catequista – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Fri, 05 Mar 2021 19:19:45 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 Laus, donde la Virgen se apareció durante 54 años https://www.reinadelcielo.org/laus-donde-la-virgen-se-aparecio-durante-54-anos/ Thu, 04 Mar 2021 07:12:49 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=8969 El santuario mariano de Nuestra Señora de Laus, en Francia, en el año 2014 se celebró el 350º aniversario de las primeras apariciones de la Virgen María a Benedicta Rencurel. Se trata de unas apariciones peculiares, porque se prolongaron durante 54 años. Otro rasgo típico del santuario, situado en una región montañosa del sureste de Francia, es el buen olor que, sin causa aparente, se deja sentir en ciertas ocasiones. En su libro Hipótesis sobre María, el escritor italiano Vittorio Messori dedica un capítulo a estas apariciones, que reproducimos por cortesía de Libros Libres:

El mundo de esta María de Nazaret es realmente inagotable y está lleno de pequeñas y grandes sorpresas, aunque siempre tranquilizadoras.

Pensaba en ello durante los días de calor de un mes de agosto, mientras recorría la autopista que lleva desde Turín al túnel del Fréjus. Antes de llegar a Bardonecchia, es decir, antes de la entrada del gran túnel, se sale a Oulx, recorriendo la nacional por el puerto del Monginevro. Pasando aquí la frontera (o ex: policías y financieros ya han desaparecido) se prosigue por la national francesa que lleva a Briançon y, desde ahí, sigue hacia Gap. Antes de llegar a esta ciudad, a unos noventa kilómetros de la frontera italiana, una serie de señales llevan a trepar por una placentera montaña, hasta una altura de poco más de novecientos metros. Un panorama hermosísimo, que ha permanecido prácticamente intacto, y un aire tonificante: este departamento, llamado de los Hautes Alpes, es famoso por su clima, que une las virtudes alpinas con las marinas, procedentes de la no lejana Provenza.

Así llegamos a Notre Dame du Laus, Nuestra Señora del Lago (éste es el significado de Laus en el dialecto local occitano). Lugar extraordinario, y no sólo por lo placentero, sino sobre todo por el mensaje espiritual que trasmite desde hace más de tres siglos y que, en el fondo, todavía hay que descubrir por completo. Con frecuencia, lo es para los mismos franceses que, o no lo conocen o sólo han oído algo gracias a los llamados «perfumes del Laus».

En efecto, ocurre esto: La mujer que se encuentra en el origen del santuario y de la peregrinación correspondiente fue guiada a este solitario altiplano por la Virgen misma, quien le dijo que el lugar exacto donde quería que su Hijo fuese adorado se le revelaría por el «buen olor». Así ocurrió de hecho y, desde entonces (las apariciones, lo veremos, duraron más de medio siglo) la vidente salía de sus encuentros místicos con la Madre de Dios completamente impregnada de misteriosos e intensos perfumes.

En cualquier lugar, de forma inesperada

Laus lugar de aparicón de la Virgen

El fenómeno se ha observado sin interrupción hasta nuestros días: puede ocurrir en la iglesia-santuario (donde, en efecto, no se acostumbra a depositar flores perfumadas para no inducir a confusión con ellas); pero puede ocurrir también en las casas de acogida para los peregrinos, que rodean el lugar sacro o, incluso -ha sucedido con frecuencia- en el amplio aparcamiento. Yo mismo durante mis estancias, he hablado con muchos huéspedes -gente sólida, positiva, no visionarios -que habían percibido estos efluvios, cuyo efecto parece proporcionar una grandísima alegría y una gran consolación espiritual.

Recientemente, un docente universitario, François de Muizon, que ha realizado una investigación sobre este fenómeno, ha escrito:

«Se imponen algunas constataciones. Ante todo, no es factible la hipótesis de un truco: nadie podría provocar estos perfumes en circunstancias y lugares tan distintos. Además, no se trata de un hecho derivado de fuentes odoríferas naturales, puesto que los efluvios se sienten indistintamente en todas las estaciones, de día y de noche, en el interior y en el exterior. Antes de haberse encontrado inmersos en ellos repentinamente, muchísimos testigos ignoraban la misma existencia de estos buenos olores del Laus. Esto hace implanteables las habituales explicaciones a las que se suele acudir instintivamente, como la autosugestión, el delirio o la histeria. El misterio aumenta no sólo por el grandísimo número de testimonios, sino también por su permanencia a lo largo de los siglos, a través de tiempos y culturas completamente distintas».

