Introducción de www.reindelcielo.org :
Padre Pablo Martin, defensor y estudioso de la obra de Luisa Piccarreta, nos presenta estas veinte preguntas que resumen la espiritualidad de Luisa, la santa (asi la llamaban en su pueblo, Corato). Deseamos que este escrito sea una invitación a que nuestros lectores se acerquen a la obra de Luisa, y descubrar las maravillas que Jesus puso en su corazón, el misterio de la Divina Voluntad.
Escrito del Padre Pablo Martin
La finalidad de estas páginas es ofrecer una presentación, un prontuario, unpunto de referencia a quien desea noticias precisas sobre la espiritualidad de la Sierva de Dios Luisa Piccarreta, “la pequeña Hija de la Divina Voluntad”, sin pretender con ello dar un juício que solamente puede dar la Autoridad de la Iglesia, juício que desde ahora acoge de corazón.
El Autor
PREGUNTAS SOBRE LA ESPIRITUALIDADDE LUISA PICCARRETA
01 – No son pocos los místicos conocidos por una particular “doctrina” que caracteriza su vida espirituale. Por ejemplo:
- de Santa Faustina Kowalska es “la Divina Misericordia”
- de Santa Teresa de Lisieux es el camino de la pequeñez en el abandono confiado a Dios
- de Santa Margarita o de Sor Josefa Menéndez es la devoción al Sagrado Corazón de Jesús
- della Sierva de Dios Concepción Cabrera es “la Encarnación Mística”
- de la Madre Eugenia Ravasio es la revelación del Padre CelestialÂ…
Y todas estas figuras (¡casi todas mujeres!) han ofrecido a la Iglesia sus propios tesoros de vida espiritual como fruto de “revelaciones” o experiencias místicas, examinadas y confirmadas por la Iglesia. ¿Cuál es, en pocas palabras, la doctrina espiritual que caracteriza a Luisa Piccarreta?
Es “el vivir en la Divina Voluntad”. Es la Voluntad misma de Dios, dada por El y recibida por su criatura, el hombre, como su heredad y su propia vida.
02 – ¿Acaso se trata de “mensajes” de tipo carismático, como tantos (auténticos o falsos) que circulan hoy día? ¿Es tal vez una doctrina ascético-mística, puesto que habla de las distintas virtudes o de ciertas experiencias extraordinarias? ¿Ha elaborado alguna perspectiva teólogica? ¿O ha narrado tan sólo su vida y sus pensamientos? ¿Nos presenta quizás una particular devociónÂ…?
No son “mensajes”, en absoluto, pues eso jamás se le pasó a Luisa por la mente. A ella podemos verla como un alma mística que ha dejado escritos, como tantos otros autores antiguos y recientes en la Iglesia, de los que se conocen sus experiencias íntimas espirituales, al haber dejado el testimonio de su vida como rica doctrina ascético-mística. Pensemos en los grandes “clásicos”, S. Teresa de Jesús, S. Juan de la Cruz, o bien en tiempos más recientes S. Teresa de Lisieux o S. Faustina Kowalska, por citar alguno. A Luisa sólo en parte podemos considerarla así, porque sus escritos no sólo describen un itinerario de vida espirituale, sino que son la promulgación del eterno Proyecto o Decreto de Dios, que anuncia el cumplimiento de su Reino: el Reino de la Divina Voluntad.
03 – ¿Luisa Piccarreta ha escrito algo? ¿Es una escritora? ¿Por qué ha escrito? ¿A quién se dirije?
Luisa ha escrito mucho, no obstante haber asistido de niña tan sólo a la primera o segunda clase de escuela primaria y teniendo, por lo tanto, una cultura humana súmamente pobre (lo que escribe está lleno de errores de ortografía y sintaxis, lo cual puede ser un magnífico medio de disuasión para desanimar a quien se acerque a sus escritos prevenido y sin recta intención). No es, por consiguiente, fácil literatura mística, como la de quien desea dar a conocer sus propias pretendidas visiones o revelaciones sobrenaturales; de trata por el contrario de un doloroso testimonio, de una vida crucificada por amor, durante muchos años de cama, que Luisa transcurrió en la oración y en el silencio, para todos oculta y en la obediencia. Y sólo la obediencia consiguió que escribiera, con inmensa violencia que ella tuvo que hacerse. Escribió sólo para obedecer a sus diferentes Confesores, encargados de ella por sus Arzobispos, por lo tanto, para obedecer a la Iglesia; una obediencia que le costó a Luisa un verdadero martirio continuo.
Lo que ha escrito no es fruto de la cultura o del arte de un escritor, de un deseo de dar a conocer sus propias visiones o revelaciones, no procede de un misticismo falso y peligroso, sino de la “Señora Obediencia”, come ella la llama. Solamente después de muchos años se rindió a la idea de que sus escritos fueran publicados por los Sacerdotes encargados.
