Tu Sangre se desliza y me cubre completamente. Mírame, no soy más que un hueco en la roca rugosa y fría. Nada pretendo, solo sostenerte para que Tu Sacrificio ilumine este mundo alejado y despojado de fe. Señor, se hace tarde ya y el frio cubre Tu Cuerpo que hace rato ya que ha dejado de moverse. Aquel grito que diste ha conmovido mi alma, y luego nada más pude oír de ti. Quédate allí todo el tiempo que quieras, mi Señor, porque este agujero en la roca ha decidido quedarse a sostener Tu Madero, mientras Tú me des fuerzas para hacerlo. Hace frio aquí arriba en la cima del Gólgota, hace frio hasta para una roca rugosa como yo soy. Pero yo te espero, Señor, abrazado a Tu Madero, te espero.

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Oración con María, ante la Cruz https://www.reinadelcielo.org/oracion-con-maria-ante-la-cruz/ Thu, 15 Mar 2018 17:02:52 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=11807 JUNTO A LA CRUZ ESTABA SU MADRE (Jn 19,25)

María estaba allí. ¿Dónde iba a estar sino? ¿Dónde va a estar una madre, si no al lado del hijo que sufre? Las madres siempre os encontráis junto a la cruz de los hijos, y tú, María no fuiste excepción.

¿Por qué? ¿Por qué el dolor de cualquier hijo os atrae, como imán a las madres?… ¿Qué tiene la maternidad para transformaros en heroínas?

Cruz del SeñorNunca supe contestar intelectualmente a estas preguntas, pero hace poco intuí la respuesta. La encontré escondida en el comentario ingenuo que un niño hacía a su madre. “¿Por qué será- decía- que a mi mamá siempre le gusta en la mesa servirse la última y comer lo que nadie quiere?”.

Nadie de los amigos o conocidos quiso estar allí. Solo tú, la madre, el discípulo amado y las tres mujeres se hicieron presentes. La escena evangélica está llena de simbolismo, pero se ve clara una gran verdad de la vida: Todo nacimiento es sufrimiento. Todo amor es dolor. Toda maternidad es dar y entregar.

María, desde el dolor de la cruz, reafirmaste tu maternidad. Allí nos diste a luz a todos los creyentes. No podía ser de otra forma. Junto a la cruz, viendo morir al Hijo que concebiste virginalmente y alumbraste corporalmente, nos concebiste a todos nosotros virginalmente y nos alumbraste espiritualmente. ¡Qué gran nacimiento fue éste!

Junto a la cruz estabas entonces, Madre. Junto a la cruz sigues estando hoy…Pero, ¿dónde están los creyentes para sufrir con los que lloran y engendrarlos de nuevo en el dolor?

La Cruz está vacía…No está ya el hijo, que desde ella resucitó. Ni están los otros hijos. La cruz se encuentra vacía. Sola estás tú, María, junto a ella, esperando a tus que le acompañen.

(Momento de SILENCIO y ORACION)

CON JESÚS Y CON MARÍA POR LAS MADRES DEL MUNDO.
¡TE DAMOS GRACIAS!)

(Cada estrofa lo lee un hijo. Las madres de los que leen se van poniendo junto a la cruz)

Señor Jesús:
Gracias por las madres que nos has dado.
Los más nobles sentimientos que tenemos,
los sembró en nosotros nuestra madre:
la fe, la honestidad, el amor al trabajo.

María junto a la cruzSeñor Jesús:
En esta hora de retos y desafíos,
las madres necesitan de tu ayuda:
para atender a la casa y al trabajo,
para hacer de padre y madre
para educar en los valores cristianos,
para defenderse de la tentación,
para no caer en el pecado.

Señor Jesús:
Que la Virgen Madre las llene de fortaleza.

Señor Jesús:
Que la Virgen María siga siendo
modelo de todas las madres.

Señor Jesús:
Que también ellas luchen por la justicia
y que confíen en el Dios de los pobres:
El Dios que quiere pan en todas las mesas
y paz en todos los hogares;
el Dios que destruye el poder corrompido
y protege a los indefensos y humillados.

Señor Jesús:
Ilumina la vida de nuestras madres.
Premia sus desvelos y trabajos.
Da paz a las madres ya difuntas.
Bendice a todos los hogares.
Y que los hijos sean siempre
gloria y corona de las madres.


