Benedicto XVI – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Thu, 09 Jul 2020 09:17:11 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 Las cartas al Niño Jesús de una niña enferma, que impresionaron al Papa https://www.reinadelcielo.org/las-cartas-al-nino-jesus-de-una-nina-enferma-que-impresionaron-al-papa/ Fri, 03 Jul 2020 18:58:04 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=24752 ]]> No llegó a cumplir los siete años pero Antonietta Meo, conocida cariñosamente como Nennolina, es “venerable” en la Iglesia Católica y ejemplo para la fe de los católicos, ya sean niños, adultos o ancianos porque la fe y la virtud no entienden de edad. Su causa de beatificación sigue abierta y de ser declarada santa en un futuro sería la más joven. Y fama de santidad y devoción por todo el mundo no le falta.

Precisamente, este viernes 3 de julio la Iglesia recuerda a esta niña justo cuando se cumplen 83 años de su dolorosa muerte en Roma después de que tuvieran que amputarle una pierna debido a un osteosarcoma. La enfermedad y los duros tratamientos afectaban mucho a la pequeña, que encontró en el sentido redentor del sufrimiento la forma de amar a Jesús.

Benedicto XVI la puso como ejemplo

Benedicto XVI reconoció sus virtudes heroicas en 2007 y pocos días después de este reconocimiento oficial decía sobre ella a un grupo de niños y jóvenes de Acción Católica:

“Nennolina, niña romana, en su brevísima vida —sólo seis años y medio— demostró una fe, una esperanza y una caridad especiales, así como las demás virtudes cristianas. Aunque era una niña frágil, logró dar un testimonio fuerte y robusto del Evangelio, y dejó una huella profunda en la comunidad diocesana de Roma”.

Además, añadía que “cada etapa de nuestra vida puede ser propicia para decidirse a amar en serio a Jesús y para seguirlo fielmente. En pocos años Nennolina alcanzó la cumbre de la perfección cristiana que todos estamos llamados a escalar; recorrió velozmente la “autopista” que lleva a Jesús”.

Su particular Pasión

La pequeña Antonietta Meo nació en Roma el 15 de diciembre de 1930 y su vida giró en torno a la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén de la capital romana, en cuya iglesia fue bautizada y de la que vivía en las inmediaciones. No parece casualidad que esta niña que sufrió tantos padecimientos se criara rodeada de los elementos de la Pasión que se conservan en este templo. Ella misma se encuentra ahora enterrada en esta basílica.

Tras su muerte debido al tumor, con sólo seis años y medio, se sucedieron una gran cantidad de conversiones y gracias que provocaron que buena parte de Italia pusiera sus ojos en aquella pequeña. Poco después, su fama de santidad se extendió por todo el mundo. Reportajes, libros y artículos se extendieron rápidamente.

El Vaticano recoge el testimonio de una enfermera de la clínica en la que estuvo ingresada la niña: “Una mañana, mientras ayudaba a la enfermera que ordenaba el cuarto de la niña, entró su papá, el cual, después de haberla acariciado, le preguntó: ‘¿sientes mucho dolor?’ Y Antonietta: ‘Papá, el dolor es como la tela, cuanto más fuerte más valor tiene’. La religiosa añadió: ‘Si no lo hubiese escuchado con mis propios oídos, no lo hubiera creído”.

Una vida espiritual de altura

Ya con la pierna amputada y con la ayuda de una prótesis empezó a asistir a la escuela primaria a los 6 años. Sufría muchos dolores pero todo se lo ofrecía a Jesús. “Cada paso que doy que sea una palabrita de amor”, dijo.

Como ejemplo de esta fuerza interior y de su madurez espiritual pese a su edad quiso celebrar el aniversario de la amputación con un gran almuerzo y una novena a la Virgen de Pompeya porque gracias a esta intervención había podido ofrecer su sufrimiento a Jesús.