Naturalmente, el creyente no se sorprenderá de estos hechos, puesto que el perfume acompaña con frecuencia a la vida en comunión con el Evangelio. «En olor de santidad” dice-la expresión estereotipo: no sólo olor de los muertos, a veces también de los vivos, como se cuenta por ejemplo del padre Pío de Pietrelcina.

Con frecuencia, el perfume va unido a los prodigios marianos (…) Una señal de presencia mariana que, en el santuario francés del que nos ocupamos en esta ocasión, parece haberse hecho permanente y tan habitual que muchos de los que frecuentan estos lugares lo consideran casi normal.

54 años de presencia mariana

Presencia mariana, decíamos: pues bien, si ésta es la realidad que caracteriza todo lugar donde se dice que la Virgen se ha aparecido, esta presencia alcanza tal vez, en Laus su vértice mundial. En efecto, ¡la vidente gozó de las visitas de la Madre durante 54 años! Entre un encuentro y otro con Ella, los hubo también con Cristo mismo, con santos y con ángeles. Así, precisamente Notre Dame du Laus se ha citado en estos años a propósito de Medjugorje, donde las apariciones, sobre las que la Iglesia aún no se ha pronunciado, han sido juzgadas, por muchos, como implanteables a priori por la duración de los fenómenos y el consecuente número de mensajes que se habrían entregado a los jóvenes videntes. En realidad, por lo menos existe un precedente y es precisamente éste del que hablamos.

La Señora que vino a estos Alpes Marítimos (y que se autodenominó Dame Marie) apareció y habló a la misma persona durante más de medio siglo. Y no hay que pensar en la acostumbrada creencia popular sin fundamento, puesto que una larga serie de obispos ha reconocido y animado la peregrinación. Y la vidente es, desde hace tiempo, Venerable, mientras que se ha retomado recientemente -con buenas perspectivas- el iter para alcanzar la beatificación.

Ha llegado el momento de hablar de esta privilegiada especial del Cielo, de esta Venerable Benoite Rencurel. Nació el 17 de septiembre de 1647 en este rincón apartado de lo que entonces se llamaba el Delfinado. La infancia de Benita -ésta es la trascripción de su nombre en francés- fue la habitual para los campesinos de entonces: miseria, analfabetismo, viudedad de su madre y empleo como pastorcilla de los vecinos.

La Virgen, maestra y catequista

Aparición Virgen de Laus

Las montañas que circundan su pueblo natal (entonces Saint-Etienne d’Avanón, ahora Saint -Etienne Le Laus, en honor del santuario) son ricas en tierra de yeso que, cocida en hornos excavados con forma de gruta, proporciona buena cal. Precisamente en uno de estos hornos, en mayo de 1664, mientras está ocupada supervisando ovejas y cabras mientras recita su rosario, Benoîte vio la misma Bella Señora que, más de dos siglos después, vería Bernadette y que, también aquí como en Lourdes, se limita en esa primera visita a mostrarse luminosa y sonreír. Se seguirán otras apariciones silenciosas. Después, poco a poco, la Señora empezará a hablar, a responder a las preguntas, a hacerlas también ella y a dar consejos e indicaciones a la joven vidente. Así comienza esa especie de recorrido pedagógico que continuará hasta la muerte de Benoite.

En efecto, ésta es la extraordinaria originalidad de Laus: Dame Marie toma en sus manos -como una madre y, al mismo tiempo, una maestra- no sólo la educación religiosa, sino también la humana de aquella que no es más que una tosca e ignorante pastorcilla montañera. Y una vez formada, le confía la construcción de un santuario, la organización de una peregrinación, la acogida, guía y preparación a los sacramentos de la confesión y de la comunión de los peregrinos… Cuando algunas monjas de Saboya proponen instalarse en Laus, esperando convencer a Benita para que se hiciera hermana suya, el testimonio de la vidente nos refiere que «la Madre de Dios dijo que eso no se podía hacer, que esas religiosas estaban demasiado retiradas, que era necesario que ella viera a los peregrinos, que hablara con ellos cuando se lo pedían, para darles los consejos necesarios, como Dios la inspiraba. Y esto no lo habría podido hacer en un monasterio, donde habría estado demasiado encerrada…»