04 – ¿Cuál es la esencia de su mensaje? ¿Luisa da algún anuncio en particular?
Respuesta de Jesús: “Gracia más grande no podría conceder en estos tiempos tan tormentosos y de carrera desenfrenada hacia el mal, que hacer saber que quiero conceder el gran Don del Reino del Fiat Supremo”. Exactamente se trata del cumplimiento de ese Reino que invocamos en el Padrenuestro: su Voluntad, a partir de Luisa, se ha de cumplir de un modo nuevo en la tierra, de la misma manera que se cumple en el Cielo, donde es la fuente de todos los bienes y felicidad, donde es la Vida de Dios y de sus hijos. Por tanto, el punto de partida del gran Mensaje Ntro. Señor lo expresa diciendo: “Vengo a quedarme con vosotros para hacer vida juntos y vivir con una sola Voluntad, con un solo Amor”.
05 – Entonces, ¿cuál es precisamente la novedad en lo que escribe? ¿Hasta dónde llega lo que otros escritores espirituales han dicho sobre la Divina Voluntad y dónde empieza el don nuevo de Luisa?
Responde el Señor: “Hija mía, no se quiere entender: vivir en mi Voluntad es reinar, hacer mi Voluntad es estar a mis órdenes. Lo primero es poseer, lo segundo es recibir mis órdenes y cumplirlas. Vivir en mi Querer es considerar mi Voluntad como cosa propia, es disponer de Ella. Hacer mi Voluntad es considerarla como Voluntad de Dios, no como algo propio, ni poder disponer de Ella como se desea. Vivir en mi Voluntad es vivir con una sola Voluntad, que es precisamente la de Dios… Vivir en mi Voluntad es vivir como hijo; hacer mi Voluntad es vivir como siervo. En el primer caso, lo que es del Padre es del hijo… Y luego, ésto es un don que quiero dar en estos tiempos tan tristes, que no sólo hagan mi Voluntad, sino que la posean. ¿Acaso no soy Yo dueño de dar lo que quiero, cuando quiero y a quien quiero?… No te extrañes si ves que no entienden. Para entender deberían disponerse al más grande de los sacrificios, como es el no dar vida, aun en las cosas santas, a la propia voluntad. Entonces sentirían qué cosa es poseer la Mía y tocarían con la mano lo que significa vivir en mi Querer”… (18-09-1924).
06 – Luisa habla a menudo de “la Divina Voluntad”, “el Querer Divino”, etc. ¿Son lo mismo? ¿Es igual “el Divino Querer” que “los divinos quereres”? En todo ésto, ¿dónde se coloca el Amor?
La Divina Voluntad, que Jesús llama en el Evangelio “la Voluntad del Padre”, es la realidad más íntima, vital, esencial de Dios: “Ah, todo está en mi Voluntad. Si el alma la toma, toma toda la sustancia de mi Ser y contiene todo en sí” (2-3-1916).
Digámoslo de un modo más intuitivo: la Voluntad es un sustantivo (la palabra que expresa la sustancia), mientras que todos los atributos divinos, Amor, Bondad, Eternidad, Inmensidad, Inmutabilidad, Justicia, Misericordia, Omnipotencia, Omnividencia, Santidad, Sabiduría, etc. son sus adjetivos: “La Divina Voluntad es buena, santa, infinita, eterna, omnipotente, sapientísima, misericordiosa, inmutable…”
“El Divino Querer” es la Voluntad de Dios en acto, indica lo que hace y por eso es un verbo. Por el contrario, cuando decimos “los quereres” indicamos las cosas que Dios quiere.
La distinción entre “voluntad” y “querer” (aunque de hecho equivalen) es la misma que hay entre “el corazón” y “el palpitar”, o bien entre un motor y el movimiento de ese motor.
Otra cosa más es el efecto que produce el palpitar, o sea, la vida, o bien el funcionamiento del motor, como sería por ejemplo el viajar. En el caso del “querer”, el efecto que produce es “el amor”. De este modo, bien puede decir el Señor que “el Amor es el hijo de la Divina Voluntad”, es decir, su manifestación y comunicación.
La Divina Voluntad por lo tanto es algo que está más allá, por encima de todo lo que Ella misma hace, de las cosas que Dios quiere o no quiere o que permite. Es la fuente y la causa suprema de todo lo que Dios es, de la Vida inefable de la Stma. Trinidad y de sus Obras de Amor eterno. Es como “el motor” íntimo de Dios que da vida a todo lo que El es y a todas sus obras. Es como “el Corazón” de las Divinas Personas.
07 – Luisa habla siempre de Jesús: ¡decir que está fascinada es poco! A veces nombra (mejor dicho, Jesús nombra) a la Persona divina del Padre, pero pocas veces habla del Espíritu Santo: ¿cómo se explica?
