España y México recuerdan estos días al poeta León Felipe, nacido en Tábara (Zamora) y muerto en México, en el exilio, en septiembre de 1968, hace medio siglo. Siempre escribió con abundante simbología bíblica y cristiana y siempre sintió atracción por el Cristo hombre, desfigurado, hecho payaso, torturado, sufriente. Lo asemejaba a Don Quijote: otra figura salvadora pero cubierta de burlas. Y lo aplicaba a la misma España.
Ernesto Cardenal y el poeta en su vejez, hacia Dios
Solo en sus últimos días dio León Felipe el paso final de confiar en Él como Salvador. Lo contó en “Las ínsulas extrañas: Memorias” el poeta sandinista nicaragüense (y sacerdote de izquierda radical) Ernesto Cardenal. Lo visitó en 1965, cuando era un cura de 40 años recién ordenado. El poeta exiliado español ya tenía 81 años.
“León Felipe había cambiado: escribió un poema titulado “El payaso”, dedicado a mí, llamándome su “angelical amigo” y agradeciéndome mi bendición sacerdotal. En el poema dice que ha tenido que llegar a la vejez para averiguar que el poeta es un payaso y que da saltos mortales hasta que una vez da el gran salto inmortal y cae en el regazo de Dios“.
Ese poema, inédito muchos años, es hoy imposible de encontrar en Internet, pero existe. Está en la página 1.025 de la edición de “Poesías Completas” en Visor Libros, recopiladas y comentadas por José Paulino Ayuso y publicada en 2004. Empieza así:
“Mi angélico amigo Ernesto Cardenal acaba de tomar las órdenes sacerdotales y ha venido a México a darme como regalo de Pascuas su primera bendición. He tenido que llegar a la vejez para…”
El tema del payaso lo usó el poeta muchas veces, era una de sus grandes figuras. El salto alocado que lleva a Dios lo usó también en su poema “El Salto” publicado en 1966:
“Nadie sabe cuántas
veces hemos saltado
para llegar aquí,
ni cuántas saltaremos todavía
para llegar a Dios que está
sentado
al final de la carrera…
esperándonos”.
De ese año de 1965 Cardenal da más datos. “Yo lo visitaba en la ciudad de México y le encantaba que le contara de la vida de los monjes trapenses. Decía que le hubiera gustado ser monje”, explica.
“Uno que contribuyó a que él [León Felipe] cambiara fue el padre Ángel Martínez [el poeta y jesuita navarro Martínez Baigorri]. Se habían conocido por esos días cuando mi llegada a Cuernavaca y se quisieron mucho desde entonces: los dos viejos, los dos españoles y los dos poetas. Le dijo León Felipe:
– ¡Si todos los curas fueran como usted!
Y Ángel:
– ¿Ha tratado usted a muchos?
– No, usted es el primero”.
“Algo después de mi viaje, no me acuerdo cuánto después, murió él. El padre Ángel lo estuvo asistiendo en sus días finales. Y León Felipe se confesó. Una vez que volví a ver a Ángel le pregunté si había recibido los últimos sacramentos, y no me quiso dar detalles. Sólo me dijo: “Recibió todo”. Dio muchos saltos mortales y por último dio un salto inmortal y cayó en el regazo de Dios”, concluye Cardenal.
El padre Ángel Martínez Baigorri, uno de los grandes poetas de la llamada “vanguardia nicaragüense”, moriría 3 años después de morir León Felipe.
Religiosidad y profetismo de exiliado en el poeta
El especialista en León Felipe, José Ángel Ascunce, habló en septiembre sobre el poeta en el Museo Etnográfico de Castilla y León. Su intervención giró en torno a la religiosidad y el profetismo en la obra del autor nacido en Tábara.
“Hoy en día hablar de religiosidad no está bien visto, pero es clave y fundamental para comprender a León Felipe. Quien no toque este tema difícilmente puede entender la poesía de León Felipe que si por algo destaca es por su compromiso con la verdad”, explica a La Opinión de Zamora Ascunce, autor de una tesis doctoral sobre el poeta.
“Es un lector que se identifica con el lenguaje de la Biblia y que está pensando en los españoles del éxodo por lo que recurre a un lenguaje que les pueda impactar y que pueda llegar a ellos”, añade.
“Es un hombre que ha crecido en una sociedad con una carga religiosa en la escuela, la iglesia y la familia. El ser republicano no implica necesariamente que se sea ateo. El poeta zamorano es muy emotivo y lo que siente le cala de tal manera que lo va a decir. Primero cuando está preso por desfalco tiene tiempo para pensar y para leer. Tiene sus primeros contactos serios con la Biblia, pero cuando realmente asume esa categoría profética y bíblica es cuando termina la Guerra Civil en 1939”, añade.
