Si, quiero jugar a ser Dios, pero no como como jugaron Hitler, o Stalin, o tantos otros políticos monstruosos de nuestros tiempos, o de otros tiempos. Ellos no jugaron a ser Dios, realmente, sino a ser como esos dioses griegos que eran del todo humanos, crueles, vengativos y destructores. Ellos encarnaron lo peor del hombre, quisieron gozar en extremo en esta vida, dominando a los demás y acumulando riqueza para que las polillas la consuman después de su muerte.
Yo, en cambio, quiero realmente jugar a ser Dios, como es Dios de verdad. Quiero jugar a ser como El, todo Amor, toda ternura. Un Dios enamorado de nosotros hasta la locura. Un Dios que cuando se derramó sobre los amigos de Jesús en Pentecostés los dejó como locos y borrachos, corriendo por las calles al grito de ¡El Amor nos ama!
Quiero ser como El en esa capacidad de perdonar a todos, en cuanto levantan la mirada y Lo miran con deseo de abrazo, de beso. Quiero cerrar mis ojos y soñar con Su abrazo, Su mirada sobre mi. Y quiero entonces ser como El y ya no mirar el mundo a través de estos dos agujeritos chiquitos que se llaman ojos, sino verlo todo desde las Llamas de Su Sagrado Corazón. Ver el dolor de los hombres y derramar sobre ellos Sangre y Agua para unirlos en el dolor y el perdón.
Quiero jugar a ser Dios, para comprender como desde la Llaga de Su Costado se abre la Puerta que nos da la Salvación, Llaga de la Misericordia Divina que sin merecimiento alguno se nos ha dado. Quiero también escuchar desde Sus Oídos Santos, para que la paciencia Divina me enseñe a callar, a esperar, a llorar en la oscuridad y el silencio del alma humana.
Quiero, aunque mas no sea un poquito, ponerme en Sus Divinos Pies para comprender cuanto duele el caminar por los vericuetos de la historia del hombre. Bajo el calor del desierto y sufriendo sed de amor, quiero vivir por unos momentos la alegría de llegar a un oasis espiritual, al encontrar a los que lo aman con un corazón sincero. Quiero vivir el abrazo de Jesús con Sus amigos, Su consuelo.
Anhelo que este querer ver, escuchar y sentir como Dios, me ayude a parecerme aunque más no sea un poquito a Él. Pensar en cómo ve Él las cosas en este momento me abre al dialogo y la meditación de Su Palabra. Algunas veces pienso que si Él estuviera en Cuerpo y Divinidad aquí ahora mismo entre nosotros, se sonreiría de la inocencia y pureza de estos pensamientos. Pero muchas otras veces pienso que si Jesús estuviera en ciertos momentos presente, se entristecería en extremo y derramaría lágrimas de dolor ante nuestros propios ojos.
Creo que querer ser como Dios, es querer ser el Amor, es querer imitar al Amor de los Amores. Ponernos en Sus zapatos es un gesto de humildad extrema, para dejar que El actúe en lugar nuestro, haciéndonos un ejemplo a semejanza de El, sencillos, dóciles y dispuestos a doblegar nuestra humanidad y permitir que sea el Espíritu Santo el que obre por nosotros.
Quiero jugar a ser Dios, como un niño que ama y admira a su Padre, y sueña en ser un día como El, a imitación de El. Como un Padre que le da a su niño todo lo que necesita, le enseña todo lo que tiene que saber, le muestra con Su ejemplo como es que se debe amar. Amar, sin condicionamientos, sin preguntar, sin esperar nada a cambio, simplemente amar. Así quiero ser, ese es mi sueño, mi ideal de vida, mi desvelo, inalcanzable lo sé bien, pero yo simplemente lo intento.
Señor, dame un corazón de niño, dame un corazón distinto, dame un corazón sencillo, Señor, para estar en Tu Presencia. Hoy, quiero ser como niño que te mira admirado, que te mira embelesado, que te Adora en Espíritu y en Verdad, para estar en Tu Presencia. Hoy, quiero jugar a ser como Tú, a sentir como Tú, a pensar como Tú, a amar como Tú, a sufrir en silencio, como sufres Tú, para estar en Tu Presencia.