¡Piedad, Hijo de David, ten piedad de mí! Una y otra vez, el grito sacude a hombres, bestias, arboles y hasta a las rocas. ¡Piedad, Hijo de David, ten piedad de mí! (ver artículo)
Pienso que esta madre es muy valiente, pues es testimonio de una apuesta por la vida de su hijo, lo promueve, lo valora y principalmente lo ama. (ver artículo)
Al mover las manos hacia atrás y adelante frente a mis ojos, me di cuenta que había sido sanado, pero en lugar de saltar de alegría, me invadió el miedo y la turbación. (ver artículo)