Catalina Labouré, novicia de las Hijas de la Caridad, el 27 de noviembre de 1830, en París, vio a la Santísima Virgen, y de ella aprendió la siguiente jaculatoria: “Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti”. Pequeña oración que nosotros también podemos repetir a diario.
Anteriormente, en el mes de julio de aquél mismo año, la novicia ya había visto a la Virgen, por primera vez. En aquél momento Nuestra Señora le presentó sobre el altar de la capilla dos tableros que presentaban las dos caras de una medalla. Catalina, la novicia, tenía la misión de hacer acuñar una medalla igual a ese modelo. Con la promesa de la Virgen, que dice: “Todas las personas que la lleven con confianza, colgada al cuello, recibirán grandes gracias”.
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Fuente: www.aleteia.org