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La redacción de Reina del Cielo
Pensar en la Natividad de Nuestra Madre María, es algo que nos lleva eleva a contemplar las maravillas de Dios obradas en cada ser humano, aunque en este caso ponemos atención lo que Él hizo sobre su elegida, la Madre de Jesús.
Es así que les presentamos dos reflexiones de Mons. Esteban Puig, Vice Gran Canciller de la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo de Perú. Así mismo la USAT ha publicado sus libros: La aurora en América (1999); Es hora de caminar: vida de Santo Toribio de Mogrovejo (2006); Marcando huellas (folleto ilustrado, 2007). Asimismo ha editado el libro del P. Antonio San Cristóbal Los retablos post-barrocos de San Pedro de Lloc y de Lambayeque (2008) y San Juan María Vianney, espejo de párrocos y sacerdotes (selección; 2010).
A continuación pueden leer estas dos profundas reflexiones acerca de la Natividad de Nuestra Señora, Reina y Madre.
REINA Y MADRE
VI
La Natividad de Nuestra Señora (I)
El corazón se estremece de alegría al vislumbrar ya que la Niña María estaba prefigurada en el A.T. por mujeres que desempeñan papeles importantes en los planes de Dios: Ana, la madre de Samuel (cfr 1 S 1), Débora, Rut, Judit y Ester; el vellocino que se cubre de rocío por la acción de Dios ha sido interpretado de modo alegórico que sería una concepción virginal de Santa María (cfr Jc 6,37) y, también, se le apropiaba el nombre de la Hija de Sión (cfr. Zc 2,14),
Muchos siglos habían pasado desde que los hombres y mujeres israelitas anhelaban la llegada del Mesías que desde los inicios del mundo Dios había prometido que nacería el Redentor, el Salvador que liberaría la humanidad entera del pecado, del mal, de la muerte, del dolor. El pueblo de Israel deseaba que llegara ya el tan deseado Mesías. Pero todavía el círculo era muy amplio, muy distante de la mente y del corazón de tan esperado acontecimiento. El pueblo de Israel había sido escogido como el pueblo de la Promesa y, a través de los Profetas, recibían las predicciones divinas que señalaban que una doncella, descendiente del linaje de David “concebiría y daría luz un hijo, a quien pondría por nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros (Is 7, 14). Los piadosos Israelitas, generación tras generación, evocaban con alegría el nacimiento de la Madre del Mesías “aquella que ha de dar a luz”, como explicaba Miqueas apoyándose en la Profecía de Isaías.
Año tras año, el círculo se iba estrechando. Después del exilio en Babilonia la expectación mesiánica era más intensa y apasionada en Israel. Una emoción incontenible, enorme se extendía por aquellas tierras donde nacería el Mesías. Los salmos cantaban aleluyas: “Ahora sé que el Señor salva a su Ungido” (Sal 20/19, 7) “Yo mismo he Ungido a mi Rey en Sion mi monte santo….Tú eres mi Hijo. Yo te he engendrado hoy. Pídeme y te daré en herencia las naciones” (Sal. 2, 6-8). “Destilad cielos el rocío de la alto, derramad nubes la justicia que se abra la tierra y germinará la salvación… (Is 45, 8). “Eres el más hermoso de los hijos de Adán, en tus labios se ha derramado la gracia. A tu diestra está la reina, adornada con oro de Ofir” (Sal 45/44, 3. 10). “Mira a mi siervo, a quien sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma” (Is 52, 13). “Tendrá piedad del débil y del desvalido y salvará la vida de los indigentes” “Salvará sus almas de la opresión y la violencia, pues su sangre será precioso a sus ojos.” (Sal 72/71, 13-14) “El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: ”Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (Sal 110/109, 4) “El me invocara: Tu eres mi Padre, mi Dios, la Roca de mi salvación. Yo lo constituiré me primogénito, el más eximo entre los reyes de la tierra” (Sal 89/88, 27-28) El circulo de las Promesa se ha concentrado en un punto luminoso: ¡El Mesías está cerca! Y los libros Santos describen ya aspectos concretos de este Mesías. “Saldrá un vástago de la cepa de Jesé… (Is 11,1), nacerá en Belén de Judá, (Mi 5, 1-3), “un Niño nos ha nacido…” (Is 9,5), entrará en Jerusalén montado sobre un asno (Zac 9, 9-10) será coronado de espinas, araran sus espaldas los pecadores, “varón de dolores…, y en las puertas del gran suceso el anciano Simeón el Espíritu Santo le comunica que no morirá hasta que vea al Mesías y Ana, la que con lágrimas y rezos pregona la redención de Israel.
Tantos elogios y suplicas al Mesías esperado por ser verdadero hombre debe nacer de una mujer, tendrá una Madre, y además será la “engendradora” (Teotókos), Madre de Dios verdadero. ¡Madre! Esta mujer Madre entra en la historia. Es una persona real, no mitológica ni divina. Esa María la mujer Virgen y Madre. ¡Salve!
(Agosto 2014 )
REINA Y MADRE
VII
La Natividad de Nuestra Señora (II)
Vino al mundo una Niña. No sabemos en qué lugar. Dicen algunos en Galilea o en la ciudad santa de Jerusalén. Otros en Jerusalén. Parece lo más probable pues cerca de la piscina llamada en hebreo Betzata o “probática” en griego, por estar cerca de la puerta de las ovejas que tiene cinco pórticos, aquella en la que el pobre inválido que padecía una enfermedad desde hacía treinta y ocho años, contestará a Jesús que le preguntaba “¿Quieres curarte? -sabiendo que llevaba mucho tiempo intentando entrar en el agua pero no tenía a nadie que le metiera en la piscina cuando el ángel bajaba y la removía- el buen hombre le dijo: “No tengo a nadie que me meta en la piscina” (cfr. Jn 5, 5-8). Cerca de ella se han encontrado las ruinas de una basílica bizantina del siglo V, edificada sobre la casa sobre la llamada casa de Santa Ana.
La liturgia ha inscrito los nombres de los padres de santa María en la Misa que se celebra el día de la Natividad de la Santísima Virgen María. Además, hay un libro apócrifo, no aceptado por la Iglesia como inspirado por Dios, del siglo II el Protoevangelio de Santiago que nos también da los nombres de sus padres, Joaquín y Ana. Una tradición antigua habla de san Joaquín y de santa Ana como padres de la Virgen Niña María. Por esto la liturgia pone en labios de María estas palabras del A.T. “me establecí en Sión. En la ciudad amada me dio descanso, y en Jerusalén está mi potestad” (Sir 24, 15). La esperanza de Israel en el deseado de las naciones, el futuro Mesías, ahora está a punto de ser una realidad pues los tiempos ya se habían cumplido y una doncella, María, sería la aurora resplandeciente que daría a luz al verdadero Príncipe de la paz.
“Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos” (Gal 4, 4-5) Y Dios, bondadosísimo, Dios de todo consuelo, elije a su Hija, Madre, Virgen y Esposa. Y María – de Ilustre linaje, la criatura más bella y pura entre todas las mujeres, concebida sin pecado original, santísima y llena de gracia-, vino a nuestra tierra sencillamente, humildemente, silenciosamente… el mundo no lo supo entonces. El mundo siguió dando vueltas…dormía la tierra.
(Septiembre 2014)