De esta singularidad se deriva otra: desde el principio, subir al Laus no se ha entendido, como en los demás santuarios, en el sentido de una visita individual, rápida, para volver de inmediato al lugar del que se ha llegado. Este monte es un lugar de pedagogía celestial, de estancia prolongada con la Madre. De aquí la presencia, desde el comienzo, de casas de acogida donde comer, dormir y encontrarse con los hermanos entre una práctica religiosa y la siguiente. Es una costumbre que no sólo sigue sino que, en estos tiempos, se ha ampliado y organizado con mucha atención, respetando siempre la tradición de sencillez. Llegar a este altiplano significa descubrir una eficiente ciudadela mariana, con hôtelleries abiertas todo el año, que pueden acoger a centenares de personas y que ponen a su disposición enormes salas de reuniones (…)

Una muchacha ignorante, misionera de la Virgen

Volvamos a Benoîte, a la que hemos dejado al principio de su extraordinaria aventura. Después de algunos meses de familiaridad, Dame Marie le impuso ir a la otra parte del valle, al altiplano llamado precisamente «el Lago», le Laus en occitano, donde no había más que poquísimas casas y una pequeña y mísera capilla que Benoîte habría reconocido «por sus buenos olores». Con una disposición insensata desde el punto de vista humano, para una muchacha ignorante, sin medios, sin ningún prestigio social, la Señora le confía precisamente a ella la construcción de un santuario.

Naturalmente, por una serie de circunstancias providenciales, con la concatenación de golpes de escena imprevistos, ocurre lo imposible: en pocos años, donde no había más que ovejas y cabras surge un lugar de culto que desafiaría al tiempo. Aún hoy, la basílica construida en tiempos de la vidente tiene en su interior la capilla primitiva, llamada de La Bonne Rencontre, el nombre que los alpinos dan a la Anunciación. En el ábside de la capilla está el altar mayor del santuario, ante cuyo tabernáculo arde la lámpara habitual. Pero no es corriente el rito que todos los peregrinos realizan aquí: después de arrodillarse para adorar al Santísimo, meten los dedos en el aceite de la lámpara y, con él, hacen la señal de la cruz.

Pequeñas ampollas de aceite se envían a toda Francia y a muchos otros países en los que se ha difundido el culto. En efecto, según una promesa de Dame Marie misma a su benjamina, el contacto con ese líquido, con una actitud de fe hacia la omnipotencia del Hijo, provocaría prodigios de curación espiritual y, también, física.

Por tanto, junto a los misteriosos perfumes (y junto, decíamos, a la estancia: ecclesia et domus), la unción con el aceite de la lámpara del Santísimo parece caracterizar este lugar mariano. Una forma sanamente material de vivir la devoción que conquistó al pueblo, pero que causó repugnancia al jansenismo que, en aquella segunda mitad del siglo XVII, implicó a mucho clero, sobre todo francés. De aquí, desconfianzas y persecuciones hacia la vidente, tras la acogida positiva -aunque con la prudencia acostumbrada- de la Iglesia local, representada por la diócesis de Embrun, suprimida por la Revolución y, a continuación, unida definitivamente a la de Gap. Como siempre, la oposición se demostró fecunda, confirmando la solidez espiritual de la mujer, formada en la fe por la Virgen misma, como reconocieron los obispos tras largos y extenuantes interrogatorios.

Devoción que sobrevivió al cambio de siglo

Nuestra Señora de Laus

Es un hecho que las persecuciones cesaron y que la peregrinación pudo continuar, aunque en medio de algunas interrupciones debidas al paso de los ejércitos.

Así siguió hasta el final también el contacto continuo de Benoîte con el Cielo: moriría a los 71 años, en 1718, rodeada por la veneración y agradecimiento de todos. Fue sepultada, y lo sigue estando, ante el altar mayor, precisamente bajo la lámpara cuyo aceite sirve cada día para la unción de los devotos.

Con la muerte de la vidente no se extinguió en absoluto la devoción por aquel lugar de culto: más aún, fue tan sólida que pudo sobrevivir a la furia de la Revolución de final de siglo y retomar después su camino, cada vez más desenvuelto.

Tampoco se extinguió la veneración de los peregrinos hacia Benoîte, el instrumento humano elegido por María misma. Pero la supresión de la diócesis de Embrun y, a continuación, la sucesión de distintas congregaciones religiosas en la guía del santuario, hicieron que sólo en 1872 el Papa Pío IX pudiera proclamar oficialmente a la vidente «venerable sierva de Dios».

