catequesis – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Fri, 07 Feb 2020 12:28:25 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 Mel Gibson y Notre Dame le cambiaron la vida https://www.reinadelcielo.org/mel-gibson-y-notre-dame-le-cambiaron-la-vida/ Fri, 07 Feb 2020 12:28:02 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=23747 ]]> “Desde muy pequeña, Dios despertaba mi curiosidad”, recuerda Isabelle: “Para mí, Él estaba ahí, eso era evidente. Miraba con envidia a mis compañeros de clase cristianos y judíos: sus familias eran tan tranquilas, tan serenas…”

Así que pidió a sus padres ir a catequesis. “¡Eso no entra en nuestra casa!”, fue la respuesta tajante de su padre, argelino de la Cabilia que había abandonado la fe musulmana para entregarse con pasión a la fe comunista. Dios estaba vetado en su familia.

Su abuela, sin embargo, una persona muy devota, la llevó a misa por primera vez un fin de semana que se quedó a dormir en su casa. Fue prácticamente toda la experiencia religiosa de Isabelle en su infancia. “Viví durante mucho tiempo en la desorientación espiritual”, explica a Alexandre Meyer en L’1visible: “Tenía fe, pero sin el más mínimo marco donde desplegarla”.

Sus amigos judíos la llevaban a sus fiestas y pensó hacerse judía. Conoció a protestantes y consideró unirse a ellos. “Intentaron también convertirme al islam, pero fue un fracaso. Estaba un poco perdida”, evoca ahora: “En aquellos encuentros con discusiones apasionantes crecía mi deseo de Dios. Tenía ansias de paz y de serenidad, sed de Dios. Lo que yo veía en todos aquellos creyentes… ¡era tan distinto a lo habitual! Para mí, era Dios quien les transformaba, eso era evidente”.

Cuando Isabelle conoció a quien hoy es su marido, le propuso que ambos buscasen una religión común y se convirtiesen juntos a ella. Pero tampoco en eso tuvo éxito: “Yo necesitaba lo espiritual en mi vida, pero él no experimentaba esa necesidad, así que me la guardé en mi corazón”.

La transformación

Continuó conociendo a personas religiosas, y hace una comparación muy expresiva para describir cómo esos encuentros la fueron guiando “como un embudo” hacia la fe católica.

Faltaba un detonante y lo encontró en el cine, como Pauline, otra conversa. Pero si en el caso de Pauline, generacionalmente más joven que Isabelle, el detonante fueron películas “antiguas” (Ben Hur de 1959, Jesús de Nazaret de 1977), para Isabelle, algo mayor, lo fue una película “moderna”.

“Si a mí, que apenas veo la televisión, me hubiesen dicho que Jesús me convertiría con una película , no lo habría creído. Pero La Pasión de Cristo de Mel Gibson lo cambió todo”, dice sobre el film con el que el actor, director y productor australo-norteamericano deslumbró al mundo en 2004.

Y fue la idea central de La Pasión, al plasmar ante el espectador de forma brutal el carácter expiatorio del sacrificio de la Cruz (una idea de la que muchos en la Iglesia se avergonzaban hace quince años, y por lo que la película fue rechazada explícitamente, por ejemplo, por el episcopado francés), la que transformó el corazón de Isabelle : “Lloré de principio a fin. Comprendí que Cristo había muerto por mí, por mis pecados. Ardía de amor por Jesús. Ahora lo tenía claro: Él murió por mí, Él me ama”.

Aún tenía camino que recorrer y pasaron meses antes de que entrase en una iglesia, con un objetivo muy concreto: “Quería bautizar a mi hijo mayor. La extraordinaria acogida del sacerdote y de la pequeña comunidad parroquial me hizo comprender que se nos amaba tal cual éramos”.

Asistió entonces a misa por segunda vez en su vida, tras aquella, ya tan lejana, con su abuela: “Y entonces adquirí conciencia del milagro, la presencia de Jesús sobre el altar, Jesús siendo distribuido a todos por el sacerdote. Tuve la sensación como de que el templo se hubiese quedado a oscuras y un proyector apuntase hacia el altar. Me entraron ganas de ir uno por uno sacudiendo a todos para decirles: ¡Jesús está ahí!”

Tras ese momento sublime de la mano de Mel Gibson, vino otro de la mano de Nuestra Señora: “Un 15 de agosto recibí una gracia enorme de la Santísima Virgen. Entré con mi marido a visitar Notre Dame de París. Y, como Paul Claudel, él entró en la catedral como no creyente y salió de ella llorando y encendido de amor por Jesús”.

El poeta Paul Claudel, en efecto, vivió una conversión tumbativa en el templo junto al Sena en la misa de Navidad de 1886, a cuyas vísperas asistía por mera curiosidad.

Paul Claudel (1868-1955), escribió en 1937 un poema A los mártires españoles al conocer el genocidio anticatólico que estaba teniendo lugar en la zona frentepopulista durante la guerra civil.

Él mismo relató el momento: “Los niños del coro vestidos de blanco y los alumnos del pequeño seminario de Saint-Nicolas-du-Chardonnet que les acompañaban estaban cantando lo que después supe que era el Magnificat. Yo estaba de pie entre la muchedumbre, cerca del segundo pilar a la entrada del coro, a la derecha del lado de la sacristía. Entonces fue cuando se produjo el acontecimiento que ha dominado toda mi vida. En un instante mi corazón fue tocado y creí. Creí, con tal fuerza de adhesión, con tal agitación de todo mi ser, con una convicción tan fuerte, con tal certidumbre que no dejaba lugar a ninguna clase de duda, que después todos los libros, todos los razonamientos, todos los avatares de mi agitada vida, no han podido sacudir mi fe, ni, a decir verdad, tocarla. De repente tuve el sentimiento desgarrador de la inocencia, de la eterna infancia de Dios, de una verdadera revelación inefable. Al intentar, como he hecho muchas veces, reconstruir los minutos que siguieron a este instante extraordinario, encuentro los siguientes elementos que, sin embargo, formaban un único destello, una única arma, de la que la divina Providencia se servía para alcanzar y abrir finalmente el corazón de un pobre niño desesperado: ‘¡Qué feliz es la gente que cree! ¿Si fuera verdad? ¡Es verdad! ¡Dios existe, está ahí! ¡Es alguien, es un ser tan personal como yo! ¡Me ama! ¡Me llama!’. Las lágrimas y los sollozos acudieron a mí y el canto tan tierno del Adeste aumentaba mi emoción”.

