De los tres eventos marianos ocurridos en París al principio del siglo XIX, en los que Dios habló sobre el Inmaculado Corazón de María, el segundo fue el mas explícito en su referencia a ese Corazón. (El primero siendo la aparición de la Virgen a Santa Catalina Labouré en Rue du Bac en la que pidió la Medalla Milagrosa y el tercero, el Escapulario Verde).
Este segundo evento ocurrió en 1836, en la Parroquia de Nuestra Señora de las Victorias de París. Como resultado de este hecho, la parroquia se convirtió en un gran centro de devoción mariana para los franceses.
Historia de la iglesia de Nuestra Señora de las Victorias
Para apreciar el significado del evento ocurrido en 1836 en esta iglesia, es necesario entender su historia.
En Diciembre de 1629 fue puesta la primera piedra de la iglesia conventual de los padres Agustinos, llamados “Los Padrecitos”, a la cual Luis XIII, que financiaba los trabajos, le puso el nombre de “Nuestra Señora de las Victorias”, en reconocimiento a la Virgen por sus recientes victorias que garantizaron la unidad de su reino.
Uno de los hermanos legos del convento, el hermano Fiacre, oraba ante Nuestra Señora por el nacimiento del heredero al trono, esperado hacía 15 años: Louis Diedonné, futuro Luis XIV.
Pero Dios tenía mayores designios y se valió de aquello para demostrar a los hombres otras victorias mucho mas importantes y definitivas para toda la humanidad que se lograrán por intercesión de su madre. La Virgen quería aquel lugar para atraer hacia Dios a sus hijos dispersos por el pecado y sus consecuencias, que son las guerras y el ateismo. El mismo hermano Fiacre, a su regreso de una peregrinación a Savona (Italia), comenzó a invocar a Nuestra Señora de las Victorias bajo el vocablo “Refugio de los Pecadores”.
Durante la Revolución Francesa, cuando se extendió el terror por toda Francia, los padres Agustinos fueron expulsados de su convento y en su iglesia instalaron la bolsa de valores. Las cosas cambiaron cuando Napoleón quiso, por intereses políticos, aparentar ser amigo de la Iglesia, de modo que entre 1800 y 1809 la iglesia pudo ser erigida en parroquia. Pero, como estaba en un barrio de negocios y la revolución había causado un gran abandono de la fe, habían muy pocos feligreses. Los esfuerzos humanos no lograban mejorar las cosas. Había una iglesia abierta pero los corazones estaban muy lejos de Dios.
Así eran las cosas cuando el 27 de agosto de 1832, el Padre Carlos Eléonor des Genettes fue nombrado párroco de Nuestra Señora de la Victorias. La Iglesia estaba abandonada y pobre. El estado espiritual de la parroquia era tan decadente que el domingo siguiente a su asignación como párroco, el sacerdote pudo contar como asistencia solamente a 4 personas además del coro, y durante todo el año de 1835, solamente 720 comuniones fueron distribuidas.
Por cuatro años y medio, el párroco soportó la tortura espiritual de ver todos sus esfuerzos y trabajos no dar fruto. Empezó a deprimirse por la esterilidad de su ministerio y por la aparente desesperanza de su situación. Así se encontraba el sacerdote cuando el 3 de diciembre de 1836, mientras celebraba la Santa Misa en el altar de la iglesia de Nuestra Señora, hizo las oraciones de la liturgia de la época. Pronunció las palabras: ¨Judica me¨, sintió una gran conmoción interior. ¨¡Júzgame, oh Señor!”
Si el Señor fuera a juzgarlo, ¿cómo lo encontraría? ¿Quizás como un fracasado?. “¿Ha habido un sacerdote tan estéril en su ministerio como yo?” -Se preguntó interiormente.
Este pensamiento, que muchas veces vino a su mente, en ese momento se convirtió como en una espada que traspasaba su corazón. No podía pensar en nada mas que en esto, hasta el punto que no pudo concentrarse en las restantes oraciones de la Misa. Concluyó que lo mejor era presentar su renuncia como párroco.
Cuando comenzó la Oración Eucarística, hizo un esfuerzo supremo para recogerse y concentrarse en el momento sublime de la Consagración. Sin embargo, se sintió mas perturbado que nunca. Suplicó al Señor que lo librara de las distracciones para ofrecer el Santo Sacrificio en un estado digno. Fue entonces cuando escuchó muy claramente unas palabras que se le pronunciaron con gran solemnidad: “Consagra tu parroquia al Santísimo e Inmaculado Corazón de María”.