Causa de canonización en curso

La causa sucesiva para la beatificación encontró obstáculos por parte de algunos historiadores extravagantes, no cierto por parte de los Papas (León XIII concederá a Laus el título de Basílica menor) ni, mucho menos, de los obispos de Gap que, unánimes, se levantaron aquí y recomendaron a sus fieles que hicieran lo mismo.

Los problemas surgieron, parece, porque la causa se había planteado mal, con una investigación insuficiente de las fuentes. Y sin embargo, estas últimas son tales que hacen decir a Yves Chiron, uno de los mayores especialistas actuales, que las de Laus «están entre las apariciones absolutamente mejor documentadas». En efecto, disponemos de los informes escritos de cuatro testigos oculares de la vida de Benoîte, en un total de centenares y centenares de páginas. Recientemente publicados en ediciones críticas, estos textos han permitido a la Congregación vaticana de los santos retomar la causa, y un final positivo parece cercano. Por tanto, la Iglesia podría tener, pronto, una nueva Beata y, a continuación, una nueva santa.

Además, no debe olvidarse la modernidad de esta figura laica (sólo se hizo terciaria dominica), que se convierte en una precisa y comprometida líder espiritual y que muestra las dotes de valor, de decisión y de sabiduría que la fe puede hacer emerger. Es curiosa, entre otras cosas, en aquella época de oscuro jansenismo y de ascetismo con frecuencia exagerado, su llamada (inspirada, se sobreentiende, en lo que le enseñaba su Maestra) a la moderación, incluso de la penitencia. Porque, decía, «si se come demasiado poco y se maltrata demasiado el cuerpo, no se puede rezar bien…».

Así pues, he aquí otras figuras, he aquí otras historias del polícromo y fascinante mundo mariano, tan desconocido hoy incluso para muchos cristianos. Un mundo que una estancia en Laus, esta isla «perfumada» de paz para el alma y de distensión para el cuerpo, puede contribuir a descubrir.

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Fuente: Alfa y Omega


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San Pio X, papa y patrono de los catequistas https://www.reinadelcielo.org/san-pio-x-papa-y-patrono-de-los-catequistas/ Mon, 21 Aug 2017 16:02:07 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=10034 San Pío X fue sacerdote con cargo parroquial, luego obispo de Mantua y después patriarca de Venecia. Finalmente, elegido Sumo Pontífice, adoptó una forma de gobierno dirigida a instaurar todas las cosas en Cristo, que llevó a cabo con sencillez de ánimo, pobreza y fortaleza, promoviendo entre los fieles la vida cristiana por la participación en la Eucaristía, la dignidad de la sagrada liturgia y la integridad de la doctrina (1914).Giuseppe Melchiorre Sarto, quien luego sería el Papa Pío X nació el 2 de Junio de 1835 en Riese, provincia de Treviso, en Venecia. Sus padres fueron Giovanni Battista Sarto y Margarita Sanson. Su padre fue un cartero y murió en 1852, pero su madre vivió para ver a su hijo llegar a Cardenal. Luego de terminar sus estudios elementales, recibió clases privadas de latín por parte del arcipreste de su pueblo, Don Tito Fusarini, después de lo cual estudió durante cuatro años en el gimnasio de Castelfranco Veneto, caminando de ida y vuelta diariamente.

En 1850 recibió la tonsura de manos del Obispo de Treviso y obtuvo una beca de la Diócesis de Treviso para estudiar en el seminario de Padua, donde terminó sus estudios filosóficos, teológicos y de los clásicos con honores. Fue ordenado sacerdote en 1858, y durante nueve años fue capellán de Tómbolo, teniendo que asumir muchas de las funciones del párroco, puesto que éste ya era anciano e inválido. Buscó perfeccionar su conocimiento de la teología a través de un estudio asiduo de Santo Tomás y el derecho canónico; al mismo tiempo estableció una escuela nocturna para la educación de los adultos, y siendo él mismo un ferviente predicador, constantemente era invitado a ejercer este ministerio en otros pueblos.

En 1867 fue nombrado arcipreste de Salzano, un importante municipio de la Diócesis de Treviso, en donde restauró la iglesia y ayudó a la ampliación y mantenimiento del hospital con sus propios medios, en congruencia con su habitual generosidad hacia los pobres; especialmente se distinguió por su abnegación durante una epidemia de cólera que afectó a la región. Mostró una gran solicitud por la instrucción religiosa de los adultos.

En 1875 creó un reglamento para la catedral de Treviso; ocupó varios cargos, entre ellos, el de director espiritual y rector del seminario, examinador del clero y vicario general; más aún, hizo posible que los estudiantes de escuelas públicas recibieran instrucción religiosa.

