Cenáculo – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Tue, 23 Jan 2024 07:11:27 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 La Virgen María, primera adoradora de Jesús https://www.reinadelcielo.org/la-virgen-maria-primera-adoradora-de-jesus/ Tue, 23 Jan 2024 06:01:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=25172 ]]> María fue siempre la primera adoradora de Jesús en todos sus misterios. Convenía, en efecto, que este corazón purísimo tuviese en todo la honra del primer homenaje rendido a Jesucristo y que recibiese la primera gracia para comunicárnosla. Fue ella la primera que adoró al Verbo encarnado en su seno virginal, y la que al nacer le ofreció el primer obsequio del amor y la primera confesión de fe. En las bodas de Caná ella adoró antes que nadie su poder y lo desató en
favor de los hombres.

María, finalmente, adoró la primera a Jesús en la cruz y se unió a su sacrificio. Pero la adoración de María resplandece en toda su incomparable excelencia al pie del sagrario.

I

  • Aquí ella adora a Jesús en su estado permanente y no en estados transitorios. Aquí Jesús se muestra como rey en el trono perpetuo de su amor fijado hasta el fin del mundo, en un misterio que resume y contiene todos los demás.

    Así que María pasaba los días y las noches junto a la divina Eucaristía. Esta es su morada predilecta, porque en ella vive y reina su Jesús. ¡Qué sociedad más dulce y amable entre Jesús y su madre! Aunque sin la Eucaristía María no hubiera podido vivir en la tierra, con ella la vida se le hace agradable, pues posee a Jesús y es su adoradora por estado y por misión. Y los veinticuatro años que María pasará en el cenáculo serán como veinticuatro horas del día en el ejercicio habitual de la adoración.
  • María adora a Jesús sacramentado con la fe más viva y perfecta. Como nosotros, ella adoraba lo que no veía, en lo cual consiste la esencia y la perfección de la fe. Tras ese velo obscuro y debajo de esas apariencias inertes, ella reconocía a su Hijo y a su Dios con una certidumbre mayor que la de los sentidos. Confesaba la realidad de su presencia y de su vida y la honraba en todas sus cualidades y grandezas. Adoraba a Jesús oculto debajo de formas extrañas; pero su amor traspasaba la nube e iba hasta los pies sagrados de Jesús, que veneraba con el más cariñoso respeto, hasta sus santas y venerables manos en que tomó el pan de vida, y bendecía la boca sagrada que había proferido estas palabras adorables: Esto es mi cuerpo, comedlo; esto es mi sangre, bebedla. Adoraba al corazón abrasado de amor de donde salió la Eucaristía. Hubiera ella querido anonadarse ante esta divina majestad anonadada en el Sacramento, para rendirle todo el honor y todos los homenajes que le son debidos.

    Por eso adoraba ella la presencia de su hijo con el respeto exterior más piadoso y profundo. Ante el sagrario, estaba de rodillas, con las manos juntas o cruzadas sobre su pecho, o extendidas, cuando estaba sola, hacia Dios preso de amor. Todo en ella exhalaba recogimiento; una modestia consumada componía todos sus sentidos. Nada más que ver a María adorando a Jesús despertaba la fe, inspiraba devoción y encendía el fervor de los fieles.
  • María adoraba a Jesús sacramentado con el amor más ardiente y puro. Después de abismarse en la consideración de la grandeza y de la majestad divina, levantaba los ojos hacia ese Tabor de amor, para contemplar su hermosura y bondad inefables en el acto soberano de la Eucaristía. Ella sabía muy bien los combates y los sacrificios que esta dádiva costó a su hijo y había compartido las ansias de su corazón en la última cena. ¡Oh, qué contenta se vio cuando le reveló Jesús que había llegado por fin la hora del triunfo de su amor, que iba a instituir el adorable sacramento por cuyo medio sobreviviría perpetuamente en la tierra y podrían todos, compartiendo la felicidad de la Madre de Dios, recibir como ella su cuerpo, verle en alguna manera y disfrutar, merced al estado sacramental, de todas las gracias y de todas las virtudes de los misterios de su vida pasada; que una vez dada la Eucaristía, Dios ya no tendría nada más que dar al hombre fuera del cielo! Al oír esto se echó María a los pies de Jesús, bendiciéndole efusivamente por tanto amor a los hombres y a ella, indigna sierva suya. Se ofreció para servirle en su adorable Sacramento y consintió que se aplazara la hora del galardón para que siguiera siendo adoradora en la tierra y le guardara y le amara y muriera luego junto al divino sagrario.

