acto de amor – Reina del Cielo https://www.reinadelcielo.org Wed, 12 Jul 2023 07:14:07 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=5.3.9 Santa Verónica https://www.reinadelcielo.org/santa-veronica/ Wed, 12 Jul 2023 07:02:37 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=27405 ]]>

Etimología: Verónica = Aquella que es la verdadera imagen o Aquella que es la imagen verdadera, viene de de la palabra latina “vero” y de la palabra griega “eikom”.
Nota: es necesario indicar que, pese a la popularidad de este santa, su nombre no se encuentra en el Martirologio Romano actual y tampoco estuvo en el anterior.
Laica.

Fiesta: 12 de julio

Santa Verónica es recordada por su gesto compasivo hacia Jesús en Su camino al Calvario. Unos le agredían, otros permanecían indiferentes ante tanta crueldad. Ella se le acercó y le enjugó el rostro con su velo. Aquel divino rostro, cruelmente golpeado, ensangrentado y sudoroso suscitó en el corazón de Santa Verónica la misericordia. La fuente de Misericordia recibe de ella en aquel momento un amor que casi todos le negaron.

Aunque poco sabemos de la vida de Verónica y su acto de amor no aparece en las Sagradas Escrituras, la tradición lo ha recogido como un acto ejemplar que recordamos en la sexta estación del Via Crucis. Dante lo evoca en el canto XXXI del Paraíso.

Santa Verónica es mujer de gran valentía, ya que su acto de amor le podría haber causado una peligrosa reacción por parte de los romanos o de las turbas. Es mujer de gran compasión, ya que venció todo miedo y decidió amar en medio de una multitud movida por odio o la indiferencia.

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Fuente: Catholic.net


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Desahogarnos con amor https://www.reinadelcielo.org/desahogarnos-con-amor/ Fri, 23 Jun 2017 16:33:00 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=473 La sangre se arremolina en las sienes, las quijadas se aprietan con crispados nervios como queriendo morder algo que no está en la boca, las manos se comprimen formando dos puños escondidos de la vista de miradas indiscretas, como queriendo golpear lo que no tienen al alcance del brazo. Si, estoy enojado, la injusticia es demasiado burda como para ignorarla, como para simplemente dejar pasar el hecho y voltear la página.

Muchas veces vivimos momentos de extremo enojo, frente a traiciones, abusos de autoridad, hipocresías, maldades o mentiras. Pero el enojo no se va, se instala orondo en nuestro interior y nos acompaña por el resto del día, no dejando que la paz y el equilibrio interior vuelvan a ser el norte que guía nuestro caminar. Y en esos momentos, ¡qué injustos podemos ser con los que nos rodean! Cuanto dolor podemos provocar en los que con absoluta inocencia se acercan a nosotros para ayudarnos o simplemente compartir un momento laboral, de familia, o de amistad.

Las más de las veces descargamos nuestras impotencias con aquellos que menos lo merecen. Esas buenas personas que nada tienen que ver con nuestro enojo son victimas de nuestros desahogos y culminan siendo el eslabón final de la cadena de frustraciones que nos llevó al estallido. ¡Que injustos que somos, que poco amor por esas sencillas almas que sólo quieren compartir y acompañarnos en los momentos malos que nos prodiga la vida!

En muchas oportunidades las victimas son las esposas cuando llega el marido a la casa, o viceversa. En otros casos son los empleados que sufren a sus jefes frustrados por problemas con sus superiores. O simplemente ese amigo que te acerca su hombro y le respondes con una ácida respuesta. Es curioso, pero las más de las veces nos desahogamos de nuestro enojo con los más débiles, los que no tienen la capacidad de responder a nuestra agresión, quizás nuestros propios pequeños hijos.

La palabra que resuena en mi mente es cobardía. ¿Cómo podemos ser tan poco cristianos como para desahogarnos de nuestros enojos descargando ataques de ira contra los que nada tienen que ver con nuestros problemas? Es una cadena de agresión, que sólo genera más y más malos sentimientos, cadena que sólo puede ser interrumpida por los lazos invisibles del amor.

