Hace algunos años y de manera bastante graciosa, un sacerdote me relataba la impresión que le causaba cuando la gente se le acercaba y arrancaba el diálogo con una detallada narración del propio Catolicus Currículum Vitae. Que tantos años en la Acción Católica, que soy amigo de tal Obispo, que canto en la Misa del domingo de mi Parroquia, que soy Ministro de la Eucaristía, que pertenezco a tal grupo, que esto y que lo otro.
La verdad es que nada de eso es malo (todo lo contrario), pero causa sorpresa cuando nos esforzamos en coleccionar esos trofeos con un ánimo que no parece llevarse del todo bien con el propósito final de nuestra pertenencia a la familia de Dios. Es que somos eso, miembros de la familia de Aquel que nos ha llamado a ganarnos un lugar en Su Mesa, cuando llegue el día del Banquete del Reino.
¿Por qué será que nos empecinamos en lucir bien en lugar de ser aquello que nuestro Maestro tan claramente nos pide a través de Su Palabra? Es que nuestra casa espiritual está muchas veces construida sobre bases débiles, sobre cimientos que no pueden sostener paredes espirituales firmes y resistentes. Y es entonces que nuestra construcción cae ante el menor embate del mundo, de esos que nunca faltan.
Es que hay algo importante que debemos entender: la unión, la unidad en Cristo es algo fundamental para Dios, por lo que nuestro acercamiento a Su Casa debe tener el propósito de unir, en el amor a El, a todos aquellos que lo buscan. El encerrarse en compartimentos estancos y esforzarse en diferenciarse de los demás no hace nada bien a nuestra alma ni agrada a Jesús, que nos pide unidad en el amor.
Así, la existencia de comunidades o grupos dentro de la Iglesia tiene el propósito de promover la diversidad de apostolados, para ensanchar las redes de salvación de tal modo que cooperemos en la tarea de pescar almas de todo tipo y origen. El Señor vino para todos, quiere la salvación de todos, y de allí la importancia de adaptar el apostolado hacia espiritualidades que se encarguen de llegar a todo lugar y a toda clase de gente, siempre que sea dentro del marco de la Palabra que El nos legó, y dentro de los pilares sobre los que está construida la Iglesia.
Ya nos lo dijo San Pablo de modo concluyente: En el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir. Me refiero a que cada uno afirma: Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo. ¿Acaso Cristo esta dividido? (Primera carta a los Corintios, 1, 10-14, 16-17)
En lugar de escudarnos en nuestro Catolicus Currículum Vitae como si fuera un salvoconducto que nos abre puertas y nos hace sentir seguros al pertenecer a determinado grupo o al tener determinada función o influencia, debemos arremangarnos y ponernos a disposición de Dios para lo que El requiera de nosotros.
Escuchar con oído atento cual es Su Voluntad para nuestra vida es el primer paso, porque el Señor siempre pondrá signos de Su llamado a nuestro alrededor. El esperará que nos quitemos de las espaldas las mochilas del mundo, que arrojemos al fuego esos pergaminos con que solemos envanecernos, y que nos entreguemos libres de ataduras a trabajar para Su Obra. El camino no estará libre de errores ni de caídas, sino todo lo contrario. No se llega a Dios sin haber sido sometido antes a suficientes contratiempos que nos convenzan de que todo mérito es de El, que sin El a ningún lugar llegamos.
Quizás el consejo más importante sea entonces el de esforzarnos en ser, en lugar de poner nuestra transpiración al servicio del tener o del parecer. Nuestra tentación será la de llenar nuestro Currículum con títulos, bienes y vanidades de diverso tipo. Sin embargo, el camino estará allanado para que tengamos un paso seguro y pleno de satisfacciones, si nos esforzamos en que en nuestro Catolicus Currículum Vitae se lea simplemente:
Señor, aquí estoy
lejos de Tu hogar.
Pero no olvido
que soy tu servidor
y que Tú eres mi Rey.
Maestro Bueno
muéstrame el camino
de regreso a Casa
porque la cruz pesa
y nubla mi mirada.
Tarde comprendo
que sin Ti, nada puedo.
Por eso te pido
que todo lo hagas Tú,
en mi lugar.
En cuanto a mi, hazme simplemente
un buen instrumento de Tu Amor
para que pueda cumplir así
Tu Voluntad.
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Reina del Cielo