Un tema delicado el que voy a tocar hoy, y lo haré con mucha cautela.
Empezando por la palabra “Apocalipsis”.
En realidad, si bien a la palabra se le da en general una connotación trágica, el significado es “Revelación”, y es el título del último libro de las Sagradas Escrituras, el Libro de las Revelaciones. Incluso en las notaciones inglesas el Libro se llama “Book of Revelations”, y no Apocalipsis como lo denominamos en otros idiomas. ¿Qué contiene éste libro con el que Dios quiso que se cierre la Revelación Pública, o sea las Sagradas Escrituras?. Son visiones y revelaciones que se le brindaron a alguien llamado Juan, mientras estaba desterrado en la isla Griega de Patmos. Hay muchos teólogos que creen que es el mismo Juan Evangelista, el discípulo amado, el que escribió el libro, aunque éste dato no está confirmado en los escritos.
El libro es como una serie de círculos que se abren y se cierran unos sobre otros, en un sin fin de tiempos que se enlazan hacia delante y hacia atrás. Relatos de visiones que cubren la historia del mundo, de principio a fin. Incluso desde épocas anteriores a la creación del hombre, como la batalla en el Cielo que separó a los ángeles de Dios de los ángeles caídos, satanás y su cohorte de demonios. De manera destacada se describe también en el Libro del Apocalipsis el Nacimiento del Mesías venido de una Mujer vestida del Sol, hasta diversas revelaciones referidas al fin de los tiempos y al Juicio del hombre por parte de Cristo. Jesús, en ese momento, tendrá Su anunciada Segunda Venida a éste mundo, conocida como la Parusía. El, en Gloria, vendrá como Justo Juez a separar el buen grano de las hierbas malas.
Y es justamente ésta última parte (la que contiene los relatos del fin de los tiempos) la que ha sido enfocada de manera más marcada por la gente con relación a éste libro, hasta acabar asociando la misma palabra Apocalipsis a la idea de un fin catastrófico del mundo, de una gran purificación del hombre lanzado en contra de su propio Dios. La iglesia de los primeros tiempos ya tenía en claro éste concepto: durante los años posteriores a la Ascensión del Señor, Pedro, Juan y Santiago luchaban en Jerusalén contra la tozudez de sus hermanos judíos que seguían combatiendo a la Iglesia de Cristo, mientras Pablo sembraba las semillas de la iglesia entre los pueblos paganos de Grecia y lo que hoy es Turquía. Entre ellos existía la convicción de que el Retorno de Cristo en Gloria era inminente, ya que lo esperaban para aquellos tiempos. Sin embargo, a medida que pasaron los años el mismo Pablo comenzó a darse cuenta que debían prepararse para muchos años de Iglesia, antes de que la Buena Noticia del regreso del Señor se hiciera realidad. Pese a ello, ésta convicción errada fue aliento y fortaleza para evangelizar y convertir a mucha gente, fue la esperanza y la certeza de la inminente venida del Reino lo que abrió muchos corazones, aunque obviamente nada de ello sucedió por aquellos días.
¿Y que ocurre en nuestros tiempos?. El tema sigue candente, y francamente es obligación para todo Cristiano el esperar ese día, el de la Segunda Venida de Cristo en Gloria, como El mismo nos lo promete en los Evangelios. Pero, ¿cuándo será?. ¿Es sano estar pendiente de la inminencia de éste día, como si fuese a ocurrir mañana?. ¿Es sano pensar que no ocurrirá en el lapso de nuestra vida o la de nuestros hijos?. Creo que es bueno tener un buen balance: por una parte hay que estar preparado en todo momento, porque como dicen los Evangelios, el día y la hora sólo los conoce Dios Padre, y nos sorprenderá a todos. ¡Mejor tener el alma preparada, que pensar que tenemos tiempo para convertirnos de corazón en algún momento futuro!. Pero, por otra parte, creo que tampoco es bueno hacer de éste tema una preocupación tan grande que nos paralice en el desarrollo de nuestra vida, en el necesario amor volcado al trabajo y la oración de cada día. De tiempo en tiempo surgen organizaciones y grupos que hacen del tema del fin de los tiempos su centro y foco en la tarea evangelizadora, y en general he observado que su acción se torna en algo bastante poco equilibrado, poco sano. Más bien se corre el riesgo de caer en la locura de pensar que la salvación es física, y no espiritual. Ir a vivir a las montañas ante el temor de olas gigantes, o comprar ropas y comidas especiales para enfrentar cataclismos naturales, no son cosas que parezcan la mejor forma de salvar almas y preocuparse por los demás, no parece una señal de comprensión del amor que Dios espera demos a nuestros hermanos. ¡Más bien parece un sálvese quien pueda!