Como Claudel, el marido de Isabelle había sentido la presencia de Dios de forma intuitiva e inmediata, de la misma manera que a ella le había sucedido contemplando vívidamente los sufrimientos de Cristo en la Pasión gracias al talento de un cineasta.

“¡Nos habíamos convertido el mismo año!”, exclama: “Se me hacía imperativo bautizarme. Ya no podía dar marcha atrás. Habían caído las últimas barreras”. La vida de toda su familia quedó transformada: “Mi bautizo fue el día más hermoso de mi vida, después del nacimiento de mis hijos y el encuentro con mi marido. Morir y renacer con Cristo, ¡qué alegría! Tras mi bautismo, nos casamos por la Iglesia y nos hemos comprometido como pareja al servicio del Señor que nos ha colmado de tantos bienes”.

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Fuente: Religión en Libertad


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Un partido de Fútbol https://www.reinadelcielo.org/un-partido-de-futbol/ Fri, 18 May 2018 13:09:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=558 Hace pocos días me escribió una maestra de escuela que enseña religión a sus alumnos. Uno de sus niños le lanzó una pregunta: ¿por qué Dios, que tiene todo el Poder, no frena a los malos, termina con las injusticias y nos hace a todos buenos y santos? La humilde maestra me pedía que en conceptos simples y breves explique a sus niños este tema tan central, relacionado con el libre albedrío que Dios nos dio. Pensé que la mejor manera de hablarle a los pequeños era con un ejemplo cercano a ellos, y en mi cabeza surgió de inmediato el fútbol como modo de acercarme al mundo de los niños actuales, y no sólo de los niños. Y aquí va mi recomendación para ésta linda maestra, deseosa de llevar a éstas almitas a Dios.

Niños jugando al fútbolPodemos comparar a éste mundo con un partido de fútbol en el que hay dos equipos en la cancha: el equipo que defiende el bien, el equipo de Dios, que se enfrenta al equipo del pecado, el de satanás. Jesús es el Juez del partido, el árbitro, que vela para que se respeten las reglas. El corre a nuestro lado, transpira como nosotros, nos mira desde todos los ángulos, sigue cada jugada para asegurarse de que todo ocurra en Justo modo. El Espíritu Santo, por otra parte, es el Director Técnico de nuestro equipo, el que lo dirige y organiza desde el banco de suplentes, adaptando la formación y la estrategia del equipo de acuerdo al desarrollo del partido, y de las tácticas introducidas por el adversario. Dios Padre, finalmente, es el Presidente de nuestro equipo, es quien provee de todo lo necesario para poder estar en la cancha jugando el partido.

Dios quiere que ganemos éste partido contra el mal, pero Su Deseo es que lo hagamos jugando con el reglamento del fútbol, respetando las reglas establecidas y demostrando nuestra capacidad individual y colectiva frente al oponente, el equipo del pecado. Claro que Dios podría dar por terminado el partido de inmediato y declararnos vencedores, ¿pero que mérito tendríamos en ese caso? También podría Jesús, como Juez, ignorar las faltas que cometemos y atribuirnos goles que no convertimos ¿qué clase de Juez sería El en ese caso? El mérito de un equipo de fútbol consiste en derrotar a su oponente bajo las reglas establecidas, y jugando el partido. De éste modo, se declara un justo vencedor y la celebración tiene un sentido.

Trabajar juntosAhora bien, ¿qué responsabilidad les cabe a los jugadores que están en la cancha, que tienen el mejor Club, el mejor Director Técnico, y por supuesto la garantía del más Justo Arbitro que se pueda tener? Les cabe toda la responsabilidad, está obligados a ganar, porque en la tribuna están todos los ángeles, los santos y las almas del purgatorio vivando y aclamando al equipo, deseando que derrotemos al oponente. El equipo del pecado, mientras tanto, tiene a una multitud de demonios en las gradas gritando e insultando a diestra y siniestra, presionando para que el pecado se imponga a nuestro equipo. Equipo vestido de negro, enfrentado a la blanca e inmaculada vestimenta de nuestros jugadores.

Dios quiere que juguemos este partido, donde todos integramos Su Equipo. Que lo hagamos con compromiso y que le demostremos con goles de amor nuestra pertenencia a Su Escuadra. Que venzamos al equipo del pecado, porque en caso contrario nos iremos al descenso, nos perderemos la copa de la victoria. El premio por ganar éste partido es poder ir al Cielo, ni más ni menos. Dios quiere que nos ganemos éste derecho, haciendo valer en la cancha las habilidades y talentos que El mismo nos dio, demostrando que somos capaces de ganarnos nuestro puesto en el equipo, de jugar el partido en sus noventa minutos con todas las ganas de que seamos capaces.

Lo más curioso es que todos los jugadores somos hermanos, y hermanos del Arbitro también. Su Madre lo aclama desde la tribuna, porque sabe que El fue jugador en Su momento. Y fue el mejor jugador de todos los tiempos, porque con Sus goles le aseguró a nuestro equipo el torneo de la Salvación. Ahora El es Juez, pero ninguno de nosotros puede olvidar Sus méritos como jugador, que son infinitos, y le valen el Nombre de Jesús, El que Salva.


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De consumir y vender drogas a catequista comprometido https://www.reinadelcielo.org/de-consumir-y-vender-drogas-a-catequista-comprometido/ Fri, 10 Nov 2017 20:15:48 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=10569 ]]>

Raúl Santiago nació y pasó us infancia en las montañas de la isla caribeña de Puerto Rico. “Allí todos éramos católicos por tradición, todos bautizados al nacer. Había respeto por Dios y los sacerdotes, pero había muy poca formación en la fe. Mi mamá me dice que estoy confirmado pero no lo recuerdo”, explica al contar su testimonio en el programa “Cambio de Agujas” de HM Televisión.

Cuando tenía 14 años su padre ganó un dinero en la lotería de EEUU y pudo llevar a su familia a Estados Unidos. A Raúl le costó integrarse. Le costó el cambio de campo a ciudad, y una escuela más estricta y en otro idioma: lo vivía como una prisión.

La marihuana, para tener valor y ser otro

Él hizo amistades callejeras para fumar, luego beber, luego robar pequeñas cosas. Y a partir de los 18 años “ya en el mundo de las drogas y el vicio”.

“Yo buscaba ser alguien que no podía ser estando sobrio. Mi papá era alcohólico, ya le venía de familia. Y empecé con el alcohol y la marihuana, que se volvió mi mundo”.