Finalmente, la noche de Navidad de 1936 recibió con fervor la Prima Comunión y pocos meses después la Confirmación, sacramentos que le adelantaron debido a su estado. Y es que la amputación de la pierna no había bloqueado el tumor, que se extendió a la cabeza, a la mano, al pie, a la garganta y a la boca.

Las cartas al Niño Jesús

Pero si por algo se conoce la vida espiritual de la pequeña Nennolina es por sus cartas escritas al Niño Jesús. La niña se las dictaba a su madre, que las escribía y luego Antonietta las dejaba en su mesilla debajo de una imagen de Jesús de niño para que por la noche las leyera.

Es precisamente la profundidad de lo que dice aunque mediante el lenguaje de un niño lo que impresionaría a miles de personas, incluidas papas como Benedicto XVI o Pablo VI.

Tras leer estas cartas, Montini, futuro Papa Pablo VI y santo, escribirá: “Obrando en las almas por las vías más misteriosas, concede a muchos penetrar, mediante la lectura de la vida de esta niña de menos de siete años, el misterio de esa sabiduría que se esconde a los soberbios y se revela a los pequeños”.

La primera carta está fechada a 15 de septiembre de 1936. “Querido Jesús, hoy voy de paseo y voy a mis monjas y les digo que quiero hacer la primera comunión en Navidad. Jesús ven pronto a mi corazón que yo te abrazaré muy fuerte y te besaré. Oh, Jesús, quiero que te quedes siempre en mi corazón”, escribía la pequeña Nennolina.

“Dame almas”

Pocos días después debajo de la estatuilla del Niño Jesus dejaba otra carta: “Querido Jesús, yo te quiero mucho, te lo quiero repetir que te quiero mucho. Yo te ofrezco mi corazón. Querida Virgen, tú eres muy buena, toma mi corazón y llévaselo a Jesús”.

Nennolina, sin saberlo, se convertiría en una apóstol de la gracia: “Hoy he sido algo caprichosa, pero tú Jesús bueno, toma en brazos a tu niña…”.

Otro día dictó a su madre: “Tú ayúdame que sin tu ayuda no puedo hacer nada” o “tú ayúdame con tu gracia, ayúdame tú, que sin tu gracia nada puedo hacer. Te lo ruego, Jesús bueno, consérvame siempre la gracia del alma”.

En otra misiva dejaba escrito a sus apenas seis años: “Mi buen Jesús, dame almas, dame muchas, te lo pido de verdad, te lo pido para que hagas que sean buenas y puedan ir contigo al Paraíso”.

La pequeña se encuentra enterrada en la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma

Su muerte y su fama de santidad

No se olvidaba del prójimo en sus escritos y decía también: “Te rezo por aquel hombre que ha hecho tanto daño”; “te rezo por aquel pecador que ya sabes, que es tan viejo y que está en el hospital de San Juan”.

El 3 de julio de 1937, Nennolina susurró a su padre sus últimas palabras: “Jesús, María, mamá, papá…”. Dice la madre que se quedó mirando fijamente frente a ella, y después exhaló un sostenido suspiro.  A la mañana siguiente, una multitud de vecinos conocedores de la vida tan extraordinaria de esta jovencita, transportó con emoción y lágrimas en los ojos el pequeño ataúd blanco a la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén en Roma.

A su muerte dejó más de cien cartas dedicadas a Jesús, a María, a Dios Padre, al Espíritu Santo, a santa Inés y a Teresita del Niño Jesús.

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Fuente: Religión en Libertad


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«Se puede encontrar a Dios en el laboratorio» https://www.reinadelcielo.org/se-puede-encontrar-a-dios-en-el-laboratorio/ Fri, 22 May 2020 15:55:52 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=24550 ]]>

Francis Collins, prestigioso genetista, director de los Institutos Nacionales de Salud de EEUU, y que actualmente está participando en el desarrollo de una vacuna contra el coronavirus es también un converso y un valiente científico católico que habla abiertamente de su fe. Y por ello ha sido reconocido con el prestigioso Premio Templeton 2020.