Desde luego que habla del Espíritu Santo, aunque sea sólo de vez en cuando. Por ejemplo en un largo y hermosísimo capítulo del vol. 18° (5-11-1925) habla de los gemidos del Espíritu Santo en los Sacramentos. Se puede explicar diciendo que, así como la Divina Voluntad representa la Persona del Padre, el Querer Divino representa la Persona del Espíritu Santo y de esta forma habla de El continuamente. Además, siendo el Espíritu Santo la Persona que forma, por así decir, “la relación de amor recíproco y de unidad” entre el Padre y el Hijo, es también la misma relación entre el Esposo y la Esposa, y en nuestro caso, entre Jesús y Luisa.
Es decir, que de El poco habla, precisamente porque el Espíritu Santo es el “diálogo” de amor, El es quien lo forma, El es el mismo hablar de Jesús.
08 – Llegamos al punto esencial: ¿Qué es el “vivir en la Divina Voluntad”? ¿Acaso no es cumplir la Voluntad de Dios, que todos los Santos conocen y hacen?
Es evidente que nos hallamos ante algo nuevo. Jesús le dice, por ejemplo: “Los mismos Santos se unen conmigo y hacen fiesta, esperando con ardor que una hermana suya sustituya sus mismos actos, santos a nivel humano, aunque no a nivel divino; Me ruegan que cuanto antes haga entrar a la criatura en este ambiente divino…” (13-2-1919)
En otro pasaje Luisa dice: “¿Será posible que (Jesús) haya dejado pasar tantos siglos sin dar a conocer estos prodigios del Divino Querer y que no haya elegido entre tantos Santos a uno que diera comienzo a esta santidad totalmente divina? Y eso que estuvieron los Apóstoles y tantos otros grandes Santos, que han asombrado a todo el mundo…” (3-12-1921)
“Amor mío y Vida mía, yo aún no logro convencerme: ¿cómo es posible que ningún Santo haya hecho siempre tu Stma. Voluntad y haya vivido de la forma como ahora dices, en tu Querer?”
Desde luego que han habido Santos que han hecho siempre mi Querer, pero han tomado de mi Voluntad en la medida que la conocían. Ellos conocían que hacer mi Voluntad era el acto más grande, lo que más honor Me daba y lo que conducía a la santificación, y con esa intención la hacían y eso tomaban, perché no hay santidad sin mi Voluntad, y no puede resultar ningún bien, santidad grande o pequeña, sin Ella” (6-11-1922)
“Hija mía, en mi Voluntad Eterna encontrarás todos mis actos, como también los de mi Madre, que envolvían todos los actos de las criaturas, desde el primero hasta el último que tendrá que existir, como dentro de un manto, del cual, teniendo como dos partes, una de ellas se elevava hasta el Cielo para devolver a mi Padre, con una Voluntad Divina, todo lo que las criaturas Le debían: amor, gloria, reparación y satisfacción; la otra permanecía como defensa y ayuda para las criaturas. Nadie más ha entrado en mi Voluntad Divina para hacer todo lo que hizo mi Humanidad. Mis Santos han hecho mi Voluntad, pero no han entrado en Ella para hacer todo lo que hace mi Voluntad y recoger como en una sola ojeada todos los actos, desde el primer hombre hasta el último, y hacerse sus actores, expectadores y divinizadores. Con hacer mi Voluntad no se llega a hacer todo lo que mi Eterno Querer contiene, sino que desciende limitado a la criatura, en la medida que la criatura puede contenerlo. Sólo quien entra dentro de El se ensancha, se difunde como luz del sol en los eternos vuelos de mi Querer y, encontrando mis actos y los de mi Madre, añade el suyo. Mira en mi Voluntad: ¿acaso hay otros actos de criatura multiplicados en los míos, que llegan hasta el último acto que ha de cumplirse en la tierra? Fíjate bien; no encontrarás ninguno. Eso significa que nadie ha entrado. Estaba reservado abrir las puertas de mi Eterno Querer sólo a mi pequeña Hija, para unificar sus actos a los míos y a los de mi Madre y hacer que todos nuestros actos fueran triples ante la Suprema Majestad para bien de las criaturas. Ahora, habiendo abierto las puertas, pueden entrar otros, con tal que se dispongan a un bien tan grande”. (6-11-1922)
09 – Luisa habla a menudo del Reino de Dios que se ha de cumplir, que va a venir; Luisa pide diciendo que “el Querer Divino venga a reinar”: ¿qué quiere decir todo eso?
De todo lo que el Señor le dice a Luisa resulta de una forma evidentísima:
- Que el Reino de Dios es que su Voluntad se cumpla
- Que la Voluntad del Padre ha establecido su Reino en la Stma. Humanidad de Jesucristo, dándole todos sus atributos y derechos divinos
- Que todo lo que Jesús posee en su Adorable Humanidad quiere darlo a su Cuerpo Místico. Las palabras “así en la tierra como en el Cielo”, en Jesús y María son perfecta realidad: “como es en el Padre así es en el Hijo”. Por eso, mientras que Jesús y María vivían en la tierra el Reino de Dios estaba en la tierra. Pero en nosotros esas palabras tienen que ser un deseo ardiente, una invocación incesante, porque son una Promesa divina. San Agustín dice: “Hágase en la Iglesia como en Nuestro Señor Jesucristo; hágase en la Esposa, que es su prometida, como en el Esposo, que ha cumplido la Voluntad del Padre”.