Él, que era en el fondo un niño tímido con miedo de hablar, desadaptado, fumando marihuana se sentía fuerte, capaz de todo, de hablarle a una chica, de hacer algo arriesgado, sin miedo. “Era una máscara, una forma de disfrazarme, podía ser un superhéroe con la droga”.

Vender drogas y probar el LSD

Vendía drogas para poder comprarlas. Daba dosis gratis para enganchar a más personas y convertirlas en clientes.

Después probó con “el ácido, me di unos viajes a otros mundos…”. Era LSD, una droga alucinógena que tomó en algunas ocasiones.

Fue una etapa breve pero intensa: unos dos años y medio de marihuana intensa diaria, desde la mañana.

Una noche de terror transformador

Raúl SantiagoCon 22 años iba con un compañero en coche, de pasajero. Esa noche no había tomado ácido (LSD). Y sin embargo sentía que algo le pasaba.

Entré en un mundo espiritual. Pero oscuro, de tinieblas. Tenía un pánico horrible, un miedo terrible que no sabía de donde venía”. Su amigo le preguntaba: “quieres que vayamos a tal sitio, o fumar, o ver a alguien…” Pero Raúl estaba aterrado y decía que no a todo. Pidió ir a casa.

El amigo le dejó delante de su casa. “Iba a tratar de entrar pero una voz me dio: ‘no estás listo para ir a tu casa, no puedes ir’. Sentía ese temor, ese pánico. Me puse a caminar por la calle y en mi mente aparecían cosas de cuando era niño, de mi preparación para la Primera Comunión, de cómo Adán y Eva tomaban la fruta prohibida, y pensé, ‘las drogas que estoy tomando son la fruta prohibida’. Y una voz me decía: ‘siempre vas a estar en un mundo bien pequeño’. Y es la realidad porque cuando uno toma drogas siempre está en la misma esquina con la misma gente”.

Seguía caminando. “Me quité la camisa, caminé como dos millas, ya habia autopistas y varios caminos. Y una voz me decía: ‘siempre vas a tener miedo al hombre de la esquina’, es decir, la policía”.

Ya volviendo hacia su casa “de repente me entró algo que decía que nadie me quería, que me faltaba el amor. Me sentí como un perrito abandonado al que le dan patadas”. Vio un hombre con maletas pesadas. Raúl se ofreció a ayudarle pero el hombre se asustó. “Ya ni para esto sirvo”, pensó Raúl.

Empapado, desnudo, nacer de nuevo

Y al acercarse a casa pensó en su Primera Comunión infantil, y se quitó los zapatos mientras se acercaba. Y llovía, y él sentía que de alguna manera “se limpiaba”. Se quitó después el pantalón y corrió a casa, y pensaba en Adán y Eva, también desnudos. Su madre le vio al entrar, desnudo y mojado y alocado. Lo envolvió en una sábana y lo arropó. “Y yo me sentí como un niño recién nacido. En inglés decimos, born again, nacer de nuevo. Mamá me llevó a la cama y yo saqué un libro pornográfico que leía y dije: ‘esto es lo que pierde al hombre’. Y lo tiré al piso. Mi mamá trataba de defenderme: ‘sí, ese amigo tuyo…’. Y dije: ‘no, mami, es tu hijo, que te ha engañado, que ha hecho esto, y esto otro…”

“Busca a alguien que sepa de religión”

Y el joven de 22 años dijo: “mami, busca alguien que sepa de religión, tú sabes, esos viejitos que vienen de vez en cuando”. Eran unas personas de la Legión de María, que a veces venían a casa y de los que él huía “como el diablo de la cruz”. “Es que se mudaron”. “Busca un sacerdote”

Raúl se asustó. “Yo pensaba que me iba a morir y me iba a ir al infierno. Mi mamá no iba a la iglesia, pero tenía un rosario, y lo tomó y lo empezó a rezar. Y me acostó en la cama y me quedé dormido; ahí me calmé”.

Al día siguiente salió a la calle. Los amigos sabían que le había pasado algo. Él no sabía como explicarlo. Caminaba como un zombi, como en una ensoñación. Llegó a una casa de droga, con chicos que sabían que él ahora estaba cambiado.

– “¿Y qué vas a hacer con la droga?”, le preguntaron.

– “No la quiero”, respondió rotundo.

Y un chico trajo de un cuarto un pañuelo con la imagen del rostro de Jesucristo y lo abrió ante su cara.

– ¿Por que no la cambias por esto?

“Y le dije que no”, recuerda apenado Raúl.

El expresidiario que le llevó a la iglesia

Raúl Santiago y su esposaAún le costaría un par de meses cambiar de rumbo. Conoció a un ex-presidiario, un joven que visitaba a amigos de Acción Católica porque estos lo habían visitado en prisión. “Y con ese chico empecé a ir a la iglesia. Antes solo iba en Navidad y en Pascua para ver niñas bien vestidas. Y ahora iba y me ponía muy atrás, arriba en el coro. El cura, peruano, hacía misas rápidas pero de sermones bien largos, de 40 minutos, pero a mí se me hacían cortos y quería más. Ahora tenía hambre, casi desespero, por las cosas de Dios”.

Empezó a acudir a Acción Católica y Legión de María y a más grupos y no se saciaba, quería saber más y más; acudió a Renovación Carismática, a Cursillos de Cristiandad, se apuntó a mil retiros en español y en inglés. ¡El tiempo que antes pasaba en las calles ahora estaba en retiros y encuentros! “Tenía un desespero por crecer en cosas de Dios”.

Unos años después conoció una chica cristiana, se casó y “ahora llevo más de 25 años como catequista llevando a los jóvenes hacia Cristo”.

Aceptar a la Iglesia como es, porque es de Cristo

Estudió teología en la Universidad Franciscana de Steubenville. Allí, en oración, en una etapa de dudas en que cuestionaba a la Iglesia, entendió que Dios le decía: “Yo te amo como eres, bueno y malo, ¿por qué tú no amas a mi Iglesia tal como es?” “Ahí me enamoré de la Iglesia: hay que amar al Cuerpo y a su Cabeza”.

Y aquella voz que había dicho ‘tu mundo es bien pequeño’… “hoy, con la Iglesia, he estado en tantos sitios y he conocido a tanta gente, en la Iglesia universal… y lo que vendrá después, en la otra vida”.