El que fuera galardonado con el Premio Príncipe de Asturias en 2001 y liderara el histórico Proyecto del Genoma Humano ha sido reconocido con este nuevo premio por sus contribuciones a la visión de la religión a través de su trabajo científico.

Francis Collins, entregado a la ciencia y a la fe

El premio tiene una dotación de 1,1 millones de euros. Este galardón fue creado en 1972 por el millonario John Templeton para premiar a las personas que logran avances intelectuales, morales o sociales en las realidades espirituales. Hasta 2001 premiaba “el progreso de la religión”; después de ese año especificó que premiaba “la investigación o descubrimientos sobre realidades espirituales”.

Francis Collins fue nombrado por Benedicto XVI miembro de la Academia Pontificia para las Ciencias y es un converso al cristianismo. Este genetista pasó del agnosticismo al ateísmo en su juventud, y entonces estaba “muy contento con la idea de que Dios no existía y que no tenía interés en mí”.

“Ahí era donde estaba, si alguien tratara de plantear ese tema, me apresuraría a descartarlo y deseaba pasar a otra cosa, ya que tal vez haya tenido demasiados casos en los que me sentía como un objetivo para alguna persona que estaba tratando de venderme su fe”, afirmaba Collins.

Su conversión al cristianismo gracias a Lewis

Pero a los 27 años se convirtió al leer el libro Mero Cristianismo de CS Lewis, un impulso decisivo que llevó al científico a reconocer la existencia de Dios. Francis Collins explicaba que el argumento de Lewis le trastocó. Él decía que Dios es una posibilidad racional y eso era algo “que yo no estaba preparado para oír.Estaba muy feliz con la idea de que Dios no existía y de que no tenía interés en mí. Y al mismo tiempo, no podía alejarme”.

Este encuentro con Dios cambió completamente su forma de ver el mundo y la ciencia. Esto no le hizo ser peor científico, más bien al contrario, pues sus avances en el campo de la genética que le han hecho ser reconocido mundialmente los ha hecho siempre de la mano de su fe.

Así hablaba el responsable de la secuenciación del genoma humano sobre sus investigaciones: “Me sorprendió la elegancia del código genético humano. Me di cuenta de que había optado por una ceguera voluntaria y era víctima de la arrogancia por haber evitado tomar en serio el hecho de que Dios podría ser una posibilidad real”. Después de esto, Collins ha llamado al ADN el “lenguaje de Dios”.

La compatibilidad de ciencia y fe

En una entrevista pasada a Collins recogida por Tendencia 21 señalaba que “como científico que además es creyente, descubro en la exploración de la naturaleza una vía de comprensión de la mente de Dios. Se puede encontrar a Dios en el laboratorio, de igual forma que en una catedral”.

Y este prestigioso genetista que trabaja en una vacuna contra el coronavirus no ve conflicto alguno entre ciencia y fe. “Tanto ciencia como fe son formas de buscar la verdad. La ciencia la busca observando como funciona el mundo natural, y la fe busca respuestas a cuestiones más profundas, como ¿por qué hay algo hay en lugar de nada? o ¿cuál es el sentido de la vida? o ¿existe Dios? Todo requiere un cierto elemento de fe, no se puede ser científico si no se tiene fe en el hecho de que existe un orden en la Naturaleza y que ésta se comportará de una manera reproducible y predecible. Pero esto no constituye una prueba –aparentemente Dios tenía la intención de dejarnos tomar esta decisión. Quizá un salto de fe como éste suene arrebatado a un materialista convencido pero, ¿puede usted demostrar la belleza o el amor?”, explicaba.

La fe de muchos científicos

En aquella misma entrevista recordaba que “muchos científicos, como yo, creen en Dios, pero en general hemos estado más bien callados acerca de nuestras creencias. Sin embargo, creo que vivimos un momento crítico, especialmente en los Estados Unidos, frente a la decisión de cómo buscar verdad y sentido a nuestra vida ante el siglo XXI”.