    Pues en las adoraciones del cenáculo, María reavivaba cada día estos mismos sentimientos. A la vista de Dios anonadado por ella hasta las apariencias de pan, prorrumpía en transportes de gratitud. Alababa con toda su alma esa bondad que excede a toda alabanza, y bendecía y glorificaba al corazón sagrado que inventara y realizara la maravilla del amor divino. Deshacíase en perpetuos hacimientos de gracias por esta dádiva que excede a toda dádiva, por esta gracia manantial de toda gracia. Abrasábase de puro amor ante la Hostia santa y no pocas veces arrasábansele los ojos de ternura y gozo. No podía su corazón contener el ardor de sus sentimientos por Jesús y hubiera querido morir y consumirse de amor a sus pies.
  • Finalmente, María se ofrecía entera al servicio de amor de Dios sacramentado, porque no pone condiciones ni reservas el amor perfecto, ni piensa en sí, ni vive para sí, sino que es extraño a sí mismo para no vivir más que para Dios, a quien ama de todo corazón. María lo ordenaba todo al servicio eucarístico de Jesús como hacia su centro y a su fin. Una corriente de gracias se establecía entre el corazón de Jesús sacramentado y el corazón de María adoradora, produciendo como dos llamas que se unían en un mismo centro. En verdad que fue Dios entonces perfectamente glorificado por su criatura.

II

A imitación de María, póngase también el adorador de hinojos en el templo con el respeto más profundo. Recójase como María y póngase a su lado para adorar. Vaya ante nuestro Señor con aquella modestia, con aquel recogimiento interior y exterior, que maravillosamente preparan al alma al oficio angelical de la adoración.

Adore a Jesús debajo de las especies eucarísticas con la fe de María y de la santa Iglesia, dos madres que nos ha dado el amor del Salvador. Adore a Dios como si lo viera y le oyera, pues una fe viva ve, oye, toca, abraza, con mayor certidumbre que la de los sentidos.

Para apreciar bien el don de la adorable Eucaristía contemple a menudo, como María, los sacrificios que exigió el amor de nuestro Señor. La vista de estos combates y de esa victoria le dirá la gratitud que debe a un Dios tan bueno. Alabe, bendiga, ensalce la grandeza, la bondad, el triunfo del amor al instituir la santísima Eucaristía como memorial siempre vivo, como don de sí que siempre resulta nuevo.

Y en esto se ofrecerá como María su divina madre de todo corazón a Jesús para adorarle, amarle y servirle como pago de tanto amor. Se consagrará a honrar el estado sacramental del Salvador,
copiando en su vida las virtudes que Jesús continúa y glorifica en ella de modo admirable. Honra esa humildad tan profunda que llega hasta anonadarse enteramente debajo de las santas especies; esa abnegación de su gloria y de su libertad que le hace prisionero del hombre, esa obediencia que le hace servidor de todos.

En estos obsequios tomará a María como modelo y protectora. La honrará y amará como reina del cenáculo y madre de los adoradores, títulos que ella estima muchísimo y que son gloriosos
para Jesús.

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Fuente: Caballeros de la Virgen


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El Credo, reloj del mundo https://www.reinadelcielo.org/el-credo-reloj-del-mundo/ Fri, 20 Jan 2023 08:53:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=571 Una oración que es un compendio de la historia del mundo, que en pocas palabras pone en secuencia perfecta los hechos más relevantes de ésta maravillosa historia de amor, del amor de un Dios por Su criatura. Palabra por palabra va desandando los pasos que marcan desde el origen de los tiempos, hasta el retorno del hombre al paraíso que nunca debió perder.

Porque yo creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, desde el Génesis, el origen de todo. Nuestro Papá Bueno puso en el pueblo Judío la semilla de Su Amor, para que fructifique y nos lleve a la Jerusalén Gloriosa. La Jerusalén que fue Su Casa, Su Morada, lugar al que El iba a venir a nosotros hecho Hombre, hecho Hermano nuestro.