La poesía militante, política y de guerra, es la peor
“La peor poesía desde un punto de vista estético es la poesía de la guerra. Cuando tiene que amoldar su poesía a las circunstancias bélicas hace una poesía donde tiene lugar la exhortación. Estéticamente es una nulidad, pero sociológicamente se aprecia hasta qué punto la Guerra Civil determina el desgarro emocional de un hombre y la verdad de un pueblo. Incluso a esta poesía de guerra y combate le otorga un sentido religioso. Este poeta nunca puede marginar la categoría religiosa de su poesía”.
Como exiliado, el poeta se siente cercano al pueblo de Israel, también exiliado. “León Felipe, como miles y miles de españoles, tienen que emigrar a un exilio forzoso. En aquel momento realiza una identificación plena del exilio de la España peregrina con el exilio del pueblo israelita. El exilio del pueblo israelita tiene un determinante que es la presencia de los profetas. Gracias a ellos ese pueblo mantuvo la llama de su identidad y comprendió su origen, su destino… la verdad de un pueblo, aunque estuviera en el desierto. León Felipe asume esta categoría. Como poeta se siente como un profeta que tiene que hablar al pueblo del éxodo y del llanto a los españoles de la España peregrina para indicarles la verdad de la contienda civil, el sentido de una derrota y el destino del español y del hombre”.
También desde ese prisma de la España de postguerra usó la imagen de Cristo. “Cristo viene a ser mito antológico para León Felipe porque Cristo representa al Dios que se hizo hombre para que el hombre pudiera llegar a ser Dios, pero al mismo tiempo es el ser crucificado. En la mentalidad de León Felipe, España es el ser crucificado tanto por la Iglesia como por los militares. Existe una identificación plena en su poética entre Cristo y España”.
Y más adelante, el otro inocente cubierto de burlas, el otro payaso heroico: Don Quijote. “Don Quijote es un mito, es una conducta ejemplar que nos enseña qué tenemos que hacer y a dónde tenemos que ir. Una de las preguntas permanentes de León Felipe es quién soy yo. Don Quijote le revela qué es lo que puede ser, qué es lo que puede hacer y a dónde puede ir. Es el idealismo heroico y la entrega”.
Una exposición en Madrid
En la Casa de América de Madrid, con motivo del 50 aniversario, se puede visitar una exposición sobre el poeta hasta el 17 de noviembre (de lines a viernes de 11 a 19.30, los sábados hasta las 15 h.). Su comisario, Alberto Martín, recuerda detalles curiosos, como que la actriz y cantante Sara Montiel confesó en varias ocasiones que León Felipe fue quien realmente la enseñó a leer y escribir en México. Le aconsejaba qué libros leer y cómo hablar en público.
El estallido de la Guerra Civil pilló al poeta en Panamá, pero decidió volver a España. En 1937 dio una conferencia en el cine Coliseum de Barcelona en el que”se mostró muy crítico con la izquierda, tal y como escribió en La insignia: poesía revolucionaria, hasta tal punto de que tuvo que desaparecer por un tiempo amenazado de muerte por los anarquistas”, recuerda Alberto Martín. En el 38, volvió de nuevo a México y ya nunca regresó a España, a la que llevaba en el corazón.
En 1978, al cumplirse 10 años de su muerte, en el joven periódico de izquierdas “El País”, hablaba sobre él su amigo y buen conocedor Alejandro Finisterre, recordando una definición de poeta que León Felipe había dado en el prólogo de “El payaso de las bofetadas” (o en “Drop a star”): «Por hoy, y para mí, la poesía no es más que un sistema luminoso de señales. Hogueras que encendemos aquí abajo entre tinieblas encontradas, para que alguien nos vea, para que no nos olviden. ¡Aquí estamos, Señor!».
El diario boliviano Los Tiempos publicó que, en la mochila del Che Guevara, los que le mataron encontraron un poema escrito de puño y letra del guerrillero muerto, poema dedicado a Cristo. En sus últimos momentos, decía el diario, el revolucionario había sentido la llamada de la fe de su infancia. El poema, en realidad, era del libro de vejez de León Felipe ‘Oh este viejo y roto violín’.
Leyendo los poemas de vejez de León Felipe, su inocente y esperanzada defensa de una confianza infantil, un juego, una rendición esperando la sonrisa de Dios, uno se pregunta qué habría sucedido si un alma así hubiera conocido en profundidad y a tiempo a una Santa Teresita de Lisieux y su “pequeño caminito” espiritual. Al final, se aplica la sabiduría del Reino: “de los que son como niños es el reino de Dios. El que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él”.
¡PERDÓN! ( ¡Oh, este viejo y roto violín! (1966)
Soy ya tan viejo,
y se ha muerto tanta gente a la que yo he ofendido
y ya no puedo encontrarla
para pedirle perdón.
Ya no puedo hacer otra cosa
que arrodillarme ante el primer mendigo
y besarle la mano.