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Fuente: Religión en Libertad

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San Pio X, papa y patrono de los catequistas https://www.reinadelcielo.org/san-pio-x-papa-y-patrono-de-los-catequistas/ Mon, 21 Aug 2017 16:02:07 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=10034 San Pío X fue sacerdote con cargo parroquial, luego obispo de Mantua y después patriarca de Venecia. Finalmente, elegido Sumo Pontífice, adoptó una forma de gobierno dirigida a instaurar todas las cosas en Cristo, que llevó a cabo con sencillez de ánimo, pobreza y fortaleza, promoviendo entre los fieles la vida cristiana por la participación en la Eucaristía, la dignidad de la sagrada liturgia y la integridad de la doctrina (1914).Giuseppe Melchiorre Sarto, quien luego sería el Papa Pío X nació el 2 de Junio de 1835 en Riese, provincia de Treviso, en Venecia. Sus padres fueron Giovanni Battista Sarto y Margarita Sanson. Su padre fue un cartero y murió en 1852, pero su madre vivió para ver a su hijo llegar a Cardenal. Luego de terminar sus estudios elementales, recibió clases privadas de latín por parte del arcipreste de su pueblo, Don Tito Fusarini, después de lo cual estudió durante cuatro años en el gimnasio de Castelfranco Veneto, caminando de ida y vuelta diariamente.

En 1850 recibió la tonsura de manos del Obispo de Treviso y obtuvo una beca de la Diócesis de Treviso para estudiar en el seminario de Padua, donde terminó sus estudios filosóficos, teológicos y de los clásicos con honores. Fue ordenado sacerdote en 1858, y durante nueve años fue capellán de Tómbolo, teniendo que asumir muchas de las funciones del párroco, puesto que éste ya era anciano e inválido. Buscó perfeccionar su conocimiento de la teología a través de un estudio asiduo de Santo Tomás y el derecho canónico; al mismo tiempo estableció una escuela nocturna para la educación de los adultos, y siendo él mismo un ferviente predicador, constantemente era invitado a ejercer este ministerio en otros pueblos.

En 1867 fue nombrado arcipreste de Salzano, un importante municipio de la Diócesis de Treviso, en donde restauró la iglesia y ayudó a la ampliación y mantenimiento del hospital con sus propios medios, en congruencia con su habitual generosidad hacia los pobres; especialmente se distinguió por su abnegación durante una epidemia de cólera que afectó a la región. Mostró una gran solicitud por la instrucción religiosa de los adultos.

En 1875 creó un reglamento para la catedral de Treviso; ocupó varios cargos, entre ellos, el de director espiritual y rector del seminario, examinador del clero y vicario general; más aún, hizo posible que los estudiantes de escuelas públicas recibieran instrucción religiosa.

En 1878, a la muerte del Obispo Zanelli, fue elegido vicario capitular. El 10 de Noviembre de 1884 fue nombrado Obispo de Mantua, en ese entonces una sede muy problemática, y fue consagrado el 20 de Noviembre. Su principal preocupación en su nuevo cargo fue la formación del clero en el seminario, donde, por varios años, enseñó teología dogmática y, durante un año, teología moral. Deseaba seguir el método y la teología de Santo Tomás, y a muchos de los estudiantes más pobres les regaló copias de la “Summa Theologica”; a la vez, cultivó el Canto Gregoriano en compañía de los seminaristas. La administración temporal de la sede le impuso grandes sacrificios.

En 1887 celebró un sínodo diocesano. Mediante su asistencia en el confesionario, dio ejemplo de celo pastoral. La Organización Católica de Italia, conocida entonces como la “Opera dei Congressi”, encontró en él a un celoso propagandista desde su ministerio en Salzano. En el consistorio secreto celebrado en Junio de 1893, León XIII lo creó Cardenal, con el título de San Bernardo de las Termas; y en el consistorio público, tres días más tarde, fue preconizado Patriarca de Venecia, conservando mientras tanto el título de Administrador Apostólico de Mantua. El Cardenal Sarto fue obligado a esperar dieciocho meses, antes de tomar posesión de su nueva diócesis, debido a que el gobierno italiano se negaba a otorgar el exequatur, reclamando que el derecho de nominación había sido ejercido por el Emperador de Austria. Este asunto fue tratado con amargura en periódicos y panfletos; el Gobierno, a manera de represalia, rehusó extender el exequatur a los otros obispos que fueron nombrados durante este tiempo, por lo que el número de sedes vacantes creció a treinta.

Finalmente, el ministro Crispi, habiendo regresado al poder, y la Santa Sede, habiendo elevado la misión de Eritrea a la categoría de Prefectura Apostólica en atención a los Capuchinos Italianos, motivaron al Gobierno a retractarse de su posición original. Esta oposición no fue causada por ninguna objeción contra la persona de Sarto. En Venecia el cardenal encontró un estado de cosas mucho mejor que el que había hallado en Mantua. También allí puso gran atención en el seminario, donde logró establecer la facultad de derecho canónico.

En 1898 celebró el sínodo diocesano. Promovió el uso del Canto Gregoriano y fue gran benefactor de Lorenzo Perosi; favoreció el trabajo social, especialmente los bancos en las parroquias rurales; se dio cuenta de los peligros que entrañaban ciertas doctrinas y conductas de algunos Cristiano-Demócratas y se opuso enérgicamente a ellas. El Congreso Eucarístico Internacional de 1897, en el centenario de San Gerardo Sagredo (1900), la bendición de la primera piedra del nuevo campanario de San Marcos y la capilla conmemorativa en el Monte Grappa (1901) fueron eventos que dejaron una profunda impresión en él y en su gente. A la muerte de León XIII, los cardenales se reunieron en cónclave y, después de varias votaciones, Giuseppe Sarto fue elegido el 4 de Agosto al obtener 55 de 60 votos posibles. Su coronación tuvo lugar el siguiente Domingo, 9 de Agosto de 1903.

En su primera Encíclica, deseando revelar hasta cierto punto su programa de trabajo, mencionó el que sería el lema de su pontificado: “instaurare omnia in Christo” (Ef 1,10). En consecuencia, su mayor atención giró siempre sobre la defensa de los intereses de la Iglesia. Pero ante todo, sus esfuerzos también se dirigieron a promover la piedad entre los fieles, y a fomentar la recepción frecuente de la Sagrada Comunión, y, si era posible, hacerla diariamente (Decr. S. Congr. Concil., 20 de Diciembre, 1905), dispensando a los enfermos de la obligación de ayunar para poder recibir la Sagrada Comunión dos veces al mes, o incluso más (Decr. S. Congr. Rit., 7 de Diciembre, 1906). Finalmente, mediante el Decreto “Quam Singulari” (15 de Agosto, 1910), recomendó que la Primera Comunión en los niños no se demorara demasiado tiempo después de que alcanzaran la edad de la discreción. Fue por deseo suyo que el Congreso Eucarístico de 1905 se celebró en Roma, mientras que aumentó la solemnidad de los congresos Eucarísticos posteriores mediante el envío de cardenales legados.

