Súplicas a la Santísima Virgen
Dame tus ojos, Madre, para saber mirar;
si miro con tus ojos jamás podré pecar.
Dame tus labios, Madre para poder rezar;
si rezo con tus labios Jesús me escuchará.
Dame tu lengua, Madre, para ir a comulgar;
es tu lengua, patena de gracia y santidad.
Dame tus brazos, Madre, que quiero trabajar; entonces mi trabajo valdrá una eternidad.
Dame tu manto, Madre, que cubra mi pobreza; cubierto con tu manto al cielo he de llegar.
Dame tu cielo, Oh Madre, para poder gozar;
si tu me das Cielo, ¿que mas puedo anhelar?.
Dame Jesús, Oh Madre, para poder amar:
esta será mi dicha por una eternidad.
Conmemoración de la Santísima Virgen
Omnipotente sempiterno Dios,
que con la cooperación del Espíritu Santo,
preparasteis el cuerpo y el alma
de la gloriosa Virgen María,
para que fuese merecedora
de ser digna morada de vuestro Hijo;
concédednos que,
al celebrar con alegría su conmemoración,
por su piadosa intercesión seamos liberados
de los males presentes y de la muerte eterna.
Por el mismo Cristo, Señor nuestro.
R. Amén
V. Que el auxilio divino permanezca para siempre.
R. Amén.
Oración a Mater Admirabilis
¡Oh Madre Santísima de Jesús!, venimos a Vos como a la fuente viva que refrigera, como a la llama que calienta, como a la aurora que disipa las tinieblas, como a la Madre siempre atenta a las necesidades de sus hijos.
¡Oh Madre Admirable!, hay horas, en que el camino de nuestra vida es duro, No es fácil andar siempre con paso igual en el camino del deber.
No es fácil amar al prójimo, nuestro hermano, como Jesús quiere que lo amenos.
No es fácil conservar un alma serena en medio de las vicisitudes de la vida.
No es fácil amar a las criaturas y reservarse para Dios.
No es fácil hacerse pequeño y humilde cuando el orgullo relama.
No es fácil ir caminando hacia el Dios de luz por caminos llenos de sombra.
Hay días en los que todo es carga. Pero Vos, oh Madre Admirable, hacéis todo fácil. Y sin embargo, no quitáis el sacrificio de nuestros caminos, como Dios tampoco lo quitó del vuestro, pero facilitáis el esfuerzo haciendo que crezca el amor. El amor siempre vencedor en Vos, os hizo decir en el umbral de vuestro destino: “Fiat mihi secundurn Verbum tuum”. Esta palabra de adhesión al amor que os guiaba, jamás la retirasteis. Jamás os rebelasteis ante el sufrimiento, sino que ofrecisteis a su acción un alma mansa y humilde. entregada a Dios.
¡Oh María!, que vuestro ejemplo sea mi fuerza. Haced que todo sea fácil en mi vida, no suprimiendo toda pena. sino por un amor generoso, siembre mayor que la pena.
¡Oh Madre dulcísima!, dadme un corazón lleno de fortaleza; y si veis que mi amor se apaga pronto, os suplico, dad a vuestra(o) hija(o) un poco del vuestro y repetidle la lección del verdadero amor.