Estas palabras resonaron en su corazón, e inmediatamente experimentó una gran paz interior, desapareciendo la obsesión de pensamiento que había tenido unos minutos antes. En la conclusión de la Misa y durante el tiempo de acción de gracias, repasaba en su mente todo lo que había ocurrido. Se dijo a si mismo que todo había sido una fantasía, producto de su imaginación. Pero cuando se iba a levantar de su silla para terminar la celebración de la Santa Misa, volvió a escuchar las palabras que antes oyó: “Consagra tu parroquia al Santísimo e Inmaculado Corazón de María”. Cayó de rodillas ante esas palabras que ya había escuchado previamente. Pero todavía tenía temor de aceptarlas como auténticas, pues pensó que fueran el resultado de una ilusión. Trató de ignorarlas, de olvidarse de ellas, pero seguían viniendo a su mente con mas intensidad. Finalmente, para alcanzar su paz interior mas que por creer que habría algún resultado para su parroquia, decidió responder a la petición que había escuchado dos veces.
Ya que había resuelto obedecer a la voz, el pastor decidió entrar de lleno en el espíritu de esa petición. Era evidente que el propósito de dicha consagración de su parroquia al Inmaculado Corazón era motivar a los parroquianos a orar al Inmaculado Corazón y frecuentemente recurrir a la protección y cuidado maternal de la Santísima Virgen. Pensó que la mejor forma de llevar esto a cabo era establecer una asociación religiosa con oraciones específicas, reuniones y normas.
En ocho días el Padre Genettes tenía escritos y aprobados por el Arzobispo de París los estatutos para la asociación. El domingo 11 de diciembre anunció desde el púlpito que empezarían esa misma tarde unas devociones y oraciones para pedir al Señor, a través de la intercesión del Inmaculado Corazón de María, la conversión de los pecadores.
Ya que solo diez hombres habían asistido a la Misa y oído el anuncio, el sacerdote no esperaba que llegaran muchas personas esa tarde. Sin embargo, la Virgen María empezó a mostrar su plan cuando, después de la Misa, dos hombres que casi nunca asistían a Misa, se acercaron al P. Genettes y pidieron el sacramento de la confesión. A las siete de la tarde, la hora anunciada para empezar las devociones al Inmaculado Corazón, de cuatrocientas a quinientas personas se hicieron presente en la iglesia. Todos estaban estupefactos, no podían creer el gran número de personas que habían asistido…. por años no se había visto en esa parroquia mas de diez personas.
Al principio del servicio de oración, estaban un poco indiferentes, pero mientras avanzaban las devociones, sus corazones se fueron gradualmente derritiendo bajo el calor maternal del Corazón de María. Ya para el final, todos unían sus voces en el canto de las Letanías de Nuestra Señora y las Alabanzas Divinas ante el Santísimo Sacramento. Salieron decididos a volver a la iglesia y participar de estas devociones que habían reanimado su fe y devuelto la paz y el gozo.
Una señal de la Virgen
El párroco, P. Genettes, estaba sobrecogido de emoción, sin embargo, no estaba plenamente convencido que este camino, trazado por el mismo Señor que lo dirigía hacia el Corazón de María, tendría todo el resultado esperado. El padre pidió a la Virgen Santísima una señal, la conversión del señor Joly, quien había sido el último ministro de Luis XVI. En su juventud este hombre había aceptado doctrinas anticlericales y prejuicios contra la Iglesia. Ahora tenía ochenta años, estaba ciego y muy enfermo y por mucho tiempo había renunciado a practicar ninguna religión. El padre había tratado muchas veces de acercarse al señor Joly sin éxito.
El 12 de diciembre, el Padre des Genettes regresó a casa del señor Joly y tocó la puerta. Los empleados no querían dejarle pasar, pero éste insistió de nuevo y por fin pudo llegar donde el anciano. No habían cruzado mas que unas cuantas palabras corteses cuando el señor Joly pidió al padre que lo bendijera. Movido profundamente, el sacerdote lo bendijo, y en ese momento el anciano exclamó: “¡Su visita me está haciendo tanto bien, padre! No le puedo ver, pero siento su presencia. Desde que entró a mi cuarto sentí una paz, calma interior y felicidad que nunca antes había experimentado”. Entonces el padre, al ver la disposición tan extraordinaria que tenía el señor Joly, le preguntó si quería confesarse, a lo cual contestó inmediatamente que sí.
El Padre des Genettes había pedido una señal y la había recibido claramente. Ahora, ya estaba convencido de que estaba haciendo la voluntad de Dios y que tenía una misión auténtica que cumplir. Encontraría muchos obstáculos, como todas las obras de Dios, pero la Asociación inmediatamente, floreció. En diez días, 214 personas se hicieron miembros.