- Esta Promesa divina del Reino todavía se tiene que cumplir en la tierra del modo como ya se cumple en el Cielo. Lo cual supone dos cosas:
- que no sólo debemos ir al Reino de Dios después de la muerte, sino que el Reino de Dios todavía tiene que venir en el tiempo histórico, y no puede acabarse el mundo sin que antes tenga su pleno cumplimiento (Se trata del restablecimiento del orden de la Creación, antes de que hubiera el pecado)
- y que el Reino de Dios todavía no ha venido, porque no hay que confundirlo con la Redención o con la Iglesia.
- Este Reino, que la Iglesia invoca incesantemente en el Padrenuestro (que su Voluntad se haga “así en la tierra como en el Cielo”), respecto a la Redención y a la Iglesia es como el Fruto respecto al árbol: esencialmente ya está presente en el árbol desde el principio, desde que fue plantado. El árbol fue plantado, es cultivado y crece, se cubre de hojas y de flores, pero todo eso tiende como finalidad al tiempo de los frutos. Así la Redención, los Sacramentos, la Iglesia y toda la obra del Espíritu Santo en ella tiene como fin el Reino de la Divina Voluntad.
10 – Otra palabra característica de Luisa (¡incluso en latin!) es “Fiat”. Con esta palabra escrita en el pecho fue llevada triunfalmente al cementerio. ¿Pero qué significa para ella?
Luisa empieza cada escrito suyo con la palabra latina “Fiat”, y no es casual. Con esa palabra (“¡Hágase!”) Dios empezó todas sus obras: la Creación (“Fiat lux!”,“Hágase la luz”, Gén. 1,3), la Encarnación del Verbo (“Fiat mihi secundum Verbum tuum”,“Hágase en mí según tu palabra”, Lc. 1,38), la Redención (“…non mea voluntas, sed Tua fiat”,“No se haga mi voluntad, sino la Tuya”, Lc. 22,42), la invocación de la venida de su Reino (“Fiat Voluntas tua, sicut in Coelo et in terra”,“Hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el Cielo”, Mt. 6,10). Esta palabra resume todo lo que Luisa ha dicho y ha vivido, igual que expresa todo lo que Dios hace, es más, la Vida misma de Dios, su Acto eterno y absoluto, expresión de su Querer infinitamente Santo. Cuando Jesús le habla del “tercer Fiat”, le está hablando del cumplimiento del Padrenuestro.
11 – Luisa insiste mucho en que se ha de cumplir la petición del Padrenuestro: “Hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el Cielo”. Ella la escribe en parte en latin, como una frase “técnica”: “se cumpla el Fiat Voluntas tua, así en la tierra como en el Cielo”. ¿Qué quiere decir con eso?
Hacer la Divina Voluntad no es una novedad; la novedad es que Dios nos está invitando a vivir en su Querer, como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo viven en su Querer eterno.
La novedad es la Divina Voluntad operante en la criatura y la criatura operante de un modo divino in Ella. La novedad es esta Gracia de las gracias, este Don de los dones: que no sólo hagamos lo que Dios quiere que hagamos, sino que su Voluntad sea nuestra, vida de nuestra vida, para vivir y reinar con Ella y en Ella.
La novedad es un intercambio continuo de voluntad humana y Divina, porque el alma, temiendo de la suya, pide que sea sustituida para cada cosa y a cada momento por la Voluntad misma de Dios, la cual la va colmando de gozos, de amor y de bienes infinitos, devolviéndole la semejanza divina perdida con el pecado y el fin para el que el hombre fue creado por Dios, que era vivir como hijo de Dios, tomando parte en todos sus bienes.
La novedad es que Jesús, mediante el don de su Voluntad a la criatura, forma en ella una vida Suya y una forma de presencia Suya real, de tal modo que esta criatura Le sirve de Humanidad. Lo cual, desde luego, no es mediante una especie de “unión hipostática” (dos naturalezas y una sola persona), sino por unión de dos voluntades, la humana y la Divina, unidas en un solo Querer, que, lógicamente, no puede ser sino el Divino. Esta criatura forma el triunfo de Jesús, es “otro Jesús”, no por naturaleza, sino por gracia, según las palabras de San Juan: “…Para que, como es El, así seamos también nosotros en este mundo” (1 Jn.4,17).