El quincuagésimo aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción fue una ocasión que supo aprovechar para impulsar la devoción a María (Encíclica “Ad illum diem”, Febrero 2,1904); y el Congreso Mariano junto con la coronación de la imagen de la Inmaculada Concepción en el coro de la Basílica de San Pedro fueron una digna culminación de la solemnidad. Fuera como simple capellán, como obispo, y como patriarca, Giuseppe Sarto fue siempre un promotor de la música sacra; como Papa publicó, el 22 de Noviembre de 1903, un Motu Proprio sobre música sacra en las iglesias, y, al mismo tiempo, ordenó que el auténtico Canto Gregoriano se utilizara en todas partes, mientras dispuso que los libros de cantos se imprimieran con el tipo de fuente del Vaticano bajo la supervisión de una comisión especial.

En la Encíclica “Acerbo nimis” (Abril 15, 1905), planteó la necesidad de que la instrucción catequética no se limitara a los niños, sino que también fuera dirigida hacia los adultos, dando para ello reglas detalladas, especialmente en lo referente a escuelas adecuadas para la impartición de la instrucción religiosa a los estudiantes de escuelas públicas, y aun de universidades. Promovió la publicación de un nuevo catecismo para la Diócesis de Roma.

Como obispo, su principal preocupación había sido la formación del clero, y de acuerdo con este propósito, una Encíclica dirigida al Episcopado Italiano (Julio 28, 1906) hacía énfasis en la necesidad de tener mayor cuidado en la ordenación de sacerdotes, llamando la atención de los obispos sobre el hecho de que, entre los clérigos más jóvenes, se manifestaba cada vez con mayor frecuencia un espíritu de independencia que era una amenaza para la disciplina eclesiástica. En beneficio de los seminarios italianos, ordenó que fueran visitados regularmente por los obispos, y promulgó un nuevo programa de estudios que había estado en uso en el Seminario Romano. Por otra parte, como las diócesis del Centro y Sur de Italia eran tan pequeñas que sus seminarios respectivos no podían prosperar, Pío X estableció el seminario regional, que es común para las sedes de una región dada; en consecuencia, muchos seminarios, pequeños y deficientes, fueron cerrados.

Para una mayor eficacia en la asistencia a las almas, a través de un Decreto de la Sagrada Congregación del Consistorio (Agosto 20, 1910), promulgó instrucciones concernientes a la remoción de párrocos como un acto administrativo, cuando tal procedimiento requería de graves circunstancias que podían no constituir una causa canónica para la destitución. Con motivo de la celebración del jubileo de su ordenación sacerdotal, dirigió una carta llena de afecto y prudentes consejos a todo el clero. Por un Decreto reciente (Noviembre 18, 1910), el clero había sido impedido de tomar parte en la administración temporal de organizaciones sociales, lo cual era causa frecuente de graves dificultades.

Pero por sobre todas las cosas, la principal preocupación del Papa era la pureza de la fe. En varias ocasiones, como en la Encíclica con respecto al centenario de San Gregorio Magno, Pío X resaltaba los peligros de ciertos métodos teológicos nuevos, los cuales, basándose en el Agnosticismo y el Immanentismo, por fuerza suprimían la doctrina de la fe de sus enseñanzas de una verdad objetiva, absoluta e inmutable, y más aun cuando estos métodos se asociaban con una crítica subversiva de las Sagradas Escrituras y de los orígenes del Cristianismo. Por esta razón, en 1907, publicó el Decreto “Lamentabili” (llamado también el Syllabus de Pío X), en el que sesenta y cinco proposiciones modernistas fueron condenadas. La mayor parte de estas se referían a las Sagradas Escrituras, su inspiración y la doctrina de Jesús y los Apóstoles, mientras otras se relacionaban con el dogma, los sacramentos, la primacía del Obispo de Roma.

Inmediatamente después de eso, el 8 de Septiembre de 1907, apareció la famosa Encíclica “Pascendi”, que exponía y condenaba el sistema del Modernismo. Este documento hace énfasis sobre el peligro del Modernismo en relación con la filosofía, apologética, exégesis, historia, liturgia y disciplina, y muestra la contradicción entre esa innovación y la fe tradicional; y, finalmente, establece reglas por las cuales combatir eficazmente las perniciosas doctrinas en cuestión. Entre las medidas sugeridas cabe señalar el establecimiento de un cuerpo oficial de “censores” de libros y la creación de un “Comité de Vigilancia”. Posteriormente, mediante el Motu Proprio “Sacrorum Antistitum”, Pío X llamó la atención en los interdictos de la Encíclica y las disposiciones que habían sido establecidas previamente bajo el pontificado de León XIII sobre la predicación, y sancionó que todos aquellos que ejercieran el sagrado ministerio o quienes enseñaran en institutos eclesiásticos, así como canónigos, superiores del clero regular, y aquellos que servían en oficinas eclesiásticas, deberían tomar un juramento en el que se comprometían a rechazar los errores que eran denunciados en la Encíclica o en el Decreto “Lamentabili”. Pío X retomó este asunto vital en otras ocasiones, especialmente en las Encíclicas que fueron escritas en conmemoración de San Anselmo (Abril 21, 1909) y de San Carlos Borromeo (Junio 23, 1910), en la segunda de las cuales el Modernismo Reformista fue especialmente condenado.

Como el estudio de la Biblia es, a la vez, el área más importante y más peligrosa de la teología, Pío X deseaba fundar en Roma un centro especial para esos estudios, que les diera la garantía inmediata de una ortodoxia incuestionable y un valor científico; en consecuencia, y con el apoyo de todo el mundo católico, se estableció el Pontificio Instituto Bíblico de Roma, bajo la dirección de los jesuitas.