Hombre libreCuando tenemos esos momentos de enojo, necesitamos desahogarnos, necesitamos liberar esa presión interior que nos oprime y ensombrece. Sin demora alguna liberemos ese volcán que amenaza estallar en nuestro pecho, pero hagámoslo con amor, derramando gotas de ternura, sonrisas, comprensión. Nuestros malos sentimientos se derretirán como nieve junto al calor del hogar, no resistirán la sonrisa que nos prodiga esa alma buena que se acerca a nosotros con las manos abiertas. Luego podremos comprender qué tontos que somos cuando respondemos mal con mal, cuando alimentamos los círculos concéntricos que nos alejan del amor.

Es una virtud heroica la de aquellos que son capaces de responder al mal con bien, la de los que son capaces de frenar sus propios sentimientos de enojo y tornarlos en suaves sonrisas que derriten el mal. Virtudes heroicas las de los que derraman miel sobre un mundo con rostro de limón. La acidez de esta sociedad pide a gritos que almas heroicas la llenen de dulzura. Héroes que serán vistos como débiles quizás, pero qué bienvenidas son esas hermosas almas que iluminan el mundo, le dan un sentido puro, bueno, frente a los ríos de egoísmo e hipocresía que corren por nuestras calles.

¡Virtudes heroicas para una causa noble, la de honrar al Amor de los Amores uniendo nuestra voluntad a la Suya!


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Ella hacía tartas de día y salvaba judíos de noche https://www.reinadelcielo.org/ella-hacia-tartas-de-dia-y-salvaba-judios-de-noche/ Fri, 31 Mar 2017 16:06:16 +0000 http://www.reinadelcielo.org/?p=9117 En el museo Yad Vashem de Jerusalén hay siete españoles reconocidos como Justos entre las Naciones, aquellos que se jugaron la vida por salvar a los judíos en su huida de las garras de Hitler. Nombres como Ángel Sanz-Briz, el ángel de Budapest, Martín Aguirre y Otegui o Sebastián Romero Radigales llenan de orgullo a los compatriotas que pasean por el muro de honor del jardín de los justos.

Pero una circunstancia tan colateral como el cierre del mítico salón de té Embassy, en el madrileño paseo de la Castellana número 12 –el 31 de marzo de 2017 clausurará sus puertas tras 86 años de vida–, nos ha puesto en la pista de dos personas anónimas en el muro pero que, sin embargo, se jugaron el tipo por ayudar a evacuar a miles de judíos a su paso por España, país clave en las rutas de escape hacia América o África. Una de esas personas es la propia fundadora del salón, la irlandesa Margarita Taylor que, afincada en España, utilizó su elitista lugar de reunión de grandes personalidades de la época para dar cobijo de incógnito a los refugiados. La otra persona fue el doctor Lalo Martínez Alonso, un gallego que falsificaba informes y trasladaba judíos en coches diplomáticos. Tuvo que huir con su familia a Londres al ser descubierto por la Gestapo. «Ambos son los injustos entre las naciones», afirma Patricia Martínez de Vicente, hija de Lalo, que descubrió todo este entramado entre unos papeles de su padre tras su fallecimiento y lo contó en el libro La clave Embassy, editado por La Esfera de los Libros en 2010.

Ante los funcionarios alemanes

Casa de té EmbassyMargarita Taylor convirtió en los años 40 el lugar de reunión de los funcionarios de las embajadas y la clase alta madrileña en una tapadera para salvar judíos. Recién llegada de Francia, tras vivir en su Irlanda natal y en la India durante muchos años, se fue a vivir a la zona más señorita de Madrid, porque le recordaba a sus anhelados Campos Elíseos. En uno de esos paseos se dio cuenta de que lo que faltaba en la zona era un lugar de encuentro con buena comida y mejor bebida. Así que se puso manos a la obra: ella misma compraba la harina, hacía los pasteles, los famosos emparedados que han sobrevivido a los años, y los cócteles novedosos recién traídos de París.

Lo más impactante de la historia es que, detrás de este cuento de mujer de alta alcurnia y aspecto frágil, se escondía una trama en la que, como mínimo, cuatro judíos al día se mezclaban con los funcionarios alemanes de la cercana embajada y tomaban juntos pastas cada tarde. «Un judío polaco, escoltado desde la cocina, se colaba en un grupo de amigos cualquiera. No compartía idioma, pero sonreía. Y si temblaba demasiado, le ponían un par de whiskys», escribe Martínez de Vicente.