12 – Luisa vivió toda una vida en cama, en los más extraños y misteriosos sufrimientos (de los que ella da cuenta de una forma minuciosa y conmovedora). Por eso parece bastante lógico que su pensamiento corra a menudo a la Pasión de su Amado Señor, con una profundidad de com-prensión y una intensidad de participación afectiva extraordinariaÂ… Pero entonces, todo ese indecible sufrimiento de Jesús y suyo, ¿qué tiene que ver con su visión del “vivir en el Divino Querer”, del “Reino de la Divina Voluntad”?
Nos habríamos imaginado, sencillamente, una actitud de resignación, de “obediencia hasta la muerte y muerte de Cruz”, un abandono ante la Voluntad de Dios, un “Fiat”… por así decir, de sumisión, de rendición incondicional, un “Fiat” pasivo ante DiosÂ… Por el contrario, su espiritualidad, que surge como la aurora y eclipsa todo lo demás, la que en un cierto punto ella se convence que no es sólo para ella, sino que la tiene que ofrecer a todos, es ese “entrar” o “fundirse en la Voluntad de Dios”, es ese sustituir en cada cosa su voluntad con la Voluntad Divina y hacerla suya, y por consiguiente es un “Fiat” que ya no es el suyo ante Dios, sino el mismo “FIAT” Omnipotente y Eterno de Dios, que llega a ser suyo y que no es en modo alguno una respuesta pasiva, sino una partecipación activa y consciente, cada vez más consciente, en todo lo que hace el “FIAT” o Querer Divino, en todas sus Obras, en el Acto eterno de su VidaÂ… Luisa es invitada a obrar como Jesús, en su Querer: “Ven en mi Voluntad, para hacer lo que hago Yo” (25-07-1917). “Ahora, queriendo que estés conmigo en mi Querer, quiero tu acto continuo” (28-12-1917). Así sucede que todo lo que Luisa siente y hace es la Vida de Jesús, que El repite en ella (25-12-1918).
Todo lo cual no es algo reservado tan sólo a Luisa. Jesús espera las criaturas que vengan a vivir en su Querer y que repitan en su Voluntad lo que El ha hecho (29-01-1919).
13 – Parecería casi como si en Luisa hubiera dos personas, como dos espiritualidades distintas, como dos dimensiones, como dos mundos, como dos realidades tan grandes que se nos escapanÂ…
Una, por decirlo así, parece más a nuestro alcance, al menos para hacernos una idea: la que habla de obediencia, de la cruzÂ… Pero luego está la otra, la del “vivir en la Divina Voluntad”. Son las dos vocaciones o misiones de Luisa: la primera, como “Víctima” con Jesús en la Obra de la Redención, y la otra, que Jesús le presenta después, como la depositaria de las verdades sobre la Divina Voluntad, como quien está a la cabeza de la nueva generación suspirada por Jesús, que tendrá todo en común con El, la Divina Voluntad como vidaÂ… Al final del Vol. 12°, el Señor le dice a Luisa que hasta entonces ella ha cumplido el oficio que su Stma. Humanidad tuvo en la tierra (como Víctima); que a partir de entonces desempeñará el mismo oficio de la Divina Voluntad en su Humanidad (una tarea activa) (17-03-1921).
Y así como su espiritualidad se explica solamente con su doctrina (la Divina Voluntad, Vida de Dios y Vida destinada a sus hijos), así se explica también con su doble oficio: el de víctima y el otro, de dar comienzo al “vivir en la Divina Voluntad” y ser la depositaria de sus verdades, que por medio de ella son manifestadas. “Hasta ahora te he tenido conmigo para aplacar mi Justicia e impedir que castigos más duros llovieran sobre la tierra; ahora (Â…) quiero que tú, conmigo, en mi Querer, te ocupes en preparar la era de mi Voluntad. A medida que te adentrarás en el camino de mi Querer, se formará el arcoiris de paz, que formará el eslabón de unión entre la Voluntad Divina y la humana, gracias al cual tendrá vida mi Voluntad en la tierra y comenzará a ser escuchada la oración mía y de toda la Iglesia: venga tu Reino y hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el Cielo”. (02-03-1921)
14 – ¿Entonces quiere decir que esta espiritualidad de Luisa se sumerge (por así decir), por un lado en la obra de la Redención y por el otro en el cumplimiento del Reino de Dios, el Reino de la Divina Voluntad?
Efectivamente, hay dos escritos de Luisa, que representan estas dos Obras divinas y corres-ponden también a dos etapas de su vida: la primera, en que Jesús la ha formado como otra Humanidad para El, y la segunda, para actuar como Jesús en la Voluntad del Padre.