Una necesidad sentida durante mucho fue la de codificar la Ley Canónica, y con la intención de llevarla a cabo, el 19 de Marzo de 1904, Pío X creó una congregación especial de cardenales, de la que Gasparri, convertido en cardenal, sería el secretario. Las más eminentes autoridades en derecho canónico de todo el mundo, colaboraron en la formación del nuevo código, algunas de cuyas prescripciones ya habían sido publicadas, como por ejemplo, las modificaciones a la ley del Concilio de Trento en lo referente a los matrimonios secretos, las nuevas reglas para las relaciones diocesanas y para las visitas episcopales ad limina, y la nueva organización de la Curia Romana (Constitución “Sapienti Consilio”, Junio 29, 1908). Anteriormente, las Congregaciones para las Reliquias e Indulgencias y de Disciplina habían sido suprimidas, mientras que la Secretaría de Asuntos Menores había sido unida a la Secretaría de Estado. La característica del nuevo reglamento es la completa separación de los aspectos judiciales de los administrativos; mientras que las funciones de algunos departamentos habían sido determinadas con mayor precisión y sus trabajos más equilibrados. Las oficinas de la Curia se dividieron en Tribunales (3), Congregaciones (11), y Oficinas (5). Con respecto a los primeros, el Tribunal de Signatura (constituido exclusivamente por cardenales) y el de la Rota fueron revividos; al Tribunal de la Penitenciaría le fueron dejados únicamente los casos del fuero interno (conciencia).

Las Congregaciones permanecieron casi como estaban al principio, con la excepción de que una sección especial fue agregada al Santo Oficio de la Inquisición para las indulgencias; la Congregación de Obispos y Regulares recibió el nombre de Congregación de Religiosos y tendría que tratar únicamente los asuntos de las congregaciones religiosas, mientras los asuntos del clero secular serían derivados a la Congregación del Consistorio o a la del Concilio; de este último fueron retirados los casos matrimoniales, los cuales serían ahora enviados a los tribunales o a la recientemente creada Congregación de los Sacramentos. La Congregación del Consistorio aumentó grandemente su importancia debido a que tendría que decidir sobre cuestiones que eran competencia de las otras Congregaciones. La Congregación de Propaganda perdió mucho de su territorio en Europa y América, donde las condiciones religiosas habían comenzado a estabilizarse. Al mismo tiempo, fueron publicadas las reglas y regulaciones para empleados, y aquellas para los diferentes departamentos. Otra Constitución reciente presenta una relación de las sedes suburbicarias.

La jerarquía Católica incrementó grandemente su número durante los primeros años del pontificado de Pío X, en los que se crearon veintiocho nuevas diócesis, la mayoría en los Estados Unidos, Brasil y las Islas Filipinas; también una abadía nullius, 16 vicariatos Apostólicos y 15 prefecturas Apostólicas.

León XIII llevó la cuestión social dentro del ámbito de la actividad eclesial; Pío X también deseó que la Iglesia cooperara, o, mejor aún, desempeñara un papel de liderazgo en la solución de la cuestión social; sus puntos de vista en esta materia fueron formulados en un syllabus de diecinueve proposiciones, tomadas de diferentes Encíclicas y otras Actas de León XIII, y publicadas en un Motu Proprio (Diciembre 18, 1903), especialmente para la orientación en Italia, donde la cuestión social era un asunto espinoso a principios de su pontificado. Buscó especialmente reprimir ciertas tendencias que se inclinaban hacia el Socialismo y promovían un espíritu de insubordinación a la autoridad eclesiástica.

Como resultado del aumento constante de divergencias, la “Opera dei Congressi”, la asociación Católica más grande de Italia, fue disuelta. No obstante, inmediatamente después la Encíclica “Il fermo proposito” (Junio 11, 1905) provocó la formación de una nueva organización, constituida por tres grandes uniones, la Popular, la Económica y la Electoral. La firmeza de Pío X logró la eliminación de, por lo menos, los elementos más discrepantes, posibilitando, ahora sí, una verdadera acción social Católica, aunque subsistieron algunas fricciones. El deseo de Pío X es que la clase trabajadora sea abiertamente Católica, como lo expresó en una memorable carta dirigida al Conde Medolago-Albani. También en Francia, el Sillon, después de un origen prometedor, había dado un giro que lo acercaba a la ortodoxia del extremismo democrático social; y los peligros de esta relación fueron expuestos en la Encíclica “Notre charge apostolique” (Agosto 25, 1910), en la cual los Sillonistas fueron conminados a mantener sus organizaciones bajo la autoridad de los obispos.

En sus relaciones con los Gobiernos, el pontificado de Pío X tuvo que mantener luchas dolorosas. En Francia el papa heredó disputas y amenazas. La cuestión “Nobis nominavit” fue resuelta con la condescendencia del papa; pero en lo referente al nombramiento de obispos propuestos por el Gobierno, la visita del presidente al Rey de Italia, con la consiguiente nota de protesta, y la remoción de dos obispos franceses, deseada por la Santa Sede, se convirtieron en pretextos del Gobierno en París para el rompimiento de las relaciones diplomáticas con la Corte de Roma. Mientras tanto la ley de Separación ya había sido preparada, despojando a la Iglesia de Francia y prescribiendo, además, una constitución para la misma , la cual, si bien no era abiertamente contraria a su naturaleza, por lo menos entrañaba grandes peligros para ella. Pío X, sin prestar atención a los consejos oportunistas de quienes tenían una visión corta de la situación, rechazó firmemente consentir en la formación de las asociaciones cultuales. La separación trajo cierta libertad a la Iglesia de Francia, especialmente en materia de la elección de sus pastores. Pío X, sin buscar represalias, todavía reconoció el derecho francés de protectorado sobre los Católicos en el Este. Algunos párrafos de la Encíclica “Editae Saepe”, escrita en ocasión del centenario de San Carlos Borromeo, fueron mal interpretadas por los Protestantes, especialmente en Alemania, por lo que Pío X elaboró una declaración refutándolos, sin menoscabo a la autoridad de su alto cargo. En ese tiempo (Diciembre, 1910), se temían complicaciones en España, así como la separación y persecución en Portugal, para lo cual Pío X ya había tomado las medidas oportunas. El Gobierno de Turquía envió un embajador ante el Papa. Las relaciones entre la Santa Sede y las repúblicas de América Latina eran buenas. Las delegaciones en Chile y la República Argentina fueron elevadas a la categoría de internunciaturas, y se envió un Delegado Apostólico a Centroamérica.