Es evidente, agregaba, que es necesaria “la ciencia para que nos ayude a resolver muchos de nuestros problemas (enfermedades, sistemas de comunicación, cuidado del planeta). Pero una aproximación puramente materialista, desprovista del aspecto espiritual de la humanidad, nos empobrecerá.Después de todo, han existido ya en la historia intentos de este tipo que resultaron devastadores, como la Rusia comunista. Los humanos hemos comenzado la batalla entre ciencia y fe, y nos corresponde acabarla. Si puedo contribuir de alguna manera a redescubrir la armonía entre ambas, entonces me sentiré verdaderamente bendecido”.

Quién es Francis Collins

Francis Collins nació en una granja de Virginia en 1950. Obtuvo el doctorado en Química por la Universidad de Yale y se graduó como médico en la Universidad de Carolina del Norte. Collins fue sido profesor de medicina interna y genética humana en la Universidad de Michigan, liderando investigaciones que habían descubierto los genes responsables de enfermedades como la fibrosis quística; neurofibromatosis; enfermedad de Huntington; y el síndrome de progeria de Hutchinson-Gilford, una forma rara de envejecimiento prematuro.

En 1993 fue nombrado director del Centro Nacional de Investigación del Genoma Humano, supervisando el Proyecto del Genoma Humano, una colaboración internacional que en 2003 logró secuenciar las tres mil millones de “letras” de ADN en el genoma humano.

Ahora, Collins está supervisando la colaboración de los NIH con varias compañías farmacéuticas y agencias gubernamentales para desarrollar una vacuna para el COVID-19. Collins dijo a The Associated Press la semana pasada que al menos una vacuna potencial estará lista para comenzar las pruebas a gran escala en julio y que otras seguirán pronto.

En 2007 fundó la Fundación BioLogos, con el objetivo de abordar los temas centrales de la ciencia y la religión para mostrar la compatibilidad entre ciencia y fe cristiana.

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Fuente: Religión en libertad


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Catequesis sobre la Virgen María, del Papa Benedicto XVI https://www.reinadelcielo.org/catequesis-sobre-la-virgen-maria-del-papa-benedicto-xvi/ Wed, 03 Sep 2014 23:03:45 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=2230 Reencontrarnos con esta enseñanza del Papa Benedicto XVI, que hizo el 19 de diciembre de 2012 nos lleva al reencuentro de nuestra Madre del Cielo, quien nos trae la Salvación.

María siempre es sinónimo de esperanza y de fe profunda en el Padre…

La Virgen María: Icono de la fe obediente

Queridos hermanos:

En el camino de Adviento la Virgen María ocupa un lugar especial como aquella que ha esperado de modo único la realización de las promesas de Dios, acogiendo en la fe y en la carne a Jesús, el Hijo de Dios, en plena obediencia a la voluntad divina. Hoy quisiera reflexionar brevemente con vosotros sobre la fe de María a partir del gran misterio de la Anunciación.

«Chaîre kecharitomene, ho Kyrios meta sou», «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1, 28). Estas son las palabras —citadas por el evangelista Lucas— con las que el arcángel Gabriel se dirige a María. A primera vista el término chaîre, «alégrate», parece un saludo normal, usual en el ámbito griego; pero esta palabra, si se lee sobre el trasfondo de la tradición bíblica, adquiere un significado mucho más profundo. Este mismo término está presente cuatro veces en la versión griega del Antiguo Testamento y siempre como anuncio de alegría por la venida del Mesías (cf. Sof 3, 14; Jl 2, 21; Zac 9, 9; Lam 4, 21). El saludo del ángel a María es, por lo tanto, una invitación a la alegría, a una alegría profunda, que anuncia el final de la tristeza que existe en el mundo ante el límite de la vida, el sufrimiento, la muerte, la maldad, la oscuridad del mal que parece ofuscar la luz de la bondad divina. Es un saludo que marca el inicio del Evangelio, de la Buena Nueva.