En 1878, a la muerte del Obispo Zanelli, fue elegido vicario capitular. El 10 de Noviembre de 1884 fue nombrado Obispo de Mantua, en ese entonces una sede muy problemática, y fue consagrado el 20 de Noviembre. Su principal preocupación en su nuevo cargo fue la formación del clero en el seminario, donde, por varios años, enseñó teología dogmática y, durante un año, teología moral. Deseaba seguir el método y la teología de Santo Tomás, y a muchos de los estudiantes más pobres les regaló copias de la “Summa Theologica”; a la vez, cultivó el Canto Gregoriano en compañía de los seminaristas. La administración temporal de la sede le impuso grandes sacrificios.

En 1887 celebró un sínodo diocesano. Mediante su asistencia en el confesionario, dio ejemplo de celo pastoral. La Organización Católica de Italia, conocida entonces como la “Opera dei Congressi”, encontró en él a un celoso propagandista desde su ministerio en Salzano. En el consistorio secreto celebrado en Junio de 1893, León XIII lo creó Cardenal, con el título de San Bernardo de las Termas; y en el consistorio público, tres días más tarde, fue preconizado Patriarca de Venecia, conservando mientras tanto el título de Administrador Apostólico de Mantua. El Cardenal Sarto fue obligado a esperar dieciocho meses, antes de tomar posesión de su nueva diócesis, debido a que el gobierno italiano se negaba a otorgar el exequatur, reclamando que el derecho de nominación había sido ejercido por el Emperador de Austria. Este asunto fue tratado con amargura en periódicos y panfletos; el Gobierno, a manera de represalia, rehusó extender el exequatur a los otros obispos que fueron nombrados durante este tiempo, por lo que el número de sedes vacantes creció a treinta.

Finalmente, el ministro Crispi, habiendo regresado al poder, y la Santa Sede, habiendo elevado la misión de Eritrea a la categoría de Prefectura Apostólica en atención a los Capuchinos Italianos, motivaron al Gobierno a retractarse de su posición original. Esta oposición no fue causada por ninguna objeción contra la persona de Sarto. En Venecia el cardenal encontró un estado de cosas mucho mejor que el que había hallado en Mantua. También allí puso gran atención en el seminario, donde logró establecer la facultad de derecho canónico.

En 1898 celebró el sínodo diocesano. Promovió el uso del Canto Gregoriano y fue gran benefactor de Lorenzo Perosi; favoreció el trabajo social, especialmente los bancos en las parroquias rurales; se dio cuenta de los peligros que entrañaban ciertas doctrinas y conductas de algunos Cristiano-Demócratas y se opuso enérgicamente a ellas. El Congreso Eucarístico Internacional de 1897, en el centenario de San Gerardo Sagredo (1900), la bendición de la primera piedra del nuevo campanario de San Marcos y la capilla conmemorativa en el Monte Grappa (1901) fueron eventos que dejaron una profunda impresión en él y en su gente. A la muerte de León XIII, los cardenales se reunieron en cónclave y, después de varias votaciones, Giuseppe Sarto fue elegido el 4 de Agosto al obtener 55 de 60 votos posibles. Su coronación tuvo lugar el siguiente Domingo, 9 de Agosto de 1903.

En su primera Encíclica, deseando revelar hasta cierto punto su programa de trabajo, mencionó el que sería el lema de su pontificado: “instaurare omnia in Christo” (Ef 1,10). En consecuencia, su mayor atención giró siempre sobre la defensa de los intereses de la Iglesia. Pero ante todo, sus esfuerzos también se dirigieron a promover la piedad entre los fieles, y a fomentar la recepción frecuente de la Sagrada Comunión, y, si era posible, hacerla diariamente (Decr. S. Congr. Concil., 20 de Diciembre, 1905), dispensando a los enfermos de la obligación de ayunar para poder recibir la Sagrada Comunión dos veces al mes, o incluso más (Decr. S. Congr. Rit., 7 de Diciembre, 1906). Finalmente, mediante el Decreto “Quam Singulari” (15 de Agosto, 1910), recomendó que la Primera Comunión en los niños no se demorara demasiado tiempo después de que alcanzaran la edad de la discreción. Fue por deseo suyo que el Congreso Eucarístico de 1905 se celebró en Roma, mientras que aumentó la solemnidad de los congresos Eucarísticos posteriores mediante el envío de cardenales legados.