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Desde cuándo nos santiguamos y hacemos la señal de la cruz https://www.reinadelcielo.org/desde-cuando-nos-santiguamos-y-hacemos-la-senal-de-la-cruz/ Fri, 20 Oct 2017 13:19:11 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=10280 Cada vez que nos santiguamos llevamos a la práctica una gran lección de teología en la vida diaria: ponemos la cruz de Cristo desde nuestra cabeza a nuestro corazón y del hombro izquierdo al derecho, para que Jesús bendiga nuestros pensamientos, nuestros amores y el trabajo de nuestras manos, a la vez que invocamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, tres personas distintas en la unidad de un solo Dios verdadero.

La historia de la señal de la cruz tiene su origen en un pasado tan lejano como Tertuliano, el padre de la iglesia primitiva que vivió entre los años 160 a 220 d.C. Tertuliano escribió, “En todos nuestros viajes y movimientos, en todas nuestras salidas y llegadas, al ponernos nuestros zapatos, al tomar un baño, en la mesa, al prender nuestras velas, al acostarnos, al sentarnos, en cualquiera de las tareas en que nos ocupemos, marcamos nuestras frentes con el signo de la cruz.”

santiguarseOriginalmente, se trazaba una pequeña cruz en la frente con el pulgar o un dedo. Mientras que resulta difícil señalar exactamente cuándo se cambió el trazo de la pequeña cruz en la frente a la moderna práctica de trazar una larga cruz desde la frente hasta el pecho y de hombro a hombro, lo que si sabemos es que este cambio ocurrió por el siglo XI d.C., cuando el Libro de Oración del Rey Enrique menciona una instrucción de “marcar con la santa cruz los cuatro lados del cuerpo.”

La señal de la Cruz en la vida del cristiano

Hacer la señal de la cruz, santiguarse, es una costumbre cristiana que tiene sus raíces en los primeros tiempos de la Iglesia, como vemos en los textos que aparecen a continuación…

1. Haced la señal de la cruz al comer, al beber, cuando os sentáis y cuando os acostáis, y para decirlo en una palabra, en todos tiempos y en todas ocasiones. (SAN CIRILO DE JERUSALÉN, Catequesis 4, 3)

2. En todas las cosas de nuestra religión nos valemos de la señal de la cruz. Por esto la cruz se llama signo, porque usamos de ella con el fin de que no se acerque mal alguno que nos infecte. (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Sobre la adoración de la preciosa Cruz, 257)

3. Que nadie se avergüence de los símbolos sagrados de nuestra salvación […];llevemos mas bien por todas partes, como una corona, la Cruz de Cristo. Todo, en efecto, entra en nosotros por la Cruz. Cuando hemos de regenerarnos, allí esta presente la Cruz; cuando nos alimentamos de la mística comida; cuando se nos consagra ministros del altar; cuando se cumple cualquier otro misterio, allí esta siempre este símbolo de victoria. De ahí el fervor con que lo inscribimos y dibujamos, en nuestras casas, sobre las paredes, sobre las ventanas, sobre nuestra frente y en el corazón. Porque este es el signo de nuestra salvación, el signo de la libertad del genero humano, el signo de la bondad de Dios para con nosotros (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilía sobre San Mateo, 54)

Cruz del Señor4. Todos los suplicios parecen crueles, pero sólo el de la cruz atrae maldición:Maledictus a Deo est qui pendet in ligno (Deut. 21, 23). Pero he aquí que lo que era maldición se ha convertido en objeto de amor y de deseo. No hay mejor joya en la corona imperial que la cruz que la remata […]. En las casas, en las calles, en el desierto, en los caminos, en los montes, en las cascadas, en las colinas, en el mar, en el bosque, en las islas, en los lechos y en los vestidos, en las armas y en los talamos, en los convites y en los vasos religiosos, en las joyas y en las paredes decoradas, en los cuerpos de los animales enfermos, en los cuerpos de los hombres posesos, en la guerra, en la paz, en el día y en la noche…, todos buscan su inefable gracia. Nadie se avergüenza de este signo de la cruz. (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilía sobre San Mateo, 54)

5. La cruz nos trae admirable utilidad: ella nos sirve de arma saludable y es un escudo impenetrable contra los ataques del demonio. Armémonos con la cruz en la guerra que nos hace, no llevándola solamente como estandarte, sinosufriendo los trabajos que son el verdadero aparato de la cruz. (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilía sobre la Epístola a los Filipenses, 13, 355)