Pero, ¿por qué se invita a María a alegrarse de este modo? La respuesta se encuentra en la segunda parte del saludo: «El Señor está contigo». También aquí para comprender bien el sentido de la expresión, debemos recurrir al Antiguo Testamento. En el Libro de Sofoníasencontramos esta expresión «Alégrate, hija de Sión… El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti… El Señor tu Dios está en medio de ti, valiente y salvador» (3, 14-17). En estas palabras hay una doble promesa hecha a Israel, a la hija de Sión: Dios vendrá como salvador y establecerá su morada precisamente en medio de su pueblo, en el seno de la hija de Sión. En el diálogo entre el ángel y María se realiza exactamente esta promesa: María se identifica con el pueblo al que Dios tomó como esposa, es realmente la Hija de Sión en persona; en ella se cumple la espera de la venida definitiva de Dios, en ella establece su morada el Dios viviente.

Annciación del ángel a MaríaEn el saludo del ángel, se llama a María «llena de gracia»; en griego el término «gracia»,charis, tiene la misma raíz lingüística de la palabra «alegría». También en esta expresión se clarifica ulteriormente la fuente de la alegría de María: la alegría proviene de la gracia; es decir, proviene de la comunión con Dios, del tener una conexión vital con Él, del ser morada del Espíritu Santo, totalmente plasmada por la acción de Dios. María es la criatura que de modo único ha abierto de par en par la puerta a su Creador, se puso en sus manos, sin límites. Ella vive totalmente de la y en relación con el Señor; está en actitud de escucha, atenta a captar los signos de Dios en el camino de su pueblo; está inserta en una historia de fe y de esperanza en las promesas de Dios, que constituye el tejido de su existencia. Y se somete libremente a la palabra recibida, a la voluntad divina en la obediencia de la fe.

El evangelista Lucas narra la vicisitud de María a través de un fino paralelismo con la vicisitud de Abrahán. Como el gran Patriarca es el padre de los creyentes, que ha respondido a la llamada de Dios para que saliera de la tierra donde vivía, de sus seguridades, a fin de comenzar el camino hacia una tierra desconocida y que poseía sólo en la promesa divina, igual María se abandona con plena confianza en la palabra que le anuncia el mensajero de Dios y se convierte en modelo y madre de todos los creyentes.

Quisiera subrayar otro aspecto importante: la apertura del alma a Dios y a su acción en la fe incluye también el elemento de la oscuridad. La relación del ser humano con Dios no cancela la distancia entre Creador y criatura, no elimina cuanto afirma el apóstol Pablo ante las profundidades de la sabiduría de Dios: «¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!» (Rm 11, 33). Pero precisamente quien —como María— está totalmente abierto a Dios, llega a aceptar el querer divino, incluso si es misterioso, también si a menudo no corresponde al propio querer y es una espada que traspasa el alma, como dirá proféticamente el anciano Simeón a María, en el momento de la presentación de Jesús en el Templo (cf. Lc2, 35). El camino de fe de Abrahán comprende el momento de alegría por el don del hijo Isaac, pero también el momento de la oscuridad, cuando debe subir al monte Moria para realizar un gesto paradójico: Dios le pide que sacrifique el hijo que le había dado. En el monte el ángel le ordenó: «No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo» (Gn22, 12). La plena confianza de Abrahán en el Dios fiel a las promesas no disminuye incluso cuando su palabra es misteriosa y difícil, casi imposible, de acoger. Así es para María; su fe vive la alegría de la Anunciación, pero pasa también a través de la oscuridad de la crucifixión del Hijo para poder llegar a la luz de la Resurrección.

No es distinto incluso para el camino de fe de cada uno de nosotros: encontramos momentos de luz, pero hallamos también momentos en los que Dios parece ausente, su silencio pesa en nuestro corazón y su voluntad no corresponde a la nuestra, a aquello que nosotros quisiéramos. Pero cuanto más nos abrimos a Dios, acogemos el don de la fe, ponemos totalmente en Él nuestra confianza —como Abrahán y como María—, tanto más Él nos hace capaces, con su presencia, de vivir cada situación de la vida en la paz y en la certeza de su fidelidad y de su amor. Sin embargo, esto implica salir de uno mismo y de los propios proyectos para que la Palabra de Dios sea la lámpara que guíe nuestros pensamientos y nuestras acciones.

