arrepentirse – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Fri, 27 Jan 2017 18:34:04 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 Dios sabe que estoy arrepentido https://www.reinadelcielo.org/dios-sabe-que-estoy-arrepentido/ Fri, 27 Jan 2017 11:52:37 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=8676

El cambio radical de José Luis Álvarez Santacristina, exmiembro de la banda ETA –a quien la memoria colectiva recuerda como Txelis– tuvo como desencadenante un inopinado “encuentro con Dios”, según sus propias palabras.

Las lecturas de Pierre Teilhard de Chardin y del Nuevo Testamento, y el acompañamiento de un sacerdote, le acercaron “la gracia de poder comenzar a reconducir mi vida por la senda del Evangelio”. Y también la de poder llorar en la soledad de su celda, por reconocer sus muchas culpas, en busca del perdón de Dios, de sus víctimas y de sí mismo.

Durante los 23 años que pasó entre rejas, Txelis estudió Filosofía, Psicología, Teología, Letras Modernas y Empresariales, y emprendió “un largo recorrido de conversión y arrepenti­miento”.“Mi historia –dice– es la de una gracia concreta y palpable, porque la fe me enfrentó a cosas peores que el miedo a un supuesto infierno: dar un sí definitivo a la fe de Jesús de Nazaret me suponía arrepentirme hasta la médula de los actos a los que pude contribuir en mi época de militancia en eta, a rechazar la violencia y a decirlo claramente”.

A través de su entorno inmediato, Misión se ha puesto en contacto con Álvarez Santacristina, que sigue en libertad condicional y trabaja en un centro educativo del País Vasco, donde ayuda a menores con dificultades. El otrora sanguinario Txelis, difícil de reconocer en el actual José Luis, nos ha hecho llegar sus reflexiones sobre el perdón, que él mismo ha puesto en práctica con los familiares de sus víctimas y que pueden aplicarse en casi cualquier situación.

Su mejor aval, en sus palabras, es el siguiente: “Soy consciente de la responsabilidad moral que conlleva haber sido durante años militante de eta; Dios es testigo de que estoy profunda y sinceramente arrepentido”. Ahora, la pregunta es “¿Serías capaz de perdonar a un ex-etarra y más aún, de seguir sus consejos para pedir perdón”.

7 Consejo de “Txelis” para pedir perdón

La petición de perdón, para ser auténtica y reparadora, debes hacerla, ante todo y sobre todo, desde el sufrimiento de la víctima, desde la conciencia del dolor generado, a veces de forma irreparable, en ella y en sus familiares.

Recuerda que pedir perdón de forma sincera no obliga a la víctima a tener que otorgarte su perdón, ni siquiera a escucharte. Quien pide perdón de verdad no espera necesariamente que se le otorgue el perdón, porque es consciente del daño infligido, y de la dificultad, a veces enorme, de la víctima o sus familiares para poder perdonar.

Aunque pedir perdón no constituye una exigencia para la víctima, puede ser una oportunidad para que la memoria del daño sufrido se asiente, se avance en la labor de duelo cuando se ha sufrido la pérdida de un ser querido o graves heridas físicas y morales, y se construya una paz reparadora.

Pedir perdón es un acto de humildad, pues te reconoces radicalmente falible y responsable del mal causado a alguien; no echas balones fuera, no buscas excusas: reconoces, simple y llanamente, tu error o el mal causado.

También es un acto de valentía porque, lejos de toda arrogancia o sumisión deshumanizante a presiones externas, te atreves a enfrentarte al mal que has provocado.

Piensa que pedir perdón es un acto genuinamente humano, que muestra nuestra capacidad de reconocer el daño causado ante quienes lo han sufrido. Al pedir perdón, inicias un proceso de reparación del daño y, a su vez, te reconcilias contigo mismo, con lo más profundo de tu dignidad. Eso sí, pedir perdón no responde, en primera instancia, a una necesidad psicológica o social que tengas, sino a un deber de conciencia para con tu víctima.

Si pides perdón, no solo pides algo, también ofreces algo, por pobre que parezca en comparación con el daño infligido: ofreces humildad, sinceridad, remordimiento y empatía con el dolor de la víctima y su familia, muestras tu pesar por el mal cometido. Y, sobre todo, manifiestas tu firme voluntad de no volver jamás a realizar un acto semejante. En definitiva, ofreces y muestras tu sincero arrepentimiento.

___________________
Fuente: Revista “Misión”, por José Antonio Méndez


]]>
Arrepentimientos https://www.reinadelcielo.org/arrepentimientos/ Fri, 31 Oct 2014 10:40:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=610 Desde hace varios días que no puedo dejar de comprender íntimamente el sufrimiento que nos invade cuando nos arrepentimos de la forma en que tratamos a nuestros padres. El dolor nos estruja el pecho, al recordar, porque de muchas cosas que hicimos nos arrepentimos, sintiendo en el corazón la verdadera esencia del pecado, del mal, y sus consecuencias.