Así es que yo creo en Jesucristo, Su Único Hijo, nuestro Señor, porque como dice Juan en el inicio de su Evangelio, el Verbo existió desde el inicio. Cristo estaba presente desde antes de la misma creación, porque es parte del Padre, es Dios como El y en El. Pero el Verbo quiso encarnarse y venir a nosotros, por eso fue Concebido por Obra y Gracia del Espíritu Santo, de El mismo, el mismo Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Divino.

Dios quiso vivir nuestra misma aventura terrenal, quiso vivir una vida como la nuestra. Y así nació de Santa María Virgen, la Criatura más perfecta que Dios jamás creó. Ella se transformó en el Nuevo Templo, la Nueva Casa de Dios en medio de Su pueblo. Pero Su pueblo no lo reconoció, y El padeció bajo el poder de Poncio Pilatos, siendo humillado y despreciado, hasta el extremo de que fue Crucificado, Muerto y Sepultado.

Pero nuestro Dios hecho Hermano, hecho Hombre, no vino en vano. Su Cruz fue triunfo, Su sacrificio debía abrir los Cielos de la Salvación para nosotros. Por eso es que descendió a los infiernos, y al tercer día Resucitó entre los muertos. De éste modo completó la obra de la Redención, y reconcilió al hombre con Su Padre, lavando las culpas de Adán, y transformándose en el nuevo Adán, el Hombre Perfecto en el Amor que Dios siempre esperó de Su Criatura.

Parusía

Habiendo culminado Su tiempo en ésta tierra, El subió a los Cielos, y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso. Jesús volvió a Su Casa después de habernos mostrado con Su ejemplo el Camino a nuestro Hogar, la Verdad de Su Palabra, y la Vida Eterna, la Vida en el Reino de Su Padre. Y desde allí vendrá a juzgar a vivos y muertos, como el Justo Juez. Porque El se ha ganado todos los méritos para juzgarnos, habiendo comprado Su Trono, que es la Cruz, al precio de Su Sangre.

Sin embargo, Jesús no quiso dejar Su Obra incompleta. El fundó Su nuevo Pueblo, que lleva Su Nombre, derramando el Pentecostés en el Cenáculo para dar vida eterna a Su nueva y naciente Iglesia. Por eso es que yo creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida, fuerza vital que nos anima como Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo. Y también creo en la Santa Iglesia Católica, construida sobre la sangre de los mártires en aquellos primeros siglos después de la Ascensión del Señor a Su Reino. Y cómo no creer en la Comunión de los Santos, en la unión de las almas santas, las que llegaron al Reino, con las que aún están en el lugar de la purificación, unidas a las de aquellos que todavía estamos militando aquí. Los santos han dado vida a la iglesia a lo largo de los siglos, porque han sido el vehículo, el canal a través del cual Dios ha formado y hecho crecer a Su Cuerpo Místico hasta llevarlo a la edad madura.

Por eso, porque nuestra Iglesia ha llegado a la edad madura, creo en el perdón de los pecados. No sólo porque es un Sacramento que Jesús mismo nos ha legado, sino porque es evidente que vivimos los tiempos de la Misericordia, como Jesús mismo se lo anunció a Santa Faustina. Este es un tiempo de Gracia, como nos dice la Virgen en Medjugorje. Es un tiempo de espera, de perdón frente a tantos pecados de negación de Dios que comete el mundo actual.

Y si ya hemos llegado al perdón de los pecados, a los tiempos de la Misericordia, ¿qué falta, según el Credo, para que culmine ésta historia? Sólo resta que el Credo me recuerde que creo en la resurrección de la carne, y la Vida Eterna. O sea, que estamos en la última estación antes de que se lleve a cabo la promesa de Jesús, la promesa del Reino.

El Credo es la suprema expresión de fe que rezamos en cada Eucaristía. Con nuestros ojos elevados al Cielo le mostramos a Dios nuestra confianza en Su Palabra, en Su Anuncio. Y si bien no sabemos cuanto tiempo queda para que se cumpla lo anunciado, también está claro que estamos en el bloque final de ésta historia, ya sea que este último capítulo dure mil años o un día. ¡Que así sea!


