El Padre Emiliano Tardif fue un extraordinario misionero de la Renovación Carísmática, movimiento que ha dado a la Iglesia un nuevo testimonio de la acción del Espíritu Santo entre nosotros.
El Padre Tardif no quiso, en sus inicios, pertenecer al Movimiento de la Renovación, pero fue el Espíritu Santo el que lo convenció de su misión de vida tras curarlo, por la oración e imposición de manos de hermanos de la Renovación Carismática, mientras estaba hospitalizado por padecer una tuberculosis pulmonar. A partir de alli todo cambió, y fue una Gracia que se derramó sobre el mundo lo que vivió este hombre del Señor. –
Compartimos este testimonio y milagro del amor de Dios, extraído del libro “Jesús está vivo“, del mismo padre Tardif.
Curación del paralítico
Durante las misas del primer domingo invité a la gente para una conferencia sobre la Renovación Carismática, prometiéndoles contar el testimonio de mi curación. Asistieron unas 200 personas. Pero esa gente tenía tanta fe que en la noche llevaron un tullido en una camilla. Se le había roto la columna vertebral y no había vuelto a caminar desde hacía cinco años y medio.
Cuando los vi llegar con él en la camilla pensé que eran demasiado atrevidos, pero me recordaron a aquellos cuatro que llevaron a su amigo paralítico a Jesús (Mc 2, 1-12). Oramos por él y le pedimos al Señor que por el poder de sus santas llagas sanara a este tullido. El hombre comenzó a sudar abundantemente y a temblar. Entonces recordé que cuando el Señor me sanó, yo también sentí mucho calor. Así que le ordené:
– El Señor te está sanando. ¡Levántate en el nombre de Jesús!
Le di la mano y él me miró muy sorprendido. Con mucho esfuerzo se levantó y comenzó a andar lentamente.
– ¡Sigue caminando en el nombre de Jesús! -le grité- ¡El Señor te está sanando! El daba un paso y otro paso. Llegó hasta el Sagrario y, llorando, daba gracias a
Dios. Todo el mundo alababa al Señor mientras el curado salía llevando su camilla debajo del brazo. Ese día otras diez personas también fueron curadas por el amor de Jesucristo.
¡Qué sed tiene la gente de oración! Se acercan a nosotros para pedirnos que les enseñemos a orar. Como Jesús, debemos enseñarles orando con ellos. No podemos desaprovechar esa maravillosa oportunidad. Si nosotros habláramos menos del Señor y habláramos más con El, ¡qué pronto se transformaría nuestro mundo! Es cierto que al Señor le agrada que hablemos de Él, pero más le gusta que hablemos con Él.
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Fuente: “Jesús está vivo“, de Emilio Tardif