6. Los fieles tienen la costumbre de armarse con la señal de la santa cruz, y nosotros nos hemos servido siempre de ella para destruir los enredos y celadas del demonio y resistir a sus ataques, porque consideramos la cruz como un muro impenetrable; en ella ponemos toda nuestra gloria, y creemos que nos procura la salud: por esto el grande Doctor, San Pablo, escribe que sentiría gloriarse en otra cosa que no fuese la cruz de Jesucristo. (SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, Sobre Isaías, 4, 6)

7. (Jesús…) Caminaba hacia el lugar donde iba a ser sacrificado llevando su Cruz. Gran espectáculo; pero si lo mira la impiedad, gran burla; si lo mira la piedad, gran misterio; si lo mira la impiedad, prueba de ignominia enorme; si lo mira la piedad, gran fundamento de nuestra fe; si lo mira la impiedad, se reirá viendo al Rey llevar un leño en lugar de un cetro; si lo mira la piedad, verá que el Rey lleva el madero donde ha de ser clavado, el mismo madero que después será colocado en la frente de los reyes. Despreciado ante los ojos de los impíos en lo mismo que se glorían después los corazones de los santos. Pablo habrá de decir:Lejos de mí gloriarme como no sea en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo (Gal 6, 14). Cargaba sobre sus hombros la misma Cruz y llevaba en alto el candelero de esa antorcha que ha de arder sin que se coloque debajo del celemín. (SAN AGUSTÍN, Tratado sobre el Evangelio de San Juan, 117)

8. El madero en que están fijos los miembros del hombre que muere, es también la cátedra del maestro que enseña. (SAN AGUSTÍN, Tratado sobre el Evangelio de San Juan, 119)

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Fuente: Aleteia.org


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El pasado es hoy https://www.reinadelcielo.org/el-pasado-es-hoy/ Fri, 21 Apr 2017 13:29:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=314 ]]> Cuando Jesús oró en el Getsemani, pudo ver y conocer todos los pecados del hombre, de todos los hombres, de todos los tiempos, pasados, presentes y futuros.Y esto fue posible porque el tiempo no es para Dios lo que es para nosotros. El Creador es en Si mismo la Eternidad, por lo tanto no ve las limitaciones temporales de nuestra vida terrena como las vemos nosotros. El Verbo existió siempre, sólo que tuvo que llegar el tiempo terrenal de la Redención para que se manifestara como Hombre-Dios, como el Cordero del Padre.

El entendimiento de los tiempos de Dios nos permite también darle otro sentido a la necesidad de que obremos en beneficio de la Obra Celestial. Nuestra curiosidad nos desvía a tratar de saber qué es lo que va a ocurrir y cuando, pero los tiempos de Dios no son nuestros tiempos: es mejor obrar en el presente y dejar que el futuro se desarrolle de acuerdo a los designios de la Divina Providencia.

Jesús - JerusalenPero, ¿y el pasado?. Tendemos a ver el pasado como un libro cerrado, algo que terminó. Pero si Jesús vio en el Getsemani los pecados de los hombres y mujeres del futuro, ¡quiere decir que nos estaba viendo a nosotros actuar hoy en día!. Nuestras buenas acciones de hoy son un consuelo para lo que Jesús tuvo que ver hace dos mil años, y eso, bajo los tiempos de Dios, está ocurriendo en este momento. También, tristemente, nuestras faltas de hoy engrosan el dolor de Jesús en aquel momento, porque para El, todo esto ocurre hoy en el chispazo que para el Creador representa la historia completa del hombre.

¡Que maravilla!. La historia la escribimos nosotros, a cada instante. Nunca es tarde, ni temprano. Para Dios, el tiempo es siempre el ahora: tiempo de reparar tantas faltas y ofensas a Su Santo Nombre. Si en este momento rezo o abro mi corazón a Cristo, le quito un poco del peso que siente en el Getsemani. Y digo “siente” porque bajo este concepto de tiempo Divino, el Getsemani es ahora, Jesús está viendo nuestra vida desde el huerto en este mismo momento. Y también Su paso con la Cruz a cuestas es en este momento, y Su Crucifixión, y Su Santa Muerte y Resurrección. Todo forma parte del mismo plano, a los Ojos de Dios. Es como si el Corazón de Dios fuera un enorme estanque, sin tiempo ni espacio, en el que se van volcando las acciones de la humanidad, a lo largo de toda su historia, desde el Génesis hasta el futuro Retorno del Señor en Gloria. Y ese estanque está permanentemente recibiendo gotas de Sangre y de Miel. Sangre por los pecados, Miel por el amor que emana de nuestras buenas acciones. El libre albedrío que Dios nos regaló nos permite optar entre hacer caer Sangre en el estanque, o miel que endulce el Corazón de Cristo, nuestro Cristo. Y si hacemos caer miel ahora, le damos a Jesús un motivo más para que El se consuele en el Getsemaní frente a la traición, Pasión y Muerte que está por enfrentar. Es como decirle:

¡Señor, claro que no es en vano, aquí también estoy yo junto a Ti compartiendo Tu momento de dolor!.

¿Sientes a Jesús en el Huerto en este momento, viendo tu corazón y mendigando un poco de dulce amor?. Si, ahora mismo, pidiéndote que hagas algo para compensar toda la Sangre que brota de Su Cuerpo ante la vista de tanto pecado, pasado, presente y futuro.

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El stress que Jesús sufrió en su pasión y muerte https://www.reinadelcielo.org/el-stress-que-jesus-sufrio-en-su-pasion-y-muerte/ Fri, 25 Mar 2016 13:24:38 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=4108 ]]> Sufrió mucho. Más de lo que creemos. Hablamos del estrés sufrido por el “Jesús hombre”, el Jesús de la historia. El suplicio y la muerte en la cruz del Galileo crucificado en tiempo de Herodes Antipas fue más prolongado del que se desprende de la lectura literal de la biblia. ¿Está mal la biblia? No, porque no es un libro de historia; su foco está puesto en los hechos y en el contenido religioso.

Pero hacer una “Historia Clínica” requiere de precisión cronológica. Veamos: de acuerdo con la tradición católica, la cena con los discípulos, que resultó ser la última, tuvo lugar el Jueves Santo y al día siguiente Jesús moriría en la cruz a manos de la autoridad romana. La cena según los apóstoles fue la cena pascual.

Ahora bien ¿qué hechos suceden entonces? Jesús instituye la eucaristía. Luego de la cena Jesús se va a orar al Monte de los Olivos o Getsemani. Es traicionado por uno de los suyos, Judas Iscariote, y arrestado por los romanos. Los soldados lo llevan frente a Anás, ex sumo sacerdote de la época de Herodes el grande y suegro de Caifas. Luego, ante la presencia de Caifás. Fue sometido a un juicio sumario en el Sanedrín, supremo tribunal compuesto por 71 miembros, donde se lo condena.

De ahí lo llevan frente al procurador Poncio Pilato, quien lo envía al otro extremo de la ciudad de Jerusalén para ser interrogado por Herodes Antipas. Éste lo envía nuevamente a Poncio Pilato. Luego Jesú en la cruzvendrá el episodio del plebiscito de Barrabás, cuando el procurador decide que sea el “pueblo” el que elija quién sería ejecutado y quién no. Jesús queda así condenado. ¿Pudieron suceder todos estos hechos entre la noche del Jueves Santo y la crucifixión de las 9 de la mañana del viernes? Evidentemente no. ¿Cuál es la solución al problema? La respuesta está en el calendario de los católicos y en el de los judíos.
Resulta que sabemos por los rollos del Mar Muerto, papiros del siglo I A.C. encontrados en las cuevas de Qumran, al norte del Mar Muerto, en 1946, que en la época de Jesús existían dos calendarios: uno antiguo y uno moderno. En el moderno, las fiestas judías pueden coincidir con cualquier día de la semana, pero en el antiguo siempre coincidían con el día miércoles ya que así lo indicaba el libro del Génesis.

El calendario antiguo era el usado por los pobres. Jesús era pobre y a ellos se dirigía. Jesús usaba el calendario antiguo. En consecuencia, la pascua judía en época de Jesús fue un miércoles. El miércoles judío no comienza a las 0 hs. del día miércoles, sino el día anterior con la salida de la primera estrella. Es decir que si la última cena fue en la pascua y coincide con el día miércoles, la última cena fue en realidad el martes a la noche.

Entonces, ahora sí la cronología cierra.