Creo que el balance que recomiendo en éste delicado tema puede ser hallado en el mensaje subyacente de las Revelaciones Privadas que Dios ha estado haciendo a través de Su Madre, y El mismo, a muchos instrumentos en las últimas décadas. Yo he investigado y escrito muchos de los artículos publicados en www.reinadelcielo.org referidos a apariciones de la Virgen y mensajes de Jesús entregados para nosotros, y puedo decirles que no recuerdo haber encontrado ni un sólo caso donde Dios no nos advierta de un modo u otro sobre la inminencia de algo grave que le ocurrirá al mundo en los años que tenemos por delante, si el hombre no detiene su curso de autodestrucción espiritual. También Dios nos complementa éstas advertencias con la esperanza de una primavera espiritual que seguirá a esa purificación del hombre, un período que suele llamarse también la civilización del amor, con una Nueva Iglesia y una nueva tierra.
De tal modo, los mensajes hablan de una gran crisis y algo hermoso que viene luego del dolor, con una Iglesia renovada y centrada en la Eucaristía. En todas éstas revelaciones María aparece como nuestra guía, nuestra capitana en el difícil tránsito que enfrentará el mundo. En realidad éstas advertencias empezaron claramente en el siglo XIX (fundamentalmente en La Salette), pero se han intensificado marcadamente en los mensajes de las apariciones del siglo XX (Fatima, Ámsterdam, Akita, Rwanda, San Nicolás o Medjugorje, entre varias otras). Como digo, Jesús y María nos advierten que es el propio hombre y la marcada degradación de nuestra sociedad la que está precipitando la Justicia de Dios.
La Virgen nos ha revelado también que su oración (Ella es la Omnipotencia Suplicante) junto a la entrega de las almas víctimas, han detenido varias catástrofes. La Mano de Dios fue sostenida ya varias veces por el amor de unos pocos, representados por María ante el Trono de Dios. ¡Tiempo, Dios nos ha dado y nos sigue dando más tiempo!. Todas éstas advertencias constan en los mensajes que recibimos en forma creciente (nos guste o no nos guste), y es ésta probablemente la parte más controvertida de los mismos, la parte que suele producir fricción entre los mensajeros y quienes deben verificar la veracidad de los mismos. ¡Es que es una responsabilidad muy grande para unos y otros el divulgar semejantes mensajes!.
Sin embargo, no he encontrado ninguna aparición o revelación dónde éste tema sea el centro absoluto, donde Dios se empecine en hablar de ésta cuestión y nada más. No. Si bien éste importante punto surge una y otra vez, el tema central siempre es el mismo: la imperiosa necesidad de volver a Dios, de convertirse de corazón, de llegar a la verdadera Fe, Esperanza y Caridad. La vida en el amor cristiano, con la Eucaristía como centro, es el modo que Dios nos da para encontrarlo cada día, con Su Mamá como guía y consejera, como maestra en la oración. Obviamente una cuestión va con la otra: si Dios nos advierte por un lado que algo le puede ocurrir a éste mundo, es lógico que refuerce Sus consejos de cómo enfrentar éste hecho cuando ocurra y cómo ocurra: tener nuestras almas preparadas es el modo.
¿Cuándo ocurrirá?. ¿Qué ocurrirá exactamente?. Dios no nos habla de éstas cosas, no nos brinda estos detalles que no harían bien a nuestra alma. Sólo nos pide fe, confianza en El. Jesús no quiere que seamos curiosos, que queramos saber más de la cuenta. En el fondo, si Dios nos pide que seamos como niños, ¿por qué queremos saber más que lo que los niños saben?. Ellos se entregan y confían en sus papás. Vivamos en el amor de Cristo, dejemos el resto en Sus Manos.
Mi consejo: debemos estar preparados para que ocurra hoy mismo lo que tenga que ocurrir, porque de hecho nuestra propia muerte nos puede sorprender mañana. Confiemos en el Señor, prestemos mucha atención a los signos de los tiempos, El nunca nos va a dejar solos, sin advertirnos.
Si nuestros oídos y corazones están alertas, sabremos seguir Sus Pasos y encontrarlo donde Su Amor nos quiera conducir, aunque sea por el camino del dolor y el sufrimiento, de la Cruz que quizás debamos compartir con El, como parte de Su Cuerpo Místico, Su iglesia. Mientras tanto, cada día es un regalo de Dios, una oportunidad para crecer en el amor, verdadero camino de salvación.