Llegamos a una edad en la vida, la llamada juventud, en que nos dejamos arrastrar por el vendaval de nuestras inseguridades y nuestros miedos. Nuestra alma queda presa de esa necesidad de afirmar nuestra esencia, de martillar de una vez por todas la tapa del ataúd de esa pregunta que nos carcome: quien somos, de qué somos capaces en la vida.

Por un error incomprensible, pero tan antiguo como la historia de la humanidad, decidimos correr en la dirección equivocada. En lugar de escuchar y mirar a quienes más nos aman, nuestros propios padres, decidimos construirnos a nosotros mismos en la diferenciación, en el distanciamiento, en la descalificación. Ignorantes de que en la vida nada se construye por el camino de la destrucción, nos lanzamos pico y hacha en mano a destrozar los corazones de quienes nos trajeron al mundo.

13 - 1Quizás porque alguien nos aconsejó mal, o quizás porque queremos salir corriendo aún con las piernas de nuestra rebeldía adolescente, lo concreto es que herimos y lastimamos a nuestros propios padres. Ciegos ante el mal, supimos encontrar los puntos donde más duele y así golpear una y otra vez en el mismo lugar. Parecía muy fácil escuchar, comprender, ayudar y tener paciencia a cualquier desconocido, pero no a ellos. Qué horror, baste pensar que para Dios el amor y respeto por nuestros padres es tan importante que hasta les dedicó uno de los Diez Mandamientos.

Digo estas palabras y puedo ver los ojos tristes y desgarrados de tantas madres mientras son heridas por palabras dolientes de sus hijos, por desprecios y agresiones gratuitas. Digo estas palabras y puedo ver el gesto adusto de tantos padres despreciados moral y humanamente por hijos que los dejan parados, congelados, sin saber que responder, como responder.

Quizás es el mundo que ha empeorado, porque cada vez es mayor el desprecio con que hijos tratan a padres, con que abuelos son abandonados sin amor ni cuidado. Quizás es que el amor ha perdido lugar en el mundo y ha dejado avanzar la cobardía, y es entonces más fácil herir a aquellos que sabemos no pueden responder a nuestra agresión, porque nos aman, nos aman de todo corazón.

Pero un día crecemos, se caen las escamas que cubren nuestros ojos y vemos con claridad. El dolor entonces nos envuelve y llena de llagas nuestro corazón, porque ya es tarde para reparar el daño producido. No entendemos como fuimos capaces de ser tan ciegos, como fuimos capaces de ser tan inhumanos. Nos vienen a la mente cosas dichas, cosas hechas, momentos de dolor irreparable, heridas que no cierran.

Si Dios nos concede la Gracia, quizás podamos pedirles perdón antes de que terminen su caminar por la vida. Darles amor, acariciarlos, abrazarlos, hacerlos sentirse amados y respetados por los que son el fruto de su vida. Si es que se fueron antes de que caigan las escamas que cubren nuestros ojos, pues allí no queda más que el sufrimiento y la agonía ante la culpa que ha erosionado nuestro interior, una y otra vez como una marea eterna que no cesa en su esfuerzo de chocar con nuestra alma ya redondeada de tanta ola que viene y se aleja.

cristo2Arrepentimiento a edades maduras, dolores por cegueras sufridas en la juventud. Culpas que nos invaden, diálogos antiguos que se repiten en nuestro interior una y otra vez. Recuerdos que no se alejan, cosas dichas que no pueden ser reconstruidas, marañas de pensamientos que hacen nido en nuestro corazón.

Digo estas palabras y puedo ver los Ojos de Dios Padre, que también es maltratado por millones y millones de hijos. Digo estas palabras y veo la mirada triste de María, Madre ignorada y olvidada por tantos millones de hijos. Quizás es Dios el que quiere que, como padres, compartamos con El este sufrimiento que es el de ser despreciados por nuestros propios hijos, como a El ocurre.

Miremos a nuestros padres, si es que aún los tenemos. Recemos por sus almas, si es que ya se han ido. Pidamos perdón a nuestro Dios, que sane nuestras heridas en la Reconciliación, en la Confesión. Y llevemos de modo especial la Cruz de Jesús si es que ahora nos toca ser padres, y vivirlo en carne propia.

Padre Bueno, danos de beber la Copa de Tu Dolor, en reparación de todas las ofensas que recibes de Tus hijos, ayer, hoy y siempre. Padre de Bondad, por la Dolorosa Pasión de Tu Perfectísimo Hijo, Jesucristo, Ten Misericordia de nosotros y del mundo entero.

]]>