Quisiera detenerme aún sobre un aspecto que surge en los relatos sobre la Infancia de Jesús narrados por san Lucas. María y José llevan al hijo a Jerusalén, al Templo, para presentarlo y consagrarlo al Señor como prescribe la ley de Moisés: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor» (cf. Lc 2, 22-24). Este gesto de la Sagrada Familia adquiere un sentido aún más profundo si lo leemos a la luz de la ciencia evangélica de Jesús con doce años que, tras buscarle durante tres días, le encuentran en el Templo mientras discutía entre los maestros. A las palabras llenas de preocupación de María y José: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados», corresponde la misteriosa respuesta de Jesús: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?» (Lc 2, 48-49). Es decir, en la propiedad del Padre, en la casa del Padre, como un hijo. María debe renovar la fe profunda con la que ha dicho «sí» en la Anunciación; debe aceptar que el verdadero Padre de Jesús tenga la precedencia; debe saber dejar libre a aquel Hijo que ha engendrado para que siga su misión. Y el «sí» de María a la voluntad de Dios, en la obediencia de la fe, se repite a lo largo de toda su vida, hasta el momento más difícil, el de la Cruz.

María y el niñoAnte todo esto, podemos preguntarnos: ¿cómo pudo María vivir este camino junto a su Hijo con una fe tan firme, incluso en la oscuridad, sin perder la plena confianza en la acción de Dios? Hay una actitud de fondo que María asume ante lo que sucede en su vida. En la Anunciación ella queda turbada al escuchar las palabras del ángel —es el temor que el hombre experimenta cuando lo toca la cercanía de Dios—, pero no es la actitud de quien tiene miedo ante lo que Dios puede pedir. María reflexiona, se interroga sobre el significado de ese saludo (cf. Lc 1, 29). La palabra griega usada en el Evangelio para definir «reflexionar», «dielogizeto», remite a la raíz de la palabra «diálogo». Esto significa que María entra en íntimo diálogo con la Palabra de Dios que se le ha anunciado; no la considera superficialmente, sino que se detiene, la deja penetrar en su mente y en su corazón para comprender lo que el Señor quiere de ella, el sentido del anuncio. Otro signo de la actitud interior de María ante la acción de Dios lo encontramos, también en el Evangelio de san Lucas, en el momento del nacimiento de Jesús, después de la adoración de los pastores. Se afirma que María «conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2, 19); en griego el término es symballon. Podríamos decir que ella «mantenía unidos», «reunía» en su corazón todos los acontecimientos que le estaban sucediendo; situaba cada elemento, cada palabra, cada hecho, dentro del todo y lo confrontaba, lo conservaba, reconociendo que todo proviene de la voluntad de Dios. María no se detiene en una primera comprensión superficial de lo que acontece en su vida, sino que sabe mirar en profundidad, se deja interpelar por los acontecimientos, los elabora, los discierne, y adquiere aquella comprensión que sólo la fe puede garantizar. Es la humildad profunda de la fe obediente de María, que acoge en sí también aquello que no comprende del obrar de Dios, dejando que sea Dios quien le abra la mente y el corazón. «Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá» (Lc 1, 45), exclama su pariente Isabel. Es precisamente por su fe que todas las generaciones la llamarán bienaventurada.

Queridos amigos, la solemnidad del Nacimiento del Señor que dentro de poco celebraremos, nos invita a vivir esta misma humildad y obediencia de fe. La gloria de Dios no se manifiesta en el triunfo y en el poder de un rey, no resplandece en una ciudad famosa, en un suntuoso palacio, sino que establece su morada en el seno de una virgen, se revela en la pobreza de un niño. La omnipotencia de Dios, también en nuestra vida, obra con la fuerza, a menudo silenciosa, de la verdad y del amor. La fe nos dice, entonces, que el poder indefenso de aquel Niño al final vence el rumor de los poderes del mundo.

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