El quincuagésimo aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción fue una ocasión que supo aprovechar para impulsar la devoción a María (Encíclica “Ad illum diem”, Febrero 2,1904); y el Congreso Mariano junto con la coronación de la imagen de la Inmaculada Concepción en el coro de la Basílica de San Pedro fueron una digna culminación de la solemnidad. Fuera como simple capellán, como obispo, y como patriarca, Giuseppe Sarto fue siempre un promotor de la música sacra; como Papa publicó, el 22 de Noviembre de 1903, un Motu Proprio sobre música sacra en las iglesias, y, al mismo tiempo, ordenó que el auténtico Canto Gregoriano se utilizara en todas partes, mientras dispuso que los libros de cantos se imprimieran con el tipo de fuente del Vaticano bajo la supervisión de una comisión especial.

En la Encíclica “Acerbo nimis” (Abril 15, 1905), planteó la necesidad de que la instrucción catequética no se limitara a los niños, sino que también fuera dirigida hacia los adultos, dando para ello reglas detalladas, especialmente en lo referente a escuelas adecuadas para la impartición de la instrucción religiosa a los estudiantes de escuelas públicas, y aun de universidades. Promovió la publicación de un nuevo catecismo para la Diócesis de Roma.

Como obispo, su principal preocupación había sido la formación del clero, y de acuerdo con este propósito, una Encíclica dirigida al Episcopado Italiano (Julio 28, 1906) hacía énfasis en la necesidad de tener mayor cuidado en la ordenación de sacerdotes, llamando la atención de los obispos sobre el hecho de que, entre los clérigos más jóvenes, se manifestaba cada vez con mayor frecuencia un espíritu de independencia que era una amenaza para la disciplina eclesiástica. En beneficio de los seminarios italianos, ordenó que fueran visitados regularmente por los obispos, y promulgó un nuevo programa de estudios que había estado en uso en el Seminario Romano. Por otra parte, como las diócesis del Centro y Sur de Italia eran tan pequeñas que sus seminarios respectivos no podían prosperar, Pío X estableció el seminario regional, que es común para las sedes de una región dada; en consecuencia, muchos seminarios, pequeños y deficientes, fueron cerrados.

Para una mayor eficacia en la asistencia a las almas, a través de un Decreto de la Sagrada Congregación del Consistorio (Agosto 20, 1910), promulgó instrucciones concernientes a la remoción de párrocos como un acto administrativo, cuando tal procedimiento requería de graves circunstancias que podían no constituir una causa canónica para la destitución. Con motivo de la celebración del jubileo de su ordenación sacerdotal, dirigió una carta llena de afecto y prudentes consejos a todo el clero. Por un Decreto reciente (Noviembre 18, 1910), el clero había sido impedido de tomar parte en la administración temporal de organizaciones sociales, lo cual era causa frecuente de graves dificultades.

Pero por sobre todas las cosas, la principal preocupación del Papa era la pureza de la fe. En varias ocasiones, como en la Encíclica con respecto al centenario de San Gregorio Magno, Pío X resaltaba los peligros de ciertos métodos teológicos nuevos, los cuales, basándose en el Agnosticismo y el Immanentismo, por fuerza suprimían la doctrina de la fe de sus enseñanzas de una verdad objetiva, absoluta e inmutable, y más aun cuando estos métodos se asociaban con una crítica subversiva de las Sagradas Escrituras y de los orígenes del Cristianismo. Por esta razón, en 1907, publicó el Decreto “Lamentabili” (llamado también el Syllabus de Pío X), en el que sesenta y cinco proposiciones modernistas fueron condenadas. La mayor parte de estas se referían a las Sagradas Escrituras, su inspiración y la doctrina de Jesús y los Apóstoles, mientras otras se relacionaban con el dogma, los sacramentos, la primacía del Obispo de Roma.