La Asociación continuó gradualmente creciendo y se extendió por toda la ciudad de París, luego por toda Francia y mas tarde por el mundo entero. Para la primavera de 1838, la extraordinaria historia de la Asociación la cual había sido muy instrumental en obtener conversiones grandes, milagros e innumerables gracias, llegó a la atención del Supremo Pontífice. Impresionado por la idea de la Asociación y del maravilloso éxito que había adquirido, Gregorio XVI emitió un informe erigiendo perpetuamente en la Iglesia de Nuestra Señora de las Victorias, la Archicofradía del Santísimo e Inmaculado Corazón de María, para la conversión de los pecadores. La humilde y pequeña asociación, que comenzó como el medio para levantar una parroquia pobre, se convirtió en una organización espiritual mundial, reconocida oficialmente y con sede en París. Pronto tendría miembros afiliados por todo el mundo.
Igual que la Medalla Milagrosa, a través de la aprobación Papal, Nuestra Señora de las Victorias con la fundación oficial de su Archicofradía, alcanzó un empuje global que la convirtió en la gran precursora de Fátima, aparición que sería un foco luminoso para promover la devoción al Inmaculado Corazón por todo el mundo.
Ya que los grandes éxitos de esta organización son ante todo espirituales, es muy difícil tener una cuenta exacta de ellos. Sin embargo son evidentes los frutos que se dieron en la parroquia donde la Consagración y la Archicofradía se iniciaron. Solamente en dos años las comuniones que se distribuyeron crecieron de 720 en 1835 a 8,550 en 1837, y 12,500 en 1938. Para este mismo año, la Archicofradía tenía 7,892 miembros.
La conversión tan extraordinaria que hubo en la Parroquia de Nuestra Señora de las Victorias a través de la Consagración al Inmaculado Corazón, y el rápido crecimiento de la Archicofradía del Santísimo e Inmaculado Corazón de María para la conversión de los pecadores, fue la segunda manifestación mariana después de Rue du Bac, dentro de todo un plan divino para promover la devoción al Inmaculado Corazón de María que continuaría desarrollándose a través de los años.
Abundantes gracias
Testigo de las numerosas gracias concedidas por la Virgen son son los ex-votos en las paredes de la iglesia.
Milagrosa curación de Santa Teresita
Sta. Teresa de Lisieux, en 1883, cuando tenía a penas 10 años, estaba a punto de morir. Su padre envió una donación a la Nuestra Señora de las Victorias para que hicieran una novena de misas por su salud. A Nuestra Señora de las Victorias es a quien Sta. Teresa atribuyó, lo que llamó “el milagro” de su curación.
Influencia de esta parroquia en la vida de San Antonio María Claret
En los planes providenciales del Señor, esta parroquia impresionará tanto a San Antonio María Claret, que decide cambiar el nombre del instituto secular que había fundado a “Las Hijas del Santo e Inmaculado Corazón de María.” Luego, él hace que la consagración a María sea una parte esencial de la ceremonia de entrada a su congregación de misioneros.
Para San Antonio, la consagración a María tenía definitivamente un carácter apostólico. “el misterio de María Inmaculada, como lo ve San Antonio, no es tanto un misterio de belleza, como un misterio de poder. Al igual que el demonio hace daño al “talón” a través de los maliciosos, la Virgen Santísima también hace uso de apóstoles a quienes ella ha escogido y los cuales ha formado especialmente para combatirlo”.
Esta noción de consagración mariana, como forma de equiparnos como soldados de Cristo en batalla contra los poderes del infierno, se hace cada vez mas patente en el Siglo XX. Una figura sobresaliente de esta realidad lo encontramos en San Maximiliano Kolbe, fundador de la Militia Immaculata.
Entre la multitud de peregrinos a Nuestra Señora de la Victoria se encuentran San Juan Bosco, los hermanos Ratisbone y Ana-María Javouhey.
Nuestra Señora de las Victorias fue eregida como basílica en 1927 y continúa acogiendo a todos los que vienen a los pies de la Virgen para consagrarse a su Inmaculado Corazón. Hemos sido testigos de estas gracias al llevar dos peregrinaciones de 100 personas cada una para allí renovar nuestra consagración al Inmaculado Corazón.
Fuimos acogidos por hnas. Benedictinas del Sagrado Corazón de Montmatre. Diariamente se celebra la Santa Misa, el oficio divino, el Santo Rosario. La Virgen continúa derramando las gracias del cielo. Ella es refugio y fortaleza de todos y nos ayuda en el camino de la conversión del corazón.
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Fuente: Corazones.org