Son respectivamente “Las Horas de la Pasión” y “El Recorrido del alma en la Divina Voluntad”. “Las Horas de la Pasión” no son una narración o una simple meditación de la Pasión de Jesús, como la han contado tantos autores espirituales. Son oración, como un gimnasio o una escuela de vida, en que nos unimos a Jesús para aprender a hacer con El y como El lo que El hacía interiormente por nuestra Redención. “El Recorrido del alma” es, como dice Luisa, el “modo práctico y eficacísimo de dar vueltas por la Stma. Voluntad de Dios, para pedir el Reino del FIAT Divino en la tierra”. Es la continua plegaria con la que el alma se une a la Divina Voluntad en todas sus obras (la Creación, la Redención, la Santificación), para adorarla, bendecirla, darle las gracias y amarla, pidiendo en todo que venga su Reino.
15 – Pero Luisa, personalmente, ¿tiene un papel o una misión especial en todo ésto? La respuesta a esta pregunta no pretende ser la que la Santa Iglesia dará un día, sino tan sólo lo que resulta de la lectura de sus escritos.
Jesús mismo le explicó que, como otra Humanidad suya, ella tomaba parte en sus mismos oficios, de Redentor y de Rey: “Amada mía, hasta ahora has ocupado ante Mí el oficio que tuvo mi Humanidad en la tierra. Ahora quiero cambiarte lÂ’ufficio, dándote otro más noble, más amplio: quiero darte el oficio que tuvo mi Voluntad en mi Humanidad. ¿Ves cómo es más alto, más sublime? Mi Humanidad tuvo un comienzo, mi Voluntad es eterna; mi Humanidad es circunscrita y limitada, mi Voluntad no tiene límites ni confines, es inmensa. Oficio más noble y distinguido no podría darte” (17-03-1921). “Hija mía, no temas: ¿no te acuerdas que ocupas dos oficios, uno de víctima, y el otro oficio más grande, de vivir en mi Querer, para restituirme la gloria completa de toda la Creación?” (20-09-1922). Por eso Jesús le dijo: “Tu misión es grande, porque no se trata sólo de la santidad personal, sino que se trata de abrazar todo y a todos y de preparar el Reino de mi Voluntad a las humanas generaciones” (22-08-1926).
San Anibal M. di Francia escribió de ella: “Nuestro Señor, que de siglo en siglo aumenta cada vez más las maravillas de su Amor, parece que de esta virgen, que El llama la más pequeña que haya encontrado en la tierra, desprovista de toda instrucción, haya querido formar un instrumento idoneo para una misión tan sublime, que ninguna otra se le puede comparar, es decir EL TRIUNFO DE LA DIVINA VOLUNTAD en el mundo entero, de acuerdo con lo que se dice en el Pater Noster: FIAT VOLUNTAS TUA, SICUT IN CÂŒLO ET IN TERRA”.
16 – Quien se adentra en los escritos de Luisa, bien pronto se siente casi “perdido” como en un bosque sin confines. ¿Qué consejo, aviso o precaución se puede dar para orientar un poco?
Ante todo es necesario tomar conciencia de que en el caso de Luisa, no es posible separar su espiritualidad de su doctrina; que, además, ni una ni otra son suyas, sino de Jesús, y sólo después ella las ha hecho suyas. Ella ha escrito sólo lo que ha vivido. Su vida interior es exactamente la Vida de la Divina Voluntad. Por tanto, si nos detenemos en la consideración de las singulares y múltiples virtudes que resplandecen en ella, perdemos de vista que son como las hojas o las flores del árbol que es la Divina Voluntad, cuyo fruto es el Reino. Lo que a nosotros más debería interesarnos es: ¿cómo ha sido sembrada esta “Planta” y cómo se cultiva? ¿Cómo se ha desarrollado en Luisa? Nos importa conocerlo para hacer que así sea en nosotros.
Leyendo sus escritos, sería un error considerar cada tema independientemente, separándolo de todo el conjunto y de su contexto. Hacer eso sería falsificarlo, más o menos. La armónica dependencia recíproca y la unidad del conjunto hacen de él un mensaje único. El mensaje que presentan estos escritos es el Tema más universal posible, no “un tema” entre tantos. El de la revelación y promulgación de la Divina Voluntad es “el Tema de los temas”, que en estos escritos alcanza el culmen de su manifestación y comunicación al hombre por parte de Dios. El triunfo del Reino de Dios consiste en esta manifestación y comunicación recibida por el hombre. El tema de la Divina Voluntad contiene todos los demás temas posibles. Como referencia en la lectura de sus escritos, el punto de partida es la revelación de lo que es la Divina Voluntad en las Tres Divinas Personas; el centro del Proyecto es el Verbo Encarnado; y el punto de llegada es el Reino de Dios mediante el don del Divino Querer. No existe otro.
17 – ¿Con qué actitud podemos acercarnos a los escritos de Luisa, o sea, a su espiritualidad?
Ante todo, si para una justa interpretación de lo que Luisa ha escrito como dicho por el Señor, hace falta conocer el contexto, la “determinata situación” en que ha sido escrito, etc., es así mismo indispensable “la buena vista” de quien lee: “La lámpara de tu cuerpo es el ojo…” (Mt. 6,22-23). En el caso de los escritos de Luisa, una cuestión previa, fundamental, es: “¿con qué actitud nos acercamos a estos escritos?” ¿Con la del racionalista que cree poder explicar todo con la psicología?