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Seamos Luz https://www.reinadelcielo.org/seamos-luz/ Fri, 20 Mar 2020 11:21:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=461 ]]> Mirando a nuestro alrededor rápidamente comprendemos que el mundo es oscuridad, de tal modo que o bien alumbramos el mundo, o nos sumimos en su misma oscuridad. En cada instante de nuestra vida, sea un segundo, un minuto o una década, solo podemos dar dos cosas: luz u oscuridad. En la pequeña gruta de Belén ocurría igual, solo había oscuridad, como en el mundo de hoy. Pero allí, en medio de la oscuridad, ¡vino la Luz al mundo!

Mi primer pensamiento cuando trato de comprender como se manifiesta esa Luz en el mundo, evoca esas reuniones de la iglesia primitiva, en los primeros siglos después de la Resurrección. Unidos en una fe espiritual, plena de confianza en la Presencia del Resucitado, ellos se dejaban alumbrar a pesar de la persecución y la pobreza. Compartían el mayor alimento que persona alguna pueda pretender: la Hostia Consagrada. En esas uniones consagradas a Dios, ellos se dejaban alumbrar por la Luz de Jesús, y como espejos perfectos devolvían esa Luz al mundo. Ellos eran luz.

eucaristia

Con el paso de los siglos y al impulso de tantas santas generaciones, el hombre se elevó hasta hacer en buena medida a Dios el centro de su vida. Pero, en el cenit del cristianismo, el mundo empezó a caer en una negación creciente de la necesidad de tener a Jesús presente en todo. En este camino descendiente, el siglo XXI se ha iniciado envuelto en una oscuridad espiritual agobiante, que envuelve y ahoga todo a su alrededor. Nosotros, como los cristianos de los primeros tiempos, estamos dentro de estas catacumbas espirituales, solo que esta vez el encierro esta en los corazones.

Como los cristianos de la iglesia primitiva, tenemos que hacernos fuertes en nuestra vida interior, debemos crecer espiritualmente. Si permitimos que la Luz de Jesús entre dentro nuestro, si dejamos que El se apodere de nuestra alma, seremos como espejos que reflejarán Su Luz en este mundo desértico. ¡Seremos Luz! Luz, como Jesús lo es, de tal modo que de nosotros brote esa luminosidad, que es la Luz del Salvador, la Única Luz Verdadera. Cuando la gente vea esa llama iluminándonos, dirán: ¡miren como se aman! Será un nuevo Pentecostés.

En el Cenáculo, los Apóstoles acompañados de María recibieron la Luz de Dios de tal modo que lenguas de fuego descendieron sobre ellos, iluminándolos, haciéndolos antorchas espirituales. El Espíritu Santo, como Jesús les había prometido, les dio la sabiduría y la fortaleza que no tenían. Se hicieron Luz, y salieron por los caminos a alumbrar, a construir la Iglesia que el Señor les había dejado como legado. Nosotros recibimos esa iglesia como herencia; laicos o consagrados, somos nosotros los miembros de esa iglesia. Somos manos, brazos, piernas, cuerpo Místico de Jesús, la Luz que emana de Cristo, emana de Su Iglesia, ¡por eso nosotros somos Luz!

Cuando damos Luz, irradiamos paz y unión, serenidad y seguridad, fortaleza y verdadera sabiduría. Cuando damos Luz, rompemos las barreras que nos separan del amor, y dejamos que Jesús se derrame en torrentes incontenibles sobre quienes nos rodean. Así, cediendo a la fuerza de ese manantial de amor irrefrenable, abramos nuestros corazones a Jesús, en María, y con María, de tal modo que el Señor nos haga faros de Su Luz, centella que ilumina el horizonte.

¡Y la Luz vino al mundo!

Autor: Reina del Cielo


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Bajar del Tabor, salir del Cenáculo https://www.reinadelcielo.org/bajar-del-tabor-salir-del-cen%e2%a4%b5lo/ Thu, 21 Mar 2019 16:51:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=327 Cuando Jesús subió al monte Tabor y transfigurándose en luz apareció junto a los Profetas del Antiguo Testamento, generó tal gozo en los apóstoles que lo acompañaban que ellos quisieron quedarse allí, para vivir en forma permanente la Gracia de la Presencia de Dios en ese lugar.