Naturalmente, la solicitud de Pío X se extendió a su propia estancia, realizando un gran trabajo de restauración en el Vaticano; por ejemplo, en las habitaciones del cardenal-secretario de Estado, el nuevo palacio para los empleados, una nueva galería de pinturas, la Specola, etc. Finalmente, no debemos olvidar su generosa caridad en las calamidades públicas: durante los grandes terremotos de Calabria, pidió la ayuda de todos los Católicos del mundo, logrando reunir, al momento del último sismo, aproximadamente 7’000,000 de francos, que sirvieron para cubrir las necesidades de quienes fueron afectados y para la construcción de iglesias, escuelas, etc. Su caridad no fue menor en ocasión de la erupción del Vesubio y de otros desastres fuera de Italia (Portugal e Irlanda). En pocos años, Pío X obtuvo resultados magníficos y duraderos en interés de conservar la doctrina y disciplina Católicas, aún enfrentando grandes dificultades de todo tipo. Hasta los no Católicos reconocen su espíritu apostólico, su fortaleza de carácter, la precisión de sus decisiones y su búsqueda de un programa claro y explícito.

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Fuente: Catholic.net


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Música de Pablo Martínez – Melodias para Dios https://www.reinadelcielo.org/musica-de-pablo-martinez/ Fri, 10 Apr 2015 13:58:12 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=3740 Qué extraordinario es que surjan músicos que dedican su vida a escribirle al Señor como forma de atraernos hacia El. Cuando eso ocurre, se elevan nuestras almas porque la música nos lleva a Dios, es un atajo hacia el alma humana que como dardo certero impacta en nuestro corazón. Será por eso que tanta gente encuentra en la música su camino a Dios. Pablo Martínez, un extraordinario Juglar de Dios, un enamorado del Creador, un fiel trabajador de la viña que se ha plantado entre nosotros, para nuestro bien.

ESCUCHA SUS CANCIONES Y SIENTE LA FELICIDAD DE SER AMIGO DE JESUS

Desde la ciudad de Rosario, Santa Fe, Argentina, Pablo Martínez está convencido de que su principal vocación es la de ser catequista. Quiere, y así lo hace, evangelizar a través de la música. Él es Profesor de Ciencias Sagradas con especialización en Pastoral Educativa. Catequista con formación religiosa y teológica en colegios e institutos superiores.

Es compositor y, junto con sus músicos: María Eugenia Galassi, Franco Monteleone, Emanuel Vega, Ignacio Novarino y Juan Diego All, recorren la Argentina y otros países. Han participado en la Jornada Mundial de la Juventud, en Río de Janeiro y han ganado, durante más de diez años, distintos premios y distinciones, como en 2010, con la canción “Vida en Él”, Himno del 3er Congreso Continental de Jóvenes, en Los teques, Venezuela; o en 2011, con la canción “Anticipar la Aurora”, Himno del 3er Congreso Nacional de Catequistas. También es escuchado en Radio María y televisión, en el canal EWTN.

Siempre llevando un mensaje fresco y musicalizado de la Vida Nueva que encontramos en Jesús de Nazaret.

Queremos compartir algunas de sus canciones. Pueden saber más acerca de esta bellísima música, visitando su página web. Allí encontrarán su extenso catálogo musical. También pueden escuchar y ver sus videos musicales en su canal oficial en YouTube

Hasta la locura

Ven y verás

El es muy groso

Todo lo espero de ti

Vengo ante ti

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Catequesis sobre la Virgen María, del Papa Benedicto XVI https://www.reinadelcielo.org/catequesis-sobre-la-virgen-maria-del-papa-benedicto-xvi/ Wed, 03 Sep 2014 23:03:45 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=2230 Reencontrarnos con esta enseñanza del Papa Benedicto XVI, que hizo el 19 de diciembre de 2012 nos lleva al reencuentro de nuestra Madre del Cielo, quien nos trae la Salvación.

María siempre es sinónimo de esperanza y de fe profunda en el Padre…

La Virgen María: Icono de la fe obediente

Queridos hermanos:

En el camino de Adviento la Virgen María ocupa un lugar especial como aquella que ha esperado de modo único la realización de las promesas de Dios, acogiendo en la fe y en la carne a Jesús, el Hijo de Dios, en plena obediencia a la voluntad divina. Hoy quisiera reflexionar brevemente con vosotros sobre la fe de María a partir del gran misterio de la Anunciación.

«Chaîre kecharitomene, ho Kyrios meta sou», «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1, 28). Estas son las palabras —citadas por el evangelista Lucas— con las que el arcángel Gabriel se dirige a María. A primera vista el término chaîre, «alégrate», parece un saludo normal, usual en el ámbito griego; pero esta palabra, si se lee sobre el trasfondo de la tradición bíblica, adquiere un significado mucho más profundo. Este mismo término está presente cuatro veces en la versión griega del Antiguo Testamento y siempre como anuncio de alegría por la venida del Mesías (cf. Sof 3, 14; Jl 2, 21; Zac 9, 9; Lam 4, 21). El saludo del ángel a María es, por lo tanto, una invitación a la alegría, a una alegría profunda, que anuncia el final de la tristeza que existe en el mundo ante el límite de la vida, el sufrimiento, la muerte, la maldad, la oscuridad del mal que parece ofuscar la luz de la bondad divina. Es un saludo que marca el inicio del Evangelio, de la Buena Nueva.

Pero, ¿por qué se invita a María a alegrarse de este modo? La respuesta se encuentra en la segunda parte del saludo: «El Señor está contigo». También aquí para comprender bien el sentido de la expresión, debemos recurrir al Antiguo Testamento. En el Libro de Sofoníasencontramos esta expresión «Alégrate, hija de Sión… El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti… El Señor tu Dios está en medio de ti, valiente y salvador» (3, 14-17). En estas palabras hay una doble promesa hecha a Israel, a la hija de Sión: Dios vendrá como salvador y establecerá su morada precisamente en medio de su pueblo, en el seno de la hija de Sión. En el diálogo entre el ángel y María se realiza exactamente esta promesa: María se identifica con el pueblo al que Dios tomó como esposa, es realmente la Hija de Sión en persona; en ella se cumple la espera de la venida definitiva de Dios, en ella establece su morada el Dios viviente.

Annciación del ángel a MaríaEn el saludo del ángel, se llama a María «llena de gracia»; en griego el término «gracia»,charis, tiene la misma raíz lingüística de la palabra «alegría». También en esta expresión se clarifica ulteriormente la fuente de la alegría de María: la alegría proviene de la gracia; es decir, proviene de la comunión con Dios, del tener una conexión vital con Él, del ser morada del Espíritu Santo, totalmente plasmada por la acción de Dios. María es la criatura que de modo único ha abierto de par en par la puerta a su Creador, se puso en sus manos, sin límites. Ella vive totalmente de la y en relación con el Señor; está en actitud de escucha, atenta a captar los signos de Dios en el camino de su pueblo; está inserta en una historia de fe y de esperanza en las promesas de Dios, que constituye el tejido de su existencia. Y se somete libremente a la palabra recibida, a la voluntad divina en la obediencia de la fe.