Margarita TaylorLos comensales removían el archiconocido chocolate con picatostes sin percatarse de que su vecino de mesa había llegado dos días antes, medio muerto de hambre y lleno de piojos, directo a casa de Margarita, que vivía en el segundo piso del mismo edificio que el salón de té. Tampoco sabían que su medio de transporte había sido un coche diplomático británico donde venía escondido. Ni que aquella mujer irlandesa de Misa diaria en el Cristo de Ayala, gran anfitriona de los bon vivant, convivía con ese vecino de mesa, y con el resto de judíos, en su propio hogar: los alimentaba con la misma comida pija que ingerían los comensales de Embassy, les daba ropa y zapatos nuevos y los sacaba del edificio a plena luz del día con la Policía, la Gestapo, los funcionarios, los embajadores, los vecinos y hasta los cocineros mirando.

«El refugiado llegaba a horas intempestivas hasta el portal del paseo de la Castellana, 12. Margarita los acogía amistosamente en su vivienda. El día elegido para continuar con la ruta bajaban por la escalera común, conectada con la cocina de Embassy», cuenta Patricia Martínez de Vicente. «Entera y sin flaquear, Margarita Taylor despedía a todos en la puerta con un “God bless you” (“Dios te bendiga”)», recuerda la escritora, que define a la irlandesa como «una mujer única que no ha tenido el reconocimiento que se merece por todas las vidas que salvó». Solo hay que pensar que desde 1939 y hasta el final de la guerra entraban en España cerca de 200 refugiados al día y muchos de ellos hicieron una parada en la casa de Taylor.

«Chegaban mortos de fame»

médico gallegoSu amigo, el gallego Lalo Martínez, médico de la embajada británica en Madrid y voluntario de la Cruz Roja en la guerra civil –a la que sobrevivió «yo creo que por no pertenecer a ningún bando, porque mi padre decía que un enfermo es un enfermo, no importa de qué lado sea», recalca su hija–, fue el ejecutor de todo el entramado que tenía como centro de actuación el salón de té. «Él era el encargado de ir a la cárcel de Miranda de Ebro, a donde llevaban a los indocumentados que capturaban en la frontera con Francia». Con certificados médicos falsos, una ambulancia de Cruz Roja en ocasiones y un coche diplomático británico en otras, el doctor se afanaba en sacar a los judíos, uno a uno, del penal. «Apellidándose Martínez y con informes que avalaban el estado de salud de los presos –en su mayoría checos y polacos– convencía sin problemas a los carceleros de liberar a los rehenes. Muchas veces, por ejemplo, para evitar contagios», explica Martínez de Vicente.

El médico gallego (a la izquierda) con la Cruz Roja en 1936. Foto: La Esfera de los Libros
Camuflados, los refugiados llegaban de la mano de Lalo, bien hasta la casa de Margarita si continuaban hacia Gibraltar, bien hacia Vigo si su ruta de escape era Portugal. «Mi padre utilizó su casa gallega para dar cobijo a los judíos». La guardesa de la casa, que aún vive, recuerda que «chegaban mortos de fame» y ella, afanosa, cocinaba caldo gallego para todos. En Galicia, recuerda Patricia, su padre tenía «un compinche inigualable: el tío Rogelio, un cura que le ayudaba a camuflar a los refugiados para llevarlos hasta Portugal». Fue en 1942 cuando Lalo tuvo que poner freno a su afán. La Gestapo se enteró de todo y, con la excusa de la luna de miel con su querida Moncha, escapó de España hasta Londres, vía Portugal.

Lalo Martínez tampoco es un Justo entre las Naciones, apenas siquiera se conocía su historia si no fuera por Embassy, su inminente cierre y el encuentro casual de su hija con el diario titulado 1942, en el que escribió todos estos secretos. Eso sí, reconoce su hija con admiración, el Ayuntamiento de Madrid va a poner una calle con su nombre.

¿Dónde se descubrió esta historia?

Patricia Martínez de VicentePatricia Martínez de Vicente descubrió en los años 80 unos documentos de su padre fallecido. En un cuaderno con el escueto título 1942 se escondía toda una trama en la que varios españoles y británicos salvaron la vida a miles de judíos. Ni su padre ni su amiga Margarita, fundadora de Embassy, habían mencionado tal entramado jamás. Patricia empezó a tirar del hilo y encontró la historia de amor, bondad, lealtad y desprendimiento de la mujer que utilizó su salón de té como tapadera y del hombre que, con informes médicos falsos, liberaba a los refugiados del penal de Miranda de Ebro.

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Fuente: Alfa y Omega
Autor: Cristina Sánchez Aguilar (@csanchezaguilar)


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