Cada 8 de septiembre, festividad de la Natividad de la Virgen María, es una de las cinco veces que se ostenta cada año el Santo Cíngulo de la Virgen María, la gran reliquia que se custodia en la catedral de Patro (Italia).
Esta reliquia está asociada directamente a la Asunción de la Virgen y habría sido entregada al apóstol Santo Tomás, tal y como cuenta la tradición. Existe en España otra cinta de la Virgen, que se conserva en Tortosa, pero en este caso habría sido entregada por la Virgen a un sacerdote en el siglo XII.
Precisamente, el santo cíngulo de Prato además de este próximo 8 de septiembrees mostrado en Pascua, el 1 de mayo (mes de la Virgen), la Asunción y en Navidad. Durante el resto del año esta reliquia se conserva custodiada bajo tres llaves, una de las cuales en posesión del obispo.
La tradición y sus distintas versiones
Tal y como cuenta New Liturgical Movement, según una tradición muy antigua que fue atestiguada, por ejemplo, por San Juan Damasceno en el siglo VIII, entre otros), cuando llegó el momento del fin de la vida terrenal de la Virgen María, todos los Apóstoles fueron transportados milagrosamente a Jerusalén para estar presentes pero Santo Tomás, sin embargo, no estaba presente, al igual que le ocurrió con la resurrección de Cristo.
Cuando murió, pusieron su cuerpo a descansar en una tumba en el huerto de Getsemaní, en las afueras de la ciudad; tres días después, Santo Tomás llegó a Jerusalén y quiso venerar el cuerpo. Al abrir la tumba, los Apóstoles descubrieron que no se encontraba por ningún lado, y brotó un olor dulce.
Hay variaciones de esta leyenda, como suele ser el caso. Según otra versión, los otros once apóstoles creían en la Asunción porque la música angelical sonaba en el ambiente sobre la tumba el día del entierro y durante tres días después.
Santo Tomás, que habría llegado después de que cesara la música, se negó a creerles hasta que se abrió la tumba y se confirmó la ausencia del cuerpo. Según otra versión, Tomás ya conocía y creía en la Asunción antes de llegar a Jerusalén, y llevó a los demás al sepulcro para mostrarles que el cuerpo de la Virgen había desaparecido; después de lo cual, escucharon esta la música juntos. Otra adición a la historia dice que las flores estaban creciendo del sarcófago de piedra en el que había sido colocada, y eran la fuente del dulce olor que salía de la tumba.
La llegada de la reliquia a Italia
El Cíngulo de Prato tiene una longitud de 87 centímetros, está realizado en lana de cabra, frente al pelo de camello de la que está hecha el de Vatopedy, y es de color verdusco y brocado en hilo de oro.
La presencia de la reliquia en Prato se remonta a 1140, en los tiempos de la Primera Cruzada, cuando Michele del Prato, un italiano enrolado en los ejércitos cruzados, lo recibe en la dote de su mujer, María, una cristiana de Jerusalén hija de un sacerdote de rito oriental (probablemente caldeo y por lo tanto no sometido al voto de castidad). Según la tradición, la cristiana en cuestión, así como su padre sacerdote, pertenecían a la familia encargada de la custodia de la reliquia desde tiempo inmemorial.
De vuelta a Prato, en 1171 Michele habría hecho donación de la reliquia in articulo mortis al preboste catedralicio Ruberto della Pieve, momento a partir del cual, empezó a ser objeto de una acendrada veneración que se unió a los muchos milagros que se producían en torno a él, sobre todo en peticiones de fertilidad por parte de matrimonios que no podían tener hijos.
La leyenda continúa diciendo que permaneció en Tierra Santa hasta el siglo XII, cuando un comerciante de Prato, mientras visitaba Tierra Santa, se casó con la hija del sacerdote que lo tenía bajo custodia.
El comerciante y su nueva esposa se llevaron la reliquia a Italia; a la muerte del primero, fue entregado a la catedral de la ciudad. Después de que un canónigo del rival histórico de Prato, la cercana Pistoia, intentara robar la reliquia en 1312, se construyó una nueva capilla en el Duomo para mantenerla a salvo, donde permanece hasta el día de hoy. Se expone a la veneración de los fieles cinco veces al año, en Semana Santa, el 1 de mayo, en la Asunción y Natividad de la Virgen y el día de Navidad. Un púlpito especial fue construido en el exterior de la catedral de Prato para estas ocasiones por Donatello en la década de 1430.
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Fuente: Cari Filii