A mi parecer, tras un primer contacto con los escritos es necesario “escuchar con el corazón”: “Hoy, si oís Su voz, no endurezcais el corazón…”
Deberíamos preguntarnos: “Estas cosas, ¿quién las dice: Luisa o Nuestro Señor? ¿Pueden venir de ella o de quién? ¿Hay algo que demuestre como imposible que proceda del Señor?” Para tener una llave de discernimiento segura, Jesús nos pasa a nosotros esta llave “que quema”: “Mi doctrina no es mía, sino de Aquel que Me ha mandado. El que quiera hacer la Voluntad de Dios reconocerá si esta doctrina viene de El, o si Yo hablo por mi cuenta…” (Jn.7,16-17).
Es decir, que antes de adentrarnos en la lectura de sus escritos, para no impedirnos de antemano la recta comprensión de su contenido, debemos aclarar ésto: “La afirmación de Luisa, que es Jesús el que le habla (el que nos habla), ¿es algo subjetivo suyo, o es una realidad objetiva? ¿Admitimos como posible esta última? ¿Estamos dispuestos a reconocerla, con todas sus consecuencias?”
Jesús le dice: “Yo Me comunico a los humildes y a los sencillos, porque enseguida dan crédito a mis gracias y las tienen en gran estima, aunque sean ignorantes y pobres. Pero con esos otros que tú ves Yo soy muy reacio, porque el primer paso del alma para acercarse a Mí es creerme. Por eso, con toda su ciencia, doctrina e incluso santidad, no experimentan nunca un rayo de luz del Cielo, o sea, van por el camino natural y nunca llegan a tocar ni siquiera un poco lo que es sobrenatural” (19-05-1899).
18 – ¿Hay algún método o itinerario útil, aconsejable, para emprender la lectura de sus escritos?
Es como escalar una montaña: no se puede hacer saltando acá y allá. La base de partida indispensable es una suficiente familiaridad con el Evangelio y en general con la Sagrada Escritura. Hay que llevar un cierto orden: empezar por donde Luisa empezó a escribir, a partir del Volumen 1°, tomando para nosotros todas las enseñanzas y dejando para Luisa sus cosas personales (experiencias místicas, sufrimientos, vocación de “Víctima”…). Sin embargo sirve leer a la vez el Volumen 11°, capítulo por capítulo, porque da mucha luz y enciende el entusiasmo y el amor hacia la Divina Voluntad. Al mismo tiempo, emprender “Las Horas de la Pasión”, como escuela del amor y del conocimiento del Señor. Lo demás, “poco a poco”… para que el fuego, bien alimentado, prenda y no sea “un fuego de paja”.
19 – Dejemos por ahora a Luisa: ¿Cómo podemos hacer nosotros nuestra su espiritualidad? Es evidente que su vocación como“víctima” es sólo de Luisa y de ciertas almas llamadas a serlo por el Señor, y es también evidente que su misión de dar comienzo al cumplimiento del Reino de la Divina Voluntad en la tierra es una misión única, irrepetible: pero nosotros, ¿cómo podemos poner en práctica lo que leemos?
Los primeros Apóstoles siguieron a Jesús, que volviéndose dijo: “¿Qué buscais?”. Respon-dieron: “Maestro, ¿dónde vives?”. Y Jesús: “Venid y vereis”.
En otras palabras: empecemos a leer, sabiendo que Jesús ha dicho: “Por tanto, escuchadme; y os ruego, hijos míos, que leais con atención estas palabras que os pongo delante y sentireis la necesidad de vivir de mi Voluntad. Yo Me pondré a vuestro lado cuando leais y os tocaré la mente, el corazón, para que comprendais y decidais querer el Don de mi «Fiat» Divino”.
El conocimiento es indispensable; se ama en la medida que se conoce. Cuando ese conocimiento empieza a impregnar no sólo la mente, sino también el corazón, se nota que se empieza a ver todo con una luz diferente, a tener otros gustos y deseos, a rezar de una formaÂ… “distinta”, a tener otro tipo de relaciones con las Tres Divinas Personas, con la Madre CelestialÂ… Te cambia la vida sin que tú pienses cómo cambiarla túÂ…, porque tu interés ya es sólamente Jesús y su interésÂ…
20 – Es fácil decir “vivir en la Divina Voluntad”, pero luego se suele reducir, prácticamente, a vivir nosotros de acuerdo con la Voluntad de Dios. Sin embargo, ¿en qué consiste realmente?
Tan sólo en la medida que se convierte en una vida que se vive, se va comprendiendo su realidad y su alcance infinito, y se experimenta la distancia inmensa que hay entre el vivir en la Divina Voluntad y el solo hacer nosotros la Voluntad de Dios.