Jesús fue arrestado por los romanos el martes a la noche y lo crucificaron a las 9 de la mañana del viernes. Por tanto, pasaron entre la cena y la crucifixión dos días y medio. Así sí todos los hechos descriptos pudieron históricamente suceder. Esto significa que el estrés de Jesús desde la última cena fue más prolongado del que hubiéramos pensado inicialmente. En tanto ello no solamente debió haber elevado la adrenalina en sangre sino también el cortisol, que es la hormona del estrés. Esta situación sensibilizó mucho el sufrimiento del futuro crucificado.

Luego vendría el suplicio, los latigazos y las espinas. El azote de los romanos era realizado con lo que entonces se conocía como f lagrum: se trata de un instrumento de tortura constituido por un mango con un numero variable de tiras de cuero que en general tenían en sus extremos bolas de plomo o huesos de algún animal. El daño de los azotes laceraba la piel, el tejido celular subcutáneo y la capa muscular del azotado.

La corona de espinas también genera un dolor intenso por la lesión de los filetes nerviosos del nervio trigémino y occipital. Los azotes y las espinas también producen importante hemorragia. A ésta altura el daño psicológico y emocional es evidente.
Llega entonces el momento de “la subida a la cruz”.

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Los romanos debieron primeramente extender los brazos de Jesús sobre el patibulum cuando todavía estaba en el suelo y luego lo clavaron al madero. Flexionaban la mano sobre el antebrazo y en el pliegue de la muñeca era atravesado con un seco golpe un clavo de 15 a 20 centímetros de longitud. La lesión del nervio mediano produce un dolor urente y desgarrante. Es decir, los clavos del crucificado pasaban por las muñecas y no por la palma de las manos. Un clavo que pase por las palmas de las manos de un crucificado no podría sostener un cuerpo.

Una vez que los romanos clavaron los brazos de Jesús en el patíbulo, parte horizontal de la cruz, debieron subirlo a la estipe o palo vertical. Luego llegaría el momento de clavar sus pies. Aquí se utilizaba un solo clavo, que atravesaba ambos talones para fijarlos a la madera. El clavo serviría así de punto de apoyo, soportando el peso del cuerpo de Jesús.

Debemos imaginar el intenso dolor al momento de ser atravesado por el clavo y el suplicio consecuente. Las autoridades romanas querían que Jesús sufriera. No querían que muriese rápidamente, querían que el martirio de la crucifixión matase lentamente a Jesús. Lo lograron. Jesús no murió rápidamente. Expertos en crucifixión, los romanos clavaron los pies de Jesús tomando la precaución de que las piernas quedaran ligeramente flexionadas, tal cual puede verse en un crucifijo. Si las piernas hubiesen permanecido extendidas, o incluso si no se hubiesen clavado los pies en la pieza vertical de la cruz, la persona habría muerto rápidamente ya que, al estar con el cuerpo colgado sostenido solo por los brazos, no podría haber respirado, produciendo asfixia inmediata.

Jesús debía extender sus piernas, parándose sobre sus talones crucificados soportando el dolor para así poder respirar. Cuando los romanos querían que un crucificado muriese rápidamente no tenían más que quebrar sus piernas, así el cuerpo suspendido no podría haber resistido más allá de algunos minutos.

El estrés de los días de detención y el suplicio de los latigazos y la corona de espinas con el dolor y la hemorragia ya condicionaba una situación clínica crítica. El intenso dolor y la pérdida de sangre generaban una situación de shock cardiovascular. La piel se encuentra pálida, fría y sudorosa. La presión arterial es prácticamente imperceptible. Los riñones dejan de funcionar y se acumulan sustancias tóxicas en la sangre.

La frecuencia respiratoria normal es de 12 a 14 respiraciones por minuto. Jesús, a esta altura, debía respirar entre 30 y 40 veces por minuto en un intento por compensar la falta de aire. En su sangre faltaba el oxígeno vital y aumentaba el anhídrido carbónico y su toxicidad. La piel toma un color azul violáceo que se hace evidente en los labios y en los extremos de los fríos dedos. La entrada de aire a los pulmones se hace mínima. Se presentan arritmias cardíacas severas y sobreviene finalmente el paro cardiorespiratorio.

Así murió Jesús hace más de 2000 años a las 3 de la tarde de un viernes. Fue un antes y un después de Cristo.

Para los creyentes comenzaba una era de fe.

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Fuente: Daniel López Rosseti en Valores Religiosos

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