Inmediatamente después de eso, el 8 de Septiembre de 1907, apareció la famosa Encíclica “Pascendi”, que exponía y condenaba el sistema del Modernismo. Este documento hace énfasis sobre el peligro del Modernismo en relación con la filosofía, apologética, exégesis, historia, liturgia y disciplina, y muestra la contradicción entre esa innovación y la fe tradicional; y, finalmente, establece reglas por las cuales combatir eficazmente las perniciosas doctrinas en cuestión. Entre las medidas sugeridas cabe señalar el establecimiento de un cuerpo oficial de “censores” de libros y la creación de un “Comité de Vigilancia”. Posteriormente, mediante el Motu Proprio “Sacrorum Antistitum”, Pío X llamó la atención en los interdictos de la Encíclica y las disposiciones que habían sido establecidas previamente bajo el pontificado de León XIII sobre la predicación, y sancionó que todos aquellos que ejercieran el sagrado ministerio o quienes enseñaran en institutos eclesiásticos, así como canónigos, superiores del clero regular, y aquellos que servían en oficinas eclesiásticas, deberían tomar un juramento en el que se comprometían a rechazar los errores que eran denunciados en la Encíclica o en el Decreto “Lamentabili”. Pío X retomó este asunto vital en otras ocasiones, especialmente en las Encíclicas que fueron escritas en conmemoración de San Anselmo (Abril 21, 1909) y de San Carlos Borromeo (Junio 23, 1910), en la segunda de las cuales el Modernismo Reformista fue especialmente condenado.

Como el estudio de la Biblia es, a la vez, el área más importante y más peligrosa de la teología, Pío X deseaba fundar en Roma un centro especial para esos estudios, que les diera la garantía inmediata de una ortodoxia incuestionable y un valor científico; en consecuencia, y con el apoyo de todo el mundo católico, se estableció el Pontificio Instituto Bíblico de Roma, bajo la dirección de los jesuitas.

Una necesidad sentida durante mucho fue la de codificar la Ley Canónica, y con la intención de llevarla a cabo, el 19 de Marzo de 1904, Pío X creó una congregación especial de cardenales, de la que Gasparri, convertido en cardenal, sería el secretario. Las más eminentes autoridades en derecho canónico de todo el mundo, colaboraron en la formación del nuevo código, algunas de cuyas prescripciones ya habían sido publicadas, como por ejemplo, las modificaciones a la ley del Concilio de Trento en lo referente a los matrimonios secretos, las nuevas reglas para las relaciones diocesanas y para las visitas episcopales ad limina, y la nueva organización de la Curia Romana (Constitución “Sapienti Consilio”, Junio 29, 1908). Anteriormente, las Congregaciones para las Reliquias e Indulgencias y de Disciplina habían sido suprimidas, mientras que la Secretaría de Asuntos Menores había sido unida a la Secretaría de Estado. La característica del nuevo reglamento es la completa separación de los aspectos judiciales de los administrativos; mientras que las funciones de algunos departamentos habían sido determinadas con mayor precisión y sus trabajos más equilibrados. Las oficinas de la Curia se dividieron en Tribunales (3), Congregaciones (11), y Oficinas (5). Con respecto a los primeros, el Tribunal de Signatura (constituido exclusivamente por cardenales) y el de la Rota fueron revividos; al Tribunal de la Penitenciaría le fueron dejados únicamente los casos del fuero interno (conciencia).

Las Congregaciones permanecieron casi como estaban al principio, con la excepción de que una sección especial fue agregada al Santo Oficio de la Inquisición para las indulgencias; la Congregación de Obispos y Regulares recibió el nombre de Congregación de Religiosos y tendría que tratar únicamente los asuntos de las congregaciones religiosas, mientras los asuntos del clero secular serían derivados a la Congregación del Consistorio o a la del Concilio; de este último fueron retirados los casos matrimoniales, los cuales serían ahora enviados a los tribunales o a la recientemente creada Congregación de los Sacramentos. La Congregación del Consistorio aumentó grandemente su importancia debido a que tendría que decidir sobre cuestiones que eran competencia de las otras Congregaciones. La Congregación de Propaganda perdió mucho de su territorio en Europa y América, donde las condiciones religiosas habían comenzado a estabilizarse. Al mismo tiempo, fueron publicadas las reglas y regulaciones para empleados, y aquellas para los diferentes departamentos. Otra Constitución reciente presenta una relación de las sedes suburbicarias.

La jerarquía Católica incrementó grandemente su número durante los primeros años del pontificado de Pío X, en los que se crearon veintiocho nuevas diócesis, la mayoría en los Estados Unidos, Brasil y las Islas Filipinas; también una abadía nullius, 16 vicariatos Apostólicos y 15 prefecturas Apostólicas.

León XIII llevó la cuestión social dentro del ámbito de la actividad eclesial; Pío X también deseó que la Iglesia cooperara, o, mejor aún, desempeñara un papel de liderazgo en la solución de la cuestión social; sus puntos de vista en esta materia fueron formulados en un syllabus de diecinueve proposiciones, tomadas de diferentes Encíclicas y otras Actas de León XIII, y publicadas en un Motu Proprio (Diciembre 18, 1903), especialmente para la orientación en Italia, donde la cuestión social era un asunto espinoso a principios de su pontificado. Buscó especialmente reprimir ciertas tendencias que se inclinaban hacia el Socialismo y promovían un espíritu de insubordinación a la autoridad eclesiástica.

