Con el paso de los años, he comprendido que Jesús me trazó este camino, no puedo ya ver mi vida sin advertir una Mano invisible que la guía. ¡Es que es tan extraña la vida!
Uno mira hacia atrás, y ve los cambios, éxitos y fracasos, y hay que ser realmente ciego para no ver la mano de El imponiéndose a nuestras propias desventuras, a nuestros propios errores. Jesús obra sobre nuestras debilidades, construye permanentemente sobre nuestra insistencia en fallar. ¡Qué inmenso amor tiene por cada uno de nosotros, que no deja jamás de esforzarse y volver a replantear las cosas de nuestra vida, después de que una y otra vez le fallamos!. El no abandona Sus esfuerzos de Salvación hasta el último instante de nuestro existir.
Pero también, finalmente, he comprendido que Él me puso aquí y ahora, por algo, y no debo resistirme. Nada es casual en nuestra vida, en lo que hace a las grandes pinceladas, las que labran nuestro camino, ya que Él tiene parte central en la fijación de nuestro derrotero. Así, aceptando que mi hoy, mi vida actual tiene de algún modo un sentido profundo para Su Voluntad, me planteo cuan importante es entender qué debo hacer de aquí en adelante, cual es mi misión de vida, si es que deseo hacer la Voluntad de mi Divino Maestro.
Con el ánimo de escudriñar un poco en el misterio que representa el descubrir nuestra misión en este mundo, les propongo ver la vida como una orquesta, una enorme orquesta en la que cada uno de nosotros es un instrumento. Por designio de Dios nos toca ser un instrumento en particular dentro de esta orquesta, ya sea un violín, un bombo, un platillo, un piano, o quizás un oboe. Nuestro desafío de vida es, naturalmente, que la orquesta suene majestuosa y armoniosamente, interpretando a la perfección la Partitura que el Autor de la obra creó. El Director de la orquesta, frente a nosotros, nos indica los tiempos y las intensidades de cada intervención que nos toque realizar, guiando a cada uno en perfecta unión con cada nota musical impresa en el pentagrama. ¡Que maravillosa muestra de perfección es una orquesta interpretando una buena obra!.
Pero, nuestra orquesta es una Orquesta Divina, porque es Jesús el que escribió la Partitura, es el Espíritu Santo el Director que la guía, y por supuesto es Dios Padre quien nos creó como instrumentos de Su Orquesta. Así, el secreto en la vida es descubrir qué instrumento somos, y sonar en perfecta unión y armonía, ¡para servir a la orquesta toda!. Que triste es para el Director que uno sea bombo, y piense que es violín, y se esfuerce en ser violín. Pero también es triste saberse violín, y ser violín, y sonar como un violín desafinado. Pero no hay nada más espantoso que no obedecer al Director de la orquesta, es más, ¡ni siquiera ver o saber que hay un Director!, aunque uno suene como un buen instrumento.
Lo que trato de decir es que cada uno de nosotros tiene un rol en esta vida, dentro del Plan de Dios. Y seguramente ese rol se relaciona muy directamente con lo que somos, con lo que hemos aprendido, con los seres que nos rodean, con nuestra historia familiar y personal, y también con nuestro presente. No hace falta mirar muy lejos, o tratar de ser muy distintos a lo que somos, para descubrir nuestra misión de vida. En realidad, hay que darse cuenta de que somos un violín, de que Dios nos hizo violín, sentir felicidad de serlo, agradeciendo al Luthier Celestial que nos creó violín. Y luego, ¡sonar majestuosamente, al servicio de la Orquesta y de la ejecución de la Obra!. Desde nuestro lugar, en la ubicación que Dios le asignó a los violines, y a éste violín en particular.
Ahora, mírate, amigo violín. Siéntete un Stradivarius, el mejor violín jamás creado, pero siéntete un violín espiritual. Deja que el Director de la Orquesta te guíe, sigue con atención las Escrituras (perdón, las ¡partituras!), y hazte parte de la maravillosa obra de Dios. Que sonrían los Ángeles al escucharte sonar, y que el Señor, con una sonrisa y con brillo en Sus Ojos, se alegre de verte finalmente unido a Su Orquesta.