El evangelista Lucas narra la vicisitud de María a través de un fino paralelismo con la vicisitud de Abrahán. Como el gran Patriarca es el padre de los creyentes, que ha respondido a la llamada de Dios para que saliera de la tierra donde vivía, de sus seguridades, a fin de comenzar el camino hacia una tierra desconocida y que poseía sólo en la promesa divina, igual María se abandona con plena confianza en la palabra que le anuncia el mensajero de Dios y se convierte en modelo y madre de todos los creyentes.

Quisiera subrayar otro aspecto importante: la apertura del alma a Dios y a su acción en la fe incluye también el elemento de la oscuridad. La relación del ser humano con Dios no cancela la distancia entre Creador y criatura, no elimina cuanto afirma el apóstol Pablo ante las profundidades de la sabiduría de Dios: «¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!» (Rm 11, 33). Pero precisamente quien —como María— está totalmente abierto a Dios, llega a aceptar el querer divino, incluso si es misterioso, también si a menudo no corresponde al propio querer y es una espada que traspasa el alma, como dirá proféticamente el anciano Simeón a María, en el momento de la presentación de Jesús en el Templo (cf. Lc2, 35). El camino de fe de Abrahán comprende el momento de alegría por el don del hijo Isaac, pero también el momento de la oscuridad, cuando debe subir al monte Moria para realizar un gesto paradójico: Dios le pide que sacrifique el hijo que le había dado. En el monte el ángel le ordenó: «No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo» (Gn22, 12). La plena confianza de Abrahán en el Dios fiel a las promesas no disminuye incluso cuando su palabra es misteriosa y difícil, casi imposible, de acoger. Así es para María; su fe vive la alegría de la Anunciación, pero pasa también a través de la oscuridad de la crucifixión del Hijo para poder llegar a la luz de la Resurrección.

No es distinto incluso para el camino de fe de cada uno de nosotros: encontramos momentos de luz, pero hallamos también momentos en los que Dios parece ausente, su silencio pesa en nuestro corazón y su voluntad no corresponde a la nuestra, a aquello que nosotros quisiéramos. Pero cuanto más nos abrimos a Dios, acogemos el don de la fe, ponemos totalmente en Él nuestra confianza —como Abrahán y como María—, tanto más Él nos hace capaces, con su presencia, de vivir cada situación de la vida en la paz y en la certeza de su fidelidad y de su amor. Sin embargo, esto implica salir de uno mismo y de los propios proyectos para que la Palabra de Dios sea la lámpara que guíe nuestros pensamientos y nuestras acciones.

Quisiera detenerme aún sobre un aspecto que surge en los relatos sobre la Infancia de Jesús narrados por san Lucas. María y José llevan al hijo a Jerusalén, al Templo, para presentarlo y consagrarlo al Señor como prescribe la ley de Moisés: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor» (cf. Lc 2, 22-24). Este gesto de la Sagrada Familia adquiere un sentido aún más profundo si lo leemos a la luz de la ciencia evangélica de Jesús con doce años que, tras buscarle durante tres días, le encuentran en el Templo mientras discutía entre los maestros. A las palabras llenas de preocupación de María y José: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados», corresponde la misteriosa respuesta de Jesús: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?» (Lc 2, 48-49). Es decir, en la propiedad del Padre, en la casa del Padre, como un hijo. María debe renovar la fe profunda con la que ha dicho «sí» en la Anunciación; debe aceptar que el verdadero Padre de Jesús tenga la precedencia; debe saber dejar libre a aquel Hijo que ha engendrado para que siga su misión. Y el «sí» de María a la voluntad de Dios, en la obediencia de la fe, se repite a lo largo de toda su vida, hasta el momento más difícil, el de la Cruz.

María y el niñoAnte todo esto, podemos preguntarnos: ¿cómo pudo María vivir este camino junto a su Hijo con una fe tan firme, incluso en la oscuridad, sin perder la plena confianza en la acción de Dios? Hay una actitud de fondo que María asume ante lo que sucede en su vida. En la Anunciación ella queda turbada al escuchar las palabras del ángel —es el temor que el hombre experimenta cuando lo toca la cercanía de Dios—, pero no es la actitud de quien tiene miedo ante lo que Dios puede pedir. María reflexiona, se interroga sobre el significado de ese saludo (cf. Lc 1, 29). La palabra griega usada en el Evangelio para definir «reflexionar», «dielogizeto», remite a la raíz de la palabra «diálogo». Esto significa que María entra en íntimo diálogo con la Palabra de Dios que se le ha anunciado; no la considera superficialmente, sino que se detiene, la deja penetrar en su mente y en su corazón para comprender lo que el Señor quiere de ella, el sentido del anuncio. Otro signo de la actitud interior de María ante la acción de Dios lo encontramos, también en el Evangelio de san Lucas, en el momento del nacimiento de Jesús, después de la adoración de los pastores. Se afirma que María «conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2, 19); en griego el término es symballon. Podríamos decir que ella «mantenía unidos», «reunía» en su corazón todos los acontecimientos que le estaban sucediendo; situaba cada elemento, cada palabra, cada hecho, dentro del todo y lo confrontaba, lo conservaba, reconociendo que todo proviene de la voluntad de Dios. María no se detiene en una primera comprensión superficial de lo que acontece en su vida, sino que sabe mirar en profundidad, se deja interpelar por los acontecimientos, los elabora, los discierne, y adquiere aquella comprensión que sólo la fe puede garantizar. Es la humildad profunda de la fe obediente de María, que acoge en sí también aquello que no comprende del obrar de Dios, dejando que sea Dios quien le abra la mente y el corazón. «Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá» (Lc 1, 45), exclama su pariente Isabel. Es precisamente por su fe que todas las generaciones la llamarán bienaventurada.

Queridos amigos, la solemnidad del Nacimiento del Señor que dentro de poco celebraremos, nos invita a vivir esta misma humildad y obediencia de fe. La gloria de Dios no se manifiesta en el triunfo y en el poder de un rey, no resplandece en una ciudad famosa, en un suntuoso palacio, sino que establece su morada en el seno de una virgen, se revela en la pobreza de un niño. La omnipotencia de Dios, también en nuestra vida, obra con la fuerza, a menudo silenciosa, de la verdad y del amor. La fe nos dice, entonces, que el poder indefenso de aquel Niño al final vence el rumor de los poderes del mundo.

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