Sin embargo Jesús les explicó que la vida debe ser vivida en trabajo y obra para beneficio del Padre, no para disfrutar de las caricias que circunstancialmente el Cielo da. Bajaron entonces del Tabor a seguir el camino, que terminó en la Pasión y Cruz en Jerusalén.

Cuando María y los apóstoles se reunieron en el Cenáculo en Jerusalén y recibieron la llama del Espíritu Santo, no solo se llenaron de Sus Dones, sino que sintieron un gozo inmenso que los llevó a disfrutar en felicidad el momento. Y si bien se quedaron unos días disfrutando de la unión y llenos del Espíritu Divino, y en la Presencia de María, la Madre de Dios los envió a los cuatro puntos del mundo a evangelizar y crear la Iglesia de Dios. Salieron entonces del Cenáculo para seguir el camino, y muchos de ellos para terminar crucificados, lapidados o perseguidos por difundir la Palabra del Señor.

¿Cuál es la enseñanza que vemos en estos dos hechos, que vienen directamente de Jesús y María?.

Muchas veces buscamos en la oración o en el contacto con Dios sólo consuelo o relajación por las presiones del mundo. Lamentablemente algunas disciplinas espirituales modernas llevan a la gente a la meditación sólo como forma de sentirse mejor, de liberarse del estrés del mundo actual. Particularmente las tendencias orientalistas tan en boga en muchas sociedades de occidente, que por moda buscan su espiritualidad en el lugar equivocado.

laicosOrar es dialogar con Dios, es buscar Su encuentro en nuestros corazones. Muchas veces la oración nos encuentra en serenidad y alegría, mientras en otras oportunidades nos cuesta orar, como si estuviéramos caminando en arena pesada. ¿Entonces orar es malo?. ¿Debemos dejar de orar?. Como decía el Padre Emiliano Tardiff: ¡a veces es Viernes Santo y a veces es Domingo de Pascua!. Si Jesús tuvo momentos de enorme gozo y también momentos de inmenso dolor, nosotros no podemos pretender que al acercarnos a Dios sólo encontremos consuelo y relax. No podemos buscar a Dios como un consuelo o como un analgésico espiritual. El mensaje de Jesús es fuerte: ¡Hay que salir y enfrentar las injusticias y los dolores del mundo!. También hay que vencer las debilidades de la naturaleza humana, las tentaciones cotidianas.

Lo mismo ocurre con aquellos que buscan permanentemente la Presencia Mística de Jesús o María, los milagros, las manifestaciones de Ellos aquí. Pero se quedan con el placer que eso les dá, sin cambiar su vida realmente, sin enfrentar los dolores y los altos costos de una conversión verdadera.

Buscar a Jesús es tomar su Cruz, y seguirlo. ¿Entendemos qué es realmente la Cruz?. ¿Creemos que llevar la Cruz es una forma de encontrar alivio a nuestros problemas mundanos?. Llevar la Cruz es una forma de imitar la disposición del Señor a enfrentar, por amor, todas las injusticias e impiedades del mundo.

Cuando encontramos regocijo, en esos momentos en que Dios nos da regalos que nos consuelan y acarician el alma, tocamos el Cielo, sentimos la cercanía del Reino. Pero no podemos quedarnos allí, ya que el camino al Gólgota nos está esperando allí abajo, en la forma y los tiempos en que la Voluntad de Dios disponga.

Buscar sinceramente a Dios no es buscar relajación, felicidad terrenal o solución a nuestros problemas. Todo lo contrario: buscar al Señor es aceptar Su Voluntad para cualquier cosa que El quiera hacer de nuestra vida, sea lo que nosotros esperamos, o todo lo contrario.

Dios, en Su infinito amor, nos regala momentos parecidos a lo que ocurrió en el Monte Tabor, o a lo que ocurrió en el Cenáculo en Jerusalén. No nos quedemos allí: bajemos del Tabor, salgamos del Cenáculo y vayamos al mundo a difundir Su Palabra, a dar testimonio de Su amor, aunque duela.


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