Una niña de once años, hija de un matrimonio amigo, tuvo un hermoso sueño.
Ella soñó una escena en la que muchas Virgencitas, representando las distintas advocaciones Marianas, cantaban orando con gran devoción. En el centro de todas ellas, una Virgen María de mayor tamaño, dominaba la escena. La mamá de la niña la ayudó a la mañana siguiente a reconocer las distintas advocaciones, mostrándole imágenes que le permitieron identificar a la Medalla Milagrosa, la Rosa Mística, Fátima, Lourdes, Medjugorje, La Salette, San Nicolás, entre varias otras.
Lo curioso del sueño, es que inicialmente todas las pequeñas imágenes oraban y lloraban, cantando al mismo tiempo (la única que no lloraba es Nuestra Señora del Santo Rosario de San Nicolás). Pero en el momento en que comenzó a orar la imagen de mayor tamaño, la que estaba en el centro, todas las demás se arrodillaron y colocaron en posición de sujeción o de seguimiento a Ella. Cuando me contaron el sueño, me detuve a pensar por un rato en el significado. Y, como mínimo, se me ocurre una interpretación a ésta hermosa imagen que surgió del sueño de una pequeña niña.
Vivimos tiempos en que las advocaciones Marianas se multiplican, aumentan década a década. La Madrecita del Salvador se ha esparcido por este mundo de un modo especial, remarcando en regiones y sociedades diversas su presencia amorosa y siempre llena del amor Maternal que sólo su Inmaculado Corazón puede dar. En cada lugar, la Llena de Gracia se manifiesta de tal modo de servir de puente a los corazones del pueblo, llevándolos al Amor de Jesús, verdadero objetivo de sus amorosos llamados. María, así, adapta su ropa, su rostro, y hasta los más mínimos detalles de sus gestos, a lo que Ella considera enamorará a más almas. ¡Y vaya si lo logra!
Pero mucha gente, particularmente los que recién se inician en el sendero de María, se confunden al ver tantas Virgencitas, tantas imágenes distintas. ¿Es siempre la misma Mujer, o son distintas personas? ¿Acaso son santas que fueron Vírgenes, o es siempre la hermosa Mujercita de Galilea, Mamá del Niño Dios?. Estas dudas aparecen de tanto en tanto. Creo que el sueño de la niña es una respuesta a éste interrogante: todas las advocaciones Marianas, todas las apariciones de María son de la misma Mamá de Jesús. Distintas en su aspecto, en su época, en su nombre, pero son siempre manifestaciones de la amorosa Madre del Rey del Universo.
Sin embargo, otro mensaje también aflora en el sueño de la niña: todas las apariciones, y particularmente todos los mensajes que María entrega a los distintos videntes o instrumentos que Ella utiliza, se corresponden a un Plan Maestro, a un mapa general. Por eso todas las advocaciones se sujetan a la María más grande, cuando ésta empieza a rezar, según el sueño de la niña. Es como un gran rompecabezas, en el que cada aparición es una pieza, pero el cuadro general es siempre María, única, como emisora de todos estos mensajes, por mandato del mismo Dios. Cada mensaje nos va dando un color y una textura que nos permite ir formando éste gigantesco rompecabezas, este puzzle, en el que las piezas encajan con la perfección de la Divinidad de quien conduce a la Reina del Cielo.
Y finalmente, también veo en este sueño una advertencia y un pedido: algunas personas se vuelven tan devotas de una advocación, que pierden la perspectiva del conjunto, de Dios como centro de todo. Ellos consideran que “su” advocación es la única buena, la única que sirve. Y lo triste no es tanto que olviden a las demás advocaciones Marianas (lo que no es malo en si mismo) sino que comienzan a criticar cualquier cosa que no provenga de la que ellos tanto aman. Se producen discusiones, debates estériles, ataques a la legitimidad de otros mensajes y mensajeros de María. ¡Es una especie de nacionalismo Mariano! Evidentemente se cae en un grave error, y la Virgen nos lo grafica claramente: cuando la María central ora, las demás advocaciones se ponen de rodillas y se sujetan a Ella. ¡No se puede perder de vista el origen único de todo lo que viene de Dios, no se lo puede dividir! La Virgen nos pide unión, no división, amor, no agresión, tolerancia, no sectarismos.
Volviendo al sueño de nuestra amiguita, es hermoso pensar la escena: esas distintas imágenes de la Virgen orando y cantándole al Trono de Dios. Y de repente, todas giran, se ponen de rodillas y se concentran en seguir el rezo de una María central, la Omnipotencia Suplicante. Imagino los sonidos, las voces, los cantos, y los rostros de tantas imágenes por nosotros conocidas. Y, finalmente, todo culmina en una unidad y armonía absolutas, todo se sujeta a un único mensaje.
Creo que algún día el hombre llegará a un punto en que todos los mensajes de María, de todas sus advocaciones, se volverán iridiscentemente transparentes para nosotros, en que comprenderemos la integralidad del mensaje, todo lo que sabemos cobrará luz propia y tendrá un sentido pleno. Seguramente, ese día, diremos: ¡cómo no me di cuenta antes, si estuvo siempre frente a mis ojos! Dios, ese día, nos revelará una parta importante de Su Plan, el que por ahora nos va dejando ver de a capítulos. Cada evento tiene su momento, para Dios. Cada pieza en el rompecabezas debe surgir en el punto exacto de madurez. Lo que sabemos, por ahora, es que las piezas que nos han sido reveladas se han incrementado mucho en las ultimas décadas ¡Pongamos atención al tablero general, entonces!