Yo no he sido bueno…
quisiera haber sido mejor.
Estoy hecho de un barro
que no está bien cocido todavía.
¡Tenía que pedir perdón a tanta gente!…
Pero todos se han muerto.
¿A quién le pido perdón ya?
¿A ese mendigo?
¿No hay nadie más en España…
en el mundo,
a quien yo deba pedirle perdón?…
Voy perdiendo la memoria
y olvidando las palabras…
Ya no recuerdo bien…
Voy olvidando… olvidando… olvidando…
pero quiero que la última palabra,
la última palabra, pegadiza y terca,
que recuerde al morir
sea esta: PERDÓN.
Pues ¿no dice este viejo poeta loco
que él es un gran violinista?
(Oh, este viejo y roto violín, 1966, fragmento)
Otras veces digo
que toco peor que el jorobado bizco de los mariachis…
Según me encuentre.
A veces me mueve Dios el codo
y los nudillos de la mano izquierda
y salen todos los ángeles a oírme;
se arma un terrible barullo allá en el cielo
y se oye una voz que dice:
Venid, venid todos,
que está tocando allá abajo
el viejo loco del roto violín.
Entonces yo digo esas blasfemias
que tanto les asustan a los sacristanes
y mercaderes de la Lagunilla
y escucho cómo me aplaude entusiasmada
toda la Corte Celestial… ¡Bravo, bravo!
Yo hago una cumplida reverencia
con el violín bajo el sobaco…
Y digo: Gracias, muchas gracias.
Entonces es cuando Dios se rasca las barbas
y se ríe complacido
de este niño travieso
que ha cumplido ya 80 años
(81 para ser más exacto).
EL SALTO
(Oh, este viejo y roto violín, 1966)
Somos como un caballo sin memoria,
somos como un caballo
que no se acuerda ya
de la última valla que ha saltado.
Venimos corriendo y corriendo
por una larga pista de siglos
y de obstáculos.
De vez en vez, la muerte…
¡el salto!
Y nadie sabe cuántas
veces hemos saltado
para llegar aquí,
ni cuántas saltaremos todavía
para llegar a Dios que está
sentado
al final de la carrera…
esperándonos.
Lloramos y corremos,
caemos y giramos,
vamos de tumbo en tumba
dando brincos y vueltas entre pañales y sudarios.
OTROS POEMAS ANTERIORES
CRISTO
Viniste a glorificar las lágrimas…
no a enjugarlas…
Viniste a abrir las heridas…
no a cerrarlas.
Viniste a encender las hogueras…
no a apagarlas.
Viniste a decir:
¡Que corran el llanto,
la sangre
y el fuego…
como el agua!
Este poema breve proclamado por el mismo León Felipe; es poderoso si el fuego alude al Espíritu Santo, como en Lucas 12,49: “He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!”; también a las persecuciones
https://youtu.be/IK1htUGlpPA
El payaso de las bofetadas (1938, fragmento)
Lo sustantivo del español es la locura y la derrota…
y Don Quijote está loco, y vencido…, desterrado además…
Y con unos sueños monstruosos…..
– Pero…Don Quijote….¿está loco y vencido?
¿No es un héroe?
¿No es un poeta prometeico?
¿No es un redentor?
– Silencio! ¿Quién ha dicho que sea un redentor?
Está loco y vencido y por ahora no es más que un
clown……un payaso…
Claro que todos los redentores del mundo han sido
locos y derrotados.
…. Y payasos antes de convertirse en dioses. También
Cristo fue un payaso. Los que le abofetearon siempre…..
¡SOÑAR, SEÑOR, SOÑAR!
Hazme soñar… ¡Soñar, Señor, soñar!…
¡Hace tiempo que no sueño!
Soñé que iba una vez -cuando era niño todavía,
al comienzo del mundo-
en un caballo desbocado por el viento,
soñé que cabalgaba, desbocado, en el viento…
que era yo mismo el viento…
Señor, hazme otra vez soñar que soy el viento,
el viento bajo la Luz, el viento traspasado por la Luz,
el viento deshecho por la luz,
el viento fundido por la luz,
el viento.., hecho Luz…
Señor, hazme soñar que soy la Luz…
que soy Tú mismo, parte de mí mismo…
y guárdame, guárdame dormido,
soñando, eternamente soñando
que soy un rayito de Luz de tu costado.
UNA CRUZ SENCILLA
Hazme una cruz sencilla,
carpintero…
sin añadidos
ni ornamentos…
que se vean desnudos
los maderos,
desnudos
y decididamente rectos:
los brazos en abrazo hacia la tierra,
el astil disparándose a los cielos.
Que no haya un solo adorno
que distraiga este gesto:
este equilibrio humano
de los dos mandamientos…
sencilla, sencilla…
hazme una cruz sencilla, carpintero.
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Fuente: Religión en Libertad