Dice Jesús: “Quiero tanto que las criaturas tomen mi Voluntad; es lo que más me importa, es mi mayor deseo. Todas las demás cosas no me interesan como eso, aun las cosas más santas, y cuando logro que el alma viva de mi Voluntad me siento triunfante, porque eso contiene el bien más grande que puede haber en el Cielo y en la tierra” (23-3-1910).
Quiero que estés siempre en mi Querer… Quiero sentir tu corazón palpitante en el Mío con mi mismo amor y dolor; quiero sentir tu querer en el Mío, para que, multiplicándose en todos, Me dé con un solo acto las reparaciones de todos y el amor de todos; y mi Querer en el tuyo, para que, haciendo mía tu pobre humanidad, la eleve ante la Majestad del Padre como víctima continuamente” (4-7-1917).“
He aquí por qué te hablo a menudo del vivir en mi Querer, que hasta ahora no he manifestado a nadie. Todo lo más han conocido la sombra de mi Voluntad, la gracia y la dulzura que contiene el hacerla; pero penetrar en ella, abrazar su inmensidad, multiplicarse conmigo y penetrar en todo –aun estando en la tierra– , en el Cielo y en los corazones, ésto no es conocido todavía, tanto que a no pocos les parecerá extraño y quien no tiene abierta la mente a la luz de la Verdad no comprenderá nada” (29-1-1919).
Quiero que la criatura entre en mi Voluntad y de un modo divino venga a besar mis actos, sustituyéndose a todo, como Yo hice. Por eso, venga, venga; la suspiro, la deseo tanto que hago fiesta cuando veo que la criatura entra en este ambiente divino y, multiplicándose conmigo, se multiplica en todos y ama, repara, sustituye a todos y por cada uno de un modo divino. Las cosas humanas ya no las reconozco en ella, sino que todas son cosas mías. Mi Amor surge y se multiplica, las reparaciones se multiplican infinitamente, las sustituciones son divinas…” (13-2-1919).
Luisa nos enseña cuál es la tarea propia del vivir en la Divina Voluntad: “…Mientras oraba mi intención era entrar en el Querer Divino; y en él, haciendo mío todo lo que en él existe y del que nada puede escapar, pasado, presente y futuro, y haciéndome corona de todos, en nombre de todos presentaba ante la Divina Majestad mi homenaje, mi amor, mi satisfacción, etc.” (5-1-1921).
“¿Te parece poco que mi Voluntad Santa, Inmensa, Eterna, descienda en una criatura y, juntando mi Voluntad con la suya, la haga perderse en Mí y me haga vida de todo lo que hace la criatura, hasta de las cosas más pequeñas? De manera que su palpitar, sus palabras, su pensamiento, su movimiento, su respiración, son de Dios, viviente en la criatura; esconde en ella el Cielo y la tierra y en apariencia se ve una criatura. Gracia más grande, prodigio más portentoso, santidad más heroica no podría darte, que mi FIAT” (6-6-1921). “Es una voz que hace eco en todo y dice: ¡Amor, gloria, adoración a mi Creador! Por eso, quien vive en mi Voluntad es el eco de mi voz, la ripetidora de mi Vida, la perfecta gloria de mi Creación” (28-3-1922).
Qué cosa sea el vivir en la Divina Voluntad, Jesús lo ha expresado en su oración al Padre, después de su última Cena: “Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío” (Jn. 17,10).
En efecto, para vivir en la Divina Voluntad, antes Jesús tiene que tomar posesión efectiva de todo lo nuestro (de lo que somos, tenemos y hacemos), El ha de ser, no sólo espectador, sino a la vez el Protagonista de todo en nosotros, de nuestra vida (“Ven, Divina Voluntad, a pensar en mi menteÂ… etc.”), de manera que podamos decir: “Ya no soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí” (Gal. 2,20); pero después hace falta que a su vez la criatura tome realmente posesión de todo lo que es Jesús, de todo lo que Le pertenece y de su Vida, haciendo todo lo que El hace, con El y como El. De lo contrario, no se puede decir que sea “vivir en la Divina Voluntad”.
En conclusión, vivir en la Divina Voluntad es llegar a ser (por gracia) una sola cosa con Jesús, haciendo nuestro todo lo que es suyo para darlo a todas las criaturas, para sustituir lo que hace cada criatura con el obrar divino de Jesús y por consiguiente darle a Jesús, de un modo divino, la correspondencia por todo en nombre di cada criatura. O bien, con Jesús dar a las criaturas todo el Amor del Padre, y dar al Padre todos los homenajes que se Le deben de parte de todas las criaturas (adoración, gloria y alabanzas, acción de gracias, reparación y amor universal).
Y ahora, una pregunta a la cual cada uno puede responder en su propia conciencia:
si alguien, encontrándose con los escritos de Luisa, no lee porque no quiere,
¿será porque teme que contengan errores
o porque teme que tengan razón?