Como resultado del aumento constante de divergencias, la “Opera dei Congressi”, la asociación Católica más grande de Italia, fue disuelta. No obstante, inmediatamente después la Encíclica “Il fermo proposito” (Junio 11, 1905) provocó la formación de una nueva organización, constituida por tres grandes uniones, la Popular, la Económica y la Electoral. La firmeza de Pío X logró la eliminación de, por lo menos, los elementos más discrepantes, posibilitando, ahora sí, una verdadera acción social Católica, aunque subsistieron algunas fricciones. El deseo de Pío X es que la clase trabajadora sea abiertamente Católica, como lo expresó en una memorable carta dirigida al Conde Medolago-Albani. También en Francia, el Sillon, después de un origen prometedor, había dado un giro que lo acercaba a la ortodoxia del extremismo democrático social; y los peligros de esta relación fueron expuestos en la Encíclica “Notre charge apostolique” (Agosto 25, 1910), en la cual los Sillonistas fueron conminados a mantener sus organizaciones bajo la autoridad de los obispos.

En sus relaciones con los Gobiernos, el pontificado de Pío X tuvo que mantener luchas dolorosas. En Francia el papa heredó disputas y amenazas. La cuestión “Nobis nominavit” fue resuelta con la condescendencia del papa; pero en lo referente al nombramiento de obispos propuestos por el Gobierno, la visita del presidente al Rey de Italia, con la consiguiente nota de protesta, y la remoción de dos obispos franceses, deseada por la Santa Sede, se convirtieron en pretextos del Gobierno en París para el rompimiento de las relaciones diplomáticas con la Corte de Roma. Mientras tanto la ley de Separación ya había sido preparada, despojando a la Iglesia de Francia y prescribiendo, además, una constitución para la misma , la cual, si bien no era abiertamente contraria a su naturaleza, por lo menos entrañaba grandes peligros para ella. Pío X, sin prestar atención a los consejos oportunistas de quienes tenían una visión corta de la situación, rechazó firmemente consentir en la formación de las asociaciones cultuales. La separación trajo cierta libertad a la Iglesia de Francia, especialmente en materia de la elección de sus pastores. Pío X, sin buscar represalias, todavía reconoció el derecho francés de protectorado sobre los Católicos en el Este. Algunos párrafos de la Encíclica “Editae Saepe”, escrita en ocasión del centenario de San Carlos Borromeo, fueron mal interpretadas por los Protestantes, especialmente en Alemania, por lo que Pío X elaboró una declaración refutándolos, sin menoscabo a la autoridad de su alto cargo. En ese tiempo (Diciembre, 1910), se temían complicaciones en España, así como la separación y persecución en Portugal, para lo cual Pío X ya había tomado las medidas oportunas. El Gobierno de Turquía envió un embajador ante el Papa. Las relaciones entre la Santa Sede y las repúblicas de América Latina eran buenas. Las delegaciones en Chile y la República Argentina fueron elevadas a la categoría de internunciaturas, y se envió un Delegado Apostólico a Centroamérica.

Naturalmente, la solicitud de Pío X se extendió a su propia estancia, realizando un gran trabajo de restauración en el Vaticano; por ejemplo, en las habitaciones del cardenal-secretario de Estado, el nuevo palacio para los empleados, una nueva galería de pinturas, la Specola, etc. Finalmente, no debemos olvidar su generosa caridad en las calamidades públicas: durante los grandes terremotos de Calabria, pidió la ayuda de todos los Católicos del mundo, logrando reunir, al momento del último sismo, aproximadamente 7’000,000 de francos, que sirvieron para cubrir las necesidades de quienes fueron afectados y para la construcción de iglesias, escuelas, etc. Su caridad no fue menor en ocasión de la erupción del Vesubio y de otros desastres fuera de Italia (Portugal e Irlanda). En pocos años, Pío X obtuvo resultados magníficos y duraderos en interés de conservar la doctrina y disciplina Católicas, aún enfrentando grandes dificultades de todo tipo. Hasta los no Católicos reconocen su espíritu apostólico, su fortaleza de carácter, la precisión de sus decisiones y su búsqueda de un programa claro y explícito.

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Fuente: Catholic.net


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